Una antología poética en la muerte del obispo

Juan Alonso Moscoso (1614), con un soneto

de Luis Martín de la Plaza adaptado para sus funerales

Jesús M. Morata Pérez

(jemorata@telefonica.net

universidad de granada - gelso

  

Resumen

Se edita aquí una antología de poemas en latín y castellano, compuestos con motivo de la muerte del obispo de Málaga Juan Alonso Moscoso († 1614), y compilada por su sobrino. Se incluye el sermón funerario predicado por el carmelita fray Gil Hernández en Algete, que antecede al florilegio. De particular interés resulta que uno de los sonetos dedicados al fallecido obispo es una adaptación apenas velada de un soneto pastoril de Luis Martín de la Plaza.

 

Abstract

Here is edited an anthology of poems composed in Latin and Spanish on the occasion of the death of Juan Alonso Moscoso († 1614), Bishop of Malaga, and compiled by his nephew. The funeral sermon preached by fray Gil Hernandez, above the anthology, is also included. Of particular interest is the fact that one of the sonnets dedicated to the Bishop is a thinly veiled adaptation of a pastoral sonnet written by Luis Martín de la Plaza.

 

Palabras clave

Juan Alonso Moscoso

Juan Arias de Moscoso

Luis Martín de la Plaza

Fray Gil Hernández

Poesía española del Siglo de Oro

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Key words

Juan Alonso Moscoso

Juan Arias de Moscoso

Luis Martín de la Plaza

Fray Gil Hernández

Spanish Golden Age Poetry

 

 

 

 

 

AnMal Electrónica 30 (2011)

ISSN 1697-4239

  

 

PRESENTACIÓN

Don Juan Alonso de Moscoso, sobresaliente obispo de Málaga, falleció el 21 de agosto de 1614 en Antequera, ciudad en la que se encontraba realizando una visita pastoral. Había nacido en Algete (Madrid) en 1532, y tras una destacada carrera eclesiástica, alcanzó la dignidad episcopal cumplidos los cincuenta años. Rigió sucesivamente las diócesis de Guadix, León y Málaga (once años cada una de ellas). Con anterioridad a su nombramiento para la sede de Málaga, fue arzobispo electo de Santiago, cargo que no aceptó en atención a su avanzada edad y a la destemplanza del clima gallego.

Los funerales del ilustre prelado tuvieron la solemnidad que cabría esperar por su rango y prestigio. Fueron muchas las ceremonias, preces y homenajes que se le dedicaron. Y, lógicamente, sermones fúnebres. De estos, que por entonces destacaban como lo más florido del género oratorio, algunos fueron a la imprenta, como el del jesuita Francisco de Soto (1614), el del dominico Jacinto de Colmenares (1614), el de la catedral de Guadix (Anónimo 1616), o el del carmelita calzado fray Gil Hernández (1614), predicado en Algete, la ciudad natal del prelado.

Pues bien, aquí nos interesa específicamente el de fray Gil Hernández. La razón es bien sencilla: el sobrino del obispo difunto, don Juan de Arias Moscoso, a la sazón deán de la Iglesia Catedral de Málaga, preparó dos años y medio después de los funerales una impresión en la que, tras ese sermón, adjuntó una serie de composiciones poéticas dedicadas a la muerte de su tío. Las hay en latín y castellano, y forman un pequeño y variado ramillete que comprende epigramas, sonetos, décimas, quintillas, canciones, un acróstico, una octava y un romance. El deán afirma que esas poesías proceden de los fastos del propio funeral y de las ceremonias del aniversario celebradas en las ciudades con las que el obispo tuvo una relación especial:

Así me determiné a poner aquí los versos y sonetos que en latín y romance se pusieron en los túmulos de algunas de las santas Iglesias que hicieron honras y cabo de año por el obispo, mi señor y tío, Don Juan Alonso de Moscoso.

De ahí que haya textos de Málaga y León, sedes de su episcopado, y de Antequera, donde le sobrevino la muerte (no deja de sorprender la ausencia total de obras poéticas procedentes de Guadix). Todas las obras son anónimas, y en sus títulos sólo se indica la ciudad de origen, lo que imposibilita casi por completo toda determinación de autoría.

Juan Arias de Moscoso reunió en honor de su ilustre y difunto tío un ramillete poético que nos interesa desde varios puntos de vista. Lo primero que nos llama la atención es el número de las poesías. Don Juan selecciona exactamente treinta y tres. Y esa cifra no es casual. Treinta y tres años fue el tiempo que duró el episcopado del obispo Moscoso; treinta y tres años fue la edad de Cristo, y tanto en los sermones funerarios como en algunas de las poesías escogidas se establece paladinamente esa relación. Incluso en la lápida funeraria leemos: «VIVIÓ OCHENTA Y QVATRO AÑOS, Y LOS TREINTA Y TRES CVMPLIDOS (QVE ES LA EDAD DE CHRISTO NVESTRO BIEN) FVE PRELADO». Así pues, hay tantos poemas como años de episcopado y como vida de Cristo.

Otros aspecto interesante es la diversidad de orígenes, lenguas y formas estróficas de esa antología. En cuanto a su procedencia, hay 16 poesías de la Iglesia de Málaga, 12 de la Iglesia de León, 4 de Antequera y una sin especificación de origen. En cuanto a la lengua, 4 composiciones están en lengua latina y 29 en española. En cuanto a las formas estróficas en castellano, hay 12 sonetos, 7 décimas (en realidad hay seis décimas sueltas y una composición de doce décimas con verso de cierre forzoso), 4 epigramas castellanos, 3 canciones, una octava, un romance y una composición en quintillas.

Por lo que respecta al tono de las poesías, también es diverso. Predomina el grave y solemne, como corresponde a un acontecimiento funerario, pero no falta el tono jocoso («Señora doña Furiosa»). Encontramos también un soneto dialogado, una canción de arte mayor con el acróstico del nombre del prelado, e incluso un romance pastoril.

En cuanto a la disposición de los textos, Juan Arias sitúa en primer lugar los poemas latinos, a continuación la poesía castellana de arte mayor (sonetos, canciones y la octava) y por último toda las poesía de arte menor (octosilábica). Ese ordenamiento sólo es alterado por la inclusión de un soneto castellano tras el primer epigrama latino. La razón la aclara el impreso: el soneto es traducción del epigrama, y obra de la misma pluma.

La calidad de los textos poéticos, teniendo en cuenta su carácter circunstancial, es muy estimable. Los dísticos latinos son de correcta factura, y denotan el gran oficio de sus autores. Cabría destacar la plasticidad del primero (En iacet insignis gelido sub marmore Praesul) y la maestría del cuarto (Gloria Pontificum, qui terna e puppe gubernans). Otro tanto cabe decir de los sonetos. Resulta especialmente eficaz el procedente de las honras de Antequera, que arranca «Aquí un Pastor, del Tíber invidiado». Entre las décimas hay dos que sobresalen: «Aquel que la muerte llora» y, más contundente aún, «Mírale, que así has de verte». En tono jocoso resulta muy bien construida la composición en décimas contra la Muerte, que arranca «Señora doña Furiosa», con cierre final forzoso en cada una de ellas («Don Juan Alonso Moscoso»). Excelente nos parece la composición en quintillas del túmulo de Antequera («El pastor más vigilante»), con claros ecos de Luis Martín de la Plaza. Y no desmerece del conjunto el romance final («Mirando una tumba negra»), que recuerda el famoso «Romance de la tumba escura» de Medinilla.

En definitiva, Don Juan Arias de Moscoso, en el oficio de antólogo, nos ofrece una buena muestra de poesías. Su selección es tanto más meritoria si tenemos en cuenta que había de atenerse a varias condiciones que él mismo se impuso: el número (33 exactamente), las lenguas (latín y romance), los lugares de procedencia (León, Málaga, Antequera) y la modalidad (arte mayor y menor; tono serio y jocoso; epitafio o desarrollo más abierto).

Decíamos arriba que los textos poéticos son anónimos. Así es. Sin embargo merece la pena prestar atención a una de esas composiciones. Se trata del soneto que arranca «En tanto que imitando en los colores», y que aparece adscrito a Antequera.

Su interés radica en que se trata en realidad de la adaptación ad hoc de un soneto pastoril del poeta antequerano Luis Martín de la Plaza (1577-1625)[1]. Comprobémoslo. En el tomo I del Cancionero Antequerano, y copiado por dos veces (fols. 41r y 114v), leemos:

En tanto que, imitando en los colores

al oro fino y al rubí precioso,

aquestas llamas con desprecio honroso

al aire esparcen del Arabia olores,

enjuga el llanto, Coridón, no llores

más sobre el mármol que inmortal reposo

le da en su seno a nuestro dueño hermoso;

llueva un blanco turbión de blancas flores,

que no es razón que bañe triste llanto

sepulcro tan gentil, ni que se vea

oscuro luto donde el sol reposa,

que bien merece privilegio tanto,

pues toca un rostro en quien la muerte fea,

tocando el suyo, pareció hermosa.

El texto recogido por don Juan Arias de Moscoso dicta:

En tanto que, imitando los colores

al oro fino y al rubí precioso,

este fuego desata luminoso

al aire humo, del Arabia olores,

no triste pluvia, caminante, llores

sobre el mármol que el último reposo

en su seno concede al gran Moscoso;

antes vierte, piadoso, blancas flores,

que no es razón que bañe amargo llanto

sepulcro que ministra dulcemente

sueño a un Pastor clemente cuanto sabio;

Pastor que el mundo espera honrarlo santo

muy presto. Oh huésped, vete y diligente

en su alabanza siempre mueve el labio.

Obviamente el poeta, o alguna mano amiga, ha trocado la dolorosa muerte de un pastor de ganado por la de un pastor de almas. Y para ello han bastado unos cuantos retoques (que no mejoran en nada la primitiva versión).

