Un duque de Lerma a lo gongorino

Rafael Herrera Ángel

(lyllon@msn.com)

universidad de málaga

 

   

Reseña y presentación del volumen de estudios El duque de Lerma. Poder y literatura en el Siglo de Oro, ed. J. Matas Caballero, J. M. Micó Juan y J. Ponce Cárdenas, Madrid, Centro de Estudios Europa Hispánica, 2011, 419 pp.

 

 

 

 

 

 

AnMal Electrónica 30 (2011)

ISSN 1697-4239

  

 

El Centro de Estudios Europa Hispánica dedica su colección «Confluencias» a estudios sobre las relaciones internacionales en las letras, el arte y el pensamiento de España durante el Siglo de Oro, y sus vínculos de influencia mutua con el entorno europeo en aquella época. Dentro de esta colección, el CEEH presenta ahora este sólido volumen colectivo que, dirigido por tres destacados gongoristas, los profesores Matas Caballero, Micó Juan y Ponce Cárdenas, trata sobre la figura del duque de Lerma y su labor de mecenazgo.

El libro presenta una calidad excepcional, tanto en los diversos estudios que lo conforman, como en su vertiente de soporte físico. En este segundo aspecto, la labor editorial del CEEH, a cargo de José Luis Colomer, es del todo punto encomiable: la cuidada selección de ilustraciones y la cuidadosa revisión editorial, por ejemplo, dan valor añadido al volumen, que se lee sin errores tipográficos y permite ver elementos coetáneos (retratos, grabados, plantas de edificios) que apoyan y refuerzan las diversas argumentaciones de los quince estudios histórico-filológicos. Ilustración textual de primer nivel para casi todos ellos resulta además el gongorino Panegírico al duque de Lerma, cuyo texto cierra (pp. 387-397) el volumen con «la primera edición moderna (depurada de casi una veintena de errores de transmisión)» (p. 8).

El objetivo principal de esta obra es alcanzar una visión completa, guiada por el hilo conductor del mecanismo del mecenazgo, del todavía desconocido en muchos aspectos quinto marqués de Denia y primer duque de Lerma, don Francisco Gómez de Sandoval y Rojas (Tordesillas, 1553-Valladolid, 1625), primer valido de Felipe III: su aproximación a la nobleza del momento, sus estrategias de política internacional, etc. Todo ello visto desde la relación mantenida entre el poder y las letras, en lo que estas tuvieron de instrumento utilizado por y para el afianzamiento de unas determinadas políticas.

Con un marcado carácter interdisciplinar que aborda múltiples aspectos de la literatura, la historia, la política, la pintura, el mundo teatral, la tauromaquia, la Corte o el campo de batalla de aquellos momentos, El duque de Lerma. Poder y literatura en el Siglo de Oro es fruto del trabajo de quince expertos que han consagrado su labor al campo de la cultura aurisecular. Estas quince (re)visiones sumergen al lector en nuestro propio pasado, examinado con extraordinaria solvencia que alterna la panorámica general con la pormenorización de mínimos, pero relevantes, detalles.

Siete de los quince estudios están dedicados al Panegírico al duque de Lerma, el poema inconcluso que Góngora dedicó al valido, y uno de los textos encomiásticos más complejos del período. El texto es sometido a diversos análisis de su forma y de su sentido, hasta mostrar las influencias del poeta, las novedades en su escritura y la presencia de sus circunstancias vitales.

En «El Panegírico al duque de Lerma como poema heroico», Mercedes Blanco se centra en la llegada de Góngora a la Corte, las motivaciones de este poema laudatorio y la relación entre el valido, el resto de la nobleza y el poeta, que iniciaba su «proyectada carrera cortesana». La profesora Blanco examina la obra desde la perspectiva del poema heroico y, por tanto, de su necesidad de presentarse como ficción verosímil y como perteneciente a un género de sustrato clásico. El magisterio del poeta latino Claudio Claudiano nos muestra a un Góngora buen conocedor de los textos de la Antigüedad, pero, como siempre, Góngora alcanza la novedad y singularidad de su Panegírico por no sostenerlo en ningún patrón hasta entonces conocido. A partir de la comparación de la obra gongorina con los textos latinos, se llega a la conclusión de que «Góngora se parece más a sí mismo aun cuando más procura parecerse a los otros».

