Esbozo para un estudio de la traducción de la Scala Paradisi de Juan Clímaco elaborada por Fray Luis de Granada

Enrique Mallorquí Ruscalleda

Universidad Autónoma de Barcelona

 

A mis queridos padres, Ramón Mallorquí y Mª Carmen Ruscalleda, y hermanas, Núria y Carme, dedico todo mi esfuerzo.

    La Scala Paradisi de Juan Clímaco [1] (570-649) gozó en la Europa de los siglos XVI y XVII de un renovado interés. Si este período, en el que los intereses religiosos adquieren un peso principal en los argumentos de las relaciones internacionales, viene señalado por los desencuentros entre católicos y protestantes-calvinistas (pero también por una ortodoxia cada vez más implantada en el área de influencia de la Rusia zarista —la tercera Roma—), el texto de Juan Clímaco interesó a todos, sin excepción: fue reeditado en griego y en versión neogriega [2], base de algunas traducciones como la del monje Varlaam al rumano (ca. 1602-1613), al mismo tiempo que se prolongaban las reimpresiones de la versión latina más conocida (la del Camaldulense) [3] o se elaboraban nuevas [4], que también se reimprimieron incesantemente y fueron la base para la mayoría de versiones en las lenguas de occidente [5].

    El texto de Juan Clímaco y los motivos de su transmisión permanecen a la espera de un estudio detenido, partiendo de la exigencia de una edición crítica del original en su versión griega bizantina. Estamos ante el tema de la influencia de la literatura bizantina en la cultura occidental (y especialmente en la europea), tema que no siempre ha sido satisfactoriamente atendido. La Scala de Clímaco promueve la religiosidad típica del monaquismo bizantino del Hesicasmo (del griego hesiquia ‘quietud’), en una época que hay que relacionar con los movimientos iconoclastas del siglo VII. Escrito por instigación de un monje del cenobio de Raitu (Tebaida, Egipto), quizás llamado también Juan [6], Clímaco se propone describir los pasos (ascensión o scala) que el alma debe seguir en su trayectoria de encuentro con Dios. Basado en la interiorización espiritual (hesiquia) el libro describe en progresión las renuncias del mundo y el sometimiento al que hay que someter el cuerpo.

    El título Scala Paradisi estaría inspirado en la visión de Jacob que se lee en el Génesis (28, 10-12), según se deduce de la carta que le dirige el monje del cenobio de Raitu donde le pide un texto que sirva de guía espiritual. Dicha carta ha servido de introducción en las ediciones posteriores [7]. El texto de Clímaco sirvió de modelo para otros autores posteriores que adoptaron la idea de la escala espiritual, entre otros al cardenal Bellarmino en su De ascensione mentis in Deum [8], los cuales varían en el número de «peldaños» en sus respectivas Scalae. A este respecto, Raderus opina que los 30 capítulos de este título son debidos a la edad de Cristo al recibir el bautismo [9].

    El texto de Clímaco mantuvo el interés entre los monjes bizantinos en todo momento, y Clímaco estuvo en la nómina de autores favoritos para los ocupantes de las lavra y los cenobios orientales [10]. El famoso monte Athos, lugar de encuentros culturales y centro inagotale de traducciones, se hizo hesicasta a mediados del siglo X [11], quizás en el momento de su mayor esplendor. Esta tradición de origen monástico se desarrolló abundantemente en la Rusia ortodoxa, y hay que relacionarla con la Philocalia [12] y otros textos famosos [13] de la confesión del oriente europeo. En occidente, fue traducido al latín en el siglo XIII, volvió a ser traducido por Ambrosius Camaldulensis, uno de los latinos presentes en el Concilio de Ferrara-Florencia (1438-1439) [14], lugar de contacto entre católicos y ortodoxos, reunidos con el trasfondo histórico de la frustrada alianza de las dos Iglesias ante la amenaza turca.

