Dos alusiones de Prudencio al cristianismo en Mauritania Tingitana

Enrique Gozalbes Cravioto

Universidad de Castilla-La Mancha

 

    La expansión del cristianismo en la provincia romana de la Mauritania Tingitana, que ocupó parte del actual Marruecos, es una cuestión que interesa para el estudio de los orígenes de la religión cristiana en Hispania. Como es bien sabido, el análisis de los textos religiosos hispanos, de las primeras prácticas litúrgicas, de la apelación a Cartago por parte de obispos hispanos en el siglo III, ha conducido a algunos investigadores actuales a formular la hipótesis de que el cristianismo hispano pudo haber tenido orígenes africanos [1].

    Pese a los datos apuntados, este problema histórico dista mucho de estar aclarado. Otros investigadores han mostrado su escepticismo ante este pretendido origen. Las influencias de la iglesia de Cartago, que tenía una importante fuerza en el mismo siglo III, no pueden argumentarse ya que se producen en otros lugares en la misma época. Las semejanzas litúrgicas no implican una dependencia directa, sino que son muestra del auge (incluso literario) del cristianismo de Cartago. Desde esta perspectiva histórica, la existencia de los influjos sería evidente, pero de ello no podría deducirse que el cristianismo hispano fuera de origen africano [2].

    Por otra parte, de ser cierto ese origen, sería lógico pensar que el paso del cristianismo a Hispania se hubiera producido desde el territorio más cercano, desde la Mauritania Tingitana, y que las primeras comunidades se hubieran establecido en la Bética. Pero los datos conocidos hasta el momento indican el carácter más pobre, atrasado y tardío que tuvo el cristianismo de la Tingitana en relación con el hispano [3]. Pese a todo, dada la esencia relativa y subjetiva de los argumentos aportados, el debate histórico continua en pie. Precisamente por esta razón, todas las aportaciones acerca del cristianismo en la Tingitana resultan interesantes para incorporar documentos a la cuestión que hemos apuntado [4].

    Uno de los pocos escritores antiguos que mencionan que el cristianismo había llegado a la Tingitana es Prudencio. Este poeta fue natural de la Hispania Tarraconense, con mucha verosimilitud de la Calagurris romana. Los datos acerca de su vida los conocemos debido a que él mismo los transmite en uno de sus escritos: la Praefatio. Autor de toda una serie de poemas de glorificación del cristianismo, pese a no pretender hacer Historia, constituye una fuente histórica de cierta importancia.

    Prudencio vivió a caballo entre el siglo IV y el V. Su época es la de un cristianismo que ha ocupado el poder, pero, también, que se ve acosado por la disidencia. El viejo paganismo romano estaba herido pero, en absoluto, muerto. En sus obras, Prudencio, personaje de gran cultura, intentaba demostrar el triunfo del cristianismo sobre todos sus enemigos. Sobre los hebreos porque los cristianos eran los verdaderos seguidores del pueblo escogido de Israel. Por esta razón, Prudencio valora de forma positiva al antiguo pueblo bíblico de Israel; sin embargo, mantiene una actitud mucho más dura con los judíos, que no creyeron en Cristo y tenían el corazón estúpido [5].

    Esa primacía del cristianismo era ya una realidad en los más diversos puntos de la Oikouméne. Este es el mensaje de muchas de sus obras, y mucho más en concreto de una de las últimas por él escritas: la Apotheosis. Por el occidente, el cristianismo se había impuesto en las zonas extremas, la tierra de los moros, y también la zona de Iberia, por donde se ponía el sol (v. 424).

    No puede extrañarnos esta visión de Prudencio acerca de que el cristianismo se había extendido hasta el extremo occidente, comprendiendo en el mismo Hispania y la Mauritania del Oeste. A comienzos del siglo III el cristiano africano Tertuliano ya se preguntaba, retoricamente, y contestaba: «¿En quién han creído todos los pueblos sino en Cristo, que ya ha venido, que impera en todas partes, pues en él han creído todas las gentes de los gétulos y los amplios confines moros, todos los límites de las Hispanias, todas las poblaciones de las Galias»[6].

