REVERBERACIONES LITERARIAS EN LA HOJA ROJA DE MIGUEL DELIBES, Sheryl Lynn Postman, Universidad de Massachusetts-Lowell (Publicado en Analecta Malacitana, XX, 2, 1997, págs. 527-543) 

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    Una primera lectura de La hoja roja [1] de Miguel Delibes sugiere un tratamiento casi burlesco y quasi abstracto de las personas que llegan a la llamada tercera edad, simbólicamente representada en esta novela por el septuagenario don Eloy. Quizás ésta es una de las razones por la cual Ignacio Soldevila Durante dice que este libro es el menos comentado de la obra delibiana [2]. El autor mismo, por otro lado, escribe en el prólogo de su Obra completa que, de niño, tenía una inclinación hacia el dibujo e intuitivamente llegó a cultivar el gusto para la caricatura [3].

    Janet Díaz expone que estas características aparecen principalmente en los personajes secundarios de su obra. Además, añade que la mofa ocurre en La hoja roja, tal vez para defenderse del sentimentalismo o del patetismo; el tema en sí es suficiente para caer fácilmente en un tratamiento sombrío y lacrimoso [4].

    delibes.jpg (42991 bytes)El lector que ve la novela desde esta perspectiva pierde, desgraciadamente, un comentario intenso y profundo de la vida y del ser de los mayores. Teniendo en cuenta que los escritores europeos, y sobre todo los españoles, incorporan la tradición literaria de la confesión, tradición católica iniciada con Las confesiones de San Agustín, La hoja roja de Miguel Delibes podrá sugerir un texto autobiográfico. Aumentado a esta idea son los elementos autobiográficos percibidos en la producción temprana de Delibes que lleva al leyente a creer que estamos frente a su autobiografía. Sin embargo, el autor vallisoletano sólo tenía cuarenta y dos años cuando publicó esta obra, y si la teoría de la autobiografía manifestada en el ensayo Conditions and Limits of Autobiography lleva razón, el protagonista de esta novela, don Eloy, no cabe dentro de las normas establecidas, entre las cuales la autobiografía debe ser un espejo en que el autor refleja su vida misma [5]. Delibes, a esa edad tan joven, muestra una precisa y penetrante comprensión de las personas jubiladas. En este aspecto, su narrativa puede ser considerada como un estudio de un tema muy importante. Hoy día el concepto, la filosofía de la vejez ha atravesado los límites físicos y morales para entrar en un nuevo estado sociopolítico. La cuestión, por lo demás, entronca con la preocupación de autores clásicos como Platón, Cicerón y Séneca que Delibes, a causa de su educación tradicional, parece conocer bien.

    La tesis de Cicerón presenta unos sentimientos positivos hacia la vejez. J. G. F. Powell expone que es más probable que estas ideas fuesen totalmente las contrarias de las expresadas a través del diálogo de Catón. Cicerón no hace hincapié en las características negativas, no porque no las supiera sino porque las conocía demasiado bien e intentó contradecirlas [6]. Los tratados escritos antes del gran orador fueron, por lo general, reflexivos y morales. El romano heredó esta tradición del diálogo de Platón y adaptó varias partes de La Republica, incorporándolas en su tratado [7]. Pero antes de Platón, los comentarios poéticos y filosóficos de la ancianidad fueron bastante pesimistas o realistas; la idea de igualar los efectos negativos con los positivos no existió [8].

    Para Delibes, la diferencia más marcada entre el jubilado (el ser viejo) y el no jubilado (el ser joven) es el concepto físico, psicológico y espiritual de la vida: la necesidad de comparar las ventajas con los inconvenientes. El autor, entonces, sigue adelante con el tema universal de la senectud, intentando mostrar, hoy día, que el retiro, aunque pone fin al trabajo, no es la antesala de la muerte, es sólo otra etapa de la vida.

    Si el lector atraviesa el texto y entra en el subtexto de la obra, entenderá que la jubilación, aunque obligatoria, no es como cree don Eloy, la hoja roja, el aviso para la terminación de la vida, sino que podrá ser la prolongación de ella. Para llegar a este punto de comprensión, don Eloy, que ya a los setenta años ha pasado por varias etapas (buenas y malas) de la vida, debería reconocer que va a entrar en otra, y que la mejor manera de traspasar estos niveles es hacer un viaje.

