INDICACIONES BIBLIOGRÁFICAS

 

INDICACIONES BIBLIOGRÁFICAS DE LIBROS RECIBIDOS Pilar López Mora y José Miguel Serrano de la Torre, Universidad de Málaga  (Publicado en Analecta Malacitana, XXII, 2, 1999, págs. 845-859).

Antonio Escobedo et al. (eds.), Actas de los Quintos Encuentros de Lingüística Española. Conmemoración del Centenario del Nacimiento de Amado Alonso (1896-1952) y Salvador Fernández Ramírez (1896-1983); Carmen Parrilla et al. (eds.), Actas del I Congreso de Jóvenes Filólogos (A Coruña, 25-28 de septiembre de 1996). Edición y anotación de textos; Mircea Eliade, Imágenes y símbolos; Carlos Serrano, El nacimiento de Carmen. Símbolos, mitos y nación; Ángel Crespo, Juan Ramón Jiménez y la pintura; José María Beneyto, Tragedia y razón. Europa en el pensamiento español del siglo XX; Carlos García Gual, Sobre el descrédito de la literatura y otros avisos humanistas; Alberto Carrillo Canán, Interpretación y Verdad. Acerca de la ontología general de Heidegger; Martin Heidegger, Ser y Tiempo (trad., pról. y notas de Jorge Eduardo Rivera Cruchaga); Karl R. Popper, Los dos problemas fundamentales de la Epistemología. Basado en manuscritos de los años 1930-1933 (ed. de Troels Eggers Hansen y trad. de Mª Asunción Albisu Aparicio); Ángel Alonso-Cortés, La exclamación en español. Estudio sintáctico y pragmático; Manuel Peñalver Castillo, Cuestiones de uso del español actual; Antonio Freire Llamas, Correlaciones comparativas y cualitativas en español antiguo; Fabián González Bachiller, Aspectos fonéticos de la toponimia riojana actual; Juan Benet, La sombra de la guerra. Escritos sobre la Guerra Civil española (pról. de G. Jackson); Pedro Cieza de León, Grandeza de los Incas; Olga Cock Hincapié, Historia del nombre de Colombia; José Godoy Alcántara, Historia crítica de los falsos cronicones (est. prel. de Ofelia Rey Castelao), Juan Antonio Frago Gracia,   Historia del español de América.

 

ACTAS

Antonio Escobedo et al. (eds.), Actas de los Quintos Encuentros de Lingüística Española. Conmemoración del Centenario del Nacimiento de Amado Alonso (1896-1952) y Salvador Fernández Ramírez (1896-1983), Universidad de Almería, 1998, 49 págs.

    Los Encuentros de Lingüística Española que se vienen celebrando en la Universidad de Almería se dedicaron en 1997 a la conmemoración del centenario del nacimiento de Amado Alonso y Salvador Fernández Ramírez con una serie de conferencias impartidas por César Hernández Alonso, Juan Martínez Marín, Manuel Muñoz Cortés y José Polo. La publicación de las Actas que ahora se presentan contiene tres de esas conferencias ya que la de José Polo ha sido recogida en un libro, publicado por la Universidad de Extremadura.

    En su conferencia, César Hernández se acerca a la Gramática Española de Salvador Fernández Ramírez, partiendo de una breve descripción del método utilizado en sus estudios de Sintaxis, y centrándose posteriormente en su análisis de los modos verbales y la selección del modo en la oración subordinada y en la subordinante.

    En segundo lugar se encuentra la intervención de Juan Martínez Marín que versó sobre «la obra gramatical de Amado Alonso», en parte como una contribución a los estudios historiográficos de la gramática española.

    De la ingente obra de Amado Alonso, Manuel Muñoz Cortés prefirió destacar la parte dedicada al componente fónico de la palabra y el discurso, especialmente, sus trabajos sobre el ritmo en la prosa, para poner de relieve «el valor de la teoría y práctica analítica del ritmo» en la obra del filólogo navarro [PLM].

[1] Recordamos a los lectores que en las normas de edición de AnMal se diferencian claramente las recensiones y las indicaciones bibliográficas. Se dice en dichas normas que el concepto de recensión es el aceptado universalmente, mientras que las indicaciones están pensadas para difundir en Analecta un material equivalente a la «cuarta de cubierta» de aquellos libros enviados por las editoriales y seleccionados por AnMal para tal fin. Para ello Analecta podrá utilizar la propia cubierta, o la octavilla de difusión editorial, o los mensajes elaborados por los equipos de propaganda y relación exterior de la propia editorial, o cualquier resumen apropiado y abarcador del prólogo o la introducción, o incluso el análisis pormenorizado del libro, etc. Cuando se decida la reproducción, no importará a AnMal la repetición de un mayor o menor número de párrafos, aunque, naturalmente, siempre se utilice el procedimiento habitual del entrecomillado para indicar lo que no corresponde al recopilador de las indicaciones. El lector deberá tener en cuenta que estas indicaciones sólo promueven la creación de un espacio bibliográfico de gran dinamismo en el que se informe con rapidez, aunque también con la mayor precisión posible, de aquellos libros enviados por las editoriales. Aun cuando los libros se sometan a un juicio crítico más firme en las Recensiones, que es el espacio natural de la reseña, las indicaciones aspiran a una gran riqueza y amplitud de miras, de modo que tampoco se renuncia en ellas a la noticia amplia de un libro cuando así se crea conveniente. Esto es todo un síntoma de la importancia que las indicaciones tienen para Analecta Malacitana. A todas las editoriales les ofrecemos nuestro creciente número de suscriptores y el considerable aumento de intercambio con otras Revistas nacionales y extranjeras, además de la información natural que este espacio lleva consigo, el cual está diseñado exclusivamente para recibir la mayor cantidad de libros y novedades editoriales posible a fin de establecer su correcta difusión.

 

Carmen Parrilla et al. (eds.), Actas del I Congreso de Jóvenes Filólogos (A Coruña, 25-28 de septiembre de 1996). Edición y anotación de textos, 2 vols., Universidade da Coruña, 1999, 739 págs.

    La propuesta audaz de la Asociación Galega de Hispanistas sobre «la conveniencia de desarrollar esta reunión científica», estableciendo la iniciativa de este Congreso, encontró el apoyo necesario no sólo en las instituciones universitarias más consonantes, sino en «un plantel de estudiosos, tanto bisoños [...] como de mayor experiencia», que desarrollaron sus exposiciones en una serie de jornadas «presididas y orientadas por los ponentes invitados, maestros en la materia de la crítica textual». De hecho, la estructuración de los dos volúmenes se plantea desde la edición en primer lugar de las tres ponencias dictadas por V. Beltrán, A. Deyermond y M. Garcia para, a continuación, sucederse cincuenta y cuatro comunicaciones.

