LESSING, TRADUCTOR Y CRÍTICO DE LA TRADUCCIÓN

EN LA DRAMATURGIA DE HAMBURGO

Regula Rohland de Langbehn

Universidad de Buenos Aires

 

    Las ideas de fondo de Lessing referidas a la traducción se cristaliza en un pasaje de la Parte 19 de la Dramaturgia de Hamburgo cuyos conceptos se vuelven a encontrar a lo largo de la obra de Lessing. Se trata de: 1) la correcta reproducción del sentido del texto; 2) la duda de si la traducción del verso por prosa no es una mejora; aunque, 3) no coincide con Houdar de la Motte en que la versificación «no contribuye a reforzar la expresión», reconociendo que, 4) la versificación tiene diferente valor en los diferentes idiomas, menor, por ejemplo, en el francés que en el alemán; primordial es, 5) la elevación del idioma teatral, que considera necesaria, y lleva a, 6) la necesidad de mejorar el texto base, si es necesario.

    Lessing no sólo domina los idiomas clásicos de rigor en la enseñanza de su época sino que cita y traduce pasajes de cuatro idiomas vivos y discute muchas traducciones hechas por otros. Más allá de la constante polémica contra el afrancesamiento y los modos de pensar franceses demuestra un constante y atento interés frente a las características nacionales de las obras (véase Parte 52, la comedia alemana frente a la francesa; 69, el teatro español) y su curiosidad se extiende a los autores y al público de cada país. Evidencia también una tendencia a fundamentar sus argumentos en función de ese contexto cultural, estudiando los escritos teóricos correspondientes.

    El ejemplo de Lessing y sus numerosas discusiones de textos traducidos, ante todo en las Briefe die neueste Literatur betreffend (Cartas sobre la más reciente Literatura; en adelante Briefe) se insertan en un panorama de amplias discusiones[1] sobre lo que debería ser una traducción. Se advierte en él una viva preocupación por los problemas básicos:

    Nuestros traductores pocas veces entienden el idioma; sólo quieren llegar a entenderlo; traducen para ejercitarse y son lo bastante vivos como para hacerse pagar sus ejercicios. Y lo que menos saben es pensar según el original. Porque si no les faltaba del todo esta capacidad, en la mayoría de los casos podrían deducir en base a la lógica de los pensamientos, si su deficiente conocimiento del idioma los ha llevado a cometer errores. Por lo menos, si hacen uso de esta capacidad, el lector no puede descubrir más que los defectos más bastos (Carta 4, en Schriften[2], vol. VI, págs. 8-9). Conviene que, de vez en cuando, la crítica condescienda a hablar de [los traductores pésimos], porque es increíble el daño que hacen. Si por algún súbito cataclismo llegasen a desaparecer del mundo todos los libros, con excepción de aquellos que se redactaron en alemán, qué triste impresión harían entonces a la posteridad un Virgilio y un Horacio, etc. (Carta 7, en Schriften, vol. VI, pág. 13).

   Sus observaciones polémicas expresan un afán de contribuir a que se profesionalice la labor del traductor y a demostrar que existen parámetros para medir la exactitud. Lessing no se cansa de mostrar fallas de comprensión, de analizar con agudeza los giros inapropiados y las anotaciones mediocres, y proclama como regla que no se hagan traducciones de textos anteriormente traducidos si no se pueden mejorar.

    El nombre de Lessing no se menciona en el libro de Koller ni en el de Bassnett o en el capítulo correspondiente de Zima[3]; ello se debe, probablemente, al hecho de que no formuló una teoría explícita y a que se considera que falta un aspecto innovador en sus ideas sobre las finalidades del traductor. Las citas de este autor en el catálogo Weltliteratur de la Schillergesellschaft Marbach (1982) no se refieren a este aspecto, mientras que se citan extensamente las opiniones de su primo, Christhelf Siegmund Mylius, quien aboga por una traducción que haga traslucir el carácter nacional del texto de partida. Cuando se cita a Lessing, como en el libro de Sdun[4], se hace ahínco, ante todo, en su insistente reclamo de traducciones correctas. Por otra parte, Sdun llega a reprocharle que no es consecuente cuando en el caso de Pope, Briefe, 2, insiste en el elemento formal, mientras que él mismo muchas veces traduce en prosa originales versificados.

