CASTELLANO Y LENGUA VASCA EN CONTACTO:¿Hubo una lengua criolla a fines del siglo XIX en Bilbao?, Mª Teresa Echenique Elizondo, Universidad de Valencia (Publicado en Analecta Malacitana, XX, 1, 1997, págs. 59-71).

   

El título de este trabajo no es original ni, mucho menos, caprichoso. En el prólogo a la segunda edición del Lexicón bilbaíno de Emiliano de Arriaga, Luis Michelena calificó de «lengua criolla» al habla del Bilbao de finales del siglo XIX [1]. Frente a ello, Jon Juaristi, en El chimbo expiatorio [2] niega la existencia real de esa lengua mixta o tertium quid (como había denominado al habla de Bilbao más de un vizcaíno ilustre de los siglos anteriores), alegando que no es más que una estilización literaria sin base firme en la realidad. Es mi propósito repasar cuanto sabemos sobre las relaciones históricas entre vasco y románico para plantear, a continuación, si hay o no fundamento para hablar de «criollización» como consecuencia del contacto lingüístico en área vasca. Con este fin haré, en primer lugar, algunas consideraciones generales para tratar de enmarcar en su contexto histórico-social el contacto vasco-románico y me fijaré, finalmente, en cuestiones más concretas.

 

    I. Consideraciones histórico-sociales. Afortunadamente, hoy es ya general el reconocimiento de la existencia en España de lenguas y culturas diversas. Del conjunto de tales lenguas hispánicas, la mayoría procede de la transformación y fragmentación del latín traído a la Península Ibérica, mientras que la lengua vasca no está vinculada en su origen a la familia románica, si bien es cierto que su procedencia y filiación genética sigue estando todavía hoy sin dilucidar. De hecho, durante el proceso de romanización peninsular las comunidades hispánicas rompieron el proceso de transmisión lingüística oral por vía familiar de sus lenguas propias para adoptar el latín, dando como resultado la latinización de Hispania, de la que han surgido todas las lenguas peninsulares, con la excepción del espacio lingüísticamente vasco, que mantuvo y ha mantenido hasta hoy (bien es verdad que tras haber sufrido un proceso de regresión continuada) el mismo código: la lengua vasca. De esta forma, la lengua vasca es hoy el único resto lingüístico de una cultura prerromana en Hispania, cuyos testimonios escritos, que aparecen en forma esporádica y residual hasta el siglo XVI, son ya continuados y permiten estudiar su historia lingüística desde entonces hasta el momento actual.

    Esta lengua preindoeuropea y prerromana, que recibe de sus hablantes la denominación de euskera / euskara (según la variante dialectal que se emplee para su denominación), convivió primero con el latín, del que tomó numerosos préstamos léxicos, así como otros de índole gramatical, y con lenguas románicas después, de las que ha ido recibiendo influencias en los diferentes órdenes lingüísticos, pese a lo cual ha mantenido siempre su estructura propia sin diluirse en ellas.

    No hay que perder de vista, por otra parte, que la realidad (pasada y actual) de la lengua vasca recubre un espacio sociolingüísticamente complejo, a uno y otro lado de la frontera vasco-española-francesa, donde ha estado históricamente en contacto con lenguas como el occitano (especialmente con la variedad gascona), con el antiguo romance navarro, con el francés (a partir del momento en que esta lengua se superpone al occitano como lengua oficial, esto es, a partir del siglo XVI) y, claro está, con el castellano, con el que ha tenido estrechos vínculos desde el momento mismo de su nacimiento a partir del latín, ya que el castellano tiene su origen precisamente en zona colindante (e incluso conviviente) con la lengua vasca.

    Quiero hacer una primera precisión sobre el alcance del término vasco-románico, al que otorgo el mismo valor que le dio Hugo Schuchardt, a saber, la relación habida durante siglos entre los dos sistemas lingüísticos convivientes, lengua vasca y romance con el que ha estado en contacto (principalmente castellano, y francés en segundo término, pues no debemos olvidar que la lengua vasca ha tenido y tiene mayor número de hablantes en el lado español). En otras ocasiones he tratado cuestiones históricas: el pasaje de lo oral a lo escrito en lengua vasca, que se hace justamente sobre la base de las grafías románicas, las afinidades tipológicas que pueden encontrarse entre el castellano medieval y el vasco, o he perfilado en forma aún incipiente la historia conjunta vasco-románica [3].

    En realidad, no tenemos elementos de juicio suficientes para saber si, de la larga andadura conjunta que han conocido euskera y latino-románico, ha podido surgir en algún momento una lengua «mixta» o pidgin. La única vez en que se ha hecho alguna referencia a tal posibilidad es la ya mencionada de Luis Michelena. Dado que recientemente ha sido negada por Jon Juaristi, me centraré principalmente en el contacto del vasco con el castellano a fines del siglo pasado y principios de éste, en que hay una serie de textos (literarios en su gran mayoría) que han motivado la discusión en torno a la existencia o no de una tercera lengua surgida de dicho contacto, tal como he mencionado al comienzo, para ver hasta qué punto llegó la implicación de ambos sistemas.

