Los autores cristianos

ante la educación de los jóvenes

Ana Mª Aldama Roy

Universidad Complutense

 

    Al hablar de la educación, del aprendizaje intelectual, con frecuencia se ha dicho desdeñosamente que los romanos «más bien sin gran iniciativa», se contentaron con adaptar sus programas básicos y sus métodos de enseñanza a los de los griegos; pero sabemos que en Roma enseñaron en todas las etapas tanto griegos como romanos y que esto proporcionó gran cohesión al proceso educativo.

    Además, la importancia de Roma respecto a la educación romana o, mejor, greco-romana, está en la difusión de cultura y métodos que ha llevado a cabo a través de los siglos y las tierras.

    Es precisamente la formación de los jóvenes uno de los problemas que se plantean los autores cristianos y nuestra intención es conocer, en la medida de lo posible, si esa formación llegó también a las jóvenes y en qué grado. No es este el lugar ni el tiempo para tratar este tema en profundidad, ya estudiado al menos parcialmente de forma eminente[1] pero haremos un pequeño acercamiento intentando hacer alguna aportación.

    El término educación surgió originariamente del hogar romano. Se decía que estaba bene educatus del niño que había sido criado convenientemente y que tenía un comportamiento adecuado (como decimos hoy en día); el que había recibido una buena enseñanza era llamado eruditus.

    Hasta los 7 años, edad en la que empezaban la educación primaria, los niños permanecían al cuidado de las mujeres de la casa[2]. En esta primera etapa, la madre contaba con la ayuda de la nodriza, gerula[3], que era responsable del niño; la gerula era asistida por uno de los esclavos mayores y de confianza, al que se denominaba con propiedad educator y, a veces, nutricius o nutritor, es decir, el que nutre[4] , que ayudaba a la nodriza a preparar la comida y la bebida del niño; debido a la atención que prodigan al niño, es considerado incluso como un segundo padre[5]; es evidente que la influencia de las personas que le han atendido en la infancia era importante en su adolescencia y juventud aunque, como advierte s. Jerónimo, a veces también buscan su propia conveniencia[6].

    Quintiliano y s. Jerónimo, que sigue fielmente a Quintiliano, insisten en que las nodrizas, nutrices, deben hablar correctamente y ser lo más cultas posible porque sus voces serán las primeras que los niños intentarán imitar y no deben aprender errores que después tendrán que olvidar.

    ... non adsuescat ergo, ne dum infans quidem est, sermoni qui dediscendus sit[7].

    Ipse elementorum sonus, et prima institutio praeceptoris, aliter de erudito, aliter de rustico ore profertur...: ne discat in tenero, quod ei postea dediscendum est[8].

    Con frecuencia, el nutritor o educator llegó a convertirse en paedagogus; nombre que se daba en Grecia al esclavo de confianza que llevaba al niño a la escuela, la palestra o el gimnasio[9] y que ayudaba a los padres a inculcar a los niños lo que estaba bien o mal; su autoridad duraba hasta que el joven conseguía su independencia y esta autoridad se confiaba, normalmente, a uno de los esclavos mayores[10].

    Los términos llegaron a confundirse[11] y, en la época de Séneca el Viejo, a los que probaban la comida y la bebida se les llamaba pedagogos[12].

    El buen pedagogo era considerado como un consejero o monitor; este término se aplicaba con frecuencia al filósofo (del que dice Séneca que es el pedagogo del género humano) y de ahí pasó a la terminología de la educación[13].

    Debido a su origen griego, el pedagogo tenía otra cualidad añadida: era la persona con la que los niños (niños y niñas) romanos empezaban a entender y a hablar el griego. Quienes pensaban, como Quintiliano[14], que el conocimiento de la literatura griega era indispensable para poder apreciar adecuadamente a los escritores latinos, favorecían el bilingüismo en los niños e incluso la enseñanza del griego en primer lugar, considerando que el conocimiento del latín vendría después de forma natural; esta idea es compartida también por s. Jerónimo que, como antes Quintiliano, insiste en que la enseñanza de la lengua latina sea statim para que la lengua no se vea afectada con un acento extraño:

    Ediscat graecorum uersuum numerum. Sequatur statim et Latina eruditio; quae si non ab initio os tenerum conposuerit, in peregrinum sonum lingua corrumpitur, et externis uitiis sermo patrius sordidatur[15].

