RECENSIONES I

 

ÍNDICE

D. Riaño Rufilanchas, Aplicaciones de Macintosh a la Filología Clásica (C. Macías Villalobos). L. Rivero García, La poesía de Prudencio (J. J. Díaz Carretero). G. del Cerro Calderón y J. Palacios Royán, Epistolario de Álvaro de Córdoba (C. Macías Villalobos). J. Higueras Maldonado, Humanistas Giennenses (S. XIV-XVIII) (P. Pineda Vargas). M. Alfonso Vega, Construcciones causativas en el español medieval (I. Carrasco). G. Wotjak (ed.), El verbo español. Aspectos morfosintácticos, sociolingüísticos y lexicogenéticos (P. M. Hurtado Valero). J. M. González Calvo, Variaciones en torno a la Gramática española (S. Peláez Santamaría). Y. González Aranda, Forma y estructura de un campo semántico (S. Robles Ávila). M. Martín Cid, Sintaxis funcional básica del español: Estratos, propiedades y operaciones (M. J. Blanco Rodríguez)

Publicadas en Analecta Malacitana, XXII, , 1999, págs. 345-364.

Daniel Riaño Rufilanchas, Aplicaciones de Macintosh a la Filología Clásica, «Instrumenta studiorum», Ediciones Clásicas, Madrid, 1998, X, 180 págs.

    Este libro, como su autor dice, está dirigido específicamente a los filólogos, lingüistas y estudiantes universitarios de lenguas clásicas que trabajan con ordenadores Apple Macintosh y compatibles (Power Computing, Motorola, Umax, etc.). En él se dan indicaciones sobre el manejo de programas informáticos diseñados sobre todo para el ámbito de la filología clásica. Los estudiosos de clásica que trabajan con ordenadores pc pueden sacar también provecho de este manual, aunque para ello deben conocer las «técnicas básicas» del Mac. Asimismo, el posible lector no tiene por qué tener unos grandes conocimientos de informática, aunque sí debe estar familiarizado con los instrumentos y métodos del filólogo clásico.

    Tras la Presentación (págs. VII-X), dedicada a explicar el manejo del manual y a hacer saber que los programas reseñados han sido probados personalmente por el autor, el libro se estructura en siete capítulos y cuatro apéndices. De los capítulos, el 1, parte del 2 (de 2.1 a 2.3), 3, 6 y 7 son descripciones técnicas generales aplicables al entorno Mac (y a veces también a pc), mientras que de 2.4 a 2.5, 4 y 5 están dedicados expresamente a reseñar programas y utilidades destinadas al trabajo filológico en este entorno.

    El capítulo 1, «Algunos conceptos básicos» (págs. 1-8), sirve de introducción, y en él se recuerdan al usuario, más bien principiante, algunos conceptos fundamentales referidos al funcionamiento de su Mac; por ejemplo, los tipos de memoria que existen o la diferencia entre los conceptos de freeware, shareware y «dominio público».

    En el capítulo 2, «Fuentes y teclado» (págs. 9-44), se introduce al usuario en el complejo mundo de las fuentes, con especial atención a las fuentes de griego antiguo y a algunos tiparios para lingüistas o para la edición filológica de textos en Mac. Especialmente interesante es la sección 2.4, que el autor dedica al trabajo con el griego antiguo en Mac. Dentro de ésta, destacamos los apartados 2.4.1, dedicado a describir el Beta Code (BC), el estándar para la transcripción del griego antiguo más usado en la actualidad, y el 2.4.5, en el que se incluye la lista de tiparios para griego antiguo.

    El capítulo 3, «Programas de propósito general empleados en el trabajo filológico» (págs. 45-78), está consagrado a la descripción de ciertas herramientas informáticas que, aunque específicamente no están diseñadas para el trabajo filológico, pueden tener aplicación y utilidad también en este campo. Así se describen someramente y se comparan siete procesadores de textos habituales en el entorno Mac (WriteNow 4, MacWrite Pro, Microsoft Word v. 5.1, ClarisWorks v. 4, WordPerfect v. 3.0, Nisus Writer v. 4.1.2 y Microsoft Word v. 6.0.1) y se presentan dos programas, el Transcribe v. 3.21 y el Add / Strip v. 3.2.2, que permiten hacer cambios sistemáticos definidos por el usuario, como por ejemplo traducir secciones de texto escritas en una fuente y pasarla a otra que tenga distinto mapeado.

    Una de las principales aplicaciones en cualquier ordenador es un gestor de bases de datos. Entre las bases de datos de propósito general, el entorno Macintosh cuenta con el FileMaker Pro v. 2, entre las bases de datos estáticas, y con FoxPro v. 2.6, 4thDimension y FileMaker Pro v. 3, entre las bases de datos relacionales. Específicamente pensados para la confección de aparatos bibliográficos contamos con programas de bases de datos bibliográficas (PBDB). Entre las disponibles para Mac se cuentan: BookEnds Pro v. 2.0, Reference Manager v. 2.0 y EndNote v. 2.0.

    Interesante para el trabajo filológico es el manejo de programas de OCR, es decir, programas que permiten escanear textos para ser utilizado posteriormente en nuestro procesador. Se describen dos: Omnipage Professional v. 7 y TextBridge v. 3.0, que se cuentan entre los mejores del mercado, aunque tienen grandes requerimientos de memoria ram.

    El capítulo termina con la referencia a dos programas, Hypercard de Claris y Supercard de Allegiant Technologies, que son dos herramientas que permiten al usuario diseñar multitud de aplicaciones adaptadas a sus necesidades específicas. Entre sus prestaciones se cuentan, por ejemplo, desde la posibilidad de alterar los elementos de una lista hasta complejas aplicaciones para analizar morfológicamente un texto griego.

    El capítulo 4, «Bases de datos textuales y bibliográficas» (págs. 79-112), es uno de los consagrados por entero a describir programas y aplicaciones específicamente diseñados para el trabajo del filólogo clásico. Entre las colecciones de textos en CD-ROM, el autor menciona en primer lugar las dedicadas a los textos griegos. El más importante es el Thesaurus Linguae Graecae (TLG), proyecto cuya meta es recoger en formato electrónico todos los textos griegos conservados desde Homero hasta aproximadamente el 600 d. C. De los 73 millones de palabras que componen la literatura conservada de este período, ya se han verificado unos 71 millones.

    Para realizar búsquedas a partir del TLG (y del PHI CD-ROM) hay dos buenos programas para Macintosh, Pandora v. 2.5.3 y sns Greek v. 3.2. Ambos pueden emplear operadores lógicos y exportar los resultados en formato RTF y sólo-texto. Las búsquedas pueden hacerse por autores u obras, aunque no limitarse a una parte de una obra. Algo diferente es el TLG Engine v. 2.02, programa para exportar textos desde el TLG y construir concordancias.

    En el terreno de la epigrafía, se cuenta con el Packard Humanities Institute (PHI) CD-ROM, que son dos discos con textos epigráficos y papirológicos griegos y latinos, y textos literarios latinos. Su principal objetivo es completar los documentos de la lengua griega antigua transmitidos a partir del primer milenio a. C. y que no entran dentro de los objetivos del TLG. No recoge, en cambio, los papiros literarios editados en las colecciones papiráceas normales. A esto se añaden colaboraciones epigráficas y papirológicas latinas.

    En lo que se refiere a la papirología, contamos con el The Duke Data Bank of Documentary Papyri (DDBDP), proyecto apoyado por el PHI, que incluye 483 volúmenes o colecciones y cerca de un 96% de los 4,4 millones de palabras que se calcula que suman todas las ediciones de papiros documentales, tablillas y ostraca griegos escritos entre los siglos IV a. C. y VIII d. C. llegados hasta nosotros. El cd también incluye los textos latinos contenidos en los volúmenes 1-46 de las Chartae Latinae Antiquiores. Para Mac está disponible el Homer in the Papyri 1.0, dos disquetes de 800 kb con el testimonio y las variantes de todos los papiros conocidos de Homero.

    Respecto al latín, los textos literarios están disponibles en Packard Humanities Institute CD-ROM, que contiene la casi totalidad de la literatura latina desde sus orígenes hasta el 200 d. C., comentarios sobre Virgilio y Horacio y los Digesta Iustiniani; Aureae Latinitatis Bibliotheca, sólo para el entorno pc con sistema MS-DOS, contiene una selección de los 59 autores principales de la literatura latina de la época republicana y alto imperial. Este último CD tiene su propio programa de búsqueda.

    A la literatura cristiana están dedicados los siguientes: CETEDOC Library of Christian Latin Texts (CLCLT-3), no disponible para Mac, que trata de editar los 250 volúmenes de que constan la Series Latina y Continuatio Medievalis del Corpus Christianorum, además de autores procedentes de colecciones como las Sources Chrétiennes o el Corpus Scriptorum Ecclesiasticorum Latinorum, la Vulgata y los pseudoepígrafes del at. El CD-ROM incluye su propio programa de búsqueda para Windows 95. Patrologia Latina Database (PDL), no disponible para Mac, contiene en cinco CD-ROM los 217 volúmenes de la Patrologia Latina de Migne y su programa de búsqueda es bastante completo. Thomae Aquinatis opera omnia cum hypertextibus, no disponible para Mac, recoge las obras del santo medieval (118 escritos), además de 61 obras de otros autores medievales. Lleva su propio programa de búsquedas para ms-dos. Archive of Celtic-Latin Literature, no disponible para Mac, contiene el corpus de la literatura celto-latina desde el 400 hasta el 1200 d. C. Corpus Augustinianum, no disponible para Mac, incluye su propio programa de búsqueda.