    El envejecer es, obviamente, una odisea que transporta de un estado de juventud a otro que desemboca en la muerte:

    Now the harvest of old age is, as I have often said, the memory and rich store of blessings laid up in earlier life. Again, all things that accord with nature are to be counted as good. But what can be more in accordance with Nature than for old men to die? A thing, indeed, which also befalls young men, though Nature revolts and fights against it. Accordingly, the death of young men seems to me like putting out a great fire with a deluge of water; but old men die like a fire going out because it has burnt down of its own nature without artificial means. Again, just as apples when unripe are torn from trees, but when ripe and mellow drop down, so it is violence that takes life from young men, ripeness form old. This ripeness is so delightful to me that, as I approach nearer to death, I seem, as it were, to be sighting land, and to be coming to port at last after a long voyage [9].

   El proceso, que debería ser larguísimo, no ocurre en un solo salto. Para el joven no es bastante rápido y para el provecto se le escapa en un instante. El viaje, como símbolo de la vida, es una idea que también aparece en la obra de Séneca. Según el hispanorromano, aunque cada persona sabe que tiene que morir, cuando se acerca el momento, el moribundo empieza a reaccionar sollozando, temblando y buscando una manera de evitarlo. Pero no lo debería hacer porque la muerte constituye una parte integral de la vida, pues cada excursión, según el filósofo, debe terminar [10].

    Pero ahora este protagonista, como cualquier otro mayor, debe pasar por los límites físicos para entrar en un terreno metafísico. Esta idea, asimismo, coincide con los conceptos de Cicerón de la vejez. Según este orador latino el hecho de que los viejos pasan el tiempo quejándose de su edad, y por consiguiente de su estado físico y económico, tiene más que ver con su carácter personal y no con un tiempo específico de la vida [11]. El romano añade, por otra parte, que hay cuatro razones por las que la ancianidad puede ser triste: primera, que nos retira del empleo activo; segunda, que debilita el cuerpo; tercera, que nos priva de los placeres físicos; y cuarta, es el último paso ante la muerte [12]. Estas razones, obvias en La hoja roja, llegan a ser la base temática de esta séptima novela de Miguel Delibes.

    A través de sus dos personajes principales, don Eloy y Desi, la muchacha de casa con unos escasos veinte años, Delibes deja ver los polos opuestos de la vida: pobre / rico; joven / viejo; campesino / ciudadano; y hombre / mujer. Creando un mundo en que estas dos personas, aparentemente diversas, mantienen una relación de interdependencia, el escritor presenta un espectro microcósmico de la vida en que las diferencias sociales son más bien accesorias y no inherentes. El autor anota que un común denominador al tercer volumen de su Obra completa, en la que se contiene Aún es de día, Las ratas, y La hoja roja, es el sentimiento del prójimo: 

    Algunos suelen llamar a este sentimiento preocupación o inquietud social, adjetivo, éste de social, que si no estuviera tan desportillado, tan desgastado por el uso, tan limitado a un aspecto de las relaciones humanas, hubiese adoptado con gusto. Pero es el caso que la novela social, o lo que hoy recibe en el mundo tal nombre, es un producto sui generis que responde a un planteamiento excesivamente primario [13].

   El argumento de La hoja roja es bastante sencillo. Don Eloy, viudo, con un hijo que vive en Madrid (el otro, Goyito, ya murió), está obligado a jubilarse. Desde el momento en que ya no tiene que trabajar, el protagonista empieza a buscar algo que hacer. Como resultado de su inactividad laboral, pasa el tiempo caminando con su viejo amigo de infancia, Isaías, hablando del pasado, de personas ya muertas, y también, tratando de enseñar a Desi, que viene del pueblo, a leer. Con la muerte de Isaías, su último enlace con las épocas anteriores, el septuagenario decide irse a Madrid para tratar de renovar una relación inactiva con su hijo. El viaje es un fracaso. Don Eloy no puede penetrar ni en el mundo cosmopolitano de Madrid ni en el de su hijo. Para esta familia madrileña, el viejo es ya solamente un estorbo. Al fin vuelve a su casa y a su relación simbiótica con la joven criada, Desi.

    La acción inmediata de la novela transcurre desde el comienzo del invierno de 1955 hasta el principio de la primavera de 1956. Esta estación fría, dormida, y estéril, hace pensar al lector en la fábula mitológica de Deméter y Perséfone [14]. Sin embargo, a través de una serie de flashbacks, estilo que hace pensar en la tercera novela de Delibes (El camino), el lector llega a conocer a todo el mundo relacionado con los dos personajes principales, don Eloy y Desi.

