CRONOLOGÍA DE LOS HECHOS APÓCRIFOS DE LOS APÓSTOLES (AAA)

Gonzalo del Cerro Calderón

Universidad de Málaga

 

 

 

    1. El problema del autor

    Todos los AAA tienen numerosas y notables coincidencias: la estructura, la temática, la ideología, el encratismo, los moldes literarios, etc. Es natural, pues, que se haya planteado la pregunta: ¿Pertenecen los Hechos Apócrifos de los Apóstoles a distintos autores, o son la obra de un solo y único autor y, por consiguiente, de una misma época?.

    El Patriarca Focio, en el siglo IX, estaba convencido de que los cinco grandes Hechos de Pedro, Juan, Andrés, Tomás y Pablo, pertenecientes todos a una colección de Viajes de los Apóstoles, habían sido escritos por un denominado Leucio Carino[1]. No deja de tener importancia la noticia, ya que el testimonio de este buen catador de las esencias griegas, que es Focio, significa que los AAA debían de tener el parecido suficiente como para poder ser considerados como obra de un mismo autor.

    De todos modos, la respuesta a esta cuestión no reviste particular importancia desde el momento en que de ella no se sigue una mejor comprensión de estos Hechos[2]. Los textos están ahí, en su muda objetividad. El punto de vista crítico de los estudiosos es el que decanta la respuesta en un sentido o en otro.

    Es verdad que existen unos testimonios externos que hablan de la autoría de un personaje llamado Leucio. Así es la opinión del Ps.-Melitón en su «Pasión de Juan», donde refiere que Leucio ha escrito los Hechos de Apóstoles como Juan evangelista, Andrés y Tomás. Y añade luego que Leucio dice cosas verdaderas sobre las virtudes de los apóstoles, pero que miente cuando habla de su doctrina[3]. Lo mismo repite prácticamente en el «De transitu Mariae»[4]. Toribio de Astorga, en su carta a los obispos Idacio y Ceponio, cita los Hechos de Andrés, de Juan y de Tomás, y atribuye los Hechos de Juan a Leucio[5]. El dato es conocido también por Epifanio[6] y Paciano de Barcelona[7]. Y es la tradición reflejada en Agustín[8] o en Evodio de Uzzala[9], y recogida de forma un tanto vaga en el Decreto Gelasiano, que habla de «libros compuestos por Leucio, el discípulo del diablo»[10].

    Todos estos autores hablan de la actividad de Leucio, pero solamente Focio se refiere a Leucio Carino como autor de los cinco grandes Hechos Apócrifos. Era el primer testimonio en este sentido. Pero se piensa que Focio confunde los datos de la tradición o los recibe ya confusos. Pues no existe un escritor conocido que responda al nombre de Leucio Carino. Pero sí son conocidos dos personajes distintos, Carino y Leucio, citados siempre por este orden, que son los protagonistas del relato del Descendimiento de Cristo a los infiernos en la redacción latina adjunta a los Hechos de Pilato. Carino y Leucio resucitan para dar testimonio de lo que han visto en los infiernos con motivo de la bajada de Cristo. Y después de poner por escrito su testimonio, regresan a sus sepulturas[11].

    Pero el que los AAA hayan sido compuestos por un mismo autor no parece que pueda hoy defenderse razonablemente, pues son grandes y profundas las diferencias que los distinguen. Y ello, no sólo en el estilo sino en la estructura y en la ideología. Creo, sin embargo, que debe destacarse el sorprendente parecido literario (y doctrinal) entre los Hechos de Andrés (AA), los de Juan (AJ), y de Tomás (ATh), los tres Hechos mencionados precisamente por Epifanio como usados por los herejes y recogidos en los testimonios del Ps.-Melitón y de Toribio de Astorga. Las largas y prolijas prédicas, llenas de plegarias, con abundancia de anáforas, apóstrofes, acumulaciones, repeticiones, etc. son un aspecto común, importante en estos tres Hechos.