Nunca sabremos si el autor de la adaptación fue el propio Luis Martín, aunque no es algo por completo descartable[2]. El vate antequerano, además, ya había cantado la grandeza del obispo Moscoso en un soneto recogido, como el anterior, dos veces en el Cancionero Antequerano (fols. 34r y 116v):

Pastor sagrado, cuya docta frente

de tres coronas pienso ver ceñida,

si Apolo, que les da a mis versos vida,

con su furor divino no me miente.

Ya miro al Tíber que te llama, ausente,

y al asiento más alto te convida,

y al fiero mar, por que su bien no impida,

le hace guerra con raudal corriente;

ya, por besar y ver tus pies sagrados,

de su margen las hierbas y las flores

se hacen lenguas y se vuelven ojos;

ya, como a mayoral de los ganados,

te contemplo que das a mil pastores

pellicos blancos y gabanes rojos.

En lo concerniente a los demás poemas, dejando al margen su estimativa, sólo nos es permitido especular sobre su autoría. Es empeño inútil. Sin embargo, entre los textos latinos hay uno, en dísticos elegíacos, de Antequera (Haec lege vel properans oculo rapiente, viator), que muy posiblemente sea de Juan de Aguilar. Además de cierta afinidad de estilo con otros poemas latinos, la relación entre el maestro ruteño y el obispo Moscoso era hondamente afectuosa. Basta leer al propio Aguilar que, en los preliminares de su Panegírico a la translación de la Virgen de Monteagudo, se dirige al gran obispo (Praesul amplissime) en estos términos, nada convencionales, que traslado al castellano: «Es sobre todo a ti a quien se debe cuanto he escrito, porque soy todo tuyo; siempre me has tratado generosamente, y nunca he tenido la ocasión de mostrarte mi sumisión y mi piadoso afecto; ahora que por fin la providencia me la ofrece, no la dejaré pasar»[3].

En cualquier caso, y especulaciones aparte, nos encontramos ante un documento de gran interés para vislumbrar unos usos, hoy perdidos, en los que se materializaban armónicamente, en un monumento efímero, liturgia y pompa, oratoria y poesía.

 

EDICIÓN

 

[1r]

SERMÓN PREDICADO EN LAS HONRAS

del Ilustrísimo y Reverendísimo Señor,

el Doctor don Juan Alonso Moscoso,

Obispo de Málaga.

 

Por el M. Fr. Gil Hernández,

Consultor y Calificador de la Santa Inquisición,

Prior del Carmen de Alcalá de Henares.

En la villa de Algete,[4]

a siete de Septiembre.

 

Dedicado al Doctor Don Juan Arias de Moscoso,

Deán de la Santa Iglesia de Málaga.

 

Impreso en Málaga por Juan René.

Año de mil y seiscientos y catorce.[5]

[1v]

[En blanco]

[2r]

Aprobación.

Este sermón del Padre Maestro Fray Gil Hernández, Prior del Carmen Calzado de la Universidad de Alcalá de Henares, he visto y examinado por comisión del señor Doctor Don Alonso Barba de Sotomayor, Chantre de esta Santa Iglesia de Málaga y Provisor en todo su Obispado, por el Deán y Cabildo sede vacante: y se debe imprimir, así por la autoridad y gravedad que se debe al autor, como por ser singular su doctrina y pensamientos, y por ser de mucha utilidad y aprovechamiento para los que lo leyeren. Dada en Málaga a 19 de Noviembre de 1614 años:

El Doctor don Diego de Vargas y Cerda.

Doy licencia para que se pueda imprimir este sermón, conforme a la probación contenida. Dada [en] Málaga, hoy 20 de Noviembre de 1614.

Doctor Alonso[6] Barba.

 

[2v]

 

Al Doctor Don Juan Arias de Moscoso,

Deán de la Santa Iglesia de Málaga.

QUISIERA yo enviar a V. M. una tan larga historia y corónica de la vida y muerte, de las obras y virtudes del Obispo, mi señor, como el subjeto y materia ofrece a cualquiera que con mediano ingenio quiera escribir, pero el breve espacio de una hora no cupo más, principalmente de una lengua tan torpe como la mía: V.M. perdone las faltas, y reciba la voluntad de él, y afición con que siempre he seguido las cosas del Obispo, mi señor, y de V.M. a quien Nuestro Señor guarde &c.

El M. Fr. Gil Hernández.

 

[3r]

 

Para que lo que dijéremos en esta oración fúnebre ceda en honra del difunto, en provecho de los vivos, en gloria de Nuestro Señor y mayor autoridad de la Santa Madre Iglesia, pidamos gracia. Ave María.

 

T E M A

Deficiens[7] mortuus est, in senectute bona, provectae aetatis, plenus dierum. Geneseos. cap. 25.

Tres cosas pretendemos con las exequias funerales que hoy hacemos al Ilustrísimo y Reverendísimo Señor, el Doctor Don Juan Alonso de Moscoso, Obispo meritísimo de Málaga, de buena memoria y felice recordación. La primera, acudir y socorrer al alma de su señoría, si por ventura está en los aprietos y angustias de las penas del Purgatorio. La segunda, consolar a sus parientes, deudos, amigos y criados, ovejas y rebaño, que tan justamente, por mayores razones de las que aquí puedo referir, están tristes y desconsolados con la pérdida de tan gran Patriarca, Prelado y Pastor. La tercera, honrar al difunto, refiriendo con debidas alabanzas sus esclarecidas, [3v] excelentes, raras y heroicas virtudes, que le han hecho en la Iglesia Católica singular ejemplar, dechado y estampa de obispos y prelados santos, y le perpetuarán por largos siglos en la memoria de los hombres.

La primera pertenece a los que dicen la Misa, y al pueblo que la oye, pues todos, el pueblo y los ministros del altar, ofrecen: Pro quibus tibi offerimus vel qui tibi offerunt. Y todos dicen: Ut sit in salutem vivorum & requiem defunctorum.[8] El sacrificio del altar, aquel cuerpo y aquella sangre, de quien dijo Zacarías, cap. 9: In sanguine testamenti tui emisisti vinctos de lacu in quo non erat aqua. Que saca de las penas de purgatorio, del lago donde, en lugar de agua, hay fuego, a los presos, no por delitos, sino por deudas. A todos pertenece ayudar y favorecer al alma del santo obispo a salir de penas de Purgatorio, si acaso está todavía en ellas.

La segunda, que es consolar a los desconsolados y afligidos por su muerte, solo toca y pertenece a mí, que soy el Predicador. Pero es tan grande mi sentimiento, tamaño mi dolor, que me traba la lengua y me yela las palabras en la boca; y temo que los ojos al mejor tiempo han de alzarse con el discurso y oración, y en lugar de palabras compuestas y artificiosas, os tengo de dar, señores, tiernas lágrimas y dolorosas, porque ha muchos años que el amor y voluntad que a este pueblo tengo me ha hecho [4r] vuestras cosas, proprias.

Ab inmundo quis mundabitur? Dice el Espíritu Santo. Un corazón amancillado ¿cómo puede limpiar de mancilla a los otros corazones? El perro, dice san Ambrosio en su Hexamerón que tiene la lengua medicinal, en la cual trae una botica[9] de medicinas para todos los males, porque con ella limpia las llagas, purifica las heridas, mitiga el dolor, desencona lo enconado; pero si está tomado de rabia, hace efectos contrarios: encona la llaga, augmenta el dolor, contamina la herida. El Predicador, en lenguaje del Espíritu Santo, es perro mastín de ganado, como dijo Dios por Jeremías[10]: Canes muti. A él le toca con su lengua limpiar y curar las heridas de los corazones (Ut mederet contritis corde). Mitigar el dolor, desenconar las almas de los afligidos y lastimados. Pero si él también está rabioso, lastimado y afligido, en vez de mitigar el dolor, lo augmentará, y en lugar de consolar con sus palabras, desconsolará los afligidos.

Quis medebitur incantatori a serpente percusso?[11] Era persuasión de los gentiles, como refiere la Sagrada Escritura, que, como hay saludadores que con ensalmos y ciertas palabras saludan y ensalman las bestias, había encantadores que con cantares y palabras concertadas encantaban las serpientes para que no picasen, y, si picasen, no dañasen ni pegasen su ponzoña y esculpiesen su veneno. Non exaudiet vocem incantantium.[12] Psalm. 57. [4v] La muerte es una serpiente hija de la del Paraíso, de quien está escrito: Serpens erat callidior caeteris. La cual la engendró el diablo: Quia Deus mortem non fecit, sino invidia diaboli mors intravit[13] in mundum. La madre que la parió es la Culpa: Per peccatum mors. Su ponzoña y el veneno que escupe cuando muerde, cuando pica, cuando nos mata alguna persona querida, es dolor, lágrimas, tristeza y desconsuelo. El encantador de esta serpiente que con palabras concertadas, sabias y discretas suele encantar esta serpiente para que no nos cause dolor, tristeza y lágrimas es el Predicador. Pero si el Predicador está herido y picado de esa serpiente no habrá quien le cure a él ni a los otros, y advertid que Platón llamó a la Retórica Consolatoria Ars incantatoria.[14] Y la palabra hebrea a quien corresponde nuestra latina consolator es incantator, porque los consoladores verdaderamente son encantadores, pues con palabras concertadas, compuestas y bien trazadas, como canción, encantan o mitigan el dolor y la tristeza de los mal feridos; pero si el orador, consolador o encantador está picado y herido de la serpiente, como yo estoy de la muerte de nuestro santo obispo, no habrá quien haga el oficio de consolador; y así, en lugar de ese, quiero hacer el de llorador, y, juntándome con los tristes, atribulados, desconsolados y afligidos por la muerte [5r] de nuestro buen prelado, padre y señor, lamentarme y querellarme a Dios, como otro Jeremías (Capítulo 5. Lament.),[15] diciendo: recordare, Domine, quid acciderit nobis. Intuere & respice[16] facti sumus pupilli sine patre, cecidit corona capitis nostri, vae nobis quia peccavimus. Acuérdate, Señor, de nosotros, que parece nos tienes olvidados días ha; y, ya que los trabajos pasados de tres años de pleitos y guerras civiles no te han puesto lástima y compasión de nosotros, muévate, Señor, el trabajo grande que agora nos ha acontecido. Vuelve a nos esos tus ojos misericordiosos, que días ha parece nos tienes a las espaldas y no te dignas de mirarnos. Míranos, Señor, y echa de ver cómo quedamos huérfanos y sin padre que nos ampare, defienda, sustente, rija y gobierne. Cayó la corona y la guirnalda de nuestra cabeza. Coronástenos, Señor, entre todos los pueblos de esta tierra; pusístenos guirnalda cuando nos diste padre y prelado tal; honrástenos y autorizástenos tanto, que parecía tenía cada uno de nosotros una mitra de obispo.