    El tratamiento del tema de la muerte en La hoja roja, según Jesús Rodríguez, difiere enormemente del presentado en la primera novela del autor. En La sombra del ciprés es alargada, Pedro, el protagonista, desde la niñez hasta la madurez, está obsesionado irracionalmente con el fallecimiento. A diferencia de esta preocupación, Delibes crea ahora un personaje, don Eloy, en que el miedo de la defunción nace como resultado de su jubilación [15].

    Pero en cuanto la obsesión de Pedro no desaparece hasta muy tarde en su vida (después de haber experimentado las muertes inesperadas de sus seres queridos) la que penetra el alma del viejo Eloy, empieza a deshacerse dentro de unos pocos meses. Irónicamente, casi coincide con la expiración de su último amigo, Isaías.

    Aunque exista esta diferencia de la preocupación anormal del finamiento en estas dos novelas, en ambas, para ver la luz de la verdad y, por consiguiente, encontrar el camino hacia la felicidad, los dos protagonistas tienen que hacer un viaje de conciencia. Sin embargo, para mostrarlo aún más claramente, en esta obra Delibes crea un ambiente en el que se destacan, según Mircea Eliade, dos mundos totalmente distintos el uno del otro: el sagrado y el profano [16].

    El primer indicio de la dualidad del ambiente aparece al principio de la novela. A la fiesta de despedida, don Eloy, ya con la influencia de mucha bebida, expresa la importancia del trabajo relacionándolo con la santidad de la casa: 

    Y cuando el viejo repitió por tercera vez que un buen funcionario debía demostrar su condición a toda hora, porque la oficina debía ser la prolongación del hogar y el hogar la prolongación de la oficina, la mueca ambigua del señor Alcalde se fue trocando en un gesto de impaciencia [17].

   El universo típico de la obra delibiana no es una ciudad mecanizada [18] sino un pueblo que queda dentro de unas fronteras (naturales o construidas) que parece pertenecer a otra era histórica. Creando un mundo arcaizante se disponen varios niveles del tiempo. En su primera novela, el autor presenta la amurallada ciudad medieval de Ávila, y en su tercera, El camino, un pueblo encerrado en un valle. En ambos casos, el desarrollo psicológico y emocional de los protagonistas viene gobernado por su ambiente.

    La casa, durante las edades arcaicas, tiene el aspecto del imago mundi. Esta imagen del mundo llega, al fin y al cabo, a representar el cosmos [19]. Para reforzar el concepto de la inviolabilidad de este hogar sacro de la casa de don Eloy, cuyo patio tiene un «aspecto siniestro», Delibes subraya una relación extremadamente familiar con Desi, igual a la que comparte con el añoso: 

    En la casa, del siglo pasado, se abría verticalmente un patio de luces de aspecto siniestro al que las voces y risas espontáneas de las chicas de servicio imprimían una alegre vivacidad. Para la Desi, la muchacha, aquel patio constituía una importante razón de existir (pág. 23).

   El domicilio del viejo es el lugar sagrado de su vida monótona. Todo lo que queda fuera de este locus amoenus pertenece al profano, al mundo peligroso y amorfo. La casa de su hijo en Madrid ni siquiera produce el mismo efecto de bienestar. Pertenece a otras personas y se transforma en un orbe profano a causa de la vida nocturna, mecánica y caótica de una ciudad moderna. Aquel mundo en desorden le inspira un instinto de terror que no le permite pasar fuera de las puertas de casa.

   Pero la oficina donde trabajó el jubilado ya se ha convertido en un lugar desconocido y prohibido: 

    No obstante, había sufrido entonces una dura decepción. Él imaginaba que su irrupción en el Negociado tendría una acogida calurosa...

    El viejo se apeó del tablado y se arrimó al radiador. Hubiera querido estar muy lejos de allí pero no se decidía a marcharse. Observaba la vieja oficina con su suelos polvorientos y sus mesas carcomidas y sus gigantescos rimeros de impresos —SERVICIO DE LIMPIEZA, PARTE DE TRABAJO, VISADO DEL VIGILANTE DEL VERTEDERO— como si fuera la primera vez que los veía (págs. 102-103).

   El espacio pseudosagrado del despacho, que según don Eloy era «la prolongación del hogar», ya es un sitio que despierta una sensación de miedo en el viejo: «Sin mayor motivo la oficina le aterraba» (pág. 105).

    Distinto a los escritores de la generación del 98, a quienes Delibes ha sido comparado a causa de su empleo del paisaje castellano, Manuel Alvar mantiene que en las novelas de este escritor el paisaje se va convirtiendo en un trasunto del alma y es ésta la que se identifica con su propia circunstancia. Además la ciudad, como el campo, se funde con el alma de quien la contempla [20].

