SIGNIFICADOS Y SIMBOLISMO DE DUO (DOS) Y SUS DERIVADOS EN LA VULGATA, Olegario García de la Fuente, Universidad de Málaga (Publicado en Analecta Malacitana, XX, 1, 1997, págs. 5-21).

 

1. Ideas generales sobre el simbolismo bíblico

    Es de sobra sabido que una de las características del lenguaje bíblico es el simbolismo. El símbolo es una señal o una acción ordenadas a significar otra cosa. Esta cosa puede ser una idea o un acontecimiento futuro. Y éste es justamente el sentido simbólico.

    En la Biblia hay acciones simbólicas, visiones simbólicas, nombres simbólicos y números simbólicos.

    Acciones simbólicas son, por ejemplo, la que realiza el profeta Agabo, cuando toma el cinturón de Pablo de Tarso y se ata de pies y manos con él para simbolizar que el dueño de aquel cinturón será encadenado por los judíos (Act 21, 10-13). Jeremías sale un día por las calles de Jerusalén con un yugo en la cabeza para significar el cautiverio en Babilonia del pueblo judío a manos de Nabucodonosor (Jr 27, 1 y sigs.). Otro día se presenta en casa de un alfarero (Jr 18, 1-12), que estaba preparando una vasija de barro. El propio Jeremías toma en sus manos la vasija y la rompe en presencia de mucha gente, simbolizando con ello la ruina próxima del reino de Judá (Jr 19, 1 y sigs.). Otra vez compra un terreno cerca de su pueblo Anatot, cuando ya los ejércitos enemigos rodeaban los territorios vecinos (Jr 32, 1 y sigs.) para simbolizar que, pasado un tiempo, volvería la vida normal a aquella región. Ezequiel realizó muchas acciones simbólicas, como, por ejemplo, poner cerco a un ladrillo para simbolizar el cerco de Jerusalén por las tropas de Nabucodonosor (Ez 4, 1-3); tomar una comida racionada para indicar que habría gran escasez a causa de la guerra (Ez 4, 9-17); cortarse los cabellos en señal de duelo por la invasión enemiga que se avecinaba (Ez 5, 1 y sigs.); unir dos trozos de madera en su mano para simbolizar la unión de todos los deportados de Judá e Israel (Ez 37, 15-28). Ahías de Silo rompe en doce partes el manto con que se cubre y entrega diez partes a Jeroboam para simbolizar la división del reino de Salomón, que a partir de entonces se convierte en reino de Judá (dos tribus para Roboam) y reino de Israel (diez tribus para Jeroboam) (1 Re 19, 29 y sigs.).

    Visiones simbólicas las hay también de gran plasticidad. Ezequiel ve un campo de huesos secos, que empiezan a levantarse como seres vivientes, vivificados por el soplo del Espíritu, con lo que se simbolizaba la futura liberación de Judá de la cautividad babilónica (Ez 37, 1-34). Jeremías esconde en una visión en el río Eúfrates una faja de su uso, que se pudre y hay que tirarla, pues no sirve para nada. Con ello se simboliza la ruina total de Judá a manos de Nabucodonosor (Jr 13, 1 y sigs.). El propio Jeremías ve una olla hirviendo, cuyo líquido se derrama hacia el norte. Esto simboliza que del norte de Palestina vendrá la ruina sobre el reino de Judá. De allí efectivamente vino la invasión babilónica (Jr 1, 14). Una vez contempla unas cestas llenas de higos: unos higos son muy buenos y otros muy malos. Los higos buenos simbolizan el premio de los justos, y los malos, el castigo de los pecadores (Jr 24, 1 y sigs.). Ezequiel contempla en una visión maravillosa el nuevo templo y la nueva ciudad de Jerusalén, símbolos ambos de la restauración futura de la nación (Ez 40-48).

    Nombres simbólicos. La mujer de Oseas se llama Gomer, hija de Diblayim. Gomer significa «carbón encendido» y Diblayim, «dos pasteles de higos». Los dos nombres unidos expresan bien la naturaleza de aquella mujer de vida libertina, que se entrega a sus amantes por «dos pasteles de higos» (Os 1, 3). Los tres hijos de Oseas se llaman, uno Yizreel, «Dios siembra o Dios esparce», y es el nombre de una llanura de Palestina, famosa por sus batallas y por las matanzas del rey Yehú, y este nombre simboliza el castigo de Israel. Otro se llama Lo-Rujamá, «No Compadecida», y presagia el castigo irrevocable de la nación israelita. El tercero se llama Lo-Amí, «No-Mi-Pueblo», y simboliza el repudio de Israel por parte de Yahweh y la elección de otro pueblo.

    Lo mismo puede decirse de los hijos de Isaías. Uno se llamaba Sear-Yashub, «Un resto volverá», y es un rayo de esperanza para el reino de Judá en medio de los castigos que se le avecinan (Is 7, 3). Otro se llamaba Maher-Salal-Has-Bas, «Rápido botín, próximo despojo». Este hijo simboliza y predice el próximo castigo de los invasores sirios y samaritanos (Is 8, 3).

    El simbolismo del nombre de Pedro es muy conocido. El Nuevo Testamento lo explica así: «Tú eres Pedro y sobre esta piedra (= “petra” / “pedra” / “piedra”) edificaré mi iglesia» (Mt 16, 18).

    Por último, existen números simbólicos, que son los que aquí nos interesan especialmente. Los números simbólicos más frecuentes en la Biblia son los siguientes: 1, 2, 3, 4, 6, 7, 8, 10, 12, 40, 70.

    El 1 se usa básicamente para indicar el concepto de unidad y unicidad de Dios (Dt 6, 4); pero se emplea en muchísimas otras ocasiones, por ejemplo, el género humano procede de un solo hombre (Act 17, 26); el pecado entró en el mundo por un hombre (Rm 5, 12); por el pecado de uno solo (Adán) han muerto todos (Rm 5, 15); la gracia es dada a la humanidad por un solo hombre, Jesucristo (Rm 5, 15); su sacrificio en la cruz se realizó una vez por todas, no cada día como hacían los sacerdotes (Hbr 7, 27); Cristo es el primer renacido de entre los muertos (Col 1, 18); Cristo es el primer resucitado de la muerte (1 Cor 15, 20); Cristo y el Padre son una misma cosa (Jn 10, 30); los cristianos son uno con Dios y forman una unidad entre sí (Jn 17, 21; Gal 3, 28); los esposos forman una sola carne (= persona) (Mt 19, 69); en un solo cuerpo tenemos muchos miembros (Rm 12, 4); los cristianos forman un solo cuerpo en Cristo (Rm 12, 5); el que se une al Señor forma con él un sólo espíritu (1 Cor 6, 17); tenemos un solo Padre, Dios (1 Cor 8, 6); un solo Señor Jesucristo (1 Cor 8, 6); todos corren, pero uno sólo recibe la recompensa (1 Cor 9, 24); todos somos un solo pan y un solo cuerpo, pues todos participamos de un solo pan (1 Cor 10, 17); un cuerpo, un Espíritu, una esperanza (Ef 4, 4); un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos (Ef 4, 5); un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo (1 Tm 2, 5), etc.

    Del 2 se hablará después.

