Una consecuencia de la identificación cristianismo-latinidad: la conversión del rey suevo Requiario

Óscar Núñez García

Universidad de Vigo

 

    En un contexto marcado por la escasa repercusión que en el devenir de la Iglesia galaica ha tenido la introducción e implantación del pueblo suevo, la conversión de Requiario al catolicismo adquiere relevancia por suponer la primera toma de decisión activa en cuestiones religiosas de la que tenemos noticia por parte de la monarquía sueva.

    Según Hidacio, en el 448 muere Requila y le sucede su hijo Requiario, del que especifica que es católico, sin entrar en más detalles de una noticia que, a primera vista, debiera suponerse de gran calado. Las interpretaciones de esta nueva orientación de la monarquía sueva se dividen entre las que consideran que no sólo afectó a ésta, sino que el pueblo suevo en general se cristianizó igualmente, y los que defienden el carácter personal de una decisión que tendría una nula repercusión. Según el primer planteamiento sería de destacar la beneficiosa influencia de la Iglesia sobre un joven Requiario, cuyo ejemplo seguirían sus gentes según la famosa máxima cuius regio eius religio, llegándose a hablar de esta forma de la composición del «primer reino católico de Europa». La otra opción interpretativa se inclina por destacar el carácter personal de la conversión, sin que esto afectase a las creencias tradicionales de su pueblo y, por lo tanto, con una mínima influencia en el panorama religioso galaico. La prueba aducida es la oposición interna que se manifiesta ante la subida al poder de Requiario, que pudiera estar indicando la existencia de discordias por motivos religiosos en el entorno del rey [1].

    Si bien es correcto pensar en el carácter personal de la decisión de abrazar el cristianismo, no consideramos que una prueba de ello sea la división interna de la monarquía a causa del filopaganismo de un sector pretendidamente tradicionalista frente a la nueva tendencia emprendida por el sucesor. Bajo nuestro punto de vista la explicación de estas diferencias internas está al margen de la cuestión religiosa, tal y como parecen indicar varias consideraciones. La relación entre el catolicismo del monarca y la oposición a su toma de poder define un supuesto: el que la conversión se haya producido con anterioridad a su ascenso al trono, lo que para algunos reforzaría la sinceridad de sus motivos. Sin embargo ésta es una posibilidad contradictoria con los síntomas claros de falta de celo religioso propio de este pueblo, condición que no invita a pensar que la decisión de Requiario de pasarse al catolicismo fuese tomada aun a costa de provocar una división en el seno de la monarquía o, lo que es lo mismo, de poner en peligro su sucesión. Esto supondría una actitud de auténtico compromiso con la causa católica de la que no tenemos constancia por sus acciones posteriores, sin olvidar que sería totalmente contradictoria con la política expansiva que emprenderá inmediatamente y que requiere de una cohesión interna que él mismo pondría en peligro con su decisión de convertirse. Por ello parece más digna de consideración la otra posibilidad, la de que se haya convertido una vez declarado rey, pues hay suficientes indicios como para pensar en una decisión con clara intencionalidad política que adquiere pleno sentido si se considera tomada desde una posición de poder. En fin, el que Requiario se encontrase con una velada oposición en el seno de su familia pudo responder a variadas causas de tipo político, sin que su opción religiosa tuviera nada que ver en ello.

    Con respecto al alcance y proyección de esta nueva orientación de la monarquía, el análisis de las posibles motivaciones puede ser un elemento que nos permita vislumbrar su verdadera dimensión. El intento de acercamiento al pueblo galaico, cerrando un proceso de convivencia de muchos años, y buscando su adhesión para crear una calma interior, ha sido propuesto como un objetivo explicativo de la conversión del monarca. Aunque a primera vista parece una opción válida, no están tan claros los beneficios y las nuevas circunstancias que produciría este supuesto acercamiento frente a la situación anterior y, por lo tanto, el que ésta sea la motivación principal. La comparación entre el comportamiento suevo en la etapa de reyes paganos y en la etapa del rey católico realmente no ofrece diferencias apreciables, pues su actitud nunca ha estado predeterminada por el prejuicio religioso. El paganismo de los monarcas suevos no les ha impedido establecer relaciones con ambientes cristianos, como bien demuestra el caso de Hermerico, que envía al obispo Simposio con una embajada a la corte imperial, o que la intermediación de obispos haya posibilitado la paz entre galaicos y suevos. Visto en sentido contrario tampoco el cristianismo de Requiario le ha impedido casarse con la hija de un rey arriano o aliarse con los bagaudas que poco antes habían saqueado Tarazona y matado a su obispo León. Las relaciones armoniosas con el pueblo galaico-romano no dependieron de cuestiones religiosas, sino de acuerdos de paz que aseguraban cierta convivencia. Por lo tanto las creencias pasaban a un segundo plano y no parece tener sentido un cambio de este tipo para buscar una mejora de las relaciones con los galaicos que en muchos casos dependía de un cese de hostilidades por parte sueva.

