UN CAMBIO DE NIVEL EN LA PRIMERA ARTICULACIÓN

DE LA LENGUA LATINA

José Ramírez Olid

Universidad de Málaga

 

   A la vista del auge que están tomando hoy día los estudios de traducción y de la cada vez más creciente avalancha de libros traducidos en el mercado editorial, podría parecer sorprendente la contundencia con que los investigadores muestran su escepticismo acerca de las posibilidades de la traducción. «Afán Utópico», «empresa descabellada», labor «imposible», son algunas de las expresiones más comúnmente empleadas al referirse a ella.

   Sin embargo, quienes han de acudir necesariamente a ella porque es auxiliar de primera mano para el desarrollo de su quehacer, sitúan en su auténtica dimensión las valoraciones anteriores, conscientes de que el arte de la traducción es difícil e inexacto, porque si bien todo lo que es expresable en una lengua lo es en otra, también es verdad que lo que se formula en una lengua no puede traducirse exactamente a otra.

   La dificultad radica, sustancialmente, en el anisomorfismo de las lenguas, es decir, la no correspondencia de unidades entre las diversas lenguas, y su inexactitud procede del hecho de intentar aprovechar al máximo los recursos de la lengua a la que se traduce, modificando incluso en cierta medida sus funciones o frecuencias, con objeto de reproducir lo más posible los rasgos distintivos de la lengua original.

    Por olvido o ignorancia de esa falta de correspondencia de unidades el traductor puede verse arrastrado a la identificación de planos entre dos lenguas: el fónico, el gramatical y el lexical.

   Pero pretender exigir a todas las lenguas una igualdad de planteamientos en la formulación lingüística de la misma experiencia sería un error craso, similar al que se cometería si se admitiera que todos los automóviles para uso personal, por ejemplo, deberían tener la misma estructura mecánica, por caso, puesto que todos responden a la misma exigencia.

    Traducir es arte de particular ingenio, entendiendo como tal un sólido conocimiento de las particulares estructuras de cada una de las lenguas que se ponen en contacto al traducir.

    Es este rasgo diferencial el que subrayan todos los investigadores que se han ocupado del caso. Citemos en primer lugar a A. Martinet que insiste una y otra vez en el mismo aspecto a lo largo de las páginas de sus Elementos de lingüística general, Madrid, 1968. Sobradamente conocida es su definición de «lengua», en las págs. 28-29:

Una lengua es un instrumento de comunicación con arreglo al cual la experiencia humana se analiza, de modo diferente en cada comunidad, en unidades dotadas de un contenido semántico y de una expresión fónica, los monemas. Esta expresión fónica se articula a su vez en unidades distintivas y sucesivas, los fonemas, en número determinado en cada lengua, cuya naturaleza y relaciones mutuas difieren también de una lengua a otra.

   Hemos subrayado adrede los términos de la definición que ponen de relieve el rasgo aludido.

    En la página 210 bajo el epígrafe «La interferencia», declara abiertamente:

Los signos de cada lengua forman una estructura sui generis, es decir, que se oponen unos a otros de un modo particular, de manera que no hay correspondencia semántica de una lengua a otra.

   En el mismo sentido se pronuncia Hjelmslev. En la pag. 151 de su obra El Lenguaje, Madrid, 1971, traducción española del original Sproget dice:

En el mundo de las cosas y de las ideas cada lengua pone sus límites propios, un signo de una no corresponde a un signo de la otra, cosa bien conocida de todo traductor.

    Esta falta de correspondencia entre las lenguas opera en todos los niveles de las mismas. Es un hecho incuestionable si nos situamos en el nivel de las unidades mínimas de la lengua, las unidades de la segunda articulación: cada lengua tiene un número determinado y distinto de ellas, de tal manera que entre los sistemas fonológicos de las diferentes lenguas no hay congruencia ni conformidad.

    En el campo de la primera articulación se observa la misma falta de congruencia: lenguas con distintas clases de palabras y distintos tipos de organización morfológica y sintáctica, todo ello fácilmente observable sin salir del campo de las lenguas históricas derivadas del indoeuropeo.

    Si atendemos ahora al campo del «sentido», es decir, al aspecto semántico de los signos lingüísticos se observa cómo las lenguas distribuyen o conforman de manera diferente una determinada zona de sentido. Así a la diferencia del español entre leña y madera responde el alemán con un solo vocablo Holz, y a la diferencia de sentido que presentan los términos franceses fleuve y rivière no responde otra diferencia tal en el latín pues los términos utilizados -numen, amnis, fluvius, riuus- no incluyen el rasgo «principal/afluente»; dicho rasgo tendría que hacerse patente mediante la determinación correspondiente.

    Si no se tiene una clara conciencia de que cada lengua supone una clasificación distinta de la misma realidad y, consecuentemente, una estructuración o conformación lingüística propia de la misma, los peligros a que se ve expuesto el traductor son enormes. Es decir, existe el peligro de identificación de estructuras, contra el que previenen los investigadores. Así lo hace ver Martinet, o.c., pág. 48: «El peligro consiste en que (el traductor) puede estar tentado de interpretar la lengua descrita en función de aquella a la que se traduce». Por lo que «conviene, pues, tener conciencia de los peligros a los que nos expone la necesidad en que estamos para comprender otra lengua de traducir cada enunciado a la nuestra, es decir, de rearticular la experiencia extraña al modelo que nos es familiar».