Jesús Ponce Cárdenas, en «Taceat superata vetustas: poesía y oratoria clásicas en el Panegírico al duque de Lerma», presenta el poema como perteneciente al género encomiástico, centrado en el discurso de alabanza a los gobernantes (basilikòs logós), la cuidada elaboración del proemio y la importancia de la alegoría. El profesor Ponce examina los elementos formales y constructivos de la dispositio gongorina, así como su inspiración en autores latinos. En el proemio, el poeta hace alarde de su «falsa modestia», de su inspiración y su relación con otros poemas. Dentro del simbolismo del Panegírico se advierten elementos utilizados por otros autores, como el recurso a la astrología para ensalzar el elogio (ya desde la alabanza de Juan II debida a Juan de Mena), la inserción de elementos pertenecientes a lo maravilloso o el uso de la alegoría para la legitimación político-moral: Góngora construye más de una decena de personificaciones alegóricas de la figura del duque para exaltar su dimensión moral.

El estudio de Antonio Carreira, «Fuentes históricas del Panegírico al duque de Lerma», se centra en el Góngora cortesano, que no duda en alabar y a veces adular para medrar en la Corte. Carreira aporta una datación puntualizada del Panegírico, así como un examen de los acontecimientos que rodearon a la obra y los problemas de recepción por parte de su destinatario inmediato. Todo ello sin olvidar las obras precedentes que se dedicaron al duque de Lerma, a las que el poeta acude para recubrirlo de un aura genealógica que alcanzaba a la más rancia nobleza castellana. Todo un documento único con una enumeración rigurosa de lugares y fechas por los que va paseando Góngora al realizar su particular Panegírico para ensalzar la vida del duque.

«De los sonetos laudatorios al Panegírico: avatares estilísticos gongorinos», de Juan Matas Caballero, se adentra en la problemática clasificación de los sonetos, heroicos o dedicatorios, de Góngora, y analiza el vínculo que se establece entre estos y el Panegírico. El profesor Matas atiende a la cuestión formal de la lengua utilizada en los poemas gongorinos anteriores a este, y que sirvieron en su confección: los cultismos léxicos y sintácticos, los sintagmas y expresiones de su tan particular usus scribendi, la perífrasis, los tópicos literarios, las alusiones mitológicas, la metáfora… Rasgos que hicieron de la lengua gongorina un nuevo modo de nombrar poéticamente el mundo.

En «Góngora en 1618: burlas y veras de un cortesano poco avezado», Antonio Pérez Lasheras descubre al poeta dentro de la Corte de Felipe III, cuya producción entrelaza lo burlesco con lo serio (rasgo distintivo de su propósito estético) para expresar una visión del mundo desengañada y heterodoxa. Para ello, centrándose en la Fábula de Píramo y Tisbe como paradigma, el profesor Pérez Lasheras recorre el camino de toda la producción poética gongorina, que resulta ser por entero una extraña mixtura de elementos variopintos, con el frecuente apoyo del mecanismo de la reescritura.

Laura Dolfi, en «El estilo sublime en el Panegírico al duque de Lerma», da cuenta de cómo la sublimidad se alza sobre los rasgos estilísticos fundamentales de este poema, en los cuales Góngora aspira a hacer de la lengua poética española una realidad universal, acercándola al latín en el léxico y en la sintaxis. Desentrañando aquello que hay más allá del lenguaje puramente literal, la profesora Dolfi estudia versos y estrofas en su recreación formal e intencional, a través del engarce gongorino entre el lenguaje concreto y el abstracto, el llano y el metafórico.

«Góngora o el arte de la octava: entre el Polifemo y el Panegírico», de José Manuel Martos y José María Micó, se centra en la estructura formal externa del poema, esto es, en la octava y su evolución hasta Góngora. Se estudia aquí la introducción de esta estrofa en las letras hispánicas a través de la influyente poesía italiana. Luego, pese a que el Panegírico se exhibe como poema de características especiales en una consideración más cercana a los poemas narrativos, el trabajo de los autores se centra en el tratamiento que el poeta hace de la octava en sus poemas, llegando a ser un recurso estilístico propicio para la creación del Panegírico.

Estas siete perspectivas fraguan en su conjunto una aproximación plural y de primer nivel al gran poema apologista de Góngora, en su sentido y en su forma. A continuación, la obra conjunta una serie de artículos que describe el ambiente cortesano durante la permanencia en el poder del duque de Lerma y su relación con los círculos festivos y palaciegos, así como también con los más grandes artistas del momento.

María D. Martos Pérez estudia, en «Representaciones barrocas del poder (Góngora, Rubens, Pantoja de la Cruz)», la relación de los literatos con el resto de artistas, entre ellos, pintores oriundos o foráneos. La pintura y la literatura se presentan como parte de la vida cotidiana, y es aquí donde la profesora Martos, con gran maestría en la utilización del lenguaje de otras artes, analiza el diálogo que se establece entre las distintas obras en un contexto cortesano para la exaltación de la figura de don Francisco Gómez de Sandoval y Rojas, así como de otros personajes, como Rodrigo Calderón. El Panegírico presenta una encrucijada entre poesía y pintura, en una reciprocidad característica de su época.