 

    II. El estudio vasco-románico. Como se ha subrayado en repetidas ocasiones, no resulta sorprendente que fuera precisamente Hugo Schuchardt quien comenzara el estudio de las influencias vasco-románicas, ya que conocía a un mismo tiempo las lenguas románicas, por un lado, y el vasco, por otro (hecho en sí mismo excepcional), y se interesaba de manera especial por el contacto entre lenguas tipológicamente dispares; es bien sabido que su concepción del lenguaje se asentaba sobre el principio de que «Es gibt keine völlig ungemischte Sprache». Luis Michelena, al que me he referido al comienzo de mi exposición, fue mostrando después cómo

    Vasconia, como área marginal, constituye una zona de refugio de prácticas, creencias, costumbres y técnicas muy diversas, como su lengua es puerto donde se han cobijado tantas palabras y expresiones latinas y romances caídas en desuso en sus lugares de procedencia [4].

    En todo caso, el contacto entre lenguas no necesariamente conlleva mezcla de las mismas, por lo que la denominación «vasco-románico» no hace referencia, en mi caso, a una realidad mixta, sino al contacto multisecular de ambos sistemas en el sentido primigenio que le otorgó Hugo Schuchardt. Me adhiero plenamente a la exposición que Zimmermann ha hecho recientemente sobre esta cuestión [5], de la que infiere que la investigación del contacto lingüístico no debe, en consecuencia, limitarse a la búsqueda de esta mezcla, sino que debe ser entendido como un proceso global que afecta a todas las lenguas que están inmersas en él. Cosa bien distinta es que, a la hora de estudiar ese contacto, se analicen separadamente las consecuencias que han tenido lugar en uno u otro sistema lingüístico (aunque considero muy deseable no perder de vista ambas perspectivas), o que, en el otro extremo, se juzgue si hay indicios para pensar que habido mezcla de ambos sistemas.

 

    III. Precisiones sobre los términos sustrato y adstrato. La influencia de lo que se denomina sustrato en lingüística es el resultado final (el residuo, el resto) de una etapa precedente de bilingüismo. Dicho de otro modo: apelar a una probable influencia de sustrato exige comprobar, por una parte, que ha habido una fase de bilingüismo en el pasado, cosa que no suele resultar fácil de documentar, y, por otra, demostrar que hay en el presente una continuidad de tales hechos pasados. Al hablar de sustrato se suele acudir con frecuencia al caso del latín, cuya expansión se produjo sin que quedase excesiva constancia escrita de las diferentes lenguas a las que se superpuso (galo, ilírico, lenguas itálicas y un largo etcétera): en este caso, la fase de adstrato, de contacto con todas esas lenguas, mal documentada, tiene que ser necesariamente reconstruida, porque las lenguas de sustrato a las que queremos atribuir determinados hechos están ya extintas.

    Por lo tanto, es la situación de adstrato la que nos permite estudiar mejor los hechos, dado que el contacto lingüístico constituye un proceso que posibilita la observación de los hechos in vitro. Y es en este sentido en el que quería expresarme más arriba al subrayar que el objeto de investigación no es tanto lo que sucede en una de las lenguas que están o han estado en contacto, sino «las relaciones que se establecen entre las lenguas que comparten un espacio histórico» [6].

    Esto es lo que he tratado de perfilar en mi Historia lingüística vasco-románica [7], en la que se toma en cuenta la historia de las dos lenguas (vasco, por una parte, y romance, principalmente castellano, por otro) en su interdependencia. Porque pienso con Zimmermann que

[...] únicamente el conocimiento del proceso histórico global, en vez de la reducción del contacto de lenguas a la constatación de sustrato, nos da una imagen no deformada de las enormes dimensiones de un proceso de muerte y / o cambio de lenguas a través de su contacto [8] .

    IV. Algunas consideraciones generales sobre el contacto vasco-románico. Bien es verdad que aún ignoramos mucho sobre el castellano hablado por labios vascos. Sabemos que presenta una serie de peculiaridades aún insuficientemente estudiadas [9], pese a existir, desde el siglo XVI por lo menos (y prueba de ello es la figura del vizcaíno en la comedia clásica), un sentimiento generalizado de que constituye un registro muy alejado del español estándar (cosa que no había sido así en la Edad Media, en que la cercanía tipológica de castellano y vasco ha sugerido a los investigadores toda suerte de afinidades estructurales).

    Hoy vamos sabiendo algo más sobre el origen del castellano de zona vasca (esto es, si es continuación directa de un latín asentado allí desde los tiempos de la romanización o si ha sido llevado con posterioridad), bastante más sobre su historia [10], pero nos faltan aún obras de conjunto sobre la situación actual y su proyección histórica.