    Aquel tríptico introductor trata en general, cada uno centrado en un aspecto diferente, de ofrecer una panorámica de conjunto sobre el estado de la edición de textos preferentemente medievales, con una especial atención dirigida a la poesía de los cancioneros y a la metodología aplicable para su tratamiento editorial. Beltrán, en «Copistas y cancioneros», indica que «aparte de las hipótesis, totalmente originales, sobre la confección de los cancioneros, he ampliado considerablemente el estudio de aquel manuscrito [artículo anterior a esta publicación sobre el Cancionero de Juan Fernández de Híjar], aportando datos inéditos sobre su composición, transmisión y conservación, por lo que ha de considerarse que esta es mi visión definitiva de dicha obra». Así, desde planteamientos globales sobre los soportes poéticos en la Edad Media, pliegos sueltos, cancioneros de autor y cancioneros de corte, se procede a su caracterización para finalmente centrarse en el cancionero ya citado. Por tanto, V. Beltrán procede a una exhaustiva descripción codicológica del manuscrito, a la identificación de su compilador y a la reconstrucción de la tradición valorativa, lo que le conduce a la conclusión general, que en adelante sigue detallando, de que «el Cancionero de Juan Fernández de Híjar, por el modo en que se nos ha conservado, es un ejemplo inmejorable de lo que podemos denominar un cancionero por adición». En una reflexión sobre la trayectoria indagatoria experimentada, V. Beltrán concluye que «en cualquier caso, debemos proceder a un estudio detallado de los cancioneros conservados combinando las enseñanzas de la filología, la codicología y la crítica textual si realmente deseamos comprender el desarrollo de un proceso histórico apasionante, el método de trabajo de aquellos filólogos avant la lettre, así como la estructura, condicionantes y limitaciones de una transmisión de la que depende, en última instancia, nuestro conocimiento de la lírica medieval». A. Deyermond dedica su intervención a «La edición de cancioneros», con la intención «tan sólo de plantear varias de las cuestiones fundamentales que surgen (o deben surgir) cuando se prepara la edición de un cancionero». Se trata de un acercamiento sumarizador y didáctico a la vez que pretende una presentación totalizadora del fenómeno cancioneril. Así, emprende una «Definición y tipología de los cancioneros», que reduce a individuales y colectivos, identificando dentro de éstos a aquellos que representan un gusto personal. En un grado más de complicación queda establecida una casuística representativa en cuanto a las posibilidades de representación de un cancionero por parte de varios manuscritos. En cuanto a la «Tipología de ediciones», rescata las tradicionales antologías, ediciones facsímiles, paleográficas, normalizadas, selectivas, genéricas, familiares y de poetas individuales. Finalmente, el apartado más interesante nos presenta algunos de los «Problemas» más importantes que pueden surgir en el proceso de edición, relacionados con la anotación de variantes y los distintos niveles de anotación, con la necesidad de glosarios e índices, la de una descripción codicológica adecuada y con la presencialidad de los textos originales, entre otras cuestiones. Finalmente, M. Garcia lleva a cabo un «Acercamiento filológico al Calila e Dimna» con el que quiere mostrar «cómo las técnicas de esa disciplina [la filología] pueden aplicarse a campos poco frecuentados de la investigación y enriquecer la visión de un texto ya muy manejado y analizado como el Calila e Dimna. M. Garcia llega al término de sus disquisiciones planteando las diferencias fundamentales que distancian los dos conceptos argüidos en el decurso explanativo: «El primero concierne a un aspecto terminológico y el segundo, narrativo; aquél manifiesta una opción permanente del traductor, éste corresponde a un fragmento único. Sin embargo, ambos tienen en común atender a la fidelidad más o menos grande del traductor o adaptador castellano hacia su modelo árabe. El objetivo perseguido era valorar sin prejuicio esas divergencias para un mejor entendimiento de la obra».

    Esta última exposición, centrada en un texto particular, aunque con continuas remitencias metodológicas, da entrada a la larga serie de comunicaciones, dedicadas en su gran mayoría a analizar aspectos muy determinados de textos concretos, revelando un profundo calado indagativo, que abarca, entre otras cuestiones: «La literatura adversus iudaeos: obras de polémica religiosa (un manuscrito del siglo XV)», «Las ‘Cantigas d’escarnho’ de Johan Velho de Pedrogaez», «Hacia una edición anotada de La Filomena de Lope de Vega: La Epístola a don Juan de Arguijo», «Notas para una edición del Memorial de virtudes», «A cantiga de amor B468 de Alfonso X: un contrafactum», «Problemas para la edición de las traducciones medievales de la materia de Bretaña», «Edición de cantigas de Martín Padrozelos», «Edición y retórica: A dona que eu vi por meu, de Ayras Veaz, según el manuscrito A», «Sueños y Desvelos soñolientos: dos versiones en la reescritura de un texto de Quevedo», «Algúns problemas textuais da Razón de amor», «El tratamiento de las citas en la edición del Examen del Antídoto del Abad de Rute», «La autoría como problema en la edición de la obra poética de Nicolás Núñez, poeta del Cancionero General», «Anotaciones a ¿Qué lleva el señor Esqueva? de Góngora», «A obra de Diego Moniz», «Fernand’Eanes e a súa troba (v, 387). Edición crítica», «Notas marginales para la edición de la poesía del Siglo de Oro» [JMS].

ANTROPOLOGÍA

Mircea Eliade, Imágenes y símbolos, Taurus, Madrid, 1999, 196 págs.

  Desde que en 1955 se publicara por primera vez Images et symboles, de manos de la afamada editorial Gallimard de París, las ediciones y reimpresiones se han sucedido frecuentemente en atención al valor reconocido y continuado por toda una heterogénea comunidad intelectual, ni mucho menos restringida al campo de la Antropología. Resultado de tal relevancia y en contribución al carácter clásico que ha ido adquiriendo, asistimos a una nueva impresión en lengua española.

    La recuperación del simbolismo para la cultura de Occidente queda advertida de forma pionera en Imágenes y símbolos desde la recapacitación sobre el papel del psicoanálisis, «las investigaciones sistemáticas realizadas sobre el mecanismo de la ‘mentalidad primitiva’», y la «superación en la filosofía del ‘ciencismo’». Esta restauración recupera el símbolo «en tanto que modo autónomo de conocimiento», pues con este proceder no se hace sino «volver a una orientación que fue general en Europa hasta el siglo XVIII». Eliade subraya que este rescate ha significado una «feliz conjunción temporal», pues es el momento en que las culturas asiáticas, africanas y oceánicas se incorporan al proceso histórico, capacitando así a Europa para «contar con otras vías de conocimiento, con otras escalas de valoración que no son las suyas [...], preparándole para una comprensión más viva, y, por tanto, más profunda de los valores extraeuropeos y, en definitiva, al diálogo con los pueblos no europeos». La necesidad de esta recuperación del símbolo no es más que la manifestación de lo que ya era latente, porque «símbolo, mito, imagen, pertenecen a la sustancia de la vida espiritual; que pueden camuflarse, mutilarse, degradarse, pero jamás extirparse», de hecho, «el pensar simbólico [...] es consustancial al ser humano», y su función se concreta en «dejar al desnudo las modalidades más secretas del ser». Con todo, «al escaparse de su historicidad, el hombre no abdica de su cualidad de ser humano para perderse en la ‘animalidad’; vuelve a encontrar el lenguaje y, a veces, la experiencia de un ‘paraíso perdido’». Y conectando con el ámbito psicoanalítico al explicar la esencia conductiva del hombre, Eliade afirma que «el ‘inconsciente’, como se dice, es mucho más ‘poético’ [...] que la vida consciente». En efecto, los símbolos, los mitos, «ayudan al hombre a liberarse, a realizar su iniciación».

    Por su parte, la imagen ha sido transmitida de forma incorrecta desde el mismo Freud, según el antropólogo galo, al parcializar el conjunto de posibilidades en que se diversifica, ofreciendo y recayendo en interpretaciones unívocas que eliminan un conjunto significacional mucho más amplio y totalizador. «‘Traducir’ las Imágenes en términos concretos es una operación carente de sentido», al igual que ocurre con «el ‘origen’ de las Imágenes». Eliade dilucida la naturaleza de la imagen en un aserto aclarativo que lo descubre en su dimensión esencial: «Si el espíritu se vale de las imágenes para aprehender la realidad última de las cosas, es precisamente porque esta realidad se manifiesta de un modo contradictorio y, por consiguiente, no puede expresarse en conceptos». Si desde la sincronía «la existencia más mediocre está plagada de símbolos», e incluso más, «libre es el hombre moderno de despreciar las mitologías y las teologías. Mas por ello no dejará de nutrirse de mitos caídos y de imágenes degradadas».