Pero ahora con su muerte ha caído la corona de nuestra cabeza, quedamos sin el autoridad, gloria y honra que nos traía coronados y honrados sobre los otros pueblos de esta tierra. Las lágrimas me ahogan; los suspiros y gemidos no me dejan pasar adelante en este oficio de consolar.

Quiero, para respirar y que tome alivio mi [5v] corazón, pasar a lo tercero, que es honrar a nuestro obispo difunto; que, aunque será hurtar el oficio a los coronistas de esta era, que en sus corónicas de varones ilustres espero tratarán y escribirán de él como de un raro ejemplo de santos prelados, quiero abrirles el camino, diciendo algo de lo mucho que sé de las esclarecidas virtudes de Su Señoría; y para esto quiero acomodarle las palabras del Tema, dichas por el Santo en alabanza del santo viejo y venerable Patriarca Abraham. Deficiens mortuus est &c. Genes.25.[17] Pinta la muerte con tales circunstancias, que, aunque de todas las cosas terribles es la más terrible y formidable, y de las amargas la más amarga, la hacen no sólo tolerable, sino fácil, blanda, suave, dulce y sabrosa. Murió, pero murió desfalleciendo, en buena vejez, de larga vida y lleno de días. Murió, pagó el tributo de la vida, que es la muerte: debitum universae carnis, que a nadie se perdona. Quis est homo qui vivit et non videbit mortem? Es ley indispensable. Statutum est omnibus hominibus semel mori. En la ley del pecado original dispensó con su Madre, y no en la ley del morir, porque cuanto más bueno y santo es el que muere, más preciosa es su muerte en los ojos de Dios: pretiosa[18] in conspectu Domini mors sanctorum eius. Porque le ofrece la cosa más preciada de los hombres, que es la vida, y la que más Dios estima, que es una buena vida.

Murió, [6r] pero deficiens, desfalleciendo. Esta es la primera circunstancia de la muerte de nuestro santo obispo que hizo suave su muerte: no en la puericia, llamada así porque en aquella edad son los niños puros, cándidos, inocentes; no en la adolescencia, que es cuando crecen hasta los veinticinco; no en la juventud, cuando comienzan a ayudar a la república y a sus padres, que dura hasta los treinta y cinco (iuvenes a iuvando);[19] no en la virilidad, cuando están en la consistencia, en la fuerça y flor de su virtud natural (vir a vi), y dura hasta los 50; no en la senectud, para cuando ya comienzan a declinar, y dura hasta los sesenta; no en la segunda, cuando se llaman no sólo senes, sino seniores, de donde vino el nombre de senadores y de señores, y dura hasta los setenta; sino murió en la tercera parte de la senectud, adonde llegan los de[20] poderosas fuerzas (si autem in potentatibus octoginta anni. Psalm. 89). De ochenta y cuatro años, deficiens desfalleciendo. La vida tiene su incremento, estado y decremento; murió en el decremento, y al fin de él, no en el incremento, ni en el estado, sino deficiens, en menguante; no en el creciente de la vida. La madera que se corta en menguante no se carcome ni cría gusano; es buena para el edificio. Para viga madre de su Iglesia crió Dios a nuestro obispo en las riberas de Henares, en los montes de León, en el [6v] puerto de Málaga, por espacio de ochenta y cuatro años; y cortole en menguante de pasiones y condiciones humanas, que no se le conocía ninguna.

Deficiens, no murió a fuerza de enfermedades, con violencia de males, con tiranía de dolores; no estropeado de la gota, no martirizado de humores, no atormentado de enfermedades largas y violentas, sino deficiens, desfalleciendo.

Expirans mortuus est. Mejor lo declaró el Hebreo, sobre la cual palabra dice Abenefra: todos los que mueren expiran, mas no todos los que expiran mueren, porque expirar es dar el espíritu dulce, blanda y suavemente, como quien despide el aliento; pero morir es arrancarse el alma de las carnes, con agonías, bascas, congojas, temblores, temores y horrores, levantándose el pecho, quebrándose los ojos, sudando sudor frío, helado. Finalmente luchando a brazo partido la vida con la muerte, haciendo piernas contra ella y saliendo el alma con fuerza [y] violencia y como a pedazos. Murió nuestro santo obispo, pero murió spirans, como quien da un soplo por resolución natural; se fue consumiendo, apurando, agotando la vida, dio el espíritu dulcemente. Tulio (De senectute) dice que dan los buenos viejos el alma como la fruta que se cay de madura, pero los otros como la fruta verde o como [7r] las nubes, que a palos y con violencia. Vis tollit vitam aliis, sed maturitas senibus.

In senectute bona. Otra circunstancia que hizo su muerte no solo tolerable, sino amable. Murió, pero en buena vejez; tuvo buena puericia, buena adolescencia, buena juventud, buena virilidad, claro es que había de tener buena senectud, no sólo en lo natural sino también en lo moral. En buena vejez murió cuanto a lo natural, porque libre y limpio de enfermedades, de achaques y males, fue toda la vida tan sobrio, tan continente, tan templado, que solía decir que no sabía dónde tenía el hígado ni el bazo ni el estómago ni la cabeza, porque jamás, por mucha comida o bebida ni por indigestiones, le dolió ninguna de estas partes, ni perdió sueño ni tuvo mal día ni mala noche.

En buena vejez, de buenas fuerzas, cabal juicio, perfectos sentidos, limpios y claros ojos, como se dijo de Moisén (Deut. 34)[21]: Nec caligavit oculus eius nec dentes illius moti sunt. Murió Moisén sin faltarle diente ni muela ni la vista de los ojos, en una vejez toda útil y provechosa, no gafa ni impedida.

En buena vejez en lo moral; de buenas y loables condiciones, de buenas palabras, buenos consejos, buenas sentencias, buena prudencia, buena sabiduría, buenas ocupaciones, buenos ejercicios, murió finalmente de 84 años, visitando su Obispado,[22] en su oficio de velador [7v] de atalaya, de pastor, de reformador de consolador; en buena vejez venerable, respetada de todos, que sólo mirarle componía a los más descompuestos, reformaba los más derramados, corrigía los más errados.[23]

En buena vejez, de 34 años de obispo. ¿Q puedo decir? Fue su casa un monasterio de penitentísimos y reformadísimos religiosos 34 años, porque haciendo la guía siempre Su Señoría, no había ejercicio espiritual en la más estrecha religión, de ayunos, abstinencias, disciplinas, vigilias, oraciones, votos, devociones, contemplaciones, lecciones y conclusiones que no se hallasen en su casa.

Provectae aetatis. De larga edad, que corrió la carrera, toda a la hila, del espacio de la vida, cuan larga quiso, que no deseó vivir más. Díjolo el Hebreo divinamente: Mortuus est senex & satur. Viejo y harto saciado; satisfecho y contento el apetito de vivir, que no deseó ni apeteció vivir más. ¡Qué bien dijo Catón Censorino, referido por Tulio! (De senectute)[24]: Satietas omnium rerum et bonorum affert etiam vitae satietatem: La hartura y satisfacción de todas las cosas y de todos los bienes causa hartura y saciedad de la misma vida. Murió, pues, viejo y satisfecho, contento y saciado de honras, dignidades, estimaciones, favores de reyes, fama [8r] de universidades, rentas, colegios.

En el Obispado de León proveyó 25 canonicatos y 800 curatos, todos cuantos hubo capaces en los lugares de su tierra, no sólo en Algete, sino en los circunvecinos; los ordenó y proveyó, y tuvo para eso edad provecta.

Es tan grande merced esta y mía que Dios hace en premio de vida bien vivida, que de solos cuatro se dice en la Escritura que murieron en buena vejez y de larga vida. Primero, de Abraham, (aquí Gene. 25); segundo, de Gedeón (Iudicum 8); tercero, de Tobías (en su Historia c. 14);[25] cuarto, de David (1. Paralip. c. 28 y 29); y de los justos se alaba: tribuisti ei longitudinem dierum. Y Psalmos. 90: longitudine dierum replebo eum. Y, por el contrario, los malos non dimidiabunt dies suos: no se logran, no llegan a demediar su vida; los lleva Dios en agraz, y aunque mueran viejos, se van verdes y sin sazón. Puer centum annorum. De cien años, y niños en las costumbres y virtudes, como aquel a quien dijo Daniel (c.13): Inveterate senex dierum malorum. Envejecido, viejo a fuerza de malos días, esto es, mal vividos, gastados en vicios y pecados. Nuestro santo viejo, venerable prelado, santo obispo, en buena vejez, de larga y buena vida, murió.

Plenus dierum. Lleno de días, parece tautología,[26] esto es, llamarle viejo con otra manera de decir, como llamamos lleno de riquezas al riquísimo, [8v] y de sabiduría al sapientísimo, así lleno de días al viejísimo. Pero no es tautología, sino nueva alabanza de una vida larga y bien vivida. Muchos hay que mueren muy viejos y van al otro mundo vacíos de días, porque se les pasaron en ociosidades, en el sentido que, como refiere Suetonio Tranquilo, dijo el Emperador Tito un día que no había hecho bien ni merced alguna: Amici, hunc diem perdidimus. Este día habemos perdido; no se nos ponga a cuenta; pasado se nos ha en vano, vacíos quedamos de este día. De manera que se llama morir lleno de días el que los vivió llenos de buenas obras, santas ocupaciones, loables ejercicios, singulares virtudes, obras excelentes; el que, como el gran pintor Apeles, puede decir: Nullus dies sine linea. No he vivido día en que no haya hecho algo del servicio de Dios, y tales días no se pasan porque se acaban, sino que duran, y, si son muchos, se halla un hombre, a la hora de la muerte, lleno de días bien vividos. Decía Job, aunque tan santo: Habui menses vacuos.[27] Porque, aunque los tenía llenos de tareas y trabajos padecidos por Dios, le parecían vacíos, y que no quedaban llenos de obras santas que pudiera hacer en servicio de Dios, y no las había hecho.

