Elementos cristianos en las silvas de Juan de Vilches

Gema Senés Rodríguez

Universidad de Málaga

 

    El presente trabajo pretende constatar de cerca la influencia de la tradición cristiana en el De Variis Lusibus Sylua (1544) [1] del humanista malagueño Juan de Vilches. Para ello, señalamos y ordenamos los componentes cristianos extraídos del mencionado texto, al tiempo que mostramos un esbozo general de la llamativa fusión de estos moldes cristianos con aquellos otros propios de la Antigüedad clásica. Fusión que contiene una realidad sin duda familiar a quienes, de un modo u otro, se hayan aproximado a la literatura neolatina, y que nos revela parte de ese modus operandi de los humanistas [2].

    Antes de iniciar nuestro estudio, creemos conveniente dar a conocer o recordar algunos aspectos globales sobre la temática de la obra poética que nos disponemos a tratar. Bajo el término de syluae, el poeta agrupa poemas de circunstancias muy variadas. La mayoría de ellas nacen de los elogios que el humanista dedica a las actividades literarias de sus amigos, o bien ensalzan con elevado tono encomiástico las hazañas de los ilustres apellidos de su época. Un lugar significativo alcanzan las composiciones que de un modo más intimista nos descubren los quehaceres cotidianos y la realidad circundante del poeta. Además, dentro de este variopinto corpus hallamos un grupo de himnos religiosos que, si bien parece no encajar plenamente en el espíritu humanístico, no queda del todo relegado en su momento, y sí responde a la prolongada tradición de poesía religiosa desarrollada dentro del género de la himnodia medieval, vigente aún en las producciones literarias del humanismo [3].

    Una lectura detenida de esta obra nos comunica de inmediato la presencia de un aquilatado conocimiento de las fuentes literarias clásicas y de los autores cristianos. El resultado es una poesía en donde los clásicos afloran en continuo renacer y conviven abiertamente con elementos específicos de la tradición cristiana.

    Como ya advierte Paul Oskar Kristeller [4], en un brillante ensayo dedicado a la cuestión de «Paganismo y cristianismo» en el Renacimiento, el humanismo fue un movimiento de orientación esencialmente literaria e intelectual, lejos de un origen religioso o de interpretarse como un movimiento enfrentado a ciertas tendencias del medievo. De tal modo, para él la inclinación de los humanistas a hablar de dioses y héroes paganos aparece justificada por ese intento tan peculiar del humanismo de lograr una síntesis entre los elementos antiguos y cristianos. Síntesis que de alguna manera tenía ya sus raíces en los propios Padres de la Iglesia [5] (Arnobio, Cipriano, Lactancio, Ambrosio, Jerónimo...).

    Tras este breve preámbulo, vamos a entrar ya en la materia que es objeto de nuestro análisis y extraeremos del texto las partes necesarias para ilustrar el presente estudio. Ofrecemos en cada momento sólo los ejemplos más representativos para evitar una prolongada enumeración que sobrepasaría los límites de este trabajo.

    En primer lugar, prestamos nuestra atención a aquellos sugerentes pasajes que nos testimonian la hábil conjunción de referencias cristianas fundidas con componentes clásicos.

    Un buen ejemplo de esta simbiosis son los versos en que se aplican términos de la mitología clásica a ideas o expresiones cristianas. Así, en distintos poemas apreciamos que los manes, el Orco, los campos Elíseos, el Olimpo o los reinos de Júpiter vienen a recubrir vocablos cristianos como alma, infierno, paraíso, cielo o el reino de Dios y los Santos:

    S. 18, 5-6: [...] uxor Olympi / agmina in auxilium quae tibi mittat habet / [6].

    S. 59, 28-29: ut tibi acceptam ueniam feramus/ culmine Olympi / [7].

    En una digresión sobre los males que experimenta el que ambiciona riquezas se alude al Orco con el valor de Infierno:

    S. 70, 23-24: Currere conductum per nota pericla uel furentis/ uel est saluti praeferentis Orcum / [8].

    Pero, junto a los nombres clásicos asoman también los cristianos; en efecto, hallamos completamente integrados los ruegos a Cristo y a su Madre con los campos Elíseos y el reino de los santos:

    S. 1, 76 y sigs. : [...] cuius, dum uixero, manes / Elysios campos et regna beata piorum / possideant, Christumque Deum Matremque precabor / [9].