    Sin embargo, a veces, es difícil sustraerse, inconscientemente y tal vez debido a nuestro imperfecto conocimiento de las lenguas, a la tentación de identificar unidades entre lenguas que suelen sernos familiares porque hay entre ellas una gran afinidad tipológica. Nada más natural que cometer errores de interpretación cuando etiquetamos determinadas estructuras latinas según los modelos de traducción que damos en español, o viceversa. Natural, pero erróneo.

    Estas identificaciones precipitadas que surgen de la ignorancia u olvido de los rasgos distintivos de cada lengua pueden acarrear lógicos perjuicios a la competencia lingüística de los hablantes y, en última instancia, al propio sistema de la lengua, ya que puede iniciar derroteros imprevistos y ajenos a su propio dinamismo.

    Pero no son estas las únicas causas que pueden provocar que el traductor deforme los hechos lingüísticos, creyendo y llevando a la práctica que todo rasgo lingüístico de una lengua tiene su homólogo en la lengua a la que traduce. A las anteriores hemos de unir la mayor o menor conciencia que el traductor tenga sobre el propio dinamismo de la lengua. Es un hecho cierto que los sistemas lingüísticos están sometidos a un cambio, a una evolución, menos acelerada, y por tanto, menos perceptible, en el caso de los niveles fonológico y gramatical, pues su estabilidad descansa en la identidad del espíritu del sujeto que habla, pero más vertiginosa y más apreciable, lógicamente, en el nivel del léxico, pues éste está estrechamente vinculado a las circunstancias siempre cambiantes de la realidad. Ahora bien, sería descabellado pensar que pueda cambiar sólo el nivel del vocabulario sin más, sin repercusiones en los restantes niveles de la lengua.

    Esta es un sistema que está al servicio de la expresión de la realidad exterior; si ésta cambia, en realidad cambia todo el sistema. Si en un determinado nivel de la lengua triunfa una determinada fuerza modificadora, el propio sistema impone una reorganización general.

   Y este principio de la evolución de las lenguas no puede ser soslayado por el traductor. Cuando traduce de una lengua a otra ha de asumir como principio básico que maneja dos realidades que son acto y potencia a la vez, realidad presente sometida a perpetua transformación. El propio Saussure en Curso de lingüistica general, Buenos Aires, 1967, pág. 50 afirmaba que «El lenguaje -del que es parte esencial la lengua- implica en cada instante a la vez un sistema establecido y una evolución; en cada momento es una institución actual y un producto del pasado.

   Muy conocidas son las definiciones de algunos lingüistas sobre «lengua». Para Hjelmslev es «système où tout se tient», y para Saussure «Un système dont tous les termes son solidaires et où la valeur de l' un ne résulte que de la présence simultanée des autres». Otros van más allá y niegan este carácter de sistema único, defendiendo la tesis de la lengua como sistema integrado por muchos sistemas. Tanto en un caso como en otro, la mejor lectura que puede hacerse del «tout se tient» o del «solidaires» es que, y debido a esto, las alteraciones que puedan producirse en la lengua no se dan aisladamente en una cualquiera de sus zonas, sino que cualquier alteración, por mínima que sea, aunque no afecte a la totalidad del bloque de la misma, acaba por tener a la larga repercusión en el sistema.

    En términos parecidos se pronuncia Rodríguez Adrados. Cf. capítulo XII, «Diacronía de las unidades significativas», de su obra Lingüística estructural, Madrid, 1969. En términos generales hay que estar de acuerdo con quienes defienden las complejidad de la lengua concebida como «sistema de sistemas», y como en el cuerpo humano, sistema integrado por diversos sistemas, puede ocurrir que en alguno de estos últimos tengan lugar deterioros que afecten más o menos gravemente a la unidad superior que es la totalidad del ser humano, de la misma manera en la lengua unos cambios, operados en algunos de sus subsistemas, pueden pasar desapercibidos durante un tiempo a veces grande, mientras otros son perceptibles casi desde el mismo momento de su origen y resienten la estrecha conexión que hay entre todos los subsistemas, amenazando la regularidad de todo el sistema «tanto en cuanto a su unicidad y coherencia como en cuanto a la correspondencia entre forma y contenido, significantes y significados» (cf. Adrados, pág. 754).

   Dentro de las dos articulaciones de la lengua existe una jerarquía de niveles. En la primera siguiendo la terminología de Adrados, son los siguientes: morfemas, palabras, sintagmas, oraciones simples, oraciones compuestas y unidades superiores (las últimas, de tipo literario). Y como dice este autor, «es característico de la lengua que los niveles no se encuentran separados de una manera absoluta». En consecuencia un signo de nivel inferior puede ascender a uno superior, y, viceversa, uno superior actuar en función de uno inferior, siendo muy frecuentes estos cambios de nivel en las lenguas. Y aún más, un mismo elemento puede pertenecer a dos niveles distintos, por ejemplo, morfema y palabra a la vez.

   Este fenómeno es observable en la mayoría de las lenguas de civilización conocidas. Así sum pertenece al nivel de la palabra en la oración Dominus in horto est y al nivel de morfema en Arbor a puero agitata est. En inglés do pertenece al nivel de la palabra en «My car does a hundred miles an hour», pero abandona tal nivel para pasar al de morfema en «They do not go to bed late» o en la interrogativa «What do you do after your work?», donde simultáneamente es lo uno y lo otro. Podrían multiplicarse los ejemplos.

    Un peligro para la tarea del traductor puede proceder del olvido o de la ignorancia de estas fluctuaciones. Llevados por el afán de ser excesivamente respetuosos con el original que traducen, consecuentes de que toda buena traducción, hasta donde lo permita la lengua a la que se traduce, debe ser extremadamente fiel a los estratos fonológico, gramatical y léxico de la lengua que se traduce, pueden caer en una identificación de niveles inexistente al nivel de un determinado texto o mensaje.