    Una obra didáctica como la de Sdun que se dirige a un público amplio, contribuye a que se propaguen desmesuradamente los conceptos equivocados que presenta, y por ello no carece de interés discutir qué plantea, aunque no sea nuevo ni corresponda a la opinión de los especialistas. Un espíritu dialéctico y lógico como el de Lessing, alerta siempre a la concordancia entre lo moral y la labor intelectual, no merece ser estudiado tan superficialmente que lo que llegue a leer sobre él el gran público sea que no es coherente en su manera de actuar o de pensar, aun cuando se trate de un detalle como lo es su opinión sobre cómo traducir las obras en verso. Sdun, aunque cita el pasaje sobre Pope, fija su mirada nada más que en este pasaje y no aprecia hasta qué punto este tema preocupa constantemente al autor. Porque Lessing destaca que Pope fue un poeta

    [...] cuyo mayor mérito consistía en aquello que solemos llamar lo mecánico en la poesía; cuyo mayor esfuerzo estuvo dirigido a impregnar con el sentido más rico y exacto y la mayor armonía la menor cantidad posible de palabras; para quien la rima no era un elemento trivial [...]; traduciendo a un poeta como él en prosa se lo desfigura, y el resultado sería peor que la desfiguración de Euclides si se tradujera a éste en verso. (Briefe, 2; cf. Sdun, op. cit., pág. 24).

   A lo que se refiere, entonces, no es a que el verso haya de ser traducido por verso, o la prosa por prosa, sino que hay que captar lo específico de una obra y tratarlo convenientemente. La cita demuestra que ello no es invariablemente el contenido, sino que también puede ser lo formal. Donde predomina la faceta formal, denominada «mecánica» por Lessing, en este caso la versificación, conviene dedicar la mayor atención a ésta, pero donde prima el mensaje, como en los axiomas y corolarios de la geometría, la versificación no tendría otro efecto que el de distraer.

    La exigencia de que Pope se debería haber traducido en verso habrá que sumarla a aquellos pasajes en que Lessing critica a los traductores no por haber errado en lo literal, sino por no entender los hechos que se tratan. Tal exigencia se puede observar en muchos ejemplos en los que comenta no que se haya errado un término exacto, sino el sentido de un pasaje. Así, al comentar el verso cum primum sulcos aequant sata (Virgilio, Georgicas, I, 111), se reprocha al traductor que en vez de captar el sentido —las plantas tiernas cubren, formando una superficie llana, el campo— creó un sentido erróneo diciendo que las plantas llegan a tener la altura de los surcos. Sigue una de las máximas de Lessing referidas al tema: «Ein Übersetzer muss sehen, was einen Sinn macht» (El traductor debe reconstruir el sentido; Briefe, 67, vol. VI, pág. 197). De manera similar, en la Dramaturgia de Hamburgo Lessing entra a considerar, frente a la tradición a la que siguieron los traductores más recientes, André Dacier y Michael Conrad Curtius, los términos centrales de la discusión sobre las emociones purgadas en la catarsis, miedo o terror y compasión, no desde la definición de los términos en el diccionario sino desde la inserción en el pensamiento sistemático de Aristóteles, basándose para ello en la Ética Nicomaquea y la Retórica. Sdun reconoce en Breitinger y Lessing lo que llama «exactitud en la traducción, ante todo referida a que la reproducción del contenido y la forma del original se realiza correctamente» (pág. 27). Klopstock y Herder serían innovadores al exigir además una fiel reproducción de la forma, sea a través de una aptitud artística (Klopstock) o, incluso, de una fuerza creadora congenial al autor original (Herder). Pero, como vimos, este pensamiento también se puede encontrar en el Briefe, 2, referido a Pope.