    Más sorprendente resultan los versos que siguen, en donde el término paradisus, propio del léxico cristiano, traspasa las barreras convencionales y entra en contacto con el término pagano Elysius:

    S. 34, 5-6: Incubuere uiri docti quibus artibus omnes, / Elysius laetos quos paradisus habet / [10] .

    Igualmente llamativo nos parece aquel pasaje de sentido propiamente cristiano revestido con términos mitológicos en que el reino dichoso de Júpiter sustituye al reino de Dios, en concordancia con la alusión a Lete infernal. Además, aquí se aplica la iunctura, muy difundida entre los autores cristianos, de regna beata [11], que contribuye a definir y perfilar más el significado cristiano de la expresión clásica:

    S. 56, 11-12: Infernae nunquam bibit hic obliuia Lethes, / durat et ad summi regna beata Iouis/ [12].

    De un modo similar queda manifiesta la fusión entre el Olympus y el cielo cristiano:

    S. 70, 25 y sigs. : [...] qui [...] opes Olympi / contemnit [...] / [...] uirtuti posponite cunta, nanque coelum / bonis uiris est praemium Deusque / [13].

    En otras ocasiones son las deidades clásicas las que intervienen junto a Dios, los ángeles o la Virgen, envueltos bajo una fraseología ampliamente extendida en el léxico cristiano. Así, se solicita la asistencia de vientos favorables y la fuerza de Marte, y la ayuda de un ángel del cielo:

    S. 8, 5-8: Aeolus uentos ratibus ministret, / suggerat uires animumque Mauors. / Immo ab excelsis ueniens retundat / angelus hostem [14].

    La invocación O pater orbis (S. 68, 3-4) que inicia numerosos poemas de autores cristianos (Ambrosio, Paul. Nola, Beda...) la encontramos junto a las furias y el Orco. Una conjunción similar se da en S. 35, 19 y sigs., entre sanctum Deum y el juez severo del Orco. En este mismo nivel, la gracia de Cristo y Minerva aparecen como dispensadores de las cualidades humanas:

    S. 9, 41-42: Cui uarias inter quas Christi gratia dotes / et natura dedit foelix et docta Minerua / ingenium [...] et patiens et mite dedit [...] / [15].

    En ocasiones, los términos paganos quedan claramente enfrentados a las referencias cristianas. Vemos cómo opone el templo de la diosa Diana al de la Virgen Inmaculada, o cómo el mito de Prometeo le sirve de contrapunto al aludir a la creación del hombre por Dios:

    S. 22, 25-28: Surgit excellens media urbe templum,/ cedet huic aedes Ephesae Dianae, / Virgini nanque est domus haec dicata / Immaculatae / [16].

    S. 26, 5-6: (hominem) Non quem fama refert formasse Promethea, sed quem / ille sui similem prodidit ore Deus / [17].

    Otras veces, se integra una referencia bíblica en la enumeración de mitos o personajes clásicos que ejemplifican, a modo de arquetipos, parámetros universales del comportamiento humano. En este sentido, el castigo mítico de las Danaides o el de Tántalo apoyan el desarrollo del castigo consecuente de la parábola de los Talentos (Mat. 25, 14-30), modelos de castigos famosos tomados de distintas tradiciones:

    S. 47, 5 y sigs.: Rettulit et domino qui nullo foenore nummum, / poenas tenebrarum luit. / [...] te spectent, caueas [...] Belides; / uel [...] qui [...] aquas propinquus percupit [18].