    Algo sabemos sobre el contacto lingüístico entre vasco y castellano en el léxico, pues no han faltado diccionarios que han ido recogiendo los préstamos que han ido penetrando en una y otra lengua en diferentes momentos históricos: así sabemos que el léxico castellano de zona vasca, por un lado, ha ido recibiendo vasquismos en diferentes épocas (sin olvidar que conserva también romanismos antiguos, por su condición de área lateral), al tiempo que el euskera, por su parte, presenta latinismos de la primera época y romanismos de fases muy diversas [11]. En cualquier caso, salvo ejemplos aislados, desconocemos aún hoy la repercusión gramatical que los préstamos léxicos han podido originar en ambos sistemas, principalmente en el vasco, que es donde parecen haber tenido mayor incidencia [12]. Por otro lado, además, no hay que olvidar que «el hablante es mucho más consciente del léxico que emplea que de la sintaxis en que lo integra» [13], por lo que parece más apropiado hacer referencia a cuestiones estrictamente sintácticas a la hora de estudiar el grado de implicación de sistemas en el contacto lingüístico.

    En este sentido, me parece interesante la observación hecha por Erika García [14] de que «el desvío de la frecuencia (relativa) de uso revela perspectivas cognitivas». Pues bien, creo que es esto lo que sucede en el caso concreto (que he estudiado en otro lugar) de ausencia de actualizador en vasco-hablantes al emplear el castellano, rasgo que se documenta en expresiones atribuidas a la figura del vizcaíno en la comedia del Siglo de Oro y que aún hoy constituyen una característica de los vascos al hablar castellano (yo misma he documentado oralmente casos como «¿te gustan fresas?»). Bien es verdad que en castellano pueden encontrarse, esporádicamente, ejemplos semejantes en hablantes de zonas no bilingües, pero la frecuencia de uso de los mismos ha sido y es altamente significativa en zona vasca. No habría que desperdiciar la ocasión de realizar una aproximación pragmática al uso lingüístico, analizando los hechos tanto cuantitativa como cualitativamente, tarea que está aún por hacer. Se han señalado, por otra parte, semejanzas sintácticas entre el vasco actual y el castellano [15] antiguo, tanto por parte de los hispanistas cuanto de los vascólogos, pero falta un estudio de conjunto.

 

    V. Paralelo con el español de América. El paralelismo entre la expansión del latín en la Romania y del español en América fue señalado primero por Wagner y se ha recordado después en múltiples ocasiones. Me interesa llamar la atención ahora sobre ese paralelismo para utilizarlo como punto de referencia y aplicar al contacto vasco-románico algunas de las conclusiones teóricas a las que se ha llegado tras su estudio. Quiero decir que me parecen claros los paralelos que pueden establecerse entre lo que ha sucedido y sucede, pongamos por caso, en los hablantes quechuas a la hora de hablar / aprender español y en los hablantes vascos a la hora de hablar / aprender español. Haré por el momento una consideración global sobre el contacto vasco-románico. Dice Roth, al hablar del estudio del sustrato en la Romania europea frente a los que lo estudian en la Romania nueva, lo siguiente:

    El estudioso del sustrato en la Romania del Viejo Mundo se limita a comprobar un estado, mientras que en América la influencia de las lenguas anteriores se considera más bien como proceso o debería considerarse como tal [16].

    Como he apuntado antes, y salvando la cuestión de que habría que hablar más bien de adstrato que de sustrato, digamos que los estudiosos del español americano olvidan que tal proceso se da también en la Península, en el caso del contacto vasco-románico. Sería bueno que hubiera un conocimiento más profundo del castellano hablado en la Península por parte de quienes se dedican al estudio del español de América, pues en numerosas ocasiones caen en el error de considerar al español peninsular como una variedad homogénea y en la injusticia de imaginar a todos cuantos estudiamos el español peninsular analizadores del español sencillamente estándar, siendo así que la variación, en el español peninsular, está hoy en el punto de mira de muchos estudiosos que, en ocasiones, se preocupan también por el español en América.

    Y hay que tener en cuenta que, frente a los cuatro siglos de contacto lingüístico que lleva en América el español con las lenguas amerindias, en el País Vasco el proceso de influencia mutua dura nada menos que dos milenios, lo que constituye un auténtico récord de lo que sabemos sobre situaciones de contacto. El paso, desde un monolingüismo vasco inicial, a una situación de bilingüismo, que ha desembocado en gran parte de la población en un monolingüismo final castellano (sólo cumplido parcialmente), ha durado unos veinte siglos.

    En su trabajo ya citado, al hablar de la relación entre el español y las lenguas amerindias, ha dicho Zimmermann que el contacto de lenguas como proceso global no es sólo una influencia mutua y complementaria, sino, desde el punto de vista teórico, una relación causal, en la que los efectos de las lenguas amerindias sobre el español resultan tan poco fuertes precisamente porque los efectos del castellano sobre los idiomas indígenas son tan profundos. Esto sería válido, creo, para el contacto vasco-románico, porque el vasco ha estado en una situación de inferioridad frente al latín primero y el castellano después, entre otras cosas porque no ha tenido una instancia normativa hasta el momento actual, al igual que sucede en América con las lengua propias, si bien es verdad que el hecho de que el vasco haya contado con varias «normalizaciones» dialectales a partir del siglo XVI le ha dado fuerza suficiente para sobrevivir, aun a costa de ir perdiendo hablantes en extensión geográfica y social. En lo que sigue haré alusiones continuas al paralelismo del contacto vasco-románico y del contacto del español con lenguas amerindias.