    Otro problema, debatido por los expertos, es el carácter de colección que podrían tener los AAA. La afirmación de Focio es categórica. Se trata de un libro denominado «Los viajes (períodoi) de los Apóstoles», en el que están contenidos los cinco AAA. En el mismo sentido podría interpretarse el testimonio de Orígenes recogido por Eusebio (H.E.III, l), en el que se dan noticias de un reparto de zonas de evangelización entre los apóstoles, y se mencionan concretamente las correspondientes a Tomás, Andrés, Juan, Pedro y Pablo[12]. En cambio, algo que sí parece abogar por una colección es el testimonio del Salterio Maniqueo, en uno de cuyos salmos -el de la paciencia-, se ofrecen ejemplos de los apóstoles Pedro, Andrés, Juan, Santiago, Tomás y Pablo con datos tomados de los Hechos correspondientes[13].

    Creo, no obstante, que, frente a los datos objetivos, pierde importancia la cuestión sobre una posible o eventual colección. Y el hecho objetivo es que los muchos puntos de contacto entre estas obras dan pie para que se los pueda considerar como escritos gemelos, independientemente de que hayan circulado separados unos de otros o formando parte de un conjunto. La «colección» podría haber surgido en épocas posteriores a causa, precisamente, de sus innegables semejanzas. Colección que podría haberse formado aun en el caso, comúnmente aceptado, de que se trata de obras de distintos autores.

    Pero, desgraciadamente, los datos sobre los autores de los AAA son escasos o inexactos. El nombre de Leucio nos dice muy poco. Además, los AAA no pueden atribuirse razonablemente a un único y mismo autor. De los Hechos de Andrés a los de Tomás hay una gran distancia en madurez teológica, o en precisión sobre temas como la jerarquía o el ritual sacramental. Posiblemente, sea también grande la distancia geográfica de sus probables lugares de origen (Alejandria de Egipto y Siria, respectivamente), así como la lingüística en sus respectivos idiomas originales (griego para AA, siríaco para ATh).

    Algo parecido pasa con los Hechos de Juan y los Hechos de Pedro (APt). Los AJ podrían ser originarios de Egipto (Alejandría), mientras que los APt parecen ser de Roma o de Asia Menor. Los AJ ceden más a la tentación retórica, los APt exponen más hechos que doctrina. AJ recurren a la Escritura como de lejos en forma de alusiones y terminología. Los APt hacen mayor uso de la Biblia, incluido el Antiguo Testamento, con citas explícitas y textuales.

    Los Hechos de Pablo (AP) nacen en Asia Menor, si hemos de dar crédito al testimonio de Tertuliano. Su autores un presbítero, que escribe por amor a Pablo y con el deseo de añadir de su parte nuevos perfiles al prestigio del Apóstol.

    Creo que en este texto podemos ver reflejada la personalidad de los autores de los demás AAA. Son cristianos cultos, que conocen con soltura las Escrituras; desean ensalzar la figura de los apóstoles y mover a los fieles con el ejemplo de sus virtudes y de su muerte; viven, en términos generales, dentro de la ortodoxia de la Gran Iglesia, cuya doctrina dogmática y moral presentan dentro de los parámetros de la época. En sus obras delatan unas influencias muy marcadas: la literaria del momento (sensible sobre todo en AA, AJ y ATh) y la doctrinal de movimientos como el gnosticismo y el encratismo, tan perceptibles en ciertos ambientes cristianos de los siglos II y III.

    Todo lo demás que se diga sobre el tema no pasa de ser una hipótesis basada más en apreciaciones de carácter general que en argumentos concretos. Por ello, desechada la idea de un autor de todos los AAA, se impone su estudio comparativo para hacer una aproximación a su cronología.

    2. Problema de la cronología de los AAA

    En opinión de Junod-Kaestli, se trata de un auténtico «cassetête». El único dato concreto de que disponemos es la referencia de Tertuliano en su obra «De baptismo». De ahí podrían surgir posibles evidencias basadas en las relaciones de los AP con otros Hechos Apócrifos. Sin embargo, el texto de Tertuliano presenta serias dificultades.