    En España Fray Luis de Granada retoma la tradición climaquea (en su versión latina) que, como ya se ha comentado, ya existía anteriormente. Vareado por las tempestades de la Contrarreforma, también él sufre las sospechas que cayeron casi sistemáticamente sobre cualquier ilustrado europeo. Considerado tradicionalmente un catalizador indiscutible de la Contrarreforma [15], no han pasado desapercibidos al análisis de Bataillon [16] los tintes de erasmismo en la obra de Fray Luis: «[...] a Luis de Granada estaba reservado fundir de manera más decisiva la herencia de interioridad del erasmismo con muchas otras tradiciones antiguas o recientes». De lo cual se advierte una cierta polémica que debe concretarse no en el simple hecho de etiquetar a Fray Luis en una corriente u otra, sino algo más complejo: comprender que Fray Luis (como también algunos Iluminados) ejemplifica bien una espiritualidad dispuesta a ser reformada en favor de una mayor atención al sentimiento religioso en oposición al boato de la liturgia, de la gestualidad durante la celebración o de la exteriorización de la fe. Sin acritud contra Bataillon, es revisable la hipótesis de su omnipresente erasmismo, que también alcanza a Fray Luis: Reforma y Contrarreforma coinciden en una revisión de los modos de oración (uno de los ítems más famosos del propio Erasmo, del Erasmo católico). Ambos coinciden en pretender una correcta interiorización de la oración. Por este motivo, creemos que las indicaciones espirituales de Juan Clímaco interesan a unos y a otros: no hay que inventar la hesiquia o ‘tranquilidad espiritual’, sólo hay que reprenderla de la tradición patrística.

    El momento en el que Fray Luis de Granada decide trabajar con la Scala de Juan Clímaco es también significativo: sus obras Libro de la oración (1554) y Guía de pecadores (1556) habían sido incluidas en el Index de obras prohibidas por la Inquisición de Valladolid. A pesar de que pudo mantener una entrevista con el Inquisidor general Fernando de Valdés gracias a la mediación de la princesa doña Juana, de momento no le fue posible levantar la prohibición, incluso después de haber corregido o revisado algunos pasajes de la primera redacción. Retirado entonces a Lisboa, Fray Luis, «en vez de emperrarse en la defensa de la ortodoxia de sus libros, se puso a corregirlos o a rehacerlos. Mientras realizaba ese trabajo, acometió una faena literaria excepcional: la revisión y edición de la Escala espiritual de San Juan Clímaco. Era un buen sustituto del Libro de la Oración y de la Guía de pecadores, con la ventaja de que ningún censor podía tildarlo de «herético» y ningún inquisidor osaría vedarlo. La Escala espiritual brindaba un manjar místico más subido que el del Libro de la oración. Sobre todo en los capítulos postreros -los que tratan de la quietud (‘hsucía), de la bienaventurada tranquilidad (’apaqeía), de la oración (proseuch) y del ágape místico (’agáph [17].

    La doble intención de Fray Luis (su empresa de contestación a la Reforma —¿podríamos hablar de una reforma «desde dentro»? [18]— y su necesidad personal de salvar las sospechas de la Inquisición) obliga a una relectura de su traducción. Llegados a este punto, de nuevo echamos de menos la falta de ediciones críticas y modernas de la tradición climaquea, carencia que nos obliga a afirmar (e incluso a creer) con prudencia nuestras observaciones ante las fuentes.

    Desde la portada (Lisboa, Joannes Blavio impresor, año 1562) parece claro que Fray Luis no se ha limitado al mero hecho de la traducción del texto, como luego admite y explica en la introducción en la que se puede leer: «[...] añadiéronse unas breves anotaciones en los primeros cinco capítulos para la inteligencia de ellos». Efectivamente, en los cinco primero capítulos (gradus) se leen unas «anotaciones». Sin embargo, también hallamos una inanunciada «anotación sobre este capítulo XXIX», que no ocupa el final del mismo (como en los casos anteriores), sino el principio, a modo de introducción. Es el penúntimo escalón, titulado «Del cielo terrenal, que es la bienaventurada tranquilidad, y de la perfección y resurrección espiritual del ánima antes de la común resurrección», dedicado, pues, a la ’apaqeía o «tranquilidad espiritual».