 

    VI. ¿Criollización? Abordemos ya el tema de la «criollización». Pocas personas han afirmado que el español americano se ha convertido en una lengua amerindia o criolla (en el sentido que da la lingüística a este término). Existen, sin embargo, variedades locales con un grado tan alto de influencia morfosintáctica o ‘mezcla’ que no deben excluirse de antemano hipótesis de esta índole [17]. Pues bien, de la misma manera que pocos han hablado de conversión del español de América en lengua amerindia o criolla, tampoco muchos se han decidido a hablar de criollización en el caso del contacto vasco-románico. Dejando de lado la tesis expuesta por Angel López, quien habló de criollización justamente en la etapa de orígenes del castellano, aplicando la tesis de Schlieben-Lange según la cual todas las lenguas románicas se habrían originado por un proceso de este tipo [18], solamente se ha hablado de criollización en territorio vasco en el caso de fines del XIX y principios del XX en que, en Vizcaya, aparecen una serie de textos que recogen una forma peculiar y muy marcada de expresarse en castellano, en los que se muestra un fuerte influjo de la lengua vasca. Tales textos son sobre todo de carácter literario (aunque no exclusivamente) y coinciden con el momento histórico en que figuras de gran envergadura, como el propio Unamuno, hablaron de la existencia de un «dialecto vizcaíno» como variedad singular de zona vasca. De hecho, el propio Unamuno escribió en su juventud una comedia en dicha variedad y hubo gran número de autores que escribieron en «dialecto vizcaíno» o que defendieron teóricamente la existencia de tal variedad.

    Luis Michelena, en el prólogo a la edición del Lexicón bilbaíno de Arriaga al que me he referido al comienzo de este trabajo, habló de una lengua criolla en el Bilbao de fines del siglo pasado y principios de éste. En el también mencionado libro de Jon Juaristi, el autor ha llegado a negar la existencia real de una variedad hablada como la que muestra la llamada «comedia aldeana» de principios de siglo, en la que se dibuja el modo de hablar castellano sobre todo (aunque no sólo) por parte de gentes de extracción social baja (criados principalmente) defendiendo que se trata sencillamente de una estilización literaria sin base en la realidad. Pero, dado que este hecho tiene toda una serie de concomitancias con fenómenos que pueden observarse en otras comunidades en las que el contacto lingüístico es muy semejante social y culturalmente, quiero defender aquí y ahora la existencia real de tal modalidad hablada.

    Enumeraré tales concomitancias, con el fin de ir perfilando el paralelismo que se puede trazar, sobre todo, entre el contacto de lenguas en el País Vasco, por una parte, y en América, por otra, con el fin de extraer consecuencias válidas para el espacio vasco.

    1. Digamos como punto de partida que, al menos desde Rosenblat [19] se ha señalado que la influencia ejercida por las lenguas indígenas sobre el español americano ha sido mayor en las regiones rurales que en áreas urbanas. Esto vale también para nuestro caso, pues el dialecto vizcaíno caracteriza principalmente a «aldeanos», o sea, gentes de un medio rural, que cobra relieve y se convierte en centro de atención cuando se trasplanta a la ciudad, entorno más renuente por lo general a tal influjo, en el que los hechos adquieren una dimensión más llamativa.

    2. El elemento de sustrato del castellano americano está sujeto en muchos casos a restricciones de consolidación [20]: se encuentra sólo en los sociolectos populares, en niveles de habla bajos o en situaciones de bilingüismo transitorio (es decir, de adstrato). Es, justamente, el caso de la comedia aldeana, como acabo de apuntar.

    3. La transición de una lengua hacia la otra en América, denominada con expresiones como «media lengua» e «interlecto», acaba desembocando en lo que se podría llamar un español popular caracterizado por su limitación regional. Es exactamente la figura del vizcaíno, esto es, lo que sucede con el castellano de zona vasca desde la época clásica y, después, de la comedia aldeana, como consecuencia del alejamiento del tipo lingüístico estándar.

    4. Según parecen mostrar trabajos de Maitena Etxebarria, Hernán Urrutia o Carmen Silva Corbalán mencionados en la nota 9 (aún insuficientes, por otro lado) podría decirse que resultaría posible comprobar una gradación sociolectal en lo concerniente a la adopción de elementos vascos pertenecientes al llamado subestándar lingüístico, al igual que sucede en el caso del español y las lenguas amerindias [21].

    5. No sería imposible pensar que, desde el comienzo del contacto vasco-románico, se hubieran dado modalidades del tipo pidgin que se habrían ido convirtiendo progresivamente en variedades subestándar de curso básicamente oral. Y así, en momentos de fuerte presión del castellano sobre el vasco, en que tales modalidades resultarían demasiado evidentes, se habrían recogido en la figura del vizcaíno o la comedia aldeana. Juaristi, a mi juicio, describe muy bien uno de tales momentos en que el vasco acusa la fuerte suplantación por parte del castellano y en que, además, la variedad subestándar resulta muy llamativa. El dialecto vizcaíno sería una variedad propia y geográficamente vasca del castellano que se iba abriendo paso y que se recoge en textos literarios (comedia aldeana) o menos literarios (el Lexicón de Arriaga y otros).

