INDICACIONES BIBLIOGRÁFICAS DE LIBROS RECIBIDOS, Manuel Crespillo, Universidad de Málaga (Publicado en Analecta Malacitana, XX, 2, 1997, págs. 789-863)

 

ACTAS Y HOMENAJES

Fernando Wulff Alonso y Gonzalo Cruz Andreotti (eds.), Historia Antigua de Málaga y su Provincia, Arguval, Málaga, 1996, 418 págs.

    Editado por Fernando Wulff Alonso y Gonzalo Cruz Andreotti, el presente libro es a la vez una historia de Málaga y su provincia en la Antigüedad y las Actas de un Congreso que se celebró en octubre de 1994 en Málaga. Un primer apartado se ocupa de las culturas y procesos fundamentales de la historia de Málaga en la Antigüedad: fenicios (VIII–VI a. C.) y cartagineses (VI a. C. en adelante), los indígenas en los primeros siglos de la historia de Málaga, la conquista romana y la integración de sus territorios en el sistema municipal romano, hasta llegar al progresivo final (siglo V d. C.) de la autoridad romana sobre la Península, y más tarde la presencia bizantina, a la que sigue el poder godo hasta el 711. El segundo apartado comprende determinados estudios monográficos: cerro de la Tortuga, economía en la zona costera, etc. El tercer apartado comprende las fuentes para la historia antigua de Málaga, entre las que se resalta la importancia de las fuentes literarias. El cuarto apartado, la tradición clásica, establece la necesidad de tener presente la actualidad permanente de la cultura antigua en la tradición occidental. Por último, el quinto apartado se dedica a la difusión y conservación del Patrimonio Antiguo.

 

Jesús Paniagua Pérez y Mª Isabel Viforcos Marinas (coords.), Claustros leoneses olvidados (Aportaciones al monacato femenino), Universidad de León, 1996, 426 págs.

    Los veintisiete trabajos que componen este precioso libro nacieron de un congreso que sobre monacato femenino se celebró en la Universidad de León en 1992. Sus editores, Jesús Paniagua Pérez y Mª Isabel Viforcos Marinas, encuentran varios motivos para hablar de monacato femenino: «En primer lugar, la evidencia de que el monacato resulta clave esencial en la historia de León, prácticamente en todos los aspectos sectoriales, biográficos y de mentalidad que se quieran abordar; en segundo lugar, esta opción de vida fue, durante siglos, para la mujer la única alternativa al matrimonio, una alternativa en muchas ocasiones mucho más liberadora, si tenemos en cuenta la concepción tradicional de la familia y los negativos juicios de que era acreedora la condición femenina; en tercer lugar, la época en la que se centran el grueso de las investigaciones —Edad Moderna y Contemporánea— rompe con el medievalismo en que hasta hace no muchos años se había encorsetado tanto la historia leonesa, como la del monacato; y, por último, se busca contribuir a sufragar una deuda histórica con nuestros claustros más olvidados, uniéndonos así a las iniciativas restauradoras y a los esfuerzos modernizadores que se están llevando a cabo en algunos de ellos, a iniciativa unas veces de sus abadesas y otras de personas amantes de la cultura leonesa y de la vida monástica. Muchos son los monasterios que pueblan y han poblado nuestra geografía: benedictinas, cistercienses, premostratenses, concepcionistas, agustinas, franciscanas, jerónimas, etc. Todas estas comunidades han jugado su papel en nuestra historia, y sus archivos y monasterios —hoy día casi olvidados, cuando no desaparecidos o en peligro de perderse— encierran una buena parte de las claves documentales, artísticas y culturales de esta provincia, con toda su carga de grandezas y mezquindades. El monasterio es un auténtico microcosmos en el que se reproducen, muchas veces amplificadas por su cerrada estructura, todas las tensiones y pasiones humanas, desde las más sublimes a las más innobles. Por eso, junto a ejemplos de extrema virtud y renuncia, podemos encontrar un submundo de rencillas, envidias, luchas de poder y desvirtuación del espíritu reglar, nutrido, en no pocas ocasiones, desde el exterior de los claustros y favorecido por la concepción, todavía imperante en algunos sectores de la Iglesia, de la mujer —la monja—, como un ser menor de edad y necesitado de permanente tutela. Por otro lado, ya no estamos ante los florecientes monasterios medievales, ni siquiera ante los todavía prestantes de los siglos XVI y XVII, cuando Corona y nobleza se volcaban en su protección, mediante donaciones de tierras y limosnas, fundaciones de capellanías o concesiones de privilegios. En nuestro mundo actual la crisis se ha instalado en los claustros femeninos: la mayoría arrastran una precaria vida económica; las iglesias y dependencias monásticas no pueden ocultar el paso del tiempo; sus comunidades, además de reducidísimas, están envejecidas y son pocas las monjas que pueden dedicar su vida a tareas intelectuales o que, por su formación, son capaces de comprender la importancia de rescatar del olvido su propia historia; una historia real, auténtica, fundamentada en fondos archivísticos y en análisis desapasionados y críticos». Los artículos se han estructurado en cinco grupos: 1. Generalidades sobre el monacato femenino en León. 2. Cistercienses y benedictinas. 3. Concepcionistas. 4. Clarisas. 5. Otros.

 

Giuseppe Grilli (ed.), Actas del II Congreso Internacional de la Asociación de Cervantistas, Societá Editrice Intercontinentale Gallo, Nápoles, 1995, 942 págs.

    Las Actas del II Congreso Internacional de la Asociación de Cervantistas celebrado en Nápoles en 1994 se han estructurado en ocho grandes secciones. La primera, que es la más heterogénea, comprende aportaciones sobre aspectos biográficos, Viaje del Parnaso, Poesía y Teatro. Lo más destacable de esta primera sección concierne a la Bibliografía. Encarnación Sánchez García, del Istituto Universitario Orientale di Napoli describe «El fondo cervantino (siglos XVII-XIX) de la Biblioteca Nazionale “Vittorio Emanuele III” de Nápoles» y Joseph L. Laurenti, de la Illinois State University, hace lo mismo en su «Presencia de Cervantes en la Newberry Library de Chicago: los Quijotes del siglo XVIII», donde por primera vez se describen rarísimas ediciones y traducciones del siglo XVIII del Quijote, propiedad de la Biblioteca Newberry. La segunda sección está dedicada a la Galatea y la tercera y cuarta al Quijote. En los temas generales de la tercera sección Sebastian Neumeister escribe sobre «Los encantadores y la realidad del mundo de Don Quijote» y defiende que Don Quijote adapta a sus fines la confrontatio textuum de los teólogos, científicos y humanistas de su época. La sección quinta se dedica a las Novelas ejemplares y la sexta al Persiles. Aquí el profesor Molho, tristemente fallecido, escribe «Filosofía natural o filosofía racional: sobre el concepto de Astrología en los Trabajos de Persiles y Segismunda». La sección séptima versa sobre Ecos e Influencias y la octava sobre Cervantismo. De todos estos trabajos el que más me gusta es el de Santiago López-Ríos Moreno y J. M. Herrero Massari, quienes escriben «La polémica del Quijote como libro de lectura en España (1900–1920)» en el que se reconstruye el debate suscitado entre pedagogos, maestros, periodistas y escritores a principios de siglo sobre la lectura obligatoria del Quijote en las escuelas españolas. Se revisan las disposiciones gubernamentales, las estrategias editoriales y los fundamentos pedagógicos que lo sustentan.

 

Autores varios, El cortejo de Afrodita (Ensayos sobre literatura hispánica y erotismo) (ed. de Antonio Cruz Casado), Anejo XI de Analecta Malacitana, Málaga, 1977, 320 págs.

    En el Cortejo de Afrodita se afrontan con una perspectiva histórica diferentes asedios a parcelas poco conocidas o desigualmente explicadas de la literatura erótica hispánica, los cuales abarcan un extenso espacio cronológico que va desde Alfonso X el Sabio, y las curiosas referencias que se documentan en la obra del mismo a las piedras y su valor mágico-erótico, hasta la literatura de nuestros días. Parodias, equívocos, cancioneros, sexualidad y mística, incluyendo el momento psicótico del acto perverso, hacen de El cortejo un libro imprescindible para quienes deseen ver de otra manera algunos de los hitos más destacados de la literatura hispánica de todos los tiempos. En estos Ensayos sobre literatura hispánica y erotismo un nutrido grupo de estudiosos reunidos en Lucena del 11 al 13 de noviembre de 1994 abordaron el fenómeno considerado desde una manifiesta voluntad de interdisciplinariedad. Pero lo más importante es que la teoría se constituyó, en cada caso, no sólo en soporte instrumental para un adecuado desentrañamiento de los temas abordados, sino, ante todo, en objetivo esencial para el repensamiento de una extensa parcela de la literatura hispánica. La nómina de participantes fue la siguiente: Francisco Márquez Villanueva, José Lara Garrido, Víctor Infantes, Lily Litvak, Daniel Eisenberg, Carlos Castilla del Pino, Juan Pedro Gabino, Manuel Lara Cantizani, Manuel Gahete Jurado, Miguel Ángel García García, Marcial Rubio Árquez, Pura Fernández, Matilde Galera Sánchez, Claire N. Robin, Antonio Cruz Casado, Manuel Galeote, Juana Toledano Molina, Javier Barreiro, Joaquín Roses, Cristina Bravo, Selena Millares.

 

Juan Carlos Ara Torralba y Fermín Gil Encabo (eds.), El lugar de Sender (Actas del I Congreso sobre Ramón J. Sender), Instituto de Estudios Altoaragoneses, Huesca, 1997, 760 págs.

    Este libro recoge las actas del Primer Congreso sobre Ramón J. Sender, celebrado en Huesca del 3 al 7 de abril de 1995, con el que el Instituto de Estudios Altoaragoneses quiso estudiar al escritor de Chalamera. En estas jornadas se pudo contar con la recapitulación bibliográfica (Espadas), la revisión global de su biografía (Vived) y de hitos significativos como su participación en la guerra (Pini), el análisis de las etapas iniciales tanto de su formación periodística (Dueñas) como de sus primeras novelas (Collard), el tan apasionante como controvertido Sender político (Elorza), la sustancial impronta del exilio en la cotidianidad epistolar (Caudet) y en el tratamiento de los temas americanistas (Vásquez), la magnitud y riqueza de lo simbólico (Ressot), el peso y trascendencia de su peculiar mitología (Serrano), la interpretación de las épocas más recientes y menos atendidas de su labor creadora tanto en la evolución de su escritura (Jones) como de su pensamiento (Mainer), la reflexión sobre el oficio del escritor (Carrasquer) y las razones para la vigencia de un clásico (Savater). A todas estas ponencias habría que añadir treinta y nueve comunicaciones. Al final del volumen se transcriben las notas testimoniales de Ildefonso-Manuel Gil y de Javier Tomeo, así como la carta de adhesión de la hermana de Sender, Asunción, y las conmovedoras palabras de Ramón Sender Barayón, hijo del escritor, que clausuraron emotivamente el Congreso.

 

José Romera Castillo, Francisco Gutiérrez Carbajo y Mario García-Page (eds.), La novela histórica a finales del siglo XX, Visor Libros, Madrid, 1996, 440 págs.

    La novela histórica a finales del siglo XX recoge las sesiones plenarias, las ponencias y comunicaciones expuestas en el v Seminario Internacional del Instituto de Semiótica Literaria y Teatral de la uned, celebrado en Cuenca del 3 al 6 de Julio de 1995. Se recogen las ponencias de Maryse Bertrand de Muñoz, Mª del Carmen Bobes Naves, Germán Gullón, Miguel Herráez, Juan Oleza Simó, José María Pozuelo Yvancos y, para que no falte, de Carlos García Gual, a quien el lector avisado encontrará en casi todos los acontecimientos culturales —periódicos, jornadas, seminarios, congresos, conferencias— sin tener a veces, como en el caso del presente libro, nada que decir sobre el tema.

 

Carmen Alemany, Ramiro Muñoz y José Carlos Rovira (eds.), José Martí: Historia y literatura ante el fin del siglo XIX, Universidad de Alicante, 1997, 266 págs.

    José Martí avanza desde la tradición de la independencia cubana hasta nuestro siglo como figura esencial de la literatura y de la historia, de la que fue uno de sus protagonistas principales. Vinculado a los orígenes del modernismo y a la reflexión sobre la identidad de Cuba y de Latinoamérica, el presente libro reproduce las actas de un coloquio internacional con el que se conmemoró en Alicante en marzo de 1995 el centenario de la muerte de José Martí, fallecido en mayo de 1985 en la batalla de Boca de Dos Ríos, combatiendo al ejército colonial: «Martí, figura central de la independencia cubana, significa también, junto a este preciso valor histórico, una intensa creación literaria perfilada por su condición de precursor del Modernismo, y una duradera reflexión ensayística, simbolizada por el concepto de “nuestra América”, que crea y define una perspectiva latinoamericana de contraposición a la otra realidad del continente, la anglosajona. Este conjunto de significados fueron base para la organización de un encuentro en el que la literatura, la historia y las ideas del final del siglo XIX se debían dar la mano para avanzar en la perspectiva de revisar la actualidad de Martí, revisión que queríamos desde el primer momento estuviera al margen de las mitificaciones y los falsos debates que su figura ha soportado». Roberto Fernández Retamar, Teodosio Fernández, Ivan A. Schulman o Andrés Sorel estudian aspectos generales. Varela Jácome o Carmen Ruiz Barrionuevo estudian obras literarias concretas como Versos sencillos o los años previos a Ismaelillo. Un tercer epígrafe sobre reflexión histórica y contexto termina de ofrecer la dimensión universal de una figura como la de José Martí.

 

[Autores varios], El cambio lingüístico en la Romania (ed. de Emilia Anglada y María Bargalló), Pagès Editors, Lleida, 1990, 126 págs.

    Este libro se refiere a un ciclo organizado en la Facultad de Letras del Estudi General de Lleida del 21 al 24 de marzo de 1988. Los organizadores pensaron que la noción de «cambio lingüístico» recubría un campo de fenómenos muy amplio, cuyo tratamiento nos haría incidir no sólo en enseñanzas que la Sección imparte, como Historia de la Lengua, Gramática Histórica y Lingüística Románica, sino también en otros estudios que, teniendo por objetivo la variación lingüística, priman aspectos metodológicos de diverso orden; se referían a estudios de Sociolingüística, Dialectología, Etnolingüística. Tras la presentación de Emília Anglada y María Bargalló, los intervinientes fueron Manuel Ariza, «Diacronía de las consonantes labiales sonoras en español», Eugenio Coseriu, «El latín vulgar y el tipo lingüístico romance», Francisco Marsá, «Vida del nombre propio», Emma Martinell, «Visión del cambio léxico en las crónicas de Indias», Margherita Morreale, « “Yo fatigo sin rumbo los confines…”: implicaciones verbales y lexicográficas de los latinismos semánticos y su incomprensión en la actualidad», Emilio Ridruejo, «El cambio sintáctico» y R. A. Verdonk, «La importancia de las guerras de Flandes para la neología en los siglos de oro».

 

Autores varios, Comentario lingüístico de textos (ed. de Manuel Crespillo y comp. de Pilar Carrasco Cantos), Anejo VIII de Analecta Malacitana, Málaga, 1997, 298 págs.; Autores varios, Comentario de textos literarios (ed. de Manuel Crespillo y comp. de José Lara Garrido), Anejo IX de Analecta Malacitana, Málaga, 1997, 272 págs.

    El Departamento de Filología Española I y Filología Románica de la Universidad de Málaga viene celebrando desde el año 1991 un Seminario de Lengua y Literatura españolas: el comentario de textos, destinado a alumnos y profesores de Filología Española. Un nutrido y selecto número de especialistas españoles y extranjeros han pasado por las aulas de esta Universidad a dar su particular interpretación de un texto. En el volumen VIII se reúne una serie de comentarios de naturaleza lingüística, y en el volumen IX de naturaleza literaria, rigurosos y útiles por la pluralidad de enfoque y por su variedad temática, correspondientes a los expuestos en las sucesivas ediciones del Curso. La nómina de participantes en el Anejo VIII Comentario lingüístico de textos es la siguiente: José Mondéjar, Manuel Ariza, José Perona, Germán Colón, Emilio Ridruejo, José Mª Enguita, José Polo, José Martínez de Sousa, Salvador Gutiérrez Ordóñez, Mª Antonia Martín Zorraquino, Pedro Carbonero Cano, Ramón Trujillo, Humberto Hernández, Antonio Narbona Jiménez y Luis Cortés Rodríguez. El libro pone de manifiesto las diferentes perspectivas que puede adoptar el que se sitúa ante un texto para comentarlo: el punto de vista histórico (análisis filológico) o el descriptivo (análisis sincrónico), y desde esos dos enfoques metodológicos practicar la tarea del análisis lingüístico de todos o de uno de los niveles lingüísticos: fonético-fonológico y gráfico, morfológico, sintáctico y léxico-semántico, en un texto oral o escrito, de una determinada época, de un determinado nivel lingüístico o de cualquier espacio geográfico. De esta manera se descubrirán en el texto seleccionado las claves del funcionamiento lingüístico dentro del contexto, al tiempo que se destacan los rasgos de cualquiera de los cuatro ejes fundamentales de diferenciación (social, tópico, situacional o estilístico y cronológico) que toda lengua histórica presenta. A su vez, la nómina de participantes en el Anejo IX Comentario de textos literarios es la siguiente: Aldo Ruffinatto, Nicasio Salvador Miguel, Giovanni Caravaggi, Claudio Guillén, Antonio Rey Hazas, Guillermo Serés, Antonio Carreira, Evangelina Rodríguez Cuadros, Blanca Periñán, Mercedes López Suárez, Milagros Arizmendi, Pilar Palomo, Monique de Lope y Carmen Ruiz Barrionuevo. De este libro se puede decir que pocas veces se ha planteado con la clarividencia de las páginas en las que abre Claudio Guillén su colaboración en este volumen el estado actual como el de crisis del comentario o «del comentario sin fe». Porque en ellas se matiza cómo «una crisis puede ser fecunda en la medida en la que reconocemos lúcidamente su existencia», y tal lucidez parece atravesar en el presente los meridianos de un pluralismo crítico. Perfecto correlato de ello es el haz de estudios ahora conjuntados. Reflejan todos la voluntad de trascender, sin negar, su condición de «subsidio didáctico en apoyo de la enseñanza de la Literatura», alcanzando esa «nueva dignidad» que lo aproxima, en palabras de Blanca Periñán, al «comento de los clásicos», pues «hace hablar al texto en toda la complejidad milagrosa que siempre encierra».

 

José Manuel González Calvo y Jesús Terrón González (eds.), IV Jornadas de Metodología y Didáctica de la Lengua Española: Sintaxis, Universidad de Extremadura, Cáceres, 1997, 200 págs.