    Con esto entramos de lleno en el tema que nos ocupa.

    Los «sistemas de signos» que son las lenguas no son perfectos. Organizados en sistemas y subsistemas, en casi todos los órdenes de los mismos están muy generalizados fenómenos como «casilla vacía», «neutralizaciones», etc. Compárense a este respecto el sistema fonológico del indoeuropeo con el del latín clásico, o el de éste con el del protorrománico.

    En latín estaba muy generalizada la defectividad, interesándonos especialmente la que afectaba al sistema verbal, en el que estaba muy acentuada. Y aunque se trata de una defectividad en cierto modo atenuada, frente a la que presentan ciertos verbos que, por eso mismo son llamados «defectivos», el hecho cierto es que son numerosos los verbos que con subsistemas completos de infectum y perfectum, carecen, no obstante, de tema de supino lo que implicaba la imposibilidad de contar con algunas formas nominales.

    Todos los manuales de sintaxis latina refieren el largo proceso por el que las construcciones de infinitivo llegaron a convertirse en auténticas oraciones con sujeto propio y con posibilidad de expresar, del mismo modo que las oraciones con verbo personal, los tiempos, los modos y las voces.

    Uno de los problemas espinosos por resolver era el de la expresión del tiempo en el aspecto relativo, es decir, señalando la anterioridad, simultaneidad y posterioridad respecto a la acción de la principal. Eran necesarias seis formas en cada serie, activa y pasiva, y sólo se disponía de tres. Problema que se hubiera resuelto con la ampliación de las formas de infinitivo. Pero la lengua latina encontró la solución, en un alarde de economía lingüística, marcando la oposición «tiempo absoluto/tiempo relativo» con la oposición semántica «presente/pasado» en el verbo principal. De ahí las diferencias significativas entre Dico te uenire y Dixi te uenire, respecto a la simultaneidad, y entre Dico te uenisse y Dixi te uenisse, respecto a la anterioridad.

   Esta arquitectónica perfectamente ideada sólo tenía un punto débil. Para la expresión de la posterioridad era necesario un futuro de infinitivo y muchos verbos carecían del tema de supino sobre el que dicha forma descansa.

    La lengua latina tenía ante sí un reto que pudo resolver de varias maneras:

   a) Un simple infinitivo de presente. Basta echar una ojeada a la Syntax of early Latin de Ch. E. Bennet, pág. 427, para ver la extensión del fenómeno «Presente for Future», especialmente en la lengua hablada, como atestiguan los ejemplos procedentes en su mayoría de las obras de Plauto. La mayor parte de los verbos regentes significan «prometer, amenazar, esperar, jurar...». «Auprès des verbes de ce groupe qui impliquent par eux-mêmes une idée d'avenir, 1'emploi de 1'infinitif futur n'était pas indispensable au sens. Aussi -dans la langue parlée surtout- polliceor, promitto, minor, iuro, etc.- se trouvent-ils assez souvent avec un infinitif présent sans sujet qui leur sert de complément d'objet», dicen Ernout- Thomas en su Syntaxe Latine, París, 1964, págs. 324-325.

   Que no era una necesidad apremiante la creación de una forma especial para la expresión del futuro en el infinitivo lo demuestran no sólo los ejemplos que pueden verse en la obra de Bennet y Ernout-Thomas -muchos de esos verbos seguirán construyéndose así también en el período clásico e incluso verbos de «voluntad» adoptarán esa construcción-, sino la constatación que leemos en Bassols, Sintaxis Latina, II Madrid, 1967, pág, 208, «que ya en el período clásico son numerosos los verbos que aparecen construidos con oraciones de infinitivo.

    Puede, pues, afirmarse que ya en dicho período se había llegado a la creación de auténticas oraciones de infinitivo. Estas construcciones mantienen, e incluso amplían sus posiciones a lo largo de los distintos períodos de la lengua latina, pero ello sólo en el lenguaje literario». Y desde luego las necesidades de matización del tiempo serían tan primordiales para un latino de la época arcaica como para uno de la época clásica. Y vemos cómo se resuelve en la primera la acción prospectiva, extendiéndose incluso a verbos que no presuponen tal acción necesariamente, como los verbos de lengua y pensamiento: Pers. 432: Te negabas credere argentum mihi; Asin. 366: Dixit sese operam dare; Aul. 528: aes censet dari, etc.

    b) Es un hecho sabido por todos los lingüistas que «ni l'aspect ni le temps ne correspondent à catégories linguistiquement nécessaires. L'une et l'autre est d'ailleurs susceptible de s'exprimer lexicalement, sans faire appel à des caractéristiques morphologiques du verbe», P. Monteil, Éléments de Phonétique et de Morphologie du Latin, París, 1970, pág. 266. Y también es sobradamente conocido que el indoeuropeo otorgaba una importancia secundaria a la expresión del tiempo, localizando cronológicamente los hechos mediante una clase léxica, como los adverbios temporales, el aumento, y, tal vez mediante las desinencias secundarias. Pues bien, al latín siempre la quedaba como recurso fácil utilizar el infinitivo de presente encomendando la expresión de la futuridad a la clase de los adverbios. Expresiones como «venir hoy/venir mañana» no son infrecuentes en hablantes de lenguas con pobreza morfológica en el sistema temporal de los verbos de su lengua natal, cuando tienen necesidad de expresarse en otras lenguas de mayor complejidad verbal.

