Del plano cenemático al pleremático en el lexema sacer

Celso Rodríguez Fernández

Universidad de Vigo

 

    Admirable y maravillosa es la capacidad de comunicación entre los seres humanos. Y si la comunicación pantomímica, por medio de la figura (o facha) y los gestos, sin más, sin palabras, resulta gratificante para quien transmite, y para el espectador, muchísimo más deliciosa y fruitiva se vuelve la que se sirve del signo lingüístico; ésta tiene un carácter bidireccional: cabe el diálogo, en tanto que la naturaleza de la comunicación pantomímica (de la pantomima) es unidireccional: el destinatario no responde al mensaje recibido, de no ser con muestras de aprobación y agrado, como la carcajada, la risa o la sonrisa; la comunicación lingüística, además, es muy rápida, porque lo es el vehículo que utiliza: la palabra y aun la frase, la cláusula o la oración, y el mensaje que lanza es de un volumen gigantesco, sin fronteras, y ello por vía literal, figurada, trópica y, en el terreno bíblico, también anagógica, la de sentido elevado.

    Vamos a centrar toda nuestra atención, con los ojos y con la mente, en el tema de sacer, primero, y en el tema sacer, y en los de sus derivados y compuestos, a continuación. Y ya estamos apuntando a un «significante» y a un «significado», respectivamente, en la terminología, o nomenclatura, saussiriana [1].

    El «significante» es lo directamente sensible [2]: visible, audible o tangible; el «significado» puede serlo sólo indirectamente: en la forma de expresión de la conciencia, en el reflejo de lo psíquico (del pensamiento y de los afectos). La forma del signo lingüístico es precisamente lo directamente sensible, la imagen verbal, que se archiva en el inconsciente, es la imagen gramatical, pero no cada fonema, es el «significante», no el «significado», pues éste, repito, se encuentra no directamente, sino a través de la imagen verbal revestida de forma, a través de la imagen gramatical del signo, a través de la forma verbal. Imaginémonos, a modo de comparación, ciertamente trivial, huevos de diferentes formas y tamaños. La cáscara calcárea, parte sensible, que se ve, oye o toca directamente, equivaldría al significante, según Saussure, o la expresión, en terminología de Hjelmslev [3], al plano cenemático (del gr. kenós, ‘vacío’), designación muy sugerente en la glosemática de este mismo autor [4]. La yema y clara, parte no directamente sensible, sino sólo indirectamente a través de la forma verbal, correspondería al «significado» de Saussure, al contenido de Hjelmslev, al plano pleremático (de pleres, ‘lleno’), de este mismo lingüista.

    Así pues, la función de signo lingüístico consta de dos funtivos (objeto que tiene función con otro u otros objetos [5]): el significante y el significado, la expresión y el contenido, el plano cenemático y el pleremático, denominaciones todas ellas, cualquiera de ellas, muy atinadas y elocuentes primo intuitu para indicar lo que expresan: las dos caras o aspectos, arbitrariamente unidos [6], del signo lingüístico. La relación entre los dos planos (expresión y contenido), tan estrecha e íntima que la presencia (Gegenwart) de uno implica la presencia del otro, la denomina Hjelmslev «solidaridad» [7], pero este lingüista no determina qué tipo de relación existe entre los dos funtivos. Lo señala Martinet: es una relación final: «l’expression est un moyen, le contenu une fin» [8].

    Advierte Trabant [9] que se otorga prioridad al estudio de la expresión, y ello por su carácter fenoménico, porque es lo exteriorizado, mientras que el «contenido» pertenece a la interioridad de la conciencia, a la subjetividad, y sólo se capta cuando se objetiva a través de la expresión [10]. En mi comunicación no dejaré de llamar la atención sobre el «significante» sacer y esto por dos razones, una objetiva: porque siendo el significante, o expresión, el medio de concienciación y el vehículo de transmisión de un mensaje que nos llega o que alcanza a otro u otros, no ha cesado ni cesará de estudiarse y de conocerse cada vez mejor, y me parece justo que los estudios del latín cristiano aprovechen los resultados de tanto esfuerzo por conocer los significantes y tenga en cuenta las conclusiones a donde tales investigaciones han llevado y pueden llevar, a las que, por lo demás, hay que reconocerlo, tanto ha contribuido este tipo de latín, el cristiano; y por razón subjetiva: el «contenido» de una «expresión», de un «significante», cuanto más valioso y amable resulta, tanto más estimable y atractivo se vuelve el término que lo expresa, la expresión, hasta el punto de poder ejercer cierto hechizo sobre uno. Pues bien, es éste uno de los motivos, el apreciativo y afectivo, por lo que voy a detenerme, siquiera sea durante escaso tiempo, a analizar el lexema sacer y algún miembro de su familia léxica; con todo, ahondaré más en el plano pleremático, me detendré a urgar, descubrir y precisar la significación, el «contenido» de este «significante» y de los relacionados con él.