    Este prólogo al capítulo XXIX es interpretado por nosotros como una aviso dirigido hacia otros Iluminados que hayan creído llegar alguna vez a su ascensión espiritual, por lo cual el lugar que ocupa es el debido, es decir, antes del grado final o capítulo XXX: «[...] y no piense el hombre que porque alguna vez llegue a tener alguna virtud o algún acto de virtud que en algo se parezca con éstas, que ya ha llegado a este felicísimo estado: porque una cosa es poseer todas o casi todas las virtudes con perpetuidad en este grado, otra es llegar alguna vez a tener alguna virtud semejante a éstas», y luego cita significativamente a Aristóteles, leído a través de Santo Tomás: «[...] pues dijo Aristóteles que alguna vez acaece que la vida del sabio parezca en momento tal cual es eternalmente la vida del primer principio» [19]. No necesariamente, pues, Fray Luis es una anti-iluminados, sino un maestro o formador para los mismos.

    Ahora bien, si Fray Luis puede incluir «anotaciones» en su traducción, ¿ha intervenido su pluma en la inclusión de glosas, aclaraciones o matices respecto al original que traducía? ¿acaso no es esperable una intervención de la mano de Fray Luis, es decir una actualización, sobre un texto del siglo VI, de origen bien diverso a la realidad que le envolvía? Rememoremos su doble intención a la hora de decidirse por esta tarea de traducción. Sirva para ello el mismo capítulo XXIX. Veremos, en conclusión, que la cuestión debe necesariamente quedar abierta a la espera, insistimos, de ediciones críticas que permitan resolver el problema que planteamos.

    En principio es fácil comprobar que de las versiones latinas que podía tener a mano, es el texto de Ambrosio Camaldulense el que utiliza, como él mismo indica en el prólogo:

Fr. Luis de Granada, Obras completas (ed. de Álvaro Huerga, Madrid, 1998), vol. XVIII  (Escala Espiritual, Capítulo y Escalón XXIX).

Ioannis Climaci Scala Paradisi, ex Ambrosio Camaldulensi monacho latina facta (Michaele Isseltii illustrata), Colonia, 1583, in officina Birkmannica [20].

Ioannis Climaci Scala Paradisi, (a Philippo Pincio impraessi), Mantua, 1518 (=París, 1511,  Johannis Parui - Francisci Regnault, eds.)

Veis aquí cómo nosotros, estando en un profundísimo lago de ignorancia y puestos en medio de las perturbaciones escuras y de la sombra de la muerte de este miserable cuerpo, con grande atrevimiento y osadía queremos comenzar a filosofar deste cielo terreno, que es de la bienaventurada tranquilidad. Ecce nos quoque in profundissimo ignorantiae lacu tenebrosisque perturbationibus et umbra mortis huius corporis constituti sumus, summa improbitate et audacia de terrestri coelo philosophari incipimus. Ecce nunc nos qui sumus in lacu profundissimae ignorantiae et in tenebris uiciorum et in umbra mortis corporis incipimus per audaciam altae loqui de celo terreno.
Este cielo que vemos, está hermoseado con estrellas... Habet firmamentum, habet stellarum pulchritudinem... Firmamentum habet stellas pro suo ornatu...

Sin embargo, pronto encontramos añadidos que no se hallan en las versiones latinas:

Otros hay que definen esta bienaventurada tranquilidad diciendo que es resurrección del ánima antes de la resurrección del cuerpo, dando a entender que no era otra cosa este estado sino un traslado y imitación de aquella pureza y vida de los bienaventurados en cuento, según la condición de esta mortalidad, es posible.

Quidam rursus beatam hanc tranquillitatem esse diffiniunt, animae resurrectionem ante resurrectionem corporis.

 

 

Quidam determinarunt impassibilitaem esse resurrectionem animae ante resurrectionem corporis.

Otros dicen que esta virtud es imperfecto... Alii perfectam... Alii dixerunt quod erat perfecta...