    Se discute, ante todo, si en el original de Tertuliano se leía «Acta Pauli quae perperam scripta sunt» o simplemente «Pauli scripta»[14]. En el primer caso, no está claro si los citados AP son los Hechos de Pablo y Tecla (APTh), o el conjunto de los textos aceptados hoy como integrantes de los primitivos AP. En el segundo caso, según la lectura preferida por Davies, se trataría de una carta apócrifa de Pablo en la que se justificaría el ministerio de las mujeres en orden a bautizar y predicar. Davies intenta demostrar que las razones de Tertuliano no se ajustan a los AP. Pues ni en ellos se da a Tecla la autorización para bautizar, ni se añade nada especial al prestigio de Pablo, ni es lógico que goce de tanto predicamento un escrito por el que su autor fue depuesto de su cargo. Debió de ser, pues, una carta apócrifa, escrita como si fuera de Pablo que, descubierta la superchería, fue olvidada y se perdió.

    Si esto fuera así, nos quedaríamos sin el único apoyo válido para esclarecer la cronología de los AAA, y todo se reduciría a los argumentos de carácter interno, como son ambiente, ideología, modas literarias, desarrollo dogmático, etc. El mismo Schneemelcher introduce cambios en su opinión desde la edición 4ª (1971) a la 5ª (1989) de sus Neutestamentliche Apokryphen, II. En la de 1971, aceptaba la lectura que omite la mención de los «Acta» a favor de «scripta» (p. 222); en la de 1989 (p.195), al aceptar la lectura «Acta PauIi», modifica también su interpretación. Reconoce, sin embargo, que el texto presenta serias dificultades.

    Con estas salvedades, las conclusiones acerca de la cronología absoluta de los AAA, queda un tanto en entredicho. Mucho más, si como es bastante probable, algunos Hechos han tenido más de una redacción, como parece ser el caso de AA, AJ y ATh[15]. Entre una y otra redacción mediarían unos años, durante los cuales la ideología de los Hechos podría haber sufrido sensibles variaciones.

    Pero, ¿qué es lo que podemos decir de la cronología de los AAA, tal como presumimos que fueron compuestos?. Creo que, a pesar de las dificultades el texto de Tertuliano puede entenderse como referido a los AP, una de cuyas partes la integran los APTh. Estas son mis razones contra las apreciaciones de Davies[16]:

    1. El autor podía quedar desacreditado al defender las actitudes que justificaban la actividad ministerial de las mujeres. Tanto más cuanto que Pablo les había prohibido hasta hablar en la asamblea (1 Cor 14, 34). Era, además, improbable que se pretendiera atribuir tal enseñanza a una carta apócrifa de Pablo, quien ya había defendido manifiestamente lo contrario.

    2. Es verdad que, en los AP, no da Pablo a Tecla la facultad de bautizar. Pero Tecla se bautiza a sí misma sin que merezca por ello la más mínima reprensión (APTh 34). Y después Pablo la envía a predicar, la palabra de Dios (APTh 41. 267, 6: en presente dídaske). Además, siempre queda la posibilidad de que existieran pasajes, ahora perdidos, en los que se defendiera tal posibilidad para las mujeres. En cambio, es mera especulación pensar que los AP han sido escritos por una mujer que usaría tradiciones orales contadas por mujeres[17].Y más todavía, que el escrito en cuestión sea una carta apócrifa de Pablo y no los Hechos Apócrifos.

    3. Pero, aun cuando Tertuliano se refiera a los pasajes de APTh solamente, también en ellos queda ensalzada la figura de Pablo, como hombre y como predicador. Y, a pesar del protagonismo de Tecla, la joven sigue considerándose como un corderillo que suspira por su pastor, que es Pablo (APTh 21).

    4. El último argumento de Davies -no es probable que tuviera tanto éxito una obra que provocó la desgracia de su autor-, sólo tiene un peso relativo. Pues Tertuliano pretende, con su noticia, quitar al escrito una autoridad de que gozaba. Pero, además, habría que admitir que todo el que conocía los AP sabía las consecuencias que su composición había tenido para su autor. Consecuencias que, según Tertuliano, consistieron en que hubo de abandonar su puesto («loco decessisse»).

    I. Los APt y los AP.

    Pero, aceptado como válido el testimonio de Tertuliano, tenemos el dato de que los AP fueron escritos antes de su obra «De baptismo». Y como esa obra es de los alrededores del año 200, los AP fueron compuestos antes de esa fecha como término «ad quem», pero con el tiempo suficiente para que fueran conocidos en África, que es el lugar donde escribe Tertuliano.