    El primer cenema marginal de sacer fue, sin duda, en indoeuropeo el fricativo alveolar sordo, la s; a él debe corresponder la «aspiración» en griego de hagios, ‘santo’ [11] . El primer cenema central, la a, posiblemente, es el resultado de la vocalización de laringal, la H2; la presencia de este fonema explicaría la sonorización en griego de la velar sorda, kappa, en la velar sonora, gamma, en hagios; el segundo cenema marginal de sacer es la velar sorda, la «k», y ya tenemos el plerema central radical ide, o semantema [12], sak-

    El segundo cenema central, la e, es una vocal anaptítica, epentética, desarrollo de la semivocal líquida vibrante r, que en ide. iría seguida de o, constituyendo el sufijo -ro, sak-ro-. Este tercer cenema central, la o, entre r y s sería absorbido ya en latín por la r, muy sonora, dando lugar a sakors (la s es desinencia de nominativo); seguiría una asimilación progresiva: sakorr, y la simplificación de geminadas en final de palabra: sakor > sacer [13].

    Un monema, o unidad mínima dotada de significado [14], del lexema sacer es sac-. Sac- es el semantema, en cuanto forma fónica portadora de significado y el significado mismo; hace referencia, pues, al plano del significado, al pleremático.

    Utilizo el término lexema no en el sentido de la lingüística norteamericana de «raíz» o «tema» (que sería sak- > sac- o bien sa-, según veremos), sino en el de «palabra», que se busca en un léxico o diccionario (sacros > sacer = raíz sak + sufijo ro + desidencia s).

    La raíz y tema de sacer se encuentra ya en hitita (lengua de la rama ide. el anatolio), cuyos textos más antiguos remontan al s. XVII a. C., por más que no hayan sido descubiertos hasta el s. XIX d. C. e interpretados por Hrozný a partir de 1915. Aparece en la forma siguiente: saklai, ‘ceremonial’, ‘rito’ [15] (la l sustituye a la r en hitita en el grupo silábico oclusiva seguida de líquida vibrante más vocal).

    El lexema sakros se halla atestiguado en el Cipo del Foro: sakros esed [16] (= sacer erit) y en el adjetivo compuesto sacro-sanctus.

    El monema semantema sak- (o sek-, con e apofónica, como en sacro / consecro) se halla en muchos términos derivados y compuestos: la «derivación» combina un lexema con un morfema, formando un nuevo lexema, y la «composición» combina, une, varios lexemas, constituyendo un nuevo lexema (los lexemas se buscan en los léxicos o diccionarios y los morfemas en la morfología) [17].

    Sacer, ‘sagrado’ indica pertenencia a la esfera de lo divino o porque se trata de Dios mismo, como si digo «la sagrada Hostia», o por existir cierto tipo y grado de unión a Dios, como en el caso del «santo» o del «consagrado», o, en lo que se refiere a personas, por poseer una virtualidad unitiva del hombre a Dios, como la tiene cualquier «sacramento», o por ser receptáculo de algo sagrado, como «sagrario». «Profano», en cambio, es el antónimo: si pro- significa ‘delante’ y ‘fuera de’, y fanum, ‘templo’ [18], profano es lo que está fuera del lugar sagrado, lo que no es lugar sagrado; y si pasamos del sentido tropo-sinecdótico, a que nos lleva la etimología de profano, al sentido llano, al real, al literal que se halla en sacer, entendemos por «sagrado» lo que está en el ámbito de la divinidad, y por «profano» lo que está fuera de este ámbito. En consonancia con esto, el término compuesto execrare significa echar fuera del ámbito de la divinidad, y el adjetivo español «execrable» (execrabilis) con razón se mantiene en nuestra lengua muy cargado de negatividad, resulta altamente peyorativo; pero para quienes creían en la existencia de dioses infernales (dei inferi) y no sólo en dioses de arriba (dei superi), se consideraba sacer también al consagrado, en cierto modo, al unido a los dioses de abajo, por un crimen cometido, por lo que sin ser execrado, sin echarlo del ámbito de la divinidad, era tenido por maldito.

