UN CASO DE VARIACIÓN PRAGMÁTICA

SOBRE LA AMPLIACIÓN SIGNIFICATIVA DE UN MARCADOR

DISCURSIVO EN EL ESPAÑOL ACTUAL

ASPECTOS ESTRUCTURALES Y SOCIOLINGÜÍSTICOS

José Luis Blas Arroyo

Universitat Jaume I

                                                            

    1. Introducción

    En los últimos tiempos la lingüística ha mostrado un interés creciente por el carácter ritual de numerosos aspectos de la interacción humana. Algunas investigaciones han llamado la atención en este tiempo sobre la importancia de las rutinas conversacionales para la negociación de las relaciones sociales[1] y han señalado cómo las lenguas ponen a disposición de sus usuarios éstos y otros procedimientos rituales, cuyo uso resulta absolutamente imprescindible para el feliz desarrollo de la interacción interpersonal. Procedimientos que, lógicamente, varían de unas sociedades a otras, lo que puede provocar problemas en el seno de la comunicación intercultural y que constituyen una prueba inequívoca de que nos enfrentamos a un componente esencial de la competencia comunicativa en todas las comunidades de habla [2].

    El objeto del presente trabajo es la descripción de una de esas unidades que regulan ciertas fases de los intercambios verbales en el español coloquial. Se trata de la expresión venga, lexicalización de una forma del subjuntivo del verbo venir, muy frecuente en la interacción conversacional en numerosas variedades del español. Con todo, el interés principal de la investigación estriba en la interpretación de los mecanismos que han hecho posible recientemente el uso del marcador discursivo como estrategia de cierre de la conversación, empleo extraño a los hasta ahora conocidos.

    Tras la descripción del corpus, al que dedicaremos el siguiente capítulo y una breve reflexión sobre el papel de las rutinas conversacionales y otros marcadores en la interacción, repasaremos los diversos usos de venga, comenzando por los ya acreditados y concluyendo por los nuevos empleos en las ya mencionadas secuencias de cierre. Junto a los problemas estructurales que se plantean, nos detendremos también en el perfil sociolingüístico de estos nuevos empleos, así como en su rápida exportación a otras lenguas peninsulares, como el catalán o el vasco, que la han adoptado recientemente en similares episodios interaccionales.

 

    2. El corpus

   Los datos de la investigación han sido extraídos de la grabación y subsiguiente transcripción de fragmentos conversacionales procedentes de dos fuentes principalmente:

    2.1. Conversaciones reales en las que el investigador ha tomado parte, bien como participante activo unas veces, bien como espectador presente en la situación comunicativa, pero sin formar parte del cuadro participativo de la interacción.

    2.2. Conversaciones extraídas de un medio televisivo. El uso de estos datos se deriva de la importancia que, a nuestro juicio, tienen los medios de comunicación —y en especial la televisión— para la difusión de los nuevos usos de la rutina conversacional en las secuencias de cierre y despedida. Con todo, hay que distinguir dos clases de datos dentro de este contexto:

    2.2.1. Fragmentos de interacciones reales entre participantes que desarrollan su actividad discursiva en el medio audiovisual (debates, entrevistas, etcétera).

    2.2.2. Conversaciones «ficticias», entendiendo por tales las extraídas del guión de algunas series de gran audiencia en la televisión española actual. Como intentaré demostrar más adelante, los caracteres sociológicos de los personajes-tipo de estas series están desempeñando un papel importante en el éxito de nuestra variable lingüística.

 

    3. Marcadores, rutinas conversacionales y estructuración del diálogo

   La lingüística interaccional ha dedicado recientemente alguna atención a ciertas unidades del discurso cuya función básica es proponer claves de contextualización que ayudan a la interpretación cabal del discurso. Así, algunas de las expresiones que Schiffrin [3] y sus seguidores tratan como marcadores discursivos, y otros como signos de estructuración del discurso [4] o marcadores de estructuración de la conversación [5], podrían ser abordadas asimismo bajo el rótulo interpretativo y conceptual de rutinas conversacionales[6], término que emplearemos preferentemente en la última fase de este trabajo, ya que refleja mejor que ningún otro el carácter ritual de muchas de las estructuras conversacionales en las que intervienen. Veamos a modo de introducción cómo actúan algunas de estas unidades..

    En la comunidad de habla castellonense la expresión muy bien, permite codificar ciertos actos de habla que un observador foráneo puede malinterpretar pues el significado ilocutivo que aporta es diferente al habitual en otras variedades del español:

(1)

A: oye, Andrés

¿dónde está la escuela de idiomas aquí en Castellón?

B: sí, eeh::

cómo te lo explicaría yo ++

sabes ese edificio que hay yendo por la calle que va de la farola al Castalia

A: [el que está al lado del Mercao?

Õ B: muy bien

    En el ejemplo anterior, el interlocutor B confirma a A que la dirección demandada por éste coincide con la ubicación que acaba de proponer. El valor confirmatorio viene dado en esta comunidad de habla por la expresión muy bien, que aquí aparece exenta del significado apreciativo que le es propio en el español general y que observamos en este ejemplo fabricado:

(2)

A: quién descubrió América?

B: Cristóbal Colón

Õ A: Muy bien

    A diferencia de lo que ocurre en este último caso, en (1) B no felicita a A por «dar en el clavo». Simplemente confirma que el referente por el que este último ha preguntado y que ha servido de sostén al intercambio verbal, es el mismo que ha enunciado. La prueba de que esto así, se hace más evidente todavía en aquellos casos en los que por la propia naturaleza del contenido de la conversación la expresión no puede tener nunca el sentido valorativo que apreciamos en (2). Véase el juego entre los diversos significados que deliberadamente realiza uno de los interlocutores en la siguiente conversación:

(3)

A: el tío de Chus es el panadero del pueblo

B: no ese es el padre

Õ A: muy bien

B: no, de muy bien nada

A: no, ya (risas)

quería decir que + eso

    A, miembro atípico de la comunidad de habla, pero conocedor de los significados rituales de la expresión en la sociedad castellonense, pone de manifiesto mediante su intervención reformuladora el contraste entre los valores ilocutivos que ésta puede tener, valores de los que b, miembro de pleno derecho de la comunidad, sólo es consciente cuando se llama su atención [7].

    Los ejemplos anteriores demuestran que el significado de las expresiones rituales depende enteramente de los valores codificados en cada comunidad, por lo que no pueden ser interpretados al margen del contexto social y cultural en el que se utilizan [8]. Sin duda, debemos a Coulmas [9]el haber mostrado la importancia de estas expresiones formularias para el buen funcionamiento de las interacciones, ya que —en sus palabras— constituyen «a substantial part of communicative competence» [10]. Para esta autora, las rutinas son expresiones altamente convencionalizadas, que aparecen estrechamente unidas a situaciones más o menos estandarizadas. Muchas de ellas se han fijado como unidades idiomáticas mediante procesos de lexicalización que, partiendo del significado primitivo que tenían en la lengua, han servido posteriormente para la realización de ciertos actos de habla muy alejados, en ocasiones, de aquéllos.

    A juicio de Coulmas [11], la función social de las rutinas es similar a la de todo comportamiento ritual. Éste sirve para afirmar la autoridad del hablante, al tiempo que le proporciona la necesaria confianza en el desarrollo de sus interacciones. Mediante la utilización de las rutinas, los individuos pueden desenvolverse con más soltura en la interacción, ya que los derechos y deberes implícitos en toda negociación conversacional se diluyen notablemente. El interés por estas funciones sociales se ha traducido en la vinculación casi exclusiva de dichas unidades discursivas con ciertas secuencias y tipos de interacción en los que el peligro para el face interaccional de los participantes es mayor (secuencias de apertura y cierre de la conversación, cumplidos, reproches, invitaciones, reparaciones, peticiones de información, etcétera). Ahora bien, el ámbito de actuación de las rutinas es bastante más amplio de lo que esta línea de investigación sugiere. De hecho estas unidades constituyen por encima de todo piezas clave para la creación o la exhibición de la coherencia discursiva, ya que establecen relaciones entre unidades del habla, ya sean éstas proposiciones, actos de habla, intervenciones, etcétera.