    Hasta ahora la educación se recibía en casa y se impartía a la vez a niños y niñas. Después se pasaba a estudiar en las escuelas de gramática y retórica.

    Hemos dicho antes que la educación es uno de los problemas que se plantean los autores cristianos. Todos ellos se han formado en la escuela antigua tradicional e incluso algunos de ellos serán maestros de ella: Orígenes y Anatolio de Laodicea entre los griegos y Cypriano, Lactancio, Arnobio, S. Agustín, Mario Victorino... entre los latinos. Este hecho es fundamental para comprender la profundidad de enraizamiento de la cultura antigua en la literatura cristiana.

    Llama la atención la severidad con que juzgan su escuela; generalmente reprochan a la escuela clásica dar una formación demasiado formalista, pero el verdadero problema está en el estudio y explicación de la literatura, o mejor de la mitología, que plantea un problema de tipo religioso que no saben cómo resolver.

    Nadie como el polémico apologista Tertuliano ha planteado tan bien y claramente esta cuestión: el carácter idólatra e inmoral de la escuela clásica. Por esta inmoralidad de la idolatría se prohíbe la enseñanza a los cristianos como oficio incompatible con la fe; pero tienen claro que ni quieren ni deben renunciar a la cultura; sin la cultura profana, no se pueden llevar a cabo estudios religiosos; por lo tanto asume, como una necesidad, que el alumno cristiano asista a la escuela pagana. Es una solución de compromiso: el alumno debe considerar la mitología como vehículo de la cultura, pero no creer en ella. Tertuliano[16] dice que el alumno debe comportarse como el que, sabiendo perfectamente que recibe un veneno, no lo bebe.

    A pesar de que ésta era la idea general, lo cierto es que muchos cristianos continúan ejerciendo este oficio, manteniéndose en esa ambigüedad que propugna Tertuliano para los discípulos: explican la literatura, pero sin creer en la mitología.

    Gracias a ello asistimos, en el s. IV, a la realidad de una escuela en la que la atmósfera es de perfecta neutralidad: maestros y discípulos son tanto cristianos como paganos.

    Es entonces cuando se produce un hecho digno de ser recordado[17]: el emperador Juliano (en su intento de restauración pagana) prohibe, en junio del 362, la enseñanza a los maestros cristianos, bajo pretexto de asegurar la competencia y la moralidad de los docentes. Realmente a Juliano no le preocupan los cristianos, su fe en Cristo, sino su falta de fe en la mitología; que están enseñando algo en lo que no creen. Para ambas partes es la actitud de los maestros, sus creencias, lo que importa; la propia mitología en sí misma no es buena ni mala: es la actitud del docente lo importante. De este modo, Juliano crea, por primera vez, una escuela confesional.

    Poco después, el 11 de enero del 364, su sucesor Joviano revoca este edicto y la Iglesia vuelve a acomodarse a la educación clásica.

    Pero el problema de la cultura antigua, saber si era lícito o no a los cristianos utilizar la cultura pagana va a mantenerse en algunos autores de los s. IV y V, como en el caso de S. Jerónimo que lo sufre con gran intensidad porque lo ve unido a su propio destino personal. Esta lucha que mantendrá a lo largo de toda su vida queda reflejada en el famoso sueño que cuenta en la Ep. 22 dirigida a Eustoquio:

    «mentiris», ait «Ciceronianus es, non Christianus; ubi thesaurus tuus, ibi et cor tuum»

    Este es el comportamiento real de Jerónimo y, aunque su lucha interior le llevará a intentar una ruptura con la tradición clásica, a pesar de ello, en los últimos años de su vida, cuando aconseja a dos damas sobre la educación de sus hijas[18], sigue fielmente a Quintiliano pero, eso sí, indica que cuando aprendan a leer, deben sustituir los personajes mitológicos por nombres santos, bíblicos:

    Ipsa nomina, ... Prophetarum videlicet atque Apostolorum, et omnis ab Adam patriarcharum series de Matheo Lucaque descendat,...[19]

    Reddat tibi pensum cotidie scripturarum certum[20].