    Las IV Jornadas de Metodología y Didáctica de la Lengua Española, jornadas que se celebran bianualmente en Cáceres, se dedicaron a la sintaxis. En el prólogo del presente volumen Sánchez Salor explica detalladamente el objetivo de estas Jornadas: «Analizar la oración, sus constituyentes mínimos y sus constituyentes posibles, y las relaciones entre esos constituyentes, lo cual viene a ser el objeto de la sintaxis, en lugar de analizar esos constituyentes individualmente en su forma, independientemente de que entren a formar parte de una unidad superior, cual es la oración, supone un salto cualitativo importante. Salto cualitativo en un doble sentido: en primer lugar, en el sentido de que se trata de pasar de la fonética y morfología a la sintaxis; y en segundo lugar, en el sentido de que se trata del paso de una gramática descriptiva e individual de una lengua concreta, cual es la parte de la gramática correspondiente a la fonética y a la morfología, a una gramática general y teórica, cual es la correspondiente a la sintaxis, o al menos a los esquemas básicos de la sintaxis; efectivamente, cuando se habla de constituyentes necesarios de la oración, de la relación entre esos constituyentes y de dos niveles de análisis, el nivel de base teórico y general y el nivel de uso, pudiendo haber modificaciones entre uno y otro, estamos ante una gramática, no de una lengua concreta, sino ante una gramática teórica y general». Emilio Alarcos escribe «Estructuras ecuacionales», Guillermo Rojo, «Gramática y Discurso», Emilio Montero, «El sistema verbal y las estructuras condicionales y concesivas» y Ricardo Senabre, «Sintaxis y métrica»... Y todo ello hasta un total de ocho participantes (Bonifacio Rodríguez, José Manuel González Calvo, Leonardo Gómez Torrego y Manuel Alvar Ezquerra), alguno de mucho oficio y poco saber.

 

Philologica (Homenaje al Profesor Ricardo Senabre), Universidad de Extremadura, Cáceres, 1996, 620 págs.

    El homenaje al profesor Ricardo Senabre contiene, como es usual en estos tipos de libros, un número variado de contribuciones, algunas de mayor interés filológico y calidad. En lugar de ofrecer una clasificación por materias, el homenaje se dispone en orden alfabético. Tras una nota preliminar de Mª Teresa Rejas Rodríguez, una presentación de Gregorio Salvador, los datos biográficos y la bibliografía de Ricardo Senabre, la nómina de participantes es la siguiente: Francisco Abad, Emilio Alarcos Llorach, Manuel Alvar, Túa Blesa, Jacques de Bruyne, Cristóbal Cuevas, Gaetano Chiappini, Giancarlo Depretis, Francisco J. Díaz de Castro, Aurora Egido, Miguel A. Garrido, José M. González Calvo, Teófilo González Porras, Robert Jammes, Hugo Laitenberger, Fernando Lázaro Carreter, Antonio Llorente Maldonado de Guevara, Francisco Martínez García, José Mondéjar, Eugenio G. de Nora, Roberto Pérez, José Mª Pozuelo Yvancos, Rogelio Reyes Cano, Leonardo Romero Tobar, Andrés Sánchez Robayna, Antonio Sánchez Trigueros, Ignacio Soldevila Durante, Jorge Urrutia, Antonio Vilanova, Darío Villanueva, Sultana Wahnón. Finaliza con un homenaje personal de Pablo Luis Ávila y la Tabula Gratulatoria.

 

ANÁLISIS DEL DISCURSO Y PRAGMÁTICA

Yolanda Rodríguez Cadena, Los semihablantes bilingües: habilidad e interacción comunicativas, Instituto Caro y Cuervo, Santafé de Bogotá, 1996, 190 págs.

    En este libro se pretende «describir y explicar la habilidad comunicativa de la comunidad de semihablantes bilingües Wayúu, a partir del análisis de los contratos de habla y estrategias discursivas que permiten a aquéllos interactuar con el resto de la comunidad guajira. La variedad de comunidades de habla se sustenta en la existencia de situaciones lingüísticas tales como el bilingüismo y el multilingüismo. No obstante, la diversidad se manifiesta en grupos con una sola competencia lingüística y comunicativa, ya que se evidencian variantes como el dialecto, sociolecto, idiolecto, estilo y registro, las cuales verifican una vez más la complejidad de las formas donde se concreta la facultad del lenguaje». En el primer capítulo se proponen los antecedentes teóricos de la situación de bilingüismo; en el segundo se intenta ubicar la comunidad de semihablantes en el contexto general del bilingüismo guajiro, y en el último se registran las estrategias discursivas básicas del grupo. Como es norma común en los trabajos sociolingüísticos, los intereses políticos se «camuflan» con la pedagogía. Al ubicar en la comunidad bilingüe Wayúu el grupo de semihablantes bilingües españoles e interactuar con la comunidad monolingüe hispana, la autora espera que su trabajo sirva a la región guajira, «ya que coadyuvará al mejoramiento de los procesos pedagógicos gracias a una proyección monopragmática del trabajo», al tiempo que servirá a la comunidad hispana (sumándose a otras investigaciones existentes) y a la teoría sociolingüística general.

 

Teun A. van Dijk, Discourse, Racism and Ideology, RCEI Ediciones, La Laguna, 1996, 64 págs.

    Teun van Dijk reflexiona sobre las estructuras y funciones de las ideologías en general y de las ideologías racistas en particular, describiendo cómo aparecen éstas en la escritura y en el habla. Antes que representar posiciones e intereses de grupos dominantes, van Dijk define las ideologías como formas específicas de conocimiento social. Los intereses del grupo se reproducen mediante actitudes y prácticas sociales. Las ideologías racistas resultan favorecidas por varios dominios sociales: inmigración, educación, política, crimen, trabajo, etc. La relación entre representaciones racistas y discursos racistas es indirecta: las estructuras del discurso no están simplemente influenciadas por representaciones sociales.

 

Antonio M. Bañón Hernández, La interrupción conversacional (propuestas para su análisis pragmalingüístico), Anejo XII de Analecta Malacitana, Málaga, 1997, 134 páginas.

    En la presente investigación se ofrece un marco terminológico y conceptual para el estudio pragmalingüístico de la interrupción. A partir de la observación de un conjunto de textos procedentes en su mayoría de medios de comunicación españoles, se reflexiona, en efecto, no sólo sobre las dificultades a la hora de identificar una interrupción, sino también sobre las estructuras básicas que aparecen para representar cada uno de los momentos característicos del proceso. Además, se muestra un especial interés por el análisis de la interrupción en el contexto de la dinámica temático-textual y también por su valoración desde el punto de vista de la cortesía verbal. Para ello Bañón define en primer lugar y establece los tipos y procesos de identificación de la interrupción. Después estudia la estructura sintáctico-pragmática y pragmático-comunicativa del proceso de interrupción. La influencia de la interrupción sobre la dinámica temático-informativa de una interacción (actitud, previsibilidad, relevancia y oportunidad) y la valoración de la interrupción según parámetros de cortesía o descortesía preceden a sus apuntes sobre el aprovechamiento de la interrupción en el cine de Hitchcock.

 

ARTE

José Policarpo Cruz Cabrera, Las fuentes de Baeza, Universidad de Granada, 1996, 296 págs.

    El sistema de abastecimiento urbano de agua —captación de agua, red de cañerías y desagües y la distribución del abasto de aguas con las fuentes— cobró una importancia excepcional en el Renacimiento al renovarse el uso abundante de agua por motivos de higiene. El autor cree, sin embargo, en el estado de abandono de los legados de ingeniería hidráulica y cómo esto bien puede aplicarse a Baeza, pues de su red de abastecimiento general a lo largo del s. XVI sólo se conservan las fuentes exentas de los Leones y Santa María. Precisamente en el capítulo octavo del libro se trata pormenorizadamente de cada una de las fuentes públicas que existieron en la ciudad entre los siglos XVI y XVIII, entre las que destaca el complejo de las Fuentes de la mina del Moro y las Fuentes de la mina del Arca del Agua. Salvo las más relevantes por su valor artístico y monumental, muchas de ellas «han desaparecido por completo, si bien aún a finales del siglo XIX señalaba su existencia el historiador local don Fernando de Cózar: “El casco de la población […] cuenta 10 fuentes de vecindad, con depósitos y grifo, y 3 de caño permanente [las del Moro, Cañuelo y Leones] que llevan su caudal a buenos pilares destinados a las caballerías”». Un estudio de las fuentes públicas y la vida urbana, así como varios apéndices documentales completan el estudio reseñado.

 

Purificación Marinetto Sánchez, Los capiteles del Palacio de los Leones en La Alhambra, Universidad de Granada, 1996, 574 págs.

    Este libro se encuadra en un viejo proyecto, del que fue pionero Féliz Hernández Giménez, consistente en la confección de un «corpus de capiteles hispanomusulmanes». Autores alemanes y franceses se han ocupado de series limitadas de capiteles de un período o de los ejemplares conservados en un monumento, como por ejemplo la mezquita Kutubiyya de Marrãkuš. Purificación Marinetto ha estudiado el capitel en el período nazarí, siglos XIII-XV, y ha desarrollado en trabajos monográficos diversos el capitel bajo los períodos artísticos del emirato, califato, taifas, almorávide, almohade y nazarí en la Península Ibérica. Antonio Fernández Puertas recuerda en la introducción de este libro que la autora, quien había publicado ya en microficha en 1984 en la misma Universidad de Granada El capitel en el palacio de los Leones, había estudiado los mil quinientos setenta y seis ejemplares de dicho palacio, tras haberlos fotografiado, analizado con todo detalle en centenares de dibujos a tamaño natural o mitad de escala, y estudiado por escrito uno por uno los capiteles señalando sus variantes, escuela, calidad, si fue producto de uno de los maestros o de un discípulo de su correspondiente taller etc., así como ponerlos en su contexto histórico-evolutivo, en el arquitectónico y en el estético del período abarcado. El presente libro es aún un estudio más completo: «La autora publica aquí el elenco completo del palacio del Riyãd —hoy llamado de los Leones—, dando además gran cantidad de ejemplares del período nazarí y de los anteriores para poder emplazar en el tiempo y en el lugar los capiteles nazaríes de este palacio. De suma importancia es que la autora empieza a hacer el exhaustivo “Corpus” de capiteles —que en un futuro podremos tener completo—, desde su último período de tres siglos en Al-Andalus, del que trata en este libro fundamentalmente, tras dar su génesis y evolución con el detalle requeridos en las etapas artísticas precedentes desde la del emirato. En otra publicación, que prepara, se ocupa de los restantes capiteles del período nazarí, con lo que tendremos completo el estudio del tercer período del dominio hispanomusulmán, el de la dinastía nazarí (1232–1492)».

 

José Castillo Ruiz, El entorno de los bienes inmuebles de interés cultural, Universidad de Granada, 1997, 554 págs.

    Escribe Ángel Isac, en el prólogo que sirve de portada al presente texto, que «los capítulos que forman el libro de José Castillo permiten abordar en profundidad numerosos aspectos del problema histórico, teórico y metodológico, que durante muchas décadas ha planteado la definición conceptual del entorno de los edificios monumentales y su instrumentalización como medio eficaz e inevitable para garantizar la protección y conservación de bienes inmuebles, de acuerdo con los principios de la tutela moderna del Patrimonio. Así, en el primer capítulo se recorre la evolución del concepto de entorno, desde sus primeras formulaciones en el marco de la teoría de la restauración del siglo XIX, hasta la más reciente doctrina internacional; en la segunda parte se examina el modo en que la legislación española ha ido incorporando nociones que implican el reconocimiento de ciertos valores localizados fuera, pero próximos al monumento, hasta llegar a la situación actual de máxima importancia otorgada por la legislación nacional y autonómica; la tercera parte ofrece el gran interés de un análisis comparativo con el tratamiento que la legislación francesa e italiana han dado al mismo problema: definir el concepto de entorno y crear los instrumentos que hagan más eficaz su utilización en la compleja y difícil gestión de la tutela de los bienes inmuebles de interés cultural. La última parte del libro aborda de manera más concreta los problemas metodológicos derivados del precepto jurídico, y las propuestas que han sido formuladas y desarrolladas en distintas administraciones autonómicas con competencias en materia de Patrimonio».

 

AUTOBIOGRAFÍA

José Saramago, Cuadernos de Lanzarote (1993–1995), Alfaguara, Madrid, 1997, 656 págs.

    José Saramago trasladó su residencia a Lanzarote a comienzos de 1993. Este libro es el resultado de su esfuerzo por retener el tiempo desde entonces. Como dice el propio Saramago, se trata de «contar los días con los dedos y encontrar la mano llena». Cuadernos de Lanzarote no es un libro de memorias, ni un conjunto fragmentario de reflexiones. En sus páginas encontramos el día a día del escritor, la explicación de sus opiniones y de su relación con nuestro tiempo, las preguntas y respuestas inevitables en un hombre que ha hecho de la actividad creadora un oficio y un estilo de vida. Al comentar Cuadernos de Lanzarote, José Saramago apela a la reflexión cotitiana y filosófica de Ortega: «Yo soy yo y mi circunstancia». Saramago se convierte en yo expuesto y dialogante, circunstancia y universo que se enriquecen, con la excusa de un cuaderno, obsequio de unos amigos, día a día. La nómina de figuras que se evocan, recrean y retratan en estas páginas es inabarcable. Desde Antonio Tabucci hasta Octavio Paz; desde Salman Rushdie hasta Vargas Llosa o Graham Greene. Sin olvidar a multitud de creadores lusitanos que encabezados por el desasosegado Fernando Pessoa y su no menos arrebatador Ricardo Reis —cuyos poemas caracterizan los primeros encuentros de Saramago con el mundo pessoano—, inducen a explorar un ámbito literario de insólita riqueza. Todo ello se entrelaza con el sentido que adquieren en las notas diarias de los Cuadernos de Lanzarote personalidades como Jorge Luis Borges, Jorge Amado, Gonzalo Torrente Ballester o Ernesto Sábato, por recoger algunos de los nombres más citados, mientras se perfila el viaje ibérico y sin retorno del autor de La balsa de piedra. Tal como reza en la octavilla con que Alfaguara difunde Los Cuadernos: «En Lanzarote, Saramago indaga acerca de la libertad, el tiempo, la literatura y la vida. Irónico, riguroso, pero ante todo lúcido, este diario plantea un nuevo capítulo de la “meditación sobre el error” que constituye en su conjunto la obra de Saramago: la vida es una confusión donde la verdad, como la propia vida, resulta frecuentemente humillada. No obstante, al mismo tiempo descubre facetas de su labor literaria y de su itinerario vital donde la presencia del autor de ficciones narrativas participa de las dudas del poeta, del filósofo, del político, del científico, del crítico, del viajero, del testigo humilde, apesadumbrado o desbordado por los recuerdos o las noticias de última hora. Aprovechando la primera persona del singular, como en un desengaño de sí mismo que pretende contemplar con la necesaria distancia, Saramago se entrega a la tarea épica de averiguar paso a paso la identidad de la especie. Al obrar de este modo ejecuta un movimiento que lo deposita de nuevo en el ámbito de la novela, donde su maestría como recreador de épocas y conflictos concretos ha quedado repetidamente de manifiesto. Por esta razón, en tanto se entrega a la tarea de componer su Ensayo sobre la ceguera, cuya génesis y avance anota con una minuciosidad gratificante y ejemplar, retorna una y otra vez a los misterios y problemas con los que tuvo que enfrentarse al concebir y desarrollar obras como El año de la muerte de Ricardo Reis, Memorial del convento, Historia del cerco de Lisboa, El Evangelio según Jesucristo o Casi un objeto, títulos que designan los más destacado de su amplia producción. Queda así trazado en Cuadernos de Lanzarote un itinerario vital y artístico que documenta con humanidad el pasado con la misma fuerza con que refleja el presente, para asomarse a lo próximo, un nuevo interrogante sobre la obstinación de la vida que conjura la indiferencia y el tedio del no ser».

 

Marguerite Yourcenar, Recordatorios, Alfaguara, Madrid, 1997, 368 págs.

    En los años 70 leí por pimera vez a Marguerite Yourcenar, concretamente sus Memorias de Adriano. Aprendí entonces que la autora belga —nacida en Bruselas en 1903— había enseñado literatura francesa en Estados Unidos, que había traducido al francés a Virginia Woolf, a Henry James, a Constantin Kavafis. Supe de su amor por Flaubert, conocí a través de su escritura que hubo un momento decadente, el de la Grecia alejandrina, en el que los dioses ya no estaban, pero en el que el judaísmo aún no nos había regalado a Cristo. Conocí su devoción por la historia. Y en aquel tiempo se grabó en mí para siempre que Recordatorios —la primera entrega de una autobiografía que con Archivos del Norte y ¿Qué? La eternidad componía la trilogía El laberinto del mundo— era una novela histórica, pero también un libro de memorias, en el que Marguerite y su familia son los protagonistas principales. Un modo extraordinario de aliar la literatura y la vida. Ahora lo edita Alfaguara en esta colección de bolsillo. Un espléndido regalo.

 

BIOGRAFÍA

W. W. Meissner, Ignacio de Loyola (Psicología de un santo), Anaya & Mario Muchnik, Madrid, 1995, 594 págs.

    Esta obra va más allá de los acontecimientos, de los informes y documentos sobre la vida y la experiencia religiosa de Ignacio de Loyola con el fin de entrar en su mundo interior y conprenderlo. Es el psicoanálisis de un santo. Meissner escribe comprensivamente sobre los orígenes de Ignacio, sus primeros cambios, su conversión, sus años de plegaria y penitencia, su enseñanza mística y su carrera, y finalmente sobre sus esfuerzos para fundar y dirigir la Compañía de Jesús. Meissner no sólo confronta la vida de Ignacio con el trasfondo del radicalismo religioso y social y la agitación política del siglo XVI, sino que penetra en la exploración del proceso interno físico y psicodinámico que transformó al hombre en santo. Meissner habla, por ejemplo, de las duras pruebas de cuerpo y espíritu a que se sometió Ignacio durante su época de soldado, de la experiencia de su conversión y la consiguiente evolución de su personalidad, de sus relaciones con las mujeres, de la lucha que mantuvo durante toda su vida para vencer sus impulsos agresivos, narcisistas y libidinosos, y de la psicología patológica de su misticismo. Su compleja personalidad y la profundidad de sus batallas personales y espirituales muestran aspectos significativos sobre la complicada interacción entre las motivaciones y las necesidades humanas, por una parte, y la experiencia religiosa y la motivación espiritual, por otra.

 

Ignacio Jericó Bermejo, El Maestro Fray Juan de Guevara, Revista Agustiniana, Madrid, 1997, 92 págs.

    El agustino Pedro de Aragón (ca. 1546–1592), natural de Salamanca, estudió en las Universidades de Salamanca y Huesca, en donde obtuvo el título de Maestro en Teología para comenzar su actividad docente en la Universidad de la Ciudad del Tormes, primero en la cátedra de Escoto (1576–1582) y luego en la de Súmulas (1582–1592). Sin embargo, la fama de Pedro de Aragón reside en haber escrito dos libros (1584–1590) con los comentarios a la Secunda Secundae del Aquinate. El primero se centra en la fe, la esperanza y la caridad, y el segundo en la justicia y el derecho. Ignacio Jericó ha compuesto la primera biografía en castellano de Pedro de Aragón, eminente teólogo, moralista y jurista del siglo XVI y miembro de la Escuela de Salamanca.

 

DIARIOS

Andrés Sánchez Robayna, La inminencia (Diarios, 1980–1995), FCE, Madrid, 1996, 314 págs.