    Como ha subrayado Schiffrin [12], tanto las propiedades del discurso (el discurso es siempre sensible al contexto a la par que comunicativo) como las características lingüísticas (semántico-pragmáticas y gramaticales) de los marcadores discursivos determinan su rasgo identificador más importante: su función deíctica. En este sentido, dichas unidades pragmáticas actúan como indicadores o señalizadores del sentido específico que un enunciado posee en un contexto determinado.

    La interpretación de estos índices y de las funciones diversas que desempeñan en el discurso no puede quedar restringida al ámbito de los significados proposicionales. Por el contrario, dicha tarea debe incluir el conjunto de inferencias derivadas de la aplicación de principios contextuales y pragmáticos, así como de las actividades discursivas ejecutadas por medio del lenguaje, acciones que constituyen una parte integral del discurso y que son ejecutadas en contextos interaccionales y culturales definidos.

    Otro aspecto relevante en el análisis de las rutinas es el de las relaciones entre su significado primitivo y las funciones discursivas que desempeñan. En este sentido, es posible establecer algunas tipologías entre tales unidades discursivas. Así, formarían parte de un mismo grupo aquellas expresiones cuyas funciones específicas en el discurso aparecen directamente relacionadas con un significado semántico y un estatus gramatical básicos. A este grupo podrían pertenecer, por ejemplo, la mayoría de los llamados «comprobativos» (¿no?, ¿verdad?, ¿no crees?), marcadores que contribuyen a la formación de modalidades mixtas en español [13]y cuya significación está íntimamente vinculada a la presencia de éstos.

    Distinto es el caso de aquellas unidades que, partiendo de formas de una lengua con significación semántica y estatus gramatical tradicionalmente reconocidos por la gramática, aparecen lexicalizadas en otras ocurrencias discursivas, por lo que su funcionalidad no está tan relacionada con dicho estatus. Éste sería el caso de marcadores de apertura de respuesta tan frecuentes en el español contemporáneo como bueno, cuya contribución a la coherencia discursiva en diversos tipos de interacción no parece tener mucho que ver con el sentido básico del adjetivo originario. Y lo mismo cabría decir, como veremos, de venga la expresión que analizaremos en este trabajo.

    Para Schiffrin [14] es posible formular un principio general que afecta a la significación de los marcadores y que podría enunciarse como sigue: si una de estas unidades tiene significado (referencial, semántico o denotativo, se entiende) su uso primario en el discurso consistirá en la organización de significados referenciales o ideacionales en el nivel textual. Por el contrario, si un marcador no posee tal significado, o éste aparece muy diluido, dicha función primaria no será ideativa, sino que aparecerá vinculada a otros niveles del discurso, como el plano interaccional. Como mostraremos más adelante, esta distinción es especialmente relevante para el análisis de la rutina elegida en este trabajo.

    Desde un punto de vista funcional, existe un cierto consenso en torno al hecho de que estos signos actúan tanto en el nivel de la estructura del discurso, contribuyendo a la estructuración del sentido, como en el nivel del cuadro participacional de la interacción, manifestando matices diversos en las relaciones entre los hablantes. Por otro lado, la mayoría son generalmente polifuncionales, es decir, junto a su función deíctica primaria pueden aparecer otras de carácter secundario o derivado en diferentes contextos, relacionadas en mayor o menor medida con la primera. Siguiendo a Ducrot [15] y sus colaboradores, podríamos decir que los empleos de estas unidades, en ocasiones extraordinariamente diversificados, pueden ser considerados como casos particulares de un más valor general.

    A partir de esa función básica o predominante se han establecido algunas tipologías entre los marcadores discursivos. Por ejemplo, para el español y el catalán, Berenguer [16] ha propuesto recientemente una que distingue cinco tipos:

    1. Marcadores de integración lineal (y, después, entonces...).

    2. Marcadores de argumentación: pero, porque...

    3. Marcadores de introducción de tema: resulta que, lo que pasa es que, el caso es que, etcétera.

    4. Marcadores de modalización: dicen que, eh, no...

    5. Marcadores de creación de mundo: una vez, eso es, me acuerdo que....

    Tras formular la clasificación, la propia autora reconoce que su propuesta podría ser objetada por el hecho de que los criterios que se utilizan no son siempre homogéneos, de manera que unas subclases responden a criterios temáticos, mientras otras son vistas desde la perspectiva de su función en el encadenamiento de las unidades del discurso. A nuestro modo de ver, sin embargo, la principal objeción a esta tipología no es tanto esa, como el hecho de que la propuesta se centre casi exclusivamente en el ámbito textual, olvidando el dominio de la interacción, en el que ciertos marcadores discursivos desempeñan también funciones relevantes. A este respecto, mostraremos cómo la expresión analizada en el presente trabajo debe ser analizada como una unidad pragmática con un valor eminentemente interaccional, ya que se usa para la regulación de ciertos actos de habla y secuencias de la conversación entre los participantes.

    En fin, merece la pena recordar la extraordinaria frecuencia de estas unidades en el discurso, circunstancia que junto a las ya reseñadas, viene a hacer todavía menos disculpable el olvido en el que durante tanto tiempo han permanecido relegadas por la lingüística. Diversos autores han aportado recuentos estadísticos que muestran su elevado rendimiento funcional. Así, por ejemplo, y en referencia al marcador well en inglés, Svartvik [17] ha encontrado en un corpus de habla londinense la ocurrencia de dicha forma cada 150 palabras. A similares conclusiones llega Bazzanella [18] en su estudio sobre los conectores fáticos en italiano. Más significativo es todavía el trabajo de Sorhus quien tras el estudio de un corpus de 130.000 palabras del inglés canadiense descubrió que una de cada cinco palabras era una rutina. Y en otras lenguas alejadas de nuestro entorno cultural la importancia funcional y estadística de estas unidades es todavía mucho mayor. A este respecto, Luke [19] ha observado cómo en cantonés la ocurrencia de dichos elementos se produce nada menos que cada ¡1’5 segundos! Como ha subrayado Drazdauskiene [20], sorprende la regularidad y la frecuencia de estas unidades cuando se supone que la creatividad es uno de los rasgos fundamentales del lenguaje. Sin embargo, como veremos, la contradicción es sólo aparente.

 

    4. Funciones discursivas de venga en el español actual

   4.1. Usos primitivos

Como avanzamos al principio, la rutina venga tiene su origen en la lexicalización de la 3º persona del singular del presente de subjuntivo del verbo venir, usado en enunciados imperativos. Este uso primitivo de venga puede verse en el siguiente diálogo construido:

(4)

A: perdone

es usted el señor Fernández?

B: sí soy yo

A: muy bien

Õ venga por aquí por favor

    El empleo de venga por parte de B tiene la fuerza ilocutiva de una orden atemperada, en la que junto a la forma analizada desempeñan una función importante tanto el empleo de la forma verbal correspondiente al término de tratamiento respetuoso (usted), como la locución cortés (por favor), que diluyen los efectos amenazantes para el face interaccional del interlocutor, implícitos en todo acto de habla directivo.

    Sin embargo, en los usos de venga como marcador discursivo que aquí nos interesan, la forma está desprovista de este valor original, si bien, como veremos más adelante, todavía la recuerda en algunos casos. Valga por el momento con subrayar que su empleo aparece con diferentes valores pragmáticos en intervenciones directivas, reactivas y evaluativas.

    Como es sabido, el par directivo (o iniciativo) vs. reactivo constituye para numerosos conversacionalistas el esquema canónico del intercambio verbal (exchange). Es el caso de los denominados pares de adyacencias, como los que regulan los primeros momentos de la conversación telefónica (p. ej: los summons-answer descritos numerosas veces por Schegloff y Sacks ) [21] o el doblete implicacional pregunta-respuesta (Sacks, Schegloff y Jefferson [22]), tan frecuente en la interacción humana. Con todo, para algunos analistas de la conversación no es ésta la estructura más corriente del intercambio verbal, pues para que el intercambio sea completo se requiere a menudo de una tercera intervención, «evaluativa», a cargo del primer hablante (cf.. Roulet ) [23].