    Por otra parte, son más numerosas las discusiones de Lessing acerca del teatro que de la lírica, y, por cierto, el teatro plantea los problemas más vitales para este autor, quien se considera, ante todo, creador teatral:

    La preocupación por el diálogo nos acostumbra (a los autores teatrales) a observar con perspicacia las expresiones metafóricas. Porque en las conversaciones coloquiales de la vida real, cuyo curso casi siempre se rige por la imaginación y sólo en raras ocasiones por la discreción, la mayoría de las conexiones entre temas se producen por medio de metáforas usadas por uno de los que hablan. Si la imitación observa bien este particular, se obtendrá un diálogo dúctil y verdadero (Schriften, vol. X, pág. 168).

   Sdun arguye que «le faltó a este crítico genial el objeto apropiado, el poema importante traducido por un gran traductor» (pág. 24) y se remite al conocido pasaje de la carta 17 de los Briefe, sobre cuán deseable sería una traducción adecuada de Shakespeare. Más tarde, en efecto, Lessing dedica un pasaje de la Parte XV de la Dramaturgia de Hamburgo a la traducción realizada por Wieland (Zürich, Orell Gezzner, 1762-1766), que le decepcionó por su superficialidad[5]. Como de paso evalúa los méritos tanto como las debilidades de esta difícil empresa, al decir «cualquier otro que no hubiera sido el señor Wieland, trabajando tan aprisa como él, habría tropezado más veces y, por inconsciencia o comodidad, se habría saltado aún más obstáculos» (trad. Formosa, pág. 145). Si consideramos a Lessing mismo un gran traductor, por lo menos hubo ciertas obras que no sólo tradujo sino que se imprimieron tres veces en su vida. Me refiero al teatro de Diderot[6]. Las piezas Le fils naturel y Le père de famille, editadas en 1760, cuentan entre las pocas obras de teatro que Lessing tradujo enteras. Haberlas traducido en su extensión total es señal de aprobación plena, como puede inferirse de su carta a Dieze del 5-I-1769. Y no sólo las tradujo, sino que en un prólogo para su reedición en 1781, poco antes de su muerte, comentó escuetamente su trabajo hablando de ciertos defectos. Éstos se deben a ambigüedades del original que, al traducir el texto, se debieron resolver.

    En un pasaje de El hijo natural, él había relacionado un pronombre con un referente lejano, de modo que el «il», presente dos veces en dos oraciones paralelas, en su traducción consta como referido a una sola persona. Porque había traducido:

    Yo tomé a mi cargo formar el carácter de esta niña, de quien en un futuro debía depender la suerte de mi hermano. Era arrebatada, yo la hice actuar con premeditación; era violenta, yo traté de apoyar su suavidad natural.

   Ésta es la oración que desea remodelar en 1781, asignando los «il» a dos referentes distintos, y traduce ahora: «él era arrebatado, yo la hice actuar con premeditación; él era violento, en ella traté de apoyar la suavidad natural».

    Un amigo le habría propuesto este cambio, y Lessing lo aceptó porque, según dice, «dieser Sinn ist unstreitig der feinere»[7], este sentido es, sin duda, más exquisito. Es más exquisito en cuanto polariza más nítidamente las posiciones de los personajes, y es precisamente por las oposiciones que suele ser seducido el pensamiento de Lessing.