    El 3 aparece asociado a la Trinidad de personas como dato esencial de la naturaleza del Dios de los cristianos (Mt 28, 19; Jn 14, 26; 2 Cor 13, 14; 1 Pt 1, 2). Pero también se encuentra asociado con algunos actos divinos que revelan su gran poder. En el Sinaí Dios apareció al tercer día para entregar a Moisés su Ley (Ex 19, 11); Dios salvará a su pueblo Israel «dentro de dos días y al tercer día lo levantará» (Os 6, 2): dos y tres días significan un pequeño lapso de tiempo; Jesús dice a los emisarios de Herodes: «Yo expulso demonios y hago curaciones hoy y mañana y el tercer día soy consumado» (Lc 13, 32), es decir, dentro de un breve plazo; Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre del cetáceo (Jon 1, 17; Mt 12, 40), y Cristo estará en el seno de la tierra tres días y tres noches; Dios lo resucitó al tercer día (1 Cor 15, 4); sólo tres discípulos fueron admitidos a la intimidad con Cristo (Mt 26, 37), y en el Calvario había tres cruces (Mt 27, 38); Pablo recalca el valor de tres virtudes cristianas, fe, esperanza y caridad (1 Cor 13, 13); el Señor propone a David la elección de uno de tres castigos por su pecado: tres años de hambre, tres meses de derrotas ante los enemigos, o tres días de peste: él escoge tres días de peste (1 Cro 21, 9 y sigs.); Sansón se rió tres veces de Dalila, no revelándole de dónde provenía su fuerza (Jdc 16, 15). En el Apocalipsis aparece la «tercera» parte de las aguas, que se convierten en ajenjo, la «tercera» parte del sol, la «tercera» parte de la luna, y la «tercera» parte de las estrellas, que se oscurecen; y el día pierde la «tercera» parte de su claridad (Apc 8, 11-12).

    El 4, que es el número de lados de un cuadrado, es símbolo de perfección en la Biblia. Aparece, en primer lugar, en las cuatro famosas letras del nombre de Dios: YHWH, «Yahweh» o «Yavé». Y luego, en los cuatro puntos cardinales (Apc 7, 1), de donde soplan los cuatro vientos de la tierra (Apc 7, 1); en el Paraíso había cuatro ríos (Gn 2, 10); Ezequiel vio en su visión de la gloria de Dios cuatro seres vivientes (Ez 1; Apc 4, 6). Desde la época del imperio babilónico la historia del mundo, según la Biblia, se divide en cuatro reinos (Dn 2, 7). En la literatura apocalíptica el cuatro es un número importante: aparecen cuatro cuernos, símbolos de poder, y son las naciones enemigas de Judá (Za 2, 2); cuatro herreros (Za 2, 3), símbolo de potencias angélicas; cuatro carros de bronce (Za 6, 1-8); cuatro cuernos del altar (Apc 9, 13); cuatro ángeles destructores (Apc 9, 14). Hay cuatro evangelios. Y Pedro tuvo la visión de una sábana, atada por sus cuatro lados, que simbolizaba la entrada de los gentiles en la iglesia (Act 10, 11; 11, 5).

    El 6 aparece ya en el relato de la creación, pues Dios creó el mundo en seis días (Gn 1, 31); y el hombre y la mujer fueron creados el día seis (Gn 1, 27); el hombre debía trabajar seis días, y descansar el séptimo (Ex 20, 9); un esclavo hebreo tenía que servir seis años antes de obtener la libertad (Ex 21, 2); Jacob sirvió seis años en casa de Labán por sus rebaños (Gn 31, 41); los hebreos podían recoger el maná durante seis días (Ex 16, 26); debían sembrar la tierra durante seis años y dejarla descansar el séptimo (Ex 23, 10); la gloria del Señor cubrió la cumbre del Sinaí durante seis días, cuando Moisés recibió la Ley (Ex 24, 16); el candelero de oro tenía seis brazos, tres a cada lado del tronco, con el cual formaba los siete brazos (Ex 25, 32); en la parte occidental del Tabernáculo había seis tablones (Ex 26, 22); en el efod del sumo sacerdote había engarzadas dos piedras con seis nombres cada una (Ex 28, 10); los príncipes de Israel ofrecieron al Señor, después de la construcción del Tabernáculo, seis carros cubiertos y doce bueyes (Nm 7, 3); había seis ciudades destinadas al asilo de los fugitivos (Nm 35, 6); en la semana de Pascua había que comer panes ázimos durante seis días (Dt 16, 8); Josué mandó dar durante seis días una vuelta cada día a la ciudad de Jericó antes de asediarla el día séptimo (Jos 6, 3); el juez Jefté juzgó a Israel durante seis años (Jdc 12, 7); Booz dio a Rut seis modios de cebada (Rt 3, 15, 17); en el transporte del arca a Jerusalén, a cada seis pasos que daban los portadores se sacrificaba un carnero y un buey (2 Sm 6, 13); al trono del rey Salomón se subía por seis gradas (1 Re 10, 19); Dios sanará a Job después de seis tribulaciones (Jb 5, 19); los dos querubines que vio Isaías tenían seis alas cada uno (Is 6, 2); Nabucodonosor hizo una estatua de seis codos de ancha (Dn 3, 1); Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan después de seis días para llevarlos al monte de la transfiguración (Mt 17, 1); el jefe de la sinagoga dice a la gente que hay seis días para trabajar, y, por tanto, que vengan esos días para ser curados, porque Jesús había curado a un enfermo en sábado (Lc 13, 14); en las bodas de Caná había seis tinajas de piedra llenas de vino (Jn 2, 6); Jesús fue a Betania seis días antes de la Pascua (Jn 12, 1). El número seis está, sin duda, relacionado con el trabajo del hombre.

    El 7, basado en las cuatro fases de la luna, cada una de las cuales dura siete días, significa plenitud, totalidad, perfección, como la luna llena. Así tenemos los siete días de la semana; el séptimo día, el sábado, es el día del descanso del Señor y de los fieles israelitas (Gn 2, 2, 3; Ex 20, 10); el día del jubileo se celebraba después de siete semanas de años, es decir, siete veces siete años (Lv 25, 8); la fiesta de la Pascua duraba siete días (Ex 12, 15, 19); y lo mismo la fiesta de los Tabernáculos (Nm 29, 12); el día de la Expiación se celebraba en el siete mes (Lv 16, 29); y durante la ceremonia de la expiación, el sumo sacerdote tenía que hacer con el dedo metido en la sangre de las víctimas siete aspersiones sobre los cuatro ángulos del altar (Lv 16, 19); aún más, en todo sacrificio expiatorio había que hacer siete aspersiones con la sangre de la víctima (Lv 4, 6); en las calendas había que ofrecer siete corderos de un año (Nm 28, 11); el leproso debía ser rociado con la sangre de la víctima siete veces para poder ser curado (Lv 14, 7); el Faraón de Egipto vio siete vacas gordas y siete vacas flacas (Gn 41, 2-3); Naamán el sirio tuvo que lavarse siete veces en el Jordán para curarse de la lepra (2 Re 5, 10); el candelabro de los siete brazos (Ex 25, 32); las siete lámparas (Apc 4, 5); los siete ojos de Yahweh, que observan toda la tierra (Za 4, 10); por la escasez de hombres, habrá siete mujeres que tendrán un solo hombre (Is 4, 1); una nuera es preferible a siete hijos (Rt 4, 15); el ayudante de Elías salió siete veces a ver si llovía (1 Re 18, 43); el salmista ruega a Dios siete veces al día (Ps 118, 164). «Jurar», en hebreo, se dice nisbá, que literalmente significa «sietear», es decir, invocar por testigos a los siete poderes del cielo y de la tierra (Is 1, 2; Dt 32, 1). En el Nuevo Testamento el siete significa, a veces, un estado de perfección o de desgracia completa: los siete maridos de la mujer, detrás de los cuales murió ella (Mt 22, 25); los siete espíritus malos que entran en el hombre (Mt 12, 45; Lc 11, 26). Significa también una enfermedad grave —la posesión diabólica es muchas veces en el Nuevo Testamento símbolo de una enfermedad—, por eso se dice que de María Magdalena «fueron expulsados siete demonios» (Mc 16, 9), es decir, fue curada por el Señor de una grave enfermedad. Significa también el perdón total y sin límites: al hermano que peca siete veces contra su hermano, hay que perdonarle no sólo siete veces (Mt 18, 21), sino hasta setenta veces siete (Mt 18, 22); si el hermano peca contra su hermano siete veces al día, hay que perdonarle siempre (Lc 17, 4); en la multiplicación de los panes había un muchacho que tenía siete panes (Mt 15, 34); después de comer recogieron siete espuertas llenas con las sobras (Mt 15, 37); los apóstoles escogieron siete diáconos para que les ayudaran en las tareas apostólicas (Act 6, 3); Juan escribió sus cartas circulares a las siete iglesias de Asia (Apc 1, 4); vio siete espíritus que asistían al trono de Dios (Apc 1, 4); vio, además, siete candeleros de oro (Apc 1, 12) y el ser que Juan contempló entre los candeleros de oro tenía en la mano derecha siete estrellas (Apc 1, 16); contempló también un libro sellado con siete sellos (Apc 5, 1); vio además siete ángeles de pie, a quienes se les dieron siete trompetas (Apc 8, 2); los siete ángeles tenían, además, siete plagas para castigar a los pecadores (Apc 15, 1) y cada uno tenía siete cálices llenos de la ira de Dios (Apc 15, 7).