    En cuanto a la epigrafía latina, el más importante es Epigraph: A Database of Roman Inscriptions, versión electrónica del CIL, vol. VI, en un formato bastante distinto al de los archivos epigráficos del PHI. Contiene un programa de búsqueda para Mac.

    En el terreno de la lexicografía sólo está disponible el CETEDOC Index of Latin Forms on CD-ROM (CILE), sin software para Mac, que incluye una formidable base de datos con formas léxicas latinas recogidas de los fondos informáticos del CETEDOC. Hay que advertir que está comenzando a desarrollarse una versión electrónica del Thesaurus Linguae Latinae (TLL). Próximamente aparecerá el Opera Latina, CD-ROM con el texto latino analizado morfosintácticamente de 77 obras de 18 autores clásicos latinos desde Catón hasta Plinio el Joven. Otros cds de interés son In principio. Incipit Index of Latin Texts v.3, base de datos de incipits latinos que reúne ya unas 500.000 entradas, y la Bibliotheca Iuris Antiqui (BIA), reunión de tres bases de datos sobre derecho antiguo.

    En cuanto a la Biblia, el autor presenta dos programas fundamentales: acCordance v. 2.1, programa para el estudio de testimonios bíblicos en hebreo, griego y en varias lenguas modernas, y Online Bible v. 2.5.2, programa freeware que está pensado para el estudio de los textos bíblicos, sobre todo desde un punto de vista religioso, aunque también filológico y lingüístico.

    En formato electrónico se puede encontrar también parte de la bibliografía que existe sobre los estudios clásicos. Entre los programas disponibles destacamos: Bibliographie Papyrologique 1.0, recoge bibliografía sobre papiros, historia y cultura del Egipto ptolemaico, romano y bizantino; The Database of Classical Bibliography (DBC) v. 2, versión electrónica ampliada de L’année Philologique, que en su segunda edición recoge ya los vols. 45-60 (1974-1989); gnomon bibliographische Datenbank, disponible sólo para Windows 3.1, es una versión electrónica de la conocida base de datos con unos 190.000 registros bibliográficos sobre filología clásica, historia antigua y arqueología (desde 1925 hasta la actualidad).

    En el apartado «multimedia» el autor reseña sobre todo dos CD-ROMS: Perseus # 2.0, que trata de integrar en una única base de datos gran cantidad de material (textos, fotografías, mapas) referido al mundo griego antiguo, en particular al siglo v ateniense; y el Vergil reference CD-ROM, con la edición oxoniense de Hirtzel, una traducción inglesa de la misma y diversas obras de referencia.

    El capítulo 5, «Aplicaciones específicas para filología clásica» (págs. 113-134), está dedicado a presentar diversas utilidades específicas para el trabajo del filólogo o del lingüista. Así, para el análisis gramatical el autor reseña dos programas: PC-KIMMO v. 21b5, analizador morfológico basado en el modelo de dos niveles de Kimmo Koskeniemmi, y el PC-PART v. 0.97a9, analizador sintáctico correspondiente al morfológico ya mencionado. Para el análisis sintáctico y la anotación gramatical de textos tenemos sobre todo el IT v. 1.01r7, programa shareware de pequeño tamaño que permite crear corpora de textos analizados por el usuario, y Aristarchus 1b, aplicación creada por el autor de este manual, pensada para recoger la mayor cantidad de información gramatical a partir de un análisis sintáctico realizado directamente sobre el ordenador. Para la edición crítica se presentan dos programas, Collate v. 2, diseñado para la colación de manuscritos o de cualquier texto pasado a formato electrónico dentro de un Macintosh, y Multimodular Philological Workstation, programa que trata de abarcar casi todas las fases de que consta una edición crítica. Para la creación de léxicos, índices y concordancias se presentan los siguientes: AnyText, Conc 1.76b, Concorder v. 2.0.1, Free Text Browser v. 1.02 y Lexis v. 2.08, el más completo y rápido de todos.

    Entre los programas para la enseñanza del griego y del latín, destacamos: Introduction to Attic Greek, uno de los mejores para introducir al alumno en el estudio del griego antiguo, que consta de cuatro secciones de ejercicios: pronunciación, acentuación, morfología verbal y nominal; Verbes grecs II, el mejor programa para los ejercicios de morfología verbal griega en entorno Mac; MET 1.1.4A, programa de ayuda para el estudio de la métrica de Homero; Latinitas v. 1.1, programa de ayuda al estudio de la declinación y la conjugación latinas; y LatinNow, que ofrece al alumno textos anotados con traducción de cada palabra, información gramatical y comentarios.

    El capítulo 6, «Utilidades para todo» (págs. 135-152), recoge información técnica general para el usuario de Mac, como el modo de recuperar documentos borrados o cuál es el mejor antivirus para este entorno.

    El capítulo 7, «Presentación e intercambio de documentos en formato electrónico» (págs. 153-161), está dedicado a los problemas de formato que plantea el intercambio de archivos entre usuarios, sobre todo cuando no se conoce la plataforma que utiliza el destinatario.

    El libro termina con cuatro apéndices: uno dedicado al tema de Internet (págs. 162-168), otro con un pequeño glosario de términos técnicos usados a lo largo del manual (págs. 169-172), un apéndice de distribuidores de los productos y, por último, un índice temático. De ellos el más interesante es el primero. Aquí, entre otras cosas, se incluye una pequeña lista de las urls más recomendables para el estudioso clásico.

    En suma, como se ve, estamos ante un magnífico trabajo, que trata de orientar al filólogo clásico, usuario de Mac, sobre las herramientas electrónicas que tiene a su alcance para llevar a cabo su trabajo, a la vez que le aconseja sobre el manejo y la resolución de problemas en su Macintosh. Una de sus principales virtudes es haber conseguido hacer todo esto en tan poco espacio y además con un lenguaje tan claro y pensando sobre todo en el usuario que no tiene grandes conocimientos de informática. Creemos que esto lo logra el autor gracias a que demuestra un perfecto dominio y manejo del entorno Mac y de las herramientas que reseña.

    El único aspecto que me parece más criticable es el seguir insistiendo en la ya vieja y larga polémica sobre qué entorno es mejor, si Mac o PC, algo que en el momento actual creemos ya superado, por supuesto en favor de este último.

C. Macías Villalobos

 

Luis Rivero García, La poesía de Prudencio, Serie «Arias Montano», nº 17, Universidades de Huelva y Extremadura, 1996, 312 págs.

    Este trabajo, como dice su autor, fue concebido en un principio como introducción a una traducción de las Obras Completas de Prudencio en editorial Gredos, realizada por él mismo. De ahí surgió la idea de profundizar sobre todo en la poética de Prudencio, tratando de plantear el estado de la cuestión y las líneas que sigue la crítica actual.

    El estudio se hace necesario porque no existe ningún trabajo similar en el ámbito de nuestra lengua después de la Introducción de Isidoro Rodríguez Herrera a la traducción de José Guillén de las Obras Completas de Prudencio (Madrid, 1950). Sin embargo, el autor advierte que no ofrece estudios muy detallados sino en los casos en que esos datos sean relevantes para la comprensión más general de una pieza o de la obra prudenciana en su conjunto. Para estudios más pormenorizados remite a los citados en la Bibliografía.

    Entrando ya en el contenido propio del libro, Rivero comienza dando unas pinceladas sobre la vida del poeta (págs. 11-20). Todo lo que sabemos de ella es por boca de Prudencio, y de su obra parece desprenderse que nació en la localidad hispana de Calagurris (actual Calahorra), sobre el año 348. Fue hijo de cristianos, de posición económica acomodada. Siguió la carrera administrativa hasta finales de siglo, teniendo cargos de responsabilidad fuera de Hispania durante el reinado de Teodosio. En el 401, ya con más de 50 años, da un giro a su vida y se retira a tierras hispanas para componer su obra. Sobre su muerte nada seguro podemos decir, sólo que en el 405 aún seguía vivo. Por tanto, es en los últimos años de su vida cuando compone toda su obra, unos once mil versos. Finalmente, respecto al debate existente sobre si sabía o no griego, el autor afirma que hay argumentos para creer que conocía esta lengua.

    La parte más extensa del libro está dedicada al estudio de los poemas de Prudencio (págs. 21-192), en concreto, aspectos relativos a su datación, título, contenido y estructuras.

    En primer lugar, la obra de Prudencio se presenta como una colección poética unitaria, encabezada por una Praefatio y que se cierra con un Epilogus; el tema de la misma es la exaltación de Cristo y su religión.

    A continuación, Rivero hace una rigurosa recopilación de datos sobre la datación de los poemas y llega a la conclusión de que fueron compuestos aproximadamente entre el 398, después de su retirada de la vida pública tras la muerte de Teodosio, y el 405, fecha de la composición de la Praefatio (pues seguramente ésta se escribió después del resto de las obras). Esto es casi lo único cierto que puede decirse, pues, como reconoce el autor, no existe constancia del orden de publicación de las obras ni de la fecha en que aparecieron muchas de ellas.

    De otro lado, salvo los dos libros Contra orationem Symmachi, todos los poemas de Prudencio nos han llegado con títulos griegos y algunos de éstos no son ni siquiera del propio Prudencio. Así, por Genadio, autor de fines del siglo v, sabemos que son de Prudencio títulos como Apotheosis, Psychomachia y Hamartigenia, mientras que no son suyos títulos como el del Cathemerinon o el Peristephanon. De todos modos, el poner título griego a obras latinas es una moda de su época, presente en otros autores contemporáneos como Ausonio y Claudiano, que hunde sus raíces en la época antigua.

    Al análisis del contenido y la estructura de sus poemas es a lo que el autor dedica un espacio mayor (págs. 36-192).