    Partimos, pues, de esa fecha para determinar no sólo la de los AP, sino también la de los demás AAA. Y, como punto de partida, tomamos el «único contacto absolutamente seguro», según el Prof. Piñero, entre los AAA, el episodio del «Quo vadis». Es un episodio que aparece en el Martirio de Pedro, cap. 6 (Actus Vercellense [AV], 35). Otro episodio, en cierto modo, duplicado del anterior, es el de AP en el Papiro de Hamburgo (PH) 7. En ambos casos, se trata de un encuentro, en visión, del Señor con Pedro/Pablo. El encuentro tiene lugar en relación a Roma. En el diálogo de la visión con los apóstoles, hay una frase paralela: En APt (AV 35): eisérchomai eis tên Rhômên staurôthênai. Y en AP (PH 7, 39) ánôthen méllô staurhoûsthai.

    En APt, el Apóstol huye de Roma donde se barrunta una persecución. Al salir por la puerta de la ciudad, se encuentra con el Señor que se dirige hacia Roma. Pedro le pregunta: «¿Qué haces por aquí?», o «¿A dónde (vas) por aquí?». El Señor responde: «Voy a Roma para ser crucificado». El Apóstol replica: pálin staurhoûsai; Y el Señor contesta: pálin staurhoûmai. Pedro recapacita y regresa a la ciudad.

    En Ph 7, Pablo va dormido en el barco que le conduce a Roma. Tiene una visión en la que ve al Señor que llega andando sobre el mar. El Señor despierta a Pablo, que lo reconoce como rey del cielo. El Señor está triste y entristece al Apóstol. Luego le dice: «Ve, entra en Roma y consuela a los hermanos». Y se le aparece caminando sobre el mar y delante del barco. Al bajar Pablo a tierra, el Señor le dice: Paûle, ánôthen méllô staurhoûsthai. A lo que Pablo responde: Mê génoito kýrhie ína toûto egô ídô.

    Frente a este episodio, caben dos posturas fundamentales: De existir una dependencia, o los AP dependen de los APt, o son los APt los que dependen de AP. Personalmente, yo me inclino por la originalidad de APt frente a AP (PH). Por estas razones:

    1) El relato de APt es más sencillo y coherente. Pedro huye de Roma ante la persecución que amenaza, y el Señor le viene a decir de manera plástica que regrese.

    2) El Señor se lo dice afirmando que va a Roma para ser crucificado (aoristo staurhôthênai).

    3) Pedro entiende que se va a cumplir en él la crucifixión mencionada.

    4) Luego, regresa a Roma y consuela de hecho a los fieles (Mart.7).

    5) El diálogo recuerda ciertos detalles de la conversación de Jesús con Nicodemo, como la alusión al nuevo nacimiento (Jo 3, 3.7: ánôthen) con la pregunta del fariseo «¿Cómo puede un hombre volver a nacer?».

    El relato de los AP es menos coherente y más complejo:

    1) El Apóstol se dirige ya a Roma, por lo que no parece lógico que la aparición se lo recomiende ýpage kaì eíselthe eis tên Rhômên).

   2) Pablo ya está viendo al Señor cuando la relación prosigue diciendo que ô[phthê ê]d[ê o] k[s] perhipatôn epì tês thalássês.

   3) La tristeza del Señory su recomendación - parhakálêson toùs adelphoús thalássês- parecen reflejar el ambiente de los APt (Mart. 5-7).

    4) El uso del infinito del presente, confirmado por la cita de Orígenes (Comm. in Jo. XX, 12), indica una situación habitual que podría referirse a una persecución duradera en el sentido de las palabras de Jesús en, Act. 9, 4s.

    5) Si la expresión se refiera al martirio anunciado de Pablo, no tendría sentido su reacción: mê génoito kýrhie.

    6) La enigmática frase de Jesús aparece después de una laguna de tres líneas. Pero, «ut iacet», está sin un contexto referencial que la enmarque.

    7) En cuanto al adverbio ánôthen, notemos que la frase fundamental no tiene adverbio en los APt. El término pálin aparece en el diálogo posterior. Es una palabra mucho más usada que ánôthen en el Nuevo Testamento con una frecuencia de ciento cuarenta contra trece. Pero ánôthen se usa como sinónimo de pálin en Jo 3,7 (gennêthênai ánôthen). Y en Gal 4,9 se usan los dos términos juntos pleonásticamente.