Oh santo Obispo, quisiera ser[28] muy extraño para, sin sospecha de lisonja, poder referir cuán lleno de días y cuán lleno de años ha Vuestra [9r] Señoría vivido. Criose este Apostólico Varón sin padres, que murieron dejándole en pañales; criole una sola abuela, que conoció, a la cual a boca llena siempre Su Señoría, cuando se acordaba de ella y la nombraba, decía “mi santa abuela”, y sin duda lo fue, pues crió tan buen nieto. Y no hay que cansar al auditorio en contar las virtudes y gran fama de esta santa, pues lo saben mejor que yo. De cuyas manos salió nuestro gran prelado, de edad de doce años, a comenzar a estudiar las artes liberales, comenzando desde la Gramática, y como no tenía día vacío, sino todos llenos, de veinte estaba consumado en todas ellas: insigne latino, singular retórico, célebre filósofo; y de tan felice memoria que no sólo las lecciones largas y obscuras de Metafísica sacaba en ella de la primera vez que las oía al maestro, pero los sermones de una hora, a que era aficionadísimo, se los bebía a los famosos predicadores.

Lleno de días, de 24 años era consumado Teólogo; de 26, haciendo actos para graduarse de Doctor, fue electo Colegial Teólogo; de 27, Catedrático de Artes, y leyó su cátedra con extraordinaria aprobación de toda la Universidad, en la cual comenzó a descubrir sus aventajadas prendas de letras, prudencia y gobierno. Tuvo uno de los [más] floridos cursos que ha tenido Catedrático de Artes, después que la Universidad se fundó; muchos [9v] discípulos y grandes estudiantes. Fue Padre y Maestro en todas sus necesidades y enfermedades, y muy querido y amado de ellos. Y todos los nobles y señores que en aquellos tiempos fueron a oír Artes a Alcalá se sirvieron de honrarle y recebirle por Maestro; y de los que se ofrecen a la memoria, son los señores Don Simón de Aragón, Cardenal que fue del Sacro Palacio, y Don Fernando de Rojas y Sandoval, hermano del Ilustrísimo señor Cardenal de Toledo, que hoy tenemos, que murió Canónigo de Sevilla; y Don Andrés Pacheco, que hoy es Obispo de Cuenca; y otros muchos que ocuparon grandes lugares. De 34 años, estándose en su Colegio, el señor Don Cristóbal de Rojas y Sandoval, Arzobispo de Sevilla, tío del señor Cardenal de Toledo, buscando un famoso sujeto para maestro del señor Cardenal y del señor Don Fernando, su hermano, le sacó del dicho Colegio para su maestro, debajo de cuya mano, doctrina y gobierno estuvieron once años; y a los 38 de su edad fue Catedrático de Teología, y leyéndola, habiendo acabado estos señores sus estudios, los fue a llevar a Sevilla al señor Arzobispo, como buen padre y maestro, y a dar cuenta de sus trabajos, que fueron tan colmados como se os pueden representar en las personas de tan grandes[29] discípulos. Mandáronle quedar[30] en Sevilla, que el señor Arzobispo sintió [10r] mucho se apartase de sus sobrinos, pues les había servido tan bien; de cuya casa y mesa heredó y aprendió general doctrina y costumbres para ser tal Prelado, que el señor Arzobispo Don Cristóbal de Rojas fue espejo y dechado de ellos. Hízole visitador general; diole a cargo 18 monasterios de monjas que gobernar, donde se ocupó hasta los 45, que fue nombrado por administrador de los Hospitales Reales por mar y tierra en la jornada de Portugal[31] por Felipe II,[32] nuestro rey y señor, a instancia del dicho señor Arzobispo de Sevilla. Y quien de lo suyo da tan largamente a los pobres, de la Hacienda Real, que estaba a su cargo, para regalar y curar los enfermos y heridos, mejor lo sabría hacer. Acabose la jornada; volvió al rey doce mil ducados que le sobraron, pudiendo quedarse con ellos. Dice luego Su Majestad: «Beatus vir qui post aurum non abiit. Este sin duda es un santo, un bienaventurado, pues no le ha podido malear ni corromper el dinero. Bueno es para prelado; désele luego cualquier obispado que esté vaco». —«Señor, no hay otro que el de Guadix». Diole su nombramiento y cédula real: veisle aquí obispo de 50 años. Once fue de Guadix. Y sin brazos ni favores ni dineros, a fuerza pura de virtudes que la Fama pregonera publicaba con su trompeta sonora en la cámara del rey y sus consejos, le proveyeron, de 62 años, [10v] obispo de León, donde estuvo otros 11 años. Proveyó, como decía, 800 curas, 25 canonicatos, visitó, reformó, augmentó de manera su Iglesia y Obispado, con seminarios de virtudes y letras, con doctrina y ejemplo de tal vida, que los rayos de la luz de su santísima vida dio en los ojos de nuestro santo Rey Felipe el Tercero, cuando se dignó de dar vuelta a aquella tierra; y de setenta y tres años le nombró por Arzobispo de Santiago. Pero los médicos, atenta su larga edad y buena vejez, y que duraría más en el servicio de Dios y de su Iglesia en tierra menos húmeda y más caliente, le aconsejaron pidiese a Málaga. Y así fue proveído por obispo de ella, y recebido con grande aplauso de su Iglesia y ciudad, donde fue obispo otros once años, y vivió felicísimamente hasta los 84, que, visitando su grey, y reformando su Iglesia Colegial de Antequera, con las manos en su oficio, como gran prelado y pastor, retrato de aquellos santos obispos de la primitiva Iglesia, le llevó Dios para sí, con muerte tan apacible y serena como al principio habemos dicho, diciendo aquellas palabras de san Martín: Domine, si adhuc populo tuo sum necessarius, non recuso laborem, fiat voluntas tua.

Y es mucho de considerar, y parece que tiene algún misterio, que fue obispo y pastor 33 años cumplidos en tres Iglesias; y en cada una once, sirviéndolas y gobernándolas con toda [11r] igualdad de tiempo y amor y obras de su grande voluntad.

Estos sí que son días llenos, años bien ocupados, vida bien vivida y bien lograda, llena de obras llenas. Fue San Juan a tomar cuenta a un obispo (Apoc. 3) y, habiendo inquerido y examinado su vida, dice: Non invenio opera tua plena coram Deo meo.[33] No hallo tus obras llenas en los ojos de mi Dios. Semejantes van con aquella (Danielis, 5)[34]: Appensus est in statera & inventus est minus habens. Veamos qué es no estar cabal, no estar las obras llenas; veremos si nuestro obispo está comprehendido en esta reprehensión. Victorino mártir: «que eran obras aparentes, que parecían buenas, y no lo eran»; Andreas Cretense: «que no perseveró en ellas, que es el lleno de las buenas obras y buena vida». Ansberto: «que eran vacías del modo debido, o de la debida instrucción, que las hacía por vanidad o fines temporales»; Beda: «que sus buenas obras no se extendían a todos los que se debían alargar». Ninguno de estos achaques tienen las obras de nuestro buen obispo. No tuvo la Iglesia de Dios hombre más enemigo de apariencias y demostraciones falsas, de obras fingidas, santos contrahechos y representantes de virtud. Sí tuvo el lleno de la perseverancia en bien vivir, en bien obrar y bien perseverar: poco ha lo vivimos. El lleno de la institución y del medio debido no le[35] faltó, [11v] pues cuantas obras señaladas hizo, las enderezó a la mayor gloria de Dios y provecho de la Santa Madre Iglesia, sin querer ser alabado por ellas. Si fueron llenas, que se extendiesen a todos. No quiero volver a examinar las que hizo siendo cura y administrador; sólo trato de las que ha hecho después de obispo. Siempre defendió constantísimamente que después de la decente sustentación de su persona y familia, todo lo demás era de los pobres, y no de sus parientes ni del Rey.

Y así dividió siempre su renta en tres partes: la una para su sustento; la otra para los pobres que comían cada día; la otra para obras pías perpetuas. No hay pariente suyo (y hay algunos que no son ricos) que pueda decir con verdad que le dio cien ducados; y, como luego diré, ha ahorrado para obras pías más de ciento y veinte mil en Guadix, que era el obispado tenue, y los pobres muchos y grandes. No pudo dejar más que mil ducados para obras pías. En León, que ya era más pingüe, erigió un seminario, y en otras pías memorias dejó más de dos mil. En Málaga, que ha sido riquísimo, ha ahorrado ciento y veinte mil, y habiendo dispuesto y desapropiádose en vida de más de noventa mil, se previno para, en muerte, de licencia de su Santidad, para testar de veinticinco mil. Lo primero, ha levantado un célebre e insigne Colegio en Alcalá de Henares, que sea [12r] refugio y seminario de hombres doctos y virtuosos de las tierras de donde ha sido prelado y tenido hacienda, al cual le ha dado sesenta mil ducados, de los cuales está ya en posesión de casi cincuenta mil. Dio a la santa Iglesia de Málaga veinte mil para obras pías; a su pueblo de Algete otros veinte mil para lo mismo: y, de la misma manera, referir cómo los dispone y destribuye, fuera nunca acabar; sólo quiero decir que en la disposición de estas rentas se hallará un verdadero retrato de la prudencia, experiencia, ciencia y conciencia de un tan santo obispo; hallaráse una estampa de aquellas entrañas abrasadas en amor de Dios y del prójimo del Ilustrísimo y Reverendísimo Señor Doctor Don Juan Alonso de Moscoso; se hallará una imagen de aquel corazón magnánimo en que abrazaba a todos, en que encerraba las necesidades de todos, con que acudía a la obligación de todo. Señores, huérfanos parece quedáis, pero estad ciertos que le tenéis en el Cielo, haciendo oficio de padre, prelado, maestro, abogado e intercesor. Procurad, procurad sus santas reliquias; pedid su santo cuerpo, que creo os ha de ser refugio y asilo en vuestras necesidades; que os ha de defender de los rayos de la ira de Dios. No seáis tercos, rebeldes, mal acondicionados; no desazonéis ni indignéis a los que lo pueden hacer y os le pueden traer a esta [12v] vuestra Iglesia. Mirad que espero ha de obrar Dios por él y en su presencia, y que, si vivo os fue de honra, muerto os ha de ser de honra y de provecho, pues siempre está pidiendo a Dios perdone vuestros pecados, indulgencia y gracia en prendas de gloria. Quam mihi &c.[36]