    La inminencia es, a decir de su autor, el poeta y profesor tinerfeño Andrés Sánchez Robayna, una posible «variante de la escritura diarística» en la que no hay confesión ni relato del propio autor, sino una especie de Memorial en el que la ausencia de tiempo y la experiencia de la detención envuelven los años que transcurren entre 1980 y 1995, en que se entremezclan sucesos ordinarios, cotidianos, con reflexiones poéticas sobre el arte, situaciones artísticas o el simple acto de escribir. Lo fugaz y lo permanente, el azar y la necesidad. Sánchez Robayna puede anotar lo mismo una estancia en Barcelona en septiembre de 1983 que el suicidio de Deleuze en noviembre de 1995 o sus recuerdos sobre Lucrecio y la importancia de Lógica del sentido. Pero además las reflexiones sobre el tono como rasgo constitutivo del poema, o la traducción de The Prelude de Wordsworth o los comentarios de Paul de Man a la «retórica de la temporalidad» o Eliot y su ensayo sobre Dante o la posesión del espíritu del Ion platónico, etc. No estamos, pues, ante el Diario que historia acaeceres sino ante la reflexión detenida en el tiempo. El autor nos advierte de un lenguaje que no sólo inventa y traduce sino que nos sumerge en un enigma, el de su capacidad para inventar, traducir y recordar: «Hace tiempo que sabemos que ese enigma constituye la razón de ser del poeta; que ese enigma, en definitiva, es el que señala las “relaciones del espíritu irrebatible” —digámoslo con palabras de R. Mª Rilke— y el mundo que se alza ante él, casi nunca apresable en su sentido profundo salvo cuando lo invisible se muestra. Es, pues, en esa irrenunciable dimensión de aventura espiritual en la que cobra sentido la búsqueda que estas páginas se propusieron en su mismo nacimiento. Construcción y memoria: dejamos testimonio o recuerdo de nuestro propio mundo al mismo tiempo que lo construimos. Y esa construcción es, por encima de todo, obra del espíritu». Éste es el sentido de la inminencia: la espera en la que la letra cobra forma. Espera y esperanza, y deseo.

 

ENSAYO

Johann Wolfgang von Goethe, Teoría de la naturaleza (ed. de Diego Sánchez Meca), Tecnos, Madrid, 1997, 252 págs.

    Se trata de una selección de textos extraídos de las obras científicas del poeta alemán. Aunque estos ensayos son menos conocidos que las obras poéticas y literarias de Goethe, son de un gran interés, no sólo por la valoración que la crítica científica contemporánea ha hecho de ellos, sino también porque evidencian analogías esenciales con el conjunto de su obra literaria. De hecho, la investigación sobre la naturaleza que Goethe lleva a cabo a lo largo de toda su vida contiene las claves para penetrar en los secretos más profundos de su personalidad y de las grandes figuras de su mundo poético y literario. Entre los temas que desarrollan los textos que aquí se ofrecen —tal como se indica en la cuarta de cubierta— destacan el de la formación y transformación de las naturalezas orgánicas; las relaciones estructurales entre ciencia y arte; la configuración del método morfológico, y una concepción de la ciencia que, en contraste con la de Newton, expresa un pensamiento filosófico que habrá de influir poderosamente en los románticos y en autores como Schopenhauer y Nietzsche. Su idea de la vida como fenómeno originario del poder creador que todo lo mueve, su concepción de la verdad como vínculo entre individuo y totalidad, y su comprensión de la existencia humana como dialéctica de destino y libertad, abren paso a un pensamiento de la naturaleza y del hombre en una clara percepción del carácter fragmentario de la modernidad. La edición es del profesor Diego Sánchez Meca, uno de los mejores conocedores españoles de la filosofía alemana contemporánea y de sus relaciones con la literatura. Traducido y anotado por él mismo, Sánchez Meca lamenta en su Estudio preliminar que «cuando se presta atención a los escritos científicos de Goethe, un rostro poco conocido de éste se nos muestra. No del insigne poeta y dramaturgo, capaz de suscitar tanta admiración y entusiasmo como para poder ejercer un indiscutido reinado literario que dura ya dos siglos, sino el de un hombre obsesionado por penetrar en el secreto del “orden móvil” de la vida, de la síntesis viviente de necesidad y libertad, que busca sin descanso el modelo teórico capaz de captar las regularidades ideales en el devenir temporal de las metamorfosis de las formas».

 

[Autores varios], El ensayo español: de Jovellanos a Larra (1781–1873) (ed. de José Pallarés Moreno), Ágora, Málaga, 1995, 226 págs.

    Este libro es una selección de escritos aparecidos entre 1781 y 1837. Sigue una ordenación cronológica, y recoge muestras de los «Discursos» de El Censor, de Jovellanos, el más señero quizá de nuestros ilustrados y uno de los motores ideológicos de esa empresa colectiva que fue El Censor, de la prosa de viaje de Moratín, de los escritos autobiográficos de Blanco White y de los Artículos de Larra, el periodista heredero de la Ilustración que supo convertirse en uno de nuestros clásicos de mayor vigencia. Se ofrece así un panorama significativo de las diferentes orientaciones de la prosa ensayística moderna, en los momentos en que está surgiendo como tal. En la Introducción, José Pallarés presenta y valora estos escritos, destacando su significación histórica y sus características formales.

 

Josefina Bueno Alonso, Imágenes de mujer, Universidad de Alicante, 1996, 126 págs.

    El siglo XIX ha sido la época en la que más se ha explotado la imagen femenina en las diferentes manifestaciones del arte. Este texto, a decir de Josefina Bueno, toma como objeto de estudio los diferentes modelos de mujer que el imaginario masculino ha recreado en las artes: «Hablamos de una mujer que es generadora de escritura, un ser observado y pasivo y en ningún caso activo. Aunque se trata de un estudio plural (en el que aparecen varios escritores) y variado (por su interdisciplinariedad), centraremos la atención en la segunda mitad del siglo XIX y más concretamente en el escritor francés Jules Barbey d’Aurevilly por cuanto su figura ha quedado minimizada en el panorama literario del siglo XIX». Personajes bíblicos como Eva o Judith, o el mítico nombre de Salomé encarnan los dos arquetipos femeninos en torno a los cuales ha girado la imagen de la mujer: ángel o demonio con sus respectivos modelos pictóricos de la Madona o Venus. A partir de la segunda mitad del siglo, el imaginario femenino alcanza formas artísticas que han enriquecido la obra literaria y le han otorgado una dimensión plural. Ya que la presencia de la mujer en un texto evoca más que afirma, se ha puesto el acento en lo visual. Basando su descripción desde el punto de vista de las artes plásticas —pintura y escultura—, se crea un terreno ambiguo en el que se encuentran la literatura y la pintura para ayudarse mutuamente en la creación de un texto interdisciplinar. El gran valor de este libro reside en que no trata de fundar una crítica feminista para denunciar la falta de adecuación a la realidad que tienen las modelos femeninos, aun cuando reconozca que «gran parte de los símbolos e imágenes que invadieron los fantasmas de los hombres en el siglo XIX se debieron a factores históricos y sociales que encontraron en la literatura y en las artes en general el campo idóneo para expresarse».

 

Francisco Valdés, Letras (ed. de José Luis Bernal), Editora Regional de Extremadura, Mérida, 1993, 200 págs.

    Francisco Valdés (don Benito 1892–1936) configura de manera fundamental y singular —junto a algunos otros nombres— el difuso, anómalo y deslabazado predio del regionalismo vanguardista extremeño. Fue, como lo llamara Eugenio Frutos, un «extremeño universal», capaz de aunar su formación exquisita y su vida intelectual activa, en consonancia con el bullicioso panorama cultural europeo de entreguerras, con una biografía íntima apegada a su tierra y a su gente. Sus textos, poco conocidos, muestran a un hombre sensible y sencillo, de una sencillez profunda, y al mismo tiempo culto y exigente, hondamente preocupado por la rehabilitación intelectual de Extremadura. Letras es un magnífico ejemplo de la prosa cuidada, de la capacidad ensayística, de la universalidad de intereses de Francisco Valdés, así como un verdadero modelo del poder galvanizador, transformador y revitalizador de la lectura. Bien anotado y editado por José Luis Bernal, este volumen es el número 10 de la excelente colección Rescate.

 

José Luis Sánchez Matas, El Festival del Teatro Clásico de Mérida, Editora Regional de Extremadura, Mérida, 1991, 246 págs.

    Sánchez Matas describe el sentido del festival de teatro clásico de Mérida. Para ello hace un recorrido que se inicia con la leyenda del lugar de las Siete Sillas, sobre cuyo misterioso contenido nadie se pone de acuerdo, y termina en el descubrimiento del propio escenario del teatro en 1915 y su materialización en 1933. Sánchez Matas analiza la prehistoria siguiendo crónicas periodísticas de la época publicadas en El Correo Extremeño. Una traducción para Margarita Xirgu de la Medea de Séneca llevada a cabo por Miguel de Unamuno, da pie al nacimiento de las representaciones en el teatro romano de Mérida el 18 de junio de 1933. Una semana más tarde, el 24 de junio, en un artículo del diario Arriba, cuenta Unamuno cómo la llevó a cabo: «La desenterré de un latín barroco para ponerla, sin cortes ni glosas, en prosa de paladino romance castellano, lo que ha sido también restaurar ruinas […] Pretendí con mi versión hacer resonar bajo el cielo hispánico de Mérida el cielo mismo de Córdoba, los arranques conceptistas y culteranos de Séneca, pero en la lengua brotada de las ruinas de la suya». Tras las representaciones de 1933 y 1934, el año 1935 y la guerra civil posterior el entusiasmo inicial se aminoró bastante. Nada menos que un paréntesis de más de diecinueve años, los que van desde el 9 de septiembre de 1934 al 8 de noviembre de 1953, tuvo inmerso en el silencio al Teatro Romano de Mérida. Salazar, un director procedente del teu de Murcia (teatro universitario ligado al famoso seu del régimen franquista) inyecta de nuevo la vida en el teatro con el montaje de una Fedra. Las Nubes, otra vez Medea, después Edipo, Hipólito, y Tamayo, Pemán, el joven Paco Rabal —director, autor, actor— y la compañía Lope de Vega ocupando otra vez el Teatro confieren un nuevo tiempo de esplendor, antesala de una nueva crisis entre los 60 y 70, concretamente hasta 1974, en el que los Festivales de España se adueñan de la representación. Después de 1974, la situación política actual, y el valor primordial concedido al Teatro Romano por la Junta de Extremadura en su planificación cultural, han hecho vivir una tercera época llena de esplendor donde los clásicos españoles y grecolatinos han ocupado el lugar más relevante. La riqueza de los Apéndices, notas e ilustraciones, la generosidad en el tratamiento del papel, convierten al libro de Sánchez Matas en un instrumento imprescindible para conocer todo lo referente al monumental Teatro Romano de Mérida.

 

José Ortega y Gasset, Ensayos escogidos, Taurus, Madrid, 1997, 218 págs.

    Los cuatro ensayos aquí reunidos —Notas del vago estío, Las dos grandes metáforas, Prólogo a «veinte años de caza mayor» del conde de Yebes y Prólogo a «aventuras del capitán Alonso de Contreras» son, como dice Pedro Laín Entralgo en la introducción al volumen, reacciones teóricas y literarias ante realidades que el curso temporal de la existencia ha ido poniendo ante los ojos del autor: los castillos ruinosos de una ruta española, el recuerdo de un filósofo con motivo de su centenario, la petición amistosa de un prólogo, la lectura de unas memorias casi olvidadas; todos, por añadidura, ostentan la poderosa impronta del pulgar filosófico y estilístico de su autor. Pero en cada uno de ellos ha ejercitado Ortega su egregia condición de ensayista ante realidades diferentes entre sí y mutuamente complementarias: piedras históricas, ideas, costumbres, hombres. ¿Qué gustosa lección extraerá de tales realidades la mirada libadora de nuestro espectador?

 

Francisco Ayala, En qué mundo vivimos, El País / Aguilar, Madrid, 1996, 299 páginas.

    «La lectura obliga a desentrañar el contenido de un texto y, con ello, no sólo desarrolla las capacidades analíticas del lector en un sosegado raciocinio, sino que acostumbra al buen uso de las palabras del idioma con mayor soltura, amplitud, rigor y precisión que lo habitual en la conversación corriente del precario vivir», escribe Francisco Ayala. En qué mundo vivimos es una colección de ensayos. Más de una cuarentena de textos que van desde las relaciones de los hombres «y los individuos de otras especies zoológicas», la creación imaginaria, el poder de la prensa, la lengua o la cultura popular, entre otras muchas reflexiones con escuetas anotaciones al margen, característica de la colección El viaje interior. Una espléndida óptica del autor sobre el mundo en que vivimos.

 

Edward W. Said, Cultura e imperialismo, Anagrama, Barcelona, 1996, 542 págs.

    Nunca a lo largo de la historia tuvo el imperialismo las dimensiones que alcanzara en el siglo XIX y principios del XX. Roma, Bizancio o España en su momento de máximo esplendor, no pueden compararse con Francia, Estados Unidos o Gran Bretaña. Con todo, y a pesar de que este fenómeno ha afectado profundamente la vida en las grandes capitales imperiales y en sus colonias, su influencia en los productos culturales de Occidente nunca ha sido suficientemente estudiada. Edward W. Said, mediante un análisis sutil y brillante de algunos de estos productos más emblemáticos —la Aida, de Verdi, El corazón de las tinieblas, de Conrad, El extranjero, de Camus— ilumina la cooperación entre cultura y política que ha producido un sistema de dominación que implicaba mucho más que cañones y soldados, una soberanía que se extendía sobre formas e imágenes, y comprometía la imaginación de dominadores y dominados. El resultado fue una «visión consolidada» que afirmaba no sólo el derecho de Occidente a gobernar, sino también su obligación. Said despliega, según sus propias palabras, las diferentes etapas del «contrapunto» entre metrópolis y periferias, y construye una obra indispensable para la comprensión del proceso histórico y cultural más complejo y abarcador de la modernidad. Edwar W. Said, palestino de origen, es profesor de literatura comparada en la Universidad de Columbia. Especialista en Joseph Conrad, se dio a conocer a finales de los años setenta con The World, the Text and the Critic, donde polemizaba con las posturas estructuralistas y formalistas que aún imperaban en la crítica literaria. Políglota, mandarín de los estudios culturales, inventor años más tarde de una nueva disciplina con su extraordinario ensayo Orientalismo, en el que sometió a examen las representaciones e imágenes occidentales del mundo árabe, es defensor de la causa palestina en Estados Unidos (miembro del Consejo Nacional Palestino desde 1977 a 1991), musicólogo, polemista feroz y agudísimo lector, como demuestra en sus maravillosas y heterodoxas interpretaciones de Mansfield Park de Jane Austen, de Kim de Kipling o de Aida de Verdi. Cultura e imperialismo es un gran complemento emblemático del famoso Orientalismo. Como dice el propio Said, en 1978, cinco años despues de la publicación de Orientalismo, empezó a reunir ciertas ideas que se le habían hecho evidentes, durante la escritura del libro, acerca de la relación general entre cultura e imperio: «El primer resultado fue la serie de conferencias dictadas en universidades de Estados Unidos, Canadá e Inglaterra entre 1985 y 1986. Esas conferencias forman el núcleo central del presente libro, que me ha ocupado constantemente desde entonces. Las ideas expuestas en Orientalismo, que se limitaba a Oriente Medio, han sufrido un considerable desarrollo en el campo académico de la antropología, la historia y los estudios especializados. De la misma manera, yo intento aquí extender las ideas del libro anterior para así describir un esquema más general de relación entre el moderno Occidente metropolitano y sus territorios de ultramar. ¿A qué materiales no provenientes del Oriente Medio he recurrido aquí? He recurrido a escritos europeos acerca de África, India, partes del Lejano Oriente, Australia y el Caribe. Considero esos discursos africanistas e indianistas como parte del esfuerzo general de los europeos por gobernar tierras y pueblos lejanos y, por lo tanto, en relación con las descripciones orientalistas del mundo islámico y con los modos espaciales de representación de las islas caribeñas, Irlanda y el Lejano Oriente por parte de los europeos». Lo que Said dejó fuera de Orientalismo fue la respuesta a la dominación occidental que culminaría en el gran movimiento de descolonización a lo largo del Tercer Mundo. Pero en ambos libros Said insiste en los dos sentidos que atribuye a la palabra cultura. En primer lugar, se refiere «a aquellas prácticas como las artes de la descripción, la comunicación y la representación, que poseen relativa autonomía dentro de las esferas de lo económico, lo social y lo político, que muchas veces existen en forma estética, y cuyo principal objetivo es el placer». Incluye en ellas, tanto la carga de saber popular acerca de las lejanas partes del mundo, como el saber especializado del que disponemos en disciplinas tan eruditas como la etnografía, la historiografía, la filología, la sociología y la historia literaria; y también las formas culturales de los imperios modernos —siglos XIX y XX— entre las que destaca la novela. Pero, además, en segundo lugar, la cultura es, casi imperceptiblemente, un concepto que incluye un elemento de refinada elevación, consistente en el archivo de lo mejor que cada sociedad ha conocido y pensado, según lo formulara Matthew Arnold alrededor de 1860: «Arnold creía que si no neutraliza, al menos la cultura amortigua los estragos de nuestra moderna existencia urbana, agresiva, mercantil y brutalizadora. Leemos a Dante o a Shakespeare para poder seguir en contacto con lo mejor que se ha conocido y pensado, y también para vernos, a nosotros mismos, a nuestro pueblo, a nuestra tradición, bajo las mejores luces. Con el tiempo, la cultura llega a asociarse, a veces de manera agresiva, con la nación o el estado; esto es lo que “nos” hace diferentes de “ellos”, casi siempre con algún grado de xenofobia. En este sentido la cultura es una fuente de identidad; una fuente bien beligerante, como vemos en recientes “retornos” a tal cultura o a tal tradición. Acompañan a estos “retornos” códigos rigurosos de conducta intelectual y moral, opuestos a la permisividad asociada con filosofías relativamente liberales como el multiculturalismo y la hibridación. En el antiguo mundo colonizado, tales “retornos” han producido variedades de fundamentalismo religioso y nacionalista. En este segundo sentido, la cultura es una especie de teatro en el cual se enfrentan distintas causas políticas e ideológicas. Lejos de constituir un plácido rincón de convivencia armónica, la cultura puede ser un auténtico campo de batalla en el que las causas se expongan a la luz del día y entren en liza unas con otras, mostrando que, por ejemplo, los estudiantes norteamericanos, franceses o indios, a quienes se ha enseñado a leer a sus clásicos nacionales por encima de otros, están obligados a apreciarlos y a pertenecer lealmente, muchas veces de manera acrítica, a sus naciones y tradiciones al mismo tiempo que denigran o luchan contra otras.

 

Juan Goytisolo, Paisajes de guerra con Chechenia al fondo, El País / Aguilar, Madrid, 1996, 117 págs.