     8) Pablo no pide explicaciones. Al contrario, como Pedro en Mt 16, 22, parece querer apartar al Señor de su propósito, que él entiende, como Pedro en Mt, no de su propia muerte sino de la del Señor.

    En conclusión, el episodio en APt es simple, claro y coherente. En AP, es un cúmulo de escenas sin demasiada cohesión, en donde la frase fundamental -ánôthen méllô staurhoûsthai- no tiene otra justificación contextual que la tristeza del Señor. Y a no ser que en las líneas perdidas existieran elementos que situaran la frase en un contexto coherente, el texto del PH no tiene apenas conexiones definitivas con la frase en cuestión.

    II.Los APt y los AJ

    Las coincidencias entre estos dos Hechos son tantas y tan sorprendentes que autores tan cualificados como Lipsius, Zahn y James llegaron a defender la unidad de autor para ambos[18]. Rechazada esta hipótesis en la actualidad[19], queda abierta la puerta a la posibilidad de una eventual interdependencia o, como quiere Schneenelcher (1.c.), de una dependencia común de ambos Hechos frente a tradiciones y usos corrientes en los ambientes cristianos.

    No vamos a detenernos en enumerar los posibles paralelismos existentes entre estos dos Hechos[20]. Pero sí, en dos pasajes que nos parecen definitivos: el tema de la Polimorfía (AJ 88-93; APt 20-21) y la lista de apelativos dedicados a la Cruz (AJ 98. 200, 6-9) o a Jesús (APt. AV 20. 68, 11-14).

    En el tratamiento del tema de la Polimorfía, los AJ son más plásticos e imaginativos, más originales. Los APt, más abstractos, moderados y concisos. Los AJ se partan más de los datos bíblicos en el relato de la Transfiguración, y de la ortodoxia en la presentación del aspecto de Jesús. Así, en la historia de la vocación de Juan y Santiago, Jesús se deja ver como niño y adulto, calvo y barbado o joven de barba incipiente, pequeño y alto, de pecho blando y duro (AJ 88s). Luego aparece como material unas veces, y otras como incorpóreo que camina sin tocar la tierra ni dejar huella (AJ 93). En la Transfiguración, Jesús no lleva vestidos, tiene los pies blancos llenos de luz, y la cabeza apoyada en el cielo (AJ 90).

    Para los APt, todo el pasaje es más bien un modo de subrayar la transcendencia divina. Y si Jesús es grande y pequeño, hermoso y feo, joven y anciano, también es temporal y eterno, visible e invisible, desconocido y conocido... (Apt 20. 68, 2-10). Todo esto, como glosa al relato de la Transfiguración. Y después, curadas las ancianas, refieren cómo han visto a Jesús: unas, anciano y hermoso; otras, joven adolescente; otras como niño (APt 20. 69, 9-13). Final- mente, resume Pedro la intencionalidad de estos relatos diciendo: «Por tanto, hermanos, como antes os he referido, Dios es más grande que nuestros pensamientos» (APt 20. 69, l7s.).

    En las listas de apelativos, es tan grande la coincidencia que se debe hablar de dependencia, bien directa entre sí, bien de ambos con respecto a una fuente común. Los APt traen dieciocho apelativos aplicados a Jesús. Los AJ, dieciseis aplicados a la cruz luminosa mediante la partícula poté. De estos apelativos, nueve son comunes en las dos listas, lo que, de no haber una interdependencia, sería demasiada casualidad. Y también en este pasaje, son los AJ más originales y arcanos. La cruz recibe diversos apelativos, unas veces uno, y otras veces otro, «en atención a los hombres». Los APt los convierten en una lista aplicada a Jesús, lo que está más de acuerdo con la tradición bíblica.

    Entre AJ y APt, el orden original cronológico es, pues, con bastante probabilidad: AJ® APt. Y, si incluimos los AP, tendríamos así la sucesión cronológica: AJ ® APt ® AP.