    Hay que tener en cuenta que las niñas a las que se va a impartir esta educación han sido consagradas a Cristo desde el momento de su nacimiento; en cambio, en la enseñanza que se imparte a los jóvenes que le son confiados en el monasterio de Belén, que él dirige, se siguen los programas clásicos.

    Aunque parece natural desde el momento actual, en el que todas las ideologías tienen sus escuelas confesionales, que los cristianos de los primeros siglos, tan intransigentes a veces con el mundo pagano, crearan una escuela de inspiración religiosa, separada de la pagana de modelo clásico (existía la escuela judía), lo cierto es que la Iglesia no organiza escuelas propiamente dichas, sino que ejerce la catequesis de forma paralela y organiza del mismo modo lecciones de teología y exégesis que se convierten en disciplinas fundamentales de la nueva cultura. Son escuelas técnicas.

    Los cristianos de los primeros siglos comprenden que la educación greco-romana clásica representa una técnica admirable para la formación del hombre íntegro, perfectamente desarrollado y que ningún otro sistema de educación puede superarlo. Cuanto mayor sea la cultura adquirida, más fácilmente se podrá llegar a conocer y comprender la Verdad Divina (como mantienen Tertuliano y Minucio Félix) y más fácilmente podrá explicarse a los demás (según dicen s. Ambrosio y s. Jerónimo).

    Es cierto que ya en el s. IV aparecen escuelas cristianas en Oriente, pero no son escuelas propiamente dichas sino que están totalmente dedicadas a la vida religiosa: se trata de una educación reservada a los monjes jóvenes y desarrollan el mismo programa que propugna Jerónimo en las normas para la educación cristiana de las niñas Paula y Pacátula en las Ep. 107 y 128, y en la Ep. 22 a Eustoquio...

    El monaquismo hace renacer el orgullo de los simples[21] frente al orgullo intelectual de la cultura antigua. No intenta asumir un papel cultural para el que no ha sido creado; el monasterio no es un centro de estudio, sino de ascetismo; su interés está en aislarse del mundo bajo la idea de «el mundo pasa».

    En Occidente el monaquismo será más tardío que en Oriente y de carácter totalmente distinto: la lectio divina, la lectura de los libros santos es inseparable de la vida monástica; el mismo s. Agustín, que introduce el monaquismo en Africa, da a su primera comunidad el carácter de un monasterio culto. A medida que las invasiones son más frecuentes, los legisladores de las reglas del monaquismo, tanto masculino como femenino, insisten más en la necesidad de saber leer y copiar los manuscritos.

    Al mismo tiempo, vemos que tradicionalmente un buen número de jóvenes se congregaban junto al obispo para iniciarse en la vida eclesiástica; así vemos aparecer otro tipo de escuela, en la que se forman los diáconos, los sacerdotes, ... etc. los futuros sucesores del obispo; esta escuela será el precedente de los actuales Seminarios. Podríamos decir que estas escuelas son profesionales pero de ningún modo tienen nada que ver con lo que ha sido la escuela tradicional.

    Sean monásticas o seculares, las escuelas tienen un horizonte muy limitado: sólo pretenden formar monjes y clérigos y el nivel de enseñanza es a menudo muy elemental: aprender a leer, a escribir, a conocer la Biblia, algo de erudición doctrinal y canónica, liturgia, música y canto. Pero evidentemente, en el momento en que las escuelas laicas heredadas de la Antigüedad desaparecen, el único vehículo de cultura serán estas escuelas.

    Hablemos ahora específicamente de las mujeres romanas.