    Finalmente, dirigido «principalmente a los psicólogos y a los críticos literarios», Imágenes y símbolos se vertebra en cinco capítulos, los dos primeros se valen de un material que «existía ya en nuestros propios trabajos anteriores y en los de otros investigadores», los dos siguientes incluyen estudios que son «por sí solos monografías útiles, independientemente, incluso, de la interpretación que de ellos damos nosotros». En cuanto al último, «sirve también de conclusión general al libro» al recoger «los resultados de todas estas investigaciones, realizadas a partir de puntos de vista distintos, con miras a una integración sistemática del simbolismo mágico-religioso». Por tanto, se cumple con este libro de forma esencial el propósito de dotar a psicólogos y críticos literarios de un instrumento básico que evite en sus estudios «una carencia de documentación histórico-religiosa realmente imperdonable» [JMS].

 

Carlos Serrano, El nacimiento de Carmen. Símbolos, mitos y nación, Madrid, Taurus, 1999, 364 págs.

    El historiador francés pretende en estas páginas un relato histórico desde unas premisas distintas a las consagradas por una concepción metodológica ya tradicional que empieza a ser superada con solidez en los tiempos más recientes. Así, resulta natural su crítica a la colectánea que ha recibido el Premio Nacional de Historia de 1998, España. Reflexiones sobre el ser de España, que, «quiérase que no, entroniza un modo de pensar la historia, y, cumpliendo con su misión, le otorga la legitimidad de una verdad canónica. Sin embargo, al margen de la calidad intrínseca de los estudios que lo componen, parece aconsejable tomar cierta prudente distancia ante tal empresa y seguir, acaso, otros rumbos». C. Serrano prefiere los derroteros que desde el título delata «la reciente obra de Inman Fox, La invención de España, que tiene la ventaja de dejar sentado otro punto de vista: España, las naciones, los países o las patrias, como todo grupo social específico, se hicieron, se han hecho, se hacen y se deshacen; y las necesidades de su presente son las que les impelen a forjarse una ‘tradición’, a inventarse su pasado», juicio apoyado en la comunidad conceptiva de Jon Juaristi o Manuel Suárez Cortina. Este in fieri domina un perspectivismo histórico que trata de quebrantar la continuada confusión «con el Génesis, inmenso relato de las fundaciones, cuando las naciones, como cualquier otro grupo humano, no son nunca, en ningún caso, más que proceso, inacabado por definición, un hacer(se) constante». En una jaculatoria racional contraria al pensamiento nacionalista, C. Serrano entiende que «la nación no antecede a los individuos que la componen sino que es el resultado de su voluntad común; pero de una voluntad que, contra lo que [...] no surge y no se expresa en el éter de posibles infinitos, en los términos de una libertad omnímoda. Como tampoco las inventadas tradiciones surgen de la nada». En esta necesidad de costumbres, proyectos y cumplimientos propios de una convivencia común, «los individuos tienen que identificarse, forjarse los signos de una identidad compartida, que no les vienen del vacío sideral sino de lo que tienen a mano; vale decir, en la mente». Este material se cifra en una serie de «restos fragmentarios del pasado» que desde la óptica antropológica de un Lévi-Strauss hay que interpretar como «pensamiento mítico: a través del bricolaje que consiste en crear elementos estructurados no por la conjunción de otros elementos estructurados sino a partir de residuos de sistemas caducados, fósiles de la historia». Desde esta afirmación, C. Serrano justifica «el presente trabajo, en su deliberada construcción inorgánica [...], porque «no existe plan preconcebido».

    Todo este cambio referencial implica una hermenéutica histórica distinta desde que «los historiadores otorgan una creciente importancia a las herramientas conceptuales, a los instrumentos mentales, al utillaje intelectual, manejados por los individuos y los grupos sociales: la historia social, a partir de ese momento, confluye con aquella otra que de unos años a esta parte recaba un interés creciente bajo el marchamo de historia cultural». Instalado en estas nuevas coordenadas, el autor de este ensayo se dedica al estudio del proceso histórico «en la materialidad de sus discursos simbólicos». A ello dedica los trece capítulos de su libro, distribuidos en cuatro bloques: I. Vírgenes nacionales; II. Señas de una identidad conflictiva; III. Sobre héroes y tumbas; y IV. Redescubrir América.

    En definitiva, El nacimiento de Carmen cumple con el objetivo señalado por su autor de «insertarse [...] en esta amplia corriente historiográfica, proteiforme e internacional, como una contribución limitada y relativa al ‘caso’ español, para examinar aspectos del hacerse —making— de algunos rasgos identificadores, algunos signos de esa identidad que lo va distinguiendo de los otros ‘casos’ vecinos» [JMS].

ARTE

Ángel Crespo, Juan Ramón Jiménez y la pintura, Universidad de Salamanca, 1999, 233 págs.

    Consiste este volumen en la primera reedición de un texto que, «publicado por la Universidad de Puerto Rico en 1974 con el mismo título, [...] no fue distribuido en España», llegando únicamente a las personas a las que el autor las envió discrecionalmente. Se trata de un trabajo académico, «de la tesis presentada por Ángel Crespo para obtener el grado de Maestro en Artes por el Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico en Mayagüez» durante el curso 1969-1970; en esta nueva estampación se han mantenido «estrictamente las características de aquella primera». En ella se inmiscuyen los tres puntos de vista aunados en la figura de su autor, esto es, el del poeta, el del crítico de arte y el de profesor, con los que intenta abarcar la relación de Juan Ramón Jiménez con la pintura «desde la infancia moguereña hasta la vejez en Puerto Rico», a la vez que la contextualiza en el ámbito general del arte moderno. En este sentido, hay que destacar la función desempeñada por Crespo, por la autoridad que le confiere, a partir de su esfuerzo y empeño en «la introducción del arte de vanguardia en el Madrid de la posguerra y acompañar, como teórico, el desarrollo de las tendencias renovadoras de la pintura española». La ocurrencia de la representación pictórica en el mundo artístico juanramoniano proviene de una educación inclinada hacia el estudio de las artes, según afirma Crespo en el capítulo primero de su libro, sobre «La infancia en Moguer», de donde se desprende espontáneamente el juicio de que «la sensibilidad cromática de Juan Ramón Jiménez ha sido destacada, en mayor o menor grado, por todos los estudiosos de su obra, y ha llegado a ser un tópico de la crítica juanramoniana la comparación de su estilo poético [...] con el de los pintores impresionistas, afectos a la luz y al color natural». Sin embargo, no es posible olvidar que «nos hubiera sido muy difícil —por no decir imposible— enfrentarnos con el mundo de la pintura juanramoniana sin aludir a su dibujo», de ahí que Juan Ramón Jiménez y la pintura contemple «el corpus, intermitente pero circunstancial, de la obra visual del poeta moguereño como un todo único y luminoso».

    El libro se articula en tres partes, «Vida», «Obra» e «Ideario», constando cada una de ellas de nueve, cuatro y seis capítulos. A esto hay que añadir un capítulo de conclusiones, dos apéndices, uno sobre «Textos inéditos sobre el arte de Juan Ramón Jiménez», y otro acerca de «Escritos sobre arte no recogidos en libro», un apartado bibliográfico, sin actualizar, y un índice de ilustraciones. Pese al interés general del conjunto, la tercera de las partes nos revela una estética que permanece común se trate ya de poesía o de pintura, «para él, muy afecto al platonismo, el arte es predominantemente ahistórico y sus primeros modelos de excelencia empiezan a producirse en el Renacimiento. De esta época al impresionismo, hay un desarrollo ideal del arte que Juan Ramón ejemplifica con un escaso puñado de grandes artistas». En un examen que comienza con el estudio de los dibujos en los libros de texto, como hicieran los pioneros Garfias y Palau de Nemes en sus monografías respectivas sobre el poeta moguereño, Ángel Crespo acaba afirmando las grandes diferencias «en cuanto al método y valoración, entre los dibujos infantiles y su obra de aprendiz y pintor aficionado, y entre ésta y la realizada en el campo de las artes gráficas». Así, pese a su inclinación natural hacia «la expresión gráfica, la mayor parte de sus dibujos infantiles no son, sin embargo, tan espontáneos y sinceros como sería de desear, puesto que el niño trataba de imitar el estilo de los adultos, lo que sucede, desde luego, en muchos casos». Tras una etapa de aprendizaje que en nada le aprovecha por un mal magisterio, alcanza entre los años 1906 y 1912 la realización de «sus mejores cuadros, que parecían anunciar a un futuro maestro». Su traslado a Madrid, «en los primeros años del segundo decenio del siglo, deja en la sombra para siempre al pintor» [JMS].