    Paisajes de guerra con Chechenia al fondo recoge las reflexiones que han suscitado en el escritor Juan Goytisolo la violencia y el terror que padecen los montañeses islamizados de Chechenia, durante el transcurso del desigual combate que mantienen contra las tropas regulares rusas. Al analizar la historia de la implantación rusa en Chechenia —«Adiós a ti, del ruso sucia patria»—, así como la expansión zarista hacia el sur y la colonización de los pueblos montañeses sufís en el siglo XIX, Goytisolo reivindica la lucha de un pueblo contra la intolerancia y el extremismo que se han adueñado del pensamiento y los actos del presidente de Rusia, Boris Yeltsin, del ejército y de una buena parte de la sociedad rusa. Lo que ha puesto de manifiesto el derrumbe de la urss y la proclamación de la independencia chechena es el carácter circular de la historia. Al fin y al cabo ha sido un pueblo tratado como si fuera un «bandido» por el poder oficial ruso de ayer y de hoy. Pero Chechenia, dirá Goytisolo, es una víctima del hundimiento de todos los sueños tras el desplome de la urss: confiscación del poder vacante por camarillas y taifas, inflación galopante, caída vertical de la producción, rivalidades de mafias, etc. Para explicar el conflicto, Goytisolo se remonta a la segunda década del siglo XIX, cuando las tropas zaristas sofocaron la primera de las rebeliones chechenas que se irían produciendo a lo largo de dos siglos, hasta la actual guerra abierta que se mantiene a causa de la nueva proclamación de la independencia chechena por el general Dudaiev, que más tarde sería asesinado. Goytisolo rescata también los testimonios de escritores como Lérmontov o Tolstoi, que en su juventud habían participado en la «pacificación» del Cáucaso, y tuvieron un conocimiento directo del antiguo ánimo combativo de los chechenos. Tolstoi vivió la guerra del Cáucaso entre 1851 y 1853 como funcionario estatal y oficial de artillería. En su obra póstuma Haxi Murad, Tolstoi dibuja la conquista rusa del Cáucaso. Igual que entonces, ahora Goytisolo habla del zar Boris, de matanzas y fosas comunes tras la invasión del ejército ruso el 11 de diciembre de 1994. Su estancia en Moscú, en la primavera de 1996, proporciona a Goytisolo una desoladora percepción de las condiciones de vida de la población, que el alcalde de la ciudad ha querido mitigar en parte mediante una «limpieza» de las zonas más céntricas, alejando a los indigentes hacia la periferia, aunque sin perturbar el control que ejercen las mafias en la vida cotidiana de los moscovitas: «La baja moral del Ejército desplegado en Chechenia descubre las tensiones existentes entre los mandos […] la brecha abierta entre las fanfarronadas de un puñado de generales y de voluntarios racistas y los soldados de reemplazo, testigos directos de la incompetencia, barbarie y corrupción sin límites de una guerra que viven como condena, en unas condiciones de penuria dignas de compasión». Lo que late tras el sometimiento descrito por Goytisolo es la solidaridad de un escritor con una nación que siempre se rebeló contra las formas de sumisión. Goytisolo arremete contra el zar Boris —Boris Yeltsin— parodia quizá del más famoso de los déspotas zares: aquel terrible Boris Godunov, de sangre no zarista, el asesino de Demetrio, quien accedió al trono en 1598, al que Pushkin escenificó en 1825 y al que Mussorgsky añadió música y coros. Los urbicidios, las fronteras movedizas… servirán para que Goytisolo se solidarice y denuncie la abrumadora responsabilidad rusa en el aplastamiento brutal de Chechenia. Y, no obstante, Goytisolo exime con lúcida benevolencia la responsabilidad que pudiera recaer sobre el pueblo ruso —como no podría ser de otra manera para uno de los pueblos más desgraciados de la historia de la humanidad: tras tantos siglos de miseria zarista, la incompetencia de los mandarines comunistas que se sucedieron desde 1917, la posterior miseria nacionalista y la hecatombe de la inadaptación y de la ausencia de funcionamiento actuales—, y la sitúa en quienes verdaderamente son los causantes directos del padecimiento del pueblo checheno: «Mi indignación ante la devastación y atrocidades del ocupante se entrevera al fin de mi estancia con unos sentimientos de inquietud y conmiseración por el destino de Rusia. Los verdugos son a la postre víctimas de sus sueños y utopías deshechos, de su resignación ancestral a la arbitrariedad de sus déspotas y mesías». Un bello apéndice sobre Los montañeses del Cáucaso pone fin a este libro testimonial y solidario en favor de los tártaros, contra los rusos, tártaros que históricamente conocen la agresión, como la de los moriscos de Al-Ándalus: «El nacionalismo excluyente, entronizado como valor supremo, está condenado a provocar una reacción en cadena de luchas fratricidas si mira sólo atrás y fomenta lo privativo». Gertrud Stein, la amiga de Stravinsky, Picasso y otras celebridades eslavas e hispanas aclimatadas en París, lo expresó muy agudamente, a decir de Goytisolo: «Escarba a un ruso, y te encuentras un tártaro; rasca a un español, y te sale un sarraceno». Paisajes de guerra con Chechenia al fondo es un libro imprescindible para conocer en profundidad el drama de un pueblo que lucha por su independencia, acosado por la incomprensión de las potencias occidentales y sometido al dictado de las armas de un ejército todavía poderoso, pero con un afán de supervivencia y de fe en la justicia de sus reivindicaciones: «El porvenir de la nación chechena dependerá así de su capacidad de forjar formas de convivencia que, con la experiencia del dolor y sufrimiento acumulados en su ordalía, faciliten su integración en el conjunto político regional surgido tras el desplome aparatoso del enemigo».

 

William Faulkner, Si yo amaneciera otra vez; Javier Marías, Un entusiasmo; Manuel Rodríguez Rivero, Un viaje, Alfaguara, Madrid, 1997, 86 págs.

Si yo amaneciera otra vez es, sobre todo, como indica su subtítulo, un entusiasmo. Con este pequeño volumen, ideado y concebido en su totalidad por Javier Marías, Alfaguara quiere rendir un homenaje literario a William Faulkner (1897–1960), un autor vinculado a su historia editorial y que ha permanecido en su catálogo a lo largo de sus diferentes etapas. Si yo amaneciera otra vez es el homenaje personal del novelista Javier Marías a uno de sus maestros literarios. Se trata de un libro misceláneo y no del todo inclasificable, puesto que no existe formalmente un género literario específico en el que puedan incluirse los «entusiasmos», en el que se recogen, además de textos breves y poemas, algunas fotografías, escogidas también por Marías, en las que se fijan instantes y lugares faulknerianos, imágenes que no tienen más pretensión que la de evocar, quizá, facetas de un autor «divertido y apasionado, burlón y enigmático, tímido e impertinente, y que se tomaba su actividad tan en serio como a sí mismo nada en serio». Además de la vibrante presentación, Si yo amaneciera otra vez recoge dos semblanzas de Faulkner escritas por Marías («William Faulkner a caballo» y «Faulkner habla») en las que se ofrece una mirada diferente —tan alejada de la aburrida glosa como de la hagiografía más o menos académica— sobre el escritor y el hombre, y que, sin duda por eso, tienen el mérito añadido de incitar a nuevos lectores a acudir a la obra del maestro norteamericano. La participación del propio Faulkner en el libro tiene que ver con su actividad menos conocida: la de poeta. Aunque el novelista afirmó en repetida ocasiones que se veía como «poeta fracasado», lo cierto es que entre los veinte y los cuarenta años escribió centenares de versos, algunos recopilados en libros y dedicados a algunas mujeres que amó. En este volumen, cuyo título proviene precisamente de uno de sus más bellos poemas, se incluyen, traducidos cuidadosamente por Javier Marías, doce composiciones extraídas de su libro A Green Bough (1933) en las que se pone de manifiesto lo excesivo de la opinión del escritor acerca de su actividad poética. El libro-homenaje incluye también el texto «Notas de viaje por Faulkner, Mississippi», de Manuel Rodríguez Rivero, especie de peregrinación literaria a ritmo de blues por las ruinas de la Yoknapatawpha faulkneriana, en busca de los inmortales fantasmas que pueblan para siempre la obra entera del autor de El ruido y la furia. El diseño del libro, también propuesto por Marías, está inspirado en la edición del libro de poemas So far, so glad, de Edward Selsey, publicado el mismo año en que se editó A Green Bough.

 

Autores varios, Arte, literatura y discurso cinematográfico (ed. de Antonio Cantos Pérez), Analecta Malacitana, Málaga, 1997, 98 págs.

    El prestigioso director de cine J. Antonio Bardem, el técnico en montaje cinematográfico Mariano Tourné, el especialista en medios de comunicación social Francisco Guzmán, el escritor cinematográfico, José Ignacio Oliva Mompeán, y los profesores de la Universidad de Sevilla, Rafael Utrera Macías, y de la Universidad de Málaga Antonio Cantos Pérez, reflexionan en este libro sobre los valores del cine de acuerdo con múltiples perspectivas: criterios técnicos, proyección social, montaje, envoltura representativa e influencia expresiva. En este libro, J. A. Bardem se autoinculpa de «ingenuo», porque creía que la muerte del General Franco iba a producir la «explosión» de un cine nacional, popular, crítico, innovador... un cine tan brillante como el que se produjo en Italia tras la caída del fascismo. Actualmente algo parece moverse en nuestro cine, aunque Bardem siga lamentando el triunfo cualitativo y mayoritario de un cine genuinamente español. A este análisis político-fílmico, habría que añadir las interpretaciones técnicas, los estudios de obras y autores concretos —Einsenstein, Welles o Cocteau— además de las reflexiones sobre el valor universal del cine: lo fílmico en el arte universal.

 

Juan A. Ríos Carratalá, Lo sainetesco en el cine español, Universidad de Alicante, 1997, 175 págs.

    Lo sainetesco en el cine, sus rasgos y su caracterización, el costumbrismo y lo cotidiano muestran que la presencia del sainete teatral ha sido una constante en el cine español. Existe una transposición de temas, géneros, técnicas... fundamental para comprender la historia de nuestro cine. El sainete teatral es un género que no plantea problemas para su definición global —drama sin argumento, nota maliciosa, personaje, lenguaje y estilo provenientes de la última capa social, etc.— a pesar de que se puedan establecer varios subtipos. La incorporación del sainete al cine coincide con la desaparición del género en el teatro, lo cual implica que la materia incorporada carece de la cohesión propia del sainete dramático. Costumbrismo popular, técnicas de caracterización e interpretación, creación de tipos, etc. son algunos de estos rasgos que, en conjunto, resultaron decisivos para incorporar lo cotidiano al mejor cine español de los años cincuenta. Una cotidianidad analizada en la confluencia de lo sainetesco con el neorrealismo y otras corrientes coetáneas.

 

José Calvo, La justicia como relato (Ensayo de una semionarrativa sobre los jueces), Ágora, Col. Hybris, Málaga, 1996, 210 págs.

    José Calvo González realiza un experimento narrativo, de narragénesis y narralysis, tendente a la deconstrucción compositiva de la Justicia como un relato universal análogo que, sobre todo, «cuenta» a través de lo gesticular y gestual del protagonismo judicial. La construcción narrativa para contar ese relato, que va inserta en el molde de un cuento, produce a su vez —haciendo la forma de un cuento— el efecto de un artificio catóptrico. A propio tiempo, el mismo acto y modo de narrar la historia —como si de un cuento se tratara— llega a ser también parte de la historia que narra.

 

[Autores varios], Nacionalismo-Internacionalismo (Una visión dialéctica), Muñoz Moya y Montraveta editores, Sevilla-Bogotá, 1997, 293 págs.

    Tal como aduce Carlos Taibo en el primero de los artículos que componen el siguiente volumen, el término «nacionalismo» tiene un carácter polisémico: mediante su cobertura se acogen las fórmulas políticas más dispares, desde venturosos movimientos de liberación hasta las más crudas formas de fascismo y xenofobia. También es significativa que la imagen que nuestro acervo político extrae de la palabra «nacionalismo» se haya alterado de manera profunda a lo largo de este siglo. Si en los años treinta el término se asociaba inmediatamente con los regímenes nacionalsocialista alemán y fascista italiano, en los cuatro decenios siguientes a la segunda guerra mundial el vocablo se vinculó con muchos de los estados emergentes en el Tercer Mundo. De un tiempo a esta parte ha pasado a relacionarse, en cambio, con el grueso de las corrientes políticas activas en la Europa central y oriental. Como es fácil comprender, estas tres presuntas formas de nacionalismo remiten a escenarios, culturas y formas de hacer política sustancialmente diferentes. Artículos dedicados a la inmigración, raza, etnia, nación, identidad y cultura (Manuel Montañés), a la explosión del desorden en las metrópolis (Ramón Fernández Durán), a las culturas populares y de masas (José Mª Tortosa, Dolores Juliano, Javier Encina, Juan Carlos Mejías), a la etnoecología o al ecologismo y nacionalismo (Víctor M. Toledo e Iñaki Bárcena) son algunos de los trabajos que integran el presente volumen.

 

Ilya Prigogine, El fin de las certidumbres, Taurus, Madrid, 1997, 218 págs.

    Ilya Prigogine (Moscú, 1917), profesor de la Universidad Libre de Bruselas y de la Universidad de Texas en Austin, eeuu, plantea el problema de la reconciliación entre ciencia, por un lado, y filosofía e historia, por otro. ¿Es el tiempo creación del hombre, o existe desde siempre, por sí mismo, antes incluso de que surgiera el universo? A lo largo de los siglos la descripción del universo ha pasado por fases contrapuestas irreconciliables: la idea de un cosmos estático, siempre igual a sí mismo, y la de un universo dinámico, con comienzo y final. Si el cosmos es estático, ¿por qué nosotros, y la vida en general, tenemos historia? Prigogine plantea la posibilidad de que el tiempo no tenga comienzo y que sea anterior a la existencia de nuestro universo, con lo que sitúa la cuestión del tiempo en la encrucijada del problema de la existencia y el conocimiento: ¿El futuro está ya dado o sucede en perpetua construcción? ¿Acaso la creencia en nuestra libertad es una ilusión? ¿Es una verdad que nos separa del mundo? ¿Es nuestra manera de participar en la verdad del mundo? Como se insinúa en la octavilla con que Turus difunde el libro: «El tiempo es la dimensión fundamental de nuestra existencia, pero también se inserta en el centro de la física, en la esencia de la realidad. Todavía hoy, numerosos físicos consideran que no hay flecha del tiempo. Sin embargo, en biología, química, geología, el pasado y el futuro desempeñan papeles diferentes. ¿Cómo podría la flecha del tiempo emerger de un mundo al que la física atribuye una simetría temporal? Tal es la paradoja del tiempo en la que se basa este libro.¿Cómo incorporar la flecha del tiempo sin destruir las leyes de la física? La flecha del tiempo ha sido relegada al dominio de la fenomenología: nosotros, los hombres, seríamos responsables de la diferencia entre pasado y futuro. Sin embargo, el desarrollo espectacular de la física obliga a revisar la noción de tiempo tal como se formula desde Galileo. Nosotros no engendramos la flecha del tiempo. Al contrario: somos sus vástagos. La ambición de este libro es presentar esta transformación de las leyes de la física y, por ende, de toda nuestra descripción de la naturaleza. Esto significa que algunas de las leyes fundamentales ahora expresan posibilidades, no certidumbres. En esta perspectiba Ilya Prigogine va a plantear también el problema de la significación del big bang: ¿Qué significa el big bang? ¿El tiempo empezó con el big bang o ya preexistía a nuestro universo? El autor concibe el big bang como punto de partida de nuestro universo, pero no del tiempo. En esta concepción, el tiempo no tiene principio, y probablemente no tiene fin… Llegamos así a la frontera de nuestros conocimientos en un ámbito donde razonamiento físico y especulación se delimitan con dificultad». El círculo como símbolo de la naturaleza de Schopenhauer, el eterno retorno de lo mismo de Nietzsche parecen principios insuperables.

 

EPISTOLARIO

Amparo Quiles Faz, Epistolario de Salvador Rueda, Arguval, Málaga, 1996, 418 páginas.

    En estas cartas se analizan aspectos biográficos, editoriales y de crítica literaria que completan los estudios sobre Salvador Rueda y sobre la literatura andaluza y española del siglo XIX. Este material inédito, transcrito literalmente, está dirigido a veintiséis destinatarios desde 1880 hasta 1932, período que abarca desde los inicios poéticos de Salvador Rueda hasta el año anterior al fallecimiento del escritor, lo que permite analizar la evolución personal y literaria del poeta benaqueño. La obra se completa con un apéndice biográfico final donde aparecen reseñadas todas las personas citadas en las cartas a fin de que éstas puedan ser identificadas. La editora, Amparo Quiles, anuncia que este libro es la primera entrega de una serie de publicaciones sobre Salvador Rueda, pues tiene ya ordenadas las cartas que el poeta enviaba a los periódicos nacionales y que fueron apareciendo en las páginas de La Ilutración Ibérica de Barcelona, El Imparcial de Madrid, La Unión Mercantil de Málaga, El Defensor de Granada y La Diana de Cádiz. Esperemos que Arguval termine de publicar todo el epistolario.

 

ESTÉTICA

Arthur Schopenhauer, Parerga y Paralipomena (escritos filosóficos menores) I. Bosquejo de una historia de la teoría de lo ideal y de lo real. Fragmentos para la historia de la filosofía (ed. de Manuel Crespillo y Marco Parmeggiani), Ágora, Col. Hybris, Málaga, 1997, 250 págs.; Arthur Schopenhauer, Parerga y Paralipomena (escritos filosóficos menores) II. Sobre la filosofía universitaria. Especulación trascendental sobre la aparente intencionalidad en el destino del individuo. Ensayo sobre la nigromancia y lo que con ella se relaciona (ed. de Manuel Crespillo y Marco Parmeggiani), Ágora, Col. Hybris, Málaga, 1997, 224 págs.; Arthur Schopenhauer, Parerga y Paralipomena (escritos filosóficos menores) III. Aforismos sobre la sabiduría de la vida (ed. de Manuel Crespillo y Marco Parmeggiani), Ágora, Col. Hybris, Málaga, 1997, 246 págs.

    ¿Para qué Schopenhauer, hoy, ante un nuevo fin de siglo en el que el poder de la historia y la fortaleza de pensamiento parecen estar en franca retirada? ¿Procederemos contra su pensamiento de manera airada como hacían Deleuze y Guatari cuando comparaban la historia de la filosofía con el arte del retrato y proclamaban que Schopenhauer no nos revelaba nada decisivo? ¿Seremos aún más despectivos y utilizaremos el Hormigón de Bernhardt para recordar que Schopenhauer tenía con certeza un perro, pero habría que dudar de su mente? ¿Adoptaremos una actitud más comprensiva, como la de Horkheimer, y justificaremos su rechazo de la subversión no por motivos filosóficos sino por la cómoda posición en que lo colocaron su peculio y sus rentas? Incluso en épocas tan débiles como la nuestra ¿podremos compartir de buen grado la acusación de su madre Johanna cuando se quejaba de no poder dialogar con su hijo porque los juicios de éste parecían oráculos que no admitían objeciones? ¿Podríamos incluso hacer nuestra su propuesta de que «no escribe para zapateros» o su alusión a la conocida fábula de Iriarte [El avestruz, el dromedario y la zorra] para reconocer con qué intensidad la literatura se ve a menudo orlada por la huella del paisanaje? El Bosquejo establece las diferencias entre lo ideal y lo real, asignando lo ideal al mundo de la representación y lo real, como algo desconocido, se asigna al mundo de la volundad. La voluntad es lo real; la representación, lo ideal. En los Fragmentos la historia se reduce a ser la manifestación en el tiempo de la esencia íntima del mundo y del hombre, una esencia que existe ya ‘antes’ de toda ‘historia’. La historiografía como reino de apariencias enfrentada a la filosofía como aglutinación de la cosa en sí, la historia de la filosofía concebida como fragmento, porque la unidad de la filosofía no reside en su historia sino en su objeto: la resolución del enigma del mundo. El ensayo Sobre la filosofía de la Universidad aborda abiertamente, sin medios términos, y sin ambages, el problema del Estado. La actitud que mantuvo Schopenhauer durante toda su vida frente al Estado fue de distancia y de desconfianza. Ante sus ojos, el Estado nunca pasó de ser un mal menor, útil sólo para salvar la violencia propia a la condición natural del hombre (homo homini lupus). Su realismo político niega toda función positiva del Estado respecto al hombre: por muy perfecto que sea un Estado queda fuera de sus capacidades y de su tendencia natural el contribuir de algún modo a la felicidad, al desarrollo del ser humano, a su mejoramiento moral o a su libertad. Por último, los Aforismos parecen sugerirnos que la cuestión que preocupa a Schopenhauer, y su aportación novedosa a la historia de la filosofía, dice: ¿qué sentido tiene la vida humana? ¿cuál es el sentido de la existencia? Schopenhauer traza su sistema filosófico no propiamente para dar una respuesta a esas cuestiones, sino para ahondar en ellas como problemas. Y más que resolver el problema del sentido, se trata de plantear el sentido de la vida humana como problema.