    Al final de la República, no solamente los hijos, sino también las hijas de las clases altas se beneficiaban de la educación superior que podían proporcionarles los preceptores. Plutarco nos cuenta que Pompeya, la hija de Pompeyo el Grande, tuvo un preceptor griego[22]. También nos habla de la cultura de Cornelia, la joven esposa de Pompeyo, que «era versada en literatura, en tocar la lira y en geometría, y había sido acostumbrada a escuchar con provecho los discursos filosóficos»[23]; es evidente que tuvo preceptores privados. Parece que, en el fondo, no le gustaba demasiado la cultura en las mujeres jóvenes cuando, después de alabar a Cornelia, añade: «... y además de esto, tenía un carácter desprovisto de aquel desagradable entrometimiento que estos logros pueden crear en las mujeres jóvenes».

    Ático, el amigo de Cicerón, contrató a uno de sus libertos, Q. Cecilio Epirota, para que enseñase a su joven hija, Ática.

    A partir de los últimos tiempos de la República, hay numerosos ejemplos de que las jóvenes de alto nivel social son buenas lectoras, especialmente en poesía, tanto en griego como en latín, y merecían el elogio de ser llamadas docta puella.

    En el Imperio las jóvenes reciben con sus hermanos las enseñanzas de gramática y literatura de un preceptor: Plinio[24] alaba en este sentido a la hija de su amigo Fundano que había muerto a los 12 años.

    Hemos dicho antes que el padre se convertía, por regla general, en el director de los estudios y formación de los hijos; decidía el tipo de educación que convenía a sus hijos (hijos e hijas) y elegía a los preceptores que iban a encargarse de la docencia. Frente a la opinión generalizada de que la madre queda al margen de la formación intelectual de los hijos, contamos con algunos textos que dan testimonio de madres que han ejercido este papel: En el Diálogo sobre la oratoria, atribuido a Tácito, Mesala, dando razones sobre la decadencia de la oratoria, contrasta agudamente el rigor y cuidado de los padres en la educación de los hijos bajo la República (que él considera una especie de Edad de Oro) con la laxitud y la negligencia de sus contemporáneos; en este pasaje la madre es la que recibe las alabanzas mayores porque

    ... sed gremio ac sinu matris educabatur, cuius praecipua laus erat tueri domum et inseruire liberis[25].

    Mesala no pretende que la madre esté sola en la educación; podía contar con la ayuda de alguna pariente mayor que los vigilase, y habla también de los estudios[26]. Insiste en la disciplina y educación moral, pero también dice que la madre les había instado al estudio de las artes liberales, y los había guiado hacia la clase de carrera para la que parecían mejor dotados[27]. No se supone necesariamente que ella misma les enseñase (tampoco lo hacían los hombres salvo casos excepcionales, como Catón), aunque muchas madres romanas de este ambiente, como veremos, podían hacerlo; pero su interés e influencia se extendía claramente más allá de los primeros años y es interesante que, en este contexto, no se hace mención del padre.

    También es Tácito[28] el que nos cuenta que fue la madre de Agrícola quien influyó decisivamente en el futuro de su hijo.

    S. Jerónimo, tomando sin duda la idea de Quintiliano[29], recuerda esas madres famosas por su cultura y que han influido en la educación de sus hijos: Graccorum elocuentiae multum ab infantia sermo matris scribitur contulisse. Hortensiae oratio in paterno sinu coaluit[30].

    Es también una madre, Leta, quien se dirige a s. Jerónimo, pidiendo consejo sobre la educación de su hija; al contestarle, s. Jerónimo expone todo un programa educativo para la infancia en el que sigue absolutamente a Quintiliano[31]:

    Fiant ei litterae uel buxeae[32], uel eburneae, et suis nominibus appellentur. Ludat in eis, ut et lusus eius eruditio sit[33]. Et non solum ordinem teneat litterarum, ut memoria nominum in canticum transeat, sed ipse inter se crebro ordo turbetur, et mediis ultima, primis media misceantur, ut eas non sonu tantum, sed et uisu nouerit. Cum uero coeperit trementi manu teneri regantur articuli, uel in tabella sculpantur elementa, ut per eosdem sulcos inclusa marginibus trahantur uestigia, et foras non queant euagari. Syllabas iungat ad praemium: et quibus illa aetas delectari potest, munusculis inuitetur[34].

