UNA VIEJA RESEÑA (LA DE REIGIN FRIDHOLM)

A LA GRAMÁTICA DE SALVADOR FERNÁNDEZ RAMÍREZ

Reigin Fridholm

Texto dispuesto para la imprenta por José Polo

Universidad Autónoma de Madrid

 

NOTA PREVIA

   

   En el volumen primero (Prolegómenos, 1985) de la segunda edición (Arco-Libros, Madrid, 1985-1990) de la gramática mencionada, titulé la primera parte de ese conjunto de materiales previos al texto propiamente gramatical de Fernández Ramírez La crítica ante la edición de 1951, o sea, la originaria en un tomo. Entre las páginas 27-127 presenté, todo en español (traduje reseñas del inglés y del alemán), las recensiones, notas, etc., de que había tenido noticia. Aunque realicé un gran esfuerzo de búsqueda, es casi imposible no encontrar posteriormente algún otro material recensionístico, especialmente si se trabaja en un medio bibliotecario no muy holgado y el control bibliográfico se resiste a ser «milimétrico». Bien: es el caso que, publicado dicho volumen propedéutico de la nueva edición de esa obra, hallé los datos de una reseña que había escapado de mi conocimiento primero: la de Reigin Fridholm, en Moderna Språk, XLVII/1953, págs. 317-319. Pensaba incorporar este nuevo hallazgo en edición ulterior de Prolegómenos, pero creo que es oportuno adelantarla en la sección Biblioteca de la revista en que aparece. La traducción del sueco la realizó en su momento —hace ya unos cuantos años— Justina Sánchez Prieto, a quien agradezco su buena disposición, su amabilidad, al atender generosamente mi solicitud. He aquí, pues, el anunciado texto de Reigin Fridholm...

 

[A]

    La filología española ha realizado importantes progresos en los últimos tiempos en el campo de la historia de la lengua; el mérito se debe casi en exclusiva a Menéndez Pidal y su escuela. Por el contrario, cuando se trata del español moderno apenas si ha ocurrido nada de importancia. También esta situación negativa debiera, aun cuando parezca extraño, estar relacionada con la atribución que en su tiempo hiciera un solo hombre, Andrés Bello.

    Aquí en Suecia esperamos todavía una nueva gramática sueca que, al contrario que la antigua, no se dedique a enseñar a nuestros alumnos latín y alemán, sino a ahondar en el conocimiento de su propia lengua. Exagerando algo, podríamos decir que los españoles recibieron una gramática tal ya en 1847 cuando el revolucionario, nacido venezolano, diplomático, filósofo y fundador de la Universidad de Santiago de Chile, etc., etc., Andrés Bello publicó su Gramática de la lengua castellana, dispuesta de tal forma que ha sido en gran medida norma para las gramáticas posteriores, incluida la de la Academia. La «limpieza» que el viejo revolucionario hizo, entre otras cosas, de la enseñanza de los casos latinos fue de tal envergadura y las novedades que introdujo tan clarividentes, que a nadie se le ocurrió durante mucho tiempo reanudar el trabajo donde él lo había dejado. Esta hazaña de Bello, que eliminó todo intento competitivo, es en gran parte uno de los motivos de que prácticamente no exista en español uno de esos manuales sobre el habla viva de los que el francés, por ejemplo, nada en abundancia.

     

[B]

    Andrés Bello estuvo, a pesar de todo, muy atado a los viejos usos. No pudo, por ejemplo, evitar el construir una gramática a base de reglas seguidas de ejemplos y excepciones, a la manera tan popular de su época. Pero para su primer digno sucesor el tiempo había madurado la cuestión. Salvador Fernández se había preparado a conciencia estudiando moderna filosofía del lenguaje —Bühler, Husserl y otros— y también filología moderna: Jespersen, Bally, etc., etc. (el que incluso estudiara con dedicación a Einar Löfstedt, Dag Norberg y Sven Kärde es motivo de orgullo para el sueco), antes de escribir su Gramática española, cuya primera parte se publicó en 1951 y que finalmente ha llegado a las manos del que esto escribe.