 

Sø ren Kierkegaard, Estudios estéticos I (Diapsálmata. El Erotismo musical) (ed. de Demetrio Gutiérrez Rivero), Ágora, Col. Hybris, Málaga, 1996, 226 págs.

    Los tres estadios de la existencia (el ético, el estético y el religioso) que postula S. Kierkegaard (1813–1855) están tabulados por la ironía, el humor y la paradoja. Los Diapsálmata son el pórtico de toda su obra por tratarse de un conjunto de minima moralia tutelados por el lirismo, la musicalidad y su naturaleza casi aforística que en su carácter de miscelánea abarca nombres como los de Swift, Shakeaspeare o Spinoza, y motivos como los de la poesía, la melancolía, la risa, el amor o la muerte. El erotismo musical es un ensayo situado entre la finitud y la temporalidad del gesto que pauta la existencia del Don Juan de Mozart (el goce, la genialidad erótico-sensual…) como paradigma de la existencia inauténtica (en contraste con los de Molière o Byron) al lado de Fausto (la duda) o el Judío Errante (la desesperación), las tres hipóstasis fuera del estadio religioso y en el seno mismo de los tres estadios eróticos inmediatos de lo musical representados por Cherubino (la figura mítica, y no el de Las bodas de Fígaro), Papageno (La flauta mágica) y Don Juan, el deseo anhelante y la expresión de lo demoníaco definido como la desmesura de la sensualidad.

 

Benedetto Croce, Estética (como ciencia de la expresión y lingüística general) (ed. de Pedro Aullón de Haro y Jesús García Gabaldón), Ágora, Col. Hybris, Málaga, 1997, 448 págs.

    Pedro Aullón de Haro y Jesús García Gabaldón justifican así la aparición de la Estética de Croce: «Creemos que es llegado el momento de colocar en su sitio la Estetica come Scienza dell’Espressione e Lingüística Generale de Benedetto Croce. Entre otras cosas, la dificultad que ha supuesto durante décadas la permanencia boba de las disputas entre facciones críticas, sobre todo en Italia, y en sentido más general el escaso margen de maniobra que era permitido en razón de esos dos muros, marxismo y formalismo, que han atenazado la vida intelectual europea durante buena parte de este siglo, hacían poco viable restaurar de manera adecuada la más importante obra de Croce y una de las más relevantes del pensamiento estético contemporáneo. Hay que reconocer que el lugar histórico y cultural croceano se encontraba y, tal vez, se sigue encontrando muy enmarañado. Pero tan sólo algunos años atrás, seguramente, una reedición de la Estética hubiese sido entendida de modo por completo unilateral, sin atender a matizaciones, y hubiese significado al fin un acto parecido al de lanzar una piedra sobre aquellos gruesos, desde los cuales, por cierto, al parecer únicamente se divisaba la propia sillería. Hoy las cosas han cambiado, y aunque no será preciso contar la historia, sí queremos recordar que no se nos ha entregado ningún regalo, pues todo ha sido esfuerzo. Ahora bien, lo que importa es que nos encontramos en condiciones de restituir editorialmente al completo la Estética de Croce —que ya era hora— y para ello, para alcanzar este momento, ha habido que recorrer un camino bastante largo y, por supuesto, hacer un buen número de operaciones de diversa índole [...] La Estética de Croce ha de ser situada como un importante lugar del idealismo en sentido amplio, incluso, a nuestro juicio, históricamente en sentido muchísimo mas dilatado de lo que el propio autor pudiera aceptar, pues él prefería optar por una restricción de la disciplina a sus límites modernos. Desde nuestra perspectiva y nuestro tiempo la concepción estética croceana no es sino un momento de la expresión idealista inicialmente establecida en la Grecia antigua, aquel que marca un final contemporáneo del Idealismo, una de las conclusiones más que notables de la ya entonces larga progresión de las corrientes idealistas. Sólo si miráramos mucho más acá, hacia el devenir que nos alcanza, acertaríamos a encontrar en la obra postrera de Adorno una elaboración estética por tantísimos motivos diversa al tiempo que, curiosamente, de cierta equivalencia cuando menos por su sentido concluyente y elevado. Son los dos grandes finales de las evoluciones más acabadas del idealismo estético, en las cuales, por supuesto, el espíritu y el arte representan la decisión. Croce, con anterioridad al “definitivo” triunfo de los positivismos formales, la Vanguardia histórica y las grandes guerras; Adorno, sumido y debatiéndose con todo ello. La gran capacidad de revolución es una característica indudable de la Estética croceana, obra que él hizo permanecer en su punto de creación originario (pese a las varias matizaciones posteriores), sabedor de que la historia es una partida que no se juega dos veces. En este aspecto también Croce señala un modo de la estética idealista, de su integridad y acabamiento disciplinario frente al esteticismo decadente, y un sentido de intemporalidad o salvaguarda de la materia que Adorno quedará impelido a trasladar a otros cursos posteriores de la historia y las artes».

 

Karl Jaspers, Lo trágico. El lenguaje (ed. de José L. del Barco), Ágora, Col. Hybris, Málaga, 1985, 189 págs.

    K. Jaspers (1933–1969), profesor en Heidelberg (1917) o Basilea (1949), no sólo fue el célebre biógrafo de Hölderlin, Van Gogh o Strindberg, y el minucioso analista de Nietzsche o Heidegger, sino que también defendió apasionadamente una investigación filosófica —heredera de los modos de Kierkegaard— rayana en los límites y orígenes de nuestra existencia. En Lo trágico, Jaspers enmarca la tragedia y sus formas históricas en el vasto concepto de saber, el cual se hunde en la misma conciencia del ser. Y en El lenguaje, retoma la profunda concepción de la filología del espíritu, lo que prolonga la investigación lingüística hasta los límites del ser del lenguaje, y promueve una historia de las ideas —lo más lejos, pues, de la fonética—, así como una ética y estética del lenguaje —lo más lejos, pues, de la sintaxis— en la que todos los ámbitos resultan posibles.

 

FILOLOGÍA CLÁSICA

Erwin Rohde, Psique (El culto de las almas y la creencia en la inmortalidad entre los griegos) (ed. de Manuel Crespillo), Ágora, Col. Hybris, Málaga, 1995, 750 págs.

    Erwin Rohde nació en Hamburgo en 1845. Discípulo del maestro Ritschl, se caracterizó por su gran curiosidad e inquietud hacia temas culturales tan vastos que puede ser considerado como uno de los mayores representantes de una filología in media res, preocupada por la identificación del Gran Estilo y la restauración de la corona de Homero. Modelo, todavía hoy, de los neofilólogos del espíritu, comparte, junto a su amigo Nietzsche, la admiración por Schopenhauer, Wagner o Burckardt. Autor de Pseudofilología, escrito en defensa de El nacimiento de la tragedia de Nietzsche, o de la Historia de la novela griega, esta obra, Psique, es un recorrido a través del alma griega expresada en los misterios de Eleusis, lo orgiástico dionisíaco, el orfismo y el platonismo: una contribución al conocimiento de la historia de la religión griega a partir de la tesis de que se trató de una religión que se hizo, y no que se fundó. Las religiones que no son fundadas, como la griega, nunca dan una expresión abstracta, ni tampoco ofrecen una exposición doctrinal ni de los pensamientos ni de los sentimientos que la constituyeron. De ahí la tesis central de Psique: el culto al alma es la forma primitiva del culto religioso incluso entre los griegos. Como es lógico, Rohde documentaba los pensamientos religiosos mediante una cantidad ingente de documentos, de escritos de poetas, de filósofos y de todo un material epigráfico. Pero pedía —en el prólogo a la segunda edición— que se entendiera bien que era un libro escrito para lectores que supieran «comprender y estimar los aspectos histórico-literarios y culturales en los que se apoyaba mi exposición». Evidentemente, Rohde no pedía obviar cualquier clase de polémica como fundamento de esa comprensión, y la prueba fue la profunda crítica que suscitó su «estimación» en la obra de F. Otto, Die Manen, pero sobre todo la despiadada crítica del origen de la divinidad del alma formulada por Jaeger, crítica tanto más importante por cuanto reveló el error de Rohde sobre los orígenes de la fe en la inmortalidad. En mi Defensa del gran estilo, que ocupa 103 páginas como introducción al libro de E. Rohde, proclamo que la filología que contiene su Psique no es lo suficientemente abierta —por la extrañeza, por la incomprensión, por la antipatía— como para funcionar al estilo de una genealogía. Los epistolarios nos enseñaron hace tiempo —y Gutiérrez Girardot insistió en su momento con bastante énfasis sobre esta idea— que Nietzsche informó a Rohde sobre los trabajos de Psique, y en especial de su «visión dionisíaca del mundo», pero Rohde nunca pudo llegar a transvalorar. Su desconsideración hacia las religiones que se fundaron, su repulsa de un Dios extraterreno no llegó a permitirle la fundación de un nuevo valor. Pero al menos sirvió para mostrarnos a los filólogos del espíritu que hay una filología que es capaz de dar el salto a lo Absoluto en cuanto le llega el aroma de la Gran Literatura. Y sirvió también para algo más. Sirvió, como demostró Crusius, para comprender que si Rohde no citó jamás en Psique el texto fundacional de Nietzsche sobre El nacimiento de la tragedia fue por mantener un respeto inmaculado hacia el amigo ya invadido por el delirio de los sueños. Por eso jamás alardeó sobre su gran descubrimiento del misticismo dionisíaco como un elemento extraño al simbolismo griego. Probablemente, Nietzsche ya no hubiera podido darle la razón, y nos corresponda a nosotros transvalorar lo que Rohde no quiso o no supo hacer. Pero en cualquier caso, la gran enseñanza del libro de Rohde reside, a mi juicio, en comprender que sólo la filología del espíritu está en condiciones de enseñar a los jóvenes que transmitirán el saber en los tiempos venideros que la pérdida de aquella historia que nos enseñó Pausanias es verdaderamente irreparable. Incluso irreparable desde un punto de vista personal, diría yo.

 

Rafael Gutiérrez Girardot, Nietzsche y la filología clásica, Anejo XV de Analecta Malacitana, Málaga, 1997, 140 págs.

    Rafael Gutiérrez Girardot, profesor emérito de la Universidad de Bonn, director de la colección Hispanistische Studien de la editorial P. Lang (Francfort-Berna-Nueva York), y de la Colección Estudios Alemanes, de la editorial Gedisa, traductor de Hölderlin, Nietzsche, Büchner, Heidegger, Paul Celan, Peter Huchel, y autor de libros sobre Borges y Machado, de Modernismo: supuestos históricos y culturales, de Cuestiones y de Moriré callando (tres poetisas judías: Gertrud Kolmar, Else Lasker-Schüller y Nelly Sachs) reedita ahora en Analecta Malacitana su genial Nietzsche y la filología clásica. Este libro, que se publicó por primera vez en 1966 en la editorial eudeba de Buenos Aires, es un clásico en lengua española de los estudios sobre el joven Nietzsche. Gutiérrez Girardot observa el canon griego tomado por Nietzsche como modelo en su época de estudiante, así como en su primera etapa cuando fue profesor de la Universidad de Basilea. Además, analiza extraordinariamente el carácter no filológico de la disputa nietzscheana con el modelo equilibrado de filología clásica, a la vez que estudia el carácter dialéctico y polémico, y el enfrentamiento agonal y las contradicciones entre lo apolíneo y lo dionisíaco.

 

Matías López López, Los personajes de la comedia plautina: nombre y función, Pagès Editors, Lleida, 1991, 324 págs.

    Los personajes de la comedia plautina: su nombre y función es un estudio sobre el latín de Plauto basado en el análisis de los nombres propios de los personajes que aparecen en sus obras. La relación entre los nombres de los personajes y los papeles representados en escena es el reflejo, en el plano teatral, del interés del mundo clásico por la relación entre palabras y cosas. Se incide particularmente en el aprovechamiento cómico de esta relación, sin duda tenida en cuenta por Plauto a la hora de elaborar las chispeantes tramas de sus piezas.

 

Luis Rivero García, La poesía de Prudencio, Universidad de Extremadura, Cáceres, 1996, 312 págs.

    El estudio de Luis Rivero García sobre la poesía de Prudencio es un texto de síntesis que sólo tiene una finalidad divulgativa explicada así por su autor: «El trabajo que ahora presento a la consideración de los lectores fue concebido en un principio como introducción a una traducción de las Obras Completas de Prudencio realizada por mí mismo, que saldrá de las prensas de la editorial Gredos durante los primeros meses, previsiblemente, del próximo año y a la que pertenecen, por cierto, todas aquellas versiones parciales recogidas en este libro. De este contexto surge la idea de abordar todos los puntos relevantes de la vida y, sobre todo, de la poética de este importante autor, planteando en cada caso el estado de la cuestión y los avances o derroteros de la crítica reciente. Dado que nos hallamos ante una obra bastante extensa (cercana a los once mil versos), que viene suscitando cada día mayor interés entre los estudiosos, el fruto de tal investigación desbordó con creces los límites razonables del proyecto en cuyo seno surgió». Tras una breve intrucción biográfica, Luis Rivero ofrece la datación, los títulos, el contenido y la estructura de Himnos y Libros. El estudio de las fuentes y el estilo de Prudencio, la transmisión de la obra, incluyendo manuscritos, ediciones y traducciones, preceden a la bibliografía final.

 

HISTORIA

Josefina Bello, Frailes, intendentes y políticos, Taurus, Madrid, 1997, 444 págs.

    Este libro historia los procesos de desamortización entre los que ocupa un lugar destacado la debida a Mendizábal a partir de 1835. La riqueza del clero regular y su influencia social y política en los medios de poder eran incompatibles con los planteamientos del Estado Liberal. Como se declara en su octavilla de difusión de «el proceso de cerrar los conventos y exclaustrar a las comunidades, cuyo fin primordial era la venta del patrimonio incautado, se produjo de un modo simultáneo a la ocupación de sus bienes. La circunstancias en que se produjo el cierre de los conventos provocaron una situación de desorden y precipitación de los hechos que el Gobierno se vio incapaz de afrontar a lo largo de todo el proceso desamortizador. La búsqueda de documentos que identificasen el patrimonio y la realización de inventarios se convirtió en todo un reto para los empleados del Gobierno, quienes trataron, muchas veces en vano, de localizar los títulos de propiedad de las fincas, los libros de rentas o los inventarios de los cuadros y libros. La carencia de unos inventarios realizados con cierto rigor y a su debido tiempo ocasionaron graves daños al patrimonio cultural existente en los monasterios y conventos. La situación así creada propició un importante tráfico de obras de arte, sobre todo hacia países extranjeros. Desde el momento en que se tuvo conocimiento de la supresión de las comunidades religiosas, comenzó a notarse en muchas ciudades conocidas por la celebridad de sus monasterios y conventos, la presencia de hábiles especuladores y mercaderes de arte nacionales y extranjeros que, aprovechando la confusión de los primeros momentos, llevaron a cabo lucrativos negocios comprando a precios muy bajos cuantas obras de arte les fue posible obtener. Como uno de los aspectos más positivos en el plano cultural, hay que destacar la creación de museos y bibliotecas provinciales y sobre todo, el museo nacional, siendo ello uno de los primeros proyectos culturales y artísticos al servicio público en manos del Estado y de las instituciones provinciales. Otro aspecto positivo serían las reformas urbanísticas realizadas en muchas ciudades ante la liberalización del suelo en zonas céntricas tras la demolición de algunos edificios. Como balance final, las cuentas arrojarían un saldo negativo para el patrimonio cultural. Pero hay que considerar el proceso en su conjunto para realizar una valoración completa. El fin principal de la desamortización, la desvinculación de bienes raíces, sí se llevó a cabo desde el momento en que la tierra pasó a manos de nuevos propietarios con capacidad legal para disponer libremente de ella. Pero la puesta en práctica de la operación tropezó con múltiples problemas y dificultades por carecer de un entramado social que apoyara y diera operatividad y eficacia al proyecto».

 

Santiago Domínguez Sánchez, Documentos de Clemente IV (1265–1268) referentes a España, Universidad de León, 1996, 352 págs.

    Este libro presenta doscientos nueve documentos del Papa Clemente IV relativos a personas e instituciones de las Coronas bajomedievales de la Península Ibérica: Castilla, Aragón y Navarra, y también los reinos musulmanes del Sur. Para la localización de los documentos, el autor ha acudido a diversos archivos españoles y extranjeros, siendo, sin duda, el más importante el Archivo Secreto Vaticano, donde, en diferentes volúmenes de los Registros Vaticanos, se conservan una o más copias de las «bulas» originales, muchas de las cuales, destinadas a España y conservadas allí a lo largo de la historia, han desaparecido tras diversas vicisitudes. Además de los Registros Vaticanos, el autor ha acudido al fondo Instrumenta Miscellanea del citado Archivo Vaticano y al Armarium XXXII. El autor de todos los documentos es el Papa Clemente IV: Guido Foulquois, según su nombre de pila. Jurista provenzal, consejero en la corte de Luis IX de Francia, San Luis, quedó viudo, y recibió pronto la ordenación sacerdotal. Al poco tiempo fue consagrado obispo de Puy, arzobispo de Narbona en 1259; ya en 1261 era cardenal obispo sabinense. Muerto Urbano IV (1261–1264), fue elegido Papa el 5 de febrero de 1265, estando él ausente del Cónclave. Aceptó la elección, y tomó el nombre de Clemente IV. Durante su corto pontificado se sucedieron constantes y complicadas luchas políticas, en las que el Pontífice mantuvo una postura a favor de la monarquía francesa. Por ejemplo, coronó a Carlos de Anjou como rey de Sicilia, y estuvo a favor de la lucha mantenida por éste contra Conradino, nieto del Emperador alemán Federico II y último heredero del trono de los Hohenstaufen. Por otra parte, este Papa, que siempre vivió fuera de Roma, se destacó en la promoción de las Cruzadas, tanto contra los musulmanes del Sur de la Península Ibérica, como contra los de África, y, sobre todo, las que trataban de recuperar Tierra Santa, que habían perdido los cruzados en 1261. A pesar de requerir a los reyes de Francia, Navarra, Aragón, etc. para que acudiesen a los Santos Lugares, nunca logró su proyecto de restaurar el Imperio Latino de Oriente. Murió en Viterbo, donde tanto tiempo había residido, el 28 de noviembre de 1268.

 

Juan de Arquellada, Anales de Jaén (ed. de Manuel González Jiménez), Universidad de Granada, 1996, 124 págs.

    El reino de Jaén fue el territorio andaluz donde con más fuerza se dejó sentir a partir del s. XIII la dura realidad de la condición fronteriza: «La razón fundamental de esta situación no era otra que la proximidad de la capital del Santo Reino y de las otras ciudades de la zona (Baeza, Úbeda, Alcalá la Real, Quesada, Cazorla, etc.) a Granada y a otras importantes ciudades granadinas, como Guadix y Baza. Y que esto era así lo demuestra el hecho, no muy conocido, de la existencia en la actual provincia de Jaén de restos de más de 150 castillos y fortalezas». El texto que edita Manuel González es el Ms. 1859 conservado en la Biblioteca Nacional, perteneciente a Juan de Arquellada y titulado Sumario de prohezas y casos de guerra, acontecidos en Jaén y reynos de España y de Italia y Flandes y grandezas dellos, desde el año de 1553 hasta el de 1590. Como dice Manuel González, «los Anales o cronicón de Arquellada no son precisamente una obra de arte, ni desde el punto de vista literario ni, menos aún, historiográfico. El propósito de su autor, un viejo soldado que combatió en Flandes en tiempos de Felipe II, es narrar sucesos de guerra de su época, especialmente aquéllos, como las guerras de Flandes, Países Bajos y Francia, en las que participó personalmente». El manuscrito se compone de cuatro libros. Algunos de los hechos más importantes que se narran son: sucesos de Jaén hasta 1475 y guerras con los turcos (Libro I), sublevación de las Alpujarras y la campaña de Lepanto (Libro II), Guerra de Flandes (Libro III), Guerra de Portugal y La Armada Invencible (Libro IV).