    La fórmula «dando a entender...» introduciría una glosa al texto que está traduciendo y pasaríamos así a escuchar la voz de Fray Luis comentando a Clímaco. En este sentido podemos hablar de una contaminatio de una versión anterior ¿a través de una versión castellana? Lo cierto es que los textos cotejados no nos resuelven la duda [21]. Otro pasaje, de entre los otros muchos que se podrían aducir, del texto del Camaldulense de que disponemos no explica, definitivamente, la traducción de Fray Luis:

Démonos priesa, pues, hermanos, y entendamos en el negocio de nuestra profesión: porque para esto estamos escritos en la nómina de nuestro celestial Emperador, para pelear en esta guerra. No nos excusemos con la carga de nuestro cuerpo, ni con la condición del tiempo, ni con ser tan deleznable nuestra naturaleza: pues todos los que fuimos lavados y reengendrados en el baptismo, recibimos poder para hacernos hijos de Dios. Desocupados, y mirad, y conoced, dice el Señor, que yo soy Dios, yo soy vuestra tranquilidad, y redempción de los vicios: al cual sea gloria en los siglos de los siglos. Amén.

Esta santa tranquilidad levanta de la tierra al espíritu humilde, y del estiércol de los vicios al pobre; y esta liberalización de los vicios es la limpieza del corazón. Mas la excelentísima y siempre venerable caridad los junta con los príncipes del pueblo del Señor y los asienta con los espíritus angélicos.

Videamus ergo fratres et festinemus ad hoc, nam in militiam coelestis imperatoris ascripti sumus,

 

 

 

quicunque enim per regenerationis lauacrum Dominum receperunt, dedit eis potestatem filios Dei fieri, dicens: Vacate et uidete et agnoscite, quoniam ego sum Deus, tranquillitasque et a uitiis redemptio. Ipsi gloria in secula seculorum, Amen.

Suscitat quidem a terra mentem inopem, atque a stercore uitiorum erigit paupere. Beata tranquillitas, quae uidelicet liberatio a uitiis cordisque munditia est; laudatissima uero semperque ueneranda charitas collocat eum principibus populi Domini et sedere cum spiritibus angelicis.

Intendamus ergo, fratres, ad hoc, quia tale habemus nomen

 

nec excusemus nos per aliquod peccatum quod fecerimus aut quia habemus breue termpus aut quia onus est magnum, quia Dominus omnibus qui recepreunt gratiam sancti baptismi dedit potestatem filios Dei fieri dicnes illis: Videte quo ego sum Deus impassibilis

 

 

 

suscitans de puluere

 

ut sedeat cum principibus angelis.

 

Et solium gloriae, id est, caritatem teneat. Ipsi gloriam in secula seculorum. Amen.

 

    A través de estos ejemplos podemos, por consiguiente, formular la hipótesis de que Fray Luis no se limita a una traducción del texto latino del Camaldulense de que disponía, sino que no deja de utilizar (y no sólo consultar) otras versiones que también existían anterior a la suya, fueran latinas o castellanas. Por tanto, se requiere para el futuro una labor de cotejo entre versiones, si se quiere precisar por un lado la calidad de la traducción de Fray Luis y por otro lado su punto de intervención, podríamos decir «ideológica», en el texto que presenta a los lectores.

    Con todo, y para terminar, no podemos pasar por alto la sensibilidad, erudición y técnica que Luis de Granada nos demuestra a la hora de traducir, ya que generalmente resuelve satisfactoriamente, a través de las diferentes alternativas que toma (glosas, correcciones, etc.), las exigencias y ambigüedades, casi siempre difíciles de resolver, que se le presentan a todo traductor.

 

BIBLIOGRAFÍA

Bataillon, M., Erasmo y España. Estudios sobre la historia espiritual del siglo XVI, FCE, Méjico / Madrid, 1966.

Cavallo, G. (ed.), El hombre bizantino (vers. esp. de P. Bádenas et al.), Alianza, Madrid, 1994.

Dictionnaire de Théologie catholique, IX , 1926,   s.v. Louis de Grenade (de Édouard d’Alençon).

Filocàlia (intr. de P. Deseille, trad. de M. Ambros et al.),  Facultat de Teologia de Catalunya, Fundació Enciclopèdia Catalana («Clàssics del Cristianisme», 50), Barcelona, 1994.

Huerga, A., Fray Luis de Granada, una vida al servicio de la Iglesia, BAC, Madrid, 1988.

Huerga, A., «Fray Luis de Granada entre mística, alumbrados e inquisición», en A. García del Moral et al. (eds.), Actas del congreso internacional Fray Luis de Granada: su obra y su tiempo, Universidad de Granada, 1993, págs. 289-306.