    En función de su aparición en alguno de estos tipos de intervención, los significados discursivos e interaccionales de venga varían. Empezaremos mostrando los usos de la expresión en intervenciones directivas en las que está más próximo el valor conativo de la forma imperativa originaria. Posteriormente nos ocuparemos de los significados que adquiere en las numerosas intervenciones reactivas en las que interviene, para cerrar el capítulo con el comentario de otros valores minoritarios, pero no menos interesantes, en turnos evaluativos. En todos los casos analizados en esta sección, la expresión no forma parte de las secuencias de cierre, sino de los episodios centrales de la interacción. Y es por esa razón por la que distinguimos este epígrafe del siguiente, en el que se analizarán con detalle los usos recientes de venga en las fases finales de la conversación, usos que constituyen la principal novedad en relación con los habituales de la rutina.

 

   4.2. Usos de venga en intervenciones directivas

   En los fragmentos siguientes observamos usos característicos de la expresión en intervenciones directivas:

(5)

Õ A: venga vamos (0.3)

Õ VEN’GA, cierra la puerta’ hombre!

no ves que estamos molestando!

B: vale vale ya voy!

(6)

Õ A: venga

date prisa que llegamos tarde

B: voy voy

(7)

Õ A: venga familia

a come::r

B: (varios): YA VA::

    Obsérvese cómo en todos los casos A ordena a B —en el tercero un interlocutor múltiple— a realizar una determinada acción en la primera de las intervenciones, orden a la que éste último responde en el segundo turno. En todas las ocasiones, la orden está señalizada al comienzo de cada turno por venga, que en ese sentido recuerda algo del valor conativo que posee en la forma verbal primitiva. Con todo, el empleo como verbo está completamente diluido, ya que, entre otras razones, no hay correspondencia entre la forma de tratamiento respetuoso que observábamos en (4) y el tuteo en el que se desenvuelven ahora los participantes.

    Lo más frecuente es que venga encabece el turno de habla del participante que realiza el acto de habla directivo, como ocurre en los ejemplos anteriores. Sin embargo, no es ésta una variante categórica, ya que en determinados contextos se prefiere la inversión de los términos con la formulación del contenido proposicional en primer lugar, seguido del marcador que señala el valor ilocutivo concreto del enunciado:

(8)

A: qué tal esta tarde?

B: es que:++

no sé si podré ir

tengo que estudiar

A: bue::no

Õ vamos esta tarde venga

B: que no

que te he dicho que tengo que estudiar

    En el diálogo anterior, A formula inicialmente una pregunta a B sobre la disposición de éste a realizar una determinada acción (en el caso que nos ocupa la donación de sangre en un hospital). Ante las reticencias manifestadas por B en su turno de respuesta, A se involucra de una forma más decidida en su petición, proponiendo directamente a su interlocutor una oferta para la realización de dicha actividad. Para lo que aquí nos interesa, parece evidente que tal valor ilocutivo viene dado no sólo por el contenido proposicional del enunciado emitido por A (vamos esta tarde), sino sobre todo por el empleo del marcador conversacional con el que se cierra el turno.

 

    4.3. Usos de venga en intervenciones reactivas

   Además del valor conativo que el marcador conversacional conserva en intercambios como los reseñados en el párrafo anterior, en el español actual es muy frecuente también el uso de venga en intervenciones reactivas, esto es, en turnos de respuesta a acciones propuestas por el primer interlocutor en el curso de un intercambio verbal. La función esencial que adquiere en estos contextos es la de marcar la aceptación por parte de un hablante de diversos actos de habla, como ofertas, invitaciones, proposiciones, peticiones, etcétera. formuladas por otro interlocutor en la intervención previa. Veamos algunos ejemplos:

(9)

A: Esther

quieres un poquito más?

B: eeh:: no::

Õ bue’::no venga

pero la última ya eh

qué horror!

me voy a poner como una boa

ya verás

    En el diálogo transcrito, B acepta el ofrecimiento de A y lo hace mediante un turno que encabezan dos marcadores discursivos, venga, precedido por bueno, que señaliza los reparos iniciales a la invitación. Obsérvese con detalle la tensión que se establece entre ambas señales de marcación discursiva: a la incertidumbre expresada por el primero (bueno), sucede la aceptación definitiva que corre a cargo de venga:

(10)

A: Juani

nos podrías cantar esa canción de+?

B: no sé si voy a acordarme

A: venga mujer (voz en eco de otros participantes)

B: buee::no,

Õ venga

haré:: un esfuerzo

    En este caso B accede a realizar el acto demandado por A en la primera intervención y sobre el que ha tenido que insistir, tras los reparos iniciales formulados por aquél en el primer par de respuesta. Obsérvese de nuevo la gradación indexicalizada por los dos marcadores sucesivos: mientras bueno abre ahora el turno en el que se acepta con reparos la propuesta de a, venga deja definitivamente clara la disposición de b a cumplirla.

 

    4.4. Venga en segundos turnos de intervenciones directivas

   Generalmente a ciertos actos de habla directivos como invitaciones, ofertas, propuestas, etcétera, le siguen otros actos reactivos cuyo objeto suele ser bien la aceptación, bien el rechazo. Con frecuencia, sin embargo, los productores de tales actos desarrollan versiones reformadas y ampliadas de sus intervenciones en turnos subsiguientes, si toman conciencia de que la respuesta inicial de sus interlocutores encierra un potencial rechazo u objeción a sus intenciones [24]. Davidson [25] llama a estas reformulaciones «versiones subsiguientes» (subsequent version) de los actos de habla reseñados.

    En el ejemplo anterior, hemos comentado el valor de venga por parte del segundo participante a la petición de A. Sin embargo, también este último interlocutor hace uso del marcador en la intervención anterior, aunque esta vez con un valor discursivo diferente. Obsérvese como en el segundo turno de A (venga mujer), pronunciado con un cierto énfasis y con el eco de otros participantes en del cuadro situacional, representa por un lado una respuesta a la negativa de B a realizar la acción propuesta (cantar una canción), pero por otro supone una segunda versión, más enfática de su propuesta. A no se contenta con la negativa previa de B y por ello reformula en una nueva intervención su objetivo de influir en la conducta del interlocutor. La estructura del intercambio anterior se corresponde con la propuesta de Coulthard [26], según la cual, el esquema de la mayoría de estas unidades conversacionales (exchanges) se compone de tres movimientos (initiating move, responding move y follow-up move) que en la interpretación de algunos interaccionistes se correspondería, grosso modo, con las tres clases de intervenciones (directivas, reactivas y evaluativas) propuestas, por ejemplo, por Roulet [27] y otros miembros de la escuela ginebrina (cf. Kerbrat-Orecchioni) [28]. En nuestra opinión, sin embargo, es un error tal homologación, por lo que se refiere al tercero de los miembros de tales clasificaciones. El término evaluación, con el que se designa a la tercera de las intervenciones que estructuran algunos intercambios verbales, no debe ser tomado, al menos exclusivamente, bajo su sentido literal. Por el contrario, designa simplemente el tercer tiempo de ese intercambio, mediante el cual —en palabras de Kerbrat—  [29] «Ll clôt cet échange qu’il a lui-même ouvert, en signalant à l2 qu’il a bien enregistré son intervention réactive, et qu’il la juge satisfaisante». En opinión de la investigadora francesa, las principales realizaciones de esta intervención son, por ejemplo, las reformulaciones en eco, morfemas cuya simple función es la de «acuse de recibo» y que pueden cargarse de diversos valores emotivos o apreciativos (v. gr. –¿Qué edad tiene? –Cuarenta y cinco –Ah), los comentarios de diverso tipo, en particular evaluativos (v. gr. –¿Has hecho los deberes? –Sí, ayer por la tarde –Muy bien), etcétera.

    Sin embargo, en el último fragmento de habla analizado, la intervención de A a la negativa de B no supone el intento de cierre del intercambio, sino por el contrario, la continuación renovada del acto de habla directivo. En ese sentido, venga mujer, es realmente un movimiento de continuación (follow-up ) del intercambio y no una intervención de cierre, justo lo contrario de lo que ocurre, sin embargo, en el ejemplo siguiente.

 

   4.5. Venga en intervenciones evaluativas

(11)

A: El niño se viene con nosotros

que su madre ya sabe lo que tiene que hacer con él

como siempre ha hecho! (se dirige a c)

b: pero yo no quiero! (llorando)

a: tú calla, niño! (se dirige a b gritando)

que no sabes nada de esto

Õ c: Bue:no venga’

que le vamos a hacer una prueba muy sencilla que además no duele nada, no se preocupe.