    El Prefacio (págs. 36-40) es una pequeña pieza de carácter programático que presenta el resto de la colección de Prudencio. Como ya se ha dicho, fue escrito seguramente sobre el 405, después de las demás obras. En él Prudencio repasa su vida y su obra, lo cual ha servido de base para establecer su ordenamiento editorial. Se alude, en primer lugar, al Cathemerinon como canto cotidiano a Dios; se alude luego a los tres grandes poemas teológico-doctrinales (Apotheosis, Hamartigenia y Psychomachia) centrados en la lucha contra la herejía y la difusión de la fe católica; se mencionan después los dos libros Contra el discurso de Símaco y el Peristephanon, canto de alabanza a los mártires y a los apóstoles. No hay referencia a los Tituli Historiarum, quizás porque Prudencio no los consideraba como obra propiamente literaria o como parte integrante de esta colección, ni al Epilogus, que al servir de elemento de cierre no es una composición poética propiamente dicha.

    El Cathemerinon o Himnos cotidianos (págs. 40-69) es un conjunto de doce himnos de parecida extensión y metro variado, referido a distintos momentos de la vida cotidiana del hombre cristiano. La unidad orgánica perceptible en esta obra hace de ella una auténtica colección. En ellos se viene a reconocer la importancia de la llegada de Cristo para el hombre y la necesidad que éste tiene de recordar este hecho en los distintos momentos de su vida diaria.

    La Apotheosis (págs. 69-74) forma parte con la Hamartigenia y la Psychomachia del bloque de polémica dogmática y responde a la necesidad del poeta cristiano de entonces de consolidar las creencias básicas de la nueva religión y combatir la herejía.

    La Hamartigenia o el Origen del Pecado (págs. 74-81) es el segundo de los grandes poemas doctrinales de Prudencio y su contenido va desde el tono dogmático de la Apotheosis hasta el moral que se ve en la Psychomachia.

    La Psychomachia (págs. 81-101) es el poema de Prudencio más famoso y que más atención ha recibido de la crítica, pues con él nuestro poeta creaba un nuevo género, el de los combates de fuerzas personificadas, que tanto éxito alcanzó en el Medievo. El grueso del poema consiste en la enumeración de una serie de combates singulares entre Vicios y Virtudes, con la victoria final de éstas. Frente a la opinión tradicional, que veía en el poema una obra primaria, poco elaborada y en la que se sucedían caóticamente una serie de combates individuales entre fuerzas abstractas, la opinión actual tiende a ver en ella una estructuración bien pensada, en la que los bloques temáticos se van agrupando de manera ascendente en el número de versos de que constan, alcanzado su momento culminante en el combate entre la Avaricia y la Caridad, para a partir de aquí invertir esta gradación en sentido descendente.

    El Contra Orationem Symmachi o Contra el discurso de Símaco (págs. 102-128) es una obra compuesta de dos libros y está relacionada con la polémica desatada en Roma en el 382 por la retirada del Senado, por orden del emperador Graciano, del altar y de la estatua de la diosa Victoria, que, como es sabido, motivó un informe del orador pagano Símaco ante el emperador Valentiniano II favorable a su reintroducción y una respuesta contraria de Ambrosio, obispo de Milán, opinión que acabó prevaleciendo. La obra es un tratado de polémica antipagana y de ataque contra la idolatría que se inscribe en una tradición iniciada casi medio siglo antes por Fírmico Materno con su De errore profanarum religionum.

    El Peristephanon o Libro de las Coronas (págs. 128-190) es una colección de catorce poemas, aunque el décimo parece que no formó parte en principio de esta colección, cuya temática es el martirio de cristianos excepcionales, a los que Prudencio considera como héroes épicos en el terreno espiritual. Atendiendo a los títulos con que se nos han transmitido estos poemas, pertenecerían básicamente a dos géneros poéticos, los Hymni y las Passiones (hay, no obstante, un poema, el octavo, que se ha catalogado como un titulus o inscripción pensada para un baptisterio), aunque esta supuesta diferencia en el título no siempre se corresponde con diferencias claras en cuanto al contenido y la estructura de los poemas. El Peristephanon carecía de finalidad litúrgica y su organización no es tan clara como en el Cathemerinon. No obstante, sus composiciones se usaron mucho en la liturgia posterior.

    Los Tituli Historiarum (Dittochaeon) o Rótulos a Escenas Históricas (Doble Alimento) (págs. 190-191) son cuarenta y ocho escenas bíblicas (las veinticuatro primeras del Antiguo Testamento y las restantes del Nuevo) que debieron servir como inscripciones de acompañamiento a escenas visuales, quizás en algún templo, aunque carecemos de datos sobre ello. La obra, heredera formal del epigrama latino, carece de valor artístico.

    El Epílogo (pág. 182) cumple una función análoga al Prefacio y se compuso seguramente en el mismo momento que éste. Sirve de cierre a la colección y en él el poeta exalta su tarea como cantor de Cristo.

    Bloque fundamental en un estudio de estas características son los aspectos concernientes a la poética (págs. 193-231). De partida debemos tener presente que la obra de Prudencio es un buen ejemplo de fusión feliz y natural del fondo cristiano con la forma pagana. En este sentido, dos son sus fuentes principales, cada una con una función diferente. De un lado, tenemos el fondo bíblico y los autores cristianos, con la inclusión de gran número de citas del Antiguo y el Nuevo Testamento, usadas muchas veces con valor alegórico. De otro lado, están los autores clásicos, sobre todo poetas. La fuente principal es Virgilio, hasta el extremo de que «en cada poema sea éste su modelo principal y a él se unan los demás» (pág. 199). Esto es comprensible porque Virgilio fue el poeta clásico por antonomasia, sus expresiones se hicieron habituales entre los poetas tardíos y por la adecuación métrica de Virgilio a los poemas hexamétricos y su semejanza con la Psychomachia de Prudencio como poema épico. En segundo lugar se encuentra Horacio, que inspira el tono de la Praefatio y el Epilogus, y se adapta mejor que ningún otro a los metros líricos de Prudencio. Éste, además, se sirve de la antigua sátira para sus poemas polémicos, imitando a Horacio y Juvenal. Después, en orden de importancia, estarían Lucano, Séneca, Lucrecio y Ovidio, y ya a más distancia otras figuras clásicas que ejercieron un influjo más esporádico en la poesía prudenciana como Estacio, Marcial, Catulo, Propercio, Tibulo, etc. A todos ellos hay que añadir los nombres de dos contemporáneos: Ausonio y Claudiano.

    Respecto a su pervivencia, Prudencio fue un autor muy popular tras su muerte. Su obra se convirtió de hecho en libro de texto, al menos hasta el Renacimiento. Otra prueba más de esta popularidad es la gran cantidad de manuscritos, glosas y comentarios que se hicieron sobre su obra en el Medievo, así como el gran número de autores que de un modo u otro recibieron su influencia literaria. Medio siglo después de su muerte ya lo elogia Sidonio Apolinar y se sospecha que el propio Agustín de Hipona no sólo conoce sus poemas sino que también se basó en ellos en más de una ocasión. Ya en el siglo vi influencias de nuestro poeta se perciben en Gregorio de Tours y en Venancio Fortunato. En el propio Boecio parece que influyó su uso de la alegoría. Entrando ya de lleno en el Medievo, ecos de Prudencio encontramos en autores tan diversos como Beda el Venerable, Paulino de Aquileya, Walafrid Estrabón, Teodulfo de Orleáns, etc. En el Renacimiento, sienten interés hacia él Nebrija, Erasmo, Vives. Este aspecto de la obra de Prudencio, como se ve, es puesto muy de relieve por Rivero, que le dedica catorce páginas (págs. 203-217).

    En cuanto al estilo de nuestro poeta, destaca su fluidez y dominio de la versificación, en la que ensaya todo tipo de metros. Aunque demuestra una gran capacidad descriptiva, donde más destaca es en el arte de la narración. Recurso constante de su obra son los discursos, sobre todo en los poemas largos. Aparte de sus cualidades, también se le pueden achacar defectos, siempre por exceso, pues su falta de mesura le lleva en ocasiones al uso repetitivo del pleonasmo, la redundancia y las enumeraciones caóticas. También ha llamado mucho la atención su afición por lo truculento, algo que influye negativamente en la valoración de su poesía.

    Tras un repaso exhaustivo por todo lo que constituye la transmisión de la obra prudenciana (págs. 233-240), con mención expresa a sus manuscritos, ediciones y traducciones, Rivero termina su libro con una completísima Bibliografía (pág. 241-281), que está estructurada en diversos apartados como ediciones (sin y con traducción a distintos idiomas), traducciones y comentarios, estudios generales (sobre el autor y su época), aspectos relativos a la transmisión textual, su lengua, su poética, su métrica, su pervivencia y, por fin, estudios particulares sobre cada una de sus obras (rúbrica esta bajo la que los trabajos que se mencionan son los que tienen como tema principal algún aspecto de la obra prudenciana junto a la que aparecen agrupados).

    Cierran el libro unos índices de conceptos y cosas notables, otro de nombres propios y, por último, otro de pasajes citados.

    En suma, estamos ante un trabajo de síntesis, aunque completo y muy exhaustivo —aspectos estos en los que destacan las abundantes notas al pie y la bibliografía—, que repasa cuáles son los problemas fundamentales que siguen planteados en relación con la vida y la obra de Prudencio y cuáles son algunas de las propuestas más recientes y novedosas de la crítica. Es, por tanto, una obra que viene a cubrir una laguna importante en los estudios prudencianos en nuestra lengua, por lo que resulta imprescindible para todo estudioso que pretenda acercarse a la obra de este eminente poeta hispano.