    c) Valerse de una forma recientemente incorporada al sistema verbal y que había nacido con auténtica vocación de futuro: el adjetivo verbal en -ndus, con la gran ventaja de que descansa sobre el tema de presente, por lo que tenía asegurada su presencia en todos los verbos con sistema de infectum. En su explicación de las diferencias que establece el empleo de dos adjetivos verbales en la frase de Tito Livio, Quae ante conditam condendamue urbem poeticis magis decora fabulis quam incorruptis rerum gestarum monumentis traduntur (Praef. 6), leemos en E. Benveniste, Noms d'agent et noms d'action en indoeuropéen, París, 1975, pág. 137: ante conditam urbem «avant Rome construite» equivaut à «avant la fondation (conditio) de Rome; mais ante urbem condendam «avant Rome soumise au (dépendante du) fonder», supposse un nom verbal dénotant le procès de la fondation comme tel, c'est-à-dire un infinitif. Cette mise en relief du procès même par un adjectif rendait facile et pour ainsi dire fatal le développement de la notion de futur, d'intention ou obligation».

   En la obra citada de Ernout-Thomas, pág. 287, se lee: «Enfin, 1'adjectif en -ndus en était arrivé à ne plus marquer que 1'avenir. Le passage à cet emploi est sensible dans une phrase comme: Liv. 21, 21, 8: inter labores aut iam exhaustos aut mox exhauriendos "au milieu de fatigues déjà supportées ou à supporter bientôt". Toutefois, c'est seulement à partir du III-IV siècle ap. J.C. que 1'adjectif en -ndus s'établit pleinement dans le rôle de participe futur passif: Eutr. 4,5: Hannibal, cum tradendus Romanis esset, uenenum bibit: "comme Hannibal allait être livré aux Romains..."; Amm. Marc. 20, 8, 20: Praesagiens concitandos motus: "Prévoyant que du trouble allait être provoqué»; Vulg. Gen. 18, 18: Et bendicendae sint in illo omnes nationes terrae, en face de 26, 4: Et benedicentur in semine tuo omnes gentes terrae».

   La lengua latina hubiera podido adelantar la generalización de este adjetivo verbal con valor de futuro.

   d) La utilización de verbos modales como posse, velle, debere, etc. Los manuales de sintaxis, al referirse a estos verbos, señalan que en la utilización de estos verbos para formar perífrasis con valor de futuro jugó sin duda un papel importante el propio valor léxico de estos verbos, es decir, su significado, y Ernout-Thomas, en pág. 326 matiza, respecto al empleo de possum, que el valor léxico de este verbo no se perdió totalmente, de donde se deduce que en determinados contextos sí se perdió totalmente, adquiendo un puro valor gramatical.

   Por su parte Bassols se exprés de la siguiente manera, en Sintaxis histórica de la lengua latina, Barcelona, 1948, a este respecto:

    Párrafo 111: Debere con infinitivo: «Ya en el latín imperial aparece algunas veces usado este giro sin que se acuse el significado de obligación que etimológicamente le corresponde; en realidad equivale a un futuro potencial. Así leemos en Petronio 67,7: Sex pondo et selibram debet habere, debe de tener (probablemente tendrá, tiene) seis libras y media de peso.

    Párrafo 112: Velle con infinitivo. En el latín arcaico aparece algunas veces esta perífrasis usada con un valor equivalente a un simple futuro, lo cual significa que el matiz volitivo propio del verbo auxiliar prácticamente se ha extinguido; así Plaut. Most. 66: Ego ire in Pireum uolo: Yo iré al Pireo... En el lenguaje familiar de la época clásica reaparece este giro con frecuencia desempeñando una función análoga a la de un simple futuro; así Cic. epis. 4.5.4: Uolo tibi commemorare (i. q. tibi commemorabo). Más tarde se generaliza bastante el uso de esta forma perifrástica en sustitución de un infinitivo futuro: Claud. epist. 7, 3: Si non uicero scitote me post Gallienum velle pugnare».

    Párrafo 113., pág. 312 dice que el uso de posse facere en vez de facturum esse queda circunscrito a aquellos giros en que aparece en la oración principal un verbo como «esperar, prometer, confiar», verbos que proyectan una nota de contigencia a la oración dependiente que justifica el empleo de posse. El matiz de contingencia y no convicción, que puede expresarse con una frase como sperat se hoc facturum esse se puede reproducir diciendo sperat se hoc facere posse, «espera que podrá hacer esto», no siendo necesario que posse aparezca en futuro, pues el contexto desambigua con toda precisión la localización futura del hecho. Aduce ejemplos como Caes. gall. 1, 3, 7: Totius Galliae sese potiri posse sperant que en estilo directo daría Galliae nos potiemur, o Id. gall 6, 40, 2: Reliquos seruari posse confidunt, en estilo directo reliquos servabimus. Y continúa: «En los ejemplos que acabamos de citar resulta justificado el empleo de posse facere por el carácter contingente del verbo principal, pero poco a poco la costumbre de ver usado posse facere en vez del simple futuro de estilo directo determinó que la aludida perífrasis pudiera emplearse incluso cuando el verbo de la oración principal no envuelve ninguna idea de futurición ni de potencialidad, así Eugipp. Vita Sev. 12,6: Flebiliter allegabat posse se mandatis oboedire (i. q. oboediturum esse) de cetero.

    Véase, en este sentido, el artículo de B. García Hernández, «El aspecto ingresivo y la expresión del futuro», en Actas del V Congreso español de EC, Madrid, 1978, 541-44.