——, Fray Luis de Granada. Obras completas. «Traducciones: Imitación de Cristo, Escala espiritual, Perla preciocísima», XVIII,   Fundación Universitaria Española-Dominicos de Andalucía, Madrid, 1988, págs. 277-558.

Mango, C., La civiltà bizantina, La Terna («Collezione storica»), Roma / Bari, 1992.

Migne, J.P., Patrologia Graeca, LXXXVIII, Typographi Brepols Editores Pontificii, Turnholt, ¿1969?.

Moraru, M., «San Juan Clímaco y la Scala Paradisi en la literatura rumana», en P. Bádenas et al. (eds.), Epígeios ouranós. El cielo en la tierra. Estudios sobre el monasterio bizantino («Nueva Roma», 3), CSIC, Madrid, 1997, págs. 321-328.

Resina Rodrigues, M. I., Fray Luis de Granada y la literatura de espiritualidad en Portugal (1554-1632), Universidad Pontificia de Salamanca / Fundación Universitaria Española, Madrid, 1988.

Santidrián, P. R., Diccionario breve de pensadores cristianos, Pamplona, 1991.

 

NOTAS:

* Al profesor doctor Óscar Luis de la Cruz Palma (Universidad Autónoma de Barcelona) debo mi primer y más sincero agradecimiento. No sólo por sus sabios consejos y por su orientación bibliográfica, sino también por su irrecompensable ayuda y generosidad. Igualmente quiero agradecer a la profesoras Dra. Mª José Vega Ramos (Universidad Autónoma de Barcelona) y Carme Carbó Marro (Universidad Autónoma de Barcelona) las sugerencias que me hicieron a la primera versión de esta comunicación. A la investigadora Sonia Garza Merino (Universidad de Alcalá) expreso mi gratitud por el apoyo bibliográfico que tan amable y desinteresadamente me ha prestado en todo momento. A todos ellos muchísimas gracias. Sin embargo, cualquier error que permanezca es de mi única y exclusiva responsabilidad.

[1] Juan Clímaco también se conoce como Juan Escolástico, pero sendos nombres son apodos: el primero se debe al griego klîmax, ‘escalera’, de forma que su nombre sería algo así como «Juan el autor de la Escala»; el segundo apodo, más habitual en el mundo clásico, es de skolastikós,‘’intérprete, maestro’. En las fuentes latinas se dio el cruce Ioannis Scalasticus. Otras fuentes le llaman Juan Antistes (‘abad’, ‘principal’) o Antistes del monte Sinaí (Tebaida, Egipto), donde tenía su comunidad monástica. cf. Migne, PG. 88, cols. 590-592 y 611-612.

[2] M. Moraru (1997): «[...] como se ha demostrado, el texto rumano [de Varlaam] no es la traducción del texto eslavo medio anejo, sino una traducción de la versión neogriega de la Scala Paradisi, impresa poco antes en Venecia (1590) por Máximo Margunio», pág. 324; cf. Migne, PG. 88, cols. 581-582. El monje Varlaam fue el abanderado de la Contrarreforma en la zona de Transilvania, donde ya era frecuente la presencia de ediciones impulsadas por la Reforma calvinista.

[3] La versión latina más antigua es la del franciscano Angelus de Cingulo (1294), conocido como Clarenus. Hubo una segunda versión latina, más difundida a causa de la imprenta, de Ambrosius Camaldulensis, con las notas de Michael Isseltius, Venecia, 1531 y otros lugares. Ambas versiones son mencionadas por Fray Luis de Granada en los preliminares de su Escala Espiritual: «[...] de las cuales traslaciones, la una es antigua y muy escura y barbara, y la otra más nueva y muy elegante, hecha por un Ambrosio Camaldulense» (A. Huerga (1998), pág. 279). cf. Migne, PG. 88, cols. 613-624.

[4] Mattheus Raderus preparó una nueva traducción que vio la luz en París, 1633, que es la que trae Migne en su Patrologia Graeca, 88.