J. J. Díaz Carretero

 

Gonzalo del Cerro Calderón y José Palacios Royán, Epistolario de Álvaro de Córdoba, Universidad de Córdoba, 1997, 176 págs.

    La vida y la obra de Álvaro de Córdoba (800 / 815–862 / 863) coincidió con la consolidación del dominio musulmán en la Península y con el estallido, en el seno de la comunidad mozárabe, de importantes disputas teológicas con fuerte trasfondo político.

    La España musulmana hasta el año 755, en que se mantuvo bajo la dependencia directa del emirato de Damasco, fue un ejemplo de convivencia pacífica entre cristianos y musulmanes. Con Abderrahmán I (756-788), miembro de la familia Omeya que rompió los lazos con el poder central y creó el emirato independiente de Córdoba (756-912), la situación de los cristianos empezó a empeorar y se agravó notablemente con Abderrahmán II (822-852) y con Muhámmad I (852-886), cuando asistimos a la destrucción de iglesias y al movimiento de los mártires voluntarios, verdadera expresión de la irritación creciente de la comunidad mozárabe.

    La presión del poder musulmán hizo mella entre los cristianos que vieron cómo sus propios dirigentes se dividían entre los que estaban dispuestos a un cierto colaboracionismo, como Recaredo de Sevilla y Hostegesis de Málaga, quienes condenaban a los «espontáneos» como suicidas, y aquellos otros que como Álvaro y Eulogio se resistían y apoyaban a estos mártires.

    Pero más peligrosa para la unidad de la fe fue sin duda la serie de debates teológicos y dogmáticos, favorecidos por las autoridades musulmanas, que acabaron dando origen a herejías tales como la del adopcionismo, los antitrinitarios o los antropomorfitas. Frente a ellas, Álvaro fue defensor a ultranza de la ortodoxia.

    Pues bien, fiel reflejo de este ambiente crispado en que se desarrolló la vida de las comunidades cristianas en territorio musulmán durante el siglo IX lo constituye el Epistolario de Álvaro, cuya traducción nos ofrecen en este libro los profesores Del Cerro Calderón y Palacios Royán.

    Sabedores del interés histórico de estas cartas, los destinatarios finales de la obra son principalmente «los medievalistas españoles», en cuyas manos se ha tratado de poner «unas páginas útiles e interesantes para el conocimiento de un capítulo importante en la historia de la tradición cristiana española» (pág. 29). Sin embargo, creemos que dadas las características del texto éste puede interesar a un público mucho más amplio, no necesariamente especialista. Asimismo, habría sido interesante haber hecho una edición bilingüe y haber ampliado la introducción, añadiendo al estudio de las cartas de Álvaro (págs. 5-29) una breve semblanza de la vida y obra del autor.

    La traducción del Epistolario se ha hecho siguiendo la edición de los textos mozárabes de Juan Gil, Corpus Scriptorum Muzarabicorum, CSIC, Madrid, 1976, vol. II, págs. 143-270, en concreto del texto del Códice X (o del XI) BC Cordubensis.

    El Epistolario es una colección de veinte cartas escritas entre poco antes del 840 y el 860 / 861 por el propio Álvaro y algunos de sus corresponsales.

    Siguiendo a E. Flórez y J. Madoz se sugiere la siguiente secuencia de las cartas:

    1. Cartas VII-VIII, correspondencia con Esperaindeo (anteriores al 840).

    2. Cartas XIV-XX, que recogen la controversia con el judío Eleazar (escritas en torno al 840).

    3. Cartas I-VI, con la controversia amistosa con Juan de Sevilla (escritas después del 848 y antes del 851).

    4. Cartas IX-XIII, dirigidas al médico Romano y al obispo Saulo (escritas sobre los años 860-861, los últimos de la vida de Álvaro).

    En cuanto a la identidad de estos corresponsales, encontramos a Juan de Sevilla (cartas I-VI), homónimo del arzobispo que firmó las Actas del concilio de Córdoba del año 839, amigo de Álvaro, seglar y muy erudito en temas de retórica y teología; al abad Esperaindeo (cartas VII-VIII), maestro de Eulogio y de Álvaro, que dejó una huella imperecedera en la comunidad cristiana cordobesa; al médico Romano (carta IX), cristiano de alta posición y prestigio como Álvaro, a quien el abad Sansón en el Prefacio del Libro II de su Apologético acusa de prácticas poco honrosas; a Saulo (cartas X-XIII), obispo de Córdoba entre los años 850-861, defensor de la causa de los mártires espontáneos, aunque después del concilio de 852 cambió de opinión por presión de las autoridades políticas y de algunos obispos; y, por último, a Eleazar (cartas XIV-XX), judío de origen germano y apóstata del cristianismo, quien trató de convencer a las autoridades musulmanas para que obligaran a los cristianos a convertirse, bajo amenaza de pena de muerte, al islamismo o al judaísmo.

    Los temas de las cartas son muy diversos: el uso de la retórica en los autores sagrados y dos temas teológicos, la unión de las dos naturalezas de Cristo en una persona y la cuestión de la inmortalidad de las almas y su origen, en las cartas a Juan de Sevilla; una consulta al abad Esperaindeo sobre la herejía de los antitrinitarios; los problemas planteados por una fundación en la que no se han seguido los propósitos de Álvaro, en la carta al médico Romano; reproches y acusaciones diversas en la carta XIII al obispo Saulo; y polémica doctrinal con el judío Eleazar, a quien intenta convencer de sus errores y de la verdad de la doctrina cristiana.

    Respecto al estilo, aunque en una de las cartas a Juan de Sevilla defendiera la simplicitas evangelica frente a los que preferían seguir las reglas de Donato, como autor literario Álvaro demuestra ser uno más de los discípulos del gramático antiguo. Entre los recursos que mejor emplea se cuentan: la ironía, con la que provoca a sus corresponsales, que usa como fruto de una gran amistad (la carta II en la que anima a Juan de Sevilla a que responda a una requisitoria suya anterior) o de una gran indignación (cuando en la carta XVI, en la controversia con Eleazar, Álvaro hace un retrato del Mesías que los judíos esperan); las estructuras bimembres tanto para calificar objetos o acciones verbales como para desarrollar ideas, uno de cuyos tipos más representativos es la antítesis; su gusto por la prosa rimada y su destreza en el manejo de las imágenes metafóricas y de las comparaciones. Estos rasgos, aunque dichos aquí en relación con las cartas, se pueden aplicar a toda la obra de Álvaro y vienen a delatar el influjo que en él ejercieron el estilo bíblico y el de los Santos Padres.

    De otro lado, el latín de Álvaro es de una gran altura, aprendido más por el estudio que por la práctica coloquial. Presenta muchos de los fenómenos habituales en los mejores latinistas de su tiempo, como la «ruina del sistema casual», achacable en parte a la propia ignorancia de los amanuenses.

    En su traducción los autores confiesan haber mantenido las vacilaciones en los tratamientos de Álvaro (paso sin solución de continuidad del «yo» al «nosotros» y del «tú» al «Vos») y haberse esforzado más por trasladar con fidelidad a nuestra lengua el texto latino que por interpretar unos textos tan alejados en tantas cosas de los presupuestos modernos. Creemos que el resultado respeta completamente al original, pues mantiene el ritmo y las estructuras del latín de Álvaro, a lo que se añade su claridad y elegancia, que permiten seguir fácilmente las ideas del autor. El valor de la traducción aumenta si cabe al ser la única existente hasta el momento.

    Para el lector actual, comprender una obra como ésta perteneciente al género epistolar, género formal donde los haya, lleno de fórmulas y construcciones retóricas y plagado de citas de textos bíblicos y patrísticos, supone un esfuerzo notable, pues se le exigen unos amplios conocimientos que abarcan desde cultura bíblica y teología hasta aspectos diversos del contexto social y político de la época. Por eso los autores han incluido un gran número de notas aclaratorias al pie de página que nos informan tanto de la identidad de un determinado personaje o lugar mencionado en el texto como de la referencia exacta de las citas dadas por Álvaro. Además, el lector interesado podrá profundizar en la época y circunstancias que rodearon el Epistolario con la sucinta bibliografía que se ofrece en las págs. 174-175.

    En fin, estamos ante un magnífico trabajo de los profesores del Cerro Calderón y Palacios Royán, quienes a través de esta obra como de otras que han dedicado a personajes de la cultura mozárabe, han arrojado luz sobre una de las etapas más interesantes y desconocidas de la historia medieval española.

C. Macías Villalobos.

 

Juan Higueras Maldonado, Humanistas Giennenses (S. XIV-XVIII), Universidad de Jaén, 1998, 358 págs.

    El dilatado rechazo que han sufrido en nuestro país los estudios sobre el humanismo nos ha conducido a que aún no poseamos un repertorio completo de todos nuestros autores de este período. Un trabajo de este tipo sería de suma importancia para comprender en su totalidad todo el fenómeno del humanismo en España, y nos serviría como complemento a excelentes obras sobre la época como puede ser Panorama social sobre el Humanismo español (1500-1800) de Luis Gil. Afortunadamente durante los últimos años, en que ha crecido sustancialmente el interés por este período aún tan desconocido de la cultura española, están surgiendo diferentes publicaciones dedicadas a su estudio y son ya bastantes los autores concienciados de la importancia que tiene sacar a la luz y poner al alcance de todos la vasta cultura existente durante la época del Renacimiento y que se propagó hasta el siglo XVIII.