 

[C]

    Esta nueva y, vista desde la perspectiva del español, gramática creadora de una época se basa en unas 95.000 fichas con citas de la más variada literatura española: novela, poesía, teatro, textos periodísticos, filosofía, etc., etc., todos posteriores a 1900, de los últimos años en su mayor parte, dentro de lo posible. Solo excepcionalmente se basa en el habla. Su objeto de estudio es de hecho el español usado en círculos cultos, en general académicos, de Madrid, y dicha lengua se escribe y habla igual en esencia.

    A manera de epígrafe de su libro, coloca S. Fernández estas palabras de Hjelmslev: «S’il existe en réalité une science indépendante qui s’occupe des faits du langage, la seule méthode admissible de cette science doit être la méthode empirique. Les catégories qui constituent le système de cette science doivent s’établir selon une méthode inductive». No le preocupan los moldes de la vieja gramática latina. No quiere explicar la lengua viva a partir de leyes formadas para una lengua muerta, sino que busca encontrar las leyes que rigen en esa lengua viva.

    Fiel a esto, no ordena su trabajo, a la manera clásica, en morfología, ortografía, sintaxis, etc., etc., sino que analiza cada fenómeno sin ideas preestablecidas, en la medida de lo posible, y pretende de esta forma revisar y describir toda la lengua desde la morfología a la ortografía, en todas sus funciones sintácticas y contextos, incluidos naturalmente los históricos. No hace falta decir que se dan incluso comparaciones con otras lenguas vivas.

 

[D]

    El primer tomo del trabajo trata, como el título indica, del sonido, al igual que del sustantivo, adjetivo, numerales y pronombres (segunda parte). Salvador Fernández trata la fonología tras pensárselo mucho, no porque se sienta especialmente competente como fonólogo sino porque es preciso para que su descripción de la lengua española, tal cual hoy es, sea completa. La describe en todo lo esencial siguiendo a T. Navarro Tomás, conocido incluso en Suecia. Nos asombra su afirmación de que los sonidos k-/p-/t- iniciales son en el momento explosivo sonoros [§7], pero pensamos que, aunque inexacto, puede ser de ayuda para los que desean conseguir una perfecta pronunciación española. La indicación de que la r simple, al igual que a su manera ch y ll son oclusivas, debiera ser acogida con satisfacción por dichos alumnos.

    Pero es de menor importancia, dado que en lugar del capítulo de fonética se puede estudiar al propio Navarro Tomás, en sus Estudios de fonología española, 1946, y en su Manual de pronunciación española, 1948 [probable errata por 1918].

 

[E]

    El interés principal se centra en el resto del libro. Introducirnos en un análisis crítico de cómo el autor consigue realizar su propósito es apenas posible sin un informe preliminar y una investigación del aparato lingüístico filosófico que emplea, lo que exigiría del comentarista más de lo que su cerebro a marchas forzadas puede dar de sí. Contentémonos, pues, con decir que el libro, dejando aparte la fonología, es tremendamente entretenido.

    «La casa enfrente de la cual (la que) me detuve era el banco»: cuando se ha acabado la lección con este ejemplo, sacado de una de las mejores gramáticas, y al llegar a casa se abre el libro de S. Fernández, se siente uno como si de repente saliera a la luz del sol. Los ejemplos se han elegido muy hábilmente, las fuentes se señalan minuciosamente, se reconocen los nombres de los escritores, libros e incluso citas. Todo rezuma calor vital, brillo, color; uno percibe claramente que la gramática no tiene su razón de ser en sí misma sino en el ser humano y los clásicos ejemplos construidos por los gramáticos se nos muestran como palabras troceadas y disecadas.

    Lo que ningún extranjero puede comprender con la lógica, pero que sí lo consigue quizás un alma afortunada con el arte —entender el genio indomable de la lengua española, su libertad, su riqueza, variedad, su flexibilidad— se nos manifiesta en esta gramática en las formas más ingeniosas y fascinantes y es una lástima el que no todos los profesores de lengua conozcan suficientemente el español como para poder entrar en el juego. Todos los profesores de español deben, sin embargo, procurarse el libro. Aquel que por un casual no lo encontrase divertido puede usarlo siempre como obra de consulta. La bibliografía es rebosante y el registro [¿los índices?] muy variado.

    Una vez completada —sobre lo cual no se dice nada por desgracia— sería la obra un verdadero filón de oro para los hispanófilos.