[5] La versión de Fray Luis de Granada apareció en Alcalá de Henares, 1564. Sin embargo, ya existían otras versiones anteriores, que el mismo Fray Luis rechaza en el prólogo de su traducción: «También ha sido trasladado en lengua toscana y castellana, y en ésta otras dos veces. De las cuales traslaciones la una es también antigua, y tan antigua, que apenas se entiende [impr. Toledo, 1504]. Su cotejo nos confirman las palabras de Fray Luis; y la otra es muy nueva [Valencia, 1553, trad. del maestro Bernardino], hecha por un aragonés o valenciano, la cual no es menos escura y difícil que la pasada» (A. Huerga (1998), pág. 279-280, cf. la nota a pie.)

[6] Migne, PG. 88, cols. 585-586.

[7] «Confiamos en el Señor que recibiremos en breve las letras esculpidas en estas tablas: con las cuales derechamente sean guiados los que sin error desean caminar, y con ellas nos hagáis una escalera que llegue hasta las puertas del cielo, la cual lleve sanos y salvos todos los que por ella quisieran subir», (A. Huerga, ed., (1998), pág. 295).

[8] Migne, PG. 88, cols. 591-592.

[9] Migne, PG. 88, cols. 595-596.

[10] La Vida de Juan Clímaco, que también se halla en los preliminares de la Escala, ha sido tradicionalmente atribuida a otro monje de la comunidad de Raitu, llamado Daniel. Esta tradición abunda en la idea de que Clímaco sería un autor conocido en los cenobios de monjes bizantinos. La actividad cultural de misma comunidad y el éxito de estas lecturas lo demuestra también, por ejemplo, la recopilación de su contemporáneo Juan Mosco, El Prado (trad. cast. de J. Simón Palmer), Madrid, 1999.

[11] P. R. Santidrián (1991), pág. 223.

[12] Impresa por primera vez en el s. XVIII, es una recopilación de textos espirituales de diversos padres de la Iglesia ortodoxa de entre los siglos IV al XIV. (trad. catalana de M. Ambros et al(1994), pág. 9): «L’obra de sant Joan Clímac, abat del Sinaí, no ha estat recollida en la Filocàlia, a causa de la seva extensió i perquè d’altra banda era prou accesible; tanmateix constitueix una veritable summa de la tradició hesicasta anterior»

[13] Estamos pensando en La vía del peregrino (1870, editado por Kazán en 1884), el relato popular de las vivencias religiosas de un campesino ruso anónimo (trad. española de A. Colodrón, Madrid, 1993).

[14] J. Gill, Il Concilio di Firenze, Florencia, 1967 (trad. del inglés por A. Orsi Battaglini = Cambridge Univ. Press. 11959).

[15] Cf. Dictionnaire de Théologie Catholique, IX, París, 1926, s. v. Louis de Grenade: «Il a d’abord été un des meilleurs ouviers de la croisade spirituelle contre le protestantisme et les Alumbrados. Ayant subi l’influence de l’humanisme [...] Louis de Grenade était armé pour lutter contre l’humanisme, le protestantisme et l’illuminisme» (pág.  958).

[16] M. Bataillon (1966), pág. 594.

[17] A. Huerga (1993), págs. 295-296.

[18] Compartimos la reflexión de A. Huerga (1993), pág.  291.

[19] Identificamos la referencia en Arist. Metafísica XII, 7 (1072b, 20-30): «Este carácter divino, al parecer, de la inteligencia se encuentra, por tanto, en el más alto grado de la inteligencia divina, y la contemplación es el goce supremo y la soberana felicidad. Si Dios goza eternamente de esta felicidad, que nosotros sólo conocemos por instantes, es digno de nuestra admiración, y más digno aun si su felicidad es mayor» (trad. de M. Candel, Madrid, 121988).

[20] Sabemos que se debía de utilizar una edición anterior a la fecha de la traducción de Fray Luis (1562). Sin embargo el ejercicio de comparación sólo sería intachable con ejemplares de todas las ediciones existentes del texto del Camaldulense.

[21] Sólo nos falta por cotejar la edición de Alcalá de 1553, que la hemos localizado en la Biblioteca Pública de Toledo. Existen otras dos ediciones castellanas anteriores a la de Luis de Granada; se trata de la de edición de Valencia (1553) realizada por el maestro Bernardino y la de Méjico (1536-1540), en versión de Fray Juan de Estrada. Sabemos que no hay ningún ejemplar de ellas en todo el territorio español.