    La alusión a la expansión del cristianismo por la Tingitana, que en esa época hacía más de un siglo que formaba parte de las Hispaniae [7], se inserta en ese contexto; se consideraban en crisis todas las religiones que eran particulares de cada lugar del mundo, lo que contrastaba con el apogeo del cristianismo. Este aspecto es el que no podemos olvidar en ningún momento, ya que marca el surgir en su obra de las distintas religiones antiguas. Se extiende (vv. 186 y sigs.) en una crítica a las religiones paganas [8]: en los templos, repletos de objetos religiosos, se adoraba a mostruos, pero esos siervos ya creían en la existencia de un Dios único como creador del Universo [9].

    En los vv. 433-434 de su «Apotheosis», tiene Prudencio la alusión al cristianismo del territorio africano más cercano a Hispania. Allí indica que antes existía una región sin fe alguna, la del Atlas de los moros, pero en este tiempo ya veía como los reyes cabelludos consagraban los altares a Cristo: Novit et Atlantis pridem plaga perfida mauri / dedere crinitos ad Christi altaria reges.

    El contexto parece bastante claro. Después, en el v. 443, afirma que en las Sirtes de Libia, Hammon ya no hablaba. Se trata de una evidente alusión al oráculo de Hammon, que gozó de enorme crédito durante muchos siglos. Y después (vv. 444-446), afirma Prudencio en el Capitolio de Roma la tristeza se apodera del ambiente, al ver a sus dioses reconocer la grandeza de Cristo. El viejo paganismo estaba siendo perseguido desde el Estado.

    En estas referencias, poéticas y en contexto hiperbólico, destacan los propios datos del tópico religioso que se aplica a cada pueblo. En este caso, se indica que el cristianismo había llegado ya hasta los límites extremos de la Mauritania. También el recorrido de zonas extremas del mundo, por el septentrión, se había iniciado por esa Iberia por donde se ponía el sol, y desde allí se recogían otros territorios: la Escitia, la Hircania, el Caúcaso, la zona de los Getas.

    La tierra de los moros se identifica, de forma directa, con la gran cadena montañosa del Atlas. Prudencio habla entonces de que toda esta región del Atlas de los moros, en el pasado, había carecido de fe. ¿Qué significado le damos a estas palabras? El estilo propagandístico hace difícil conceder un valor preciso a este tipo de afirmaciones. En teoría, podría indicar un retraso en la expansión del cristianismo, en una zona hasta hacía bien poco tiempo impía.

    Pero la alusión a los reyes con cabellera, que consagraban los altares a Cristo, sí nos parece más fácil de interpretar. Detrás de esta referencia se encierra la existencia de un culto a los reyes; en cierta forma divinizados. La cita de los cabellos largos, en el contexto antropológico, es una alusión al carácter bárbaro de estos pueblos. No es menos cierto que sabemos que los moros, naturales de la Tingitana, cuidaban mucho sus cabellos, que solían adornar [10].

    El segundo texto referido a la Mauritania Tingitana se encuentra en otra de las obras, el «Peristephanon». En este texto nos habla de una gran cantidad de mártires hispanos que, con su muerte, habían iluminado la vida del cristianismo [11]. Entre los hispanos se insertan algunos extrapeninsulares, como San Lorenzo en Roma o Quirino de la lejana Pannonia (entre otros). Cuando hable de San Cipriano, de Cartago, señalará el llanto de África por su hijo, y que su influencia no se había dejado sentir sólo en la tierra africana, hasta donde se ponía el sol, sino que había penetrado en las Hispanias, y entre los britanos y galos, en suma, dejaba sentada su presencia entre los más alejados de los iberos.