 

LAUS    DEO

 

[ANTOLOGÍA POÉTICA]

[13r]

AL LECTOR

COSA nueva parecerá ver juntos, dentro de un libro, sermones de difuntos, epigramas y sonetos. Pero aunque sean dos cosas tan diferentes, supuesto que ambas se juntaron en un mismo acto, y se enderezan a un proprio fin, que es loar las virtudes de un obispo santo, parece que tienen su proporción. Así me determiné a poner aquí los versos y sonetos que en latín y romance se pusieron en los túmulos de algunas de las santas Iglesias que hicieron honras y cabo de año por el obispo, mi señor y tío, Don Juan Alonso de Moscoso, que son los que siguen. Con los cuales se da fin a este libro y principio a otro que con suma brevedad sacaré a luz, de todas las obras pías que dejó hechas en vida y muerte este gran prelado, que todas juntas montan más de ciento y cincuenta y dos mil ducados. Málaga y Marzo, quince de 1617 años.

 

El Doctor Juan Arias de Moscoso.

[13v]

[En blanco]

[14r]

EPIGRAMA[37]

Málaga.

En iacet insignis gelido sub marmore Praesul,

vivere qui longo tempore dignus erat:

en Malacae lumen caligine conditur atra,

quod quondam radios misit ad astra suos;

en multo miseros qui pignore favit egenos,

iam tumulo corpus morte iubente dedit;

en qui doctrinae dono superaverat omnes

occidit & vocis munere lingua caret;

en decus, en probitas, en omnis denique virtus,

Praesule Moscoso nunc moriente cadunt.

Proh dolor, hunc merito lacrimis deplorat ademptum

femina, mas, iuvenis, vir, puer atque senex.

 

Soneto del mismo autor en declaración

de la Epigramma antecedente.

Debajo yace de una piedra dura

el que vivir debiera tiempo largo,

y en las tinieblas de un sepulcro amargo

yace de un sol la luz serena y pura.

Yace el que con amor y con blandura

a mil necesidades puso embargo,

porque, cual Buen Pastor, tomó a su cargo,

de todas sus ovejas, la hartura.

El que enseñó con su doctrina al mundo                                            [15v]

yace sin habla, y aun sin vida ahora,

dejando su memoria por espejo.

Yace, al fin, de virtud un mar profundo,

el gran Moscoso, a quien con razón llora

el varón, la mujer, el niño, el viejo.

 

Aliud Epigramma.

Antequera.

Haec lege vel properans oculo rapiente, viator,

et memor in fidum pectoris abde sinum:

religio hic pietasque iacet; iacet inclita morum

regula, pastorum norma dolorque gregis;

Moscossus, saecli iustissima fama futuri,

invidia antiqui, gloria rara fui.

 

Aliud Epigramma.

Málaga.

Quid vos tam vario tentatis carmine, vates,

laudare, & laudes dicere corde pio

Pontifici sancto, iusto, sobrioque Ioanni,

lucida qui regnans possidet astra Poli?

An laudare satis possetis carmine vestro

quem laudant aether, sidera, terra, mare?

Caelicolae en laudant pennataque turba Polorum

laudat cui caelum tradidit ipse Deus.

[16r]

Aliud Epigramma.

Málaga.

Gloria Pontificum, qui terna e puppe gubernans,

quae appellunt caelum per mare vela vagum:

qui reliquos inter veluti inter sidera Phoebus

affulxit: mortus siccine victor adest?

Si fert occasum sibi mors non vincit in urna?

Qui periit vincit, num moriente micat?

Est mirum bellum, sunt haec nova proelia Christi,

qui periit vincit quique remansit inest.

Mens super imposita est coeli fulgentis in alto

et iamiam corpus sidera calce teret.

Esto viatori lasso in sudore levamen

dicere compari: sit tibi terra levis.[38]

 

SONETO.

Málaga.

Pasa con tiento, oh pasajero, y mira,

no en mauseolos altos sepultado,

en las venas de un sí mármol helado,

al Cielo tierra que en el Cielo aspira.

Lee, si puedes, en la blanca pira,

mitra por orla y pastoral cayado,

cómo Don Juan Alonso ya eclipsado

yace, si no en quien huérfana suspira.

Gozó treinta y tres años de tres sillas,

no ociosa su virtud desde el primero,

si en las costumbres sabio tan sencillas;

que, viendo amor su celo verdadero,

le quiso hacer, con nuevas maravillas,

Pastor la misma edad que fue Cordero.

 

[16v]

SONETO.

Málaga.

Debajo este sarcófago, famoso

por la virtud de que se adorna y viste

(si bien en el impíreo el alma asiste),

yace don Juan Alonso de Moscoso.

Oh archimandrita sacro, venturoso,

pues con tal santidad siempre viviste

que un paso desde el suelo al Cielo diste

en tu fin santo, célebre y dichoso:

Este mauseolo que te ofrece el suelo,

cual Atlante sumptuoso y levantado

cielo sustenta entre su negro velo.

Oh felice Pastor, pues has hallado

gozando a Dios en su alto cielo[39]

corona en mitra, cerro en el cayado.

 

SONETO.

Málaga.

Alta pira le ofrece humilde celo

a un César liberal, prudente Numa,[40]

cayado vigilante, docta pluma,

y más le debe agradecido el suelo.

Eterno lauro y estrellado velo

su cuerpo y alma goza en breve suma,

sin temer que la muerte lo consuma,

pues aquel guarda el suelo, a éste, cielo.

Fénix lo llamo, pues muriendo al mundo,

si aromas de tïaras y cayados

pisa don juan Alonso de Moscoso,

Hoy nace a mejor vida otro segundo,

donde honores que tuvo despreciados

premia ceptro y corona imperïoso.

 

[17r]

Otro soneto en diálogo entre la muerte y Málaga.

Muerte: ¿Quién llora aquí desconsolada y triste?

Málaga: Málaga soy, que mis desdichas siento.

Muerte: ¿Qué te ha faltado? Málaga: Fáltame el contento,

pues, del Pastor triunfaste que al sol viste.

Muerte: Don Juan Alonso de Moscoso asiste

ya en más heroico y soberano asiento.

Málaga: De su vida he sabido ese argumento,

nuevo no, que en el Cielo Impíreo aliste.

Muerte: Pues ¿qué lamentas, di? Málaga: Haberle perdido,

por quien miro sin dueño mi ganado.

Muerte: Confieso que infeliz ciudad has sido,

mas consuélete el ver que Dios le ha dado,

si cortado por mí su estambre ha sido,

vida eterna entre santos colocado.

 

SONETO

Málaga.

Tened la rienda al doloroso llanto,

ojos que en otro tiempo alegres fuistes,

si bien os tiene justamente tristes

la muerte que lloráis de un Pastor santo.

Considerad que habéis llorado tanto,

que en lágrimas la sangre convertistes,

que, aunque mirando el bien que en él perdistes,[41]

de vuestro sentimiento no me espanto.

Con él perdistes Padre regalado;

perdistes un Pastor blando, amoroso,

un maestro que os dio el benigno Cielo.

La luz perdistes, que se os ha eclipsado,

y, al fin, perdistes en el gran Moscoso

padre, pastor, maestro, luz, consuelo.

 

[17v]

SONETO.

Antequera.

Aquí un Pastor, del Tíber invidiado,

ya Endimïón, si antes vigilante

Argos, yace dormido, oh caminante,

mudo su silbo, ocioso su cayado.

Si es digno del honor que has admirado,

y que se llore siempre y que se cante,

estos montes lo digan, y su errante,

cuanto triste sin él, pobre ganado.

Generoso Pastor, sabio, clemente;

más que su arminio cándido y más puro;

glorioso de pastores raro ejemplo:

no le ciñeron, mayoral, la frente,

mas, pues tan bien veló, duerme seguro,[42]

que, en vez de la tïara, tendrá templo.

 

SONETO.

Antequera.

En tanto que, imitando los colores

al oro fino y al rubí precioso,

este fuego desata luminoso

al aire humo, del Arabia olores,

no triste pluvia, caminante, llores

sobre el mármol que el último reposo

en su seno concede al gran Moscoso;

antes vierte, piadoso, blancas flores,

que no es razón que bañe amargo llanto

sepulcro que ministra dulcemente

sueño a un Pastor clemente cuanto sabio;

Pastor que el mundo espera honrarlo santo

muy presto. Oh huésped, vete y diligente

en su alabanza siempre mueve el labio.

[18r]

SONETO

León.

Triunfaba ya del Tiempo y de la Muerte

Don Juan Alonso, de feliz memoria,

con larga vida de alabanza y gloria,

sin que en ella pudiesen hacer fuerte,

cuando a la crüel Parca el Tiempo advierte

que solo este hombre alcanza de él victoria

en toda la mortal humana historia,

de su virtud haciendo escudo fuerte.

Cortó la Parca, en fin, el hilo de oro

que había quince lustros que tejía,

en que alumbró con su doctrina a España.

Su alma santa en el celeste coro

sobre la más sublime jerarquía

con los Santos Doctores se acompaña.

 

SONETO

León.

Doctrina y vida sin industria y arte,

agudeza notable, ingenio claro,

amorosa paciencia, aspecto raro,

amor y celo, celo en toda parte.

