Luis Miguel Vicente García,  Luis Cernuda. Antología, Madrid, Ediciones Eneida (Colección Semblanzas), 2004, 206 págs.  ISBN: 84-95427-17-6 (Alicia Martínez Martínez, Univ. Autónoma Madrid)

 

    Presenta Luis Miguel Vicente una antología de la poesía de Luis Cernuda precedida de una amplia introducción que tiene una doble virtud: presentar una semblanza del poeta, tanto de su evolución personal como artística, al tiempo que guía al lector —a través de referencias entre paréntesis— por los poemas seleccionados en lo que se va constituyendo como una rica radiografía de la poética cernudiana. Se trata de un estudio bien escrito, fluido, que no excluye lo poético aunque esté al servicio del ensayo filológico. Incorpora en su estudio la bibliografía más actual en el momento de la celebración del centenario del poeta; trabajos incorporados oportunamente para asistir al autor en ese objetivo suyo de mostrar los itinerarios recorridos por Luis Cernuda de forma que revelen la propia esencia de su carácter y de su obra.

    Vicente divide su estudio, titulado «El escritor y su obra» (pp. 7-100), en diez apartados que discurren como un todo armónico cumpliendo los objetivos mencionados: 1. El hombre y el poeta; 1.1. «Entre el volcán y la torre». 2. «Carácter es destino»; 2.1. Los comienzos literarios en Sevilla: Perfil del aire y Égloga, Elegía y Oda. 3. Madrid y la etapa surrealista: Un río un amor (1928) y Los placeres prohibidos (1931). 4. La Segunda República (1931-1936); 4.1. Donde habite el olvido (1932-1933), 4.2. Cernuda y las Misiones Pedagógicas, 4.3. Páginas de un diario. 5. La Guerra Civil. Primeros poemas de Las nubes (1937-1940). 6. El exilio. Periodo británico (1938-1949); 6.1. Ganarse la vida en Gran Bretaña, 6.2. Como quien espera el alba (1941-1944), 6.3. Vivir sin estar viviendo (1944-1949). 7. El exilio americano; 7.1. Con las horas contadas (1950-1956), 7.2. Desolación de la Quimera (1956-1962). 8. El exilio en México; 8.1. Variaciones sobre tema mexicano. 9. El espectro de Shakespeare y el amor oscuro; 9.1 El ego romántico, 9.2. El poder del deseo, 9.3. Cernuda-Lázaro. 10. Epílogo: Homenaje de los poetas futuros.

    Lo más logrado es la fluidez del conjunto del estudio para conseguir explicar con originalidad el desarrollo humano y poético de Luis Cernuda, remitiendo constantemente a poemas significativos de los que conforman la «Selección de textos» (págs. 101-184) para incitar la participación del lector en el estudio de forma que se vaya configurando tanto la semblanza como la poética que, de forma sutil, propone Vicente sobre Luis Cernuda. Retrato donde lo objetivo está entreverado con lo poético, lo biográfico con una sensible apreciación de la obra cernudiana, sin perder el pulso de magnífico ensayo estilístico donde se adivina la afinidad de voces y de vocación literaria. Siempre se nota la crítica que hacen los poetas de los poetas, aun cuando se esmeren en la objetivad que exige un ensayo, tal vez porque entre los poetas, como recuerda Vicente en referencia a Cernuda y Bécquer evocando unos recuerdos del especial Ramón Gaya, la afinidad es de nacimiento:

 

    Conocí a Cernuda en un jardín. Paseaba, marchaba solo, pero iba con ese aire del que lleva a su lado unos galgos decorativos. Comprendí ya entonces que una sombra le acompañaba a todas partes, un perro inseparable y misterioso, su vida misma quizá, el boceto de una vida no vivida. Conocí a Cernuda en un jardín. En la calle o en el salón no se le comprende. Tampoco en el campo; un jardín o una playa es su fondo verdadero [...] Cernuda es todavía hoy como un niño. Porque su vida le ha sido robada, alguien o algo gasta al lado suyo la vida que le pertenece, y él, Luis Cernuda, sigue intacto en su jardín intacto, embelesado, ensimismado, preso, preso en sí [...] Cernuda es El Poeta, el caso más puro de poeta —no de poeta puro— que existe hoy en España. Nada tiene que ver con su realidad porque Cernuda no vive, sino que late [...] Por eso Bécquer, por eso hondamente Bécquer, y no superficialmente Bécquer, como es la moda. Porque lo que tiene Cernuda de Bécquer no lo ha tomado de él, sino que lo tenía ya, lo tenía de nacimiento [...] Porque Cernuda no es un continuador, ni un discípulo, ni siquiera un influenciado de Bécquer, sino su familiar, su familiar mejor. Es su sangre (pág. 14).