    En el capítulo IV, dedicado a los dieciocho mártires de Caesaraugusta, menciona brevemente la existencia de otros en diversas ciudades. Todas esas poblaciones son hispanas, excepto en dos casos. El primero de ellos es Cartago, nuevamente con la figura de Cipriano. El segundo, y curioso caso, es el de la ciudad de Tingi (Tánger), la capital de la Mauritania Tingitana, provincia romana que en esta época pertenecía a la diócesis de las Hispanias. Los versos de Prudencio sobre la ciudad africana son los siguientes:

Ingeret Tingis sua Cassianum

Festa Massulum monumenta regum

Qui cinis gentes domitas coegit

Ad iuga Christi (IV, 45-48).

    Prudencio no intenta establecer una lista general de los mártires del cristianismo, ni de sus ciudades de procedencia. El caso de Tánger, por tanto, es un ejemplo que por puro azar queda reflejado literariamente. La ciudad de Tingi existía desde época púnica, cuando menos desde el siglo III a. de C. Después esta urbe se convirtió en la capital del reino de Mauritania, bajo la dinastía de Bochus. Con la incorporación del territorio al Imperio romano, dio nombre a la provincia (Tingitana), de la que fue el puerto principal y, probablemente, la capital. En el Bajo Imperio indudablemente fue la capital de la provincia, reducida en tamaño, que se incorporó a la administración hispana. prudencio no cita al principal de los mártires tingitanos, el centurión Marcelo [12], que fue juzgado y ejecutado en Tingi en el año 298.

    San Cassiano fue un mártir auténtico, natural de la ciudad de Tingi. Así lo vemos en un documento antiguo, el Martiriologio Hieronimiano, elaborado en el siglo V. En el mismo se refleja que el nacimiento de Cassiano se había producido in Tingi [13]. En un manuscrito del siglo XIV se recogen las actas del martirio de Cassiano. Según las mismas, Cassiano era escriba y, en el juicio seguido contra Marcelo, arrojó sus útiles al suelo, proclamando su fe cristiana. Sin embargo, la crítica historiográfica no acepta la autenticidad de estas actas.

    Prudencio no informa de las circunstancias en las que se produjo el martirio de Cassiano. Pero, su hipotética relación con el de Marcelo, en el año 298, nos indica que nos hallamos ante la persecución realizada por Diocleciano. Sabemos por Eusebio de Cesarea que en la Mauritania se produjeron mártires. El obispo oriental se preguntaba: «¿Cómo, repito otra vez en este caso, puede uno enumerar la muchedumbre de mártires de cada provincia, sobre todo de África, Mauritania, Tebaida y Egipto?» [14]. Marcelo, documentado por sus actas de martirio, y Cassiano, documentado por Prudencio, son dos ejemplos de como afectó la persecución en la Mauritania Tingitana.

    Con respecto a los versos de Prudencio, ya el P. Delehaye destacó la escasa claridad que tiene el sentido de sus palabras. Las traducciones más usuales al castellano también reflejan unos sentidos muy dudosos, apelando a que Cassiano pertenecía a la estirpe de los reyes massylos, ya la existencia de unas gentes dominadas.

    Por el contrario, Jerome Carcopino propuso una traducción diferente para este confuso texto. De acuerdo con su traducción, la urbe de Tingi contrapuso el nacimiento de Cassiano a las fiestas que se conmemoraban en honor de los reyes massiles, y su martirio condujo a las gentes (tribus) a someterse al yugo de Cristo. En suma, el especialista francés en estudios clásicos señalaba:

    Prudence était donc fondé, en tout état de cause, à opposer le culte orthodoxe du saint martyr Cassien au culte idolâtre rendu par les berbères á leurs princes massyles. Et j ájoute quil y fut sans doute amené par la survivance même de tribus massyles et masaesyles dans la région de Tanger [15].