    Para la descripción del pasaje bíblico de la resurrección de Lázaro (S. 59, 33-48) se recurre a Libitina —divinidad romana encargada del cuidado de los muertos— al nigra Tartara, y se compara a Lázaro con Hipólito resucitado (bajo el nombre de Virbius). El dulce nombre de Jesús se asemeja a los panales de Hibla o al néctar de los dioses (S. 61, 16). Las lágrimas de María Magdalena vienen enunciadas en términos de Virgilio: lachrymas ciebas [...] singultus, gemitusque [...] (S. 59, 58-59); incluso su amor es definido al estilo de los elegìacos como ignis (S. 59, 61), y sus fuerzas son las de un gigante (S. 59, 70). En la propia resurrección de Cristo (S. 59, 105-108), es la corte celestial del Olimpo la que le recibe, y funde la expresión, presente en algunos autores cristianos, uiuere uitam [19] con domini Deorum (S. 59, 83-84: uidi Dominum Deorum / uiuere uitam). Y la invocación a la Musa y a Minerva encabeza un himno dirigido a Jesucristo (S. 61, 1-2).

    Otro testimonio es el pasaje en que todo un despliegue de mitos y personajes clásicos sirven de escenario a la presentación de una celebración litúrgica (S. 36, 1 y sigs.). Aquí el copero Ganimedes, los cantos de las Sirenas, los de Orfeo, Anfión o el ruiseñor envuelven los sentimientos del poeta ante el dorado cáliz:

    S. 36, 11-12: [...] ubi iuncta propinat / gaudia cum lachrymis aureus ille calix / [20].

    En esta amplia amalgama de elementos clásicos y cristianos que tejen la red poética de las Silvas, hallamos, además, continuas referencias al destino del hombre presentadas bajo imágenes paganas. Así, con frecuencia la Parca favorable (S. 28, 21: Parca dextera), los buenos augurios (S. 31,1: bonis auibus), los alegres auspicios (S. 41, 17: auspiciis foelicibus), o los crueles hados (S. 16, 57: crudelia fata) aparecen como responsables de las dichas o desventuras humanas. También en esta circunstancia estos vocablos suelen ir acompañados de cláusulas cristianas: las plegarias imploradas al Dios clemente van seguidas inmediatamente de otro ruego dirigido a los felices hados y al santo cielo. Y del mismo modo, es usual contrarrestar la crueldad del destino a la bondad de los reinos de Dios.

    S. 7, 14 y sigs.: admittit clemens si mea uota Deus. / Uade [...] foelicibus utere fatis, / aspirent uotis numina sancta tuis. /; S. 16, 57-58: [...] si nobis crudelia fata negarunt [...] in superis det tibi regna Deus; S. 44, 2 y sigs.: inuidere mihi fata liuida [...] / det tibi cum superis uiuere Deus [21].

    En otros versos el poeta combina la divinidad cristiana incluso con el influjo benévolo de una estrella, de los hilos venturosos de las Parcas, o el horóscopo y genio favorables:

    S. 9, 50: [...] reor natale tuum illustrasse benignum / sydus, et influxu clementi emisse sub auras [...] / ducere lanificas foelicia fila sorores / [...] cuncta Deus qui prouidet atque gubernat / S. 24, 14: sydus bonum Deusque donant; S. 25, 36 y sigs: si Deus id sineret [...] horoscope eodem / aut genio genitos nos quia Parca tulit [22].

    Por otra parte, no faltan las ocasiones en que trae a la memoria las resonancias de la apologética contra el paganismo. Pero, como señala el Prof. Talavera [23], estas imágenes hallan más su explicación en el interés de los humanistas por los vestigios arqueológicos que en cualquier inquietud contra doctrinas paganas. De ahí, que el recuerdo de silenciosas murallas, de columnas y mármoles laureados desplieguen sus decadentes sombras sobre los límpidos y renovados versos del poeta que busca siempre el resurgir de aquella vieja Roma:

    S. 2, 29-30: moenibus et arce / antigua; S. 4, 65-66: His translata locis Romano more colossos / quae tulerint titulis marmora secta uides, / [...] sepulchra [...] sarcophagos [...] monumenta [24].