   Desde luego no es disparatado pensar que en la utilización de tales perífrasis con la expresión de matices distintos al puramente léxico de uno de los componentes de la misma, haya influido poderosamente el primitivo valor léxico de uno de ellos. Son hechos que vienen confirmados por los datos que suministra la sintaxis histórica. Lo que ya no es tan admisible es que una vez consolidada una determinada formación perifrástica se defienda sin más el primitivo individualismo semántico de los dos componentes y se niegue la aparición de una nueva unidad.

   e) Recurso siempre a mano y de cómodo empleo era acudir a uno de los procedimientos organizativos de la oración: la parataxis, con la que puede expresarse cualquier tipo de subordinación. Véase lo que a propósito de -urum fuisse dice Kühner en Syntax, II, 1, párrafo 215, nota 5.

    f) Pese a que la lengua latina disponía de medios suficientes para poder expresar la futuridad sin excepción alguna, aún recurrió a un procedimiento que no le era ajeno: creación de una perífrasis con el auxiliar sum. Su exposición detallada puede verse en cualquier manual universitario. Las formas que surgieron son:

    1. Fore/futurum esse ut + subjuntivo presente o imperfecto en dependencia de un verbo principal en presente o pasado:

Sperat fore/futurum esse ut consul creetur

Sperabat fore/futurum esse ut consul crearetur

    El empleo de futurum esse es más aislado que el de fore.

    2. Fore/futurum esse qui + subjuntivo, perífrasis menos frecuente que la anterior.

Cic. De orat. 1, 95: Ego no despero fore aliquem aliquando qui exsistat talis orator qualem quaerimus.

    Hay un hecho que debe reseñarse. Si la carencia del tema de supino no obligaba forzosamente a la lengua a la creación de un nuevo recurso lingüístico, no es menos cierto que la aparición de este no quedó reservado a tales verbos, sino que se extendió fuera de sus límites, es decir, a verbos que carecían de la defectividad del tema de supino, con lo que se convirtió para tales verbos en variante potestativa. Y a tenor de cuanto llevamos dicho, son inadmisibles afirmaciones tan categóricas como las que hace Kühner en la obra reseñada, II, 1, par. 127.8: «Diese Umschreibung kann stets eintreten; sie ist notwendig, wen ein Verb den Infinitiv des Futurs aus Mangel des Supins gar nicht binden kann».

    3. Para la expresión de los modos en la oración de infinitivo, sólo a partir de la época clásica utilizaron la forma -urum füisse para la expresión de la irrealidad, con la particularidad de que esta perífrasis servía, indistintamente, para señalar tanto la irrealidad referida al presente como la referida al pasado. Para la expresión del potencial se sirvieron de la perífrasis -urum esse.

   Si de -urum füisse puede asegurarse que vio la luz en el período clásico, no puede decirse lo mismo de las anteriores. Los manuales no dicen nada, por lo que se hace necesario registrar los repertorios lexicográficos. Ante la imposibilidad de consultar el Thesaurus, nos valdremos de la información que proporciona el Oxford Latin Dictyonary, el cual sub uoce Sum, apartado 7.b dice: «Fore o futurum esse ut, en perífrasis por futuro de infinitivo activo o pasivo; negación ut non o, más tarde, ne; igualmente futurum fuisse ut en la apódosis de una condicional irreal en estilo indirecto». A continuación ofrece una serie de citas que empiezan por Varrón, R. 3.12.4: Breui tempere fore ut (leporarium) impleatur, y concluye César Ciu. 3.101.3.

    Es bastante significativo que no haya ejemplos de la perífrasis pertenecientes a épocas anteriores a la de Varrón. Este dato, si bien no nos lleva necesariamente a formular una conclusión definitiva e irrefutable, nos permite, al menos, aventurar la hipótesis de que la posible aparición de la misma no estuvo muy lejos del período clásico.

    La muestra ofrecida por este Diccionario también revela la escasa incidencia de la perífrasis en el lenguaje poético, del que sólo registra la de Lucrecio 3.879: Sibi cum proponit quisque futurum corpus uti uolucres lacerent in morte.

    Y ya es llegado el momento de plantear la cuestión fundamental. Dentro de la primera articulación del lenguaje, ¿en qué nivel hemos de incluir la expresión fore/futurum esse?

   El punto de partida nos lo ofrecen los datos que proporcionan las ediciones bilingües de la Guerra de Yugurta de Salustio, la Guerra civil de César y la edición anotada de la primera de ellas, pertenecientes al fondo editorial de la colección Gredos.

   Según las traducciones y notas referidas a nuestra perífrasis, ésta debe ser incluida en el nivel de la «palabra», pues tiene un significado de «ocurrir» y gramaticalmente expresa futuro y es núcleo de una predicación. El siguiente texto de Salustio, B.18.1: Ea tempestate in exercitu nostro fuere complures noui atque nobiles... qui Iugurthae non mediocrem animum pollicitando accendebant, si Micipsa rex occidisset, fore uti solus imperi Numidiae potiretur, la traducción que propone de la parte que nos interesa es: «...prometiendo que ocurriría que él sería el único dueño del imperio de Numidia...», versión que, en última instancia supone un análisis similar al que con asombro vemos en algunos manuales.

Tengo - OD ----> que hacer una visita

    N                                N        OD

    Y ello, pese a que se reconoce que el verbo «tener», está completamente desemantizado no conservando nada que, ni remotamente, evoque su significado más habitual.

    Permítansenos dos pequeñas observaciones.

    a) Si sum fuera en estas situaciones palabra plena, ¿qué sentido tendría que los manuales hablasen específicamente de esta formación, calificándola de «perífrasis»?. Carecería de sentido seguir hablando de ella en estos términos. Sum se comportaría desde todos los ángulos como los verbos semánticamente emparentados a él, como accidit, euenit, contingit, etc.

    b) Si nos atenemos a la acepción de la palabra «ocurrir», ¿qué mensaje enunciativo, potencial o irreal podría no formularse sin él, sin que añada o quite nada a su realidad, potencialidad o irrealidad?