    En cuanto a que sacer connota cierta unión entre el hombre y Dios, lo expresa el Diccionario del Nuevo Testamento de León-Dufour al hablar de «contacto» de Dios «con la humanidad [...], a veces, con miras a un servicio determinado» [19].

Derivados de sacer

    En la derivación, determinados morfemas conducen al lexema base, a sacer, modificándolo, por veredas semánticas que agrada visitar y resultan instructivas:

    Sanctus, participio perfecto de sancio, además de la raíz (sak-), el sufijo (-to-) y la desinencia (-s), tiene un infijo, o interfijo, nasal (-n-). Por razón del semantema (sac-), que indica pertenencia al ámbito de la divinidad con cierta unión a ella, y el sufijo (-to-), que realiza en el objeto lo significado por aquél, «santo» es el ser humano «unido a Dios».

    En la lengua cristiana lo «sagrado» (lat. sacer, gr. hierós, heb. qadôsh) y lo «santo» (lat. sanctus, gr. hagios, heb. qadôsh) están destinados al servicio de Dios y substraídos, por ello, al uso profano, mas esto, por cierto grado de unión a Él, de modo que el destino a su servicio y la substracción del uso profano son consecuencias de tal unión y no viceversa, como es consecuencia el hecho de que en el ser humano la consagración conlleve ciertos deberes y que a lo sagrado y santo pueda tenerse cierto respeto religioso y aun temor reverencial [20]. A esta unión con Dios parece referirse el propio Jesús cuando nos dice: Si quis diligit me, sermonem meum seruabit, et Pater meus diliget eum, et ad eum ueniemus et mansionem apud eum faciemus [21], «si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él». La naturaleza de esta morada suya en la mujer y el hombre «santos», de verdadera unión, queda precisada en la parábola de la «vid verdadera» al compararla a la unión entre ésta y sus sarmientos [22]. El santo por excelencia es Dios: en Isaías [23] se lo denomina «el Santo de Israel», heb. Qadôsh Yisra’el = el Dios de Israel..

    Sacrarium: con un sufijo -arium < -asyo-? (-as- [ar, por rotacismo], acaso desinencia del genitivo arcaico de los temas en -a (< en H2 + -yo- > iu [la o final se cierra un grado por relajamiento de la atención], sufijo muy productivo de la flexión temática latina [24]). Cualquiera que sea el origen de -arium (sufijo que forma sustantivos inanimados), designa frecuentemente un recipiente de algo; en el caso de sacrarium, es lo destinado a contener a alguien o algo sagrado; por ejemplo, el «sagrario» de los templos reserva, guarda, unas partículas consagradas, ordinariamente depositadas en un copón, vaso sagrado, y, por extensión semántica, se aplica asimismo a personas vivas con inhabitatio Dei, la que, precisamente, justifica que se inciensen los cadáveres como parte del rito exequial religioso-católico.

    Sacramentum es un sustantivo derivado de sacer, con el sufijo de abstracto creado por la lengua latina -m-en-to-, secuencia sobre la base del sufijo ide. *-en-to y del latino propio de seres inanimados -men -minis [25], que, por tener como formante el sufijo -to, cumple en el objeto lo significado por el semantema (en este caso, por sac-), como se ve en sacra-tu-s, ‘consagrado’. La -a final de sacra- en sacra-mentum, como en sacra-rium, etc., debe de proceder de sacrare (< sakra-se).

    Por lo que respecta al contenido semántico de sacer en sacramentum, significa, según hemos visto, unión a la divinidad, y el sufijo, como acabamos de precisar, señala su cumplimiento en el objeto. Así pues, cuando, al principio, sacramentum era un término técnico jurídico que designaba el depósito en dinero que los litigantes hacían a los dioses, representados éstos por la persona del pontífice, ante quien lo dejaban como signo de buena fe y de la justicia de la propia causa (precisa Varrón que la cantidad era de quinientas monedas cada uno [26]), y finalizado el juicio con el veredicto, el vencedor llevaba su parte, mientras la del vencido engrosaba el erario, en este momento el dinero se hacía sagrado al unirse, de alguna manera, a la divinidad, a la justicia divina, que disponía de él, beneficiando al contendiente justo y puniendo al injusto.