    Franzbach cita a varios autores que tuvieron el prejuicio de que en las traducciones del autor se trataría de trabajos motivados exclusivamente por la necesidad de subsistencia[8]. Lessing mismo, empero, desmintió esta sospecha, pues afirma, en una carta del 8-4-1773[9], que nunca llegó a tener que vivir de la traducción. Franzbach muestra, además, que su pensamiento sobre la traducción, aun en un estado temprano, como cuando tradujo el Examen de ingenios, no depende de las teorías sobre la traducción de G. Venzky[10], el único tratado de la época dedicado a la traducción. Las tesis de Venzky proclamarían una gran libertad del traductor frente al texto, mientras que, según afirma Franzbach, Lessing piensa que el buen traductor «interpreta el original de manera fiel» (er interpretiert originalnahe, pág. 78). Aquí Franzbach no cita reflexiones explícitas del autor sino que se remite a su práctica en la temprana traducción del tratado de Huarte, analizando los procedimientos del traductor: por una parte, el tratamiento de los conectores en los períodos (págs. 90-94), por otra, la exactitud de reproducción de la idea del texto en pasajes que, por su relación literal, parecen alejarse del original (págs. 94-98), el énfasis (págs. 102-104), que añade en pasajes de expresividad reducida y, en la traducción de pasajes monótonos, la variación (págs. 105-107). Franzbach destaca cómo Lessing se imagina las situaciones de cada interlocutor en los diálogos. No hace referencia a la polarización de los enunciados que se observa en las traducciones en la Dramaturgia de Hamburgo, rasgo que podría incluirse en la rúbrica del énfasis aunque constituye, dentro de ella, un caso particular.

    En los pasajes que traduce de Dar la vida por su dama o el Conde de Sex, de Antonio de Coello, Lessing desviste el texto de muchos de sus pormenores circunstanciales; entre otras cosas transforma en prosa sus octosílabos pareados, y llega a formular un conciso diálogo, adecuado a la prosa que traduce. En un análisis pormenorizado de uno de los pasajes (Parte 68) se observará que las tres repeticiones enfáticas del original se reducen a una sola en la traducción:

    Luego esta (1), que así camino/Abrirá (2) a mi vida, abriendo (2)/También (3) lo abrirá (2) a mi infamia; /Luego esta (1), que instrumento/De mi libertad, también (3)/lo havrá de ser de mi miedo. /Esta (1) que solo me sirve de huir/Es el desempeño de la reina.

    Der Weg, (1) den mir dieser Schlüssel eröffnen kann, ist weniger der Weg (1) zum Leben, als zur Schande. Was meine Freiheit bewirken soll, muss nicht meiner Furchtsamkeit zu dienen scheinen.

   Además, adecúa con sublime libertad la gramática a una gestualidad diferente: reemplaza el anafórico demonstrativo (luego) ésta con la palabra a que se remite, «Schlüssel»; por otra parte, dice meramente «was», agilizando la expresión donde el original trae esta, que instrumento. Pero más allá de ello cambia el énfasis de expresiones que en la comedia española se encuentran yuxtapuestas y equivalentes: también lo abrirá se convierte en «ist weniger [...] als», reforzando los dos polos de «Leben» y «Schande» en su contraposición; también lo havrá de ser pasa a ser «was bewirken soll [...] muss nicht zu dienen scheinen», subrayando la oposición con las palabras «bewirken» y «scheinen», e introduciendo, como si esto fuera poco, además, en el polo del miedo, el concepto de la apariencia. Con esto desplaza la acusación del miedo al otro interlocutor (la reina) que le hace una propuesta deshonrosa, sobreentendida en el texto español.

    Lessing reemplaza, para lograr concisión, parlamentos ekfrásticos por texto secundario, poniendo, en nuestro pasaje, la indicación escénica «Er eröffnet ein Fenster, und wirft den Schlüssel durch das Gitter in den Kanal», donde su original describe estas acciones dentro de un parlamento, diciendo Por esta rexa cayendo/Del parque, que bate el río, /Entre sus cristales..., y en vez de hablar del singular río londinense, Támesis, el traductor hace caer la llave en un indefinido «canal».

    Asimismo añade (Parte 69), en un pasaje del Arte nuevo de hacer comedias, a la comparación del minotauro una frase comparativa «(es) gibt kein geringeres Ungeheuer» e insiste en nombrar al sujeto que trata y sus calidades diametralmente opuestas cuando escribe «man will nun einmal keine andren Stücke sehen, als die halb ernsthaft und halb lustig sind», donde Lope había dicho simplemente que aquesta variedad deleita mucho.