    El 8 se usa menos con valor simbólico, pero la Biblia habla de ocho personas que se salvaron en el arca de Noé (1 Pt 3, 20); la circuncisión se hacía a los ocho días del nacimiento (Gn 17, 12; Fil 3, 5); en la visión de Ezequiel sobre el nuevo templo los sacerdotes hacen sus ofrendas el día ocho (Ez 43, 27); en el fondo del Tabernáculo había ocho tablones (Ex 26, 25); Moisés dio a los hijos de Merari cuatro carros y ocho bueyes (Nm 7, 8); los israelitas, a causa de sus pecados, estuvieron sometidos a Cusán, rey de Mesopotamia, en tiempo del juez Otoniel ocho años (Jud 3, 8); el juez Abdón ejerció el poder sobre Israel ocho años (Jdc 12, 14); ocho días después de la aparición de Jesús a los Doce, se aparece también estando presente Tomás (Jn 20, 26).

    El 10 está basado en la costumbre de contar con los dedos de las dos manos, y significa un número redondo. Está basado, además, en el sistema decimal usado en Palestina. Es también un número que indica perfección. Así tenemos los diez mandamientos (Ex 34, 28); las diez plagas de Egipto (Ex 11, 1; 12, 29); los diez patriarcas antediluvianos (Gn 5, 1 y sigs.); los diez patriarcas postdiluvianos (Gn 11, 10 y sigs.); los diez cuernos de la cuarta bestia del libro de Daniel (Dn 7, 7); los diez reyes que corresponden a los diez cuernos (Dn 7, 24); después del desastre del reino de Israel quedarán apenas diez hombres en cada ciudad (Am 5, 3; 6, 9); el libro que volaba, según la visión de Zacarías, tenía diez codos de ancho (Za 5, 2); Elcaná dijo a su esposa Ana: «¿No valgo yo más para ti que diez hijos?» (1 Sm 1, 8); Tobías llevó consigo diez talentos de plata (Tob 1, 16; 4, 21); el salmista canta con un salterio de diez cuerdas (Ps 32, 2); el umbral de la puerta del nuevo templo, visto por Ezequiel, era de diez codos de ancho (Ez 40, 11); a los tres jóvenes del libro de Daniel se les impuso un ayuno de diez días (Dn 1, 12, 14); los diez milagros para probar el poder mesiánico de Jesús (Mt 8 y sigs.); el hombre que se fue de viaje, a la vuelta, entregó los diez talentos al que había negociado bien con los cinco que le había dado (Mt 25, 28); los diez pecados que excluyen del reino de los cielos (1 Cor 6, 9); las diez potencias hostiles que no pueden separar a Pablo del amor de Cristo (Rm 8, 38); según el evangelio, una mujer tenía diez dracmas (Lc 15, 8); una vez se le presentaron a Jesús diez leprosos, pidiéndole la curación (Lc 17, 12); un noble tenía diez siervos y les dio diez minas para que negociaran con ellas mientras hacía un viaje; a la vuelta, a uno le dio el gobierno de diez ciudades, porque había negociado bien con los diez dracmas (Lc 19, 13, 17); una parábola habla de diez vírgenes (Mt 25, 2); los cristianos de la iglesia de Esmirna tendrán una tribulación que durará diez días (Apc 2, 10); los diez cuernos que tiene la bestia del Apocalipsis simbolizan diez reinos (Apc 17, 12, 16); en la época de Rut 10 ancianos formaban un tribunal (Rt 4, 2).

    Del 12 se hablará después.

    El 40 representa el espacio de una generación. Es también un número redondo y un número que indica plenitud; está casi siempre relacionado con algún acto milagroso de Dios, que evoca un nuevo período en la historia de la salvación. Así, el diluvio duró cuarenta días (Gn 7, 12-17); pasados otros cuarenta días Noé abrió la ventana del arca y despachó a un cuervo (Gn 8, 6); Moisés permaneció en el Sinaí cuarenta días y cuarenta noches para recibir las Tablas de la Ley (Dt 9, 9); permaneció en el Sinaí otros cuarenta días para recibir las nuevas Tablas de la Ley, una vez que había roto las primeras (Ex 34, 28); oró al Señor cuarenta días y cuarenta noches para que no castigara al pueblo por sus infidelidades (Dt 9, 25); Goliat estuvo desafiando al ejército de Israel durante cuarenta días (1 Sm 17, 16); los exploradores de la tierra prometida volvieron al campamento después de cuarenta días (Nm 13, 26); Elías caminó cuarenta días para ir al monte Horeb (1 Re 19, 8); la destrucción de Nínive estaba decretada para dentro de cuarenta días, a menos que hiciera penitencia (Jon 3, 4); el viaje de los israelitas por el desierto duró cuarenta años (Ex 16, 25); Ezequiel estuvo acostado sobre el lado derecho cuarenta días para llevar la culpa del pueblo de Israel (Ez 4, 6); Jesús ayunó cuarenta días en el desierto de Judea (Mt 4, 2), y pasó cuarenta días con sus discípulos después de la resurrección y antes de la ascensión al cielo (Act 1, 3). Para recordar el valor simbólico de una generación, expresada por cuarenta años, podemos citar brevemente los principales hechos bíblicos que lo utilizan: las divisiones de la vida de Moisés (Act 7, 23, 30, 36); la travesía del desierto de los israelitas (Ex 16, 35); el esquema de castigo y liberación del pueblo de Israel en la época de los Jueces (cf. Jdc 3, 11; 13, 1); los reinados de Saúl, David y Salomón (Act 13, 21); la desolación y destrucción de Egipto (Ez 29, 11).

    El 70 está relacionado con el gobierno del mundo por parte de Dios. Después del diluvio, el mundo fue repoblado a través de setenta descendientes de Noé (Gn 10); los descendientes de Jacob que bajaron a Egipto eran setenta personas (Gn 46, 27); Moisés escogió a setenta ancianos para que le ayudaran en el gobierno del pueblo de Israel durante la travesía del desierto (Nm 11, 16); el pueblo de Judá estuvo desterrado en Babilonia setenta años (Jr 25, 11); el Señor establece setenta semanas de años para que se cumpla la redención anunciada por Daniel (Dn 9, 24); Jesús envió a setenta discípulos con una misión concreta para que le prepararan el terreno a él mismo (Lc 10, 1); y manda perdonar hasta setenta veces siete (Mt 18, 22).

 

2. Significados y simbolismo de «duo»

    Hecho este breve recorrido por los distintos números, empleados frecuentemente por la Biblia en sentido simbólico, pasamos al estudio concreto de los textos de la Vulgata, en los que se menciona el «dos» o compuestos de «dos», para ver su valor matemático y simbólico, tanto en sentido profano como bíblico. Hay muchos datos interesantes.

    Duo, ae, o es un adjetivo numeral cardinal plural, que aparece 684 veces en la Vulgata. Tiene, como era de esperar, significados profanos propios. Pero tiene, además, bastantes significados bíblicos, tanto propios como figurados, lo que ya constituye una novedad interesante en este trabajo.