    De los ejemplos presentados, entendemos que la presencia de las evocaciones y calcos clásicos en estos versos no resulta extraña a las formas poéticas pretendidas por un humanista, pero lo que sí resulta más llamativo es la hábil, generosa y hasta independiente utilización del material cristiano. Hecho éste no tan sorprendente si somos conscientes de las tendencias creativas de la literatura neolatina y, sobre todo, del influjo erasmista [25] que denotan algunos pasajes de los poemas de Vilches.

    En efecto, la nueva sensibilidad religiosa propugnada por Erasmo llevó a la promoción de lo que se ha llamado humanismo cristiano. Su constante insistencia en el desarrollo de una oratoria cristiana y en el hecho de que el humanista, además de reanimar todo el legado cultural del mundo antiguo, tenía que incorporar también aquel legado de la tradición cristiana, abría las puertas a una equilibrada integración de la cultura clásica con los textos cristianos. Y el propio Vilches, al desvelarnos sus lecturas favoritas, no tiene reparos en situar las figuras de los clásicos Virgilio, Horacio o Terencio (S. 56, 39-40) junto a la de Lactancio (S. 56, 43), Erasmo (S. 38, 9 y sigs) y los Evangelistas (S. 56, 27).

    En este sentido, cabe decir que Erasmo significa para nuestro humanista la posibilidad abierta de aunar, como instrumento de su poetización, la herencia de la Antigüedad junto con los conocimientos del Evangelio y de los textos patrísticos, bagaje cultural éste último familiar y querido a su dilatada erudición de clérigo. Así, percibimos versos que reclaman y reflejan los textos sagrados. Bajo la imagen querida para la exégesis cristiana de los quattuor animalia, como los cuatro Evangelistas, nos define su entrega a los textos sagrados como una iucundus labor:

    S. 56, 27: Quattuor insinuant quos illa animalia, sacros / iucundus labor est euoluisse libros.

    Así, también, más de una vez, destaca, entre los saberes de sus apreciados amigos, el conocimiento de la pagina sacra:

    S. 62, 13: priscum dogma recensque nouit ille; S. 22, 41-42: Gaspar [...] pagina sacra reliquisque mystes; S. 34, 2-3: [...] iuuat chartas uoluere saepe sacras, / his studiis incumbe libens [...] y otras veces nos alude a bibliotecas y anaqueles entregados a la ciencia divina:

    S. 39, 24: [...] patet sacris bibliotheca libris; S. 5, 5-6: [...] locus quamuis / diuina continentibus patet tantum.

    Al mismo tiempo, en más de una ocasión reconocemos en los versos de Vilches su declarada simpatía por la obra de Erasmo:

    S. 56, 44: quippe eris in precio semper, Erasme, iuuas /; S. 38, 9 y sigs.: [...] doctoris Erasmi / qui modus orandi est [...] librum / ut uidi, ut stupui, ut me bonus abstulit autor [...], y, como consecuencia de su admiración, apreciamos el gusto por la elección de determinados modelos y pasajes bíblicos, y por revestir las descripciones bíblicas de humanidad, realismo y autenticidad. Aunque es necesario advertir que las referencias bíblicas, aun en los poemas religiosos, aparecen siempre arropando algún tema, nunca como eje central de la reflexión.

    De este modo, nos resalta, con fina sensibilidad artística, las lágrimas no fingidas en el arrepentimiento sincero de María Magdalena (Lc. 7, 37-38) o sus conmovedores sentimientos ante el cuerpo de Jesús en la Cruz; la resurrección de Lázaro (J. 11, 2-3) le sirve para destacar el sentido humano de Jesús en un continuo intento por ofrecer una imagen humanizada de Cristo:

    S. 13, 26: Quam bene post culpas lachrymas offerre docebas, / Magdalena, bono sed sine fraude Deo./

    S. 59, 15-20: quantus excussit lachrymas, adisti / quando Magistrum, / quando odorato caput est inunctus / Christus ungüento, lachrymis profusis / est pedes lotus, propriis capillis / quos pia siccas./

    S. 59, 33-48: Ille qui fratrem doluit peraegre / Lazarum dirae necis ore raptum, /quemque amor multus propere sororis traxit ad aedes./ Qui tuis motus simul atque Marthae/ fletibus fleuit /[...] / [26].