    Desde el momento en que el septuagenario se jubila, pasa casi todas las horas del día en la casa buscando el calor humano, tema imprescindible de esta obra [21], a través de conversaciones limitadas y repetidas con Desi. La mayoría de los intercambios ocurren en la cocina. Es el lugar más íntimo y sacro de la casa, y por consiguiente llega a ser el axis mundi [22], el centro de su universo y de su existencia. Don Eloy sólo puede estar sosegado en este santuario. La cocina ofrece dos calores: el físico del fogón y el humano de la muchacha. Aquí, en este lugar sagrado, el viejo propone a Desi, al final de su viaje, que se quede con él y sigan en sus mutuas relaciones.

    A través de una serie de flashbacks, el lector entiende que el viaje espiritual de don Eloy empieza a verter la luz años antes de su jubilación, aunque él no lo reconozca, y así mismo, coincide con los paseos diarios que da con Isaías: 

    Los paseos cotidianos del viejo Eloy y su amigo Isaías databan de 1929, cuando la muerte de Poldo Pombo, el sportman. Hasta entonces su relación fue constante pero discontinua. A partir del 9 de febrero de 1929 se regularizó y ambos se encontraban a las cuatro de la tarde en los soportales, junto a la papelería de Afrodisio Niño (pág. 75).

   Ahora en la ancianidad, los paseos, que empezaron a causa de la muerte sorprendente de un joven amigo durante su juventud, comienzan a tomar otra perspectiva para don Eloy: volver a vivir el pasado. El anciano Isaías, sin embargo, es el polo opuesto de su amigo, cuyo interés no tiene que ver con el pasado, sino con el presente.

    El viaje de conciencia, tema universal y literario, aparece en la obra de Miguel Delibes. A través de sus novelas preliminares, sobre todo La sombra del ciprés es alargada y El camino, el lector comienza a ver una relación constante entre la narrativa delibiana y la obra de Dante. No obstante, la conexión existente en La hoja roja, aparentemente oculta, pero entendida a causa de la educación clásica del escritor, viene a la luz en unas formas heterogéneas de la obra maestra, La divina commedia. El punto clave de esta unión se ilumina en el personaje de Isaías, nombre escogido por razones evidentes.

    El viajero por excelencia comienza su trayecto espiritual cuando tiene treinta y cinco años, la mitad de los años que tiene nuestro jubilado. Allen Mendelbaum explica que Dante establece esta edad basándose en los versos bíblicos de los salmos (90:10) [23]

Los días de nuestra edad son setenta años;

Y si en los más robustos son ochenta años,

Con todo, su fortaleza es molestia y trabajo,

Porque pronto pasan, y volamos.

   Además, añade que la razón por la cual el florentino debería pasar por las puertas del infierno tiene que ver con el libro bíblico Isaías (38:10)

    Yo dije: A la mitad de mis días iré a las puertas del Seol; privado soy del resto de mis años.

   Si para Dante el libro de Isaías es la base de su obra maestra, entonces, la presencia de este personaje en la novela, con el nombre idéntico, lleva al lector a ver la posibilidad de un enlace con la obra clásica. Isaías, tanto como Eloy, tiene setenta años, la edad apocalíptica establecida para un ser mayor. Dante, encontrándose per una selva oscura, sumergido en el cenagal de la oscuridad, ve la luz del sol que le asiste a salir: 

guardai in alto e vidi le sue spalle

vestite già de’ raggi del pianeta

che mena dritto altrui per ogne calle [24].

   El sol —«[...] los viejos se ponen al sol porque ya llevan el frío de la muerte dentro» (pág. 83)— llega a ser un leitmotiv del calor que Eloy busca, y así pasa el día, con Isaías, buscándolo.

    Para escapar del mundo sombrío, a Dante le hace falta un guía que, al principio, se presenta en la figura de Virgilio. Pero Virgilio era el guía del peregrino medieval, ahora Isaías lo es para el perdido Eloy, que ya se encuentra en la «sombra» de su vida.

    La enfermedad repentina del amigo espanta tanto a Eloy que se siente como un niño perdido en una «selva oscura». 

Isa, Isa! ¿No me oyes?—Soy yo, Eloy!

    Se sentía tan impotente como si le llamase desde otro planeta y, al propio tiempo, tan abandonado como un niño que viera a su madre extraviarse en la espesura del bosque (págs. 176-177).