    Tal vez porque este depósito fuese acompañado de «juramento» (iusiurandum), el hecho es que después sacramentum se hizo sinónimo de esta denominación en la lengua militar, en el sentido de juramento personal y voluntario, reservando la designación iusiurandum para el juramento colectivo e impuesto [27]. Pues bien, en la acepción de «juramento» también «sacra-» de «sacramento» une, en cierto modo, a la divinidad, a quien hace garante de promesas o sucesos.

    E igualmente los diversos contenidos semánticos de sacramentum en el N.T. [28] denotan que se trata de algo que une a la divinidad. Así, los siete sacramentos son signos meramente audibles (la penitencia y el matrimonio) o visibles, por razón de la materia, y audibles, a la vez, por la forma (los otros cinco sacramentos), que generan unión a Dios, o sea, gracia (lo invisible e inaudible), y es al estar unidos a Dios, cuando se participa de la vida divina: del conocimiento y amor con que Él se conoce y ama.

    Sacrare, consacrare, consecrare (los dos últimos términos, compuestos de cum y sacrare) son verbos de la conjugación de tema en a, seguido éste del morfema de infinitivo presente *-se > -re, por rotacismo. Todos los verbos de la familia léxica de *sak-ro- se han acuñado con tema en a, de fácil y cómoda flexión, como vemos en desacrare, execrare, obsecrare, sacrificare, sanctificare, etc. El preverbio con proviene del quom > com, con pérdida del apéndice labial al ir seguido éste, la u, de una vocal más abierta, la o, homorgánica, en hiato: primero se consonantiza y luego si pierde. La o que queda, o se ha mantenido con su timbre (com) o se cerró un grado (com > cum) abriéndose después (cum > com). Por su parte, la nasal labial pasó a dental, n (m > n), asimilándose a la s que la sigue, dental silbante.

    El significado de «consagrar» en cuanto a personas (y, seruatis seruandis, respecto de cosas) comporta el introducir en el ámbito de la divinidad con un grado de unión tal que pone a completa disposición de ella lo que uno es y puede.

    Sanctuarium, un sustantivo acuñado sobre el adjetivo sanctus que aglutina al sufijo -to, cuya vocal, la o, en hiato con la a que la sigue, se cerró un grado (-to- > -tu-), y cuyo significado es el de que se cumple en el objeto la noción expresada (la del semantema sac: la de introducir en el ámbito de la divinidad con cierta unión a ella, como vimos en sanctus); más otros dos sufijos, -as- y -yo- > -ariu-, que con la desinencia del género neutro -m > da -arium, con el paso de la o final de yo a u: -yo- > -yu- con el significado de -arium de recipiente o continente. Así, sanctuarium es un lugar que se halla en el ámbito de la divinidad con cierta unión a ella como recipiente de alguna imagen sagrada y de ritos sagrados y receptor de personas para santificarlas, para unirlas a Dios, con diferentes grados de unión (inicial o acrecentando la ya tenida).

    Sacellum < sacer-lo-m, en que -lo- es un sufijo diminutivo que se suelda a un tema en o/e: sacro > sacer; es, pues, un pequeño lugar sagrado, una capilla, receptáculo de la índole de sanctuarium.

    Sacristia, ‘sacristía’: tal vez proviene de un tema en -i: sacri-, atestiguado por el osc. sakrim, acus. sg., y el abl. sg. sakrid y el umb. sakre, nom. y acus. n. sg. [29], si no es adverbio; así, el nom. sg. masc. y fem. sería sacris al que se ha unido el sufijo -tia (< t-yH2), que añade al de femeninos abstractos en *-yH2 una t, tomada, quizás, por analogía, de sustantivos como inertia (sine arte), facetia (< facetus < facio), infitiae (< in y fateor). Muchos de los femeninos abstractos en -yH2, como advierte Monteil [30], han recibido un sentido concreto. Es éste el caso de sacristia. Semánticamente, me parece que se trata de un sacris locus, de un ‘lugar sagrado’, como prolongación de un templo o capilla (sacellum).