    Como aportación fundamental a lo que debiera ser un repertorio exhaustivo de estos autores, hemos de destacar obras que, como la que nos ocupa, se encargan de rescatar a los estudiosos locales, estudiosos que, si bien no alcanzan dentro del pensamiento y la literatura universal la talla de un Fray Luis de León o un Francisco Sánchez de las Brozas —por citar a algunos—, nos muestran en todo su esplendor la cultura de su tiempo, las obras que más interesaban, los temas constantes del momento… Pero no se puede confundir este interés por los autores locales con un provincianismo desmesurado pues, como bien dice en su prólogo Dietrich Briesemeister: «Poco tiene que ver este tipo de investigaciones con un localismo presuntuoso; al contrario, demuestra el afán por un patrimonio universal y la participación en tradiciones clásicas comunes, más allá de los límites y del aislamiento provincianos y territoriales». Es de destacar en esta obra el presentarnos una completa lista de humanistas jiennenses abarcando desde el siglo XIV hasta el XVIII, con lo que se nos ofrece el panorama completo de los autores que se inscriben en la época del auge de los estudios humanísticos.

    El tratamiento que reciben los diferentes autores es diverso, pues como ya apunta Higueras Maldonado en la presentación, en los casos en que ya contamos con algún trabajo sobre el autor, se limita a apuntar la bibliografía junto a los datos más importantes relevantes de su biografía y su producción literaria.

    Dentro de los autores estudiados deben señalarse por su amplio tratamiento y su completa visión del personaje y su obra,los casos de Diego de Villalta, Diego de Benavides y de la Cueva, Fray Juan de San Fabián y Juan Céspedes Díaz. En estas monografías se nos ofrece no sólo la reseña bio-bibliográfica que, más o menos extensa, se nos presenta en el resto de los autores, sino que además de ellas se nos hace un amplio recorrido por la obra de estos personajes basado en sus textos y en comentarios de los mismos.

    La idea de incluir, amén de los autores estudiados, una relación de otros humanistas de la región, aún por estudiar, nos parece un acierto, no sólo por ofrecernos una perspectiva más amplia de la cultura jiennense, sino también porque abre nuevos campos de investigación a jóvenes que ahora comienzan su carrera investigadora y que, ante el hermetismo de nuestros estudios, necesitan de obras que les muestren el camino por el que encaminarse en su nueva labor.

    Una de las cosas más de agradecer de este interesante trabajo, y de cuya utilidad sabemos todos los que nos dedicamos a este mundo, son los índices finales, en especial los índices I, II, III y V, que facilitan enormemente la consulta de este excelente libro.

    En resumen, nos encontramos ante una obra digna de alabarse no sólo por la perspectiva que ofrece sobre los humanistas jienneses y el interés de su contenido, sino que tenemos en nuestras manos un trabajo interesante por su utilidad y facilidad de manejo.

P. Pineda Vargas

 

Milagros Alfonso Vega, Construcciones causativas en el español medieval, Universidad Nacional Autónoma de México-El Colegio de México, 1998, 258 págs.

    Son muchos los enfoques y muy diversos los métodos mediante los que se ha pretendido, sobre todo a partir del generativismo, el estudio de los procedimientos lingüísticos de los que la lengua se sirve para la expresión de la causatividad.

    M. Alfonso se propone como objetivo en este libro el análisis de una estructura sintáctica concreta del español medieval de los siglos XIII al XV. Se trata de la expresión de la causatividad por medio de un verbo regente, factitivo o causativo, y un verbo en infinitivo con preposición o sin ella, en donde el verbo regente es causa directa o indirecta de la acción expresada por el verbo en infinitivo. La descripción y estudio de este fenómeno, en el mencionado período de la historia de nuestra lengua, se completa con la comparación de construcciones similares del latín y del español actual.

    El análisis de los elementos que entran en la formación de estas estructuras lleva a la autora al planteamiento de cuestiones de especial relieve dentro de la gramática española, tales como la función auxiliar del verbo regente, el carácter de complemento directo o indirecto de la frase nominal y de los clíticos.

    El corpus del trabajo está formado por seis fuentes literarias en prosa del período que se analiza. Cada siglo está representado por dos textos, uno de los cuales es siempre una crónica. Como es lógico, la autora es consciente de que la ausencia de documentación de una forma en los textos seleccionados no supone su inexistencia en ese determinado período. Por este motivo, para la comprobación de la fiabilidad de los datos obtenidos en las construcciones que analiza, se sirve del dcech de Corominas y Pascual, y del Diccionario medieval de M. Alonso. No obstante, pensamos que en este punto debería de haber tenido en cuenta también el Diccionario de construcción y régimen de R. J. Cuervo, citado para otras cuestiones, que le hubiera permitido documentar diversos fenómenos no registrados en su muestra, como, por ejemplo, el uso en el siglo xiii de los verbos constreñir y consentir en construcciones causativas: «En tal manera que el príncipe por fuerza o por voluntad constringa el pueblo de guardar las leyes» (Fuero Juzgo, 2,1,2); «Los facedores del mal et los que los consienten a facer egualmente deben ser penados» (Part. 1,5,48); «Et si el rric omme consintiere sacar cauallos o ganados o aueres uedados sin carta del rey por sus tierras […] que pierdan las tierras que tienen del» (Cortes de Valladolid, a. 1258); «El leon non querria cosa de traycion nin la consintirá facer» (Calila e Dymna, R, 51,54) [1].

    Para la interpretación de los datos no ha seguido un modelo definido de análisis, sino que aplica el que a su juicio da una explicación más satisfactoria para cada caso en función del elemento analizado. No obstante, la investigación responde básicamente a la orientación funcionalista-cognitiva seguida en la unam, en donde se resalta la necesidad del estudio conjunto de la sintaxis, la semántica y la pragmática en el análisis lingüístico.

    El capítulo primero se dedica a la exposición de los aspectos teóricos y metodológicos, atendiendo a los puntos más significativos y relevantes para el análisis de estas construcciones de infinitivo, como pueden ser el grado de cohesión entre el verbo causante y el causado, la función de la frase nominal, el caso propio del pronombre átono, la causatividad y transitividad, etc.

    Descritos estos presupuestos, pasa en el capítulo segundo al estudio de las características sintácticas y semánticas de las construcciones causativas del español medieval de los siglos XIII al XV, según los siguientes parámetros: clase de verbo subordinado; forma en que se expresa el sujeto lógico del infinitivo y posición que ocupa; rasgo animado o inanimado de los dos sujetos implicados en la construcción, etc. En todos los casos la exposición teórica se acompaña con los ejemplos correspondientes y se incluyen unos cuadros estadísticos en los que se señalan el número de ocurrencias y los porcentajes de las mismas.

    En el capítulo tercero, se establece una clasificación de los verbos causativos atendiendo a sus propiedades semánticas y sintácticas. Desde el punto de vista semántico, y de acuerdo con el mayor o menor grado de coerción expresada por el verbo causativo, distingue tres tipos: verbos que expresan causación coercitiva, atenuada y neutra. Entre los primeros, estarían los verbos de obligación y mandato, que tienen un alto grado de coerción, mientras que los verbos permisivos y de colaboración forman parte del segundo grupo, donde la fuerza ejercida por el causante es mucho menor. Entre los neutros, se incluye el verbo factitivo fazer, que puede expresar ambos tipos de causación dependiendo de su contexto.

    Desde el punto de vista sintáctico, la clasificación se hace atendiendo a la mayor o menor fusión entre uno y otro verbo, que se manifiesta en la ausencia o presencia del nexo introductor del infinitivo (véase cuadro 3.1., pág. 117). En este punto, la autora pone de relieve la relación entre sintaxis y semántica al comprobar que el comportamiento sintáctico de estas estructuras depende directamente del grado de coerción de la acción causante sobre lo causado. Según este criterio y de forma preferente, los verbos de mandato (ordenar, enviar, mandar), los permisivos (dexar, consentir, permitir) y el factitivo fazer se construyen sin preposición, mientras que los verbos de obligación (constreñir, forzar, obligar) y los de ayuda y colaboración (ayudar, meter, dar, mover, inducir) rigen preposición.

    El estudio de la evolución de las distintas formas de expresión de la causatividad que la autora realiza en el capítulo cuarto, le permite establecer dos tendencias generales en el desarrollo de las mismas. Por una parte, comprueba la existencia de una diversificación sintáctico-semántica de la construcción causativa, que se refleja en el aumento del número de unidades que se van incorporando a esta clase de verbos a lo largo del tiempo, en la mayor variedad de tipos de estructuras, etc. Y, por otra, la tendencia al relajamiento de la cohesión entre ambos verbos, que lleva a una mayor independencia de la subordinada de infinitivo.

    El capítulo de Conclusiones y la Bibliografía cierran este trabajo bien planificado y elaborado. Pensamos que se trata de una aportación muy valiosa a un tema que ha merecido la especial atención de autores importantes en la filología hispánica como R. Lapesa, H. Keniston, etc [2].

 

NOTAS

[1] Vésase Cuervo, Diccionario de construcción y régimen de la lengua castellana, Bogotá, 1954, II, S. V. constreñir y consentir.

[2] Nos referimos a los estudios de R. Lapesa, «Los casos latinos: restos sintácticos y sustitutos en español», BRAE, XLIV, 1964, págs. 57-105, en donde analiza el sujeto del infinitivo subordinado a verbos de mandato, consentimiento, prohibición y causativos en general ($ 19, págs. 85-86); R. Lapesa, «Sobre los orígenes y evolución del leísmo, laísmo y loísmo», Festschrift  W. V. Wartburg zum 80. Gebustag, Tübingen, 1968, págs. 523-531 (págs. 535-537); H. Keniston, Syntax of Castilian Prose. Then Sixteenth Century, Chicago, 1937, págs. 23-24, sobre los objetos directos e indirectos de los verbos de causación o percepción seguidos de un infinitivo dpendiente, o, el más reciente de C. Folgar, Diacronía de los objetos directo e indirecto (Del latín al Castellano medieval), Anexo 37 de Verba, Universidade de Santigo de Compostela, 1993, págs. 170-180, en el que se trata del comportamiento sintáctico de los verbos de 'actitud'.