 

HISTORIA DE LA LENGUA

Heinz Jürgen Wolf, Las Glosas Emilianenses (vers. esp. de Stefan Ruhstaller), Universidad de Sevilla, 1996, 198 págs.

    H. J. Wolf recuerda en esta nueva edición de Las Glosas Emilianenses que éstas son suficientemente conocidas desde que Menéndez Pidal las publicara en 1926 en sus Orígenes del español: «Se las considera, aun después del descubrimiento de las viejas jarchas, como la más antigua manifestación de lengua vulgar hispánica, y con razón, en vista de la extensa glosa nº 89, como el más antiguo texto español. Por ello, no resulta sino natural que sean acogidas, aunque sea parcialmente, en las antologías de los más tempranos textos españoles y romances; así en las de Menéndez Pidal, Gifford-Hodcroft, Alvar, González Ollé, Ruggieri, Monteverdi, Sampson y Moreno-Peira. Con motivo del supuesto milenario de la lengua española manifestada en las glosas de San Millán, se realizó en 1977 una edición facsimilar del célebre Códice nº 60 que contiene las glosas. Aun a pesar de que un cierto número de éstas —que han resultado ser legibles sólo con la ayuda de reactivos— permanecen invisibles en el facsímil, dicha edición resulta en extremo valiosa. Por ello extraña que no haya suscitado un renovado interés por las glosas, e incluso parece que no ha sido consultada a fondo por algunos investigadores que en época reciente se han pronunciado sobre las mismas. De este modo, puede constatarse que los resultados de las investigaciones de Menéndez Pidal sobre este tema siguen conservando su validez casi íntegramente hasta hoy. Sin embargo, dado que estos resultados no se presentan por separado, sino integrados convenientemente dentro de un conjunto de ricos materiales de más amplia temática, el perfil lingüístico de las Glosas permanece borroso». Antes de esta edición conocíamos la edición bibliófila del Gobierno de la Rioja: Glosas Emilianenses (estudio preliminar de Claudio García Turza y Miguel Ángel Muro), Logroño, 1992, así como Las Glosas Emilianenses. Edición crítica y facsímil de C. Hernández Alonso, J. Fradejas Lebrero, F. Martínez Díez y J. M. Ruiz Asencio, Burgos, 1993.

 

María Desamparados Cabanes Pecourt y Ramón Ferrer Navarro, Libre del repartiment del regne de Valencia, Anubar Ediciones, Zaragoza, 1979, vol. II, 254 págs.; 1980, vol. III, 310 págs.

    Editados hace casi veinte años, recibimos gratamente ahora en Analecta este Libre del Repartiment, que conforma la fuente coetánea más importante de cuantas se conocen para estudiar la repoblación de las tierras valencianas después de su conquista por Jaime I de Aragón. Los editores del Libre explican «que los repartimientos constituyeron el sistema más utilizado para repoblar, a lo largo del siglo XIII, las grandes ciudades andaluzas, así como las de los reinos de Murcia, Mallorca y Valencia; si bien el “repartiment” de esta última se despegaría un tanto del modelo seguido por las anteriormente citadas, ya que no nos encontramos con la clásica imagen de los repartidores otorgando los correspondientes lotes ya estipulados de antemano, previo sogueamiento de lo reconquistado, y con un contenido adecuado a la condición social del receptor, sino con el asentamiento de las donaciones que el propio monarca va haciendo a medida que las tierras se van conquistando o como promesa para cuando llegue el momento de su dominación». En el caso del Regne de Valencia, «sus peculiares características dieron lugar a la creación de un reino nuevo, ocupado casi en su totalidad por hombres libres que no debían pagar al monarca cabrevación ni censo, pero que tenían como requisitos indispensables para entrar en el disfrute de los bienes la obligación de poblarlos, no enajenarlos, residir en el Reino y defenderlo, lo que procuró a Jaime I un numeroso ejército formado por todos los regnícolas que deseaban conservar sus propiedades. Lo que no repartió, quedó propiedad de la Corona, que lo fue entregando a uso público, a censo o en feudo. La narración de cuanto afecta a este reparto de tierras y bienes, efectuado —directa o indirectamente— por Jaime I, se recoge en el mencionado Libre del Repartiment, integrado por los registros 5, 6 y 7 del Archivo de la Corona de Aragón (Barcelona), correspondientes a la cancillería del rey conquistador. Su contenido y período cronológico difiere en algunos casos, pues parece ser que cubrieron objetivos distintos». Cabanes y Ferrer lo dividen del modo siguiente: el primero recoge las donaciones de las tierras de Valencia y su huerta; el segundo, las de las tierras del Reino, y el tercero las de las casas de la ciudad de Valencia. El registro número 5 reproduce un manuscrito constituido por diez quinternos de papel, redactado en latín, con letra correspondiente al ciclo escriturario gótico y obra de varios escribas. El registro 6 del Archivo de la Corona de Aragón es el más complejo y problemático de los manuscritos que componen el llamado Libre del Repartiment. Complejo por su contenido, es de amplia extensión territorial, pues abarca desde Peñíscola hasta Calpe, adentrándose por el oeste hasta las tierras de la serranía, hoya de Buñol y canal de Navarrés; complejo en cuanto a su cronología, pues sus fechas más extremas son 1234 y 1252; y también en cuanto al elemento humano es bastante complejo, ya que en este registro aumenta el número de beneficiarios plurales de las donaciones. Y es problemático en cuanto a su ordenación, dato este muy importante para la posterior utilización de la fuente. Por último, el manuscrito del registro 7 consta de 70 hojas, foliadas modernamente con números romanos y arábigos, de papel rosa. Su lengua es latina, aunque las huellas del romance se dejan adivinar en la onomástica.

 

Ibn Wã fid, Tratado de agricultura (traducción castellana, Ms. s. XIV) (ed. de Cipriano Cuadrado Romero), Anejo XIV de Analecta Malacitana, Málaga, 1997, 188 páginas.

    El Tratado de agricultura de Ibn Wã fid está considerado como el pionero de la literatura geopónica andalusí. De este documento árabe se conserva una traducción al castellano medieval en el ms. 10.106 de la Biblioteca Nacional, que fue descubierto y editado por el insigne arabista Jose Mª Millás Vallicrosa. Se supone que dicha traducción fue realizada en la época de Alfonso X, pues presenta unas características similares a las de las traducciones del taller alfonsí. La presente edición, al cuidado de Cipriano Cuadrado Romero, es resultado de un atento examen del ms. 10.106 desde el punto de vista lingüístico y de la aplicación de unas rigurosas técnicas filológicas mediante las que se ha conseguido una transcripción fidedigna con el absoluto respeto a las grafías medievales. La edición va precedida de una introducción histórica en la que se abordan los temas relacionados con la autoría del tratado, su contenido y estructura, los originales árabes existentes, el literalismo de la traducción castellana, etc. Se acompaña al final de un glosario de nombres de plantas, de un vocabulario y de un repertorio bibliográfico, cuya autoría es de Cipriano Cuadrado Romero. Sólo desde las páginas 75 a 118 se ofrece el texto de la traducción castellana del manuscrito árabe. El resto es un análisis filológico que espero se repita muchas veces entre los Anejos de Analecta Malacitana.

 

José Vicente Gómez Bayarri, ¿Evolución o rupturismo en la Valencia medieval? (Aspectos socioculturales y sociolingüísticos), Ajuntament de Valencia, 1993, 216 págs.

    Vicente Gómez cree que mucha historiografía actual sobre «hechos históricos valencianos» está encaminada a la «despersonalización del sentimiento histórico y lingüístico autóctono», lo que conlleva deformar la «idiosincrasia histórico-cultural valenciana» y favorecer el escepticismo sobre los avatares históricos que han conformado el pueblo valenciano y desvirtuar las cuestiones referentes a su personalidad intrínseca, con el objetivo de generar disquisiciones histórico-filológicas que den a entender que son temas politizados y cunda el desprecio por ellos. Nuestro objetivo, afirma, «es plantearnos algunas de las cuestiones más debatidas en la realidad, desde ópticas dispares y a raíz de opiniones de estudiosos de esta casuística y de nuestra interpretación de textos e investigaciones sobre la configuración del valenciano, el mozarabismo y el romanç, la dicotomía evolución o rupturismo en la Valencia medieval y la consolidación idiomática Bajo Medieval, y exponer nuestra aportación personal a estas problemáticas, siempre sujetas a revisiones si los documentos así lo demostrasen».

 

Manuel Mourelle de Lema, La identidad etnolingüística de Valencia (Desde la antigüedad hasta el siglo XIV), Grugalma, Madrid, 1996, 590 págs.

    Este libro se plantea la fijación de la identidad étnica y lingüística del antiguo reino de Valencia. Sostiene tesis contrarias al pancatalanismo, que niega el carácter autóctono del valenciano. Mourelle de Lema no parte para la fijación de la lengua valenciana de los momentos de la reconquista cristiana sino que tiene en cuenta en su génesis la influencia de las culturas latina, visigoda y árabe. Pero, frente a los romanistas, quienes consideran como fundamental el año 1238 en que tiene lugar la acción reconquistadora de Jaime I mediante la que se impondría el catalán, el autor cree que durante toda la edad media Valencia fue un reducto de influencias reconquistadoras cristianas. La lengua románica valenciana es anterior a la conquista de Jaime I: «Es la lengua valenciana un sistema de comunicación del grupo iberorrománico que, originada remotamente en substratos prerromanos de índole peculiar y próximamente en un estilo de hablar el latín diferenciado, se configuró como tal paralelamente al catalán y a otras lenguas en la Península Ibérica, siguiendo una diacronía propia. Esto no excluye que haya recibido, a lo largo de la historia, influencias de lenguas vecinas, del mismo modo que de ella partieron influjos hacia otras lenguas peninsulares. La lengua valenciana es, pues, una lengua románica más, tan independiente como cualquiera otra de sus hermanas en la latinidad, tomando lo dicho en el sentido de que no debe presentarse subordinada genética ni tipológicamente a ninguna de las neolatinas. No es, por consiguiente, como algún filólogo ha escrito, una “variedad” —variant regional— del catalán». Resalto entrecomillada la propuesta del autor para animar a los expertos romanistas a cuestionar las tesis aquí expuestas tan discutibles desde un punto de vista científico. Un libro aún más polémico que el de la ficha anterior.

 

HISTORIA LITERARIA

Pedro M. Piñero Ramírez (ed.), Descensus ad inferos: La aventura de ultratumba de los héroes (de Homero a Goethe), Universidad de Sevilla, 1995, 218 págs.

    Este libro es un volumen colectivo que se ocupa del tema del descenso a los infiernos en la literatura occidental haciendo un recorrido desde el mundo grecolatino al Fausto de Goethe. Máximo Brioso y B. Segura Ramos tratan del concepto del Más allá en el mundo griego y en el latino, ilustrando los orígenes del mito en la cultura clásica con sus múltiples significaciones, abundantes dioses y variados ritos. El estudio de Carlos García Gual sobre Le Chevalier de la Charrete, y Le Conte du Graal, y Sir Orfeo, poema narrativo inglés del siglo XIV, muestra los motivos grecolatinos y célticos que influyen en los relatos novelescos medievales. Manuel Carrera Díaz se detiene en el viaje de Dante al infierno en su Divina Comedia señalando los antecedentes más cercanos de la escatología musulmana. Cacho Blecua expone el motivo de la cueva en los libros de caballería, Christian Wentzlaff-Eggebert en los poemas de épica culta y Jean Canavaggio analiza la bajada de Don Quijote a la cueva de Montesinos. Por último, Luis Acosta retrata a Mefistófeles, que en figura de hombre hace el camino inverso para subir del infierno a la tierra.

 

Eva Castro Caridad, Introducción al teatro latino medieval, Universidad de Santiago de Compostela, 1996, 228 págs.

    La literatura medieval está siendo objeto de un inusitado interés en los últimos tiempos, pero una de las áreas más desasistidas —y, por ello, tal vez más atrayentes— es la del teatro. La presente obra viene a llenar un hueco en la bibliografía reciente al abordar la cuestión del teatro latino. Hasta ahora, las referencias a este asunto se habían convertido en una serie de tópicos o lugares comunes que se venían repitiendo una y otra vez, aunque en realidad planteaban más duda que soluciones. Este trabajo, teniendo en cuenta los estudios anteriores, replantea la cuestión desde el principio. Desde nuestra perspectiva actual podemos reconocer en ciertas composiciones latinas rasgos que encajarían en los parámetros de una pieza teatral, pero ¿el público de los siglos IX y XII las percibía como teatro o como algo diferente? ¿Por qué se perdió el concepto de teatro? ¿Cuándo se volvió a recuperar? ¿Fue una recuperación general o restringida a un grupo de eruditos? Esta monografía recopila textos y documentos ya conocidos, pero se analizan a la luz de nuevas propuestas metodológicas y exegéticas; además, el enunciado de los diversos capítulos responde a cuestiones abordadas en todo estudio sobre el teatro medieval, pero se proporcionan nuevos planteamientos y desarrollos.

 

Rafael Lapesa, De Berceo a Jorge Guillén (Estudios literarios), Gredos, Madrid, 1997, 288 págs.

    Este libro de Rafael Lapesa, en el que se vuelve a poner de manifiesto la grandeza, el magisterio y el saber de los viejos filólogos, demuestra una vez más que los mejores lingüistas —y recuérdese en el caso de Lapesa no sólo su famosa Historia de la lengua española sino también sus múltiples artículos o su Asturiano y provenzal en el «Fuero de Avilés»— han sido magníficos intérpretes del acontecimiento literario (La Trayectoria poética de Garcilaso o La obra literaria del Marqués de Santillana). Como dice el autor en el pequeño prólogo a De Berceo a Jorge Guillén, fechado en Madrid, enero de 1997: «Una vez más me dejo caer en la tentación de reunir en libro artículos que han ido apareciendo dispersos durante años. La colección presente tiene como predecesores De la Edad Media a nuestros días (1967), Poetas y prosistas de ayer y de hoy (1977) y De Ayala a Ayala (1988). Como ellos, el presente libro viene a ser un recorrido por la historia de la literatura española; recorrido a saltos, es verdad. Quedan, brujuleando, tentaciones de cubrir los huecos —Jovellanos, Cadalso y Goya, heroínas de la novela y teatro románticos, Galdós, Gerardo Diego… Pero estoy viviendo el momento en que “las ansias crecen, las esperanzas menguan”; y me decido a renunciar, por ahora (y quién sabe si para siempre), a los artículos en gestación, todavía nonatos». Como en los predecesores a que se refiere Lapesa, todos estos trabajos se articulan en torno a un objetivo común: contribuir a una mejor comprensión de autores, obras y corrientes, haciendo que las noticias y los análisis queden encuadrados en una visión global. El interés del libro viene dado en gran medida por la variedad de los géneros abordados (poesía lírica, teatro, novela, biografía e historia), pero también por la talla de los escritores (Berceo, Santillana, Mena, Herrera, Moratín, Juan Ramón, Américo Castro, Marañón, Jorge Guillén) y por la singularidad de las obras como El Quijote o La Celestina.

 

Ignacio Navarrete, Los huérfanos de Petrarca (Poesía y teoría en la España renacentista), Gredos, Madrid, 1997, 344 páginas.

    Ignacio Navarrete, profesor de literatura española en Berkeley, a quien debemos múltiples trabajos sobre el Renacimiento español e italiano es autor de este estudio sobre el petrarquismo español, de la poesía y teoría en la España renacentista de aquellos a quienes llama los huérfanos de Petrarca. Desde la primera recepción e influencia de los textos de Petrarca en el cancionero del siglo XV, hasta los llamados epígonos petrarquistas y las escuelas italianizantes que llegan hasta el siglo XVII, la historia del movimiento petrarquista en la Península Ibérica es múltiple y variada. El análisis pionero de A. Farinelli dio paso a las reflexiones posteriores de J. Fucilla, A. Gallego Morell, T. Greene, A. Prieto, E. Rivers, A. de Colombí-Monguió, F. Rico, J. Weiss, Á. Gómez Moreno, A. Cruz, R. Recio y P. J. Smith, preocupados por estudiar la adaptación y la imitación petrarquistas en las letras españolas tardomedievales y del Siglo de Oro. Según se indica en la tercera de cubierta «Ignacio Navarrete parte de estas reflexiones anteriores y analiza la evolución del petrarquismo español desde la traducción del Libro del cortesano de Garcilaso-Boscán hasta los poemas de Canta sola a Lisi de Quevedo, pasando por las figuras de Encina, Nebrija, Castiglione, Garcilaso, Boscán, Herrera y Góngora. El hilo que vertebra sus reflexiones es el concepto de retraso cultural (belatedness) de Harold Bloom y la noción de la inferioridad española con respecto a Italia. La lucha de las armas contra las letras y los diversos conceptos del letrado y poeta del siglo XVI se insertan en un contexto cultural y sociopolítico. La evolución del petrarquismo poético se asocia así a la unidad política y la hegemonía militar de España, y se estudia dentro del contexto personal de clase de los poetas analizados. Navarrete pasa revista a los autores mencionados y estudia cómo operan en ellos la imitación y la asimilación de Petrarca. Los huérfanos de Petrarca aborda también problemas de intertextualidad en las obras de Encina a Quevedo, dentro del contexto de las polémicas poéticas de prefacios, artes poéticas y comentarios contemporáneos».

 

Mercedes Caridad García Gómez, Hombre y naturaleza. Apuntes sobre la antropología renacentista, Universidad de Alicante, 1996, 236 págs.

    Este libro aborda el mundo renacentista, su renovación científica, su vertiente filosófica, su dimensión social, desde una perspectiva antropológica. La caracterización del renacimiento como «época humanística» está regida por el valor que confiere a la dignidad del hombre y a la concepción de éste como un microcosmos: «El conocimiento de la variedad y riqueza de la antropología renacentista me ha sugerido la conveniencia de delimitar el objeto de este estudio. En él me propongo recrear algunos aspectos de esta antropología; en concreto, ver cómo fue entendida, fundamentalmente por parte de algunos pensadores españoles de la época, la relación del hombre con la naturaleza. No pretendo ser exhaustiva en la documentación de este amplio tema. He considerado conveniente tomar a un autor, Miguel Sabuco, como exponente y guía para esta investigación». El tema de la libertad del hombre, su relación con la astrología, la libertad en el pensamiento de Miguel Sabuco, además de la felicidad humana y del desenvolvimiento del pensamiento religioso y social conforman algunos de los motivos que dan vida al presente libro.

 

    José María Ferri Coll, Las ciudades encantadas (El tema de las ruinas en la poesía española del Siglo de Oro), Universidad de Alicante, 1995, 180 págs.