    Habeat in discendo socias, quibus inuideat[35], quarum laudibus mordeatur. Non est obiurganda, si tardior sit, sed laudibus excitandum ingenium; et uicisse se gaudeat, et uictam doleat. Cauendum in primis, ne oderit studia, ne amaritudo eorum percepta in infantia, ultra rudes annos transeat[36].

    También en la Ep. 128, dando consejos sobre la educación de otra niña:

    interim modo litterularum elementa cognoscat, iungat syllabas, discat nomina, uerba consociet atque, ut uoce tinnula ista meditetur, proponatur ei crustula mulsi praemia et, quidquid gustu suaue est, quod uernat in floribus, quod rutilat in gemmis, quod blanditur in pupis, ... amet quod cogitur dicere, ut non opus sit, sed delectatio, non necessitas, sed uoluntas.

    No son muchos los ejemplos que nos brinda la literatura latina, pero sí suficientes para ilustrarnos sobre el grado de educación que recibían las jóvenes. Significativas son las damas que encuentra s. Jerónimo en Roma y que forman una especie de círculos religioso-literarios. Gracias a su epistolario conocemos el alto nivel cultural de algunas damas del s. IV: sabemos que conocen igual el griego que el latín y que alguna de ellas, como Paula (a la que s. Jerónimo llama admirabilis femina[37]), Blesilla y la hija de Paula, Eustoquio, sabían hebreo.

    La relación epistolar de s. Jerónimo con estas damas va desde la personal a la científica; además de estimularlas a la lectura de las obras de autores cristianos, como Cypriano y Ambrosio, les dedica comentarios filológicos y exegéticos: como el comentario del salmo 44 que escribe a Principia; o la Ep. 25 «sobre los nombres con que es llamado Dios entre los hebreos» donde explica algunas palabras hebreas que se han introducido en la liturgia cristiana sin traducirse, dirigida a Marcela, a la que s. Jerónimo llama la fig1.jpg (7765 bytes), es decir, la incansable en el estudio y a quien dice magnis nos provocas quaestionibus et torpens otio ingenium, dum interrogas, doces[38]; también expone su doctrina contra los errores montanistas[39], o refuta las opiniones erróneas de Novaciano[40] a la misma Marcela, o su oposición a Apolinar de Laodicea y Orígenes en la Ep. 97 dirigida a Pammaquio y Marcela. Dedica los Comentarios sobre Sophonías, sobre Isaías y sobre Ezequiel a Paula y Eustoquio, y parece que compone a instancias de Marcela las Homilías de Orígenes, el Comentario del Eclesiastés y las Epístolas de San Pablo.

    Paladio (s. IV-V) autor de la Historia Lausíaca, fuente importante para conocer el monaquismo primitivo, dedica un capítulo[41] a la evocación «de algunas mujeres varoniles (fig2.jpg (11633 bytes)), a las que Dios concedió para su lucha las mismas gracias que a los hombres». Entre las primeras nombra a Paula y a su hija Eustoquio, que pertenecen a este grupo de damas de s. Jerónimo. De Paula dice «a quien un tal Jerónimo, de Dalmacia, fue el mayor obstáculo para que no sobrepasara a todas, dadas sus óptimas cualidades».

    Podríamos seguir aportando ejemplos, pero no es éste el lugar apropiado. Como decía al principio, mi intención era hacer aquí un acercamiento al tema de la educación femenina (a partir del siglo III) y exponer el inicio de un estudio para el que los autores cristianos son la fuente principal.

 

NOTAS:

[1] Bonner, S.F., La educación en la Roma antigua, J.M. Domenech (trad.), Barcelona, 1984; Marrou, H.-I., Histoire de l'éducation dans l'Antiquité. 1. Le monde grec. 2. Le monde romain, París, 1981.