CIENCIA POLÍTICA

José María Beneyto, Tragedia y razón. Europa en el pensamiento español del siglo XX, Taurus, Barcelona, 1999, 349 págs.

    Como resultado de la dedicación profesional y vocacional de J. Mª Beneyto a la filosofía de la cultura y en concreto a los temas concernientes a la entidad europea, aparece este libro, generado a partir de la premisa de que «el gran proyecto de la España del siglo XX ha sido la europeización». Este objetivo se glosa en «la superación del desnivel con Europa como el estímulo para todas las esperanzas españolas de estos cien años», y comprende a toda una serie de generaciones de pensadores, «desde los regeneracionistas, la Generación del 98 y la del 14». Éste es el punto de partida que sirve a la problemática que se plantea en estas páginas, «saber si ese proyecto sigue estando vigente, si el objetivo de la reconstitución de un ‘sugestivo proyecto de vida en común’ puede ser conseguido a través de lo que los mejores pensadores españoles, desde Costa y el Noventayocho, han definido como la europeización de España». Para el cumplimiento de esta tarea se impone en primer lugar una dificultad histórica que afecta a la mentalización actual sobre la problemática suscitada aquí, la «actual fetichización negativa —como si se tratara de un sesgo antidemocrático— en torno a la palabra España». Sin embargo, esta concepción hay que superarla en el pensamiento de los autores que aparecen en este libro si se concibe «un patriotismo que en su origen no es nacionalista», que es el garante de la constitución de «una comunidad de convivencia española y europea que tenga en cuenta todas las diferenciaciones posibles, la más vasta pluralidad de la realidad, toda la significación histórica, cultural, lingüística de la sociedad española y de la sociedad europea». Este punto de vista conduce a Beneyto a entender la realidad europea desde una perspectiva distinta a la que está predominando en el acontecer actual, pues «Europa es esencialmente una realidad cultural, y no en primer término económica o jurídica». En este sentido, la incorporación de España a la Comunidad Europea implica el hecho «de que se ha cumplido, al menos teóricamente, el gran objetivo de la cultura española del siglo», porque en nada será efectiva mientras no lleguemos a «ser conscientes [...] de lo que significa el pensamiento español del siglo», de ahí que «la europeización es todavía un objetivo a lograr». Tragedia y razón, «las dos palabras que condensan estos cien años», viene a constituirse en una contribución más que interesante en el logro de este fin en su recurrencia detenida a Costa, Ganivet, Unamuno, Ortega, Madariaga, Zambrano, Laín y Marías, recuperándolos «desde su biografía personal y desde su circunstancia española y europea. Por eso, siempre que ha sido posible, se ha intentado ver su pensamiento en relación con la situación española y con la situación europea y se ha procurado entender también las motivaciones individuales, los rasgos biográficos decisivos, la fuerza simbólica de algunos gestos y determinadas actuaciones de estos personajes, tan representativos, cada uno a su manera, de lo que ha significado ser español en este siglo». Todo esto fraguado en la consideración común de una serie de temas como «la tensión entre razón y vida; la intuición que el anhelo de inmortalidad del ser humano es un destino trágico; las carencias de la razón humana para hacer frente a la esencial ambivalencia de la existencia; la reducción deshumanizadora y limitadora de lo real que la racionalidad occidental ha llevado a cabo [...]» [JMS].

ENSAYO

Carlos García Gual, Sobre el descrédito de la literatura y otros avisos humanistas, Península, Barcelona, 1999, 319 págs.

    Escrito en un lenguaje llano y a la vez agudo y clarificador, altamente articulado, acertado en una crítica que combina la ironía y la profundidad de juicio, «este libro reúne dieciséis ensayos ya publicados como artículos sueltos de revista. (La mayoría, es decir, una docena, aparecieron en Claves de Razón Práctica entre 1990 y 1998)», ubicando en primer lugar «El debate de las Humanidades», de mayo de 1998, «no sólo porque discute y analiza una temática de oportuna actualidad, sino porque me parece que en él se va dibujando un enfoque recurrente en casi todos los ensayos siguientes, en su perspectiva crítica atenta a la educación actual, y su atención a la tradición literaria y la imaginación narrativa». El mismo García Gual descubre el criterio que unifica la diversidad expuesta, «casi todos [los artículos], en el fondo, apuntan una crítica sesgada de nuestro presente, e invitan luego al lector a proseguir una reflexión personal, de tono y acento discreto, sobre los condicionamientos y servidumbres del opresivo aquí y ahora, en contraste con otros tiempos, dibujados por la memoria y la fantasía», porque precisamente, la reivindicación de este helenista no es el tratamiento del individuo como almacén de información ajena a su vivir, en un ejercicio vano y meramente especulativo de arqueología huera, sino que entiende que la carga intelectiva que proporciona el estudio de las humanidades en el proceso educativo sirve «a un metódico avance en la formación de individuos aptos y autosuficientes para convivir en una sociedad democrática, gentes capaces para expresarse con claridad y comprenderse a sí mismos y a los demás, reflexivos y conscientes de su situación en el ancho mundo y en su entorno particular, y así adiestrados para realizar del mejor modo y según su voluntad sus capacidades humanas en busca de la plenitud personal y la libre actividad racional», en claro rechazo de «sólo una formación pragmática para la adaptación forzada en un orden social impuesto desde arriba».

    La organización del volumen puede condensarse en la distinción de cuatro núcleos temáticos básicos: 1. «Los ensayos iniciales denuncian y comentan la notable degradación de la enseñanza universitaria y media en España»; 2. «Los que siguen, con argumentos diversos, evocan algunos aspectos resonantes del mundo antiguo y su pervivencia: la mitología y sus atractivos aromas, la marginación de las mujeres en la Grecia clásica, la utilidad de los ‘bárbaros’ (para definirnos como civilizados), la ambigüedad de las novelas históricas, entre otros»; 3. «En relación con la enseñanza de la Literatura universal está la cuestión de la lectura de los clásicos y el cuestionado canon occidental, una cuestión reavivada por un par de libros resonantes»; y 4. «Tres ensayos muy concretos sobre tres escritores que me resultan, por distintas razones, intensamente simpáticos y de renovada vivacidad: La Fontaine, Cioran y Borges». La perspectiva desde la que se aborda el conjunto de la problemática tratada no deja de ser tremendamente abarcadora, acogiendo ampliamente el conglomerado definitorio que constituye el compendio cultural de Occidente, con una importante fundamentación en los autores antiguos, bajo la conciencia de que «leer a los grandes clásicos es ir dispuesto al encuentro de las magnánimas sombras de un pasado interesante que hablan para nosotros con su saber extraño y su voz misteriosa y amistosa, y que justifican el viaje y el gasto del tiempo del lector». De ahí que, a la vez de lo dicho, este libro se yerga en una auténtica apología del libro y del placer por la lectura, no en vano se inicia el mismo Prólogo con la recomendación de una serie de textos que «analizan el fenómeno cultural y el proceso psicológico de la lectura desde diversos ángulos». En tal contexto hay que incardinar «este puñado de ensayos que insisten en la importancia de leer para examinar después de lo leído, con una mirada despejada y contrastada, nuestro entorno» [JMS].

