Cuestiones varias sobre los Carmina Pseudocyprianea

Josep M. Escolà Tuset

Universidad de Tarragona

 

    La primera vez que abordé los poemas que, bajo el epígrafe de Carmina, Hartel incluye en el apéndice de su edición de las obras del obispo Cipriano de Cartago [1], no podía sospechar la compleja problemática que se esconde tras ellos, dado que el origen y tradición de las seis composiciones son muy diversos y persisten las incógnitas respecto a la personalidad y cronología de sus respectivos autores. El hecho de preparar una edición crítica de cinco de estos poemas —el primero en el orden del apéndice quedará fuera de ella por las razones que acto seguido expondré— me ha permitido profundizar en su oscura y discutida historia, de la cual quiero presentar aquí brevemente el estado de la cuestión.

    El primero de los carmina, titulado Genesis, es, en realidad, un fragmento de 165 hexámetros de una composición mucho más larga, un Heptateuchos, cuya autor es identificado, hoy ya sin dudas al respecto, con Cipriano, poeta galo del siglo V. Hartel edita este fragmento, cuya transmisión arranca de la editio princeps de Guillermo Morel [2] del año 1560, ignorando que Martène y Durand [3], en el año 1733, habían añadido ya 1276 versos a partir de un manuscrito de Saint Germain-des-Prés. Será el cardenal Pitra [4] quien, en el año 1888, editará ya los más de cinco mil quinientos versos conservados correspondientes a esta obra gracias al hallazgo de tres nuevos manuscritos, dos de Santa Maria de Laon y el tercero del colegio de la Santa Trinidad de Cambridge. De ahí, pues, que este poema quede fuera del estudio y edición que estoy elaborando.

    Los dos poemas siguientes, Sodoma (166 hexámetros) y De Iona (105 hexámetros), son obra de un mismo poeta, autor anónimo que debió vivir a finales del siglo IV o quizás ya en el siglo V. Son ambos paráfrasis de conocidos pasajes bíblicos, identificados ya de entrada por el título, y, contrapuestos el uno con el otro, presentan un claro mensaje: Dios salva a los justos y a los injustos que se arrepienten, pero castiga a los que permanecen obstinados en su pecado, como sucede con los habitantes de Sodoma y Gomorra. Es precisamente esta contraposición lo que permite considerar la hipótesis de que el De Iona nos haya llegado incompleto, ya que termina con Jonás en el interior del cetáceo sin que se nos narre el regreso del profeta a Nínive y el posterior arrepentimiento de sus habitantes, actitud que se opondría a la de los moradores de las ciudades castigadas con el fuego devastador. A pesar de su evidente relación, la tradición manuscrita y editorial de los dos poemas no es ni mucho menos paralela, teniendo mayor difusión el Sodoma.

    El Carmen ad senatorem ex christiana religione ad idolorum seruitutem conuersum, ataca con ironía a un senador que había abandonado el cristianismo y practicaba el culto politeísta. Esta invectiva, «une sorte d’épître horatienne» con palabras de Jacques Fontaine [5], de 85 hexámetros, es situada en Roma a finales del siglo IV, época en que es especialmente intensa la pugna entre los seguidores de la doctrina cristiana y los practicantes del culto pagano. Jean-Michel Poinsotte [6] propone a Claudio Antonio, que fue cónsul el año 382, como autor de este poema así como también del Carmen ultimum, composición igualmente antipagana, relacionada con Paulino de Nola. Es una obra corta pero original por su tema y por los recursos estilísticos empleados, como el uso de sentencias cortas y antitéticas.

    El poema que la edición harteliana intitula De Pascha, formado por 69 hexámetros, alterna en manuscritos y ediciones con los títulos De cruce Domini y De ligno uitae, que son realmente más adecuados a su contenido. Su cronología es la menos precisa, pues las diferentes opiniones abarcan un arco desde la segunda mitad del siglo IV hasta la primera mitad del siglo VI. Su autor, también sin identificar, recurre a la metáfora del árbol de la vida, en referencia a la cruz de Cristo, y desarrolla un poema alegórico del nacimiento y expansión de la iglesia cristiana. Su editio princeps (año 1501) es la más antigua respecto a los otros poemas aquí comentados y es el que ha tenido mayor difusión, sin duda por el carácter simbólico de la cruz, fundamental en la religión cristiana. Así lo testifican los más de cuarenta manuscritos que lo incluyen, aunque muchos de ellos son bastante tardíos, concretamente, de la época del Renacimiento.