   Eloy ya va entendiendo que Isaías es su único vínculo al pasado, y ahora, en este estado de salud, el pasado va borrándose. Esta enfermedad pone al viejo Eloy en un mundo escasamente coloreado, un mundo gris, sin pasado y sin futuro [25]. Solamente existe ya un presente en sombras. Sin embargo, la muerte del ser querido hace que el viajero afronte su vida: 

    [...] Era difícil tratar de hacer comprender a la chica que no era el amigo, sino el calor, y que no era sólo un hombre lo que yacía en el ataúd, sino Madame Catroux, la francesa, y su colegio de párvulos, y Poldo Pombo y su anacrónico biciclo y las poleas gimnásticas del Dr. Sandon, y su hermana Elena, y la Antonia, y el tío Alejo y sus bracitos de enano; y la Rosina, y el tío Hermene y el Banco Cooperativo; y Pepín Vázquez y la Paquita Ordóñez y la Casa de Baños; y Lucita y Goyito, su hijo menor y toda una vida (págs. 183-184).

   Allá en el cementerio, el camposanto, donde Eloy ya tenía más amigos allí que en la ciudad, éste reconoce que la mayoría de su vida ya ha pasado. Infelizmente, la muerte de este último enlace al pasado lejano sirve de ímpetu para llevar a este peregrino moderno solamente hacia un pasado más cercano. Don Eloy se encuentra en un mundo que no existe, y todavía no ha entrado en el actual.

    El número tres, tan esencial a la obra de Dante y desde luego, al mundo cristiano, inspira también a Delibes. El autor juega con el número en maneras diferentes, todavía y siempre reverberando el camino clásico y el dantesco. Erich Auerbach expone que la estructura del gran poema consiste en tres sistemas fusionados y entremezclados que vienen concebidos como correspondentes del orden divino. Hay un sistema físico, otro ético, y otro historicopolítico; cada uno tiene que ver con la síntesis de tradiciones diferentes [26].

    Desde el principio de La hoja roja el número tres tiene una importancia tremenda a la historia de este recién jubilado: 

    Por tercera vez en la vida el viejo Eloy se erigía esta noche en protagonista de algo. La primera fue cuando su boda; la segunda cuando su intervención en la Sociedad Fotográfica allá por el año 1933 (pág. 9).

   Por otra parte, don Eloy en su juventud formaba parte de una sólida y apretada entidad de amigos cuyo número era cuatro. Ya con la muerte de Isaías, don Eloy, el superviviente, perdió a sus tres únicos amigos de niñez. Aún en su familia inmediata perdió a tres personas: Goyito, que murió cuando tenía veintidós años; Lucita, su mujer que murió a los sesenta y dos años a causa de una «menopausia repentina y muy tardía»; y también a Leoncito, que aunque todavía vive, su relación con su padre es como si hubiera muerto. Su búsqueda perpetua del calor humano lo encuentra solamente en tres personas: Antonia, la muchacha de casa durante la época en que el viejo Eloy era joven; el tío Hermene, también del período de su juventud; y ahora en Desi, con quien el jubilado pasa la mayoría del tiempo.

    La excursión a Madrid, con el propósito de renovar una relación con su último y único vínculo de sangre, es un fracaso total. Después de poco, el jubilado entiende que este parentesco no es suficiente para estar fuera de su esfera sagrada y, al fin y al cabo, decide volver a casa y a Desi:

    [...] A menudo le asaltaba a contrapelo el recuerdo de Madrid y el viejo lo espantaba con un movimiento brusco de cabeza. En cambio, si pensaba en su casa, en la lumbre crepitante y en el taburete junto al fogón, sonreía de manera imperceptible, con esa sonrisa de los viejos más parecida a una mueca que a una sonrisa, y evocaba a la Desi con inefable ternura e imaginaba lo que haría si, al llegar a casa, la chica le había abandonado (pág. 227).

   Desi se convierte en una pseudocómica donna angelicata para este perdido viajero. Irónicamente, la mujer de don Eloy, Lucita, nombre simbólico implicando que debería haber sido el faro de su vida, jamás tenía una relación iluminante con su marido: 

   [...] Lucita, su mujer, nunca debió casarse con él; debió hacerlo con un hombre un poco más decorativo. Él la hizo vivir en un plano de extremada modestia. En realidad, el viejo Eloy vivió 36 años junto a Lucita, pero jamás llegó a comprenderla del todo (pág. 10).

   Dante siempre andaba hacia adelante, hacia la luz presente y eterna de Beatrice. Pero Lucita no es la Beatrice, la lumbrera, de la vida de este viejo. Y hasta ahora, el jubilado pasajero no ha penetrado los límites del pasado para dejarle entrar en el mundo presente. Esta idea asimismo corresponde a la explicada por Alvar de que las sombras y luces de un personaje que se iluminan o entenebrecen con la presencia de una mujer ensoñada no son sino un trasunto del dolor de vivir [27].