FILOSOFÍA

Alberto Carrillo Canán, Interpretación y Verdad. Acerca de la ontología general de Heidegger, Analogía Filosófica, México, 1999, 258 págs.

Si uno de los bastiones filosóficos del pensamiento actual lo constituye la hermenéutica, se debe en gran medida a M. Heidegger y a su discípulo, en lo que contribuyó a su difusión, H. G. Gadamer. Sin embargo, «lo que Gadamer hace, tiene que ver sólo con el espíritu radicalmente relativista de ST [Ser y tiempo] pero está alejadísimo de la sistematicidad del relativismo heideggeriano». Para A. Carrillo, la razón por la que la hermenéutica de Heidegger está rodeada de un cierto nimbo de confusión se debe precisamente a esta vulgarización realizada por su acólito, concentrada «en el concepto de prejuicio». Como el mismo autor establece, este libro pertenece a un proyecto editorial bipartito, de forma que «bajo el título de interpretación y verdad, trataremos en un primer volumen la ontología general de Heidegger, y bajo el título de interpretación e historicidad trataremos en el segundo volumen la ontología regional del ser ahí». El objetivo del conjunto está dirigido a «la clarificación total del concepto de hermenéutica en el ST», lo que guarda una estrecha correspondencia con «la aclaración de la ontología heideggeriana en dicha obra». Se abarcan así cuestiones fundamentales pero generalmente soslayadas como «la concepción de Heidegger acerca del lenguaje, en particular de su famosa idea de una verdad prepredicativa» o «la centralidad que la comunicación tiene para el concepto de historicidad». Desde el comienzo, A. Carrillo propone un panorama esquemático de la filosofía del pensador alemán de carácter eminentemente ilustrativo que permite el planteamiento de una composición de lugar que, pese a su utilidad meramente metodológica, sirve para allanar dificultades en la intelección de las complejas operaciones conceptuales que se suceden a lo largo del libro. Así, presenta el concepto de interpretación en «dos ejes y varios niveles». Partiendo de una terminología lingüística distingue un eje sintagmático, «dado por los presupuestos heideggerianos ontológicos generales», y otro paradigmático, definido «por los supuestos que atañen a la muy especial ontología heideggeriana del llamado ser ahí», bajo el que quedan subsumidos «todos los estratos de la llamada ‘analítica existenciaria’, desembocando en la cuestión de la ‘historicidad’». Para completar esta esquemática presentación, A. Carrillo alude a «un punto de concentración que podemos llamar el concepto heideggeriano fuerte de interpretación. Éste se refiere a lo que Heidegger llama la ‘interpretación original’». Estructuralmente, el libro del que tratamos consta de dos partes; en la primera se explica el «concepto general de interpretación y sus presupuestos ontológicos universales», y en la segunda el «concepto fuerte de interpretación». En cuanto a la primera de estas secciones se explican los «tres niveles del concepto de interpretación o hermenéutica sistemáticamente relacionados entre sí mediante un concepto general o básico» a la vez que están dispuestos jerárquicamente, «el nivel superior lo constituye el concepto de la interpretación propiamente ontológica, el segundo, el de la óntico ontológica y el inferior el de la óntico empírica». Respecto a la segunda sección, se constata «que el Heidegger de ST [...] es mucho más fenomenólogo de lo que la exégesis tradicional [...] ha podido reconocer».

    Finalmente, cabe concluir con una caracterización general de cierta relevancia, y es que éste consiste en un trabajo limitado intencional y «exclusivamente al desentrañamiento y la exposición de modelos de pensamiento, es decir, se trata de un trabajo estricta y puramente exegético, por lo que la cuestión de la verdad de los modelos analizados no nos incumbe en lo absoluto» [JMS].

 

Martin Heidegger, Ser y Tiempo (trad., pról. y notas de Jorge Eduardo Rivera Cruchaga), Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 21998, 497 págs.

    Desde que este libro apareciera en 1927, bajo la dirección editorial de E. Husserl, la presente traducción se basa en la séptima edición del texto alemán, de 1953, pero traída del «original manuscrito y no según los textos impresos». En este nuevo traslado al español se pretende la corrección y mejora de la única existente, de José Gaos, efectuada en 1951. Pese al valor indiscutible de ésta y de los servicios académicos e intelectuales prestados, Rivera Cruchaga intenta salvar los dos escollos principales que presenta; en primer lugar «el texto de José Gaos es difícilmente utilizable por personas que carezcan del conocimiento de la lengua alemana. Hay en él frases de tal modo enredadas e indescifrables, que vuelven enormemente dificultosa la comprensión de un texto ya de suyo difícil de entender», y en segundo lugar, «muchas veces Gaos traduce como términos técnicos palabras que son enteramente corrientes en alemán: el lenguaje siempgre vivo y elocuente de Heidegger se convierte en una lengua rígida, hirsuta e incluso algo esotérica».

    Lo que en un principio consistía únicamente en «una traducción para mis cursos y seminarios» pasa a convertirse en 1988, ya con el apoyo de otros profesores como von Herrmann, Gadamer o Müller, en una segunda versión mejorada. A su vez, ésta es sometida a una labor de equipo cuyo propósito fundamental se cifró en el hecho de que «la obra debía hablar en castellano», un objetivo de carácter eminentemente hermenéutico según la premisa de que «la fidelidad a un texto no consiste en la repetición literal de lo dicho en el original, sino, más bien, en la recreación de eso que allí está dicho, para decirlo en la forma que es propia de la lengua a la cual se lo traduce». En conclusión, confiesa el traductor que «lo que aquí afirmamos es que la traducción misma es, ya en sí, una interpretación». Las consecuencias de esta perspectiva condujeron «no sólo a una nueva versión de mi propio texto, sino también a descubrir alguno que otro pequeño error en las ediciones alemanas existentes», contribuyendo así al lema de que «traducir es iluminar el texto original». El resultado de esta última reelaboración, tercera ya, «revisada y reelaborada, a su vez, un par de veces, es la que ahora se presenta al público», fruto de un trabajo que ha llevado «más de veinte años de duración».

    Aparte todas estas circunstancias editoriales que inciden de forma directa en este texto ya canónico para los estudios filosóficos de la contemporaneidad, conviene recordar que el móvil principal de este tratado no es sino «la elaboración concreta de la pregunta por el sentido del ‘ser’». Vertebrado en dos secciones de seis capítulos cada una, la indagación que sostiene el volumen hunde su interrogante en la modalidad formulativa de la pregunta sobre el sentido del ser. Para Heidegger, «hoy esta pregunta ha caído en el olvido», a pesar de que «ella mantuvo en vilo la investigación de Platón y Aristóteles, aunque para enmudecer desde entonces [...]. Lo que ellos alcanzaron se mantuvo, a través de múltiples modificaciones y ‘retoques’, hasta la Lógica de Hegel». Esta ignavia crítica respecto a la pregunta sobre el sentido del ser la justifica Heidegger desde una premisa triple, sustentada en tres prejuicios fundamentales; primero, «el ‘ser’ es el concepto ‘más universal’», segundo, «el concepto de ‘ser’ es indefinible», y tercero, «el ‘ser’ es un concepto evidente por sí mismo» [JMS].

Karl R. Popper, Los dos problemas fundamentales de la Epistemología. Basado en manuscritos de los años 1930-1933 (ed. de Troels Eggers Hansen y trad. de Mª Asunción Albisu Aparicio), Tecnos, Madrid, 1998, 577 págs.