    Al referirse a la producción literaria de Erasmo y a su proceso de selección acude al pasaje bíblico de la huida de Moisés de Egipto llevándose consigo los objetos más valiosos, en vez de volcar el tan recurrido tópico horaciano de la abeja libando de flor en flor:

    S. 38 21-23: Dum fugit Aegyptum Moses Pharaonaque dirum, / securumque Deus per mare pandit iter, / abstulit argenti secum preciosa uel auri, /

    Incluso los poemas no religiosos se ven salpicados de los modelos bíblicos, en donde éstos nacen como admonición a algún amigo, apoyando juiciosamente algún pensamiento, o como simple dato comparativo. Aducimos ahora algunas de estas adaptaciones.

    La idea paulina de la creación de un hombre nuevo (Ef. 4, 22-24), muy cercana al erasmismo, sirve de antesala introductoria a la llegada de un amigo:

    S. 26, 3-4: Motta ueni, ut ueteres auias de corde reuellas, / atque hominem incipias instituisse noum / [27].

    Para caracterizar la encomiable conducta de la reina Isabel apela al ejemplo bíblico de Rebeca (Gn. 24, 13-67), modelo de obediencia y acatamiento:

    S. 16, 49: Coniugis imperium tanquam Rebecha subuit / et quae Roma tenet iura fidemque simul / [28].

    La imagen de los tres jóvenes rescatados de las llamas por un ángel (Dn. 3, 19-55); la del león buscando a quién devorar (Ep. Petr. 5, 8); el perro que vuelve sobre su vómito (Pv. 26, 11); los lobos entre los corderos o el sacrificio de san Juan en un caldero hirviendo son algunas muestras del material bíblico vertido por nuestro poeta en sus versos, y del que ampliamente los autores cristianos se habían hecho receptores.

    S. 74, 31: qui redit, ut pueri tres quondam, illaesus ab igni, / Annae dum flammis eripit ille caput./

    S. 57, 23-24: necnon leonem, rugiens / qui quaeritat, quos deuoret./

    S. 59, 91: ut canis, nunquam uomitum resorbes/ delitiarum./

    S. 4, 21-22: [...] dilectus Christi, Portam ante Latinam / uas oleo feruens qui tulit [...] / [29].

    Ahora bien, como cabe esperar de una poesía realista, y en ocasiones intimista, no faltan tampoco las citas en que el poeta nos abre un ventanal a sus pensamientos y quehaceres cotidianos propios de clérigo. De este modo, leemos versos impregnados por doquier de anécdotas y testimonios que evidencian sus actividades religiosas. Y son precisamente en estos pasajes en donde se nos manifiestan vocablos y expresiones de claras concomitancias cristianas. Si descendemos por algunos de estos lugares afines a los cristianos, podemos comprobar, en un análisis somero de las fuentes que contribuyen a su inspiración poética, que son frecuentes los ecos de los versos de Paulino de Nola, Venancio Fortunato, Prudencio, Sedulio o Ambrosio en iunturae como:

    Mente deuota S. 59, 1 (Paul. Nol. C. 6, 264: pectore deuoto; Cipr. Eleem. 24: fide plena, mente deuota); uictricia signa S. 6, 17 (Ven. Fort. Mart. 1, 2: ad orandi uictricia signa); salue Virgo Dei parens S. 64, 1 (Sedul.Carm. Pasch. 5, 323: Virgo parens; Ven. Fort. C. 8, 3: dei genitrix pia uirgo Maria) ; humani generis conditor S. 69,1 (Fulg. Ep.17: humani generis conditor ac redemptor; Prud. Ham. 561: humani generis); dona Sancti Spiritus S. 61, 14 (Aug. Jul. 2: per dona sancti spiritus amorem suum; Hier. Hab. Comm.1, 2: hoc est dona sancti Spiritus); uulnera Christi S. 16, 47 (Prud. Per.C. 8, 17: per uulnera Christi); dulcia uerba S. 14, 62 (Ambr. Psalm. 23: dulcia uerba tua esse coeperunt; Paul. Nol. C. 26, 11: bona gaudia, dulcia uerba); gregis pastor S. 10, 4 (Cipr. Laps. 4: pastor in gregis; Ambr. Psalm. 2: pastorem oues gregis; Aug. Serm. 47: pastor gregis dei); uiolas, lilia, rosas S. 63, 15 (Ambr. Hex .3: uiolas, candida lilia, rutilantes rosas; Hier. Ep.107: uiolas et lilia); serpens callidus S. 57, 17 ( Ambr.Psalm.15: Cum serpens ille callidus et astutus; Cipr. Eleem.1: uulnera et uenena serpentis; Ambr. Psalm.36, 29: commeta sicut uenena serpentis; 37, 57: manifestasti uenena serpentis; 48, 8: ut lauaret uenena serpentis); mysticus cibus S. 56, 30 (Ambr. De uirg.16: ecclessia in fauis condit, ut cibus Christi sit) ; gaudia cum lachrymis S. 36, 11-12 (Paul. Nol. C.31, 443 / 447 / 451: ut breuibus lacrimis gaudia longa metam); calix aureus S. 36, 12 (Ambr. Hel.15, 56: calix aureus Babylon in manu Domini [...]; Hier. Abd. 76: unde dicitur calix aureus [...]; etc.

    Otro gran bloque lo conforma aquella fraseología especialmente prodigada en la literatura latino-cristiana: Christi dogmata 57, 19 (Ven. Fort. C. 4, 9: dogmata Christi); columba candida 57, 15 ( Prud. D. 1, 1: Eua columba fuit tunc candida); sancta ecclessia S. 38, 27; uexilla adorandae crucis S. 57, 25; per almum sanctum S. 57, 54; nomen Iesu S. 60, 7; uiuere Christo S. 59, 52; stabat ubi Virgo S. 59, 55 ( recuerda el famoso himno anónimo Stabat mater); pater summus S. 61, 41; cum sit ubique Deus S. 40, 36.

    En el campo del léxico destacan vocablos de evidente significación y uso particularmente cristianos como: ecclessia S. 38, 27; 57, 14; 61, 11; paradisus S. 34, 6; presbyterus S. 60, 14; pulpitum S. 52, 7, Paracletus S. 59, 115, Trinus et unus S. 10, 50, Spiritus Sanctus S. 61, 11; 64, 17; monacha S. 14, 85, synaxis S. 56, 29, sanctimonia S. 57, 42, antistes S. 4, 17; 12, 21; 22, 41, sanctum lauacrum S. 10, 5, charitas S. 56, 3 Cunctipotens S. 64, 18, Magister S. 59, 16, etc.

    También, para terminar, hay que incluir aquellas descripciones en que los protagonistas de sus versos aparecen presentados bajo el halo del culto piadoso, envueltos en la atmósfera de solemnes ceremonias, entre los espirituales cantos del coro, la fragancia del incienso o la letanía de alabanzas y preces. En estas escenas el poeta difunde un universo de expresiones como lingua refert hymnos [...] precesque; concio sacra canit; sacram synaxim; pietate Deum colit; munere diuos [...] sacro ueneratur; aetherno sacra ferenda Deo; preco docet [...] sacra orgia ritus; iuuat tota mente dedisse Deo; extendis mundas ad pia sacra manus; concio sancta [...] in templo resonat Deo canitque / laudes [...] organis et ore; etc.