Sacer en composición

    La composición ha unido en abrazo indisoluble pares de lexemas:

    Sacerdos: <sH1kr(os)-dhoH1-t-s; en el acusativo, sacer-do-tem, la raíz trilítera, del segundo lexema, -do-, es -dhoH1- [31], que va seguida del alalargamiento t, último fonema del tema, y de la desinencia de acusativo -em < *-m. La raíz -do- significa ‘poner’, ‘colocar’, por lo que la palabra «sacerdote» designa, etimológicamente, el que pone, el que coloca las ofrendas (sobre el altar), y ¿por qué no?, el que pone lo sagrado en las manos de otro, a disposición de otro; y porque fe-c-i es de la misma raíz de -do- de sacerdotem, sólo que con vocalismo distinto < dheH1 [32], ‘poner’, ‘colocar’ y, por tanto, ‘hacer’, pues el hombre no crea sino que coloca, da forma distinta, transforma, así «sacerdote» puede traducirse también por «el que realiza actos sagrados», actos que introducen en el ámbito de la divinidad [33].

    De aquí concluyo que «sacerdote» es el que coloca en otros, pone a disposición de los demás, bienes sagrados, del ámbito divino, de nivel sobrenatural; no los da, pues no son suyos, los da Dios, el sacerdote más bien los pone en otros; esto es propiamente actuar in persona Christi, «con la persona de Cristo», expresión teológica relativamente moderna: Cristo y el sacerdote a la vez, realizan, por ejemplo, los sacramentos, pero en cuanto al efecto que cada uno produce, Cristo pone en quien lo recibe lo que es suyo, mientras que el sacerdote coloca en el receptor lo que es de Cristo, más bien, lo que es de Dios Padre [34], pero que lo ha dado a Cristo [35], para que, a su vez, éste lo dé, lo regale a los hombres, Él, sacerdote proprio iure, principal, unido a los sacerdotes por participación, Él, sacerdote invisible, unido a los sacerdotes visibles, que hacen posible que el que recibe los bienes, el beneficiario, sepa en qué momento se le conceden, por ejemplo, al ser absuelto sacramentalmente.

    Sacrilegus < sakro- (en que la o se sustituye por i como vocal de unión) y lego, ‘coger’, ‘apropiarse de’, ‘robar’; por tanto, ‘el que roba lo sagrado’; de ahí que se califica de ‘sacrílego’, con la correspondiente responsabilidad moral, por ejemplo, al que recibe en estado de pecado grave cualquier sacramento que requiera la obtención previa del perdón del mismo como disposición para recibirlo con provecho y sin inferir ofensa a su autor. Y al robar lo sagrado, un sacramento, destinado a unir a Dios, recibiéndolo indignamente, o, en otro sentido, unas hostias consagradas, sustrayéndolas, o llevándose del templo un objeto de alguna manera unido a la divinidad, como un cáliz cansagrado, con lo primero (el sacramento indebidamente recibido) se impide la unión efectiva por el obstáculo interpuesto en el receptor del sacramento: el sacramento en tal caso existe, pero no produce el efecto unitivo hasta que se remueva el obstáculo, el pecado, o incluso no existe en absoluto por defecto o falta de materia o de forma (de signo pleno) o de algún requisito esencial para recibirlo, como la libertad si lo recibe un adulto.

    Desacrare o desecrare, si semánticamente añade algo a sacrare por razón del preverbio, es cierto sentido de plenitud o de totalidad.

    Obsecrare se especificó para significar pedir in nomine Dei, con el nombre de Dios (in con valor instrumental) ante, con y por medio de Dios (nomen equivaliendo a ‘ser personal’), metiéndose en su ámbito y uniéndose a Él para pedir algo a alguien no solo, sino con el ser personal de Dios, asociándolo a la petición humana.

    Sacrosanctus, ‘sacrosanto’: dos lexemas, sacro y sanctus, uno, tal vez, en ablativo de punto de vista y el otro en nominativo, dan forma a un nuevo lexema, a un compuesto modificador, calificativo. Se trata semánticamente del que, en cuanto a su status dentro del ámbito de Dios, se encuentra unido a Él, aunque con diversos tipos y grados de unión, generalmente bastante intensa. Se predica el sacrosanctus de Sacra Scriptura, de Traditione, de disciplina (enseñanza) Christi, de corpore martyris (sin duda, por la unión tenida a la divinidad con la inhabitatio Dei en él (status gratiae) mientras vivía), de Israel, de populo Dei, de baptismo, de sacrificio et sacramento Eucharistiae, de mysteriis, etc. [36]