    La conversación anterior responde a la estructura que algunos interaccionistas denominan triálogo [30]. En esta clase de interacciones y en ocasiones con independencia del número real de componentes del cuadro participativo, las conversaciones se articulan en torno a tres polos locutivos cuyas combinaciones pueden ser muy diversas. En el ejemplo transcrito, la conversación gira en torno a la enfermedad de un niño (a partir de ahora B) sobre la que discuten el padre de éste (A) y un médico (C), que ha informado previamente a la familia de la conveniencia de iniciar un delicado tratamiento para paliar los efectos de la dolencia. En la escena en la que se desarrolla la conversación aparecen otros participantes, pero ninguno de ellos actúa como receptor directo, por lo que no invalidan la estructura triangular aludida.

    En la primera intervención A se dirige a C, lo que es evidente no sólo por el tono de reproche de sus palabras sino por una serie de detalles mimo-gestuales como la mirada, de los que aquí no podemos dar sino una referencia indirecta, pero que resultan decisivos para identificar la identidad del interlocutor. Sin embargo, y contrariamente a lo que sugeriría la lógica conversacional, quien toma el turno de palabra en la siguiente intervención no es C, aquél a quien van dirigidas las palabras de A, sino B, un participante directamente afectado por el contenido de la interacción entre los otros dos interlocutores. B muestra vehementemente su rechazo a la propuesta del padre, quien no está dispuesto a dejar que el niño siga el tratamiento médico. El tipo de relación interpersonal entre A y B es característica de las relaciones autoritarias padre-hijo, frecuentes en algunas sociedades tradicionales. En este caso, dichas relaciones se materializan en la brusca reconvención que el padre dirige al hijo, negando su competencia para intervenir en el presente conflicto («tú calla, que eres un niño y no sabes nada»)..

    La intervención de A supone una grave amenaza para el face interaccional de B, e indirectamente también para la del resto de los participantes, que han asistido algo corridos al desarrollo del conflicto en toda su crudeza. En la tradición interaccionista, debemos a Goffman [31]]el concepto de figuración , que recubre el conjunto de procedimientos y estrategias desarrollados por los participantes para preservar la estima (face) propia y ajena. En los intercambios de tipo confirmativo, como las secuencias de apertura o cierre de la conversación, los participantes se invitan con frecuencia a efectuar recíprocamente acciones de la misma naturaleza, como el intercambio de saludos u otras rutinas conversacionales. Sin embargo, esta clase de intercambios son netamente menos amenazantes para el face interaccional que el analizado en el presente caso. Ahora es C quien emprende la acción destinada a restaurar la armonía conversacional. Con su intervención —Bue:no. venga’ / que le vamos a hacer una prueba muy sencilla que además no duele nadaC da por concluido el intercambio diádico en que había derivado la conversación entre los otros dos interlocutores. De hecho, en el resto de la interacción A y B no vuelven a discutir entre sí.

    Este cierre de un intercambio a cargo de un tercer participante que transforma así diálogo en «triálogo», supone una reorientación del tópico sobre el que había girado la conversación hasta ese momento, reorientación que es señalizada de nuevo por la combinación de marcadores «bueno + venga»: el primer elemento indexicaliza el intento de reorientación a cargo de C, que es confirmado a continuación por «venga», con el que se da paso a la formulación del nuevo tópico.

    La función de reorientación del tópico de la conversación aparece también en los intercambios diádicos en los que sólo dos participantes interactúan verbalmente. En tales casos, uno de los interlocutores no propone exactamente un cambio del contenido sobre el que versa la conversación, sino que focaliza su interés sobre algún aspecto nuevo, no tratado hasta el momento, pero relacionado con el tópico desarrollado en las fases previas de la interacción:

(12)

A: estoy desesperada

tengo que entregar esto mañana

y no sé qué hacer

B: qué es eso?

A: pues lo de siempre

pero no sé cómo empezar esta vez

B: pues como lo has hecho otras veces

A: sí eso es muy fácil decirlo + [pero

Õ B: [venga quieres que te ayude?

    En la conversación anterior, dos mujeres, madre e hija en la vida real, dialogan sobre las dificultades que una de ellas a (la hija) dice tener para llevar a cabo una determinada tarea. Tras la intervenciones de pregunta-respuesta en las que B interroga a a sobre dicha actividad, que ésta satisface con sus respuestas, la madre reorienta el sentido de la interacción pasando de un simple intercambio informativo a la realización de una oferta directa a su interlocutor. Obsérvese, sin embargo, cómo dicho cambio no representa una ruptura brusca sobre el contenido conversacional, no se produce el trasvase de un tópico a otro, sino simplemente el paso de un determinado enfoque sobre el mismo a otro.

 

    5. Funciones de venga como rutina en las secuencias de cierre

   Una característica común a la variedad de usos de venga como marcador discursivo analizados hasta el momento radica en el hecho de que en todos los casos la expresión aparece en las secuencias centrales de la interacción y no en las periféricas, entendiendo por tales, fundamentalmente, las de apertura y cierre. La diferencia esencial entre ambas clases de episodios conversacionales consiste en el carácter básico de los intercambios con que se construyen. Así, mientras los primeros o los últimos momentos de la interacción suelen corresponder a lo que Goffman [32] denomina «intercambios confirmativos» (véanse más detalles en 4.5), por el carácter fuertemente ritualizado de los actos de habla desarrollados en su interior en la mayoría de las culturas —saludos, etcétera—, las secuencias centrales representan, por el contrario, el escenario esencial para el desarrollo conceptual de las interacciones.

    En lo que queda de trabajo, dedicaremos una atención especial al empleo de venga en el transcurso de las secuencias de cierre de la conversación. En éstas, como veremos, la expresión desempeña un papel importante en la estructura que conduce al final de la interacción. En los últimos tiempos asistimos a una ampliación de los valores discursivos de la forma ritual, con usos hasta ahora ocupados generalmente por otras fórmulas de despedida. Al análisis de dichos valores así como al del perfil sociolingüístico de los hablantes que más favorecen tales cambios, reservamos el resto del estudio.

 

    5.1. Usos de venga para la expresión de la «oferta» de cierre

   Como ha recordado recientemente Tuson [33], acabar una conversación es con frecuencia una tarea delicada. En sus palabras:

Una bona part de l’exit d’una interacció depen del fet que tingui un bon final, que els interlocutors tinguin la sensació d’haver dit tot el que volien dir i que l’intercanvi no s’hagi allargat mes del convenient. De quina manera es posen d’acord els participants en la consideració que l’activitat conversacional arriba a la seva fi? Si no volem actuar abruptament o, al contrari, fer-nos pesats, hem de trobar la manera d’assenyalar amb suavitat i, alhora, amb claredat, que volem posar fi a la conversa.

    La estructura arquetípica propuesta por Schegloff y Sacks[34] para la descripción de las secuencias de cierre telefónicas comprende cuatro turnos:

    1. Oferta de cierre a cargo de L1.

    2. Aceptación del cierre por L2.

    3. Despedida a cargo de L1.

    4. Despedida y final por L2.

    En la primera intervención L1 inicia generalmente el cierre, si sigue a un turno que marca el fin de un tema por parte del locutor anterior, siempre que dicha intervención esté «vacía», es decir, que no contenga una nueva contribución temática por su parte. De esta manera, L1 concede el turno al coparticipante proponiéndole el cierre de la conversación. En la siguiente intervención, L2 acepta esta oferta, abriendo con ello la posibilidad de una etapa ulterior que puede prolongarse durante varios turnos mediante el intercambio mutuo de expresiones de pre-cierre (vale, de acuerdo, o.k...). La fase final corresponde al par terminal con el que se completa la secuencia y en la que es frecuente el intercambio de rutinas de agradecimiento (gracias), despedida (hasta luego, adiós...), afecto (un beso), etcétera.

    Cada intervención de las anteriores prepara y fundamenta la legitimidad del turno siguiente pero, como ha subrayado Müller [35], esta conclusión ha oscurecido con frecuencia el hecho de que se trata tan sólo de posibilidades, de opciones que se indican mutuamente los participantes y no de restricciones absolutas. En palabras de Schegloff y Sacks [36], «raising the possibility of closing does not ensure it, does not foreclose the possibility of further talk». Esto es, cada turno hace nacer un «espacio de posibilidades» (opportunity space) que admite otras opciones, además de la que conduce al cierre definitivo de la interacción.