    Según el Dolce Stil Nuovo al que pertenece la gran obra del florentino, el poeta, tradicionalmente, habla de su mujer como la lucente stella, la estrella radiante. Creando una mujer de este tipo, el poeta le da a ella dos complementos: el primero, una mujer tan hermosa que de las ventanas de su alma vienen rayos potentes que pueden tener una influencia en los corazones del hombre. Eso quiere decir que la mujer es tan hermosa que todos los hombres que la ven, ya viven bajo su influencia; el segundo, la mujer tan hermosa pertenece a una especie de los espíritus celestiales, haciendo mover el alma del hombre hacia arriba, de tal modo que ya es un vínculo con el cielo y que su influencia tiene un significado cósmico [28].

    Delibes sigue con su variación del mundo dantesco en la figura de las mujeres. La mujer de Eloy, Lucita, no es la lucente stella de su vida: 

    En cualquier caso, Lucita era una mujer muy particular y exigía demasiado de la vida y cuando su marido la decepcionaba, le imponía duras penitencias... (pág. 157).

   El narrador omnisciente la describe con «un calor áspero, pero confortable». De hecho, la imagen de esta mujer es la contraria representada por el Dolce Stil Nuovo. Lucita no es una mujer que inspira grandes cosas en la vida de su marido sino una que mantiene el statu quo de su existencia. Además, es una persona egoísta que sólo piensa en sí misma: ante todo, ella; luego, los demás.

    Desi, a pesar de ser muchacha de casa y casi analfabeta, sirve de guía en este último círculo de la vida de don Eloy. Su imagen parece ser el polo opuesto de Beatrice. Beatrice, la figura «divina», celestial, lleva a Dante desde el paraíso terrenal al Empíreo a ver la cara de Dios. Desi es más bien una mujer mundanal, aunque ayuda a realizar el viaje del septuagenario. Sea la mujer del Cielo o la de la Tierra, las dos comparten la cualidad de la bondad. De todas maneras, aunque existan unos paralelos entre éstas, el trayecto del florentino es politicoteológico, mientras que el propósito de Delibes es representar, realísticamente y espiritualmente, algunas características de la vida de este mundo. No obstante, es la relación entre el añoso y la joven lo que sobresale: 

    Era extraña la confianza que unía al viejo con la Desi. Muchos de sus recuerdos que se había reservado durante setenta años, los revelaba ahora, ante aquella burda y elemental muchacha, sin hacerse la menor violencia, sin someterse a la menor presión (pág. 158).

   Los nexos entre las dos personas, aparentemente tan distintas, modifica el vivir del hombre. Eloy, finalmente, se da cuenta de que esta pobre mujer, su donna angelicata, le puede salvar la vida protegiéndolo de la soledad y del frío eterno de los pocos años que le quedan.

    El viaje espiritual de Dante dura una semana, los fines de Semana Santa del 1300 [29]. Los siete días de su experiencia transcendental coinciden con el concepto evangélico de la creación del mundo. Aunque el viaje de Eloy haya durado una vida, la conciencia de éste empieza durante la Semana Santa de 1956

    Dos días después llegó la primavera y el viejo la dijo a la muchacha que para celebrarlo cenaría con ella en la cocina como el día de Nochebuena (pág. 233).

   La primavera, época del renacimiento espiritual, es cuando Eloy se entera de su deseo de caminar hacia adelante, hacia un futuro más compensativo. Ya reconoce que la mirada hacia atrás es volver al mundo vacío, muerto y sepultado. Este maduro peregrino quiere abandonar los grilletes del pasado para entrar libremente en el futuro. Dejando el pasado, el anciano puede asegurarse un porvenir más feliz, por más que sea breve.

    Auerbach explica que la razón por la cual el florentino empieza su excursión tiene que ver con la situación política de la época:

    [...] but it was the political catastrophe and its consequences, through which his own destiny became meaningful, which gave that aspect of his personality and talent their full intensity. For him political disaster was the subito movimento di cose, the sudden outward change which invariably produces a grave inner crisis. He overcame the crisis and it vastly enriched his personal experience [30].

   Si para Dante las catástrofes políticas estimularon su viaje espiritual a través de los varios niveles del Inferno, Purgatorio y Paradiso, para Eloy el estímulo para su itinerario de conciencia corresponde también a una política: la de la vejez.