Por la honra de Dios, sangriento Marte;

liberal con el pobre, y nada avaro;

vigilante Pastor en dar reparo

antes que el alma de quien es se aparte.

Dulces discursos, altos pensamientos;

ejemplo de virtud, delgada pluma;

jamás con los culpados riguroso;

templado corazón en los contentos.

Aquesta fue la vida, en breve suma,

del buen Don Juan Alonso de Moscoso.

 

[18v]

SONETO

León.

Al Monte Santo sube victorioso,

cargado de virtudes y años largos,

el gran Pastor de Algete, que fue un Argos

en guardar su rebaño cuidadoso.

¿Qué puesto habrá alcanzado tan glorioso

quien, después de pasar trances amargos,

tuvo en la tierra tan honrosos cargos,

en todo siendo humilde y generoso?

Treinta y tres años, que es la edad de Cristo,

cada cual once, y no sin causa pienso,

tres Iglesias rigió, siempre bienquisto;

y al cabo dio a la muerte el común censo

del cual libre jamás nadie se ha visto,

pues lo pagó hasta el mismo Dios inmenso.

 

SONETO

En matraca de la muerte.

León.

Hermosa fea que lo bueno afea

sin dejar en el mundo hermoso y feo,

no arroje tan ufana su baldeo,

porque sepa que está muy flaca y fea.

Si piensa que es hermosa, no lo crea,

porque nadie lo dice, y yo lo veo.

Contenta puede estar en tal trofeo,

pero désele allá a quien le desea.

Mas dígame, por vida de su cara

(que sola es buena para dar enojos),

por qué a los pobres quita sus provechos,

y a Málaga a Moscoso, prenda rara,

dejándole pasares por despojos:

mas cual tiene la cara son sus hechos.

 

[19r]

CANCIÓN.

Málaga.

Derriba el cierzo airado

las siempre verdes hojas

que el rayo respetó y amó Peneo;

de ellas corona el prado,

si ya entre flores rojas,

pálidas son estampas del que veo.

Así con rostro feo

quita el común espanto

la vida a un varón justo.[43]

Con esfuerzo robusto

Málaga alegre vuelve mar de llanto,

si ya el que goza gime

falta de su Pastor, no a quien la oprime

Teje el rico gusano

entre la hermosa tela

su muerte misma para bien ajeno;

si con pródiga mano

en bien del dueño vela,

la vida acaba entre su mismo seno.[44]

Así de glorias lleno,

habiendo al mundo dado

luz su santa doctrina,

no en su casa declina,

que para el Cielo solo ha edificado,

este Pastor que guía

su alma, muriendo donde nace el día.

Entre olorosas leñas

batiendo alas doradas,

su fuego enciende el fénix milagroso;                                            [19v]

aras hechas las peñas,

sus plumas ve abrasadas

para volver al mundo, más hermoso.

El Fénix de Moscoso,

así en fuego encendido

del Esposo sagrado,

quiere verse abrasado.

Mas, cuando ve su intento más cumplido,

renace de tal suerte,

que eterno es Fénix donde no hubo muerte.

Oh Pastor soberano,

pues ya en el Cielo habitas

con vestidura de purpúrea nieve

en eterno verano,

flor con que resucitas

las que el ambrosia de la gracia llueve,

si ya la tuya bebe

de sus santos cristales,

mira por tus ovejas,

no haga en ellas robo

el carnicero lobo,

que, pues sin ti la tierra, yerma, dejas,

cierto hará su engaño,

perdido sin Pastor, triste el rebaño.

 

[20r]

CANCIÓN

Acróstica

León.

David humilde, manso, generoso,

HOnra de España, celestial lumbrera,[45]

Niño en bondad, en la grandeza Atlante,

Joven sufrir contra la envidia fiera,

Vaso de Cristo, príncipe glorioso,

Argos de las ovejas vigilante,

Nuevo Moisén del pueblo caminante

A quien de promisión a fértil tierra

Llevastes, apartándole de Egito:[46]

Ora al Cordero acompañéis bendito,

No en las mudanzas que esta vida encierra

Sino en seguro puerto de bonanza;

Ora alegre en los Cielos cristalinos

Mirando estéis la variedad de estrellas;

Ora oigáis cómo entonan almas bellas

Sancto, Sancto, Sancto, o cantéis himnos,[47]

Consolad de esa bienaventuranza,

Oh Padre, al que en vos pone su esperanza.

Sed a esta Iglesia, desde el alta cumbre,

Ojos que su bien miren, sol que alumbre.

 

[20v]

 

CANCIÓN

León.

Los que habitáis en la viciosa casa

donde el ocio adormece al ignorante,

despertad a la Fama, que la llama

un triste llanto por un muerto Atlante,

cuyo excelso valor al Globo pasa

del helado cristal que el sol inflama;

de la gustosa cama

decid que el sueño deje, y que su trompa,

resonando en los Valles Eliseos,

a los Dioses publique sus empleos,

y el velo negro rompa

del nocturno Silencio, en cuya salva

amanezca en tal hora alegre el Alba.

Retumben por los aires los acentos

bajando de los montes a las faldas;

conozca el mundo el oro de esta mina;

y a los ecos las Musas con guirnaldas

vengan a coronar los pensamientos

de vida tan heroica y peregrina.

Y tú, ciudad divina,

que sobre estrellas tus cimientos tienes,

permite que los Astros den, propicios,

firmado el memorial de beneficios

por que humanos vaivenes,

del cavernoso olvido compelidos,

no sepulten trabajos tan lucidos.

Acaba con la vida, cuando muere,

si en el discurso de la breve vida

no emprende el hombre algún hecho famoso;                                  [21r]

mas aquel que, muriendo, vivir quiere,

dejando en bronce o mármol esculpida

eterna fama con laurel honroso,

al gran Don Juan Moscoso

ha de imitar, que en vida, en virtud rara,

en premiar a los suyos los extraños,

sentir por proprios los ajenos daños

mostrando alegre cara,

fue excelente varón, y tan prudente

que sabe aquesto más quien menos siente.

Llora el Alba con perlas de sus ojos

la ausencia de su bien, y el Día llora

por el Alba, y el Sol sus prendas bellas,

formando cada cual tristes enojos

por la luz que los gustos atesora.

El fuerte León contemplando en ellas

el fuego y las centellas

que a sus ojos ofrecen los pesares,

da mil bramidos con dolor confuso[48]

porque el sol de su vida se le puso,[49]

y en fúnebres cantares

por su dulce Pastor el llanto aumenta

y con tristes obsequias se lamenta.

Canción, detén la pluma;

no cantes más con triste desconsuelo,

que de este bien la suma,

remontada la suya sobre el Cielo,

el ilustre Pastor Don Juan Moscoso

goza, por su virtud, dulce reposo.

 

[21v]

 

OCTAVA

León.

Cual seca tierra donde el agua falta,

de espinas venenosas bien cubierta,

donde el triste pesar su llanto esmalta,

de mortajas y huesos tienda cierta:

tal es el cuerpo donde está la falta

de la vida, y la sangre seca y muerta.

Mas, aunque acabe el cuerpo, vive el alma,

que en la vida del justo hay vida y palma.

 

EPIGRAMA

Málaga.

Yace aquí el Pastor dichoso

de Guadalhorce, que ha sido

por él solo tan glorioso

como por su alto apellido

el gran nombre de Moscoso.

La Humildad y Fe en el suelo

tuvo siempre por divisa,

y alas de divino vuelo

fueron, pues vemos que hoy pisa

los alcázares del Cielo.

 

[22r]

Epigrama

Málaga.

De un Elías tuvo el celo,

si en la caridad fue solo,

el que aqueste Mauseolo,

siendo tierra, vuelve Cielo.

De Pastor treinta y tres años

mucho al Cielo satisfizo,

y así el Mayoral le hizo

oveja de sus rebaños.

 

Epigrama

Tan grande dicha alcanzáis,

nuevo Apóstol Español,

que más que Águila os mostráis,

pues si viva mira al sol,

muerto, vos al Sol miráis.

Vivid contento con él,

pues viéndoos el cielo fiel,

os da, si a la muerte calma,

de virgen, Alfonso, palma,

y, por Prelado, laurel. 

 

[22v]

Epigrama

León.

Baptiza la Iglesia al hombre

que para el Cielo repite,

y, por que en todo le imite,

le pone de santo el nombre.

Mas Juan Alfonso entre tantos

fue recto por tantos modos,

que, para encerrarlos todos,

fueron menester dos santos.

 

Décima

Málaga.

Hoy de la Parca el rigor

con sangrienta mano dura

derribó en la sepultura

a Moscoso, un gran Pastor:

en las letras el mayor

que ha tenido nuestra edad;

un extremo de verdad,

un ejemplo de clemencia,

un abismo de prudencia

y un Cielo de santidad.

 

[23r]

Décima

Málaga.

Aquel que la muerte llora,

la vida puede cantar

de este Pastor singular

que alcázar de estrellas mora.

Viviendo, pensó cada hora

de la muerte el trance fuerte.

¡Felice y dichosa suerte,

pues se dice en su partida

que, muriendo siempre en vida,

para siempre vive en muerte!

 

Décima

Málaga.

Mírale, que así has de verte.

Ama a Dios, al mundo olvida,

porque a la luz de la vida

sigue, cual sombra, la muerte.

Quien ves vivió de tal suerte,

siendo sagrado Pastor,

que admiró al mundo, y Amor,

como sol de aqueste cielo,[50]

quiso que, muerto en el suelo,

nazca en Oriente mejor.

 

[23v]

Décima

León.

Los que al Vicario dichoso

de Cristo en serlo suceden,

dicen su edad ver no pueden,

y que es límite forzoso.

Solo Don Juan de Moscoso,

por privilegio especial,

pasó de término tal,

que por bien de sus rebaños

gobernó treinta y tres años

el báculo pastoral.

 

Qui fecerit & docuerit:

hic magnus vocabitur in Regno Caelorum.

León.