    III. Los AA

    Las relaciones de los AA con los demás AAA han sido estudiadas y expuestas por Prieur[21]. Allí se repasa la historia y el estado de la cuestión, que dista mucho de estar claro y definitivamente resuelto. Que los AA tienen numerosas coincidencias con los otros grandes Hechos es algo evidente. Pero siempre queda en pie la eterna pregunta tís apò tínos. De todos modos, los AA tienen en sí mismos un algo de arcaicos desde el punto de vista socio-religioso. Como si su autor, reciente converso a la nueva fe cristiana, siguiera todavía anclado en postulados de extrañas ideologías, que se transparentan a través de sus elucubraciones doctrinales. Su cristología es indecisa y elemental. Del Jesús bíblico no se recoge ningún hecho concreto, fuera de las alusiones que aparecen en el Martyrirum prius[22]. Todo son referencias lejanas o teóricas. Nada de la Trinidad. «Padre» es, incluso, un apelativo dedicado a Jesús (AA gr.12. 457, 9-10; 63, 542, 7). La moral es tan primitiva, que la narración de la sustitución de Maximila en sus deberes conyugales por su esclava Euclía no merece el más mínimo reproche. Y el mismo Andrés, desde la cruz, niega a Egeates toda posibilidad de reconciliación oud' án alêthôs metégnôs (AA gr. 62. 537, 6), actitud ajena al espíritu del evangelio (Mt 18, 21-22). Igualmente, faltan en los AA detalles sobre ritos sacramentales o sobre la organización jerárquica. Hay apenas unas furtivas menciones del sello - sphragís- y una única alusión a una reunión de los fieles en domingo para escuchar a Andrés (AA gr. 13. 459, 3). En una palabra, los AA son los menos cristianos de todos los AAA. Todo lo cual hace pensar, según mi opinión, en una época temprana, anterior incluso a la de los otros AAA.

    En cuanto a la visión narrada en la Vida de Andrés 20, de Gregorio de Tours, no parece tener el pretendido valor probativo para demostrar la dependencia de AA con respecto a APt. Pues, para ello, se tendría que demostrar que la tradición de la crucifixión de Pedro tenía como única fuente los APt. Y esto es altamente improbable si los AA fueron compuestos hacia el año 150 (para elegir la fecha preferida por Prieur) y Pedro fue crucificado un siglo antes. Parece obvio que ya se conociera el género de muerte del Príncipe de los Apóstoles, dato recogido por el autor de APt cuando escribió su obra en las postrimerías del siglo II. Además, la expresión «uerbum crucis» no tiene, como se ha dicho, el sentido del lógos como denominación de la «cruz luminosa» en AJ 98. 200, 6. Pues el término «uerbum» no se usa como apelativo de cruz. En Gregorio, es Juan el que habla para decir: «Ego sum uerbum crucis...» Juan es, pues, «la palabra de la cruz», el anuncio de la cruz para Andrés. La denominación es la misma que en 1 Cor 1, 18: «uerbum crucis», ho lógos ho toû staupoû, en el sentido de doctrina sobre la cruz.

    IV. Los ATh

    Las semejanzas entre los ATh y los demás AAA son numerosas y muy importantes. Recuerdo, a modo de ejemplo, la curiosa opinión de E. Peterson, según la cual son tantos los aspectos paralelos de AP y ATh, que podrían ser obra de un mismo autor[23]. Más aún, de tratarse de distintos autores, sería el autor de AP el que ha imitado al de ATh[24]. La forma parecida con que tratan el tema encratita los AA, AJ y ATh le hacen pensar[25] que estos Hechos, los más leídos por los encratitas según Epifanio, podrían haberse escrito durante el imperio de Adriano (117-138). El propio Peterson ve en el orden en que son nombrados en el conocido pasaje de Orígenes recogido por Eusebio (H.E.III, 1,1) el orden cronológico probable (según él) de la composición de los AAA: Tomás, Andrés, Juan, Pedro y Pablo.

    Por su parte, Prieur enumera las numerosas semejanzas entre AA y ATh que recapitula haciendo referencia a la estructura de los relatos, los modelos literarios y el encratismo. Pero insiste, con razón, en tres detalles que avalan una fecha posterior para los ATh: las prácticas culturales, la cristología más clásica y el uso frecuente de la Escritura. Aunque siempre, según la forma actual de los textos[26]. A la misma conclusión llegamos si comparamos los ATh con otros Hechos, particularmente, con AP, como hace Peterson en el artículo que dedica al tema del Papiro de Hamburgo (PH). Los lugares comunes, muchos de ellos evidentes, no llevan, como quiere Peterson, a la conclusión de que los AP dependen de los ATh, sino al contrario.