    Desde los tiempos más antiguos la polémica de la ancianidad es un tema que preocupa al ser humano. Los filósofos clásicos, tales como Platón, Cicerón y Séneca, creyeron que el envejecer era una odisea de la vida que debería dar placer al superviviente. Para ellos, la memoria debería llevar al veterano a un mundo más agradable, pues el hombre senecto puede aprovechar la rica cosecha de su vida y ahora no tiene el problema de luchar, como tiene que hacer en su juventud.

    El ser joven, quizás, no puede entender este dilema porque le queda lejos. Delibes en este esfuerzo literario, es el arquitecto de un puente que atraviesa el mar de la vida entre dos mundos cronológicamente opuestos: la juventud y la ancianidad. Creado este puente, el autor nos hace ver que las diferencias entre éstos son mínimas. Para orientarnos por este viaducto y por consiguiente tener una comprensión más amplia y vasta de un mundo desconocido y oscuro, Delibes introduce el personaje de Isaías que también sirve de guía para aquel peregrino jubilado. Al leer La hoja roja el tema clásico de la vejez reverbera, otra vez, en las palabras de este amigo: Andando poquito a poco, el paso es lento. Parece que detrás de las palabras esconda la voz de Ovidio que dice: dum vires annique sinunt tolerate labores; tam veniet tacito curva senecta pede (Ars Amatoria 2, 669). Cuando la fuerza y la edad permiten, uno aguanta el trabajo. Luego, con un paso silencioso llega la curva de la vejez.

    El tacito pede de Ovidio corresponde a andando poquito a poco. Así que la conclusión de todo queda igual: la vida es un viaje y para apreciarla, no hace falta correr. El eco de estas palabras todavía queda en el aire.

NOTAS

[1] M. Delibes, La hoja roja, Destino, Barcelona, 1990. La primera edición salió en 1958.

[2] I. Soldevila Durante, La novela desde 1936, Alhambra, Madrid, 1980, pág. 129.

[3] M. Delibes, Obra completa, Tomo I, Destino, Barcelona, 1964, pág. 10.

[4] J. Díaz, Miguel Delibes, Twayne Publishers, Inc., Nueva York, 1971, pág. 110.

[5] G. Gusdorf, «Conditions and Limits of Autobiography», en J. Olney (ed.), Autobiography: Essays Theoretical and Critical, Princeton University Press, 1980, pág. 33.

[6] Cicerón, Cato Maior De Senectute (ed. con una introducción y un comentario por J. G. F. Powell), Cambridge University Press, 1988, págs. 3-4.

[7] Great Dialogues of Plato (trad. de W. H. D. Rouse), New American Library, Nueva York 1984, págs. 125-128. La conversación entre Sócrates y Céfalo al inicio del libro.

[8] J. G. F. Powell (ed.), op. cit., págs. 24-25.

[9] Letters of Marcus Tullius Cicero: With his Treatises on Friendship and Old Age (trad. de E. S. Shuckburgh), y Letters of Gaius Plinius Caecilius Secundus (trad. de W. Melmoth), P. F. Collier & Son Corporation, Nueva York, 1909, pág. 70.

[10] Séneca, Letters from a Stoic (Epistulae Morales ad Lucilium), trad. con una introducción por Robin Campbell, Penguin Books, Nueva York, 1969, carta LXXVII.

[11] E. S. Shuckburgh (trad.), op. cit., pág. 47.

[12] E. S. Shuckburgh (trad.), loc. cit., pág. 50.

[13] M. Delibes, Obra, op. cit., tomo III, pág. 7.

[14] Según la tradición, Plutón, dios subterráneo, raptó a Perséfone, mientras ella recogía flores, para que ella reinara en los infiernos. Durante el período en que la madre no sabía dónde estaba la hija, el tiempo cambió a hacer frío. El frío no dejó a los seres mortales cultivar la tierra. Deméter hizo un acuerdo con Júpiter dejando a su hija estar dos tercios del año con ella (primavera a otoño) y un tercio con Plutón (invierno). Deméter, la diosa de la cosecha, declaró que mientras su hija no estaba con ella, la tierra no produciría nada. E. Hamilton, Mythology, New American Library, Nueva York y Scarborough, Ontario, 1969, págs. 49-54.

[15] J. Rodríguez, El sentimentalismo del miedo en la obra de Delibes, Pliegos, Madrid, 1979, pág. 46.

[16] M. Eliade, The Sacred and the Profane: The Nature of Religion (trad. por Willard R. Trask), Harcourt Brace Jocvanovich, Publishers, San Diego, Nueva York, Londres, 1959, pág. 10.