I. Carrasco

 

Gerd Wotjak (ed.), El verbo español. Aspectos morfosintácticos, sociolingüísticos y lexicogenéticos, Vervuert-Iberoamericana, Frankfurt am Main-Madrid, 1996, 150 págs.

    Ramón Trujillo abre esta serie de colaboraciones con un artículo titulado «Sobre el uso metafórico de los modos en español» (págs. 9-39). Tras criticar hipótesis como las de Terrell y Bybee, recurre a su conocida teoría semántica para elucidar las diferencias en los usos temporales y modales del verbo. El significado es de naturaleza puramente lingüística, no referencial; luego el significado de una expresión no cambia por aplicarse ésta a distintos referentes, y por eso carece de sentido hablar de metáforas desde el punto de vista lingüístico. La hipótesis, desarrollada en valiosos escritos que todos conocemos, no obtiene el beneplácito de todos los lingüistas —como es sabido—, pero, en cualquier caso, permite aquí explicar elegantemente el objeto que se propone.

    El autor recuerda cómo ya Andrés Bello había observado que el aparente caos en los usos temporales responde a un complejo juego de metáforas gramaticales. Las formas temporales tienen un significado invariable, y las variaciones que percibimos no lo son realmente de ese significado, sino de su variada aplicación a posibles referentes no idiomáticos; en el presente histórico, por ejemplo, el presente de indicativo continúa significando tiempo presente aunque se refiera a un acontecimiento pasado. Y eso ocurre también, quizá, en el uso de los modos, cuyas desviaciones resultan de los desajustes entre la modalidad idiomática y la modalidad extraidiomática: en estos casos se da una «metaforización de la materia comentada» en que el hablante elige según como sienta el contenido de la cláusula subordinada. Esto mismo viene a sostener el autor en cuanto al caso particular de la metaforización del antecedente del relativo: después de discutir posiciones como la de V. Sánchez de Zavala y la de M. L. Rivero, afirma que la especificidad no es una propiedad semántica de ningún antecedente, sino un tipo de relación establecida por el hablante según su elección modal.

    «Subjuntivo, irrealidad y oposiciones temporales en español» (págs. 41-60), de Alexandre Veiga, defiende la existencia de oposiciones temporales en el modo subjuntivo, contra quienes insisten en la falta de correspondencias entre los dos grandes modos verbales o simplemente niegan que existan contenidos temporales en aquel modo. Apoyado en un brillante análisis, el autor cree que la imprecisión o la presunta irrelevancia del tiempo en el subjuntivo tal vez se justifica por la existencia de un contenido modal añadido: el de irrealidad. En el sistema verbal español actúa la oposición irreal / no irreal, que funciona independientemente de la oposición indicativo / subjuntivo, de suerte que ambas oposiciones modales pueden combinarse entre sí. Únicamente en el indicativo no irreal tienen vigencia todas las oposiciones temporales; en cuanto al subjuntivo, mientras que en la modalidad no irreal se neutralizan algunas oposiciones temporales, en la irreal la reducción es aún mayor: a la modalidad subjuntiva le resulta imposible representar todas las oposiciones temporales dotadas de valor funcional en el sistema verbal español.

    En «Observaciones sobre la correlación de tiempos en español» (págs. 61-71), Ángeles Carrasco Gutiérrez y Luis García Fernández presentan una teoría relacional del tiempo, en la línea de Reichenbach y Hornstein. Tras describir y criticar el funcionamiento de la regla de concordancia de tiempos propuesta por el segundo de esos lingüistas, el trabajo sostiene que la estructura temporal básica de las formas verbales se conserva a lo largo de todos los niveles de derivación. En cuanto a la concordancia entre los tiempos de la oración matriz y la subordinada, se manifiesta sintácticamente como un fenómeno de selección siempre que su morfología proporcione la formas necesarias. La propuesta logra una aceptable simplificación de la gramática.

    El artículo de María José Serrano, «Variación sintáctica y modalidad verbal» (págs. 73-80), partiendo de que se puede practicar el análisis sintáctico en el seno del variacionismo de Labov, analiza la alternancia modal en las oraciones condicionales en la modalidad hablada de La Laguna. Una vez examinadas las neutralizaciones de las variantes en el discurso, se procede a estudiar las variables para extraer consecuencias tan clarificadoras como las conseguidas por este artículo acerca del funcionamiento del modo verbal.

    Gerda Hassler, en «El valor citativo de las formas verbales» (págs. 81-92), ilustra la presencia del hablante en la gramática a través del fenómeno de la subjetivización de los significados en algunas formas verbales. Analizando diferentes muestras literarias o corrientes, manifiesta los posibles matices de la citación, operación que pone en contacto dos acontecimientos lingüísticos en un texto donde algún enunciado se representa por otro.

    La perspectiva pragmática aparece en Leandro G. Caballero Díaz con su artículo «Ilocutivas valorativas» (págs. 93-109). Dentro de los actos ilocutivos, el autor se interesa por los que implican algún tipo de valoración, y distingue entre evaluaciones, apreciaciones y jerarquizaciones, de acuerdo con el carácter específico de los propósitos y rasgos pragmáticos o contextuales. Con finura, el análisis se extiende en subdivisiones conforme a variables propias.

    En «Los estudios sobre el verbo en el español de Canarias» (págs. 111-122), después de un breve apunte sobre el sistema verbal en esa variedad, Javier Medina López y Dolores Corbella Díaz pasan revista a la historia de los estudios sobre ese aspecto, desde los enmarcados en la dialectología de tipo tradicional o en el ámbito de la sociolingüística, hasta los que, actualmente, incorporan otras perspectivas.

    Elisabeth Beniers, en «Manifestaciones de aspecto en la derivación española» (págs. 123-130), comprueba cómo tales manifestaciones acontecen en categorías relacionadas con el verbo, tanto en la formación de verbos postnominales como en la de nombres postverbales. Hace un minucioso recorrido, bien sistematizado, por los sufijos que se emplean y por sus diversos matices semánticos.

    «El entorno sintáctico de los verbos instrumentales» (págs. 131-141), de Martina Emsel, estudia cómo se realiza sintácticamente la función instrumental en aquellos casos donde aparece un verbo derivado que contiene incorporada la idea de instrumento. Este hecho imprime su carácter a la estructura de la frase.

    Por último, Dörte Müller, en «El potencial poético de los verbos» (págs. 143-149), presenta algunos apuntes elementales sobre las posibilidades del verbo español en cuanto a la rima, en contraste con otras lenguas.

P. M. Hurtado Valero

 

José Manuel González Calvo, Variaciones en torno a la Gramática española, Universidad de Extremadura y Caja Duero, Madrid, 1998, 398 págs.

    En la presente obra, José Manuel González Calvo recoge dieciocho trabajos de carácter gramatical y un apéndice dedicado a la lengua, la enseñanza y la sociedad, formado por otros tres, todos ellos publicados de manera dispersa entre 1980 y 1990. En ellos, como el mismo autor advierte en la introducción, se puede apreciar «una cierta evolución mental y expositiva, porque el tiempo no pasa en balde por ningún ser humano», con respecto a su libro anterior Estudios de Morfología española [1] , sobre las partes de la oración.

    Lo primero que nos llama la atención es su título, Variaciones en torno a la Gramática española, y más en concreto, el término Variaciones. Su autor lo justifica porque este libro y el anterior «constituyen una unidad de intenciones en mi investigación sobre gramática española», y además se puede observar cómo las premisas de las que parte en un principio en muchos de sus trabajos cambian o «varían» al analizar el amplio abanico de posturas e investigaciones que sobre cualquier concepto o estructura gramaticales hay. Por ello, la posición que mantiene en algunos de sus artículos o ponencias aquí analizados cambia con respecto a su obra anterior, porque como él afirma «en la evolución, aunque sea regresiva, también hay coherencia».

    El autor, en la exposición del tema, no parte de una postura propia, sino que lo hace normalmente desde la aceptación de haberla cambiado en algún momento de su trayectoria, al entender que no estaba en lo cierto o que sus afirmaciones debían ser objeto de algunas matizaciones.

    Así, por ejemplo, en su trabajo sobre la didáctica de la Pragmática, tras presentarla, definirla y aceptar su importancia para el estudio de la oración o del texto, reconoce que una vez compredido el objetivo de la Pragmática lingüística, el estudioso se debería sentir «aterrado y minúsculo» porque nadie, ningún investigador, puede ser especialista en tantas disciplinas, ya que se encuentra ante un terreno interdisciplinar (Sociolingüística, Psicolingüística, Patología del lenguaje, etc.). Es decir, comprende la importancia de la Pragmática, pero no se deja engañar, pues sabe que si se es coherente no se puede abarcar todo. Así pues, según él, la misión debería ser la de observar cómo influyen los factores extralingüísticos en el hecho lingüístico y no investigar los fenómenos extralingüísticos en sí mismos.

    En su apartado dedicado a la parataxis e hipotaxis, su línea investigadora va desde las concepciones más clásicas hasta la negación de las mismas, para concluir en que la lengua española no posee conectores exclusivamente del discurso. Por ello, utiliza para la relación conjuntiva extraoracional elementos que pertenencen o pertenecían tradicionalmente a diferentes clases gramaticales y dependiendo siempre de la actitud del hablante ante lo que se dice, de sus intenciones y estrategias discursivas. Así pues, si tal expresividad se manifiesta en diferencias de relaciones sintácticas oracionales, paratácticas e hipotácticas, la entonación sería un recurso pertinente para tal menester.