    Con tales añadidos y recortes Lessing logra escribir una prosa variada, amena y concisa. Pero, además, los ejemplos muestran cómo da relieve a cada oposición dentro de las proposiciones adversativas, lo que se observa en el último ejemplo, o cómo privilegia uno de los polos de la oposición, en el pasaje citado de Coello, obedeciendo a su impulso personal de ordenar jerárquicamente las ideas según sus oposiciones.

    En el pensamiento de Lessing podemos remitirnos a una oposición posible entre el sentido de superficie y el espíritu de una obra:

    Lo risible puede repetirlo el gracioso y el que no tiene gracia, pero el lenguaje del corazón, sólo el corazón puede darlo con acierto. Tiene sus propias reglas, y se pierde completamente en cuanto las ignoramos, en cuanto sometemos dicho lenguaje a las reglas de la gramática y queremos darle toda la fría perfección, toda la precisión aburrida que exigimos de una proposición lógica (Dramaturgia de Hamburgo, Parte XX, trad. Formosa, pág. 166).

   Por ello se queja de que en la traducción de la señora Gottsched «cualquier delicado sentimiento es parafraseado por el sentido común de la traductora, cualquier expresión de afecto se descompone en los elementos muertos de su significado» (ibid., pág. 167).

    Se encuentra en la Dramaturgia de Hamburgo un pasaje, referido a algunas escenas traducidas del drama sobre el conde de Essex de Banks, donde defiende el mejoramiento del estilo en la traducción (Parte LIX), realizado sin desparpajo en sus muestras del texto[11]. Los defiende diciendo:

    En cuanto al estilo de Banks, no debe juzgarse por mi traducción. He tenido que renunciar completamente a su expresión. Es a un tiempo tan corriente y tan exquisita, tan baja y tan elevada, y no sólo de un personaje a otro, sino que en toda la extensión de la obra, que puede servir como modelo de este género de discordancia [...] Me he guardado más del tono ampuloso que del llano. Puede que los más hubiesen hecho precisamente lo contrario; porque son muchos los que consideran que ampulosidad y tragedia son más o menos lo mismo. Y no sólo muchos lectores, sino también muchos de entre los propios poetas: ¿tienen que hablar sus héroes como los demás mortales? ¿Qué héroes serían entonces? Ampullae et sesquipedalia verba, sentencias y burbujas, y palabras inacabables: ahí está, según ellos, el verdadero tono de la tragedia (trad. Formosa, pág. 344).

   El asunto del verso francés vuelve a ser abordado en la Parte LIII, sobre la Cenie, de Mme. de Graffigny.

    Los versos franceses —dice Lessing— tienen tanta afinidad con la prosa que ha de costar un gran esfuerzo escribir en un estilo un poco cuidado sin que nos salgan espontáneamente versos enteros, a los que sólo les falta la rima. Y precisamente a quienes jamás escriben versos es a los primeros a quienes puede escapársele esta especie de versos inesperados, porque no tienen oído para la métrica, y no pueden, por tanto, ni evitarla ni respetarla (trad. Formosa, págs. 317-318).

   Lessing se refiere tanto a la cadencia monótona de la acentuación francesa como a que la versificación en las lenguas románicas cuenta sílabas en vez de contar pies o acentos y permite una gran libertad en la disposición de las sílabas acentuadas, al contrario de lo que pasa en la versificación antigua y en la alemana. Donde habla de sus cambios respecto del texto de Banks cita un pasaje de los Entretiens sur le fils naturel, para subrayar, otra vez basado en Diderot, esta fundamental deficiencia del teatro moderno frente al griego, que consiste en que éste usa un idioma rítmicamente más estructurado y acentuado. Así como ya lo observó Franzbach y como nuestros ejemplos lo van demostrando, no sólo traduce sino que añade énfasis, que hace polarizar el sentido: «L'emphase de la versification qui convenait tant à des langues à accent marqué» se vuelca como «die volle, prächtige Versification [...] die sich doch nur für Sprachen von sehr abgemessenen Quantitäten und sehr merklichen Akzenten [...] schickt», (la versificación plena magnífica que sólo se produce en idiomas con cantidades medidas y acentos que se perciben claramente) y hay un típico nur (sólo) añadido por Lessing en su afán polarizador.