Ad modum conclusionis

    Dos lexemas me resultan especialmente amables, sacer y sanctus; el primero porque se denomina «sagrado» a lo que se halla en la esfera de la divinidad con algún tipo y grado de unión a ésta y el segundo, porque, en el latín cristiano, «santo», al menos referido a personas, consiste en esta unión de modo pleno (para Macrobio, sanctum es ‘todo lo que se considera algo de los dioses’, quidquid quod deorum habetur [37]), unión sólo superada (y distinta) por la hipostática, de dos seres, divino y humano, respectivamente, en una sola persona (hypóstasis), la que atribuye el cristianismo a Jesucristo: Dios y hombre unidos, y en cuanto persona, una sola, la del Verbum, la del Logos, o Idea, la del Filius Dei seu Patris. Por eso, me permitiré, no menos por razones afectivas que lingüísticas, no poner punto final sin evocar estos lexemas en algunos de los dialectos y lenguas en que tantos seres humanos ayer y hoy los han proferido oral o gráficamente o de ambos modos:

    1. En cuanto al sacer latino: el fal. sacru(m), el osc. sacoro, que parece femenino, sacra (o bien sacrum), el umb. sakra, sacras, y sakre (adverbio o nom. y ac. n) [38], el cel. irl. sacrail, el gr. hagios (la aspiración sobre la alfa, transcrita h, probablemente equivale a la s de sacer (y no a yod, otra posibilidad), y la gamma, velar sonora intervocálica, a la c, velar sorda; en las lenguas románicas tenemos el esp., gall. y port. sagrado, sacro, el rum. sacru, el cat. sagrat, sacre, el fr. sacré, el it. sacrato, sacro, etc.; incluso las lenguas germánicas, en concreto, el inglés, tiene el cultismo de sacer: sacred;

    2.  Por lo que respecta a sanctus: osc. saahtum, sanctum, umb. sahta, sahata, sanctam, pel. sato, sanctum [39] y el gr. hagios. Como podemos comprobar, el interfijo nasal es propio únicamente del latín, del que lo heredarán las lenguas románicas: esp., gall., port. e it. santo, cat. sant, a. rum. samtu, m. rum. sînt, prov. sanch; el inglés, lengua germánica, lo expresa saint; mientras que la velar sorda ide *-k-, que se aspiraba en osco y umbro y se perdió en peligno, como acabamos de ver, desaparece en las lenguas románicas.

La verdad es que nunca estimaremos y amaremos suficientemente las «expresiones», o «significantes», con sus «cenemas» (vocales y consonantes) y «sintagmas» (las sílabas), con sus «significados», o «contenidos», de los que aquéllas, las «expresiones», son portadoras, en una relación de medio a fin (como el hallarse en el ámbito de la divinidad, con mayor o menor unión a ella, en sacer), con sus «pleremas» (radicales y derivativos; estos, mediante morfemas: afijos, desinencias, alternancias, etc.), constituyendo, gracias a todo ello, centenares y aun millares de signos lingüísticos, que nos permiten y facilitan la comunicación, tan necesaria, el transmitir y el recibir ideas, deseos y voliciones, actividades psíquicas tan útiles para vivir y para avanzar. ¡Sirva de homenaje esta comunicación a tal capacidad, a Quien se deba y a cuantos velan por ella y la cuidan!

 

NOTAS:

[1] Cf. F. de Saussure, Cours de Linguistique génèrale, París, 1922, pág. 98 y sigs.: el signo lingüístico asocia un «significado», o concepto, con un «significante», imagen acústica o verbal; de esta terminología de Saussure (significante y significado) da cuenta J. Vendryes, Le Langage, París, 1921, pág. 78 y sigs.

[2] Cf. M. Hjelmslev, Principios de gramática general, Madrid, 1976, págs. 52-53 y 123-124.

[3] Cf. L. Hjelmslev, Prolegómenos a una teoría del lenguaje, Madrid, 1971, cáp. «Expresión y contenido», págs. 73-89.