    Cierto es que en ocasiones la traducción signo a signo es posible y no crea crispación en el traductor, pero también es no menos cierto que en otras resultan mensajes en la lengua final que ocasionan cierto malestar y desasosiego, como puede comprobarse en esta cita de César, B.C. 3.101.3: Nisi eo tempore quidam nuntii de Caesaris uictoria essent allati, existimaban! plerique futurum füisse ut (oppidum) amitteretur, o esta otra de Valerio Máximo 6.4.3, Continuo... rex adfirmauit fore ne amplius de se Ptolomaeus quereretur.

    No se nos pasa por alto que gran parte de estos errores son debidos, más que a ignorancia o falta de reflexión sobre el sistema lingüístico latino, a la pésima influencia que ejercen los diccionarios o los propios manuales de sintaxis. Estos últimos, después de un atinado análisis de un signo, lo arruinan al descender al detalle. Si se contempla la expresión fore/futurum esse aisladamente, fuera de su contexto, es evidente que su traducción sería algo menos que imposible si no se recurre al significado «ocurrir» o similar. Así es como Ernout-Thomas da la de cal y la de arena en apenas tres renglones seguidos. En la página 326 de su manual reproduce seguidos estos dos ejemplos: Cic. Ph. 12.7: An non putamus fore ut eos paeniteat...?, que traduce correctamente: «Ne pensons-nous pas qu'ils se repentiront...?», y Caes. B.G. 7.32,5, fore uti pars cum parte ciuitatis confligat?, donde da la de arena al traducir «il arriverait (Styl, ind.) que une partie de la cité en viendrait aux mains avec 1'autre». Más correcta hubiera sido esta otra traducción: «Dijo (verbo introductor de todo el período en estilo indirecto)... que una parte de la ciudad se enfrentaría a la otra».

    En contra de los que piensan que sum se mantiene en el nivel de la palabra, vamos a probar que en la perífrasis que estudiamos «sum se ha     desemantizado» como tal y ha descendido al nivel del morfema; es decir, se ha gramaticalizado... Y para lograrlo nos vamos a apoyar en argumentos estrictamente lingüísticos. Desgraciadamente no podremos aplicar la prueba de la commutación pues es sumamente difícil encontrar dos mensajes idénticos que difieran sólo en aquello que, como en nuestro caso, queremos presentar como variante de un mismo significante y que, por tanto, no entraña ninguna diferencia significativa. Al menos nosotros no los hemos encontrado en el material examinado. De ahí que aplicamos un procedimiento que posiblemente sea bastante afín al de la commutación, es decir, ofrecer mensajes en realidad distintos construidos sobre verbos en que, por tener tema de supino, la perífrasis se puede presentar como variante potestativa, e incluso, en algún caso, añadiendo ejemplos con la utilización de algún verbo modal que refuerce la idea de que en dichas expresiones no hay diferencias de significado.

    1. Con impetrare

    Plinio Ep. 6.33.7: (Orationem) non despero gratiam breuissime impetraturam.

    Cicerón Ad Att. l6.l6.l6: Sperabam... fore ut ea quae superioribus litteris a te petissemus, impetrata essent.

    Cicerón Ad Fam. 12.14.5: Spero te posse impetrare.

    2. Con conualescere

    Cicerón Ad Fam. 9.9.1: Inimici nostri sperent se conualescere posse.

    Cic. Diu. 1.53: Ei uisum in quiete... iuuenem dicere fore ut perbreui conualesceret.

    3. Con capere

    Cic. Diu 1.101: Exaudita uox est... futurum esse ut Roma caperetur.

    Cic. Ad Fam. 13.28.2: Quod quidem hoc uehementius laetor quod ipso Mescinio te uideo magnam capturum uoluptatem.

    4. Con incurrere

    Cic. De Fin 1.1: Non eram nescius, Brute... fore ut hic noster labor in uarias reprehensiones incurreret.

   Tito Liv. Ab urb. cond. 28.5.7.: Ne ex regno quidem ipsius tranquillae nuntiabantur res: Scirdalaedum Pleuratumque motos esse, et Tracum maxime Maedos, si quod longiquum bellum regem ocupasse, proxima Macedoniae incursuros.

    5. Con habere

    Caes. B.G. 1.10.2: Intellegebat... futurum ut homines bellicosos finitimos haberet.

    Cic. Ad Fam. 11.20.4: Spero me non pessimum exercitum habiturum ad omnis casus et impetus hominum.

    Cic. Ad Fam. 13.30.1: Nullam omnino arbitramur de ea hereditate controuersia eum habiturum.

    6. Con ferre y compuestos

    Cic. Ad Att. 4.8a.l: Putasne fore ut legem non ferat?

    Cic. Ad Fam. 13.77.3: Dionysius... cum multos libros surrupuisset nec se impune laturum putaret, aufugit.

    Cic. Ad Fam. 15.17.2: Caesarem putabant moleste laturum uerentem ne hasta refrixisset.

    7. Con implere

    Varrón. R. 3.12.4: Breui tempore fore ut (leporarium) impleatur.

    Tito Liv. Ab urb. cond. 26.41.19: Animus quoque meus... praesagit nostram Hispaniam esse, breui extorreii hinc omne Punicum nomen maria terrasque foeda fuga impleturum.

   La muestra que ofrecemos es una apoyatura suficientemente convincente de nuestro punto de vista.