Si aquel que enseña, obra y vive

según las supremas leyes

del Sumo Rey de los Reyes

nombre de grande recibe,

grande silla se apercibe

en el Reino deseado

para tan grande prelado,

pues en este siglo nuestro

ni ha habido tan gran Maestro

ni quien tan bien haya obrado.

 

[24r]

 

Décima

León.

No tan solo os parecistes,

por más que al infierno asombre,

a Juan y Alonso en el nombre

que, no sin causa, tuvistes;

pero también merecistes

(ved si gran misterio es)

cual otro Juan Montañés

ser una voz del Señor;

y, cual Alonso, Pastor

que guardó rebaños tres.[51]

 

Décimas con versos forzosos.

León.

Señora Doña Furiosa

y terrible en sus excesos,

la que llaman toda huesos

y se guilla por hermosa,

¿Por qué de Villaviciosa,

lugar rico y deleitoso,

con su rigor espantoso

ha quitado gozo y palma,

sabiendo que era su alma

Don Juan Alonso Moscoso?

¿No ve los pobres gritar

como polluelos sin madre;

sin consuelo que les cuadre

los de su casa llorar;

las vïudas suspirar

con acento lastimoso;

el pueblo, de ella quejoso,

sentir con mucho dolor

la muerte de su Pastor

Don Juan Alonso Moscoso?

Si tanta pena es bastante

[a] ablandar un corazón

de mármol, ¿por qué ocasión

es el suyo de diamante?

La vida fuera importante

en Pastor tan generoso

que con pobres dadivoso

hacienda y vida gastaba,

y en aquesto se empleaba

Don Juan Alonso Moscoso.

Como es derrama solaces                                                             [24v]

su merced y toda duelos,

en los mayores consuelos

nos da tormentos mordaces.

Dicen que suele hacer paces,

mas de tal paz y reposo

me libre Dios, que es forzoso

darnos guerra, como ven,

pues se lleva a nuestro bien,

Don Juan Alonso Moscoso.

Abrasó de Troya el fuego

torres, cimientos y almenas;

aquí el fuego de las penas

quita del alma el sosiego.

Los ojos dando su riego

hacen un raudal copioso,

de pesares abundoso;

y este mal ha de durar

por su causa, y por faltar

Don Juan Alonso Moscoso.

Formando tristes querellas

las ovejas desvalidas

andan sin Pastor rendidas

del pesar que reina en ellas.

El Pastor muerto por ellas

siempre miró su reposo;

ellas, muertas por su esposo,

no quieren pasto ni prado

pues su Pastor ha faltado:

Don Juan Alonso Moscoso.

Este varón excelente,

según dice la experiencia,

vemos que por su excelencia

le llamaron «el prudente».

En la comida, abstinente;

de su Iglesia, cuidadoso;

y, si juez, no furïoso;

gobernose y gobernó

tan bien, que al mundo admiró

Don Juan Alonso Moscoso.

No siguió las demasías

del soberbio Baltasar,

porque pretendió imitar

la caridad de Tobías.

El celo tomó de Elías,

siendo de la ley celoso,

y en lo manso y amoroso

siguió a Moisén, y en aquesto

echó su caudal y resto

Don Juan Alonso Moscoso.

Tampoco de los Romanos

tomó el hacer edificios,

que son aquéstos, indicios

de pensamientos profanos.

Con intentos más que humanos

hizo un Colegio famoso,

premio para el virtuoso,

donde siempre estará vivo

como escritura de archivo

Don Juan Alonso Moscoso.

A fe que de aquesta vez,                                                              [25r]

aunque esté más entonada,

que ha de quedarse burlada,

Señora Cara sin Tez.

A los esclavos de Fez,

que mueren a lo dudoso,

puede darles mal reposo,

que aquí, para mayor gloria,

quedó vivo en la memoria

Don Juan Alonso Moscoso.

Préciase la vida humana,

aunque breve, de dar gusto

al hombre, y ella disgusto

siendo con él inhumana;

esta condición tirana

nace de pecho envidioso,

y en caso tan lastimoso

muestra bien el ser crüel

en este segundo Abel:

Don Juan Alonso Moscoso.

Mas el golpe con rigor

de la Parca poco importa;

si el hilo a la vida corta,

hay vida de más valor.

Sólo se siente el dolor

de Josef tan caudaloso

para el más menesteroso,

y el pueblo nos da a entender

que se ha perdido en perder

Don Juan Alonso Moscoso.

 

QUINTILLAS

Antequera.

El Pastor más vigilante,

de más amor y clemencia

(en que a Dios fue semejante),

de más piedad y prudencia,

aquí duerme, caminante.

Don Juan Moscoso es, si quieres

saber su nombre, y lo ignoras;

y, si antes que te partieres,

sobre su mármol no lloras,

más duro que mármol eres.

Tres veces sagrado asiento

le dio su fe firme y pura,

mas ya, oh grave sentimiento,

yace en esta sepultura,

polvo que se lleva el viento.

Que así da la muerte leyes

al supremo emperador

y a los soberanos reyes

como al pobre labrador

que suda tras de sus bueyes.

Y así llama con pie igual

y entra blandiendo el acero

con que da el golpe mortal

en casa del jornalero

como en la casa Real.

Mas, mientras la muerte en calma

tiene a este Pastor clemente,

en gloriosa silla el alma

reposa, y eternamente

ciñe lauro, enristra palma.

 

[25v]

ROMANCE

Málaga.

Mirando una tumba negra

que cubre el cuerpo defunto

de un Pastor que en tres dehesas

copiosos rebaños tuvo,

lleno de lágrimas tiernas

un zagal, que lo fue suyo,

al tono de mil suspiros

estas palabras compuso:

«Aquí yace un mayoral

grande, venerable y justo,

que en gobernar sus rebaños

jamás le igualó ninguno.

»Las ovejuelas perdidas

siempre con su amor redujo;

nunca les tiró el cayado

porque las amaba mucho.

»Acuérdome que en un tiempo,

con celo y amor profundo,

visitó montes y valles

sin que descansase un punto.

»Acuérdome que jamás,

en medio el invierno crudo,

nunca faltó a su ganado

abrigo y albergue enjuto.

»Acuérdome que gastaba

sus rentas, hacienda y juros

en dar pasto a sus ovejas

sin atender a los frutos.

»No despojó de sus lanas

sus ovejuelas, ni es justo

que, por vestirse el pastor,

deje el ganado desnudo.

»Enseñaba desde un alto

sus pastores a menudo

a gubernar el ganado

con un arte que compuso.

»¡Oh tú, dichoso Pastor,

ya de mudanzas seguro,

que en el Cielo estás gozando,

de lo que sembraste, el fruto!,

»vuelve el bello rostro, y mira

el ganado que fue tuyo,

que no tendrá por tu ausencia

jamás los ojos enjutos.

»y, pues asistes al Rey

que a su Corte te condujo,

haga tu privanza oficio

de nuestro amparo y escudo».

 

LAUS DEO

......................................................

 

TRADUCCIÓN DE LOS EPIGRAMAS LATINOS

EPIGRAMA (Málaga)

En iacet insignis gelido sub marmore Praesul

Aquí, bajo este helado mármol, yace un insigne Prelado

que era digno de vivir por largo tiempo.

Aquí en negra tiniebla se esconde la luz de Málaga

que antes mandaba sus rayos a las estrellas.

Aquí el que ayudó con grandes limosnas a los pobres necesitados

ya ha dado su cuerpo a la tumba por mandato de la Muerte.

Aquí el que sobrepasaba a todos en el don de doctrina

está muerto, y ha perdido el don de la lengua.

Aquí el Decoro, aquí la Piedad y todas las Virtudes

ya, muerto el Obispo Moscoso, están caídas.

Oh dolor, con razón lloran esta muerte

la mujer y el hombre, el joven y el varón, el niño y el viejo.

 

OTRO EPIGRAMA (Antequera)

Haec lege vel properans oculo rapiente, viator.

Caminante, aunque sea deprisa y de una ojeada, lee esto

y guarda su recuerdo en lo hondo de tu pecho fiel:

Aquí yace la Religiosidad, yace la Piedad, yace la ínclita regla

de las costumbres, el modelo de pastores y el dolor del rebaño.

Yo he sido Moscoso, de justísima fama en el siglo futuro,

envidia del antiguo, gloria rara.

 

OTRO EPIGRAMA (Málaga)

Quid vos tam vario tentatis carmine, vates

Poetas, ¿por qué intentáis con variados cantos

dedicar con piadoso corazón vuestras alabanzas

al santo, justo y sobrio Pontífice Juan,

que, reinando, domina las brillantes estrellas del Polo?

¿Acaso con vuestro canto podéis alabar suficientemente

a quien alaban el cielo, las estrellas, la tierra y el mar?

Lo alaban los moradores del Cielo, y la alada turba de los Polos

alaba a quien el mismo Dios le ha entregado el Cielo.

 

OTRO EPIGRAMA (Málaga)

Gloria Pontificum, qui terna e puppe gubernans

La gloria de los pontífices, el que gobernando desde tres popas

las velas que llevan al cielo por el vago mar;

el que brilló entre los demás como Febo entre los astros:

¿ya muerto se presenta como victorioso?

Si la Muerte le ha traído su ocaso, ¿acaso vence en la urna?

¿Quien ha perecido vence? ¿Es que reluce en su muerte?

Es una guerra admirable; son estos los combates de Cristo:

el que ha perecido vence, el que perduró sigue en la lucha.

Su alma se ha colocado en lo alto del cielo brillante,

y ya su cuerpo pisa los astros con sus plantas.

Sea para el caminante cansado alivio en su sudor

decir a su semejante: «séate leve la tierra».