    Con significados profanos propios, duo equivale a «dos», y se usa de dos maneras:

    1. Él solo, sin añadir otro numeral: fecitque Deus duo magna luminaria (Gn 1, 16) «y Dios hizo dos grandes lumbreras»; (Lamech) qui accepit uxores duas (Gn 4, 19) «(Lamek) que tomó dos mujeres»; (Elcana) qui habuit duas uxores (1 Sm 1, 2) «(Elcana) que tuvo dos mujeres»; nuntiavit duobus fratribus suis foras (Gn 9, 22) «anunció a sus dos hermanos fuera»; vos scitis quod duos genuerit mihi uxor mea (Gn 44, 27) «vosotros sabéis que mi mujer me dio dos hijos»; duos cubitos et dimidium tenebit longitudo eius (Ex 25, 17) «su longitud tendrá dos codos y medio». Y otros muchos textos del mismo tenor que se omiten, porque no añaden nada a lo que sabemos por la lengua latina clásica.

    2. Unido a otros numerales, por ejemplo, duo milia, «dos mil», para indicar las distintas cantidades: erant cum Saul duo milia (1 Sm 13, 2) «había con Saúl dos mil»; talenta septuaginta duo milia (Ex 38, 29) «(se ofrecieron) setenta y dos mil talentos», y otros muchos textos, que no interesa recoger, porque coinciden con los de la lengua clásica.

    Ya se dijo antes que el 2 es un número simbólico en la Biblia de amplísimo uso, y puede simbolizar la unidad y la diversidad. El hombre y la mujer, seres personales e individuales, constituyen la base de la familia, que son dos formando una sola «carne» (= persona) (Gn 1, 27). En los textos que citamos a continuación, sólo los de sentido bíblico propio o figurado aparecerán los casos más llamativos, y que, por cierto, no existen en la literatura profana.

    Pero recordamos que aquí, en la Vulgata, bajo el término duo se mencionan muchísimos textos en los que aparece el «dos» con un valor simbólico y no matemático. La recogida de material es casi completa, aunque también hemos omitido algunos textos, porque son prácticamente repetitivos.

    Los ejemplos son los siguientes: los animales que entran en el arca de Noé forman parejas y entran de dos en dos (Gn 7, 9); Lot tiene dos hijas que todavía son doncellas (para entregárselas a los sodomitas, y así respeten a los varones) (Gn 19, 8); Abraham tomó consigo a dos mozos para que le acompañaran el día en que iba a ofrecer en sacrificio a su hijo Isaac (Gn 22, 3); en el nacimiento de Esaú y de Jacob el texto dice: «Dos pueblos hay en tu vientre y dos naciones se dividirán de ti» (Gn 25, 23); antes de bendecir a Esaú Isaac le pide que le traiga del rebaño dos cabritos gordos (Gn 27, 9); Labán tenía dos hijas, Lía y Raquel (Gn 29, 16); Jacob dividió en dos campamentos a su gente al ir al encuentro de su hermano Esaú (Gn 32, 7); el Faraón de Egipto tenía dos eunucos, el escanciador y el panadero (Gn 40, 1); al cabo de dos años el Faraón tuvo el famoso sueño de las siete vacas gordas y las siete vacas flacas (Gn 41, 1); a José le nacieron dos hijos antes de que llegara la época de las vacas flacas (Gn 41, 50; 46, 27); Rubén estaba dispuesto a que murieran sus dos hijos si no devolvía con vida a Benjamín cuando fueron a Egipto a ver a José (Gn 42, 37); Moisés vio a dos hebreos peleándose y los reprendió (Ex 2, 13); Dios dijo a Moisés que si los egipcios no creían en las dos señales que les daba, tampoco creerían en sus palabras (Ex 4, 9); el día sexto de cada semana los hebreos sólo podían recoger dos gomor de maná en el desierto (Ex 16, 22); el efod (o vestido especial) del sumo sacerdote tenía dos hombreras y se fijaba por sus dos extremos (Ex 28, 7); llevaba, además, dos piedras de ónice con los nombres grabados de las doce tribus de Israel, y llevaba dos cadenillas de oro puro (Ex 28, 9, 14); el pectoral del sumo sacerdote tenía dos anillas de oro para fijar en sus dos extremos y dos cadenillas de oro (Ex 28, 22-23); las Tablas de la Ley entregadas a Moisés en el Sinaí fueron dos (Ex 31, 18); las nuevas Tablas de la Ley, después de rotas las primeras por Moisés, fueron también dos (Ex 34, 1); Josué envió dos espías para explorar la tierra en torno a Jericó (Jos 2, 1); la altura del altar era de dos codos (Ex 30, 2); a los lados del altar, bajo una moldura, había dos anillas (Ex 30, 4); el altar del incienso (especial) tenía dos codos de alto y llevaba dos anillas de oro (Ex 37, 25, 27); los animales que se ofrecían en sacrificio solían ser dos o se ofrecían de dos en dos: dos tórtolas o dos pichones de paloma, etc. (Lv 5, 7; cf. Lv 5, 11; 8, 2; 12, 5; 14, 4, 10, 22); la parturienta que diera a luz a una niña quedaba impura dos semanas (Lv 12, 5); no se podía usar ropa de dos clases de tejidos (Lv 19, 19); en la fiesta de las semanas se ofrecían dos panes (Lv 23, 17); a la comunidad israelita en el desierto se la convocaba con dos trompetas (Nm 10, 2); en el campamento en el desierto habían quedado dos hombres que recibieron el espíritu de Dios (Nm 11, 26); la hija de Jefté pidió dos meses para andar libre por los montes antes de que su padre cumpliera el voto (Jdc 11, 37); a Sansón le ataron con dos cordeles (Jdc 15, 13); luego le hicieron colocarse entre dos columnas (Jdc 16, 25); el arca de la alianza fue devuelta por los filisteos en un carro tirado por dos vacas (1 Sm 6, 7); Abigail tomó dos odres de vino (1 Sm 25, 18); al juicio de Salomón se presentaron dos mujeres (1 Re 3, 16); Salomón mandó dividir al niño en dos partes (1 Re 3, 25); en el templo de Salomón había, entre otras cosas, dos batientes de una puerta de madera de acebuche, otros dos batientes de madera de abeto (1 Re 6, 32, 33); dos planchas de un batiente eran giratorias, y otras dos plantas de otro batiente también eran giratorias (1 Re 6, 34); había dos columnas de bronce (1 Re 7, 15); la ley judía obligaba a que hubiera como mínimo dos testigos (1 Re 21, 10; Mt 18, 16); para castigar a los niños que se reían de la calvicie de Eliseo salieron dos osos del bosque y mataron a cuarenta y dos niños (2 Re 2, 24); Naamán el sirio entregó a los emisarios del profeta dos talentos de plata (2 Re 5, 23); las dos casas de Israel (es decir, Israel y Judá) (Is 8, 14); a Israel le vendrán en un solo día estas dos cosas: la esterilidad y la viudedad (Is 47, 9); el Señor se lamenta de que su pueblo haya hecho dos cosas malas: abandonarle y seguir el mal (Jr 2, 13); Jeremías vio delante del templo de Jerusalén dos cestos de higos (Jr 24, 1); el rey de Babilonia volverá a atacar a Judea después de dos años completos (Jr 28, 3); el Señor había escogido a dos linajes (Israel y Judá) y ahora los ha rechazado (Jr 33, 24); Ezequiel debe señalar dos caminos por donde pasará la espada de Nabucodonosor (Ez 21, 19); Ezequiel habla de dos mujeres pecadoras hijas de una misma madre (Israel y Judá) (Ez 23, 2). Jesús de Nazaret en sus salidas apostólicas encontró primero dos hermanos: Pedro y Andrés (Mt 4, 18); y luego a otros dos: Santiago y Juan (Mt 4, 21); Jesús aconseja que si a uno le obligan a andar una milla que vaya con esa persona dos millas (Mt 5, 41); dice que nadie puede servir a dos señores (Mt 6, 24); una vez se le presentaron dos hombres endemoniados (Mt 8, 28); otra vez le siguieron dos ciegos dando voces (Mt 9, 27); aconseja no llevar dos túnicas cuando se vaya de viaje (Mt 10, 10); recuerda que dos pajarillos valen un as (Mt 10, 29); Juan Bautista envió a dos de sus discípulos a preguntar algo a Jesús de Nazaret (Mt 11, 2); en la primera multiplicación de los panes y los peces sólo había dos peces (y cinco panes) (Mt 14, 17); Jesús recuerda que es mejor entrar en la vida con una sola mano o un solo ojo que ser arrojado al fuego eterno con dos manos o dos ojos (Mt 18, 8, 9); dice también que si dos de sus discípulos se ponen de acuerdo en pedir algo al Padre, se lo concederá (Mt 18, 19, 20); dos ciegos sentados a la vera del camino en Jericó pedían a Jesús la curación (Mt 20, 30); envió a dos discípulos a Betfagé a preparar la Pascua (Mt 21, 1); la parábola del padre que tenía dos hijos y uno fue a trabajar a la viña y el otro no (Mt 21, 28, 31); de los dos mandamientos de amar a Dios y al prójimo pende toda la ley (Mt 22, 40); cuando venga el Hijo del hombre, estarán dos en el campo y uno será llevado y el otro dejado (Mt 24, 40; Lc 17, 35); habrá dos mujeres moliendo en el molino y una será dejada y la otra llevada (Mt 24, 41); en la parábola de los talentos, hubo uno que recibió dos talentos (Mt 25, 15); y los hizo fructificar ganando otros dos (Mt 25, 17, 22); el día de la Pasión de Cristo se presentaron dos testigos falsos (Mt 26, 60); Pilatos preguntó a quién de los dos querían que soltara, a Jesús o a Barrabás (Mt 27, 21); Cristo fue crucificado entre dos ladrones (Mt 27, 38); y a la muerte de Cristo el velo del templo se rasgó en dos trozos (Mt 27, 51); una viuda echó en el cepillo del templo su óbolo que eran dos moneditas (Mc 12, 42); Cristo resucitado se apareció a dos discípulos que iban a Emaús (Mc 16, 12); a la orilla del lago de Genesaret había dos barcas y los pescadores estaban lavando las redes (Lc 5, 2); un prestamista tenía dos deudores (Lc 7, 41); en la Transfiguración de Jesús había dos hombres hablando con él (Lc 30, 32); el buen samaritano entregó al posadero dos denarios para que cuidara del que había sido asaltado por los ladrones (Lc 10, 35); el padre de la parábola del hijo pródigo tenía dos hijos (Lc 15, 11); el día del Hijo del hombre habrá dos en una cama y uno será tomado y otro dejado (Lc 17, 34); dos hombres subieron al templo a orar (Lc 18, 10); en la hora del combate decisivo hubo un discípulo que dijo: «Aquí hay dos espadas» (Lc 22, 38); cuando unas mujeres fueron a ungir al Señor encontraron allí a dos hombres (= dos ángeles) (Lc 24, 4); los samaritanos rogaron a Jesús que se quedara con ellos y se quedó allí dos días (Jn 4, 40); el testimonio de dos hombres es verdadero (Jn 8, 17); Jesús, sabiendo la enfermedad grave de Lázaro, quedó aún dos días en el lugar donde estaba (Jn 11, 6); dos discípulos corrían juntos para ver el sepulcro vacío (Jn 20, 4); María Magdalena vio dos ángeles el día de la resurrección de Cristo (Jn 20, 12); el día de la Ascensión, estando allí los discípulos, se les aparecieron dos hombres vestidos de blanco (Act 1, 10); en la elección del sustituto de Judas fueron presentados dos hombres José y Matías (Act 1, 23, 24); estando Pedro en Lida los discípulos enviaron a dos hombres para verlo (Act 9, 38); Pedro mandó a dos criados a Joppe a visitar al centurión (Act 10, 7); Pedro estuvo encarcelado entre dos soldados atado con dos cadenas (Act 12, 6); Pablo envió a dos auxiliares a Macedonia mientras él se quedaba en la provincia de Asia (Act 19, 22); los gentiles de Efeso estuvieron gritando durante dos horas diciendo que la diosa Artemisa era grande (Act 19, 34); a Pablo lo arrestaron y lo ataron con dos cadenas (Act 21, 33); el tribuno que retenía a Pablo prisionero envió a dos centuriones a Cesárea para preparar la llegada de Pablo (Act 23, 23); los dos hijos de Abraham simbolizan los dos testamentos (Gal 4, 24); los judíos y los gentiles, los dos pueblos, formarán un solo hombre (Ef 2, 15); la promesa y el juramento de la Biblia, estas dos cosas son inmutables (Hbr 6, 18); ha pasado el primer ¡Ay!, vendrán detrás otros dos ¡Ay! (Apc 9, 12); los dos testigos del Apocalipsis profetizarán durante mil doscientos sesenta días (Apc 11, 3, 10); estos testigos son dos olivos y dos candeleros (Apc 11, 4); a la mujer del Apocalipsis se le dieron dos alas (Apc 12, 14); una bestia del Apocalipsis tenía dos cuernos como de cordero (Apc 13, 11); la bestia y el falso profeta, los dos, fueron arrojados vivos al lago de fuego (Apc 19, 20).