    Pero aún podemos valernos de otros criterios para la clasificación y exacta definición de un determinado signo. Entre los que baraja la lingüística estructural destacan los que se basan en la forma y distribución de los signos, en su función, el sentido, etc. Para nuestro propósito recurriremos al de la distribución.

    Como se sabe, el orden de palabras es un morfema sin forma propia; tiene un significado mínimo, indivisible. En muchas lenguas es un elemento morfológico importante, especialmente en aquellas de mínima complejidad morfológica y escasez de recursos flexionales. Su importancia en la lengua latina es mínima de cara a la distinción de clases y subclases de palabras.

    Existe en latín un orden habitual, aunque no obligatorio, de palabras, que simbolizaremos así: d + D = determinante + determinado, sea cual fuere la naturaleza del determinado y, a nivel de frase, de este otro modo: S + (d + D), donde S es el sujeto y (d + D) el grupo formado por los determinantes del verbo más el verbo. Pero tal orden no es imperativo. Gracias a la riqueza morfológica del latín, las marcas de función de las palabras son bastante claras y permiten reconocer fácilmente su comportamiento en la frase, sin necesidad de acudir al criterio del orden.

    Puede afirmarse que el verbo latino, siempre en función de las necesidades expresivas de los hablantes, goza de gran movilidad, pudiendo aparecer en cualesquiera de las posiciones de la frase latina: inicial, medial o, más comúnmente, final.

   A tenor de esta facultad pretendemos demostrar que el fore/futurum más normal y corriente, en especial el que ocupa las posiciones final y medial, pertenece a la clase léxica «verbo», con pleno significado «ser, estar, existir, haber», mientras que el que aparece en la perífrasis objeto de este estudio ocupa siempre la misma posición en la frase, por lo que presumiblemente pueda concluirse que no pertenece a tal clase léxica, sino que se ha trasvasado a lo que Fries en su The structure of English, Nueva York, 1952, llama function words y más concretamente un categorizador, o, lo que es lo mismo, ha adquirido naturaleza de morfema, significando «tiempo» y, más concretamente, «futuro».

    Para ello hemos analizado los siguientes textos:

    Cicerón: Epistulae ad familiares.

    Salustio: De coniuratione Catilinae y Bellum lugurthinum.

    César: De bello Gallico y De bello ciuili.

    Tácito: Historiarum libri.

    Cicerón en Epistulae ad familiares presenta el siguiente cuadro: 78 ocurrencias de fore como verbo, de las que 63 están en posición final, 10 en la medial y 5 en la inicial.

    a. Posición final.

    1.1.2: Is hac regia causa excepta ceteris in rebus se acerrimum tui defensorem tui fore ostendit.

    1.3.2: Propter tuum in me amorem nostramque necessitudinem uehementer confidit his meis litteris se apud te gratiosum fore.

    Y además: 1.5b.l, 1.5b.2, 1.7.11, 2.17.1, 2.18.3 (bis), 2.19.1, 3.5.2, 3.5.4 (bis), 3.10.1, 4.6.1, 4.13.4, 4.14.4, 5.8.4, 5.12.7, 5.19.1 (bis), 6.4.2, 6.6.6, 6.10.5, 7.2.3, 7.3.2, 7.3.3, 7.8.1, 7,28.3, 7.33.3, 8.15.1, 9.5.1, 9.6.1, 9.7.2, 9.13.1, 10.20.3 (bis) 12.5.2, 12.15.6, 12.17.1, 12.17.2, 12.19.1, 12.22.2, 13.18.2, 13.22.1, 13.28.2, 13.28a.2, 13.41.2, 13.48.1, 13.73.2, 13.78.2, 14.1.4, 14.4.6, 14.5.2, 15.1.3, 15.11.2, 15.14.4, 15.14.6, 16,2.1, 16.9.3, 16.11.1, 16.20.1.

    b. Posición medial.

    3.5.3: Dixi... te Laudiceae fore ad meum aduentum.

    4.7.4: Tamen id cogitare deberes, ubicumque esses te fore in eius ipsius quem fugeres potestate.

Y además: 5.4.2, 8.5.1, 8.16.3, 11.20.3, 13.29.6, 13.68,2, 14.4.6, 16.21.2.

    c. Posición inicial.

    2.15.2: Spero fore iucumdum generum nobis.

    4.8.2: Redeo ergo ad unum illud, me tuum esse, fore cum tuis si modo erunt tui.

    Y además: 6.13.2, 13.10.3, 14.4.4.

    Frente a este estado, fore ut/fore qui siempre inicia la proposición:

    1.5b.2: Tu fac animo forti magnoque sis speresque fore ut fracto impetu leuissimi hominis tuam pristinam dignitatem et gloriam consequare.

    1.6.1: Ualde suspicor fore ut infringatur hominum improbitas.

    1.7.5: Illius tibi adfirmo, si rem istam ex sententia gesseris, fore ut absens a multis, cum redieris, ab omnibus conlaudere.

    Y además 1.7.4, 2.16.3, 3.10.1, 6.13.1, 7.17.1, 9.8.1, 11.1.2, 13.43.1, 15.2.7, 15.21.1.

    César 1. De bello Gallico

    14 ocurrencias de fore como verbo, de las cuales 8 están en posición final, 5 en la medial y una en la inicial.

    a. Posición final.

    1.46.3: Nam etsi sine ullo periculo legionis delectae sunt, equitatu proelium fore uidebat.

    4.20.2: Tamen magno sibi usui fore arbitrabatur.

    Y además: 4.6.2, 4.31.1, 6.8.2, 6.23.7, 7.37.3, 7.37.6.

    b. Posición medial.