    La referencia a su destinatario, al cual Sandra Isetta [7], siguiendo la propuesta de Manitius, identifica como el poeta Flavio Félix que vivió en Cartago en la época del rey Trasamundo, permite precisar bastante aproximadamente la cronología (496-523) del último de los poemas, el Ad Flauium Felicem de resurrectione mortuorum, en otros lugares titulado De iudicio Domini. En sus 406 versos, con particularidades métricas y muchos de ellos con rima, el poeta, cuyo nombre desconocemos, comienza por la creación del mundo y la desobediencia de Adán y Eva ante el mandato divino, circunstancia que origina la aparición del mal en el mundo. A continuación, aborda el tema que da pie al título de la composición, es decir, la venida del juez supremo, la resurrección de los muertos y el juicio final, acto en el cual Dios premiará a los justos y castigará a los injustos.

    A partir de lo expuesto, puede comprobarse cuan accidental es la coincidencia de los seis carmina en el apéndice harteliano. Migne, en el segundo volumen de su Patrologia Latina, también los había editado conjuntamente, aunque, en este caso, como apéndice de la edición de las obras de Tertuliano. Veinte años más tarde de la edición de Hartel, Peiper editará, en el volumen 23 del mismo corpus de Viena, el Heptateuchos del poeta galo Cipriano y añadirá, bajo el epígrafe incerti auctoris, los poemas Sodoma, De Iona y Ad senatorem. Anteriormente, desde las ediciones del siglo XVI, aparecen alternativamente vinculados a las obras de Cipriano de Cartago y de Tertuliano. Resulta curioso comprobar cómo Jacques de Pamele incluye, en la edición de las obras del obispo cartaginense (Anvers 1568), los Genesis, Sodoma, De cruce Domini y Ad senatorem, y, unos años más tarde (París 1584), edita las Opera omnia de Tertuliano, incorporando en ellas tres de estos mismos poemas, porque su estilo le parece más cercano al del apologeta. En cambio, el poema De Pascha aparece más frecuentemente en las ediciones de Cipriano, mientras que el De iudicio Domini lo hace en las de Tertuliano. También sorprende que la tradición no haya reunido habitualmente los dos poemas Sodoma y De Iona, obra de un mismo autor. Es más, en la edición de Hurez [8], el primero es relacionado con Cipriano y el segundo con Tertuliano. De todas maneras, tampoco su tradición manuscrita camina a la par, dado que solamente dos manuscritos del siglo IX nos los transmiten conjuntamente, mientras que otros cuatro sólo incluyen el Sodoma y otros dos el De Iona. La coincidencia más amplia, por lo que al número de poemas respecta, es de tres: Sodoma, De Iona y Ad senatorem en el manuscrito Parisiensis latinus 2772. Otros dos, Ad senatorem y Ad Flauium Felicem de resurrectione mortuorum, coinciden en un manuscrito: Laudianus miscellaneus 451.

    A pesar de tan diferenciada historia, el denominador común de todos estos carmina es que participan de la finalidad proselitista e instructiva a la vez que motivó el nacimiento de la poesía cristiana en clara competencia con las composiciones de autores paganos. Esta poesía no vaciló en recurrir a la tradición viva de los poetas clásicos con el fin de poder calar más hondo en los posibles oyentes o lectores. Cada poeta bebe de la fuente que más le interesa según el género de su composición. Las paráfrasis bíblicas de los poemas Sodoma y De Iona se revisten de un ambiente épico con las numerosas reminiscencias de la Eneida virgiliana y, en menor grado, de las Metamorfosis de Ovidio. Los dos primeros versos del De Pascha (Est locus ex omni medius quem credimus orbe / Golgotha Iudaei patrio cognomine dicunt) [9] son ya una clara premonición de las continuas alusiones virgilianas que irán sucediéndose a lo largo de la exposición alegórica de los beneficios derivados de la cruz de Cristo, canalizados a través de la institución de la iglesia cristiana. El extenso poema dirigido Ad Flauium Felicem, de carácter muy descriptivo, se inspira continuamente en las obras del poeta mantuano, con especial atención a las Geórgicas cuando describe paisajes como el paraíso a donde irán los bienaventurados después del juicio final, locus amoenus al cual dedica sesenta versos (del 193 al 253), el primero de los cuales nos hace presente de nuevo el lugar común antes aludido: Est locus Aeoliis Domino dilectus in oris [10]. Aunque el carmen Ad senatorem presenta menos reminiscencias de los poetas clásicos, en los versos 59-61 cita literalmente a Maro poeta, concretamente Eneida 6.617-8, para ilustrar una de las numerosas sentencias antitéticas que contiene el poema cristiano.