    Hasta aquí, en este rápido recorrido por algunos pasajes de las Silvas de Juan de Vilches, hemos podido revivir en ligeras pinceladas parte de los entresijos de su labor poética. Y, cómo, profundamente sensible a ese regusto por la serena belleza de la Antigüedad, por esa estética que los humanistas consideran superior y admirable, nuestro poeta no renuncia incorporar a la antorcha viva del material clásico la herencia de fórmulas e imágenes cristianas, agregándole la particularidad de quien, por su condición de clérigo, hace convivir en sabia armonía la validez universal de los clásicos con el enriquecedor legado de la tradición cristiana.

 

NOTAS:

[1] El texto latino y la traducción que presentamos en las siguientes líneas corresponden a la edición del Prof. F. J. Talavera Esteso, El humanista Juan de Vilches y su De Variis Lusibus Sylua, Anejo 7 de Analecta Malacitana, Málaga, 1995.

[2] Son ya clásicos y consabidos los estudios del Prof. Alcina en el campo de la literatura neolatina, y en particular sobre esta poesía. Significativas son sus consideraciones, que logran reportarnos una panorámica general de la poesía española durante el s. XVI. En este sentido destaca su trabajo: J. F. Alcina, «La poesía latina del Humanismo español: un esbozo», en IV Simposio de Filología Clásica. Los humanistas españoles y el Humanismo europeo, Murcia, 1990, págs. 13-33. Aquí nos sitúa la poesía de Vilches entre las producciones neolatinas de los maestros de gramática y las de talante religioso.

[3] Un estudio destacable sobre los poemas religiosos de Juan de Vilches nos presenta J. F. Talavera Esteso, «La poesía de Vilches entre la realidad y los modelos literarios», en Clasicismo y Humanismo en el Renacimiento Granadino, Universidad de  Granada, 1996, págs. 170-183. De estas líneas se desprende la conexión de estas piezas con los himnarios medievales y se resalta la maestría del humanista al incorporar esta tradición a sus versos.

[4] Cf. P. O. Kristeller: Renaissance Thought and its sources, Columbia University Press, Nueva York, 1979, págs. 94-111. Destaca cómo el humanismo renacentista tenía su principal enfoque en la literatura y cómo esta singular preocupación generó un intenso estudio por los clásicos.

[5] Cf. H. I. Marrou, Saint Agustin et la fin de la cculture antique, París, 1938. En esta obra se nos demuestra que el propio San Agustín, además de un retórico excelente, recurría al método alegórico para justificar el estudio de los poetas y prosistas romanos.

[6] Trad. : «Tu esposa tiene presto el ejército del cielo para enviarlo en tu auxilio»

[7] Trad. : «[...] que obtengamos en el cielo el perdón conseguido por ti».

[8] Trad. : «Pasar a sueldo por entre peligros conocidos, o bien es de locos o de quien antepone el Orco a su propia salvación».

[9] Trad. : «Mientras viva suplicaré a Cristo Dios y a su Madre para que su alma alcance los campos Elíseos y el reino dichoso de los Santos».

[10] Trad. : «A estas artes se dedicaron todos los hombres doctos que alegres moran en el jardín Elíseo».

[11] Cf. Sedul. Hymn.1, 39: regna beata patris [...] /; Alcuin. C. 69, 200: [...] et teneat regna beata dei/.

[12] Trad. : «Nunca bebe éste el olvido de Lete infernal, y persiste hasta que lleguemos al reino dichoso del supremo Júpiter».

[13] Trad. : «Quien desprecia las riquezas del cielo [...] posponed todo a la virtud, pues Dios y el cielo son el premio para los buenos».

[14] Trad. :«Soplen los vientos de Eolo sobre tus naves. Marte os inspire fuerza y valor. Y hasta un ángel que baje del cielo humille al enemigo».

[15] Trad. :«Entre las distintas dotes con que la gracia de Cristo te obsequió está el carácter paciente y amable que la naturaleza fecunda y la docta Minerva te concedieron».