    Las secuencias de cierre comportan al menos el intercambio de los pares terminales en los que los interlocutores se envían recíprocamente saludos de despedida como los reseñados, pero igualmente pueden incluir algún intercambio de pre-cierre mediante el cual los interlocutores indexicalizan la necesidad o el deseo de comenzar el ritual de separación [37]. La expresión venga en español aparece en algunos de esos pares, aportando diversos significados discursivos en cada caso. En el primero de los fragmentos de habla que transcribimos a continuación, la expresión aparece en el primer turno de la secuencia de cierre:

(13)

A: oye si vas a Penyeta a ver si me miras eso

B: sí no te preocupes

la semana que viene iré y te lo miraré

Õ A: venga’

B: bueno

hasta luego (inicia movimiento de separación)

A: hasta luego

    En este diálogo, A comienza la secuencia de cierre mediante un turno vacío en el que ofrece a B concluir la conversación, una vez que en la intervención anterior ha obtenido la respuesta que deseaba de su interlocutor. Dicha oferta se realiza exclusivamente por medio de venga, en uno de los usos novedosos del marcador discursivo al que anteriormente nos referíamos. B, por su parte, acepta dicha proposición porque conoce el valor discursivo que en el español contemporáneo ha adquirido la rutina y también forzado por índices no verbales como el movimiento corporal iniciado por A, que sugiere su deseo de concluir la conversación:

(14)

A: y ahora qué pasará

qué me va a pasar Andrés! (desesperación)

B: no te preocupes mujer

ya verás como todo se arregla’

A: pero es que no sé qué hacer

Õ B: venga’

de momento vete al colegio y no te preocupes por nada

ya verás como todo se arregla

A: bueno,

B: venga’

hasta luego

    Al igual que en el caso anterior, B propone también a su interlocutor el cierre de la conversación y lo señaliza mediante el marcador discursivo. Sin embargo, el de B no es ahora un turno vacío, ya que está ocupado por un acto directivo.. Con todo, el valor de propuesta de cierre de la interacción queda preservado por el propio carácter de dicho acto de habla con el que B da instrucciones a A acerca de lo que debe hacer a partir del momento en que concluya la conversación, cuyo final se ha reclamando mediante venga. La conjunción de ambos factores reduce considerablemente la posibilidad de que a pueda continuar la conversación mediante la introducción de nuevos tópicos.

    Además de lanzar la oferta de cierre, venga desempeña también en cierto modo la función de impedir que los demás participantes puedan eludir ésta y decidan continuar la conversación mediante el desarrollo de nuevos tópicos u orientaciones diferentes sobre los ya consumidos. Jefferson llama «implicaturas secuenciales» a aquellos enunciados que indican que la siguiente etapa de la interacción va a ser justamente el cierre de ésta. En nuestro caso, y dependiendo de la situación, el uso de venga puede anunciar dicho cierre de una forma más o menos directa. Recuérdese que, pese al carácter confirmativo de los rituales de abertura y cierre de la conversación, estas actividades discursivas representan momentos delicados de la interacción que a menudo implican una amenaza para el face de las partes en presencia. Kerbrat-Orecchioni [38] habla, por ejemplo, de la amenaza que para el face positivo del interlocutor supone la proposición de concluir la conversación. Con el fin de paliar los efectos de tales amenazas, las lenguas ponen a disposición de los hablantes ciertos procedimientos rituales que, al menos en muchas sociedades occidentales, suelen traducirse en estrategias compensatorias, como la de excusarse por el deber ineludible de la separación, la promesa recíproca de volverse a ver, etcétera.

    En el español peninsular contemporáneo la expresión analizada en este trabajo es utilizada a menudo con este valor interaccional. Venga no sólo implica la proposición de terminar la conversación que un interlocutor dirige a otro, sino también el deseo de que dicha ruptura sea interpretada por éste como lo menos agresiva posible. Por ello, el significado de la expresión suele llevar aparejado con frecuencia un sentimiento de ánimo y de afecto que el hablante dirige a su interlocutor, por lo que es muy improbable hallarlo en interacciones en las que los lazos de solidaridad o intimidad entre los participantes son escasos o inexistentes. Un valor, por otro lado, que tiene su reflejo en el nivel suprasegmental pues, generalmente, la rutina se realiza con una intensidad superior a la del co-texto circundante así como con una entonación ascendente —véase (19)—. Lo realmente singular es que dicha combinación de eficacia estructural —permitir el cierre de la conversación— e interaccional pueda concentrase en una sola unidad, cuando lo que caracteriza generalmente a los rituales de cierre en tales casos es el circunloquio y las estrategias de compensación que consumen diversos turnos de la interacción.

    En el siguiente fragmento de habla, dos individuos, hombre (A) y mujer (B), se hallan en los últimos momentos de la conversación que han mantenido durante la visita que el primero ha realizado al segundo:

(15)

A: bueno y tú qué tal estás?

B: pue:s un poco mejor eee::

aunque me han dicho que me esté tranquilo

que no me mueva mucho

Õ A: venga’ (inicia movimiento de separación)

que te mejores

B: gracias

a ver si es verdad

A: hasta luego

B: venga

    Aunque el objeto de la visita es otro, A aprovecha una pregunta sobre una enfermedad que padece B, y sobre la que tiene un conocimiento previo, para acercarse al final de la conversación. Obsérvese cómo el cambio de tópico que introduce dicho hablante respecto al tema de la conversación se marca claramente mediante el marcador discursivo bueno. En las sociedades occidentales al menos, las preguntas por la salud de los interlocutores constituyen estrategias de cortesía adecuadas para preparar ese camino que conduce al desenlace de la interacción, además de ser relevantes en la relación interpersonal desde otras ópticas no estrictamente discursivas. Con todo, la propuesta de cierre no se realiza explícitamente en el primer turno de A sino en el segundo, una vez que B ha satisfecho el interés de su interlocutor. Es mediante la expresión del deseo de A sobre el pronto restablecimiento de B (que te mejores), precedido por el marcador venga, como se hace explícita la propuesta de concluir la conversación, que es aceptada por B en el siguiente turno mediante la expresión del agradecimiento (gracias, a ver si es verdad) que preludia el intercambio final de los saludos de despedida.

    Sin embargo, los valores de nuestra rutina en estas fases de pre-cierre no se agotan ahí. En el fragmento siguiente, por ejemplo, la oferta de concluir la conversación por parte del segundo participante es claramente autoritaria y no deja ningún resquicio que permita al interlocutor continuar la conversación:

(16)

A: que me tienes que ayudar Lurditas eh

B: va::le

bueno [vamos

A: [si si que

Õ B: venga vamos (inicia movimiento de salida)

A: a dónde?

B: al zoo

no querías ir al zoo?

pues venga

B: vale, vale

ahora voy

    Button [39] ha estudiado algunas de las estrategias más frecuentemente utilizadas tanto para la negociación del término de la interacción como, ocasionalmente, para el abandono de dicha fase. Una de las posibilidades que analiza en su trabajo es aquélla en la que un hablante no reconoce como oferta de cierre el enunciado previo de su interlocutor o sencillamente hace caso omiso del mismo, lo que se traduce en un intento por continuar la conversación. En tales circunstancias el primer participante tiene diversas opciones, pero la que aquí nos interesa consiste en una réplica inmediata, en la que el ofrecimiento de la conclusión se renueva esta vez más enfáticamente. En (16) tenemos un ejemplo bastante ilustrativo de esta situación. Obsérvese cómo en la primera de las intervenciones transcritas, B manifiesta tímidamente su deseo de concluir la conversación mediante un turno que encabeza con el marcador discursivo bueno. Sin embargo, A no parece dispuesto a ratificar el valor implícito en dicha expresión, como lo demuestra su irrupción en el turno del interlocutor intentando tomar la palabra en un momento en que no le corresponde. Pese a ello, B no se arredra y pasa en la siguiente intervención no ya a negociar, intento que se ha revelado infructuoso en el par anterior, sino directamente a «imponer» el final.

 

    5.2. Usos de venga en los pares terminales de la interacción

   En el fragmento (15) que comentamos anteriormente nos ocupamos del análisis de venga como fórmula que, en boca de un interlocutor, servía para proponer el cierre de la interacción desarrollada hasta ese momento. Ahora bien, un repaso de dicho fragmento permite observar una secunda ocurrencia de la expresión en el ritual de despedida, que volvemos a reproducir por conveniencia:

(15)

A: bueno y tú qué tal estás?