    6. Por lo que al modo escrito / hablado se refiere, los estudios sobre el español de América ponen de manifiesto que los elementos de adstrato se registran primero en la lengua hablada. «Cuando más, pueden encontrarse fenómenos de sustrato [léase adstrato] no hablados en el lenguaje estético, sobre todo literario» [22]. Creo que éste es el caso del dialecto vizcaíno.

    7. En cuanto al registro al que pertenecen los fenómenos de adstrato de las lenguas amerindias, hay que tener en cuenta el prestigio del que goza la lengua históricamente anterior desde el punto de vista social, en el sentido de que la influencia puede ser de carácter popular o literario. Esto vale también para el estilo; pensemos, en el caso de la Península, en un vasquismo que en la lengua neutra carece de prestigio pero que se emplea por razones estéticas, para, por ejemplo, dar color local a un texto literario, tal como sucede en el caso de las lengua amerindias y su presencia en textos españoles [23]. Ésta es, a mi juicio, una de las razones de mayor peso por las que el dialecto vizcaíno no tiene por qué ser una estilización literaria sin base en la realidad, ya que es común a este tipo de situaciones de contacto que los fenómenos de adstrato aparezcan precisamente en la lengua literaria.

    8. Al igual que sucede en el español de América, en el caso de la comedia aldeana resulta clara la situación social (inferior) de la población (aldeana, criados): el castellano representa el estrato superior. Cabría diferenciar, además (cosa que aún no se ha hecho en forma global), las consecuencias del influjo vasco que hoy son observables en: a) grupos de población monolingües y b) grupos de población bilingües. Claro, en el contexto vasco-románico los monolingües hoy son sólo monolingües castellanos [24]; creo, en cambio, que en la comedia aldeana se está mostrando el aprendizaje del castellano por parte de monolingües vascos, cuya proporción debía ser mucho mayor a la actual a principios de este siglo [25].

    9. Finalmente, diré que se ha observado cómo en América regiones con cambio de lenguas tardío y con un bilingüismo de larga duración sufren una influencia del adstrato indirecta en la forma de una debilitación del estándar general [26]. Afirmo ahora ya, sin duda alguna, que es ésta la panorámica que mejor describe la situación de contacto vasco-románico.

    10. Quiero señalar aún otro parangón que conduce a resultados similares en el caso de lenguas amerindias, por un lado, y lengua vasca, por otro, en contacto con el español, si bien en este caso los hechos no remiten a la comedia aldeana (cabría hacerlo), sino a la lengua castellana hablada en la actualidad en zona vasca. Sabemos que el contacto de lenguas puede dar como resultado la desaparición o simplificación de elementos, o bien la reorganización de un subsistema. Pues bien, en el caso del contacto vasco-románico, el empleo de clíticos en el área vasca ha dado lugar a dos fenómenos diferentes: uno eliminatorio, a saber, la ausencia de clíticos al hablar castellano, otro simplificador y reorganizador: le para todo el masculino animado, la y lo sólo para inanimados (también en los plurales les, las y los) [27].

    Pese a ello, siguen sin ser suficientemente conocidas las reglas que están en la base de utilización de los clíticos castellanos. En el trabajo de Fernández Ordóñez se perfilan las isoglosas internas del uso de los clíticos en castellano peninsular, en que se estudian, entre otros, los empleos característicos de la zona vasca, que muestran peculiaridades propias. Yo misma las había apuntado (tal como en él se cita) en trabajos anteriores, si bien superficialmente y sin dedicarles la atención debida, aunque especificando que estos usos peculiares se deben al contacto vasco-románico. En este sentido, resulta curioso que en una autora de trabajos muy serios sobre clíticos como es Erika García, no se recojan con exactitud los datos del fenómeno peninsular. En España hay varios sistemas (Fernández Ordóñez los ha analizado con gran detalle y claridad), de los que me interesa el del País Vasco. En él se dan, entre otras cosas, el empleo de le para referente femenino, cosa que Erika García desconoce. Si lo conociera, hubiera podido establecer un paralelo más exacto entre el empleo de los clíticos por parte de los quechuahablantes a la hora de utilizar el español.

Dice textualmente Erika García [28]:

    En la narrativa oral de la zona chaqueña llama la atención la alta incidencia de le para objetos directos. Este pseudoleísmo americano se distingue del genuino peninsular en dos aspectos fundamentales: 1) le se usa en América también para referentes femeninos, cosa que justamente no ocurre en la Península, y 2) en América no se da ‘laísmo’, cosa que sí se da en la Península.

    Sucede que estas dos circunstancias sí se dan también en la Península, sólo que parcialmente en el área donde se habla vasco, por lo que no se puede hablar de la Península como un todo homogéneo. Fernández Ordóñez ha explicado muy bien (y ha aportado ejemplos recogidos oralmente) cómo el empleo de los pronombres átonos de persona en el castellano hablado en el País Vasco y Norte de Navarra (faltan estudios del lado francés) obedece a reglas sintácticas completamente distintas de las que regulan las diversas soluciones referenciales de Castilla y del área cántabro-astur. El origen de estos usos, de importancia vital para comprender la génesis del sistema referencial, debe buscarse, sin duda alguna, en el contacto secular del español con el vasco [29].