    Esta breve exposición ha querido mostrar un material que encierra aún muchas incógnitas y que sigue llamando la atención de los estudiosos como demuestran los artículos y ediciones que, aunque de forma individualizada, tienen como objeto alguno de los poemas en cuestión. J. H.Waszink, en el año 1937, publicó una edición y estudio muy completo sobre el Carmen ad Flauium Felicem de resurrectione mortuorum [11]. El poema De Pascha fue objeto de una edición crítica, en el año 1976, a cargo de Angelo Roncoroni [12], el cual había colacionado nueve manuscritos no tenidos en cuenta hasta entonces. Posteriormente, en el 1989, Johannes Schwind edita también el texto de este mismo poema, conociendo ya 29 manuscritos, con traducción al alemán y comentarios [13]. En el año 1993, Luca Morisi lleva a cabo una edición crítica del Sodoma, con traducción al italiano y comentarios [14]. Marco Bertolini, en un artículo suyo aparecido en el año 1989 [15], anunciaba estar preparando una nueva edición del Sodoma, así como también del De Iona, pero no tengo ninguna constancia de su aparición. El poema más olvidado, por lo que a ediciones se refiere, parece que sigue siendo la invectiva Ad senatorem.

    Así pues, a la vista de un campo con tantos interrogantes y ante la ausencia de una nueva edición que abarque los cinco carmina, el objetivo de mi proyecto es proporcionar una edición crítica de los cinco poemas, aportando algunos manuscritos no colacionados hasta hoy, con traducción del texto al catalán, y precedida de una introducción en la cual se desarrollarán más ampliamente las cuestiones aquí solamente apuntadas.

 

NOTAS:

[1] Cipriano de Cartago, S. Thasci Caecilii Cypriani Opera (ed. de Hartel), CSEL,  3, 3, Viena, 1871.

[2] G. Morel, Cl. Marii Victoris oratoris Massiliensis, Aletheias..., Cypriani, Genesis et Sodoma..., París, 1560, págs. 126-132.

[3] Marténe y Durand, Veterum scriptorum et monumentorum historicorum, dogmaticorum, moralium, amplissima collectio, t. IX. París, 1733, pág.15-56.

[4] Pitra, Analecta nouissima Tusculana, II, 1888.

[5] J. Fontaine, Naissance de la poésie dans l’occident chrétien, París, 1981, pág. 216.

[6] En el artículo de J.-M. Poinsotte, «Le consul de 382 Fl. Claudius Antonius fut-il un auteur antipaïen?», RELLX, 1982, págs. 298-312.

[7] S. Isetta, «Carmen ad Flauium Felicem. Problemi di attribuzione e reminiscenze classiche», Vetera Christianorum, 20, 1983, págs. 111-140.

[8] Hurez (ed.), Poetae ecclesiastici latini, III, Cameraci, 1825.

[9] Cf. Eneida 1.530, 3.163 y 7.563.

[10] Cf. nota anterior.

[11] J. H. Waszink  (ed.), «Carmen ad Flauium felicem de resurrectione mortuorum» en Florilegium Patristicum, suppl. I, Bonnae, 1937.

[12] A. Roncoroni, «Ps.-Cipriano, De ligno crucis. Testo e osservazioni», Rivista di storia e letteratura religiosa, 1976, págs. 380-390.

[13] J. Schwind, «Das pseudocyprianische Carmen de Pascha seu de Ligno Crucis», en Ars et Ecclesia, Festschrift für Franz J. Ronig zum 60, Geburtsag, Trier, 1989.

[14] Ciprinano de Cartago, Versus de Sodoma, (introduzione, testo critico, traduzione e commento a cura di Luca Morisi), Bologna, 1993.

[15] M. Bertolini, «I mirabilia di Sodoma (Carmen de Sodoma 121-167)», Studi Classici e Orientali, 39, 1989, págs. 185-202.