    Sin duda, el sentido global del texto de Prudencio es el que Carcopino señaló. Precisamente no referido a Tingi. Esta era una ciudad desarrollada, con amplias relaciones con todo el mundo romano y, particularmente, con la Bética. Se trataba de una ciudad fuertemente romanizada, siguiendo el modelo de las urbes costeras béticas con las que mantenía intensos contactos. La ciudad, por tanto, mantenía los cultos ciudadanos paganos, que sería con los que tendría que rivalizar el cristianism [16]. Por el contrario, una buena parte del territorio «oficial» de la provincia estaba ocupada por indígenas organizados en tribus y gentes.

    En la época de las dinastías indígenas sabemos que los africanos habían practicado el culto religioso a sus reyes. En especial, Iuba II se fabricó una genealogía real, para ennoblecer y divinizar sus orígenes. Lo curioso es que, pese a que tenemos muy pocos datos, al parecer la pervivencia del culto a los reyes o príncipes indígenas fue una realidad. Así lo indicaría la propia alusión de Prudencio [17].

    De una o de otra forma, la expansión del cristianismo tuvo una fuerte oposición en estos casos de religiones locales. Pero su propio carácter «extraoficial» hace que esta tensión y oposición no quede documentada. Justo cien años ante que Prudencio, el cristiano africano Tertuliano había dado muestras de que este hecho de producía. Según el escritor africano, en algunas provincias existían estas divinidades propias: Asiria adoraba a Astarté, Arabia a los Disares, Nórica a Beleno, Africa a Juno, y Mauritania a sus reyezuelos [18].

    Estas citas muestran la pervivencia de un culto religioso de las tribus indígenas, no enmarcadas en el modelo urbano de Roma, practicado respecto a sus reyes o príncipes. Tertuliano nos señala ese hecho religioso como característico de la Mauritania. En Prudencio, nuevamente las fiestas en honor de los reyes aparecen como principal elemento religioso. Aparentemente, este era el principal obstáculo para la expansión del cristianismo.

    Y, según refleja Prudencio, el sacrificio de Cassiano serviría para que esas tribus mauritanas adoptaran el cristianismo. De esta forma, sustituirían el culto de Cassiano en el lugar del que practicaban a sus reyes.

    Así pues, el sentido de este segundo texto de Prudencio, a grandes rasgos, es similar al del primero. En el visto en primer lugar, el punto geográfico de referencia es el Atlas de los moros ; en el segundo caso, es la ciudad de Tingi, y se incorpora a los númidas massylos. Pero, en ambos casos, se manifiesta lo mismo: el triunfo del cristianismo. y en ambos se refleja que ese triunfo se produce frente a los reyes indígenas del pasado, no respecto a los cultos del paganismo romano.

    ¿Pura literatura o explicación literaria de una realidad? Naturalmente, resulta imprescindible dar una respuesta que no sea controvertida. Pero, en todo caso, Prudencio refleja los tópicos al uso, tanto geográficos como culturales. Uno de esos tópicos era la existencia de cultos a sus príncipes o reyes por parte de tribus moras, lo cual constituía la religión principal en estos territorios. Por otra parte, la tópica pervivencia del culto a los reyes, en el medio indígena beréber, está también presente en otros escritores cristianos, como Tertuliano, Minucius Felix, San Cipriano o Lactancio [19]. En la visión apologética de Prudencio, la fuerza del cristianismo era tal que había podido derrotar a este enemigo religioso, el culto a los reyes, como también lo había hecho con todos los otros a lo largo de la Oikouméne.

 

NOTAS:

[1] M. C. Díaz y Díaz, «En torno a los orígenes del cristianismo en Hispania», en Las Raíces de España, Madrid, 1967, págs. 423-443; J. M. Blázquez, «Posible origen africano del cristianismo español», Archivo Español de Arqueología, 39, 1967, págs. 30-50 (= Imagen y mito, Madrid, 1977, págs. 467-494); J. M. Blázquez, «La carta 67 de Cipriano y el origen africano del cristianismo hispano», en Homenaje a P. Sainz Rodriguez, III, Madrid, 1986, págs. 93-102.