    Adscribible a un «cercano ‘positivismo’ moderno, de orientación lógica», los planteamientos de esta obra ya fueron expuestos en la edición alemana de 1978 que ahora ve la luz en traducción española, año aquél de la edición príncipe alentada por H. Feigl y R. Carnap. El libro, que desde su inicio se confiesa en tanto «una teoría del conocimiento», «puede considerarse como una colección, procedente de los años 1930 a 1933, de esbozos o trabajos preparatorios para mi primer libro La lógica de la investigación científica, que fue editado en el otoño de 1934». Sin embargo, como se delata en un amplio y detallado «Epílogo del editor», ubicado al cierre del volumen, el texto presenta una ardua problemática editorial, compleja y de muy delicada composición. En consonancia con lo expuesto por Popper, Eggers reconoce que Los dos problemas... «contiene todo aquello que ha podido encontrarse en los manuscritos originales». Esta afirmación, ya relativizada, conduce a un resultado no del todo satisfaciente bajo la estricta y exigente perspectiva del editor: «A pesar de todos los esfuerzos realizados para hallar los manuscritos que faltaban, no ha sido posible ofrecer una edición completa de la obra, en dos volúmenes, escrita en los años 1930-1933». Determinado por estas circunstancias, el libro acaba adquiriendo una estructura particular: «Del tomo primero, el problema de la inducción, podemos decir casi con seguridad que está completo, mientras que, por el contrario, el tomo segundo, el problema de la demarcación, se ha perdido casi del todo. De este tomo no quedan más que unos pocos fragmentos y la versión, reducida de una manera drástica, que apareció en el año 1934 bajo el título Logik der Forschung», y subraya, declarando el valor inédito de lo publicado en 1978: «Precisamente este libro [Der Logik...] y dos colaboraciones cortas escritas en 1933-1934 para la revista Erkenntnis sobre la ‘Inducción’ es todo lo que se había publicado hasta ahora (enero de 1979) del contenido de Los dos problemas fundamentales de la Epistemología». Hasta la traducción al español han transcurrido más de diez años, en edición que en un sólo volumen acoge los dos tomos aludidos. El primero, «El problema de la inducción (experiencia e hipótesis)», consta de doce capítulos y un apéndice que da cuenta de una «Exposición gráfica de la crítica al problema de la inducción», y el segundo, «El problema de la demarcación (experiencia y metafísica)», reúne diez capítulos distribuidos en dos secciones: «Primera parte: Fragmentos de 1932» y «Segunda parte: Fragmentos de 1933», sección, y por tanto, volumen, rematados por un Apéndice que recoge un resumen de Los dos problemas... confeccionado en 1932.

    El alto grado de contestación crítica recibida por las teorías de Popper queda reflejado desde el principio en la misma Introducción, en el apartado «Comentario crítico al texto del libro, especialmente a la teoría de la verdad», donde pretende aclarar a la luz de investigaciones más recientes y del reconocimiento de ciertas limitaciones a la hora de su exposición, cuestiones y conceptos no del todo entendidos o explicados. Así, se dedica especialmente a la discusión explanativa de la noción de verdad, en cuanto que «ciencia no es posesión de conocimiento, sino búsqueda de verdad». En cuanto a ésta sólo admite «la teoría de la verdad como adecuación, la teoría que afirma que un enunciado es verdadero si coincide con los hechos, con la realidad». Para hacer inteligible esta adecuación entre un enunciado y un hecho, Popper establece y demuestra la existencia de un «lenguaje en el que no sólo puede hablarse acerca de enunciados, sino también describirse hechos». Desde esta afirmación deviene «la necesidad de hablar de entidades lingüísticas de diferentes niveles», lo que inevitablemente «conduce a la aparición de un sistema jerárquico de metalenguajes». En su intento de ampliar el concepto de adecuación, Popper afirma que «un enunciado es, pues, verdadero cuando su sentido es verdadero, es decir, cuando tanto él como los enunciados que tienen el mismo sentido coinciden con los hechos». Continuando con su razonamiento, «si se acepta la teoría de la adecuación [...], resulta claro que se debe distinguir estrictamente entre verdad y certeza o seguridad, entre verdad y fundamentación o demostración». Aquí viene a desempeñar una función primordial la distinción «entre la decibilidad de un enunciado [...] y su verdad», entendiendo a aquélla como «la posibilidad de demostrar la verdad o falsedad» de que puede disfrutar. En esta dirección se llega al concepto popperiano tan discutido de la demarcación, también «el problema más interesante», consistente en «la refutabilidad empírica (o falsabilidad). Por refutabilidad empírica o falsabilidad de una teoría entiendo la existencia de enunciados observacionales [...], cuya verdad refuta una teoría, es decir, demuestra que la teoría es falsa», premisa que queda protegida en cuanto que «no es empíricamente refutable, ya que no es una hipótesis empírico-científica, sino una tesis filosófica: una tesis metacientífica». Esto es posible desde la atalaya intelectiva que posibilita el que «la actitud crítica es la búsqueda del error, de la falta, y esto puede aplicarse no sólo a la contrastación de teorías científicas, sino también al análisis de teorías filosóficas». Frente al inductivismo, el pensador germano acaba proponiendo como base de su epistemología «la teoría de que nada nos es ‘dado’, de que nuestros órganos de los sentidos son adaptaciones activas, son el resultado de mutaciones, precursores por tanto de las hipótesis, y que todas las hipótesis son intentos activos de adaptación» [JMS].

 

GRAMÁTICA

Ángel Alonso-Cortés, La exclamación en español. Estudio sintáctico y pragmático, Minerva Ediciones, Madrid, 1999, 159 págs.

    La exclamación es en el locutor manifestación de la función expresiva del lenguaje, a la vez que para el oyente es índice de ello. Así, con un enfoque esencialmente pragmático, se aborda este estudio de la exclamación en la lengua española moderna.

    Partiendo de un corpus textual extraído casi íntegramente de obras literarias contemporáneas, se ha desarrollado un análisis descriptivo de oraciones exclamativas en el que, a través de delimitaciones independientes de índole semántica, sintáctica y fonológica, se intenta concretar una definición de la oración exclamativa.

    Además, se incluye, en los capítulos tercero y cuarto, el estudio de la interjección y el vocativo, ya que «tanto el vocativo, como la exclamación y la interjección representan la función instrumental del hablar, de la que la función expresiva y apelativa son un caso particular».

    Este trabajo es fruto de la participación de Ángel Alonso-Cortés en el proyecto de la Nueva Gramática Descriptiva de la Lengua Española que han coordinado Violeta Demonte e Ignacio Bosque [PLM].

 

Manuel Peñalver Castillo, Cuestiones de uso del español actual, Comares, Granada, 1998, 200 págs.

    La preocupación por «el estado de salud» de nuestra lengua llevó a Manuel Peñalver a redactar una serie de artículos que fueron publicados en el periódico El Correo de Andalucía. Este libro reúne esos artículos junto a algunas cuestiones de ortografía, y un resumen de las principales «dudas y dificultades de la lengua española».

    En los tres capítulos dedicados a la ortografía, se ofrece una abundante bibliografía, junto con un repaso por los aspectos más significativos, el problema de su inclusión o no como parte de la Gramática, y los errores ortográficos más frecuentes; el capítulo segundo contiene una «breve aproximación a la historia de la ortografía del español» desde los primeros estudios de teoría ortográfica de los Siglos de Oro a los ortógrafos más destacados del siglo XX.

    Finalmente, la parte que corresponde a los artículos ya mencionados va introducida por una «epítome de dudas, dificultades y errores» en la que se tratan los problemas más comunes que se plantean en el uso del español, con amplias referencias a los más importantes manuales de estilo y corrección gramatical [PLM].

GRAMÁTICA HISTÓRICA

Antonio Freire Llamas, Correlaciones comparativas y cualitativas en español antiguo, Universidad de La Coruña, 1999, 139 págs.

    Siguiendo la periodización de la lengua española establecida por Rolhf Eberenz, este estudio utiliza textos literarios y no literarios escritos desde las primeras manifestaciones del español hasta mediados del siglo XV, para realizar su análisis de las correlaciones comparativas en la lengua española medieval.