    Ligada a los principales temas literarios del Siglo de Oro, la poesía de ruinas es claro ejemplo del desarrollo de la lírica durante los siglos XVI y XVII. Este libro ofrece los principales hitos de la explotación del tópico en nuestras letras. El contenido de la obra ha sido ordenado respetando la sucesión cronológica de los hechos. Se pretende mostrar cómo distintos autores (Garcilaso, Cetina, Herrera, Medrano, Caro, Rioja, Quevedo, Lope, etc.) reaccionan de forma distinta ante un mismo estímulo: la contemplación de las ruinas. Esa actualización del motivo, tamizada por la personalidad creadora de cada escritor, permite apreciar la fascinación que las ruinas engendran en quienes se acercan a ellas. El grado de novedad reside en la capacidad de cada poeta para zafarse de la retórica que alimenta el lugar común. Jose María Ferri desarrolla así el motivo de las ruinas: «Símbolo de la destrucción, las ruinas alcanzan un sentido distinto cuando se contemplan desde la perspectiva de lo no destruido; como si esa permanencia quisiera ofrecer una estampa menuda de la vida que, efectivamente, existió en los parajes hoy desolados. Quizá convenga aquí traer a colación esa intuición de Eliot sobre una civilización continua, de modo que el mundo no pueda ser considerado patrimonio de los vivos. Este libro no es una reflexión sobre la trascendencia de la representación artística de las ruinas, pero intenta contribuir a que el lector la colija. Pretendo, ante todo, describir la trayectoria de un tópico dentro de la poesía áurea. Para ello, me he impuesto unos límites cronológicos que hacen operativo el análisis. Parto de 1580, año en que aparecen las Anotaciones de Herrera, donde se cita el soneto de Castiglione Superbi colli y la imitación de Cetina Excelso monte, y conduzco mi indagación hasta 1650. A partir de ese momento, y hasta 1700, no encuentro muestras relevantes, capaces de alterar el significado global de la poesía de ruinas en el Siglo de Oro […] Las ruinas significan la expresión más palmaria de la inanidad del empeño humano por perdurar. El carácter axiomático y semánticamente clausurado de esa verdad se contrapesa con la personalización que cada uno —lector, contemplador, arqueólogo, humanista— hace del vastísimo catálogo de ruinas que el mundo nos ofrece. Acaso se deba a ello la capacidad que las ruinas tienen de retener, bajo la manta de una historia cultural tan cargada de retórica, la chispa de la emoción».

 

Margit Frenk, José J. Labrador Herraiz y Ralph A. Difranco (eds.), Cancionero Sevillano de Nueva York, Universidad de Sevilla, 1996, 556 págs.

    Después de mencionar el rico corpus de lírica popular de Margit Frenk, Begoña López Bueno recuerda la admirable ruta recorrida por José J. Labrador y Ralph di Franco en los últimos años en la publicación de manuscritos áureos: en 1986 apareció el voluminoso Cancionero de poesías varias, Ms. 617 de la Biblioteca del Palacio Real de Madrid; en 1988 el Cancionero de Pedro de Rojas, Ms. 3924 de la Nacional de Madrid; pródigo fue el año de 1989, en el que vieron la luz el Cartapacio de Fco. Morán de la Estrella, Ms. 531 del Palacio Real, el Cancionero de poesías varias, Ms. 3902 de la Nacional, y el igualmente llamado Cancionero de poesías varias, Ms. 2803 del Palacio Real; dos años más tarde editan las Poesías del Maestro León y de Fr. Melchor de la Serna y otros (s. XVI), códice 961 de la Biblioteca Real; y en 1994 el Ms. 1578 de la misma Biblioteca, Cancionero de poesías varias; sin olvidar que entretanto publican en 1993 la utilísima Tabla de los principios de la poesía española (siglos XVI-XVII). En 1997 ha aparecido ya en nuestra revista Analecta Malacitana el Ms. Fuentelsol (MP II-973) con poemas de Fray Luis de León, Fray Melchor de la Serna, Hurtado de Mendoza, Liñán, Góngora, Lope y otros; además, anuncio ya, por estar en prensa, para el volumen XXI, 1 (1998) de Analecta Malacitana el Ms. 22.028 de la Bilioteca Nacional: «Entre Fray Melchor y Fray Luis. Inventario anotado del manuscrito MN 22.028 con poemas de Acuña, Cetina, Góngora, Padilla, Silvestre y otros». Y además tenemos noticias de otros proyectos como el Romancero de Palacio o el Catálogo General de primeros versos del Siglo de Oro, proyecto éste ya en marcha desde mediados de 1997. Este Cancionero Sevillano de Nueva York, de autor o recopilador desconocido, se debió preparar entre 1580 y 1590. Se trata de un Cancionero de poesía popular en el que, según nos cuentan M. Frenk, J. J. Labrador y R. A. Di Franco «el alto índice de poemas religiosos originales que contiene esta miscelánea nos invita a pensar que hubo un autor-poeta culto, posiblemente, un religioso, que trasladó sus propias composiciones y otras que encontró en libros impresos que tenía al alcance de la mano. Era, con toda seguridad, un aficionado a la literatura de moda en ese momento y seleccionó de los impresos y otras fuentes manuscritas los poemas que más se ajustaban a su sensibilidad, a su gusto, gusto que reparte por igual entre la poesía religiosa, especialmente de tema navideño, y la poesía humana más inclinada hacia la sencillez pastoril que al compejo endecasílabo italiano. No sólo prefiere la poesía de tipo tradicional, popular y la enraizada en la tradicion cancioneril, sino que parece querer ampliarla y enriquecerla. Es más, pensamos que hay un intento de renovar la tradición con glosas en las que mantiene el tono popular, a la vez que busca nuevas expresiones dentro del contexto emotivo prevalente de las últimas décadas del XVI. Un análisis reposado del contenido de esta miscelánea parece indicar que su autor tendría a mano varias antologías poéticas y otros libros impresos por esos años y que a ellas recurrió para crear, o más bien re-crear, su cancionero. Era lector aficionado a Jorge de Montemayor, el poeta mejor representado después del autor mismo; también gustaba de Gregorio Silvestre, de Juan Timoneda, de Lucas Rodríguez, de Juan López de Úbeda y de Ramírez Pagán. Además estaba al corriente de la poesía manuscrita que circulaba en los muchos cartapacios que proliferaban en diversos centros de España y que cruzaban la geografía en la segunda mitad del XVI como ahora bien sabemos. Hay muchas composiciones en el Sevillano que sólo se hallan en fuentes manuscritas, que a pesar de su gran popularidad nunca llegaron a la letra de molde como «Vestirme quiero ahora un triste luto» (53), poema que encontramos en diez manuscritos de entre 1580 y 1620. Y, por el contrario, hay poemas manuscritos de escasa difusión que pasaron al códice sevillano porque el compilador se fijó en ellos, por ejemplo, «Oh cordero muy manso» (107), que está en TP 506 (ca. 1580) y en MN 4256 (ca. 1600), y «Decid, quién os trae» (283) cuya versión profana sólo la hallamos en MN 17.689. De todas esas fuentes manuscritas e impresas se valió para extraer cabezas de villancicos, que luego glosó a su gusto, o poemas completos de su agrado. Casi todas las fuentes de que se sirvió recogían también poemas originados en la vieja poesía de tipo popular, que en su proceso de valoración habían ido entrando en cancioneros manuscritos y en libros impresos. Quienquiera que sea el poeta anónimo sevillano que copió sus versos, divinizó los ajenos e incluyó los de otros poetas conocidos, demuestra tener un buen dominio de los gustos imperantes de la cultura popular urbana, más receptiva al verso corto castellano que al largo verso italianizante. En Sevilla convivían, pues, dos escuelas, la herreriana y la tradicional, y cada una alimentaba los gustos de unos segmentos bien determinados de su sociedad. Nuestro autor anduvo más por los barrios de Alcázar que por los jardines del divino Herrera».

 

Aurora Domínguez Guzmán (ed.), Fray Juan Farfán (Dichos agudos y graciosos), Universidad de Sevilla, 1996, 165 págs.

    Recuerda Aurora Domínguez en su recuperación de los Dichos agudos y graciosos que «Francisco Rodríguez Marín, en el amplísimo y ameno cuadro que trazó de la vida sevillana en tiempos de Cervantes para su edición (1905) de Rinconete y Cortadillo, dice del agustino Fray Juan Farfán (Sevilla 1536–1619) que fue ingeniosísimo en sus chistes, y que estos “llegaron a ser proverbiales en Sevilla”, recogiendo uno de ellos sobre la deshonestidad de las mujeres. Como vemos, ya Rodríguez Marín hablaba en pretérito de la fortuna de aquellos chistes, pero hoy resulta francamente difícil dar con alguien que tan siquiera recuerde que fueron proverbiales. Sin embargo, en su época gozó Farfán de una fama extraordinaria entre sus paisanos; hombre doctísimo y gran orador, sus divertidas ocurrencias, tanto en el púlpito como fuera de él, se celebraron mucho. Famosas fueron también sus “espantadas”, pues si no le gustaba el auditorio, o cualquier otra cosa, no predicaba el sermón de turno o no lo terminaba aunque estuviese presente el mismísimo Arzobispo. Sus agudezas, cuentos, facecias, dichos, chistes, apotegmas, o como queramos llamarlos, corrieron de boca en boca por Sevilla».

 

Antonio Azaustre Galiana, Paralelismo y sintaxis del estilo en la prosa de Quevedo, Universidad de Santiago de Compostela, 1996, 268 págs.

    Paralelismo y sintaxis del estilo de la prosa de Quevedo constituye un estudio estilístico centrado en uno de los rasgos de la prosa quevediana: su simetría. Partiendo de un marco retórico, se fija el concepto del paralelismo, para describir las figuras que lo desarrollan y, sobre todo, sus características retóricas y finalidad en los textos. En un segundo nivel, se estudia la sintaxis en la que se insertan tales estructuras, contemplando también aquí las características y finalidad de sus diversas manifestaciones. Este estudio se aplica a un conjunto de obras de diferentes etapas, temas y géneros en la trayectoria prosística de Quevedo, desde El Buscón o Los sueños a la Política de Dios o la Vida de Marco Bruto. Se puede así observar una evolución creciente del paralelismo y la sentenciosidad, que discurre pareja al aumento de las obras de carácter político y moral. Por todo ello, este trabajo pretende contribuir a un mejor conocimiento del estilo de Francisco de Quevedo; al mismo tiempo, quiere ayudar también a la mejor comprensión de su obra prosística, pues forma y contenido caminan siempre unidos en el uso que el escritor hace de los recursos del estilo para mejor transmitir sus ideas.

 

Dario Puccini, Una mujer en soledad (Sor Juana Inés de la Cruz, una excepción en la cultura y la literatura barroca), Anaya & Mario Muchnik, Madrid, 1996, 246 págs.

    Última etapa de la experiencia barroca hispánica, la poesía de Sor Juana Inés de la Cruz (1648–1695) instauró el diálogo más sólido y fresco con el público de su tiempo (como en su vasta producción de villancicos) y franqueó, por vías profundas o transversales (en algunos sonetos admirables), como sólo Quevedo fue capaz, las «columnas de Hércules» de la tradición literaria a la que tanto debía. La literatura barroca, en su enrarecido ejercicio de aporías, antítesis, símbolos y alegorías, halló en México una fuerza renovada y en Sor Juana la cima más pura de la poesía intelectual del siglo XVII, la cual se prestaba al desarrollo indeterminado del discurso racional: iluminante preludio, bajo aspecto de alegoría, del racionalismo del «nuevo siglo». En esta obra, el estudio paradigmático de la personalidad de Sor Juana está articulado en tres puntos: un nuevo reconocimiento de su vida y su cultura; un sondeo en la profundidad de su poesía en sus manifestaciones más significativas y transfiguradoras; una indagación acerca de los motivos del concentus popular en la poesía devota y festiva de sus villancicos.

 

Federico Suárez, Donoso Cortés y la fundación de El Heraldo y el Sol, Editora Regional de Extremadura, Mérida, 1985, 366 págs.

    El presente estudio cubre un año de la vida de Donoso, año del que apenas se sabía que estaba en París. Concretamente da cuenta de una parte de su actividad desde abril de 1842 hasta abril de 1843 y descubre facetas tan interesantes como insospechadas: su amistad con Ríos Rosas, la campaña periodística que inspiró contra Espartero, el papel que desempeñó en la fundación de El Heraldo y El Sol, etc. Tras un análisis de los precedentes periodísticos de Donoso, y su actividad en El Porvenir, El Correo Nacional, La Revista de Madrid y El Piloto se analizan las figuras de algunos corresponsales de Donoso: Díaz, Ríos, Sartorius y Tassara. La actividad de Donoso junto a Sartorius y Ríos en el nacimiento de El Heraldo y su apoyo a Ríos y a Nicomedes Pastor Díaz en la fundación de El Sol constituyen los capítulos centrales del libro. Un apéndice donde se recoge la correspondencia de 1842 y 1843 y un buen índice de cartas completan el libro de Federico Suárez.

 

Paula Prenerón Vinche, El influjo de Sade en Flaubert y Clarín, Universidad de Alicante, 1996, 226 págs.

    Escribe Paula Prenerón que «Sade es considerado el escritor francés más subversivo de todos los tiempos, un escritor censurado, renegado, condenado al Índice, cuyos editores han tenido que vérselas con la Justicia, cuyas obras han sido quemadas públicamente. La sola mención del nombre de Sade provoca pasiones, posiciones irreductibles: unos, como Annie Le Brun, lo subliman, viendo en su escritura el reflejo del espacio imaginario de la soberanía individual; otros, los más, lo atacan con furor, viendo únicamente en su escritura el reflejo de la subversión social y moral más absoluta, la fascinación del mal que alcanza las cuotas de la violencia más altas que se puedan hallar en la literatura universal, una violencia que algunos, como Philippe Sollers, llegan a equiparar con el horror de los crímenes nazis. No obstante, el influjo sadiano, lo que Pascal Pia denomina l’irrigation souterraine, ha marcado fuertemente buena parte de la literatura posterior». El influjo sadiano irriga las obras de Flaubert y de Clarín, un influjo subterráneo, oculto, pero evidente para el lector avisado. Ambos escritores han mostrado la regresión del hombre hacia la animalidad, ambos han mostrado el mal apoderándose del mundo; mas Flaubert, como un dios, ha saboreado su esencia, mientras Alas, a la desesperada, ha intentado vencerlo.

 

Celina Alegre, Afinidades peligrosas (Un estudio sobre La Regenta), Pagés Editors, Lleida, 1992, 148 págs.

    La finalidad de este estudio sobre La Regenta es analizar las relaciones y paralelismos entre Ana Ozores y Fermín de Pas. Ana Ozores se debate entre dos puntos de atracción, simbolizados por Álvaro Mesía (amor físico) y Fermín de Pas (la religión, el espíritu), pero ello no significa que podamos situar en un mismo plano a estos dos personajes; el peso de Álvaro Mesía en la novela no puede compararse al del Magistral. Clarín nos presenta dos personajes —La Regenta y Fermín de Pas— que pagan el brillo social con la ruina afectiva. Este libro realiza un estudio sobre estos dos personajes puestos en contacto: «No se trataba sólo de ver quiénes son, cómo viven, y qué llega a sucederles a Fermín y Ana, sino también —y a ello le doy gran importancia— cómo los ve y los trata el narrador que nos los presenta. Así, este trabajo se compone de tres partes: en la primera, “Hacia La Regenta”, se intenta esbozar el camino que conduce a Clarín a la elaboración de su obra maestra, pasando revista a las ideas teóricas sobre novelística que vierte en sus ejercicios críticos más importantes (serie “Del naturalismo”, “Comentario a La desheredada de Pérez Galdós” y “Del estilo en la novela”), para ver cómo cristalizan en su Regenta. La segunda parte, “El narrador y sus personajes”, es un estudio del papel del narrador y de las relaciones que establece con los protagonistas de su relato. La tercera y última parte, “Fermín de Pas y Ana Ozores: vidas paralelas” es un intento de caracterización de los dos protagonistas y sus afinidades».

 

Antonio Gallego Morell, Sobre Ganivet, Universidad de Granada, 1997, 220 páginas.

    Sobre Ganivet es un volumen que recoge recuerdos de Gallego Morell sobre el escritor granadino que escribió casi toda suproducción literaria en las ciudades de Helsinki, Amberes y Riga. También retoma estudios de su libro Estudios y Textos ganivetianos (CSIC), otros artículos publicados en revistas especializadas, homenajes, revistas de creación literaria y prensa periódica. Desde el artículo más temprano «Ganivet enjuicia el idearium» (1943) hasta el más reciente «La imprenta finlandesa de la primera edición de “Granada la bella”» (1993), durante estos 50 años la presencia de Ganivet ha sido constante en la obra de Gallego, cuyo cenit ganivetiano fue su biografía Ángel Ganivet, el excéntrico del 98.

 

Luis Sánchez Francisco, Mística y «razón autobiográfica» en los primeros escritos de José Martín Ruiz (Azorín), Wydawnictwo Naukowe UAM, Poznan , 1995, 204 págs.

    Este libro, editado por el servicio de publicaciones de la Universidad Adam Mickiewicz de Poznan , en Polonia, constituye el número 19 de la Seria Filologia Romanska. En él Luis Sánchez Francisco estudia la razón autobiográfica —equivalente de la «razón poética» de María Zambrano— de Azorín a partir de la experiencia mística y el éxtasis del escritor alicantino, entendido este último concepto en el sentido heideggeriano de «ver con una mirada». El autor declara que no relaciona «la mística exclusivamente con la meditación ensimismada o cualquier forma de piedad o práctica religiosa. Es la experiencia mística —o extática, si se prefiere— que aparece, en el caso español, cincelada en sus mejores artistas: Cervantes, con el paso de la mística a la novela; Calderón, con el paso de la mística al teatro; el Greco, con el paso de la mística a la pintura; San Juan de la Cruz, con el paso de la mística a la poesía. Y Azorín, con el paso de su experiencia extática a su peculiar estilo literario, que renovó las letras hispánicas a comienzos de siglo […] Por medio de la autobiografía el autor clarifica racionalmente aquello que siente. La confesión tendría, pues, también este carácter de racionalizar el sentimiento, en el sentido de aclararlo, especificarlo y explicitarlo. Resultado de ello sería que el autor llegaría a un conocimiento de sí mismo y del “otro” en sí mismo. Todo texto autobiográfico tiene en su entraña la fascinación y el encanto de la otredad, en el caso de José Martínez Ruiz llega hasta identificarse con su otro yo: “Azorín”. Pero la «razón autobiográfica» abarca mucho más de lo que propiamente indica el término «razón». De acuerdo con esto, la irracionalidad, en el sentido de Schopenhauer, Nietzsche o del propio Unamuno, tiene también su lugar en la «razón autobiográfica».

 

Antonio Ferreña Comesaña, Federico García Lorca (Vida, Obra, Muerte), Muñoz Moya y Montraveta editores, Sevilla-Bogotá, 1996, 394 págs.

    El nacimiento de un poeta, un joven poeta que recorre España, Federico en Madrid, la correspondencia con Salvador Dalí, y un poeta en Nueva York, Buenos Aires, La Habana y Montevideo constituyen las tres primeras partes, dedicadas a la biografía, de este estudio sobre la vida, obra y muerte de Lorca de Antonio Ferreña Comesaña. A partir de aquí, en la cuarta parte del libro, el autor estudia la obra de Lorca: la razón de La Barraca, el Romancero Gitano, el Poema del Cante Jondo, etc. Y a continuación todo su teatro: Amor de Don Perlimplín, Bodas de sangre, Doña Rosita, La zapatera prodigiosa, Yerma, La casa de Bernarda Alba, Así que pasen cinco años, El público. Por último, Antonio Ferreña analiza detalladamente la muerte de Lorca, desde las vísperas de la tragedia hasta la detención y ejecución del poeta.