    Una vez justificada la prosa, Lessing, en su usual gesto polémico, junta todos los giros expresivos añadidos a los pasajes que tradujo de Banks, por cuyo medio trató de transformar los alambicados versos ingleses a una prosa alemana llana y expresiva. Ésta es la que siente como apta para producir sentimientos, equivalentes a los que suscitan los versos de Eurípides.

    Más allá de lo que intentó o realizó el autor original, Lessing intenta producir estos sentimientos en los corazones de su público, ya no como un traductor, sino como un poeta. Habla de los cambios que introdujo como de

    [...] todos los pequeños descuidos que tanto ofenden a sus tiernos oídos [referido a los críticos] unos descuidos que con tanta dificultad ha hallado el poeta y que con tanta reflexión ha esparcido aquí y allá para dar agilidad al diálogo y para comunicar a los discursos el tono verdadero de la inspiración momentánea (Dramaturgia de Hamburgo, Parte LIXx; trad. Formosa, pág. 346).

   Defiende, por ende, una traducción acorde con el espíritu de la obra, frente a la que se comporta como autor, como poeta, y de este modo explica desde su enfoque interpretativo las libertades que se permite en el nivel discursivo. Y no falta una declaración de principios, pues en uno de los pasajes de la Dramaturgia de Hamburgo (Parte VIII), referido precisamente a la distancia imprescindible que se crea a nivel discursivo en la traducción, ya había planteado que «traducir buenos versos en buena prosa requiere algo más que exactitud; o, por mejor decirlo: requiere algo distinto [...] porque es imposible que todo lo que es natural en una lengua, lo sea también en la otra», por lo que hacen falta «gusto y valor suficientes para omitir un concepto secundario, para utilizar la expresión directa en lugar de una metáfora, para ampliar o introducir una elipsis» (trad. Formosa, pág. 112).

    Con esto, encontramos una definición satisfactoria de las intenciones de Lessing como traductor y que es acorde con su práctica, aunque no explicite el pormenor de muchos cambios algo mayores. Me refiero, en el texto de Banks, a la supresión de las alusiones mitológicas, o, en el de Coello, al reemplazo de un nombre, como el del Támesis, por un sustantivo genérico, «este canal». Son cambios que podemos relacionar con el «tono ambivalente» del verso inglés como lo definió en la Parte XIX, y evidencian idéntica preocupación por producir un texto llano, por hacerlo más general y accesible a los sentimientos y ahorrar al público toda alusión que pudiera resultar pesada o distraer, por precisa, la atención. La atención, según su enfoque, se debe concentrar en los niveles emotivos de la acción. Esto, desde luego, conduce al análisis de otros aspectos, más centrales para Lessing como autor.

    Lo que realmente interesa es en qué medida Lessing se interesa por las obras que traduce como autor y las lleva, como diría Susan Bassnett, «to his own terms», a su propias condiciones de producción, lejos de imitar a través de ellas, como lo postulará Goethe[12] y lo practicará Hölderlin, el gesto discursivo del original. Para él «se trata simplemente de escoger de entre dos males el menor; o sacrificar la comprensión y la fuerza a la versificación, o ésta a aquélla» (Parte XIX, trad. Formosa, 164-165).

 

NOTAS

[1Cf. Weltliteratur. Die Lust am Übersetzen im Jahrhundert Goethes Ausstellung des deutschen Literatur Archivs Marbach, Deutsche Schillergesellschaft, Marbach, 1982, pág. 231, una cita de J. Gottfried Gellius, y págs. 236 y sigs., las remisiones a F. Nicolai, Sebaldus Nothanker, novela en que se representa la industria de las traducciones.