    El tema sobre lo efímero de las riquezas[27] es un topos en el que se mencionan los puntos básicos del alegato de Santiago: ploûtos, himátia, chrysós... con mención del fuego corno en PH 2, 26 (Jac 5, 2-3). Con ello, no quiero negar ni minusvalorar las sorprendentes coincidencias del PH 2-3 con ATh 88, pasajes que contienen frases paralelas como mónos dè ho theòs ménei kaì he di' autoû didomênê hyiothesía (PH 2, 27-28), Iêsoûs mónos ménei aeì kaì hoi heis autòn elpízontes (ATh 88. 203, 20s). Pero el texto del PH resulta más original por las ideas y por la forma. El paso de theòs mónos a Iêsoûs es un avance; lo contrario sería una regresión.

    El tema de las puertas que se abren solas está tratado de una forma sencilla en PH 3, 22ss frente a lo reiterativo de ATh en 122. 231s; 154. 263; 161-162. El joven sonriente de PH 3,14-15. 28 recuerda más al de AJ 73. 186, 14 que al de ATh 27. 143, 5. El bautismo en PH 2, 35 lleva la fórmula en theôn y en PH 3, 32s, la expresión en onómati Christoû Iêsoû. En cambio, en los pasajes de ATh, se administra «en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo»[28]. El afirmar que los AP (PH) espiritualizan el milagro de las puertas[29], no tiene demasiado sentido desde el momento en que los hechos, como en Ath, se reducen a que las puertas se abren solas mientras los guardias están dormidos, y ello gracias a la oración del Apóstol[30]. Tampoco creo que pueda afirmarse, como hace Peterson, que en el PH se distinguen con mayor claridad Dios y Cristo[31].

    Otras doctrinas aparecen desarrolladas de una forma muy evolucionada, como son los relatos eucarísticos o las referencias a grados jerárquicos. Sobre eucaristía encontramos expresiones tales como «los hizo participes de la eucaristía» (ATh 27. 143, 11), «el pan de la eucaristía» (51.167, 10.14), «participar de la eucaristía de tu santo cuerpo y de tu sangre» (49. 166, 5s), «hacer partícipe del cuerpo de Cristo» (121. 231, 10), «comemos tu cuerpo santo que fue crucificado por nosotros, y bebemos tu sangre que por nosotros fue derramada» (158. 268, 2-4). Y lo mismo podemos decir de las referencias a los grados jerárquicos con mención del diácono (49. 165, 18; 169. 284, 5.14) y el presbítero (169. 284. 5. 14).

    Por todo ello, creo que los ATh ocupan cronológicamente el último lugar de todos los AAA. Y aunque sus tendencias encratitas aparezcan con mayor acritud que en Hechos como los de Pablo, ello se debe al influjo de la comunidad en la que surgen, la siria, muy proclive a actitudes rigoristas.

    Quedaría, pues, el orden cronológico relativo, según mi punto de vista, de la manera siguiente: AA, AJ, APt, AP, ATh. Y el absoluto, partiendo del año 190/ 5 para los AP, en un espacio que iría de los alrededores del 150 hasta la mitad del siglo III.

 

 

* Noto algunas formas de abreviaturas, usadas en mi escrito:

-AAA: Acta Apostolorum Apocrypha.

-AA: Acta Andreae.

- AA gr.: Acta Andreae en la edición de Prieur, con indicación de página y línea.

- AJ: Acta lohannis.

- APt: Acta Petri.

- AV: Actus Vercellenses de los APt.

- AP: Acta Pauli.

- APTh: Acta Pauli et Theclae.

- ATh: Acta Thomae.

-PH: Papiro de Hamburgo, con un fragmento de los AP.

-Las citas de la edición de Lipsius-Bonnet llevan la indicación de los Hechos correspondientes, la página y el número de la línea.

 

 

NOTAS

[1]  Focio, Bibliotheca,cod. 114. PG 103, col. 389. Cf. R. Henry, Photius. Bibliothèque, II Paris 1960, p. 84-86.