    En cuanto al sector eclesiástico tampoco hay motivos para pensar que esta opción del rey cambiaría las circunstancias previas y abriría una nueva etapa en sus relaciones con los suevos. Si algo caracteriza a la Iglesia durante la presencia germana es la libertad de movimientos y la independencia en su acción. Un elemento a considerar es la concentración de poder en manos de los obispos, siendo buena prueba del control político e ideológico que ejercían sobre sus comunidades la expulsión de maniqueos de la ciudad de Astorga, o la del igualmente acusado de maniqueísmo Pascentio en Mérida. Tampoco tuvieron problemas para mantener relaciones con la máxima autoridad religiosa, el papa, o con Iglesias lejanas. Los beneficios que podría recibir la jerarquía eclesiástica de esta conversión no cambiarían una situación ya de por sí consolidada, mientras que desde el punto de vista suevo la decisión de su rey no tendría por qué suponerle una mejor relación con los poderes eclesiásticos. La amenaza que los obispos veían en los suevos venía dada por la violencia de éstos, su tendencia al saqueo, a romper los pactos con la población y por suponer la subversión del ordenamiento romano que era visto como legítimo por los obispos, que se consideraron sus herederos. Ninguna de estas distancias que separaban a suevos y obispos tenía nada que ver con su condición de paganos, por lo que un intento de acercamiento efectivo a ellos pasaría por otro tipo de medidas. Hay que recordar que el paganismo en estos momentos no es visto por la Iglesia como una amenaza o como un elemento tan distanciador como sí era la herejía, considerada una traición que ponía en peligro la unidad de la fe. Por todo ello no parece que el objetivo de la conversión de Requiario haya sido la búsqueda de una armonización con el pueblo galaico-romano y con los poderes establecidos que le permitiese centrarse en su campaña de expansión por las otras provincias peninsulares, pues no fue una medida suficiente como para estrechar lazos.

    La conversión de Requiario adquiere significado en el contexto de la política emprendida por éste y que llevará al reino suevo a su máxima cota de poder. Su ambicioso plan de expansión, que continúa la línea que ya había iniciado su padre, consigue someter bajo el poder suevo a gran parte de la península. No se debe confundir esto con un objetivo de unificación de Hispania, pues el único elemento de poder efectivo atribuible a los suevos fue el saqueo, al margen de cuya acción han quedado grandes áreas de la península. Sin embargo, sí es cierto que bajo Requiario el reino suevo llega a un periodo de cierta madurez, con un conocimiento de la realidad geopolítica de la península y un proyecto desplegado a tal efecto. Así, si su padre había ceñido sus campañas a la Lusitania y Bética, él las continuará por la Cartaginense, la Tarraconense y el Norte peninsular, desarrollando además una actividad diplomática y de establecimiento de alianzas, como su boda con la hija de Teodomiro o su alianza con los bagaudas en la Tarraconense, al tiempo que numerosos contactos lo relacionan con el gobierno imperial, que ve cómo los suevos se internan en las provincias que se encontraban bajo su autoridad.

    En el seno de esta política ambiciosa que lo convierte en el poder de referencia dentro de Hispania es donde puede tener cierto sentido su paso al catolicismo. Para entender su verdadera motivación sería interesante establecer una relación con otra de las decisiones destacadas de su reinado como es la referente a la emisión de moneda, destacándose como el primer rey suevo del que se tiene constancia una acuñación propia. Se trata de monedas de plata (silicuas) que responden a modelos romanos, manteniendo incluso el nombre y la imagen de Honorio, aunque presenta la leyenda IVSSV RECHIARI REGES. Aparte de la capacidad de asimilación de las formas romanas, propias por otra parte de los pueblos bárbaros, lo que se está manifestando a través de estas acuñaciones es un mensaje político que se ha identificado con el deseo de presentarse como heredero legítimo del poder romano y de vincularse con éste [2]. Pues bien, su paso al cristianismo pudo haber tenido un idéntico sentido, de tal forma que estaríamos ante dos manifestaciones de un mismo proyecto político que adquiere el significado de un programa ideológico, pretendiendo caracterizar a la monarquía sueva como continuadora del poder romano [3]. Sería una decisión totalmente acorde con las circunstancias que rodean a este pueblo, especialmente con la fase de consolidación alcanzada por la monarquía que le obliga a definirse y dotarse de legitimidad frente a los poderes externos, pero también frente a los internos. Se está asumiendo el cristianismo en cuanto elemento perteneciente al bagaje cultural romano y como su atributo externo más característico, descartando la influencia del entorno católico y de su acción proselitista. El sentido político, y más específicamente el de definición ideológica de una monarquía que desea vincularse con la tradición romana, parece la verdadera dimensión de este episodio, cuyo trasfondo viene determinado por el profundo grado de identificación alcanzado entre el cristianismo y la tradición latina. De ello se derivan dos conclusiones: es una opción asumida desde el ejercicio del gobierno y, por otra parte, se descarta una cristianización del pueblo suevo, hecho un tanto difícil en todo caso, pues la muerte de Requiario a manos de los visigodos supuso el fin de este proyecto.

 

NOTAS:

[1] A. Tranoy, Hidace. Chronique, II, París, 1974, pág. 86.

[2] D. M. Metcalf, «The coinage of the first and second suevic kingdoms: from romanitas to latinization», en Galicia: da romanidade á xermanización. Actas do encontro científico en homenaxe a F. Bouza brey (1901-1973), Santiago, 1992, pág. 357.

[3] Puede ser significativo a este respecto que el suevo haya sido el único pueblo germano instalado en la península con un aparente beneplácito imperial, pues es ajeno a las luchas que los visigodos emprendieron contra los pueblos vecinos «Romani nominis causa», además de ser respetado por la acción del comite Hispaniarum Asterio, quien expulsó en el 420 a los vándalos que en esos momentos bloqueaban a los suevos. Sólo la superación de este espacio original causa las embajadas imperiales y la acción creciente contra el expansionismo suevo.