B: pue:s un poco mejor eee::

aunque me han dicho que me esté tranquilo

que no me mueva mucho

A: venga’ (inicia movimiento de separación)

que te mejores

B:gracias

a ver si es verdad

A: hasta luego

Õ B: venga’

    Obsérvese cómo en el par terminal en el que ambos interlocutores intercambian sus saludos, a utiliza la expresión hasta luego , una de las más habituales en el español peninsular en esta fase de la interacción, especialmente cuando ninguno de los interlocutores señaliza que la separación va a ser muy larga. Por el contrario, para la expresión de ese mismo acto B utiliza la rutina venga. Veamos otro caso:

(17)

A: por qué no pasas a tomar un aperitivo?

B: no no

es que no puedo

me tengo que marchar (sonrisa forzada)

A: bueno mujer

pues nada

otra vez será

Õ B: venga’

hasta la próxima

    Si en las secuencias anteriores el uso de venga supone una importante novedad en la negociación de las estructuras de cierre, su empleo en la fase terminal como fórmula de saludo y despedida representa probablemente una innovación aún mayor. En nuestra opinión, la ampliación de los usos de venga a las fases de oferta de cierre puede explicarse como una ampliación de los empleos tradicionales del marcador en otras secuencias de la interacción ya descritas en este trabajo, como aquéllas en las que uno de los participantes señaliza un cambio de tópico o una reorientación sobre el existente. Proponer el fin de la conversación es, en definitiva, cambiar de tema, por mucho que en este caso dicho cambio suponga el desenlace de la conversación.

    ¿Quiere esto decir que no existe nada en el significado discursivo del marcador que explique la nueva ampliación de sus valores hasta hacerlo sinónimo —y por tanto, intercambiable— de las rutinas de despedida? Un análisis detenido de la cuestión nos parece que sugiere, sin embargo, una respuesta negativa. En realidad, el saludo venga como respuesta a la expresión de despedida del locutor anterior (hasta luego) supone en el fondo no sólo el intercambio ritual y mecánico de estas fórmulas, tan características de las «ceremonias del adiós» en nuestras sociedades, sino también la «aceptación» del mismo. En las secciones iniciales de este trabajo (véase 3.3) vimos cómo una de las funciones discursivas más tradicionales de la expresión era la de proponer respuestas positivas a actos de habla directivos como ofertas, proposiciones, invitaciones, etcétera. Pues bien, en los pares terminales de las secuencias de cierre el uso de la rutina tiene un valor semejante, aparentemente diluido en la simple expresión del saludo de despedida. Veamos el siguiente ejemplo, en el que se condensan todos los valores que la expresión está adquiriendo en el español actual en las secuencias finales de la conversación:

(18)

A: no se encuentra nada bien desde esta mañana

y ya no sé que hacer Irene

B: venga

es mejor que lo metas en la cama

tiene fiebre

mientras llama a Inés

que le eche un vistazo

A: venga

Õ B: venga’

un abrazo

    Mediante el primer venga, B inicia una intervención que tiene una doble función discursiva: por un lado intenta conseguir un efecto perlocutivo, pues da instrucciones a A acerca de la conducta que debe seguir a partir de ese momento pero, por otro, ofrece a éste el fin de la interacción. Una oferta que es explícitamente aceptada por A en el siguiente turno, primero del par terminal. Por último, en su intervención final B vuelve a hacer uso de la misma expresión, a la que sigue una fórmula de despedida afectuosa. Obsérvese cómo en este fragmento de habla cada ocurrencia de la rutina conversacional desempeña una función estructural diferente, que podría esquematizarse así:

    a) Oferta de cierre: Venga ...

    b) Aceptación de cierre: Venga.

    c) Acuse de recibo de la aceptación: Venga.

    Con todo, entre las ampliaciones significativas más sobresalientes que venga ha alcanzado figuran aquellos casos en los que los movimientos de aceptación y despedida, que en los ejemplos anteriores aparecían desempeñados por enunciados diferentes, se funden en una misma expresión ritual:

(19)

A: y cuando quieras’ +

ya sabes’

B: (risas) sí::

A: (risas) pero que es de verdad

uy! esté tío no se cree nada

A: que sí hombre

que sí

que te creo

B: bueno lo dicho eh

y ahora me voy que me están esperando (inicia movimiento de separación)

B: venga (sonrisa y movimiento de separación)

 

    5.3. Perfil sociolingüístico de los nuevos usos

   Como hemos recordado más arriba, cerrar una conversación se convierte en ocasiones en una tarea complicada. El deseo de no dañar el face positivo del interlocutor hace que con frecuencia los participantes utilicen todo un arsenal de estrategias interaccionales que difieren de una sociedad a otra. En ocasiones, tales recursos suponen dilatar la conversación durante un número indefinido de turnos adicionales. Por ejemplo, Fisch [40] ha descrito recientemente un singular ceremonial de despedida en determinados encuentros sociales en comunidades de habla colombianas. Cuando en una reunión de estas características un invitado anuncia su intención de marcharse, los interlocutores le piden explicaciones acerca de los motivos que le inducen a irse. Lo significativo es que tras satisfacer esta información en su siguiente turno de palabra, los coparticipantes desestiman la pertinencia de tales motivos, lo que desemboca en la repetición de la secuencia de despedida en un número de veces indeterminado.

    Este ejemplo es suficientemente ilustrativo acerca de la importancia de las rutinas conversacionales para acabar una conversación, hasta el punto de que un eventual observador foráneo puede malinterpretar su significado etnográfico. Como dice la autora del trabajo reseñado, sus primeras reacciones al ritual de despedida descrito eran de absoluta perplejidad: «I tried countless times, with utmos sincerity and determination, to leave social gatherings at what seemed to me to be reasonable hours, and found it often was impossible to actually escape until much later than I wanted. Colombians tell with rueful laughter of similar experiences, so that it was not merely a marker of non-native incompetence that I was unable to break away sooner» [41].

    Los rituales de despedida, como otros rituales de acceso, pretenden la eficiencia tanto en el plano meramente estructural (concluir la conversación) como en el de la comunicación interpersonal (ser cortés o al menos no herir el face de los interlocutores). Y las rutinas conversacionales son precisamente un herramienta básica para lograr este doble fin.

    En todas las comunidades de habla, existen unas expresiones rituales que regulan socialmente el uso de este tipo de intercambios. En los últimos tiempos, el abanico de expresiones de despedida en el español peninsular se ha ampliado con la admisión de una nueva fórmula, venga, hasta ahora reservada para la marcación de algunos actos de habla en las secuencias centrales de la interacción. Este cambio lingüístico, que en cualquier caso se encuentra en las primeras fases de su expansión, tiene su principal filtro de difusión en ciertos individuos y grupos sociales cuya influencia en la sociedad española contemporánea es notable, especialmente por su acceso a los medios de comunicación de masas, y más en concreto, a la televisión.

    Hace unos años Ervin-Tripp señalaba que, con demasiada frecuencia, el uso de unas u otras fórmulas en los intercambios rituales depende de las características idiosincrásicas de los hablantes, antes que de los atributos psicosociales del interlocutor. En un estudio sobre las expresiones de despedida más frecuentes en un medio rural español, Moreno [42] comprobó que el uso de unas u otras expresiones —adiós, hasta luego...— viene determinado básicamente por el sexo y la edad del que se despide, mientras que las relaciones de poder y solidaridad con el interlocutor desempeñan un papel bastante más secundario.

    A mi modo de ver, algo similar ocurre con la rutina aquí analizada. A falta de un estudio cuantitativo sobre la cuestión, que hasta donde llega nuestro conocimiento no se ha emprendido nunca, nuestra experiencia indica que el perfil sociolingüístico de los hablantes que impulsan la difusión social de venga como marcador en secuencias de cierre responde a los siguientes rasgos sociológicos:

    1. Jóvenes de cualquiera de ambos sexos, y cuyo límite generacional está aproximadamente entre los 35 y los 40. Se trata de la generación resultante de la eclosión de la natalidad que experimentó España durante los años 60 y buena parte de la década de los 70. Los más adultos del ciclo constituyen, sin duda, la generación más influyente en la España contemporánea en sus más diversos ámbitos (político, social, cultural, etcétera).