    Pero el 2 se emplea también con valor y fuerza de separación para distinguir dos opiniones: «¿Hasta cuándo vais a estar cojeando con los dos pies? Si el Señor es Dios, seguidle; si es Baal, seguidle» (1 Re 18, 21), o señalar dos caminos (Eclo 2, 14; 3, 28), o elegir entre dos caminos, el estrecho y angosto, que lleva a la vida, y el ancho y espacioso, que conduce a la perdición (Mt 7, 13, 14); Cristo envió a los doce apóstoles de dos en dos (Mc 6, 7); en otra ocasión envió a setenta y dos (o setenta) discípulos también de dos en dos (Lc 10, 1).

    Como significados bíblicos propios de duo podemos citar los siguientes:

    1. Las dos Tablas de la Ley judía:

    a) Origen divino de las Tablas: duas tabulas testimonii lapideas scriptas digito Dei (Ex 31, 18) «(Dios le dio) las dos Tablas de la Ley, de piedra, escritas por el dedo de Dios» (cf. Dt 5, 22; 9, 10, 11, 15).

    b) Moisés rompe las Tablas de la Ley: portans duas tabulas testimonii manu (Ex 32, 15) «(bajó Moisés del monte) llevando en su mano las dos Tablas de la Alianza».

    c) Moisés labra otras dos Tablas de la Ley: ac deinceps praecide ait tibi duas tabulas lapideas instar priorum (Ex 34, 1) «y (el Señor) le dice después (a Moisés): Lábrate dos tablas de piedra como las primeras»; excidit ergo duas tabulas lapideas quales antea fuerant (Ex 34, 4) «labró, pues, dos tablas de piedra como las primeras» (cf. Ex 34, 29; Dt 10, 1, 3).

    2. Los dos animales que se ofrecían en sacrificio, según la legislación hebrea o según la costumbre: vitulum autem et duos arietes (Ex 29, 3) «(ofrecerás) un ternero y dos carneros»; tolle vitulum de armento et arietes duos inmaculatos (Ex 29, 1) «toma un novillo del rebaño y dos carneros sin mancha»; agnos anniculos duos per singulos dies iugiter (Ex 29, 38) «(ofrecerás) dos corderos de un año cada día perpetuamente»; duos turtures aut duos pullos columbarum (Lv 5, 7) «(ofrecerás) dos tórtolas o dos pichones» (cf. Lv 5, 11; 8, 2; 12, 8; 14, 4, 10, 22; y otros muchos ejemplos, que se omiten por la brevedad).

    3. De los animales impuros dos a dos o dos y dos entrarán en el arca de Noé: de animalibus vero non mundis duo duo masculum et feminam (Gn 7, 2) «de los animales no puros dos a dos, macho y hembra»; duo et duo ingressa sunt ad Noe in arcam masculus et femina (Gn 7, 9) «(de los animales) entraron con Noé en el arca de dos en dos, macho y hembra».