[4] Cf. L. Hjelmslev, «The Sylable as a Structural Unit», en Proceedings of the Third International Congress of Phonetic Sciences (celebrado en Gante, 1938), Gante, 1939, pág. 273:«One of this planes, the plerematic plane, gives form to the content, the ontological substance; the other, the cenematic plane, forms the expression, the physical substance (sounds, writing, gestures, etc.)». «Cada plano, el cenemático y el pleremático, presta atención y estudia los distintos “glosemas” (las unidades menores de expresión): “constituyentes” y “exponentes”; los primeros, ya sean cenemas centrales (las vocales) o marginales (las consonantes), ya pleremas centrales (radicales) o marginales (derivativos); los segundos, tanto los prosodemas intensivos (los acentos) o extensivos (las modulaciones, o sintonemas), en el plano cenemático, o de la expresión, como los morfemas intensivos (los nominales: caso, comparación, género…) y los extensivos (los verbales: persona, voz, énfasis, aspecto…)». Esta terminología la compila J. Trabant, Semiología de la obra literaria. Glosemática y teoría de la literatura, Madrid, 1975, págs. 133-134, tomada de investigaciones de L. Hjelmslev, tales como los Prolegómenos y «Acent, intonation, quantité», Studi Baltici, 6, 1936-1937, págs. 1-57.

[5] Sobre la función y los funtivos, léase L. Hjelmslev, Prolegómenos, págs. 62.

[6] La arbitrariedad del signo lingüístico, de la unión entre el significante y el significado, antes que Saussure (en Cours, pág. 100), la dio a conocer Eugenio Coseriu,«L’arbitraire du signe. Zur Spätgeschichte eines aristotelischen Begriffes»,  Archiv für das Studium der neueren Sprachen und Literaturen, 204.2, 1967,  págs. 81-112.

[7] Cf. L. Hjelmslev, Prolegómenos, pág. 75; J. Trabant, op. cit., págs. 158-159.

[8] A. Martinet,«Au subjet des “Fondaments de la theorie lingüistique” de Louis Hjelmslev», BSLP, 42, 1942-1945, pág. 40.

[9] Cf. J. Trabant, op. cit., pág. 161.

[10] No me pasa desapercibida la opinión de los que propugnan que hay pensamiento puro, sin significantes; pero en este mundo, lo ordinario siempre será comunicarse por medio de «signos», dotados de los funtivos «significante» y «significado», y, concretamente, por medio de los «signos lingüísticos». Mas, si fuere realidad que quien ab ortu, desde su nacimiento, no tiene uso de los sentidos, pero sí de la inteligencia por carecer de lesión en la zona cerebral, neuronal donde se produce el pensamiento, o porque cabe que otra parte del cerebro la sustituya y que en tal caso se pudiera pensar sin conocer ningún «significante» ni tener que acuñarlo, yo me atrevería a interpretar el «ahora vemos en un espejo», nunc uidemus per speculum, mientras que en el estado de vida celestial veremos «cara a cara», facie ad faciem (1Co 13, 12), no sólo en el sentido de conocimiento de Dios, ahora indirecto, por inducción a partir de la perfección, orden y belleza de los seres que constituyen el universo, y directo en el estado de vida celestial, sino también, en este mundo, por lo regular, a partir de signos lingüísticos, dotados de un «significante» y un «significado», en tanto que en la otra vida, conociendo a Dios sin la mediación de «significantes», con el puro pensamiento, pues dejaría de existir el espejo, o «significante» (deus < *deywo-s, con caída de la w ante o, y de la y intervocálica y cierre de o final de palabra por relajamiento de la atención), en que se reflejaba en este mundo Dios, «significado», «contenido» infinito (también el «significante», éste y todo otro, es una maravilla de la creación).

[11] Acerca de hagios, véase P. Chantraine, Dictionnaire étymologique de la langue grecque. Histoire de mots, I, París, 21980, págs. 25-26, s. vv. hádsomai, hagios, agnós.

[12] Tomo aquí el término «semantema» en la acepción de «elemento de la palabra portador de la significación»: sac- en sacer, sacrarium, sanctus, etc.: cf. F. Lázaro Carreter, Diccionario de términos filológicos, Madrid, 31973, pág. 361, s. v. «semantema». En sanctus, si el interfijo (infijo) nasal latino era en ide. un sufijo, la raíz estaría constituida por sa- y no por sak-, con lo que tendríamos una raíz bilítera, lo cual se hallaría en conformidad con la teoría de E. Benveniste, Origines de la formation des noms en indo-européen, París, 1935, sobre todo, págs. 147-173, según la cual en los nombres se puede aislar una secuencia inicial trilítera (consonante + vocal + consonante), bilítera si se halla en grado cero, o reducido. Realmente, en el caso de que fuera verdadera la teoría de Benveniste, la raíz de sacer sería bilítera sH2- = sa-: cf. P. Monteil, Élements de phonétique et de morphologie du latin, Universidad de Dijon, 1974, págs. 124-130.