    5.39.4: Atque hanc adepti uictoriam in perpetuum se fore uictores confidebant.

    6.7.4: Labienus hostium cognito consilio sperans temeritatem eorum fore aliquam dimicandi facultatem.

    Y además: 1.10.2, 6.23.3, 7.64.2.

    c. Posición inicial.

    1.40.12: Quod non fore dicto audientes neque signa laturi dicantur, nihil ea re commoueri.

    Frente a esto, fore ut/qui siempre ocupa la posición inicial:

    1.20.4: ... qua ex re futurum uti totius Galliae animi a se auerterentur.

    1.31.11: ... futurum esse paucis annis uti omnes ex Galliae finibus pellerentur atque omnes Germani Rhenum transirent.

    Ambas citas encuadradas en un texto en estilo indirecto.

    Y además: 1.42.3, 2.17.3, 7.32.5.

    2. De bello ciuili

    13 ocurrencias de fore como verbo, de las cuales 7 están en posición final 3 en la medial y 3 en la inicial.

    a. Posición final.

    1.13.5: Auximatibus agit gratias seque eorum facti memorem fore pollicetur.

    1.68.3: Quod eum omnium laborum finem fore existimabant

    Y además: 2.5.5, 2.15.1, 3.17.2, 3.41.5, 3.106.3.

    b. Posición medial

    3.10.9: Necessario populi senatusque iudicio fore utrumque contentum.

    Yademás 1.22.6, 3.83.3.

    c. Posición inicial.

    1.40.7: Suspicatus fore id quod accidit, ut duces aduersariorum occasione et beneficio Fortunae ad nostros opprimendos uterentur.

    Y además: 3.10.7,3.20.1.

   Los ejemplos de fore ut/qui son los siguientes:

    1.9.6: ...fore uti per colloquia omnes controuersiae componantur.

    1.26.4: ...sese confidere demonstrat, si eius rei sit potestas facta, fore ut aequis conditionibus ab armis discedatur.

    En ambos casos, como 3.3.37.4, 3.86.1 y 3.101.2, siempre en posición inicial.

    Salustio. 1. Bellum lugurthinum.

    Todas las ocurrencias de fore como verbo aparecen siempre en posición final:

    6.2: Quibus rebus Micipsa... existumans uirtutem lugurthae regno suo gloriae fore... multa cum animo suo uoluebat.

    10.1: Paruom ego te, lugurtha... in regnum meum accepi, existumans... me tibi... ob beneficia carum fore.

    Y lo mismo ocurre en 14.14, 14.18, 20.4, 26.1 (bis), 28.4, 33.3, 33.4, 38.2, 47.2, 49.2, 49.3, 54.1, 56,1, 77.1, 81.1, 81.3, 84.4, 85.26, 93.5, 97.3 (bis), 107.1.

    En cambio todos los ejemplos que ofrece de fore ut/qui se repite invariablemente la posición inicial:

    4.3: Atque ego credo fore qui... tanto tamque utili labori meo nomen inertiae imponant.

    8.1: Animum pollicitando accendebant, si rex Micipsa occidisset, fore uti solus imperi Numidiae potiretur.

    Y lo mismo ocurre en 61.5, 110.1, 111.1, 112.3.

    2. De Catilinae coniuratione.

    No está atestiguado el giro que estudiamos. En cambio presenta 7 ocurrencias de fore como verbo y en todas ocupa la posición final:

    17.7: Simul confisum si coniuratio ualuisset, facile apud illis principem se fore.

    20.1: Catilina... tamen in rem fore credens uniuersos appellare et cohortari.

    Y otro tanto ocurre con el resto de los ejemplos: 21.3,27.1, 46.2, 47.2, 48.2.

    Tácito. Historiarum libri.

    18 ocurrencias de fore como verbo, de las cuales 14 están en posición final, 3 en la medial y 1 en la inicial.

    a. Posición final.

    1.17: Iri in castra placuit: honorificum id militibus fore, quorum fauorem...

    1.18: Ultro adseuerat quartam et duoetuicensimam legiones... breui in officio fore.

    Y además: 2.1, 2.20, 3.13, 3.19, 3.19, 3.64, 3.66, 4.20, 4.52, 4.57, 4.81, 5.17, 5.24.

   b. Posición medial.

   1.50: Quorum bello solum id scires, deteriorem fore qui uicisset.

    2.83: Atque ipsum Uitellium in incerto fore quam partem Italiae protegeret.

    Y además 4.83.

    c. Posición inicial.

    3.16: nec sponte Antonii properatum, et fore quae acciderant rebatur.

    De fore ut/qui presenta sólo cuatro ejemplos, y además en posición inicial:

    1.22: Coniectura iam et rumore senium Galbae et iuuentam Othonis computantium persuaserat fore ut in imperium adscisceretur.

    1.54: Inde atrox rumor... fore ut acerrimi militum et praesentia conquesti per tenebras et inscitiam ceterorum occiderentur.

    Y además: 3.32, 5.13.

    Llegados ya al final de nuestro trabajo y a la vista del material que ofrecemos podemos concluir que el orden en que se presenta la secuencia que hemos venido estudiando es suficientemente pertinente, rasgo este que confiere a fore/futurum un estatuto lingüístico distinto al que tiene en las condiciones más normales y habituales de la lengua. Con lo cual estamos en condiciones de afirmar que ante un fore/futurum esse + ut (qui) + subjuntivo nos encontramos ante un significante discontinuo, con significado puramente gramatical concretado en «futuridad + las restantes categorías ligadas a los morfemas que presente el verbo personal».