    4. Los dos querubines de oro labrado: duos quoque cherubim aureos et productiles facies (Ex 25, 18) «harás también dos querubines de oro labrados a martillo» (cf. Ex 37, 7, 8; 1 Re 6, 25); duabus velabant faciem eius et duabus velabant pedes eius et duabus volabant (Is 6, 2) «con dos alas cubrían el rostro, con dos alas cubrían los pies y con dos alas volaban»; duasque facies habebat cherub (Ez 41, 18) «cada querubín tenía dos caras (en el nuevo templo visto por Ezequiel)».

    5. La visión de los cuatro vivientes de Ezequiel: duae pinnae singulorum iungebantur et duae tegebant corpora eorum (Ez 1, 11), «cada ser tenía dos alas que se tocaban entre sí y otras dos con las que se cubrían los cuerpos».

    Como significados bíblicos figurados señalamos los siguientes:

    1. Valor simbólico y artístico del número, no valor matemático: in duobus contristatum est cor meum et in tertio iracundia mihi advenit (Eclo 26, 25) «dos cosas entristecen mi corazón y la tercera me produce mal humor». ¿Son dos o son tres cosas? Son dos y tres, puesto que se trata de un valor simbólico o artístico. Duas gentes odit anima mea tertia autem non est gens quam oderim (Eclo 50, 27) «hay dos naciones que detesto y la tercera ni siquiera es nación que deteste». Vale la misma explicación anterior. Vivificabit nos post duos dies in die tertia suscitabit nos (Os 6, 3) «dentro de dos días nos dará la vida y al tercer día nos levantará» (este texto puede ponerse también en el punto 2 siguiente).

    2. Valor para indicar una cantidad pequeña e insignificante: reliqui autem dispersi sunt ita ut non relinquerentur in eis duo pariter (1 Sm 11, 11) «los demás se dispersaron de modo que no quedaron ni dos de ellos juntos»; en colligo duo ligna (1 Re 17, 12) «voy a recoger dos trozos (de leña)»; duo rogavi te ne deneges mihi antequam moriar (Prv 30, 7) «dos cosas te pido, no me las niegues antes de morir»; in die illa nutriet homo [...] duas oves (Is 7, 21) «aquel día alimentará cada uno [...] un par de ovejas»; duarum aut trium olivarum in summitate rami (Is 17, 6) «(cuando se varean, quedan) dos o tres olivas en lo alto de las ramas»; quomodo si eruat pastor de ore leonis duo crura aut extremum auriculae (Os 3, 12) «como si el pastor sacara de la boca del león dos patas o la punta de una oreja»; et adsumam vos unum de civitate et duos de cognatione (Jr 3, 14) «y os tomaré, a uno de una ciudad y a dos de una familia (es decir, a muy pocos, a un “pequeño resto”)»; quasi duo parvi greges caprarum (1 Re 20, 27) «(los israelitas eran) como dos pequeños rebaños de cabras (mientras los enemigos llenaban la tierra)».

    Fraseología. Además de los textos citados con sentidos bíblicos, propios o figurados, hay varias frases que tienen origen bíblico. Son las siguientes:

    1. Erunt duo in carne una (Gn 2, 24) «serán los dos una sola persona» (cf. el mismo texto: Mt 15, 5, 6; Mc 10, 8; 1 Cor 6, 16; Ef 5, 31). Esse in con valor factitivo o resultativo es una expresión de origen hebreo.

    2. Duo et duo ingressa sunt in arcam (Gn 7, 9) «(los animales) entraron en el arca de dos en dos (macho y hembra)». No existe en latín clásico la expresión duo et duo con valor distributivo.

    3. Duo duo unum contra unum (Eclo 33, 15) «(las obras de Dios) dos a dos, una frente a otra»; de animantibus vero non mundis duo duo masculum et feminam (Gn 7, 2) «pero de los animales no puros dos a dos, macho hembra». No existe en latín clásico duo duo con valor distributivo.

    4. Duos quoque cherubim aureos et productiles facies (Ex 25, 18) «harás, además, dos querubines de oro y labrados a martillo» (cf. Ex 25, 22; 37, 7, 8). Cherub es una palabra de origen hebreo.

    5. Duas tabulas testimonii lapideas scriptas digito Dei (Ex 31, 18) «(Dios dio a Moisés) las dos Tablas del Testimonio, de piedra, escritas por el dedo de Dios».

 

3. Significados y simbolismo de duodecim

    Duodecim aparece 192 veces en la Vulgata. Es un adjetivo numeral cardinal indeclinable. Con sentido profano propio significa «doce», y se puede usar de dos modos:

    1. Solo, sin acompañamiento de otro numeral, por ejemplo: transierunt numero duodecim de Beniamin (2 Sm 2, 15) «pasaron doce de Benjamín»; duodecim enim annis servierant Chodorlahomor (Gn 14, 4) «habían servido doce años a Codorlaomor» (cf. Gn 17, 20; 25, 16, y otros muchos textos que se omiten, porque no añaden nada a lo que sabemos de la lengua clásica).

    2. Acompañado de otros numerales, como milia, «doce mil», para formar distintas cantidades: eligam mihi duodecim milia virorum (2 Sm 17, 1) «me elegiré doce mil hombres»; et facti sunt omnes dies Seth nongentorum duodecim annorum (Gn 5, 8) «y el total de los días de Set resultaron ser novecientos doce años» (cf. Nm 31, 5; Jos 8, 25, y otros muchos textos que se omiten por la misma razón dada anteriormente).

    Ya se dijo antes que el 12 es un numero simbólico en la Biblia y está relacionado de algún modo con elecciones de Dios. En los textos que citamos a continuación, sólo los de sentido bíblico propio o figurado aparecerán los casos más llamativos, y que, por cierto, no existen en la literatura profana.

    Pero recordamos que aquí, en la Vulgata, bajo el término duodecim se mencionan muchísimos textos en los que aparece el «doce» con un valor simbólico y no matemático. La recogida de material es casi completa, aunque también hemos omitido algunos textos, porque son repetitivos. Los textos principales son éstos:

    El año hebreo consta de doce meses, y el día tiene doce horas (Jn 11, 9); los cuatro reyes que habitaban la llanura de Senaar habían servido a Codorlaomor doce años (Gn 14, 4); de Ismael, hijo de Abraham, nacerán doce príncipes (Gn 17, 20; 25, 16); Jacob tuvo doce hijos (Gn 35, 22-27), de donde se derivan las doce tribus de Israel, el pueblo elegido por Dios (Gn 49, 28; Eclo 44, 26); en Elim, en el desierto del Sinaí, había doce fuentes de agua potable (Ex 15, 27); después de recibir las Tablas de la Ley, Moisés levantó un altar con doce estelas, una por cada una de los doce tribus de Israel (Ex 24, 4); el pectoral del sumo sacerdote llevaba engarzadas doce piedras en recuerdo de las doce tribus de Israel (Ex 28, 21; 39, 14); los panes de la Proposición eran doce (Lv 24, 5); en el censo del pueblo realizado por Moisés y Aarón, les ayudaron a realizarlo los doce principales de Israel (Nm 1, 44); en la ofrenda de las carretas que hicieron los principales de Israel, se ofrecieron al Señor seis carretas cubiertas y doce bueyes (Nm 7, 3); y en la dedicación del altar estos mismos principales de Israel ofrecieron doce fuentes de plata, doce acetres de plata y doce navetas de oro (Nm 7, 84); ofrecieron, además, doce novillos, doce carneros, y doce corderos de un año (Nm 7, 87); los principales dieron a Aarón doce varas en representación de sus familias paternas (Nm 17, 2, 6); en el día segundo de la fiesta de las Tiendas tenían que ofrecer en sacrificio doce novillos; para pasar el río Jordán con el arca de la alianza al hombro en tiempo de Josué fueron elegidos doce hombres (Jos 3, 12); una vez pasado el río Jordán fueron elegidos otros doce hombres, un hombre por cada tribu (Jos 4, 2, 4), que debían sacar del Jordán doce piedras (Jos 4, 3, 8), y Josué colocó otras doce piedras en el centro del río Jordán (Jos 4, 9); las ciudades de Benjamín, con sus aldeas, eran doce (Jos 18, 24); las ciudades de Zabulón, con sus aldeas, eran también doce (Jos 19, 15); a los hijos de Merari les tocaron de las tribus de Rubén y Gad y Zabulón doce ciudades (Jos 21, 7, 38); el levita de Efraín, cuando llegó a su casa, partió en doce trozos del cadáver de su esposa, que había sido ultrajada por los benjaminitas (Jdc 19, 29); en la batalla de Gabaón intervinieron doce soldados de Benjamín y doce soldados de David (2 Sm 2, 15); Salomón tenía doce prefectos sobre todo el pueblo de Israel (1 Re 4, 7); la circunferencia de cada columna de bronce del templo de Salomón medía doce codos (1 Re 7, 15); el mar de bronce se apoyaba sobre doce bueyes (1 Re 7, 25, 44); el trono de Salomón tenía doce leones de pie sobre las seis gradas de uno y otro lado (1 Re 10, 20); Ahías de Silo dividió en doce partes su manto, dando diez a Jeroboam y dos a Roboam (1 Re 11, 30), simbolizando la división del reino de Salomón; Amri reinó doce años sobre Israel (1 Re 16, 23); Elías tomó doce piedras, según el número de las tribus de Israel y con esas piedras erigió un altar (1 Re 18, 31); Eliseo estaba arando y había delante de él doce yuntas de bueyes y él ocupaba la doce (1 Re 19, 19); Joram, rey de Israel, reinó doce años (2 Re 3, 1); Manasés, rey de Judá, tenía doce años cuando empezó a reinar (2 Re 21, 1); los cantores elegidos para el servicio divino eran doce, de cada una de veinticuatro familias concretas (1 Par 25, 9-31): los deportados que volvieron con Esdras a Judea ofrecieron en sacrificio de expiación doce machos cabríos (Esd 6, 17) y Esdras eligió a doce jefes de los sacerdotes (Esd 8, 24); ofrecieron como holocausto a Dios doce novillos y doce machos cabríos (Esd 8, 35); Nehemías no comió nunca, durante doce años, del pan del gobernador (Neh 5, 14); el Eclesiástico desea que los huesos de los doce profetas reflorezcan en su tumba (Eclo 49, 12); el hogar del nuevo templo que vio Ezequiel medía doce codos de largo por doce codos de ancho en forma de cuadrado (Ez 43, 16); el rey Nabucodonosor doce meses después del sueño recibió la confirmación del mismo (Dn 4, 26); al ídolo de Bel en Babilonia se le daban diariamente doce artabas de flor de harina (Dn 14, 2); una vez se le presentó a Cristo una mujer que tenía flujo de sangre desde hacía doce años (Mt 9, 20); en la primera multiplicación de los panes, después de comer todos hasta saciarse, se recogieron doce canastos llenos de sobras (Mt 14, 20); Cristo escogió doce apóstoles (Mt 10, 1 y sigs.); una vez los envió de dos en dos a predicar (Mc 6, 7); y les prometió que cuando fueran al otro mundo se sentarían en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel (Mt 19, 28); una vez habló a los doce en secreto (Mt 20, 17); se sentó a la mesa para celebrar la Pascua con los doce discípulos (Mt 26, 20); la hija de Jairo resucitada tenía como unos doce años (Lc 8, 42); una vez se le acercaron los doce y le dijeron que dejara marchar a las turbas (Lc 9, 12); una vez dijo Jesús a los doce: «No os he elegido yo a doce» (Jn 6, 71); Cristo podría traer para que le defendieran el día del prendimiento más de 12 legiones de ángeles (Mt 26, 53); Jesús a los doce años se quedó en el templo, disputando con los doctores, sin que se dieran cuenta sus padres (Lc 2, 42); una vez los doce convocaron a la multitud para elegir a los siete diáconos (Act 6, 2); otra vez hablando Pablo a un grupo de discípulos de Juan Bautista en Efeso, que eran como unos doce, vino sobre ellos el Espíritu Santo (Act 19, 7); en el discurso ante el procurador romano, Pablo le dice que puede comprobar que no llevaba allí más de doce días (Act 24, 11); Pablo hablando ante el rey Agripa, le dice que está esperando la Promesa que también esperan las doce tribus de Israel (Act 26, 7); Santiago saluda a las doce tribus que están en la dispersión (Jac 1, 1).

    Los significados bíblicos propios son varios y dependen de que duodecim sea sustantivo o adjetivo.

    Como sustantivo tenemos los «Doce» (apóstoles): dixit ergo Iesus ad duodecim (Jn 6, 68) «dijo pues Jesús a los Doce»; nonne ego vos duodecim elegi (Jn 6, 71) «¿no os he elegido yo a los Doce?»; cum esset unus ex duodecim (Jn 6, 72) «(Judas) a pesar de ser uno de los Doce»; Thomas autem unus ex duodecim (Jn 20, 24) «Tomás, uno de los Doce». Véanse, además, todos los textos citados a continuación, que no es menester dar en su tenor original, porque son repeticiones de lo dicho: Mt 10, 5; 26, 14, 47; Mc 3, 14; 6, 7; 8, 19; 9, 34; 10, 32; 11, 11; 14, 10, 17, 20, 43; Lc 6, 13; 8, 1; 9, 12; 18, 31; 22, 3, 47; Act 6, 2.

    Como adjetivo tenemos los siguientes significados bíblicos propios:

    1. a) Los doce apóstoles (o discípulos): duodecim autem apostolorum nomina sunt haec (Mt 10, 2) «los nombres de los doce apóstoles son éstos» (cf. Lc 9, 1; 22, 14; Apc 21, 14). b) Los doce discípulos (o apóstoles): praecipiens duodecim discipulis suis (Mt 11, 1) «mandando a sus doce discípulos»; convocatis duodecim discipulis suis (Mt 10, 1) «llamando a sus doce discípulos» (cf. Mt 20, 17; 26, 20).

    2. Las doce tribus de Israel: iudicantes duodecim tribus Israhel (Mt 19, 28) «para juzgar a las doce tribus de Israel» (cf. Gn 49, 28; Ex 24, 4; 28, 21; 39, 14; Eclo 44, 26; Lc 22, 30; Act 26, 7; Jac 1, 1; Apc 21, 12, 14).

    3. Los doce patriarcas, fundadores de las doce tribus de Israel (el mismo sign. anterior): et Iacob duodecim patriarchas (Act 7, 8) «y Jacob (circuncidó) a los doce patriarcas».

    Como significados bíblicos figurados anotamos los siguientes:

    1. Los doce asientos o tronos para los doce apóstoles que han de juzgar a las tribus de Israel: sedebitis et vos super sedes duodecim iudicantes duodecim tribus Israhel (Mt 19, 28) «os sentaréis también vosotros sobre doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel».

    2. Las doce puertas de la Jerusalén mesiánica simbolizan a las doce tribus de Israel: habens portas duodecim (Apc 21, 12) «(tenía una muralla) con doce puertas» (cf. Apc 21, 21) y son puertas tan preciosas como margaritas: et duodecim portae duodecim margaritae sunt (Apc 21, 21) «y las doce puertas son doce margaritas».

    3. Los doce ángeles guardan las doce puertas de la Jerusalén mesiánica: et in portis angelos duodecim (Apc 21, 12) «y en las puertas (había) doce ángeles».

    4. Los doce cimientos que tenía la Jerusalén mesiánica simbolizan a las doce tribus de Israel: et murus civitatis habens fundamenta duodecim (Apc 21, 14) «y el muro de la ciudad tenía doce cimientos».

    5. Las doce estrellas que lleva en la cabeza la Mujer del Apocalipsis simbolizan a las doce tribus de Israel: et in capite eius corona stellarum duodecim (Apc 12, 1) «y en su cabeza una corona de doce estrellas».

    6. Las doce recolecciones, una cada mes, que producirá la arboleda de la Jerusalén mesiánica simbolizan el fruto continuo del árbol de la vida, y, por tanto, la inmortalidad: adferens fructus duodecim (Apc 22, 2) «(arboleda) que produce doce recolecciones».