[13] Cf. P. Monteil, loc. cit.., págs. 102 y 150-151.

[14] Cf. F. Lázaro Carreter, op. cit.., pág. 282, s. v. «monema».

[15] Cf. J. Pokorny, Indogermanischen etymologisches Wörterbuch, I, Berna / Múnich, 1959, pág. 878, s. v. sak-.

[16] CIL I2 1; la inscripción con su estudio véase en A. Ernout, Recueil de Textes latins archaîques, París, 21973 , págs. 4-7, y en G. Dumézil,«A propos de l’inscription du Lapis Niger»,  Latomus, 29,   1970, págs. 1038-1045 (especialmente, 1041), y a esta inscripción sobre la Piedra Negra del Foro, de c. 500 años a. C., en cuanto al nominativo sacer < sakros, también se alude y analiza en P. Monteil, op. cit., págs. 159-160.

[17] Esta nomenclatura puede verse en F. Lázaro Carreter, op. cit., págs. 261 y 361, s. vv. «lexema» y «semantema», y en X. Ferro Ruibal et alii, De onte a oxe, Método de latín de , de BUP, Santiago de Compostela, 1984, págs. 285.

[18] Cf. A. Ernout-A. Meillet, Dictionnaire Étymologique de la Langue Latine, París, 41985, 586, s. v. sacer; X. Léon-Dufour, Diccionario del Nuevo Testamento, Madrid, 1977, pág. 389, s. v. «sagrado».

[19] X. Léon-Dufour, loc. cit.., pág. 390.

[20] Cf. H. Delehaye, Sanctus. Essai sur le culte des saints dans l’Antiquité, Bruselas, 1927, especialmente, págs. 24-50 y 232-261 (y, aún más en concreto, págs. 24 y 235).

[21] Jn 14, 23; cf., asimismo, Jn 4, 16.

[22] Cf. Jn 15, 1-10.

[23] Is 1, 4; 5, 19. 24; 41; 14. 16. 20; etc.: «Santo de Israel» es una expresión predilecta de Isaías para designar a Yahvéh.

[24] Cf. P. Monteil, op. cit., págs. 57-58.

[25] Cf. J. Perrot, Les dérivés latins en -men y -mentum, París, 1961.

[26] Cf. Varrón, De Lingua Latina, 5, 180; Festo, 467, 3; 468, 16   y sigs.

[27] Cf. Thesaurus Linguae Latinae, 22, 38, 2-5.

[28] Cf. A. Blaise, Dictionnaire latin-française des auteurs chrétiens, Tournhout (Bélgica), 1954, págs. 759-773, s. v. sacramentum.

[29] Cf. A. Ernout-A. Meillet, op.cit., pág. 586, s. v. sacer, -cra, -crum.

[30] Cf. P. Monteil, op.cit., pág. 167.

[31] Cf. P. Monteil, loc. cit.., pág. 63.

[32] Cf. P. Monteil, loc. cit., págs. 38 y 63.

[33] La vocal larga de la raíz fe- de feci es el resultado de la monoptongación del diptongo formado por la vocal e con el segundo elemento laringal H1, y -do- de sacerdotem supone la monoptongación de la vocal o con la laringal H1. En cambio, no sería exacto, desde el punto de vista etimológico, hacer provenir -do- de donum, pues no tienen la misma raíz: la de donum es *dhoH3, con distinta laringal, por más que la monoptongación obtenga el mismo resultado, do, en sacerdotem y en donum..

[34] Cf. Sant 1, 17.

[35] Cf. Mt 28, 18; Jn 3, 35; 5, 22. 26. 27; 10, 29.

[36] Cf. A. Blaise, op. cit., pág. 732, s. v. sacrosanctus. Una parte notable del léxico formado sobre la raíz de sacer se encuentra en Ch. Mohrmann, Études sur le latin des chrétiens, Roma, 1961-19794 vols., y en O. García de la Fuente, Introducción al Latín bíblico y cristiano, Madrid, 1990.

[37] Macr. II, 3, 2.

[38] Cf. J. Pokorny, op. cit..; A. Ernout-A. Meillet, op. cit.

[39] Cf. Pokorny, loc. cit. ; A. Ernout-Meillet, loc. cit.., pág. 586.