 

TABLA ORDENADA[52]

En iacet insignis gelido sub marmore Praesul............................................. 110
Debajo yace de una piedra dura............................................................ 111
Haec lege vel properans oculo rapiente, viator........................................... 111
Quid vos tam vario tentatis carmine, vates............................................... 112
Gloria Pontificum, qui terna e puppe gubernans.......................................... 112
Pasa con tiento, oh pasajero, y mira...................................................... 113
Debajo este sarcófago, famoso............................................................. 113
Alta pira le ofrece humilde celo............................................................ 114
¿Quién llora aquí desconsolada y triste?................................................... 115
Tened la rienda al doloroso llanto.......................................................... 115
Aquí un Pastor, del Tíber invidiado........................................................ 116
En tanto que, imitando los colores......................................................... 116
Triunfaba ya del Tiempo y de la Muerte................................................... 117
Doctrina y vida sin industria y arte........................................................ 117
Al Monte Santo sube victorioso............................................................. 118
Hermosa fea que lo bueno afea............................................................. 119
Derriba el cierzo airado..................................................................... 119
David humilde, manso, generoso........................................................... 121
Los que habitáis en la viciosa casa......................................................... 122
Cual seca tierra donde el agua falta....................................................... 124
Yace aquí el Pastor dichoso................................................................. 124
De un Elías tuvo el celo...................................................................... 125
Tan grande dicha alcanzáis................................................................. 125
Baptiza la Iglesia al hombre................................................................ 125
Hoy de la Parca el rigor..................................................................... 126
Aquel que la muerte llora................................................................... 126
Mírale, que así has de verte................................................................ 127
Los que al Vicario dichoso.................................................................. 127
Si aquel que enseña, obra y vive........................................................... 128
No tan solo os parecistes.................................................................... 128
Señora Doña Furiosa......................................................................... 129
El Pastor más vigilante...................................................................... 132
Mirando una tumba negra................................................................... 133

 

ÍNDICE DE PRIMEROS VERSOS

Al Monte Santo sube victorioso............................................................. 118
Alta pira le ofrece humilde celo............................................................ 114
Aquel que la muerte llora................................................................... 126
Aquí un Pastor, del Tíber invidiado........................................................ 116
Baptiza la Iglesia al hombre................................................................ 125
Cual seca tierra donde el agua falta....................................................... 124
David humilde, manso, generoso........................................................... 121
De un Elías tuvo el celo...................................................................... 125
Debajo este sarcófago, famoso............................................................ 113
Debajo yace de una piedra dura............................................................ 111
Derriba el cierzo airado..................................................................... 119
Doctrina y vida sin industria y arte........................................................ 117
El Pastor más vigilante...................................................................... 132
En iacet insignis gelido sub marmore Praesul............................................. 110
En tanto que, imitando los colores......................................................... 116
Gloria Pontificum, qui terna e puppe gubernans.......................................... 112
Haec lege vel properans oculo rapiente, viator,.......................................... 111
Hermosa fea que lo bueno afea............................................................ 119
Hoy de la Parca el rigor..................................................................... 126
Los que al Vicario dichoso.................................................................. 127
Los que habitáis en la viciosa casa......................................................... 122
Mírale, que así has de verte................................................................ 127
Mirando una tumba negra................................................................... 133
No tan solo os parecistes.................................................................... 128
Pasa con tiento, oh pasajero, y mira...................................................... 113
Quid vos tam vario tentatis carmine, vates............................................... 112
Quién llora aquí desconsolada y triste..................................................... 115
Señora Doña Furiosa......................................................................... 129
Si aquel que enseña, obra y vive........................................................... 128
Tan grande dicha alcanzáis................................................................. 125
Tened la rienda al doloroso llanto.......................................................... 115
Triunfaba ya del Tiempo y de la Muerte................................................... 117
Yace aquí el Pastor dichoso................................................................. 124

 

BIBLIOGRAFÍA CITADA

j. de aguilar (1609), De translatione et miraculis Sanctissimae Virginis Montis Acuti Panegyris, Málaga, Iuan René.

anónimo (1616), Sermon predicado por un religioso en la ciudad de Guadix, en las honras que hizieron en aquella santa Iglesia, ambos Cabildos, Ecclesiastico y seglar con todas las Religiones, y Clerecia, al señor Iuan Alonso de Moscoso, Obispo de Málaga, [que lo fue] suyo. Por setiembre año 1614. Dirigido al Doctor Don Juan Arias de Moscoso, Deán de la Santa Iglesia Catedral de Málaga, Málaga, Iuan René.

j. de colmenares (1614), Sermón predicado en la Santa Yglesia Cathedral de Málaga, en las honras del Illustríssimo y Reuerendissimo Señor Don Iuan Alonso de Moscoso, Obispo que fue suyo. Por el muy Reverendo Padre Lector Fray Hyacinto de Colmenares, de la Orden de Santo Domingo. Dirigido al Doctor Don Iuan Arias de Moscoso, Deán de la dicha Sancta Yglesia, Málaga, Iuan René.

g. hernández (1614), Sermón predicado en las honras del Illustríssimo y Reuerendíssimo Señor, el Doctor don Juan Alonso de Moscoso, Obispo de Málaga. Por el M. Fr. Gil Hernández, Consultor y Calificador de la Santa Inquisición. Prior del Carmen de Alcalá de Henares. En la villa de Argete (sic) a siete de Septiembre. Dedicado al Doctor Don Iuan Arias de Moscoso, Deán de la Santa Yglesia de Málaga, Málaga, Iuan René.

l. martín de la plaza (1995), Poesías completas, ed. J. M. Morata Pérez, Málaga, Diputación Provincial.

f. de soto (1614), Sermón de las honras, qve la ciudad de Málaga hizo a su obispo Don Iuan Alonso de Moscoso en su Yglesia año de 1614, a quatro de setiembre. Predicado por el Padre Francisco de Soto, de la Compañía de Iesvs. Dirigido al Doctor Don Ivan Arias de Moscoso, Deán de la dicha Sancta Yglesia, Málaga, Iuan René.


NOTAS

 

[1] Cfr. Martín de la Plaza (1995).

[2] Luis Martín reutilizó algún que otro soneto; así, el que arranca «Hermosas ninfas, que en alegre coro», dedicado en principio a Lope de Vega, y que luego sirvió como loa preliminar a las Flores de poetas de Juan Antonio Calderón. También Agustín de Tejada cambia el destinatario de su canción «Caro Constancio, a cuya ilustre frente», que en la Poética silva se dedica a su amigo Andrés del Pozo, y en las Flores de Espinosa al rey Felipe III, con otro íncipit: «Joven discreto, a cuya docta frente». Francisco de Rioja, que había dedicado su hermosísima Oda al Verano a Andrés Fernández de Andrada («Andrada, ya las horas») la reenvía posteriormente a otro amigo, Juan de Fonseca y Figueroa («Fonseca, ya las horas»). No era práctica rara.

[3] Debetur igitur a me praesertim scripta, qui totus tuus sum, qui a te semper liberaliter tractatus meae erga te observantiae et pietatis ostendendae occasionem nunquam non optavi; nunc tandem divinitus oblatam non dimittam (Aguilar 1609: l).

[4] En el impreso: Argete.

[5] Localización: Biblioteca Provincial de Córdoba. Signatura: 5‑45 (12). Nº de registro: 1000305.

[6] En el impreso: Alouso.

[7] En el impreso: Defficiens. Estas palabras del Génesis hacen referencia a la muerte de Abraham («murió desfalleciendo, en buena vejez, de avanzada edad, lleno de días»).

[8] En el impreso: deffunctorum. En el margen izquierdo: Zachar. c. 9.

[9] En el impreso: votica.

[10] En el margen derecho: Ieremias.

[11] En el margen derecho: Eccli. 12.

[12] En el margen izquierdo: Psalm. 57.

[13] En el impreso: intrabit.

[14] En el margen izquierdo: Platón.

[15] En el margen derecho: Iere. c. 5.

[16] En el impreso: ospice; siue patre; caecidit; capitis uostri.

[17] En el margen derecho: Genes.25.

[18] En el impreso: Preciosa.

[19] La cita de M. Terencio Varrón es: iuvenis a iuvando.

[20] En el impreso: los pe poderosas.

[21] En el margen derecho: Deuter. 34.

[22] El obispo Moscoso falleció en Antequera durante una visita pastoral.

[23] En el impreso: herrados.

[24] En el margen izquierdo: Tullio de senect.

[25] En el margen derecho y sucesivamente: Gene. 29; Iudicum 8; Tobías. ca. 14; 2 Paralip. c. 28; Psalm. 90; Daniel 13.

[26] En el impreso: tantologia.

[27] En el margen izquierdo: Iob.

[28] Error de imprenta: sea muy estraño.

[29] Error de imprenta: grendes.

[30] Error de imprenta: qnedar.

[31] En el impreso: Portogal.

[32] En el impreso: Philipe 2.

[33] En el margen derecho: Apoc. 3.

[34] En el margen derecho: Daniel. 5.

[35] En el impreso: no les falto. Esta parte del sermón parece deturpada.

[36] En el impreso: Quam michi &c. Es el comienzo de la fórmula litúrgica de cierre de los sermones: Quam mihi et vobis praestare dignetur Dominus Omnipotens, in nomine Patris et Filii et Spiritus Sancti. Amen.

[37] De este y de los otros poemas en dísticos latinos el lector encontrará una versión castellana al final de la antología.

[38] En el impreso: comparti.

[39] Error del impreso, que ofrece un eneasílabo.

[40] Error en el impreso: falta la vocal u.

[41] En el impreso aparece tachada a mano la conjunción que del arranque.

[42] Errata en el impreso: tambien.

[43] El impreso lee: L. v. a. v. v. santo. A mano se tacha y sustituye santo por justo, tal como exige la estructura métrica de la estancia.

[44] Una mano ha escrito sobre la primera letra de seno una doble SS que impide ver la grafía real del impreso.

[45] En el impreso, por exigencias del acróstico: Onra de España.

[46] En el impreso: Egypto, que no consuena.

[47] Error tipográfico en el impreso: S. Sansto S. o c. h.

[48] En el impreso: Dan mil bramidos.

[49] En el impreso: se les puso.

[50] El impreso lee aqueste suelo, errata evidente.

[51] El impreso lee: Q. g. los años tres. A mano se corrigen los tipos para leer: rebaños.

[52] La numeración que figura en esta tabla y en la siguiente remite a los números de página en que aparecen los distintos poemas en la versión en PDF de este trabajo.