    En el País Vasco vuelve a darse, pues, el paralelo con lo que Erika García ha señalado en América para el contacto quechua-castellano. Es decir, nos aproximamos a fenómenos (uso de clíticos en este caso) que, por tener paralelo en otras situaciones de contacto lingüístico, pueden permitirnos considerarlos algo más que como simples estilizaciones literarias.

 

    VII. Recapitulación y conclusiones. Pienso ahora que momentos tan marcados como el que representado por el vizcaíno en la comedia del Siglo de Oro o la comedia aldeana (más próxima en el tiempo) marcan momentos de acceso de hablantes vascos monolingües a la situación de bilingüismo, es decir, muestran en vivo procesos de transición de hablantes monolingües a hablantes bilingües. Pensemos que, en un momento determinado de tal proceso, personas que han aprendido como primera lengua el vasco, la sustituyen después por el castellano, que pasa a ser su primera lengua, según el proceso por el que se va realizando el trasvase de hablantes de una lengua a otra por cambio de código.

    El resultado de todo ello es una debilitación del estándar general, que corresponde al castellano que hoy se habla en el País Vasco, insuficientemente estudiado, aunque muy alejado del español estándar.

    Llegados a este punto quisiera citar palabras de Rivarola [30], quien dice, al referirse al español en América nuevamente, que

[...] más relevante que los rasgos lingüísticos es la expresión de actitudes y valores respecto de los contactos y conflictos lingüísticos en un área cuya historia se caracteriza por la continuidad de las barreras sociales, económicas, culturales y comunicativas.

    Creo que esto es lo que, en el contexto peninsular y norteño, ha analizado Juaristi en El chimbo expiatorio, sólo que desde una única de entre las perspectivas posibles. En cualquier caso, estoy totalmente de acuerdo con la idea expresada por Baker [31] en el sentido de que

[...] pidgins and creoles are sucessful solutions to problems of human intercommunication rather than the unhappy consequences of botched language learning or failed language maintenance.

    Siempre he estado de acuerdo con esto y he defendido que, si queremos que siga existiendo la lengua vasca en el futuro, tendremos que aceptar seguramente que tenga influencias del castellano y viceversa. La actitud purista, necesaria a la hora de enseñar las lenguas, no debería traspasar los muros estrictamente académicos del aula.

    La respuesta a la interrogación del título de esta contribución es: no. No ha habido una lengua criolla en sentido estricto, aunque sí un contacto muy intenso.

    Quién sabe si la ridiculización del vizcaíno en la comedia del Siglo de Oro o la comedia aldeana no han sido sino intermitencias en el proceso de adstrato vasco-románico, que tal vez quisieran indicar momentos de «pidginización». También podrían estar hablando en favor de una visión «catastrofista» del cambio lingüístico; o sea, podrían querer indicar que todo cambio lingüístico debe ir precedido por situaciones socialmente muy evidentes y llamativas, esto es, acompañado de cierta conciencia de los hechos por parte de los hablantes, en lugar de pensar que el cambio lingüístico es algo gradual y lento que apenas sea objeto de reflexión de algún tipo para los hablantes mismos.

    Es difícil saber si ese estándar debilitado ha sido en algún momento un pidgin que se haya transmitido por vía materna (creolization): no parece probable, aunque hay ciertos focos de los hechos que tal vez estén hablando en favor de ello. Podría haberse dado la circunstancia de que el dialecto vizcaíno fuera, por su «catastrofismo», un verdadero pidgin, sólo que sin continuidad, esto es, transmisión real [32]. Creo, de todos modos, que, aunque se hubiera dado un proceso de «pidginización», no se habría pasado en ningún caso a otro de «criollización», y ello porque la lengua que se ha transmitido no ha sido el pidgin: tan sólo algunos rasgos que, por lo demás, son resultado del contacto lingüístico multisecular, pasarían al subsistema local. Los hablantes aprenderían, según los casos y la propia complejidad social, bien el euskera, bien el castellano más estándar o el regional y debilitado respecto de la norma general. El dialecto vizcaíno no pasaría de haber sido propio de individuos aislados en el seno de una comunidad de lenguas en contacto, sin que hubiera llegado a transmitirse de padres a hijos.

    Me parece urgente, de todos modos, recoger ahora todo tipo de interferencias o como queramos llamarlas, tal como ha hecho Inés Fernández en el caso de los clíticos peninsulares, pues la homogeneización previsible del habla de las generaciones futuras (al menos la de la lengua estándar) va a barrer, en mi opinión, todo este «colorido».

    Por último, quisiera insistir una vez más en la conveniencia de estudiar el contacto vasco-románico, desde el punto de vista metodológico, sin perder de vista el proceso de influencia entre el español y las lenguas amerindias, pues pienso que las conclusiones teóricas son válidas para ambos mundos y permitirían profundizar ampliamente en el estudio de lenguas en contacto.