 

    Vicente traza el desarrollo de la titánica lucha entre realidad y deseo en Cernuda, mostrando cómo oscila el poeta desde sus primeros momentos juveniles de exaltación de lo erótico, con rebeldía y espontánea sinceridad en Los placeres prohibidos, a la desilusión y contradicciones que sugieren la experiencia de lo erótico en Donde habite el olvido y siguientes poemarios de La realidad y el deseo. Es especialmente original y bello el análisis que hace Vicente sobre la influencia de Shakespeare en Cernuda, «El Espectro de Shakespeare», y las conexiones del poeta con el universo romántico. Muy novedosa es también la relación que establece Vicente entre Variaciones sobre tema mexicano de Cernuda y Cornucopia de México de José Moreno Villa mostrando, como antes hiciera con Bécquer, el continuo diálogo entre poetas:

 

    Sorprende hallar tantas similitudes temáticas en libros tan diversos, en cuanto al estilo, como Cornucopia de México y Variaciones sobre tema mexicano. Nada parece haber de casual en ello: Cernuda es un buen conocedor de la obra de Moreno Villa. Este escribe Cornucopia de México (1940), casi una década antes de que Luis Cernuda pisara por primera vez tierra mexicana, en el verano de 1949. Será en el invierno de ese mismo año cuando comience a escribir Variaciones sobre tema mexicano. Durante el otoño que media entre su llegada a México y el comienzo de Variaciones sobre tema mexicano, Cernuda pudo inspirarse, además de en lo que la experiencia mexicana le estaba deparando, en la lectura de la obra de Moreno Villa, que conocía muy bien, a juzgar por los artículos que Cernuda le dedicó, en especial uno muy breve con el título de «Reflejo de México en la obra de José Moreno Villa». En dicho artículo Cernuda da muestras de conocer a fondo no sólo Cornucopia de México, obra que califica, él tan poco dado al elogio, de «precioso librito», sino también la mayoría de la polifacética literatura de Moreno Villa inspirada en suelo mexicano, desde los «Poemas escritos en América», recogidos en el libro La música que llevaba (1949), hasta sus estudios más especializados como La escultura colonial mexicana (1942), o Lo mexicano en las artes plásticas (1948).  (págs. 75-76).

 

    Dignas de atención son también las reflexiones de Vicente sobre el lado más espiritual —aunque siempre heterodoxo— de Cernuda en poemas como «Lázaro» y otros. Una religiosidad que Vicente muestra conectada con lo pagano y lo universal, despertando a la Naturaleza y la Tierra de un modo cada vez más profundo porque como dice en el citado poema, «Lázaro»:

 

Así pedí en silencio, como se pide

A Dios, porque su nombre,

Más vasto que los templos, los mares, las estrellas,

Cabe en el desconsuelo del hombre que está solo,

Fuerza para llevar la vida nuevamente. (Poema 15 de la «Selección de Textos»)

 

    Vicente muestra la progresiva desilusión del poeta que se va fraguando en La realidad y el deseo, aumentado de grado con cada nuevo poemario hasta su culminación en Desolación de la Quimera. Pero también sugiere Vicente que la intensificación de la amargura y la desilusión de Cernuda no afecta a su luminosidad más profunda, sino que el poeta refleja momentos de su ánimo más sobre el mundo que sobre la existencia. De ahí que Luis Miguel Vicente termine su estudio con una visión optimista de la evolución en conjunto del poeta y su obra: 

 

    La voz interior de Petrarca marcó la lírica del renacimiento. Y la voz interior de Cernuda marca la poesía española contemporánea. Aunque la poesía como el teatro hayan perdido mucho en la sociedad de los medios audiovisuales y de las tecnologías.

    El futurismo es ahora una realidad más que una poética y bajo su imperio ya no salen poetas como Cernuda. Si los hay ahora están perdidos en otra diáspora que afecta al oficio mismo de poeta. O es que ya no hay generaciones. Creo que todo ha cambiado mucho para la poesía. Las revistas de poesía y los ensayos poéticos hoy no se llevan.

    La máquina de la sociedad se ha vuelto tan gigante como la poesía ausente.

    Todos los poetas parecen haberse perdido en Nueva York o entre las solteronas de Mont Holyoke College, o entre los sillones de alguna academia. Será que la Quimera se quedó sola tras llevarse a su último servidor, quien, con su furia de pájaro de la noche se llevó la Poesía y dejó al alcalde y a los presentes sólo con la placa de conmemoración, en la que le nombraban hijo predilecto de la ciudad de Sevilla y de otras plazas de Sansueña.

    Ya con Verlaine y Rimbaud, y el más desgarrador Baudelaire, desde las nubes otra vez, ve cómo Sansueña y sus moradores se paran a escucharle. El gran tímido no sabe dónde meterse. Una lágrima de rubor todavía le delata entre sus colegas franceses. Luis, le dice Baudelaire, estás hecho un sentimental. Y Rimbaud con un humor más gay añade: «lo que estás hecho es una verdadera mujer». Y Cernuda se vuelve a acordar del Licenciado Vidriera y se queda sin hablar un largo rato, hasta que pasa la nube. Los muertos también se lastiman cuando están tan solos, con la mirada en el imposible sur, donde arde la juventud. (p. 99).

 

    Y añade para terminar:

 

    Al margen de juegos e ironías, quisiera terminar este trabajo como se comenzó, con unas palabras del I Ching, que representan para mí lo que Cernuda aprendió más a fondo a través de su vida entre la realidad y deseo:

 

    Llorando a torrentes, suspirando y lamentando. ¡Ventura! Se ha alcanzado en este punto la culminación de la vida. Sin advertencia se consumiría uno en esta posición como una llama. Si, al contrario, abandona uno todo temor y toda esperanza y, reconociendo la nimiedad de todo, llora y suspira sólo preocupado por conservar su claridad, esa tristeza aportará la ventura.

 

    Así siento que renacía el poeta tras sus desoladoras experiencias, con renovada claridad (pág. 100).

 

    Como es característico de esta colección, la antología termina con unas útiles «Cronología» (págs. 185-198) y «Bibliografía» (págs. 199-206). El valor de este trabajo es especial porque especial es todo en esta obrita donde tan naturalmente se advierte la afinidad entre estudiado y estudioso: Luis Miguel Vicente y Luis Cernuda. Y no debiera pasar desapercibida entre los cernudianos.