    En primer lugar, se atiende al concepto de correlación que, en sentido amplio, se identifica con la «relación de solidaridad entre funtivos de una función de interdependencia».

    Con la intención de delimitar el objeto de estudio, Freire Llamas distingue entre correlaciones comparativas y correlaciones cualitativas. En el análisis de las comparativas cuantitativas, que ocupa la primera parte del libro, se trata el origen, función y uso de los marcadores cuantitativos en español antiguo y nos acerca al problema de «la elipsis funcional en el segundo segmento de la estructura». A continuación, se investigan los aspectos estructurales y funcionales de las correlaciones cualitativas.

    La complejidad sintáctica de estas estructuras oracionales desde un punto de vista funcional, lleva a Antonio Freire a afirmar que quizás su explicación «únicamente pueda producirse en el ámbito de la sintaxis oracional» [PLM].

 

Fabián González Bachiller, Aspectos fonéticos de la toponimia riojana actual, Universidad de La Rioja, Logroño, 1997, 201 págs.

    Los topónimos son una parte del léxico claramente delimitada a través de la cual se pueden estudiar todos los aspectos de la lengua: el fonético, el morfológico, el sintáctico y el semántico. El objetivo que se plantea González Bachiller en este libro es, a través de la observación de los fenómenos fonéticos de los topónimos de La Rioja, establecer el carácter diferencial del habla de esa zona geográfica frente al castellano, comprobando, además, la coincidencia con los topónimos de los territorios colindantes para confirmar la hipótesis de que en época primitiva existiera una zona lingüística común que se extendía desde el nordeste peninsular hasta el oeste y que habría sido rota por el avance del castellano. Así, gracias al carácter conservador de la toponimia, se podrían haber mantenido rasgos que se perdieron en la evolución del habla riojana.

    Para llevar a cabo este trabajo, su autor ha utilizado como fuente de datos el Diccionario de toponimia actual de La Rioja de A. González. A partir de ese amplio corpus —del que sólo se han excluido las voces obtenidas de fuentes medievales— se ha estudiado la evolución fonética de cada unidad lingüística para agrupar los fenómenos de acuerdo con los criterios descriptivos habituales en fonética histórica. A continuación, se ha procedido a cotejar los rasgos observados con los del castellano en busca de las peculiaridades propias del riojano y de las coincidencias con los procesos fonéticos análogos en los topónimos de las regiones vecinas.

    Como conclusión, F. González afirma que «hay, efectivamente, una base lingüística común en las hablas del Valle del Ebro» y, asimismo, aporta una serie de datos que vendrían a apoyar la hipótesis de una primitiva unidad de los dialectos del norte peninsular: rasgos coincidentes entre el leonés y el navarro, el aragonés y el riojano que serían ajenos al castellano. Por ejemplo, la palatalización de consonante inicial, la evoluciones de Pl- a /C /, de Kl- a /x/ o de Gl- a /l/ > /y/. En este estudio se pone de manifiesto «la convivencia de tendencias lingüísticas diversas» entre las que habría que tener en cuenta el componente vasco y la importancia de los rasgos mozárabes detectados en estos topónimos [PLM].

HISTORIA

Juan Benet, La sombra de la guerra. Escritos sobre la Guerra Civil española (pról. de G. Jackson), Barcelona, Taurus, 1999, 190 págs.

    Desde el mismo Prólogo, se impone la advertencia de que el texto aquí considerado consiste en «más bien las reflexiones personales, y muy originales, de un observador bien informado, emocional e intelectualmente interesado», y no en los juicios «del historiador que ha dedicado toda una vida profesional al análisis de archivos y miles de libros y artículos». Por tanto, La sombra de la guerra es un libro que como señalado exponente de un estilo, nos presenta a un Benet «muy directo en la expresión de sus opiniones personales». Consta el libro de tres ensayos: «¿Qué fue la Guerra Civil?», publicado en 1976; es el más amplio de todos al consistir en un apretado resumen del transcurso de todo el conflicto bélico, lo que no ha dispensado de una obligada selección fundamentada en «aquellos hechos más sobresalientes que son aceptados hoy con casi absoluta unanimidad», y en la que tampoco se ha prescindido de «mis propias opiniones sobre algunos sucesos y actitudes»; «Tres fechas. Sobre la estrategia en la Guerra Civil española», de 1990; y el más breve de todos, «La cultura en la Guerra Civil», que firmado en 1986 parece ser inédito, como confiesa el editor: «No nos consta publicado con anterioridad». En un «tono pesimista», a juicio de G. Jackson, debido a que «en el momento en que [Benet] escribía, España apenas había comenzado a salir de la atmósfera psicológica de Guerra Civil», se van apuntando cuestiones de distinto grado de controversia, como «las responsabilidades de la Guerra Civil», respecto a las cuales, Benet «considera claramente a la derecha como el agresor», aludiendo directamente a las revueltas de Asturias y Cataluña en octubre de 1934 no como responsables, pero sí «vincula claramente la feroz represión, y la dirección militar de dicha represión, con la sublevación militar de julio de 1936». Otra cuestión muy subrayada en estos escritos es que «el 18 de julio se iniciaron dos revoluciones: una rebelión de derechas contra el Gobierno republicano constitucional, y una revolución de izquierdas marxista-anarquista que era igualmente contraria al régimen reformista, democrático-capitalista representado por la República de los años 1931-1936». Por otra parte, Benet defiende su idea de que «el ejército español estaba preparado para el ‘combate’, pero no para la ‘guerra’», y «considera también detenidamente la participación de las potencias extranjeras en la Guerra Civil». Sin embargo, también manifiesta su reticencia acerca de actitudes ante determinados hechos acaecidos en el transcurso de la guerra, de ahí que rechace «una explicación ‘victimista’ de la guerra como algo impuesto a España por fuerzas europeas exteriores». Respecto a los temas tratados en el último ensayo, Benet piensa que «la alternativa histórica más importante a la monarquía cristiana conservadora teorizada durante los siglos de gloria imperial de España, no era el marxismo ni el anarquismo, sino la Ilustración francesa del siglo XVIII», aunque, por otro lado, «los intelectuales se sintieron cada vez más distantes de un estado ineficaz». Finalmente, hay que concluir con el prologuista de estas páginas que «el razonamiento de un pensador original no pierde validez porque se hayan publicado nuevos datos, o porque los cambios políticos del momento alteren nuestra perspectiva del pasado», y en este sentido debe ser abordada la lectura de este libro [JMS].

 

Pedro Cieza de León, Grandeza de los Incas, Fondo de Cultura Económica, Madrid, 1999, 77 págs.

    En estas páginas se recoge una selección de los capítulos más significativos de la Crónica del Perú.

    Pedro Cieza de León fue un soldado español que durante mediados del siglo XVI recorrió junto con su tropa Cartagena, Popayán, Cernú, Urabá, Quito, el Callao y Lima, y fue designado por su oficial como cronista de esta aventura. Se le compara con Bernal Díaz del Castillo ya que ambos fueron soldados convertidos en historiadores, aunque a diferencia de Bernal, que escribe pasados algunos años de su experiencia americana, Cieza de León lo hace in situ.

    La crónica de Pedro Cieza de León destaca por su objetividad y, gracias a su ardua recolección de datos, nos ha legado «un magnífico retrato del pasado inca, las costumbres y circunstancias de uno de los más gloriosos imperios de la geografía prehispánica» [PLM].

 

Olga Cock Hincapié, Historia del nombre de Colombia, Instituto Caro y Cuervo, Santafé de Bogotá, 1998, 352 págs.

    En esta monografía, Olga Cock recorre las vicisitudes históricas de la palabra y su significado ideológico, reflejo de la historia cultural del continente americano.

    El origen del nombre de la actual República de Colombia se remonta a las disputas sobre el nombre del Nuevo Mundo que, desde el siglo XVI, ponen de manifiesto la injusticia histórica cometida, ya que el nombre legítimo del continente habría debido ser un homenaje a su descubridor.