 

NOTAS:

[1] Véase L. Michelena, Historia de la literatura vasca, Minotauro, Madrid, 1960, pág. 20. En la página 6 del prólogo afirma Michelena de esta habla que, por razones de contacto lingüístico, «no es vascuence ni romance».

[2] Véase J. Juaristi, El chimbo expiatorio, El Tilo, Bilbao, 1994.

[3] Véase, entre otros, Mª T. Echenique, «Grafémica vasco-románica. Implicaciones mutuas», Caplletra, 6, 1989, págs. 89-94, «La lengua castellana en tiempo de Ignacio de Loyola», Anuario del Instituto Ignacio de Loyola, 1, 1994, págs. 27-39; Historia lingüística vasco-románica, Paraninfo, Madrid, 21987.

[4] Véase L. Michelena, Historia de la literatura vasca, Minotauro, Madrid, 1960, pág. 20.

[5] Véase K. Zimmermann, «Aspectos teóricos y metodológicos de la investigación sobre el contacto de lenguas en Hispanoamérica», en K. Zimmermann (ed.), Lenguas en contacto en Hispanoámerica, Iberoamericana / Vervuert, Madrid / Frankfurt, 1995, págs. 9-34.

[6] Por utilizar palabras textuales de J. L. Rivarola, La formación lingüística de Hispanoamérica, Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 1990, pág. 202.

[7] Mª T. Echenique, Historia, op. cit.

[8] K. Zimmermann, op. cit., pág. 29. Ya había dicho Michelena certeramente que «La lingüística de hoy ha visto con claridad que una teoría de la acción de unas lenguas sobre otras sólo puede basarse en un estudio detenido de los hechos de bilingüismo», en la pág. 8 del aludido prólogo al Lexicón de E. Arriaga.

[9] Apenas si contamos con las aproximaciones hechas por A. M. Echaide, Castellano y vasco en el habla de Orio. Estudio sobre lengua tradicional e importada, Institución Príncipe de Viana, Pamplona, 1968; M. Zárate, Influencias del vascuence en la lengua castellana a través de un estudio del elemento vasco en el habla coloquial del Chorierri-Gran Bilbao, Universidad de Deusto, Bilbao, 1976; M. Etxebarria, Sociolingüística urbana. El habla de Bilbao, Universidad de Salamanca, Salamanca, 1985; H. Urrutia, «El español en el País Vasco: peculiaridades morfosintácticas», Letras de Deusto, 40, 1988, págs. 33-46; H. Urrutia y C. Silva Corbalán, Bilingüismo y adquisición del español, Horizonte, Bilbao, 1992; M. Muñoz Cortés, «Variedades regionales del castellano hablado en España», en G. Holtus, M. Metzeltin y Ch. Schmitt (eds.), Lexikon der Romanistischen Linguistik, VI, I, Niemeyer, Tubinga, 1992, págs. 583-601.

[10] Gracias a las colecciones de archivos publicadas en los últimos tiempos, y a trabajos sistemáticos como los de A. Irigoyen, M. A. Líbano y un largo etcétera.

[11] Contamos, así, con el trabajo de J. M. Iribarren para Navarra, de G. López de Guereñu (que continúa la línea de P. Baráibar) para Álava, y otros. Tampoco debe olvidarse que los elementos léxicos de una lengua constituyen también un sistema de estructuras que pueden verse afectadas significativamente al agregar o eliminar determinados rasgos. Los préstamos léxicos y semánticos provocan una reestructuración de todo el campo semántico, tanto del lado de la expresión como del contenido, porque sustituyen elementos ya existentes por otros nuevos, ampliando o modificando el significado de lexemas vecinos. El impacto de un préstamo léxico puede ser, pues, significativo. En otro lugar he apuntado, por ejemplo, que la incorporación al vasco de la palabra románica «esquina» como izkina, ha terminado contaminando el propio significante castellano, que en castellano del País Vasco tiene también el sentido de ‘borde’ («si la sopa está caliente, coge por la esquina»), y ello porque se ha convertido en el emergente funcional de la voz vasca ertze, que en vasco tiene tanto el valor de ‘esquina’ como de ‘borde’; un rasgo distintivo sémico de la palabra vasca ertze ha pasado, pues, al significante castellano, que conoce así un proceso de extensión significativa, esto es, se ha producido una alteración del contenido lexemático primitivo (por ampliación) mediante procedimientos semánticos, con mantenimiento de la misma base léxica.

[12] Es decir, no tenemos constancia de que hayan podido operarse cambios como los registrados, por ejemplo, por K. Zimmermann en «Préstamos gramaticalmente relevantes del español al otomí. Una aportación a la teoría del contacto entre lenguas», Anuario de Lingüística Hispánica, 3, 1987, págs. 223-253, para el caso de las lenguas amerindias, en las que el préstamo de preposiciones del español parece haber provocado un cambio del sistema verbal, al tomar las relaciones expresadas por las preposiciones el lugar que anteriormente ocupaban procedimientos gramaticales contenidos en el verbo.