    En la parte centrada en el concepto de la oración, el autor, tras reconocer los problemas de su definición, señala los puntos de vista desde los que se puede abordar este asunto: un punto de vista semántico, basado en la expresión de un juicio, el sentido completo y las representaciones en el alma del hablante; un punto de vista formal, centrado en la Morfología y en la Sintaxis funcional; y por último, un punto de vista mixto en el que entrarían a formar parte las dos posturas anteriores resumidas en sujeto + predicado + entonación. Sin embargo, y siguiendo en su línea expositiva, reconoce que «este trabajo se queda en meras apreciaciones personales (muy objetables) sobre aspectos de la oración como unidad lingüística, sin pretender resolver su problema definitorio».

    Ésta es la línea que sigue en el resto de los trabajos incluidos en esta obra, la de exponer toda la problemática sin querer postular ninguna afirmación por encima de la otra. Simplemente trata de presentar los hechos e intentar que el lector reflexione sobre ellos y saque sus propias conclusiones, haciendo ver en todo momento que no es necesario inclinarse por uno u otro lado, sino tomar lo más conveniente en cada caso y situación. Es lo que hace ante la clasificación de la oración según el modus y el dictum; ante las estructuras exclamativas y pasivas; con el sustantivo, el suplemento, los adverbios y locuciones de duda, los pronombres o las interjecciones; sobre el concepto de morfema y el modo verbal en español, así como con las anotaciones sobre la Gramática castellana de A. Alonso y P. Henríquez Ureña, centradas en la nomenclatura de oración y las formas reflexivas.

    En la segunda parte del libro se incluyen tres trabajos con los títulos «Sobre la enseñanza de la lengua», «Los libros de estilo y su función» y «Género, sexo e ignorancia gramatical».

    En el primero defiende que enseñar no es lo mismo que investigar y que el profesor debe utilizar en primer lugar la concepción y la tecnología tradicionales, renovados con algunas concepciones y terminologías modernas.

    En el segundo trabajo, el dedicado a los libros de estilo, se centra sobre todo en los de los periódicos y de las agencias informativas, reconociendo su labor, pero advirtiendo de que la función de estos manuales no es la de enseñar a escribir, sino la de resolver algunos problemas y dudas urgentes del lenguaje, ya que normalmente estos libros son creados para y por los periódicos o medios informativos.

    Por último, en «Género, sexo e ignorancia gramatical» realiza una ilustrativa referencia a la actual obsesión por hacer caso omiso del género no marcado, lo que conlleva el uso abusivo de la estructura -o /-a (los malagueños /-as trabajadores /-as ...). Y es que posiblemente ignoren que el masculino morfológico, al igual que el singular, se basta por ser no marcado, para, por economía lingüística, cubrir al mismo tiempo el campo del femenino y del plural, respectivamente.

    En palabras de González Calvo, «[...] urge en nuestro país una higiene en el hablar y una higiene en el escribir. Hemos de adquirir la responsabilidad de expresarnos y comunicarnos mediante nuestra lengua con sentido y corrección. Nosotros como docentes, hemos de velar por el uso correcto e inteligente del idioma. Porque la lengua es el instrumento más importante de comunicación social».

 

NOTAS

[1] J. M. Gonzálex Calvo, Estudios de Morfología española, Universidd de Extremadura, Cáceres, 1998.

S. Peláez Santamaría

 

Yolanda González Aranda, Forma y estructura de un campo semántico, Universidad de Almería, 1998, 272 págs.

    Nos encontramos ante una exhaustiva investigación que ha realizado González Aranda sobre el ámbito del verbo «moverse» en español. Se trata de un estudio de semántica diacrónica basado en los presupuestos metodológicos de la escuela estructuralista. Como la propia autora recoge en la introducción a la monografía, su modelo de análisis sigue los planteamientos teóricos y de sistematización propuestos por Eugenio Coseriu. Según demuestran las últimas investigaciones, dicho modelo se considera el más adecuado y válido para los estudios semánticos y está en la línea de otros análisis sobre campos léxicos entre los que cabría destacar el realizado por el profesor Lodares Marrodán, El campo léxico «mujer» en español, publicado por la editorial de la Universidad Complutense de Madrid en 1988, y el que elaboró la profesora Espejo Muriel titulado Los nombres de color en la naturaleza, publicado por el Servicio de Publicaciones de la Universidad de Granada, 1996. Sirvan estas dos referencias como pruebas de las investigaciones españolas que se han venido realizando sobre léxico siguiendo la doctrina estructural.

    Como el propio Eugenio Coseriu señaló en Simposio Internacional de Investigadores de la Lengua Española celebrado en Sevilla con motivo de la Exposición Universal: «Evidentemente en la semántica estructural del español, queda mucho, muchísimo, por hacer; por la juventud de la disciplina y por la naturaleza misma de su objeto [...] Con todo, también los que se ha hecho en sólo veinticinco años es mucho [...]». Demos, pues, la bienvenida a trabajos como el de la profesora Fernández Aranda por contribuir a fomentar el análisis en esta disciplina.

    El presente estudio se estructura en tres partes bien diferenciadas precedidas de una escueta introducción donde la autora expone el propósito de la investigación: «Estudiar la evolución semántica de los verbos de movimiento en español desde el origen del idioma hasta la época contemporánea, pues, si bien existía una tupida red de trabajos monográficos sobre las peculiaridades léxicas de algunos de estos verbos en períodos característicos de la evolución de la lengua, como por ejemplo, las investigaciones dedicadas a las parejas de verbos deícticos ir-venir / llevar-traer, nos parecía que faltaba un estudio de conjunto que ofreciera una visión histórica del mencionado campo» (pág.11).

    En la primera parte se realiza la delimitación del ámbito de estudio. En un principio la autora partió de un planteamiento inicial en el que se proponía analizar el campo semántico de «moverse» en español. En la configuración previa advirtió que se hallaba ante un campo pluridimensional de clase multidimensional jerarquizante. Se trataba de un campo de estructura abierta y, por tanto, de dificultosa parcelación. Apreció tempranamente la organización del léxico en torno a dos ejes: + desplazamiento / – desplazamiento, y dentro del grupo de verbos con desplazamiento distinguió dos subsistemas: el de la necesaria verticalidad y el de la relativa verticalidad. Debido a la abundancia de verbos de movimiento definidos a través de «moverse», decidió reconsiderar su tarea inicial y centrar su investigación en el análisis de los verbos de movimiento que indican desplazamiento físico, dejando al margen el grupo de verbos que se refiere a la ausencia de desplazamiento.

    Una vez delimitado el ámbito de estudio, la segunda parte del libro comienza con la búsqueda de una unidad archilexemática que englobe a todos los elementos del campo. Un estudio exhaustivo del verbo «moverse» en su evolución diacrónica justifica su elección como «archisemema cuyo contenido es idéntico al de todo el campo de verbos de movimiento» (pág. 32).

    A continuación la autora realiza de manera estructurada y rigurosa el estudio de los distintos verbos que se engloban en cada uno de los dos subsistemas (+ verticalidad / + – verticalidad). El primer grupo está integrado por los verbos «subir» y «bajar» y el segundo grupo se estructura en torno a una verticalidad relativa en dos sentidos: + orientación / + – orientación. En el primer conjunto analiza los verbos «ir», «venir», «llegar», «partir», «regresar», «volver», «tornar», «salir», «entrar» y «pasar». En el segundo grupo examinará los verbos «andar», «caminar», «correr», «marchar» y «pasear».

    A lo largo de su investigación, González Aranda realiza un análisis justificativo pormenorizado de la evolución diacrónica en torno a los significados de los diversos miembros del campo. Su tarea se remonta a buscar claves de significación de los distintos verbos en un amplio corpus de textos literarios que van desde el siglo XII al siglo XX.

    En el estudio particular que dedica a cada elemento del campo parte, siempre que es posible, de la etimología latina y pasa a recoger datos de uso desde la Edad Media hasta nuestros días. Analiza qué rasgos semánticos comparten los verbos entre sí y cuáles los diferencian. Además, sabe documentar con exactitud la fecha de uso de determinadas lexías.

    Como ya hemos apuntado, los textos literarios son la fuente de la que emanan las numerosas ejemplificaciones que constituyen el corpus del análisis. Este hecho nos parece propio de un alto rigor analítico y contextualizador, así como de una labor filológica plena, al abordar aspectos puramente lingüísticos en el seno de textos de creación literaria.

    En la tercera y última parte del libro se exponen las conclusiones del análisis así como la bibliografía utilizada. De manera sintética la profesora presenta las reflexiones generales sobre los datos obtenidos y «las perspectivas de análisis que quedan a la expectativa de un desarrollo posterior» (pág. 241). La bibliografía utilizada se organiza en torno a tres bloques; el primero relativo a las fuentes literarias por siglos; el segundo bloque está formado por los diccionarios y los vocabularios; el tercero muestra la bibliografía puramente científica.

    Así pues, en esta monografía el lector puede apreciar los cambios y modificaciones del campo «moverse» a lo largo de la historia del castellano, tanto en lo referente al número de unidades léxicas que lo integran como al complejo ámbito de relaciones entre dichas unidades. La rigurosa sistematización auspiciada por el modelo estructuralista que sigue el análisis permite obtener una visión aclaradora de la sustancia de contenido de «moverse» en español.

S. Robles Ávila

 

Manuel Martín Cid, Sintaxis funcional básica del español: Estratos, propiedades y operaciones, Universidad de Sevilla, 1998, 181 págs.