[2Gotthold Ephraim Lessing's Sämtliche Schriften (ed. de Karl Lachmann, revisada por Wendelin von Maltzahn), Göschen, Leipzig, 1853. Se citará como Schriften, en traducción ad hoc, citado como: Werke. Werke, III, pág. 125, sobre la traducción de F. Gregorius, de S. Werenfels, Rede zur Verteidigung der Schauspieler.

[3W. Koller, Einführung in die Übersetzungswissenschaft (1979), Quelle & Meyer, Heidelberg, 41992; Susan Bassnett, Translation Studies (1980), Revised Edition, Londres, 1991; Peter Zima, Komparatistik, UTB, 1992, págs. 199-231. No me fue accesible el libro que probablemente contiene la más completa historia de la teoría y práctica de la traducción en Alemania, A. Lefevere, Translating Literature: The German Tradition. From Luther to Rosenzweig, Van Gorcum, Assen-Amsterdam, 1977.

[4W. Sdun, Probleme und Theorien des Übersetzens, Hueber, Múnich, 1967, pág. 24.

[5A pesar de ello y de otras críticas acerbas, los autores de Weltliteratur, pág. 141, evalúan su actitud como un respaldo a Wieland diciendo «hat sie [...] in Schutz genommen».

[6Incluyendo una edición pirata de 1766, véase Weltliteratur, pág. 245.

[7«Vorrede des Übersetzers» zur 2. Ausgabe von Das Theater des Herrn Diderot aus dem Französischen übersetzt, von Gotthold Ephraim Lessing (1761), F. Voss und Sohn, Berlín, 1781, cita de VI, pág. 358.

[8J. Caro, «Lessing und die Engländer», Euphorion, 6 (1899), págs. 465-490; C.Ch. D. Vail, Lessing's relation to the English Language and Literature, Columbia Univ. Germanic Studies, Nueva Serie, vol. 3, Nueva York, 1936; J. V. Patrascanu, Lessings Übersetzungen aus dem Französischen, Diss. Berlín, 1928 y E. Schmidt, G.E. Lessings Übersetzungen aus dem Französischen Friedrichs des Grossen und Voltaires (Textsammlung und Vorwort), Berlín, 1892.

[9«Ich bin in meinem Leben schon in sehr elenden Umständen gewesen, aber noch nie in solchen, wo ich im eigentlichen Verstande um Brodt geschrieben hätte», citado en Franzbach, pág. 78.

[10]  «Das Bild eines geschickten Übersetzers», en Beyträge zur Critischen Historie der deutschen Sprache, Poesie und Beredsamkeit, 9, Stück, Leipzig, 1734, págs. 59-114, cuyas tesis centrales, según Franzbach, son que las traducciones pueden 1) ser literales o, 2) más libres; que, 3) pueden ser aumentadas por añadidos o 4) mutiladas por omisiones y 5) completadas y mejoradas con anotaciones (pág. 74).

[11]  Suprime partes del sentido, no sólo cuando se trata de ejemplos mitológicos, que suprime por pesados, sino también en rasgos psicológicos considerados incongruentes: He scarcely has enough to make him pass For a brave man se convierte en «Aber von ihm - er ist für einen so tapferen Mann bekannt»; Did not your magesty command me speak añade parlamentos: Nottingham: «Ich erstaune, Königin. Königin: Worüber? N. Du gebotest mir selbst zu reden» Thou blushest at my story «Was ich dir sage, macht dich erröten?» Not I my Gracious Mistress but my Eyes/and cheeks fir'd and amaz'd with joy, turned red/At such a Grace that you were pleas'd to show me, se acorta en «Dein so überraschendes, Gütiges Vertrauen, Königin», y así sin interrupción.

[12]  Véase Bassnett, op. cit., pág. 62.