[16] Trad. :«Surge destacado en medio de la ciudad un templo, ante el que cederá el edificio de Diana de Éfeso, pues esta iglesia se dedica a la Virgen Inmaculada».

[17] Trad. :«No el que dice la fama que instruyó Prometeo, sino aquél al que Dios con su palabra proclamó semejante a sí ».

[18] Trad. : «El que devolvió a su señor el dinero sin interés cumple su pena en las tinieblas[...] Cuídate de que no te aguarden las Bélides o el (castigo que sufre) el que junto a las aguas las ansía».

[19] Cf. Auson. C. 7, 2, 61: «[...] post istam possimus uiuere uitam; Alcuin. C. 1, 1002: atque homines inter moritura uiuere uita.

[20] Trad. : «En donde aquel dorado cáliz me proporciona gozos mezclados con lágrimas».

[21] Trad. : «Si Dios clemente escucha mis suplicas [...] que los hados felices te acompañen y que el cielo santo favorezca tus peticione».; «Si los hados crueles te impidieron vivir para nosotros, que Dios te conceda su reino en los cielos"; «Lívidos hados me envidiaron [...] que Dios te conceda vivir con los moradores del cielo».

[22] Trad. : «Creo que una estrella favorable iluminó tu nacimiento y con tu influjo benéfico te trajo a la luz [...] y que las hermanas hilanderas tejieron tus hilos venturosos [...] Dios que todo lo gobierna y mira por todo [...]»: « El gran talento que tu buena estrella y Dios te conceden»; «si Dios lo permitiera [...] puesto que la Parca nos dio a luz bajo el mismo horóscopo y genio titular[...]».

[23] Cf. F. J. Talavera Esteso, «Observaciones sobre el tema de las ruinas en algunos poetas neolatinos», AnMal, 14, 1991, págs. 289-300.

[24] Trad. : «Antigua por sus murallas y ciudadela»; « Traídos de estos lugares se ven mármoles tallados con inscripciones, que soportaron a colosos, según la costumbre romana [...]».

[25] Cf. F. J. Talavera Esteso, «Notas sobre el erasmismo del humanista antequerano Juan de Vilches», Revista de Estudios antequeranos, 1, 1993, págs. 127-136. El autor resalta aquellos aspectos que conectan la poesía de Vilches con la corriente erasmista, entre los que destaca la renovación de la predicación, el sentido intimista de la religión, sus críticas contra los ricos, la concordia de las naciones, etc. También E. Asensio, «El erasmismo y las corrientes afines», RFE, 36, nos recalca el equilibrio que Erasmo mantiene entre el clasicismo y los autores cristianos.

[26] Trad. : «Qué bien nos ensañabas, Magdalena, a ofrecer al buen Dios, después de la culpa, lágrimas no fingidas»; / « Como la que hizo brotar tus lágrimas al acercarte al Maestro, cuando a Cristo le fue ungida la cabeza con perfumes olorosos y el torrente de tus lágrimas lavó sus pies que luego piadosa secaste con tus propios cabellos». / «Aquel que sintió profundamente que tu hermano Lázaro fuera arrebatado por las fauces de la muerte cruel; aquel al que su gran afecto le llevó apresuradamente hasta la casa de su hermana. El que lloró, conmovido a un tiempo por tus lágrimas y las de Marta [...]».

[27] Trad. : «Ven, Motta, a extirparnos del corazón los viejos prejuicios, para que luego comiences a formar el hombre nuevo».

[28] Trad. : «Como Rebeca, Isabel se sometió al poder imperial de su esposo, a los derechos que Roma tiene y a un tiempo a su fe».

[29] Trad. : «Como en otro tiempo los tres jóvenes, también él salió ileso de las llamas al rescatar el cuerpo ileso del fuego de Ana»; «Y también al león que entre rugidos busca a quien devorar»; «Como el perro, jamás vuelves a tomar sus vomitados atractivos»; «El amado de Cristo, el que soportó ante la Puerta Latina el caldero de aceite hirviendo».