    7. Los doce mil marcados con el sello de cada una de las doce tribus de Israel simbolizan a la multitud de los fieles de Cristo, el nuevo Israel: ex tribu Iuda duodecim milia signati (Apc 7, 5) «de la tribu de Judá doce mil marcados con el sello» (y así el resto hasta enumerar a las doce tribus: Apc 7, 5-8).

 

4. Significados y simbolismo de otros términos derivados de duo

    Duplex, icis (duo, plico) aparece 44 veces en la Vulgata y es un adjetivo. Tiene significados profanos propios y significa básicamente «doble, doblado, duplicado»: ut det mihi speluncam duplicem (Gn 23, 9) «que me dé una cueva doble»; et sepelierunt eum Isaac et Ismahel filii sui in spelunca duplici (Gn 25, 9) «y lo enterraron (a Abraham) sus hijos Isaac e Ismael en una cueva doble» (cf. Gn 23, 17, 19; 49, 29; 50, 13: cueva doble; 43, 12, 15; Eclo 7, 8; 12, 7, etc.).

    Tiene también significados profanos figurados y su acepción básica es «doble, falso, engañoso»:

    1. Puede referirse al «corazón doble»: venerunt in auxilium non in corde duplici (1 Par 12, 33) «vinieron en su auxilio no con corazón falso» (= con intención sincera); et ne accesseris ad illum corde duplici (Eclo 1, 36) «y no acudas a él (Dios) con corazón doble» (cf. Eclo 2, 14).

    2. Lengua doble, mentirosa, doble lenguaje: peccator probatur duplici lingua (Eclo 5, 11) «el pecador se manifiesta con lengua mentirosa».

    3. Animo doble, falaz: vir duplex animo (Jac 1, 8) «el varón de ánimo doble»; et purificate corda duplices animo (Jac 4, 8) «y purificad vuestros corazones, hombres de ánimo doble».

    Pero tiene también significados bíblicos figurados:

    1. La doble porción del espíritu de Elías que pide Eliseo para sí significa una gran cantidad de virtudes y dones sobrenaturales: obsecro ut fiat duplex spiritus tuus in me (2 Re 2, 9) «te ruego (a Elías) que pase a mí doble porción de tu espíritu».

    2. Como sustantivo neutro plural, es decir duplicia, significa:

    a) La doble remuneración, el doble castigo por los pecados que ha recibido el pueblo de Israel significa un castigo grande, severo: suscepit de manu Domini duplicia pro omnibus peccatis suis (Is 40, 2) «recibió de mano del Señor doble castigo por sus pecados».

    b) La doble recompensa en la tierra prometida al Israel arrepentido significa una recompensa grande, un resarcimiento con creces: propter hoc in terra sua duplicia possidebunt (Is 61, 7) «por eso en su tierra obtendrán doble porción»; duplicia reddam tibi (Za 9, 12) «te devolveré el doble (Dios a Israel)».

    Fraseología. Tienen significados bíblicos las siguientes expresiones, que no aparecen en la lengua clásica:

    1. Honor, remuneración: presbyteri duplici honore digni habeantur (1 Tm 5, 17) «los presbíteros sean remunerados con doble honorario» (= remuneración).

    2. Duplicare duplicia, «dar el doble, aplicar un castigo severo»: duplicate duplicia secundum opera eius (Apc 18, 6) «duplicad el duplo (= dadle el doble) conforme a sus obras». Según la legislación hebrea, el ladrón que había robado algo tenía que devolver el doble (Ex 22, 4, 7, 9). En caso de excepcional gravedad tenía que devolver el cuádruplo (2 Re 12, 6).

    El adverbio dupliciter (cf. duplex) aparece una sola vez, y significa: Doblemente, el doble. Aunque la sentencia en que aparece es de sentido moral y religioso conforme al pensamiento bíblico, el significado corresponde al de la lengua clásica: vir multum iurans implebitur iniquitate [...] si dissimulaverit delinquet dupliciter et si in vacuum iuraverit non iustificabitur (Eclo 23, 13-14) «el hombre que jura mucho está lleno de iniquidad [...] si pasa por alto el juramento, pecará el doble y si jura en falso, no será justificado».

    El verbo duplico, are, avi, atum (cf. duplex) aparece 5 veces en la Vulgata. Tiene las siguientes acepciones, coincidentes con las del latín clásico:

    1. Doblar: a) una pieza de tela: ita ut sextum sagum in fronte tecti duplices (Ex 26, 9) «y doblarás la sexta pieza ante la fachada de la tienda». b) Doblar o duplicar el número de algo: et supradictarum trium urbium numerum duplicabis (Dt 19, 9) «y a las tres ciudades mencionadas les añadirás otras tres». c) Hacer dobles, duplicar, aumentar los golpes de la espada: et duplicetur gladius (Ez 21, 14) «y se duplique la espada (los golpes de la espada)».

    2. Hacer crecer, aumentar, difundir una conversación o un rumor: ne duplices sermonem auditus (Eclo 42, 1) «no divulgues la conversación que has oído».

    Fraseología. Destacamos la siguiente frase de significado y origen bíblico: duplicate duplicia secundum opera eius (Apc 18, 6) «duplicad el duplo conforme a sus obras (aplicad un severo castigo)» (cf. antes).

    El sustantivo neutro duplum, i (cf. duplex) aparece 6 veces en la Vulgata. Significa el doble, dos veces más, el duplo, es decir, tiene el mismo significado que en la lengua clásica: et sit duplum quam colligere solebant per singulos dies (Ex 16, 5) «(pero el día sexto) la ración será doble que la que solían recoger cada día». Se refiere a la ración de maná, que debían recoger los hebreos en el desierto del Sinaí cada día. Et cum fuerit factus facitis eum filium gehennae duplo quam vos (Mt 23, 15) «y cuando habéis hecho (un prosélito), le hacéis hijo de condenación el doble más que vosotros». El texto se refiere a la famosa condena de Jesús de los escribas y fariseos, que recorren infatigablemente mar y tierra para hacer un prosélito, y cuando lo han conseguido, lo hacen peor que ellos. Si invenitur fur duplum reddet (Ex 22, 7) «si se encuentra al ladrón, devolverá el doble». Este precepto evidentemente es bíblico. In poculo quo miscuit miscite illi duplum (Apc 18, 6) «en el cáliz en que mezcló, mezcladle doble». El símbolo del cáliz o vaso de bebida, que se da a uno como premio o castigo, es frecuente en la Biblia. La realidad histórica es que como Roma embriagó de idolatría e inmoralidad a los pueblos que dominó, así ahora, en el momento del castigo divino, quedará embriagada por la cólera de Dios.

    Fraseología. Hay que destacar aquí una frase de genitivo de cualidad, del género llamado de la «metáfora genealógica»: filius gehennae, «Hijo de la gehena» o «del infierno» (Mt 23, 15), persona destinada al castigo del infierno es el verdadero significado de esta rara expresión bíblica.

 

RESUMEN PARA REPERTORIOS BIBLIOGRÁFICOS

 

TÍTULO: SIGNIFICADOS Y SIMBOLISMO DE DUO (DOS) Y SUS DERIVADOS EN LA VULGATA

AUTOR: Olegario García de la Fuente

LUGAR: Universidad de Málaga

TÍTULO DE LA REVISTA: Analecta Malacitana, XX, 1, 1997

RESUMEN: Estudio del simbolismo de los números en la Vulgata, con especial referencia a duo (dos) y sus derivados, poniendo de relieve sus significados bíblicos, que representan una novedad con relación a los del latín profano, clásico o tardío

ABSTRACT: Study of the symbolic meaning of numbers in the Vulgate, and in particular the references to duo (two) and its derived forms. The biblical meanings, which result a novelty when compared to those of the profane, classic or late Latin, are emphasised

NOTAS: Simbolismo y significados de duo en la Vulgata latina

DESCRIPTORES: Traducciones de la Biblia latina

KEY-WORDS: Latin Bible Translation

IDENTIFICADORES: Olegario García de la Fuente

PERÍODO HISTÓRICO: Siglo V