[2] M. Sotomayor, «Reflexión histórico-arqueológica sobre el supuesto origen africano del cristianismo hispano», en IX Symposium de Prehistòria i Arqueologia peninsular, Barcrlona, 1983, págs. 11-29; M. Sotomayor, «El cristianismo en la Tingitana, el Africa Proconsular y la Bética y sus relaciones mutuas», en Actas I Congreso Internacional El Estrecho de Gibraltar, I, Madrid, 1988, págs. 1069-1077.

[3] R. Thouvenot, «Les origines chrétiennes en Maurétanie Tingitane», Revue d’Etudes Anciennes, 71, 1969, págs. 354-378; E. Gozalbes, «El cristianismo en Mauritania Tingitana», Cuadernos de la Biblioteca Española de Tetuán, 23-24, 1981, págs. 279-309.

[4] Así podemos destacar el hallazgo de la importante basílica cristiana de Ceuta, de finales del siglo IV y comienzos del siglo V, época en la que el cristianismo estaba ya muy extendido. Sobre la misma, E. A. Fernández Sotelo, La basílica tardorromana de Ceuta, Ceuta, 1991.

[5] La cuestión de los judíos en Prudencio ha sido analizada por C. Vidal Manzanares, «Prudencio: los judíos en la obra de un padre hispano», Espacio, Tiempo y Forma, Historia Antigua, 6, 1993, págs. 529-542.

[6] Tertuliano: Adv. Iud. VII, 4-5. Véase. M. Sotomayor, La Iglesia en la España romana y visigoda, Madrid, 1979, pág. 41.

[7] J. Arce, El último siglo de la España romana, Madrid, 1982, págs. 284-409.

[8] La edición utilizada es la de Prudencio, Apothéosis Hamartigénie (ed. de M. Lavarenne) Les Belles Lettres, París, 1961.

[9] El Codex Theodosianus 16. 10. 5, recoge una ley del año 399, dirigida al vicario de las Diocesis de las Hispanias. En ella se prohibía el sacrificio a dioses paganos, pero se indicaba que los ornamentos de los edificios públicos debían de ser conservados. Parece clara la relación del escrito de Prudencio con estas situaciones.

[10] Strabón XVII, 3, 7.

[11] La edición utilizada es la de Prudencio, Le Livre des Couronnes. Dittochacon. Épilogue (ed. de M. Lavarenne) Les Belles Lettres, París, 1963.

[12] A. Fábrega Pau, Pasionario hispánico, I, Madrid / Barcelona, 1953, págs. 221-222.

[13] Martiriologium Hieronymianum (ed. de Rossi y Duchesne) Bruselas, 1894.

[14] Eusebio, H. E. VIII, 6, 10. Sobre esta persecución, véase entre otros, M. Sordi, Los cristianos y el Imperio Romano, Madrid, 1988, págs. 119 y sigs.

[15] J. Carcopino, Le Maroc Antique, París, 1943. La traducción de M. Lavarenne (pág. 65) tiene pequeños matices diferenciales: «Tanger, ausolée solemnel des rois massyliens, présentera les cendres de son enfant Cassien, qui soumit en foule les païens au joug de Christ».

[16] Sobre la ciudad antigua de Tingi, y algunos (escasos) vestigios cristianos en la misma, M. Ponsich, Recherches archéologiques á Tanger et dans sa région, París, 1970. Hasta el momento no se han identificado vestigios de ninguna basílica cristiana importante, siendo discutible la identificación de alguna pequeña iglesia; M. Euzennat, «Les edifices du culte chrétienne en Maurétanie Tingitane», Antiquités Africaines, 8, 1974, págs. 175-190.

[17] E. Gozalbes, «El culto indígena a los reyes en Mauritania Tingitana. Surgimiento y pervivencia», Memorias Historia Antigua, 5, 1981, págs. 153-164.

[18] Tertuliano, Apol. XXIV.

[19] Tertuliano, Apol., XXIV; Minucius Felix, Octav. XXI, 9; Cipriano, Quod ido. dei, II; Lactancio, Inst. Div. I, 15, 1.