    Martín Cid ofrece en este libro una exposición detallada de cómo concibe, a partir de las concepciones sintácticas funcionalistas, el componente sintáctico de una lengua, cuáles son los fenómenos que considera especialmente relevantes y cómo los integra en una teoría lingüística funcionalista. Todo ello, sin embargo, se lleva a cabo desde una óptica deliberadamente alejada de las posiciones propias de la Escuela de Oviedo, a la que atribuye un error metodológico básico: la confusión o no distinción entre categoría verbal y estrato de estructuración gramatical. Como consecuencia de tales planteamientos, junto a los grandes temas de la sintaxis, como la coordinación o la subordinación, en la presente obra podemos encontrar valiosas explicaciones y reformulaciones de muchos fenómenos morfosintácticos para los que ni la gramática tradicional ni muchas de las actuales han sabido encontrar una formulación clara y libre de contradicciones.

    La metodología seguida por esta Sintaxis deudora de los numerosos trabajos de Eugenio Coseriu que se detallan en la completa bibliografía, de entre los que destaca especialmente los «Principes de Syntaxe Fonctionnelle». En este sentido, no es de extrañar que abra el libro una detallada exposición de la distinción en el contenido lingüístico de significado, designación y sentido; que es utilizada por el autor para localizar una de las claves de su obra, pues establece que una de las consecuencias de la indiferenciación de estos tres valores es la falta de circunscripción de las investigaciones lingüísticas al significado, lo que ha sido fuente inagotable de problemas y confusiones en el estudio gramatical. Precisamente, Martín Cid pretende con su obra evitar estos errores al centrarse en el estudio del significado sintáctico. Sin embargo, la exposición de los principios metodológicos seguidos en este obra no se agota en su primer capítulo, sino que es una constante en todos los que la integran la referencia a la metodología empleada; en especial, cuando se trata de contraponer los resultados con ella obtenidos a los de la gramática tradicional. Por ello, son frecuentes las referencias a conceptos de la gramática estructural como los de función o rasgo opositivos, paradigma, solidaridad entre significante y significado, y determinación, tal como la expuso Coseriu en su trabajo «Determinación y entorno», ya que las unidades sintácticas quedan caracterizadas por ser determinantes o determinadas.

    En los siguientes capítulos el autor demuestra la existencia de diferentes unidades sintácticas que permiten la estructuración del significado sintáctico en español en sucesivos niveles gramaticales. Al hilo de su explicación, denuncia los errores en que ha incurrido la gramática tradicional, y algunas teorías actuales, al no haber reconocido la existencia de dichos estratos.

    Por una parte, la gramática tradicional no ha diferenciado en el contenido lingüístico el significado de la designación y el sentido; por ello no le ha sido posible definir cómo se estructura el significado sintáctico en español. Por otra, dentro del funcionalismo y con el nombre de niveles, se ha hablado de texto, enunciado, oración, sintagma, palabra y morfema. Pero tales unidades se han estudiado exclusivamente desde el punto de vista constitucional al atender cómo las unidades mínimas se combinan para formar unidades del estrato inmediatamente superior de forma progresiva y sucesiva. Consecuencia directa de esta óptica es la tendencia de la gramática tradicional a convertirse en una gramática relacional, cuando, en realidad, la gramática estructural es, para Martín Cid, una gramática constitucional. Sin embargo, en el estudio de una lengua han de abordarse dos aspectos: el constitucional y el funcional, porque una unidad que en la lengua posee unas determinadas características materiales, en los actos de habla puede funcionar en un estrato de estructuración gramatical distinto de su constitución material. A tal circunstancia hay que unir el hecho de que dos unidades sintácticas pueden combinarse y, sin embargo, no constituir una unidad sintáctica perteneciente al estrato superior, sino al mismo estrato. Estos fenómenos sintácticos se deben a cuatro tipos de operaciones que el autor denomina «hipotaxis» o subordinación, «hipertaxis» o superordinación, «parataxis» o coordinación y «antitaxis» o sustitución. Dichas operaciones son una consecuencia de las propiedades del mismo nombre de los estratos, lo que significa que dichas operaciones se pueden dar en todos los estratos, excepción hecha de las restricciones obvias de los estratos extremos. De este modo quedan resueltas las discordancias y desajustes entre las unidades sintácticas que constitucionalmente existen en una lengua y las que funcionalmente aparecen en los actos de habla.

    Señala el autor que ni la gramática tradicional, ni otros modelos más recientes, han reconocido la existencia de estas propiedades. Y mal podían hacerlo si tampoco conocían la existencia del concepto de estrato, circunstancia esta que se pone de manifiesto en su planteamiento de oposición sistemática entre subordinación y coordinación, cuando son propiedades totalmente diferentes: la primera, heteroestrática; la segunda, homoestrática. La oposición, pues, debe establecerse entre subordinación y superordinación, y entre coordinación y sustitución.

    Una vez presentados los elementos introductorios, la obra se encamina hacia su cuerpo central: el estudio de las operaciones estráticas. En tal sentido, en el capítulo sexto se tratan los hechos sintácticos derivados de la hipotaxis. Son denunciadas aquí muchas de las deficiencias de la gramática tradicional, tales como el reducir la subordinación a las oraciones. Hechos sintácticos conocidos por ella como el adjetivo determinante, la aposición o el complemento del nombre, hallan ahora su explicación al considerarlos resultado de una operación hipotáctica por la cual una unidad de un estrato superior pasa a funcionar en un estrato inferior con relación sintáctica de determinante.

    Igualmente fructífera es esta operación en el estrato oración. Denuncia el autor el que en la mayoría de las gramáticas tradicionales y actuales se produce una confusión entre estrato y categoría verbal, y así se habla de subordinación a categoría sustantiva, adjetiva y adverbial, y no se habla a qué estrato (cláusula, grupo de palabras o palabra) se subordina, pues está claro que sólo en el caso de grupo de palabras o palabra se puede hablar de significado categorial. A esta misma confusión achaca el autor la necesidad de distinguir entre subordinadas adverbiales propias y adverbiales impropias, entre adverbio y adverbio de frase, con la contradicción que de ello resulta, porque, cuando se define la función de adverbio, no se dice que determine a la oración, y porque, por otra parte, las oraciones causales, condicionales y concesivas son grupos de palabras con relación sintáctica de aditamento sustancial, no circunstancial, y por eso mismo no puede tener significado categorial adverbial. El autor resuelve esta contradicción considerando la existencia de una nueva unida sintáctica, la cláusula, unidad de carácter exclusivamente funcional. Así pues, las tradicionales oraciones subordinadas modales, causales, condicionales y concesivas, así como lo que la gramática tradicional denomina oraciones subordinadas sustantivas subjetivas construidas con el verbo ser + adjetivo, no son sino oraciones hipotaxiadas a cláusula comentario; esto es, determinan la segunda oración al introducir un comentario del hablante sobre lo expresado en ella.

    A la parataxis dedica el autor el capítulo número siete. Denuncia que lo normal y más frecuente en las gramáticas es hablar de coordinación de oraciones que contienen elípticos los demás grupos de palabras, pero sin indicar las razones que han provocado la elisión. Como en otros capítulos, Martín Cid comienza por denunciar los errores en que incurren las gramáticas más usuales del español al no distinguir entre sentido y significado. Su punto de partida es bien distinto: en el estudio de la parataxis parte del significado y del principio de solidaridad entre los dos planos del signo lingüístico, según el cual a cada forma lingüística corresponde un significado y sólo uno. Esto le lleva a rechazar que, por ejemplo, una oración coordinada copulativa pueda tener al mismo tiempo un «sentido» adversativo. Excluye la forma ni de las conjunciones coordinantes copulativas, y también excluye de la parataxis las denominadas locuciones conjuntivas, que son equivalentes en cuanto al sentido, pero tienen diferente significado sintáctico.

    El libro se cierra con un estudio sobre la antitaxis o sustitución en el que se presta una atención especial al análisis de los significados gramaticales cuya función, entre otras, es la de sustitución de unidades sintácticas. Especialmente clarificadora es su estructuración del sistema pronominal del español actual a partir de los tipos de determinación que estableció Coseriu. Sirve nuevamente de introducción a este capítulo la exposición de las contradicciones que se hallan en las gramáticas actuales del español debidas a la confusión entre categorías verbales y estratos de estructuración gramatical: así, la distinción que normalmente se establece entre pronombre y adjetivo, pronombre y adverbio o pronombres y determinantes se torna carente de sentido, por cuanto los llamados pronombres y algunos de los considerados tradicionalmente adverbios son significados gramaticales que, por lo mismo, tienen como función, entre otras, la de sustituir a otras unidades y pueden funcionar en más de un estrato; esto es, como palabra, como grupo de palabras, como cláusula, como oración o como monema. Por ello entre una forma clasificada como pronombre o como determinante, o entre una forma clasificada como pronombre o conjunción, la única diferencia existente es el estrato en el que funciona.

    Puede concluirse, por tanto, que la presente Sintaxis funcional básica del español de Manuel Martín Cid resulta de principio a fin fiel a la intención manifestada en los principios que la fundamentan: la descripción del significado sintáctico del español, diferenciándolo de la designación y el sentido; la diferenciación entre significado léxico y gramatical; y la distinción entre estrato de estructuración gramatical y categorías verbales. En la tradición gramatical ha sido frecuente la confusión entre estos aspectos, de ahí se deriva una visión de los hechos sintácticos que es poco sistemática. Por el contrario, únicamente la fidelidad a estos sólidos principios metodológicos y a los conceptos de semántica y sintaxis funcional permiten obtener una visión clara del carácter sistemático de la lengua.

M. J. Blanco Rodríguez