[17] M. Delibes, La hoja, op. cit., págs. 16-17. De aquí en adelante todas las referencias citadas directamente de esta edición serán puestas, entre parentesis, por número de página en el texto.

[18] El autor anota la frialdad del mundo moderno en el prólogo de su Obra completa (Tomo III): «Una cosa hay cierta: la máquina calienta el estómago del hombre pero enfría su corazón. En ningún momento de la historia el hombre ha estado tan alejado del hombre como en nuestros días». (pág. 10).

[19] M. Eliade, Rites and Symbols of Initiation (trad. por Willard R. Trask), Harper & Row Publishers, Nueva York, Hagerstown, San Francisco, Londres, 1975, pág. 69.

[20] M. Alvar, El mundo novelesco de Miguel Delibes, Gredos, Madrid, 1987, págs. 20-22.

[21] El tema del calor humano (físico y simbólico) viene tratado por varios críticos. Véase, por ejemplo, Janet Díaz y su libro Miguel Delibes; Edgar Pauk y su estudio Miguel Delibes: Desarrollo de un escritor (1947–1974), Gredos, Madrid, 1975; etc.

[22] The Sacred and the Profane, pág. 36.

[23] The Divine Comedy of Dante Alighieri, Inferno (trad. de A Mandelbaum), Bantam Books, Toronto, Nueva York, Londres, Sydney, Auckland, 1980, pág. 344. En sus apuntes del primer canto, Mandelbaum excribe: Our life ––with its possessive of human solidarity (Spitzer)–– links the particularity of Dante the wayfarer to the universality of everyman. In the Convivio (IV, XXIII, 6-10), Dante fixes 35 years as the midpoint of man’s life, following Psalm 89:10 (90:10 in the King James), which sets 70 years as the length of man’s days. Thus, for Dante himself, who was born in 1265, the year 1300 accords well with the cited texts and with the passage in Isaiah (38:10). In the middle of my days, I shall go to the gates of Hell.

[24] Inferno, Canto I: 16-18.

[25] Esta idea de Delibes, examinada cuidadosamente en la novela, ya aparece en un nuevo libro de estudio sobre la vejez de Betty Friedan, The Fountain of Age (Simon & Schuster, 671 págs.). En una entrevista con Diedre Carmody, la famosa escritora de The Feminine Mystique expone: Just as darkness is sometimes defined as the absence of light, so age is defined as the absence of youth (New York Times, 15 septiembre de 1993, pág. c. 1).

[26] E. Auerbach, Dante: Poet of the Secular World (trad. de R. Manheim), The University of Chicago Press, Chicago y Londres, 1988, pág. 101.

[27] M. Alvar, op. cit., pág. 22.

[28] M. Valency, In Praise of Love, The MacMillan Company, Nueva York, 1958, pág. 233.

[29] Según los dantistas, el viaje del poeta comienza el jueves santo (7 abril) en la selva oscura.

[30] E. Auerbach, op. cit., pág. 83.

 

RESUMEN PARA REPERTORIOS BIBLIOGRÁFICOS

TÍTULO: REVERBERACIONES LITERARIAS EN LA HOJA ROJA DE MIGUEL DELIBES. 

AUTOR: Sheryl Lynn Postman.

LUGAR: Universidad de Massachusetts-Lowell.

TÍTULO DE LA REVISTA: Analecta Malacitana, XX, 2, 1997.

RESUMEN: un análisis literario del libro La hoja roja de Miguel Delibes. El estudio se basa en las fuentes clásicas de la literatura europea y su influencia en esta obra delibeana. También de notar es el impacto de Dante y La divina comedia en esta obra. 

ABSTRACT: a literary analysis of Miguel Delibes’ book La hoja roja. The study is based on the classical literary sources of the European tradition and its influence on this work. Also of note is the impact of Dante and The divine Commedy on this work.

DESCRIPTORES: tercera edad / vejez / viajes transcendentales / Dante / Séneca / Platón / Cicerón / la muerte / locus amoenus / imago mundi / axis mundi / La divina comedia / Isaías / viajero / Virgilio / donna angelicata / dolce stil nuovo / lucente stella / paraíso.

KEY-WORDS: senior citizens / old age / transcendental voyages / Dante / Seneca / Plato / Cicero / Death / locus amoenus / imago mundi / axis mundi / The Divine Commedy / Isaias / traveler / pilgrim / Virgil / donna angelicata / dolce stil nuovo / lucente stella / paradise.

PERÍODO HISTÓRICO: siglo XX.