    La historia de la palabra Colombia tiene su origen en la nueva concepción de América que surge en los Estados Unidos tras su guerra de Independencia. Para los estadounidenses, Columbia en lugar de América significaría «desprenderse de tres siglos de opresión europea que habían dado lugar a este nombre injusto, e insertarse idealmente en el anterior mundo idílico de libertad y felicidad que había hallado Colón». En el territorio hispanoamericano, el nombre Colombia fue introducido por Francisco Miranda a finales del siglo XVIII. En 1821, Simón Bolívar hizo realidad la idea mirandina de crear una república llamada Colombia, resultado de la unión de Nueva Granada y la Venezuela de la Colonia. Aunque ese país se disolvió pasados tan solamente diez años, algunas décadas después el general Mosquera repuso el nombre de Colombia para Nueva Granada [PLM].

 

José Godoy Alcántara, Historia crítica de los falsos cronicones (est. prel. de Ofelia Rey Castelao), Universidad de Granada, 1999, XCVII+343 págs.

    Este volumen reproduce en edición facsimilar la que en 1868 publicara el archidonense José Godoy Alcántara bajo los auspicios de la Real Academia de la Historia, introducida en esta ocasión por un explicativo Estudio preliminar. Esta «pieza altamente representativa de la historiografía decimonónica», aparte de ofrecer un interés intrínseco, manifiesta una «sorprendente actualidad», debido a que «aborda un tema cuyo interés se regenera sistemáticamente, no tanto por el hecho mismo de las falsificaciones como por el misterio que encierran su fabricación y su éxito». Godoy Alcántara, que contaba con ascendientes reconocidos por su dedicación al estudio de la historia, constituye un exponente claro de los nuevos derroteros por los que el estudio de la historia se estaba encaminando en el último tercio del siglo XIX. Frente a «una generación anterior a la que tachaba de excesivamene poética», Godoy puede ubicarse dentro de una incipiente «generación más reflexiva y erudita», cuyo objetivo intelectual se hallaba en «poder otorgar a la historia la categoría de ciencia». Esta concepción va imponiéndose desde «una fuerte preocupación por el concepto de historia como investigación», cuya finalidad aún se mantiene afecta a ciertos valores no exentos de un marcado subjetivismo, «se consideraba que la historia, como práctica, no tiene otro objeto que discernir la verdad de los hechos históricos: si su misión es esclarecer el pasado, habrá de practicarse una permanente revisión de la historiografía anterior, aspectos ambos que conducen la Historia Crítica de Godoy». Configurando esta asunción de carácter procedimental, alguna de sus consecuencias no dejan de ostentar una novedad inusitada para el momento, como entender que «el protagonismo de la historia corresponde a todas las clases sociales», pero, sobre todo, esta interpretación de la historia proporciona la razón de ser de esta Historia Crítica, pues «su justificación profunda es precisamente la extirpación de los perjuicios causados por la manipulación histórica derivada de motivaciones religiosas, racistas, políticas, clasistas, etc., que encontraron su caldo de cultivo en la ignorancia común». Y esto sin caer en ingenuidades, ya que «Godoy no creía en la imparcialidad completa», lo que trata de corregir con «la crítica histórica, posible nada más que a través de la crítica de documentos, y de los hechos».

    Estructuralmente, «la obra está dividida en siete capítulos muy desiguales, sin el tránsito previo por una introducción a las fuentes y los métodos o una presentación de los precedentes, de modo que se entra directamente en materia a través de un capítulo contextualizador», según describe O. Rey. Sus objetivos «formaban parte de la propuesta misma de la convocatoria de la Academia, esto es, averiguar los autores de las falsificaciones, las fuentes históricas de las que se habían valido y evaluar los ‘errores que autorizaron’». Con todo, como se desprende de ese primer capítulo, «para Godoy, la clave [del surgimiento de las falsificaciones y sus consecuencias] está en el ‘movimiento de reacción contra el Renacimiento y sus tendencias’ propio de la segunda mitad del XVI, la religiosidad exacerbada, fomentada desde arriba en la búsqueda de la unidad religiosa, coincidente con un conjunto de intereses varios que utilizaron la credulidad para hacer cuajar sus manipulaciones o sus abiertas falsificaciones». Aunque «es en el capítulo de las invenciones granadinas en el que Godoy se mueve con más soltura», en el que trata largamente el hallazgo de los libros plúmbeos, su contenido y la problemática sobre sus autores hasta la condenación de aquéllos en Roma, el espectro de cuestiones y temas abordados sobre la historia de España no deja de ser enormemente amplio. Así, en el capítulo tercero se contempla el Cronicón de Flavio Lucio Dextro, la venida de Santiago, los centuriones evangélicos, la patria de Prudencio, el Cronicón de Marco Máximo, el arrianismo en España, Hermenegildo y su familia, Sisberto, la cuestión de la antigüedad de la lengua castellana, entre otros. La sección siguiente se centra en el Cronicón de Luitprando, que despliega un amplio anecdotario medieval, y el Cronicón de Julián Pérez, con consideraciones sobre las liturgias mozárabe y romana, los judíos españoles, los amigos del poeta Marcial, etcétera. El capítulo quinto se ocupa, esencialmente, de la labor historiográfica de Tamayo de Vargas y Rodrigo Caro, para en la siguiente sección ubicarse el discurso plenamente en la historia de España en los siglos XVI y XVII, destacando los juicios sobre Ambrosio de Morales y Mariana, acerca de Nicolás Antonio y de leyendas diversas, para en el último capítulo referir la labor de Huerta y Vega, Mayáns, el padre Flórez, Medina Conde y el padre Echeverría.

    Finalmente, cabe concluir que esta Historia crítica de los falsos cronicones, de José Godoy Alcántara, merece una valoración doble, «obra más oportuna de lo que entendieron los componentes del círculo elitista de la Academia» además de que «su texto ofrecía por primera vez una visión de conjunto altamente ilustrativa y con un tono de divulgación que la hacía más comprensible que las obras de Nicolás Antonio». Sin embargo, frente a estos valores indiscutibles, habría que achacar a Godoy el que se limitara «a retener a quienes se ocuparon más del estilo, del formato literario o de la función pública de la historia [...], que de la construcción del método y de las aportaciones críticas», aparte, como sutilmente le reprochó Cánovas del Castillo, el que Godoy prescindiera «del estudio del proceso en toda su amplitud y, por lo tanto, del análisis de sus causas más profundas y sus consecuencias más enraizadas, pero también de las secuelas que a lo largo de su existencia provocaron en la historiografía española» [JMS].

HISTORIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA

Juan Antonio Frago Gracia, Historia del español de América, Gredos, Madrid, 1999, 350 págs.

    El español que se llevó a América se caracterizó desde el principio por la diversidad. Los colonizadores procedían de diferentes áreas del Viejo Mundo: castellanos, leoneses, riojanos, navarros, aragoneses, catalanes, andaluces y canarios, además de la presencia no española que también habría de dejar su impronta en el español de América. Cada uno de esos grupos tenía marcados rasgos diferenciales frente a los demás en el español clásico. En el proceso de formación del español americano ocurrió una nivelación de todos los factores lingüísticos y no lingüísticos. Basándose en el conocimiento del castellano de aquella época y sus diferencias dialectales y apoyándose en un rico material documental, J. A. Frago estudia algunos fenómenos evolutivos sufridos por el español de América dando la merecida importancia a factores extralingüísticos y culturales que debieron condicionar el uso lingüístico de quienes habitaron el Nuevo Mundo.

    Frago introduce el concepto de criollización lingüística entendida como «la alteración del español dialectalmente diferenciado llevado a América».

    El estudio viene acompañado de la reproducción facsimilar de los documentos [PLM].