    2. Estatus medio o medio-alto.

    3. Profesionales urbanos.

    Otros grupos se mantienen todavía inmunes al cambio descrito. Así, no es fácil encontrar venga como fórmula de despedida en medios socioculturales medio-bajos, bajos o en contextos geográficos rurales. Tales sociolectos sigue empleando mayoritariamente las fórmulas tradicionales (adiós, hasta luego ) [43]. Con todo, la desaparición de buena parte de las barreras que tradicionalmente han separado a unos grupos de hombres de otros —y que tanto caracteriza a la modernidad— puede trastocar este cuadro sociolingüístico en poco tiempo. Hoy, por ejemplo, las diferencias entre los jóvenes urbanos y rurales se difuminan a menudo, gracias a la frecuencia con que éstos últimos se ven obligados a salir de sus lugares de origen en busca del progreso social que confieren la educación, el trabajo, etcétera. Pero sobre todo, gracias a la influencia de los medios de comunicación, en especial la televisión, cuya importancia uniformadora ha sido destacada ya en numerosas ocasiones. Como ha recordado recientemente Gregorio Salvador [44] a propósito de otros géneros semejantes (los culebrones hispanoamericanos), la influencia sociolingüística de estos productos en el español actual es mucho más consistente que las prescripciones académicas, por muy insistentes que éstas sean.

    Al comienzo del trabajo justificamos precisamente la obtención de una parte del corpus de esta investigación de conversaciones obtenidas tras la grabación y transcripción de espacios televisivos, y en particular de géneros específicos como telecomedias y series cuyo éxito en la televisión española es considerable en la actualidad. Algunas de estas series —Médico de Familia, Todos los hombres sois iguales....— tienen como protagonistas a personajes cuyos tipos responden plenamente a los atributos sociológicos que acabamos de reseñar. Y no es casualidad, nos parece, que estadísticamente sea en esas fuentes donde nuestra rutina obtiene los porcentajes relativos más elevados del conjunto.

    Desde el punto de vista sociolingüístico, tiene relevancia también el co-texto en que aparece en algunas de las fases que hemos descrito. Por un lado, habría que subrayar como tipos más significativos los casos en que las funciones de aceptación del cierre o de despedida en el último par se realizan exclusivamente mediante venga. Como lo es también que ambas funciones se fundan en una única expresión:

(20)

A: hazlo tú

que yo me ocupo de la niña

B: venga (inicia movimiento de salida).

    Cuando en los pares terminales la rutina se emplea como pre-despedida, esta puede ir acompañada de fórmulas tradicionales, pero no de cualquiera. Por ejemplo, la coocurrencia de hasta luego junto a venga se produce a menudo, pero no puede decirse lo mismo con respecto a adiós, la otra rutina de despedida por excelencia en español. La explicación de esta restricción probablemente venga dada por el valor discursivo de adiós. Frente a la otra fórmula, adiós se especializa en español en la expresión de la despedida cuando el hablante interpreta que ésta va a ser dilatada en el tiempo o sencillamente, cuando no se da como previsible una próxima reunión de los interlocutores. En todos los casos, el uso de adiós refleja unos lazos de solidaridad o intimidad entre los coparticipantes menores que los que se aprecian entre quienes intercambian hasta luego. En este sentido, recuérdese cómo el uso de la fórmula venga tiene cierta relevancia interpersonal y sociolingüística que, en cualquier caso, lo hace más compatible con el saludo hasta luego que con adiós.

    Con todo, a las fórmulas de saludo y de despedida tradicionales se unen con frecuencia otras rutinas que, junto a la función básica de señalizar la separación, ejecutan al mismo otros actos de habla. He aquí algunos ejemplos extraídos del corpus:

(21) (Despedida entre comprador y vendedor en un establecimiento comercial. Ambos son jóvenes, comparten aficiones comunes, y se conocen previamente)

A: bueno

pues hasta luego

Õ B: venga’

gracias’

(22)

A: vale

Õ B: venga’

hasta ahora’

(23) (Despedida en conversación telefónica entre dos jóvenes amigos)

A: te veré el fin de semana

Õ B: venga’

un beso

    No quisieramos finalizar esta sección del trabajo sin referirnos a otro aspecto sociolingüístico relevante, aunque esta vez relacionado con la situación de contacto de lenguas en la que el español vive en ciertas comunidades de habla peninsulares. La expansión de los usos de venga en las secuencias de cierre tiene tal consistencia que no es infrecuente oír la expresión en la construcción de los mismos rituales de despedida en conversaciones mantenidas en otras lenguas hispánicas, como el catalán o el vasco. El perfil sociolingüístico de los usuarios es idéntico al ya reseñado.

    En ocasiones, la rutina ha sido adaptada morfofonológicamente a la lengua meta en un caso de préstamo pragmático evidente. Así ocurre, por ejemplo, con algunas ocurrencias de vinga en catalán, forma patrimonial que recoge los nuevos usos procedentes del español. El siguiente ejemplo corresponde al momento de la despedida en una conversación entre dos jóvenes valencianohablantes habituales, profesores ambos en la Universidad castellonense:

(24)

A: doncs bé Paco

ja ens vorem demà

Õ B: vinga’

fins demà

(A: pues bien Paco

ya nos veremos mañana

B: venga

hasta mañana)

    En otros casos, sin embargo, la importación se produce sin adaptación lingüística, es decir, bajo la forma de una alternancia transcódica que podríamos considerar como cambio de código de tipo «etiqueta» [45], ya que afecta a un elemento periférico del enunciado:

(25)

A: bueno

ja me dirás lo que siga

B: si no pateixes

ja t’avisaré quand surta

Õ A: venga’

gracies (inicia movimiento de separación)

B: adeu

(A: bueno ya me dirás lo que sea

B: sí no te preocupes

ya te avisaré cuando salga

A: venga

gracias)

 

    6. Conclusión  

    En las páginas anteriores hemos analizado los usos de un marcador discursivo muy frecuente en español, así como las ampliaciones significativas que está experimentando en algunos sociolectos hasta convertirlo en una rutina conversacional que establece límites en las secuencias de cierre de la conversación. En éstas, la rutina puede desempeñar dos funciones básicas:

    a) Oferta del final de la interacción por parte de uno de los participantes en el primer turno de la secuencia. En tales casos, el empleo de la rutina reduce las posibilidades de continuar la conversación por parte de los demás interlocutores y lo hace, además, de una forma especialmente cuidadosa con el face interaccional de éstos.

    b) Aceptación del cierre en el par terminal, en ocasiones precediendo a un saludo de despedida y en otras asumiendo ambos valores ella misma.

    Con todo, estos valores no se crean in vacuo. Al contrario, representan extensiones lógicas a partir de los significados del marcador en otras fases centrales de la interacción. Así, hemos visto cómo venga puede aparecer en: a) intervenciones directivas, en las que señaliza diversos actos de habla con un denominador común significativo: marcar la propuesta de acciones (ofertas, invitaciones, etcétera); o b) intervenciones reactivas, donde sirve para marcar la aceptación de esos mismos actos.

    Incluso este par funcional, oferta vs. aceptación, que podría resumir los principales valores de venga como marcador discursivo, aparece en otras estructuras conversacionales, menos habituales en el habla. Así ocurre con las llamadas «versiones subsiguientes» de determinados actos directivos, o los turnos evaluativos de los que se vale un participante para cerrar un intercambio verbal.

    A la vista de estos usos generales de la expresión no es extraño que haya acabado convertida en una rutina en las fases terminales de la conversación, ya que los valores esenciales —oferta vs. aceptación, del cierre en este caso— se mantienen básicamente inalterados. Ahora bien, algunas variantes sí representan una mayor novedad estructural y funcional, especialmente aquélla en la que se condensan la aceptación del final de la conversación y el saludo de despedida en una única expresión ritual.