 

Jordi Jové, Carlos Barral en su poesía (1952–1979), Pagés Editors, Lleida, 1991, 266 págs.

    Este libro analiza la poesía de Carlos Barral desde 1952 a 1979 iniciándose en una época en la que el poeta era un escritor absolutamente desconocido, más famoso por su condición de editor y hombre de cultura. Avanza por la lectura de Poemas previos, Las aguas reiteradas, 19 figuras de mi historia civil, Usuras, Informe personal sobre el alba, y Figuraciones y fugas varias, que el autor escribió después de su etapa de «poeta civil» que acaba, pero no se abandona, en 1961, y que constituye su obra poética completa hasta 1979. No se consideran las Lecciones de cosas (1988), que el poeta siguió escribiendo desde la figura del viejo marinero.

 

Emma Martinell Gifre, El mundo de los objetos en la obra de Carmen Martín Gaite, Universidad de Extremadura, 1996, 286 págs.

    La finalidad del presente estudio, a decir de Emma Martinell, es mostrar cómo en la obra de Carmen Martín Gaite hay un aprovechamiento constante de la referencia a recintos, muebles y objetos, y cómo esta técnica se viene utilizando con regularidad desde los primeros cuentos anteriores a Entre visillos, hasta La Reina de las Nieves. La propia Emma Martinell explica así el contenido de su libro: «Está estructurado en seis capítulos. En el primero, “Una red de referencias”, propongo una ordenación de las voces consideradas, en cinco apartados: a) La frontera; b) El interior; c) El depósito; d) La cantidad y su orden, y e) Imagen y texto. He procurado que en el esquema tuvieran cabida los elementos con referentes situados en el exterior de los recintos, o sea, en la calle, en el campo, al aire libre, y también los elementos con referentes situados en el interior de los recintos. En el capítulo segundo, “Análisis de las referencias”, he tomado en cuenta todos los tipos de objetos considerados, he reflexionado sobre su modo de presentarse y he acompañado mi análisis de los ejemplos más característicos. He estudiado un corpus constituido por novelas, ensayos y artículos. […] En los capítulos cuarto y quinto presento lo que, a mi juicio, es el rendimiento de tantas y tantas referencias a objetos inanimados, a los muebles y a las habitaciones. En el primero considero lo que he calificado de “rendimiento textual”. Creo que cumplen una función en combinación con el resto de componentes sintagmáticos. Las referencias entran en estructuras comparativas, constituyen símiles. Hay, asimismo, una dinamización de sustantivos de referente inanimado, producida por la combinación con determinadas piezas. También se dan procesos de transformación. Y las referencias se suman unas a otras, acumulando el valor de su contenido y de su referencia. En el segundo, el capítulo quinto, tomo en consideración lo que he calificado de “rendimiento narrativo”. Considero que con ese rendimiento queda más que probado el papel fundamental de las referencias. Primero, porque son muchos los enunciados asertivos que tienen como tema una de esas referencias, sin constituir propiamente un hito en la trama novelesca, o sin llegar más que unas pocas veces a ser el pretexto para un artículo. En segundo lugar, porque hay alusiones al efecto que objetos, muebles y habitaciones, el ámbito doméstico, produce en los personajes o en la voz narradora en casos en los que es un trasunto de la voz del autor implícito. En tercer lugar, porque las impresiones y los estados de ánimo debidos a la presencia de tales entes provocan una reacción en dichos personajes». Unas conclusiones finales, de carácter explicativo, ponen fin a este académico libro.

 

José Monleón (dir.), Tragedia griega y democracia. Medea. Encuentro Mediterráneo, Editora Regional de Extremadura, Mérida, 1989, 342 págs.

    Esta obra recoge las actividades organizadas en torno al XXXIV festival de teatro clásico de Mérida. Se trata de un texto precioso, estructurado y dirigido por José Monleón, que sólo tiene como defecto la declaración de principios en la que el libro muestra su servidumbre a la política que lo financia: los discursos de Alfonso Guerra, Juan Carlos Rodríguez Ibarra o Javier Solana se entrecruzan con los de Manuel Garrido o el propio José Monleón. Por lo demás, el Ciclo teatral recoge los comentarios a De lo vivo lejano de Alberti, Edipo Rey de Sófocles, Antígona entre muros de Martín Elizondo, Medeamaterial de Heiner Müller, El príncipe constante de Calderón, el espectáculo de Salvador Távora, Alhucema, escenificado por La Cuadra de Sevilla, y Los hijos de Medea de Per Lysander y Suzanne Osten en versión castellana de Francisco Uriz. Un recuento de las «exposiciones», «animación» y «documentación», pero sobre todos los seminarios organizados en torno a Tragedia griega y democracia y Medea, donde brillaron las exposiciones de José Monleón, Castilla del Pino y Ruiz Ramón, completan esta memoria del XXXIV festival de teatro clásico de Mérida.

 

HISTORIOGRAFÍA

Francisco Manuel de Melo, Historia de los movimientos, separación y guerra de Cataluña (ed. de Joan Estruch Tobella), Castalia, Madrid, 1996, 416 págs.

    «Al trazar la semblanza de Francisco Manuel de Melo es obligada la referencia a Menéndez Pelayo, que lo consideraba “el hombre de más ingenio que produjo la Península en el siglo XVII, a excepción de Quevedo”. En efecto, Melo es una de las figuras más interesantes del barroco peninsular. Su biografía es rica en contrastes y claroscuros: militar, diplomático, escritor; frecuentador de cárceles y ambientes cortesanos; soldado al servicio de España y defensor de la independencia portuguesa… Su obra literaria es tan extensa como variada. En sus más de cien obras pueden encontrarse casi todos los temas, géneros y estilos: desde el panfleto político hasta las vidas de santos; desde un estudio sobre la Cábala hasta una obra de consejos sobre el matrimonio; desde un libro de matemáticas hasta comedias de enredo; desde una recopilación de refranes hasta poemas gongorinos… La singularidad de la obra de Melo aumenta teniendo en cuenta que usó indistintamente el castellano y el portugués. A pesar de ciertas contaminaciones lingüísticas, Melo es el escritor que más intensa y perfectamente ha utilizado las dos principales lenguas peninsulares. Sin embargo, su bilingüismo ha sido la causa principal de que su obra haya sido artificialmente dividida en función de la lengua: mientras en Portugal sólo se conocen sus libros portugueses, en España únicamente se le recuerda por su Guerra de Cataluña. Pero la obra de Melo forma un todo, igual que la cultura peninsular del xvii». Con estas palabras comienza Joan Estruch la introducción biográfica y crítica a la Guerra de Cataluña de Melo, obra que ha sido considerada como el antecedente más importante del moderno nacionalismo catalán.

 

Relación de la coca y de su origen y principio y por qué es tan usada y apetecida de los indios naturales deste Reyno del Pirú (ed. de María Brey y Víctor Infantes), Instituto Caro y Cuervo, Santafé de Bogotá, 1996, 62 págs.

    La Relación de la coca es un texto anónimo del Siglo de Oro, que consta de 16 folios sin numerar conservado en la Biblioteca de Antonio Rodríguez Moñino, quien numeró los folios con la signatura E-41-6858. María Brey y Víctor Infantes hacen una preciosa edición y explican así el sentido del texto: «La obra se encuentra dividida por parte del autor en dos epígrafes, el que consideramos título de Relación de la coca y de su origen y principio y por qué es tan usada y apetecida de los indios naturales deste Reyno del Pirú y el que comienza en el fol. 7 rº, titulado El modo de plantar y beneficiar la dicha coca, que llegaría hasta el final, aunque esta división no corresponde exactamente con la estructura del texto. Efectivamente, la relación en sí parece terminar en el folio 11 rº, donde indica: “Ésta es la relación que hay de lo que es la coca…”, pues hasta aquí, incluyendo el epígrafe de El modo de plantar y beneficiar la dicha coca, el texto desarrolla todo lo mencionado en el título: origen mítico de la leyenda de la hoja de coca a través de un inca cuyo nombre “no se sabe cierto”, y que nuestro autor sitúa cronológicamente en la imprecisión de “habrá doscientos años que pasó, poco más o menos”, y de su hermosísima esposa o concubina Coca, la desgraciada muerte de ésta, la creación mágica del árbol, el inicio de la costumbre de masticar la hoja, junto a una descripción de la utilización de los españoles de su cultivo y las disposiciones que sobre su trato establece el virrey Don Francisco de Toledo; continúa tras el epígrafe con la mención detenida de sus formas de plantación y cultivo, para terminar con el proceso comercial por parte de los españoles. No obstante, añade, sin mención de un nuevo epígrafe, el texto indica “Lo que toca al trato de los que compran y venden la coca…”, a modo de tratado económico-mercantil, una disertación sobre los usos y costumbres del comercio de la hoja por parte de los españoles. Podría pensarse que quizá, para la primera parte, la leyenda y su desarrollo utilizara algún texto anterior, sobre el que añadiría la vigencia jurídica de las famosas Ordenanzas del virrey, y que el conjunto, incluyendo la relación primitiva, se completara con una serie de datos sobre la actualidad de los abusos y ganancias derivados de su comercio en el momento de escribirla, uniendo así el tiempo histórico del tema con el tiempo histórico del autor».

 

Fray Luis López de Solís, Sínodos de Quito 1594 y Loja 1596 (ed. de Fernando Campo del Pozo y Féliz Carmona Moreno; prel. de Fernando Campo del Pozo; pról. de Rafael Lazcano González), Revista Agustiniana, Madrid, 1996, 244 págs.

    El presidente del Institutum Historicum Augustinianum, Rafael Lazcano González, dice que «el tercer sínodo quitense de 1596, junto con los otros dos celebrados también en el siglo XVI, “por su amplitud y profundidad, bien pueden ser considerados como concilios provinciales”. Su importancia es debida a fray Luis López de Solís (1534–1606), figura estelar y autor principal de los sínodos de Quito y Loja, celebrados en 1594 y 1596, respectivamente. Estos sínodos son un complemento del primer sínodo de Quito de 1570, y de los concilios limenses de 1567 y 1583. La presente edición, obra de Fernando Campo del Pozo y Félix Carmona Moreno, utiliza como texto base un manuscrito del Archivo General de Indias de 1615. La grafía original del texto ha sido respetada escrupulosamente en la preparación de esta edición, enriquecida con abundantes y eruditas notas a pie de página. Siete han sido las fuentes manuscritas manejadas por Fernando Campo y Félix Carmona en la elaboración de la edición crítica de los sínodos de Quito 1594 y Loja 1596: cinco inéditas y dos impresas. Como pórtico a la edición crítica de los sínodos, el lector encuentra un estudio introductorio escrito por Fernando Campo. En él, al mismo tiempo que clarifica muchos datos históricos de fray Luis López de Solís, nos descubre su faceta de jurista, las dotes de gobierno, la labor pastoral, la influencia y significación histórica del Prelado en la Diócesis de Quito. No cabe duda de que los sínodos de Quito y Loja son importantes para comprender mejor cómo se hablaba el español en Quito a finales del siglo XVI, cuáles eran algunas de las palabras indígenas incorporadas al lenguaje eclesiástico, las expresiones más usuales, etc. Todo ello hace que los sínodos posean, además del alto significado teológico y pastoral, un estimable valor filológico y lingüístico que no pasará desapercibido para el estudioso. Por lo demás, en los sínodos de Quito (1594) y Loja (1596) aparece una formulación de los derechos de los indígenas y se da uno de los mejores diagnósticos sobre la colonización y evangelización a lo largo del siglo XVI».

 

HISTORIOGRAFÍA LINGÜÍSTICA

Francisco Sánchez de las Brozas, Lecciones de crítica dialéctica (ed. de Manuel Mañas Núñez), Universidad de Extremadura, Cáceres, 1996, 304 págs.

    No se trata de una obra del Brocense gramático y retórico, sino de otro menos conocido como es el Brocense filósofo y lógico. En el prólogo explica Manuel Mañas que «convencido Francisco Sánchez de que un alto grado de corrupción se había adueñado de la gramática, fue publicando paulatinas ediciones de sus obras gramaticales hasta que en el año 1587 culmina su labor generadora con la publicación de la Minerva. Asimismo, persuadido de que el desconocimiento de la gramática había causado la ruina de las demás artes, en especial de la retórica y de la dialéctica, intenta restituirlas al lugar que les corresponde con la publicación del Ars dicendi (1556 y 1558) y del Organum dialecticum et rhetoricum (1579). Estas son artes donde se desarrolla una doctrina eminentemente positiva. Sin embargo, en 1588, tras haber comprobado por sí mismo que los profesores y alumnos enseñan y aprenden respectivamente doctrinas erróneas, sobre todo en dialéctica, donde el peso de la tradición y la autoridad nunca ha permitido el análisis racional de los textos lógicos de Porfirio y Aristóteles, edita una obrita de carácter crítico y polémico que además le causó no pocos problemas con la Inquisición. Se trata, en efecto, del opúsculo titulado De nonnullis Porphyrii aliorumque in dialectica erroribus Scholae dialecticae, cuyo estudio y edición constituyen el trabajo que ahora presentamos». Hay varias razones que justifican la edición de esta obra crítica dialéctica. Entre ellas destaca el cada vez mayor creciente interés de los filólogos clásicos por el humanismo renacentista, pero también que la mayoría de los estudios sobre el Humanismo realizados en las últimas décadas versan sobre temas propiamente inherentes a la filología, tales como la crítica textual, historiografía, epistolografía, poesía, gramática o retórica, mientras que las obras filosóficas y, más concretamente, las de dialéctica humanista están aún vírgenes.

 

LEXICOGRAFÍA

Siervo Mora Monroy, Lexicón de fraseología del español de Colombia, Instituto Caro y Cuervo, Santafé de Bogotá, 1996, 224 págs.

    Este Diccionario se interesa por los problemas de la fraseología y presenta un repertorio de frases hechas, dispuestas en orden alfabético. Son segmentos pluriverbales fosilizados, fósiles lingüísticos, rotulados indistintamente por los lingüistas (Alberto Zuluaga) como «fórmulas fijadas», «modos de decir», «unidades fraseológicas», «locuciones hechas», «frases proverbiales», «modismos», «citas», «expresiones fijas». Son las locuciones que Casares define como «combinación estable de dos o más términos, que funciona como elemento oracional, y cuyo sentido unitario consabido no se justifica, sin más, como una suma del significado normal de los componentes». Si hay una fraseología mayor —refranes, frases proverbiales, dichos, fórmulas— y una fraseología menor —frases, expresiones, locuciones—, esta última, y su uso en Colombia, es la presentada en este Diccionario.

 

Humberto Triana y Antorveza, Léxico documentado para la historia del negro en América (Siglos XV-XIX), tomo I, Instituto Caro y Cuervo, Santafé de Bogotá, 1997, 440 págs.

    Con los términos negro o afro se caracterizó en occidente a lenguas, pueblos y culturas procedentes del África Central y Occidental por debajo del Sáhara. Tales pueblos llegaron a América, de manera que la institución de la esclavitud se extendió a sus descendientes afroamericanos. El presente libro constituye el tomo I —el estudio preliminar— de un léxico para la historia del negro en América desde los siglos XV al XIX. El africanismo y la cultura negra en España y en América; las lenguas negro-africanas, su empleo y supervivencia en América Hispánica; las lenguas indígenas, los mestizos y los indios negros; el derecho y la estructura esclavista; los africanos y afroamericanos en la vida del idioma español y el palenquero —lengua criolla de la Colombia de base hispánica ubicada en San Basilio del Palenque, comunidad negra cercana a Cartagena de Indias, surgida por el esfuerzo de esclavos cimarrones—, conforman la diagnosis del estudio preliminar.

 

José Martínez de Sousa, Diccionario de ortografía de la lengua española, Paraninfo, Madrid, 1995, 376 págs.

    José Martínez de Sousa, tipógrafo, ortógrafo, uno de los más importantes lexicógrafos españoles, escribe este Diccionario de ortografía. La ortografía de la lengua española es tan difícil hoy como a principios del siglo XIX. Las dificultades de la escritura, acentuación, distribución de mayúsculas, comas, puntos, puntos y comas, dos puntos, puntos suspensivos, etc., aconsejan la elaboración de un Diccionario de ortografía. Aun cuando, como señala Martínez de Sousa, tratar de destacar la importancia de la ortografía como código de comunicación humana tiene mucho de redundante, el manejo de este código requiere un aprendizaje que no es fácil ni placentero: «Estas dificultades dan como resultado la existencia de universitarios que no saben estructurar su pensamiento a la hora de expresarlo por escrito y de usuarios del lenguaje que no son capaces de pergeñar cuatro líneas seguidas sin sufrir ocho dudas ortográficas, sea del campo de la letra, de la sílaba, de la palabra, o con tanta o más frecuencia, de la frase. Es cierto que la lectura constante ayuda a retener la forma de las palabras tal como aparecen en su contexto, pero esto no basta para dominar el código ortográfico. Se necesita, sin duda, la memorización de sus reglas y excepciones y la comprensión de su estructura interna. Aquí hay que poner de manifiesto el importantísimo cometido del profesor, entre cuyas funciones no es la menos destacada esta de transmitir y hacer comprender a sus alumnos el entramado en que se apoya la ortografía, arma básica para la adquisición y el desarrollo de los restantes conocimientos culturales». Para lograr estos fines, Martínez de Sousa analiza en orden alfabético todos los problemas de la ortografía del español: «Con la presente obra en forma de diccionario trato de contribuir a superar las dificultades ciertas que el conocimiento ortográfico conlleva. Para ello, en cada entrada se aportan todos los datos que permitan una comprensión lo más completa posible de los hechos ortográficos, desde su historia hasta su actualidad, desde la teoría hasta la práctica, y las entradas se relacionan entre sí mediante una tupida red de remisiones. Aunque en algún caso tales datos pudieran parecer excesivos, he creído preferible presentar todos los elementos pertinentes y que sea el usuario quien prescinda de aquello que le parezca poco provechoso en un momento determinado de su formación ortográfica. Sabrá que la información está ahí para aprovecharla en el momento en que lo crea necesario. La obra se ha dispuesto para que sea útil al profesor en la preparación de sus clases; al alumno, para seguir de cerca las explicaciones del profesor y comprender y memorizar reglas ortográficas, y al usuario, para aumentar sus conocimientos de la materia y hacer frente a los retos que la sociedad le presenta. Muchas personas lamentan, una vez abandonados sus estudios e inmersos en el tráfago de la vida, su escaso nivel de conocimiento ortográfico, y desearían aumentarlo. Sabido es que una buena ortografía (valga la redundancia) es la mejor tarjeta de presentación en cualquier situación humana en que uno tenga que expresarse por escrito. Las faltas de ortografía son como heridas del texto, heridas sangrantes y en algunos casos escandalosas. ¿Cuántas veces no hemos descubierto sonrisitas disimuladas ante grafías como herótico, eroico, havichuelas, paisage, caye y otras similares? Las dudas ortográficas son infinitas, y asegurar que uno domina la ortografía por completo es una temeridad, ya que en este terreno es fácil de caer en falta. De aquí la importancia de disponer de un texto que ofrezca, con más profundidad de lo que es habitual en este tipo de obras, todos los aspectos importantes de la ortografía, las bases de que se derivan sus reglas y excepciones y el porqué de muchas decisiones académicas. La consulta de estos aspectos queda notablemente facilitada por la ordenación alfabética de sus contenidos».