[13] Véase P. Muysken, «La mezcla del quechua y castellano: el caso de la “media lengua” en el Ecuador», Lexis, 3, 1979, págs. 41-56, pág. 55.

[14] Véase E. García, «Frecuencia (relativa) de uso como síntoma de estrategias etnopragmáticas», en K. Zimmermann (ed.), Lenguas en contacto en Hispanoamérica, Iberoamericana /Vervuert, Madrid / Frankfurt, 1995, 51-72, pág. 56.

[15] Véase un resumen de los trabajos de Th. Montgomery, L. Sturken, M. Lekuona, P. Berrrondo en mi Historia lingüística vasco-románica citada más arriba.

[16] Véase W. Roth, «Sobre la influencia de las lenguas amerindias en el castellano», en K. Zimmermann (ed.), op. cit., 35-50, pág. 36.

[17] Véase P. Muysken, «La mezcla de quechua y castellano: el caso de la ‘media lengua’ en el Ecuador», Lexis, 3, 1979, págs. 41-56, y «The Spanish that Quechua speakers learn: L2 learning as norm-governed behavior», en R. W. Andersen (ed.), Second Languages: a cross-linguistic perspective, Newbury House, Rowley, 1984, págs. 101-119.

[18] Véase A. López, El rumor de los desarraigados, Anagrama, Barcelona, 1985.

[19] Véase A. Rosenblat, El castellano en Venezuela: la influencia indígena, Caracas, 1958, passim.

[20] Véase W. Roth, op. cit., pág. 39.

[21] Véase W. Roth, loc. cit., pág. 10.

[22] Dice textualmente Roth en su artículo citado, pág. 45.

[23] Véase W. Roth, loc. cit., pág. 45.

[24] Hay un porcentaje de apenas un 1%, y no en todas las áreas, de hablantes monolingües vascos, según la información reciente publicada por la Viceconsejería de Política Lingüística del Gobierno Vasco en La continuidad del euskera, Gobierno Vasco, Vitoria, 1995. Sería muy importante obtener información oral de estos hablantes antes de que, como es presumible por las propias circunstancias sociales, terminen desapareciendo.

[25] He tenido un ejemplo de ello en mi propia casa, dado que mi abuela materna no hablaba castellano y, cuando lo intentaba, el resultado era muy similar.

[26] Véase W. Roth, op. cit., pág. 47.

[27] Véase Fernández Ordóñez, «Isoglosas internas del castellano. El sistema referencial del pronombre átono de tercera persona», RFE, LXXIV, 1994, págs. 71-125.

[28] Véase E. García, op. cit., pág. 63.

[29] Trato más ampliamente de esta cuestión en mi trabajo «El castellano hablado en el País Vasco», (en prensa en el Homenaje a G. Colón, Suiza), recogiendo también nuevas perspectivas aportadas por G. de Granda en trabajos por el momento inéditos.

[30] Véase J. L. Rivarola, op. cit., pág. 21.

[31] Véase Ph. Baker, «Creativity in creole genesis», en D. Adone e I. Plag (eds.), Creolization and Language Change, Niemeyer, Tubinga, 1994, págs. 65-66.

[32] Puede verse una discusión interesante sobre los conceptos de «pidginización» y «criollización» en I. Plag, «Creolization and language change: a comparison», y D. Adone, «Creolization and language change in Mauritian Creole», en D. Adone e I. Plag (eds.), op. cit., págs. 3-44. En el caso del dialecto vizcaíno, siguiendo esta argumentación, pudo darse «pidginización» mediante el surgimiento de una lengua de emergencia, pero no «criollización».

 

 RESUMEN PARA REPERTORIOS BIBLIOGRÁFICOS

 

TÍTULO: Castellano y lengua vasca en contacto: ¿hubo una lengua criolla a fines del siglo XIX en Bilbao?

AUTOR: Mª Teresa Echenique Elizondo

LUGAR: Universidad de Valencia

TÍTULO DE LA REVISTA: Analecta Malacitana, XX, 1, 1997

RESUMEN: Discusión sobre la existencia de una lengua criolla en Bilbao a fines del siglo XIX, dada la existencia de una serie de textos (literarios en su mayoría) que avalan su interpretación realista. Tales textos, en todo caso, si no permiten llegar a la conclusión de que existiera una lengua criolla o pidgin, según la terminología lingüística actual, sí permiten reconstruir hechos de habla debidos al contacto del castellano con la lengua vasca

ABSTRACT: Discussion about the posibility of the existence of a créole or pidgin in Bilbao at the end of nineteen century, on the basis of some texts, in which the interference between Basque and Spanish is evident. This fact permits to reconstruct the spoken language

NOTAS: Contacto vasco-castellano a fines del siglo XIX

DESCRIPTORES: Lengua criolla / Pidgin / Lengua vasca-lengua castellana

KEY-WORDS: Créole / Pidgin / Basque-Spanish

IDENTIFICADORES: Luis Michelena / Jon Juaristi

TOPÓNIMOS: Bilbao

PERÍODO HISTÓRICO: Siglo XIX (finales)