[2]  Cf. el art. de E. Junod acerca del juicio de Focio sobre los AAA en Les Actes Apocryphes des Apôtres, «Christianisme et monde païen», F.Bovon (ed.), Ginebra 1981, p.17.

[3]  PG 5, 1239-1241. El texto, también en Preiur, Acta Andreae, Corpus Christianorum, «Series Apocryphorum», I, p.118.

[4]  PG 5, 1231.

[5]  PL. 54, 694 C.

[6]  Panar. 51, 6, 7-9.

[7]  Ep. I, 2 (PL 13,1053).

[8]  «De actis cum Fel. manich». II, 6 (PL 42, 539).

[9]  «De fide contra manich». 5 (PL 42, 1141).

[10]  Cf. W. Schneemelcher, Neutestamentliche Apokryphen, Tübingen 1987, I, p. 31.

[11]  Act. Pilat. II, 17, 1.3.6.8.; 18, 1; 27... en A. de Santos Otero, en Los Evangelios Apócrifos, Bac., 6ª ed. 1989, pp. 449-465.

[12]  Cf., sin embargo, las opiniones de W. Schäferdiek en la citada obra de Schneemelcher, II (ed. 5ª,1989), pp. 82s. y de Junod en el art. sobre el tema en el volumen de Bovon, pp. 247s.

[13]  C. R. C. Allberry, A. Manichean Psalm-Book, II, Stuttgart, 1938. La inclusión de Santiago tiene puntos oscuros, como la confusión del Herrnano del Señor con el hijo de Zebedeo.

[14] Cf. el art. de S. L. Davies, «Women, Tertullian and the Acts of Paul», en Semeia 38, pp. 139-143; de Th. W. Mackay, ibid. pp. 145-149.

[15]  La fecha que Junod-Kaestli señalan para la composición de AJ, los alrededores del año 150, choca con el dato de la destrucción del templo de Artemisa (AJ 37-42), sólo explicable para algunos autores si ya ha tenido lugar la destrucción del referido templo a manos de los godos en el a. 263. Así, opinan, por ej., Plümacher en el artículo sobre los Hechos Apócrifos en la Real Encyclopedie (Pauly-Wissowa, Suppl.–Band 15, Munich 1976) col. 19, y A. Piñero en su art. sobre la «Cronología relativa de los AAA», a publicar en el homenaje al Prof. Luis Gil.

[16]  Cf. art. cit. pp. 141s.

[17] Tal es la opinión de Davies, en el art. cit., pp. 141s.

[18]  Lipsius, R. A., Die Apokr. Apostelgesch. und Aposteleg., II, p. 272; Zahn, Th. Geschichte des NTchen. Kanons, II, p. 860; James M. R., Apocrypha Anecdota, V, 1, XXIVss.

[19]  Cf. Shneem. II 247s; Junod-Kaestli, AJ, p. 697.

[20]  Cf. Junod-Kaestli, AJ, p. 697.

[21Acta Andreae, Corpus Christianorum, Brepols, 1989, II 385-403.

[22]  El Maryrium Prius es de época muy posterior, quizá del s.VIII. Y aunque contiene elementos de los Hechos primitivos de Andrés, su talante es notablemente diferente y denota una mentalidad muy evolucionada.

[23]  «Bemerkungen zum Hamburguer Papyrus-Fragment» der AP en Frühkirche, Judentum und Gnosis, Darmstadt 1982, pp. 183-208, especialmente en las pp. 186 y 199.

[24]  Ibid. pp. 187 y 200.

[25]  Cf. en la misma obra, «Einige Beobachtungen zu den Anfängen der christlichen Askese», ibid. p. 211.

[26]  En Acta Andreae, pp. 389-394.

[27]  AP (PH 2, 18-27); ATh 88. 203, 10-21; 117. 227, 14 ss.

[28]  ATh 49, 165, 16s; 121. 231. 8s; 132. 240, 2-4; 157. 267, 17s; cf. también 96. 209, l4s.

[29]  Peterson, art. «Bemerkungen...», p. 191.

[30]  Compárese PH 3,7 con ATh 48. 164, 19.

[31]  Cf. art. cit., p.188. Pueden verse, por ej., los pasajes de ATh 104. 217, 6-7; 136. 243, 3;165. 279, 17s; etc.