    En otro orden de cosas, hemos subrayado cómo los empleos novedosos del marcador interaccional constituyen un caso de variación lingüística propiciada por ciertos grupos sociales cuyos representantes más significativos responden a los siguientes atributos sociológicos: jóvenes —límite entre los 35 y los 40 años— de ambos sexos, profesionales y que se desenvuelven en un ambiente urbano. Se trata de segmentos de la sociedad española ciertamente influyentes en la actualidad y en especial por su presencia masiva en los medios de comunicación de masas, como la televisión. Por ello, no es descartable que su actuación lingüística en el caso que nos interesa pueda influir en el resto de la comunidad. En cualquier caso, una prueba de esa influencia puede apreciarse ya en la exportación de la rutina de despedida a otras lenguas peninsulares por parte de segmentos de la población similares a los ya descritos para el español.

 

APÉNDICE: CONVENCIONES DE LA TRANSCRIPCIÓN

 

( )

Transcripción imposible

(palabra)

Transcripción dudosa

(risas)

Entre paréntesis aparecen algunos aspectos paralingüísticos y no verbales de la interacción que son relevantes para una mejor comprensión de la secuencia transcrita

Õ

Se llama la atención sobre un punto particular del discurso

+

Pausa o cesura mínima

++

Pausa apreciable o ruptura en el ritmo elocutivo menor a 0.5 s.

+++

Pausa en la elocución de aproximadamente un segundo

(2.5)

Los números entre paréntesis representan pausas en el habla superiores al segundo (medidas con cronómetro)

[

Punto del discurso en el que se produce un encabalgamiento entre dos turnos de habla

::

Alargamiento mayor de lo normal en la duración de una sílaba (a mayor número de puntos, mayor duración)

?

Tono interrogativo al final de una oración o sintagma

!

Entonación exclamativa al final de una oración o sintagma

Tono ascendente al final de un grupo fónico

,

Tono descendente al final de un grupo fónico

cursiva

Énfasis

mayúsculas

Énfasis elevado

 

NOTAS

[1] J. Laver, «Linguistic Routines and Politeness in Greeting and Parting», en J. Coulmas (ed.), Conversational Routines. Explorations in Standardized Communication Situations and Prepatterned Speech, Mouton de Gruyter, La Haya , 1981,  págs. 289-304.

[2] Cf. L.Graham y Y. Sano, Smart Bargaining. Doing Business with the Japonese, Harper Business, Nueva York, 1989 S. R. Wilson, «Face and facework in negociation», en L. L. Putnam y M. E. Roloff (eds.), Communication and Negociation, Sage, Newbury Park, 1992, págs. 176-205.

[3] D. Schiffrin, Discourse markers, Cambridge University Press, Cambridge, 1987.

[4] E. Gulich, Makrosyntax der Gliederungssignale im gesprochenen Französisch, Wilhelm Fink Verlag, Múnich, 1970; cf. G. Turco y D. Coltier «Des agents doubles de l’organisation textuelle, les marqueurs d’integration linéaire», Pratiques, 57, 1988, 57-79, pág. 59.

[5] A. Auchlin, «Réflexions sur les marqueurs de structuration de la conversation», Etudes de Linguistique appliquée, 44, 1981.

[6] F. Coulmas (ed.), Conversational Routines. Explorations in Standarized Communication Situations and Prepatterned Speech, Mouton, La Haya, 1981.

[7] El uso de muy bien como marca de conformidad con el interlocutor procede de una interferencia pragmática del catalán, lengua cuya expresión original —molt bé— es usada con identica función en la sociedad castellonense. Con todo, no se descarta la posibilidad de que asistamos a un caso de convergencia , ya que no hay constancia de un uso semejante en otras áreas del ámbito lingüístico catalán. Valenciano y castellano habrían confluido en este nivel de la pragmática interaccional, demostrando de paso que los fenómenos de convergencia no tienen por qué detenerse en la gramática.

[8] M. Saville-Troike, The Etnography of Communication., Basil Blackwell, Oxford, 1982.

[9] F. Coulmas, «On the sociolinguistic relevance of routine formulae», Journal of Pragmatics, 3-3/4, 1979,  págs. 239-266.

[10] F. Coulmas, loc. cit., pág. 254.

[11] F. Coulmas, Conversational Routines, pág. 3..

[12] D. Schiffrin, op. cit., pág. 315.

[13] J. Ortega, «Los comprobativos», en Estudios románicos dedicados al profesor Andrés Soria Ortega, 1985, págs. 239-255.

[14] D. Schiffrin, op. cit., pág. 319.

[15] O. Ducrot y otros, «En fin, marquer métalinguistique», Journal of Pragmatics, 9, 1985, págs. 199-239.

[16] J. Berenguer, «Marcadores discursivos y relato conversacional», Caplletra, 18, 1994, 109-120, pág. 110.

[17] J. Svartvik, «Well in conversation», en S. Greenbaum y otros (ed.), Studies in English linguistics for Randolph Quirk, Longman, Londres, 1980, 167-177, pág. 169.

[18] C. Bazzanella, «Phatic connectives as interactional cues in contemporary spoken italian», Journal of Pragmatics, 14, 1990, 629-647, pág. 636.

[19] H. K. Luke, «The establishment of common ground in natural conversation: The case of the utterance particle ‘la’ in Cantonese». Trabajo leído en la edición de 1987 de la International Pragmatics Conference, Amberes, 1987.

[20] M. L. Drazdauskiene, «On Stereotypes in Conversation. Their Meaning and Significance», en F. Coulmas (ed.), Conversational Routine. Explorations in Standarized Communication Situations and Prepatterned Speech, The Hague, Mouton, 1981, 55-69, pág. 57.

[21] E. Schegloff y H. Sacks, «Opening up closings», Semiótica, 7, 1973, 289-327..

[22] H. Sacks, E. Schegloff, y G. Jefferson, «A simplest systematics for the organization of turn-taking for conversation», Language, 50, 1978, 696-735.

[23] E. Roulet, «Echanges, interventions et actes de langage dans la structure de la conversation», Etudes de linguistique apliquée, 44, 1981, págs. 7-39.

[24] Cf. J. Davidson, «Subsequent versions of invitations, offers, request and proposals dealing with potential or actual rejection», en J. M. Atkinson y J. Heritage (ed.), Structures of Social Action, Cambridge University Press, Cambridge, 1984. B. Conein, «Conversation et interaction sociale: analyse de séquences d’offre et d’invitation», Langages, 81,1986, 11-120.

[25] J. Davidson, loc. cit. pág. 103.

[26] M. Coulthard, An introduction to discourse analysis, Longman, Londres, 1977, pág. 46 y sigs.

[27] E. Roulet, op. cit.

[28] C. Kerbrat-Orecchioni, Les interactions verbales, I, Armand Colin, París, 1990, pág. 236.

[29] C. Kerbrat-Orecchioni, op. cit., pág. 236.

[30] C. Kerbrat-Orecchioni y Ch. Plantin (eds.), Le Trilogue, Press Universitaires de Lyon, 1995.

[31] G. Goffman, Forms of talk, Basil Blackwell, Oxford, 1981.

[32] G. Goffman, op. cit.

[33] A. Tuson, Anàlisi de la conversa, Empuries, Barcelona, 1995, pág. 42.

[34] E. Schegloff y H. Sacks, op. cit., pág. 253.

[35] F. E. Müller, «Trilogue et ‘double articulation’ de la conversation radiophonique», en C. Kerbrat-Orecchioni y Ch. Plantin (eds.), Le trilogue, Press Universitaires de Lyon, 1995, 201-23 pág. 211.

[36] E. Schegloff y H. Sacks, op. cit., pág.255.

[37] C. Kerbrat-Orecchioni, op. cit., pág.48.

[38] C. Kerbrat-Orecchioni, Les interactions verbales, iii, Armand Colin, París, 1994, pág.49.

[39] G. Button, «On varieties of Closings», en G. Psathas (ed.), Interaction competence. Studies in etnomethodology and Conversation Analysis, University Press of America, Washington, 1990.

[40] K. Fisch, «A Ritual For Attemting Leave-taking in Colombia», Research on Language and Social Interaction, 24, 1990/91, 209-224, pág. 211 y sigs.

[41] K. Fisch, op. cit., págs. 217-218.

[42] F. Moreno, «Sociolingüística de los rituales de acceso en una comunidad rural», Lingüística Española Actual, 8/2, 1986, 245-67.

[43] Cf. F. Moreno, loc. cit.

[44] G. Salvador, entrevista en el diario El País del 6-IX-96.

[45] H. López Morales, Sociolingüística, Gredos, Madrid,1989, pág. 171.