«La cultura emblemática bajo el valimiento del duque de Lerma (1598-1618)», de Sagrario López Poza, muestra el apogeo de la cultura emblemática, la importancia de esta fusión de palabra e imagen y lo sabiamente explotada que fue por parte del poder, en coincidencia con el mayor esplendor del duque de Lerma. La profesora López Poza expone las diversas modalidades del género del emblema, con ejemplificaciones de las manifestaciones ligadas al duque de Lerma, a otros cortesanos y a los propios reyes.

Francis Cerdán presenta el panorama festivo que se daba en la corte de Felipe III, a pesar de las circunstancias por las que pasaba el Imperio, en «El sermón de Paravicino en la dedicación del templo de Lerma (1617)». El autor, además de bosquejar el uso que la Iglesia dio a su poder para apoyar al político, examina el sermón pronunciado por fray Hortensio Paravicino para realzar la figura del duque como adalid y mecenas de las letras, detectando así otra parte de los elogios que vuelven a reproducirse para el valido.

En «Las fiestas de Lerma: paisaje y teatro en El Caballero del Sol, de Vélez de Guevara», María Luisa Lobato presenta la comedia de Vélez en relación con el entorno cortesano, y lo que significó su representación: espacio, preparativos, construcción, recepción, protagonistas, etc. Todo un esbozo de una comedia que tal vez anunciaba la caída del duque ya en 1617.

«El duque de Lerma y las fiestas de toros: de lo taurino a lo encomiástico», de Araceli Guillaume-Alonso, reconstruye una especie de cuadro costumbrista para mostrar lo que los juegos de toros y cañas supusieron en el reinado de Felipe III, así como en otros anteriores y posteriores: un ejercicio público erigido como patrimonio común, del que se nutrían en muchas ocasiones los géneros literarios. Se pinta con maestría todo un entorno rebosante de fiestas caballerescas y tauromaquias, así como el entorno artístico que se movía a su alrededor.

En «Linajes de mujeres y linajes nobiliarios: Rodrigo Calderón, Bernardo de Sandoval y Rojas, el duque de Lerma y su entorno femenino en los textos de Luisa de Carvajal», Isabel Colón Calderón investiga con rigor la figura de la misionera Luisa de Carvajal, una de las numerosas mujeres que contribuyeron al esplendor de nuestro Siglo de Oro. La profesora Colón saca de las sombras del olvido a una personalidad influyente en la Corte, una voz femenina cuya relación especial con la nobleza del momento y con el valido y su comitiva, fue de gran influencia moral sobre la aristocracia femenina.

«El conde de Lemos y la poesía encomiástica: breve noticia de unos versos gongorinos», de Carlos Primo Cano, presenta los antecedentes del Góngora autor de una poesía laudatoria. Aquí, la relativa al conde de Lemos, personaje proclive hacia las litterae humaniores, amante del arte de componer poemas, y mecenas de artistas. Sin saberlo, Góngora iba fraguando su poema laudatorio más importante, el tantas veces mencionado Panegírico. De nuevo vemos aquí la relación entre la nobleza más excelsa y el vate cordobés.

Germán Vega García-Luegos traza, en «El Valladolid cortesano y teatral de Felipe III (1601-1606)», el panorama del traslado de la corte a Valladolid por petición del duque de Lerma, el ambiente artístico de la capital del momento y las manifestaciones literarias y teatrales de aquellos días. Se aborda, con una información privilegiada que llega hasta el rincón más escondido, el teatro de la época, fondo del que destaca la compleja personalidad de Lope de Vega, que por entonces era una eminencia invicta de la creación dramática, tanto para el pueblo como para la corte imperial.

Con esta monografía se clarean dos figuras que al final de sus historias han resultado inseparables: un duque y un poeta que compartieron una época y una poesía, además de un poema inacabado. El Panegírico es, en sus circunstancias internas y externas, tan bien examinadas por el volumen reseñado aquí, un texto imprescindible para entender la trayectoria de Góngora y alumbrar la figura de un valido que, con no más pena que gloria, hubo de pasar por y a la Historia.

De esa Historia y de aquellas historias, nuestro conocimiento ha sido mejorado por los quince estudios y la versión pulida del Panegírico al duque de Lerma que presenta este libro.