[2] Aunque Quintiliano aboga porque se inicie la enseñanza a los 3 años: melius autem, qui nullum tempus vacare cura volunt, ut Chrysippus. Nam is, quamvis nutricibus triennium dederit, tamen ab illis quoque iam formandam quam optimis institutis mentem infantium iudicat. Cur autem non pertineat ad litteras aetas, quae ad mores iam pertinet? ... Quid melius alioqui facient, ex quo loqui poterunt ...? aut cur hoc quantulumcumque est usque ad septem annos lucrum fastidiamus? ... Non ergo perdamus primum statim tempus ... (Inst. I, 16-19)

[3] Llamada también educatrix a veces.

[4] Nutrix ipsa non sit temulenta, non lasciua, non garrula; habeat modestam gerulam, nutricium grauem. (Hier. Ep.107, 4).

[5] Hier., Ep. 14, 3: ... nunc et gerula quondam, iam anus, et nutricius, secundus post naturalem pietatis pater, clamitat: "morituros expecta paulisper et sepeli".

[6] Hier., Ep. 54, 5: Cave nutrices et gerulas et istius modi vinosa animalia, quae de corio tuo saturare ventrem suum cupiunt. Non suadent quod tibi, sed quod sibi prosit...

[7] Quint. Inst. 1, 4.

[8] Hier. Ep.107, 4.

[9] Plat. Lysis 208c; Symp. 183c; Xen. Resp. Lac. 2,1.

[10] Xen. Resp. Lac. 3, 1.

[11] Suet. Nero 35, 2: ... ut in quaestione pernegantibus cunctis Anicetum paedagogum suum indicem subiecerit, qui fingeret et dolo stupratam a se fateretur. Tac. Ann. XII, 41, 8: ... Commotus his quasi criminibus optimum quemque educatorem filii exilio aut morte adficit datosque a nouerca custodiae eius inponit.

[12] Contr. II, 1, 29: ... Et illum locum egregie tractauit: omnes cibos habebo suspectos, omnes potiones; trium paedagogi illic sunt; occidere ne uolet, quisquis frugalissimus fuerit.

[13] Sen. Ep. 89, 13: ... nam eum locum, qui monitiones continet, sustulit et paedagogi esse dixit, non philosophi, tamquam quidnam aliud sit sapiens quam humani generis paedagogus. Ep. 94, 8-9: ... cum uirtutem unicum bonum hominis adamauerit, ... monitorem non desiderabit ad singula, qui dicat: sic incede, sic cena. Hoc uiro hoc feminae, hoc marito hoc caelibi conuenit. Ista enim qui diligentissime monent, ipse facere non possunt. Haec paedagogus puero, haec auia nepoti praecidit, et irascendum non esse magister iracundissimus disputat. Si ludum litterarium intraueris, scies ista, quae ingenti supercilio philosophi iactant, in puerili esse praescripto. Ep. 94, 72: ... si in medio urbium fremitu conlocati sumus, stet ad latus monitor et contra laudatores ingentium patrimoniorum laudet paruo diuitem et usu opes metientem.

[14] Inst. I, 1, 12: A sermone Graeco puerum incipere malo, quia Latinum, qui pluribus in usu est, vel nobis nolentibus perbibet, simul quia disciplinis quoque Graecis prius instituendus est, unde et nostrae fluxerunt.

[15] Hier. Ep. 107, 9.

[16] Idol. 10: Quomodo repudiamus saecularia studia, sine quibus diuina non possunt? Videamus igitur necessitatem litteratoriae eruditionis, respiciamus ex parte eam admitti non posse, ex parte uitari. Fideles magis discere quam docere litteras capit; diuersa est enim ratio discendi et docendi. Si fidelis litteras doceat, insertas idolorum praedicationes sine dubio, dum docet, commendat, dum tradit, affirmat, dum commemorat, testimonium dicit. Deos ipsos hoc nomine obsignat, cum lex prohibeat, ut diximus, deos pronuntiari et nomen hoc in uano collocari. Hinc prima diabolo fides aedificatur ab initiis eruditionis. Quaere, an idolatriam committat qui de idolis catechizat. At cum fidelis haec discit, si iam sapit, qui sit, neque recipit neque admittit; multo magis, si nondum sapit aut ubi coeperit sapere, prius sapiat oportet quod prius didicit, id est de deo et fide. Proinde illa respuet nec recipiet, et erit tam tutus quam qui sciens uenenum ab ignaro accipit nec bibit. Huic necessitas ad excusationem deputatur, quia aliter discere non potest. Tanto autem facilius est litteras non docere quam non discere, quanto et reliqua scholarum de publicis propriis sollemnitatibus inquinamenta facilius discipulus fidelis non adibit quam magister non frequentabit.

[17] Amiano Marcelino lo cuenta entre los hechos del emperador que deben ser olvidados: XXII 10: Illud autem erat inclemens, obruendum perenni silentio, quod arcebat docere magistros rhetoricos et grammaticos ritus Christiani cultores...; y entre sus defectos: XXV 19: ... nunc ad explicanda eius vitia veniamus... Inter quae erat illud inclemens, quod docere vetuit magistros rhetoricos et grammaticos Christianos, ni transissent ad numinum cultum.

[18] Ep. 107 y 128.

[19] Hier., Ep. 107, 4.

[20] Hier., Ep. 107, 9.

[21] Luc. 10, 21.

[22] Quaest. conv. IX, 1, 3; cuando Pompeyo regresó del este el año 61, el preceptor seleccionó un pasaje de Homero para que Pompeya lo leyese en voz alta a su padre.

[23] Pomp. 55, 1, 2.

[24] Ep. V, 16: ... ut nutrices, ut paedagogos, ut praeceptores pro suo quemque officio diligebat! quam studiose, quam intellegenter lectitabat!...

[25] Tac. Dial. 28.

[26] Tac. Dial. 28: Ac non studia modo curasque, sed remissiones etiam lususque puerorum sanctitate quadam ac uerecundia temperabat. Sic Corneliam Gracchorum, sic Aureliam Caesaris, sic Atiam Augusti praefuisse educationibus ac produxisse principes liberos accepimus.

[27] Tac. Dial. 28: Quae disciplina ac seueritas eo pertinebat, ut sincera et integra et nullis prauitatibus detorta unius cuiusque natura toto statim pectore arriperet artis honestas, et siue ad rem militarem siue ad iuris scientiam siue ad eloquentiae studium inclinasset, id solum ageret, id uniuersum hauriret.

[28] Agric. 4: Mater Iulia Procila fuit, rarae castitatis. In huius sinu indulgentiaque educatus per omnem honestarum artium cultum pueritiam adulescentiamque transegit... Memoria teneo solitum ipsum narrare se prima in iuventa studium philosophiae acrius, ultra quam concessum Romano ac senatori, hausisse, ni prudentia matris incensum ac flagrantem animum coercuisset.

[29] Inst. 1, 6: Nam Gracchorum eloquentiae multum contulisse accepimus Corneliam matrem, cuius doctissimus sermo in posteros quoque est epistulis traditus, et Laelia C. filia reddisisse in loquendo paternam elegantiam dicitur, et Hortensiae Q. filiae apud triumuiros habita legitur non tantum in sexus honorem.

[30] Ep. 107, 4.

[31] I, 1, 26.

[32] Las de boj eran más baratas.

[33] Aprender jugando; el valor de que los niños aprendieran jugando estaba plenamente reconocido tanto en Grecia como en Roma. Cf. ludi magister, ludimagister.

[34] Cf. Hor. Ser. I, 1, 25-26, donde habla de maestros aduladores.

[35] Quint. I, 1, 20, reconoce positivamente la enseñanza en grupo que impulsa la competición y estimula el deseo de sobresalir. En la actualidad, al perderse la idea de juego en la escuela, se deja de estimular la competición entre niños y jóvenes que tan interesantes frutos ha dado en épocas pasadas; el contraste se ve claro si se contempla la competitividad en los juegos deportivos, totalmente asumida en la sociedad contemporánea.

[36] Hier., Ep. 107, 4.

[37] Ep. 39.

[38] Ep. 59, 1.

[39] Ep. 41.

[40] Ep. 42.

[41] Cap. 41.