INDICACIONES BIBLIOGRÁFICAS

 

INDICACIONES BIBLIOGRÁFICAS DE LIBROS RECIBIDOS [1], Pilar López Mora y José Miguel Serrano de la Torre, Universidad de Málaga  (Publicado en Analecta Malacitana, XXII, 1, 1999, págs. 345-388)

Begoña López Bueno (ed.), Las Anotaciones de Fernando de Herrera; Juan Antonio Martínez Berbel y Roberto Castilla Pérez (eds.), Las mujeres en la sociedad española del Siglo de Oro: Ficción teatral y realidad histórica. Actas del II Coloquio del Aula-Biblioteca «Mira de Amescua» celebrado en Granada-Úbeda del 7 al 9 de marzo de 1997 y cuatro estudios clásicos sobre el tema; Elisabeth Miche, Secuencias discursivas del desacuerdo. Aplicación del modelo ginebrino al análisis del debate parlamentario del artículo 2 de la Constitución Española de 1978; Francisco Yus Ramos, Cooperación y relevancia. Dos aproximaciones pragmáticas a la interpretación; Francisco J. Falero, La teoría del arte del krausismo español; Mª Isabel Cabrera García, Tradición y vanguardia en el pensamiento artístico español (1939-1959); Mª Isabel Cabrera García, Tradición y vanguardia en el pensamiento artístico español (1939-1959); Joan Fuster, Contra Unamuno y los demás; Javier Marías, Pasiones pasadas; Ascensión Rivas Hernández, Pío Baroja: Aspectos de la técnica narrativa; Marta Rodríguez, El intimismo en Antonio Machado; Cristina Blanco Outón, Introducción a la narrativa breve de William Faulkner; Luis García Jambrina, La vuelta al logos. Introducción a la narrativa de Miguel Espinosa (pról. de J. M. de Prada); José María Balcells, De Jorge Guillén a Antonio Gamoneda.

ACTAS

Begoña López Bueno (ed.), Las Anotaciones de Fernando de Herrera. Doce estudios. IV Encuentro Internacional sobre Poesía del Siglo de Oro (Universidades de Sevilla y Córdoba, 18-21 de noviembre de 1996), Universidad de Sevilla, 1997, 296 págs.

    La ocasión de la celebración multiplicada que propicia el estatus de lo finisecular bajo la pertinencia que el azar ha reunido en tan señaladas fechas, se agrava con el agregado de este libro desde el argumento de que «1997 es una bonita fecha para hacer un ejercicio de reflexión sobre la obra de Fernando de Herrera» (pág. 9), si bien la excusa la proporciona «el cuarto centenario de su muerte» (pág. 10). También se caracteriza así el final de un siglo cuyos inicios venían marcados por el considerando procurado por la obra herreriana en la labor crítica de A. Coster, que encuentra así su correspondiente en esta simétrica conceptualización del tiempo. Esta colectánea, en sus doce estudios, como reza el título, «se dedica a las Anotaciones a Garcilaso (1580), no sin dejar de considerar aspectos tangenciales (pero imprescindibles) a las mismas que atañen a otras facetas del quehacer herreriano» (pág. 10). La finalidad perseguida queda sumarizada en «un intento de dibujar un arco crítico que abarcase las cuestiones más relevantes de las Anotaciones» (pág. 10). El conjunto comprende desde la problemática textual hasta la proyección posterior de «la mejor teorización sobre poesía lírica de la tratadística española del Siglo de Oro» (pág. 13), en un intento explanativo totalizador mediante el que pretendidamente se llega al «establecimiento de consideraciones de gran alcance, cuando no a novedades importantes» (pág. 11). En este sentido, Bienvenido Morros se encarga de las fuentes herrerianas, exponiendo «los criterios peculiares con que Herrera se sirve de aquéllas» (pág. 11); Carmen Codoñer distancia al poeta sevillano en su quehacer crítico del grammaticus, otorgándole una actitud filológica particular; Juan Montero dilucida «la proyección ‘divulgativa’ de las Anotaciones» (pág. 11); esta última cuestión conecta con los presupuestos de I. Osuna, E. Redondo y B. Toro, quienes, atendiendo a la faceta traductora de Herrera, «destacan como pauta más significativa la variedad: tanto traducciones de grandes autores como de cuasi desconocidos» (pág. 12); J. Valentín Núñez se ocupa del Herrera editor de Garcilaso, apuntando el carácter conservador de su concepción crítica en contraste con la heredada del Brocense, purismo que redunda en «la importancia que se debe conceder a la tarea ecdótica de Herrera» (pág. 12); a pesar de ese celo herreriano, sus «descuidos» son objeto de atención de Á. Estévez; Alberto Blecua pone de relieve «el protagonismo que la retórica tiene en las Anotaciones» (pág. 13); P. Ruiz Pérez persigue ciertas correspondencias entre teoría y praxis en Algunas obras; en el tratamiento de «las Anotaciones como el núcleo o el proyecto de la Poética que Herrera pensaba escribir» (pág. 13) se extienden los trabajos de B. López Bueno y C. Cuevas; finalmente, J. Mª Micó refiere el vario empleo de la poética herreriana en pro y en contra de las manifestaciones gongoristas ulteriores, y F. J. Martínez Ruiz presenta un repertorio bibliográfico, reflejo de la preocupación crítica por las Anotaciones herrerianas [JMS]2.

NOTAS

[1] Recordamos a los lectores que en las normas de edición de AnMal se diferencian claramente las recensiones y las indicaciones bibliográficas. Se dice en dichas normas que el concepto de recensión es el aceptado universalmente, mientras que las indicaciones están pensadas para difundir en Analecta un material equivalente a la «cuarta de cubierta» de aquellos libros enviados por las editoriales y seleccionados por AnMal para tal fin. Para ello Analecta podrá utilizar la propia cubierta, o la octavilla de difusión editorial, o los mensajes elaborados por los equipos de propaganda y relación exterior de la propia editorial, o cualquier resumen apropiado y abarcador del prólogo o la introducción, o incluso el análisis pormenorizado del libro, etcétera. Cuando se decida la reproducción, no importará a AnMal la repetición de un mayor o menor número de párrafos, aunque, naturalmente, siempre se utilice el procedimiento habitual del entrecomillado para indicar lo que no corresponde al recopilador de las indicaciones. El lector deberá tener en cuenta que estas indicaciones sólo promueven la creación de un espacio bibliográfico de gran dinamismo en el que se informe con rapidez, aunque también con la mayor precisión posible, de aquellos libros enviados por las editoriales. Aun cuando los libros se sometan a un juicio crítico más firme en las Recensiones, que es el espacio natural de la reseña, las indicaciones aspiran a una gran riqueza y amplitud de miras, de modo que tampoco se renuncia en ellas a la noticia amplia de un libro cuando así se crea conveniente. Esto es todo un síntoma de la importancia que las indicaciones tienen para Analecta Malacitana. A todas las editoriales les ofrecemos nuestro creciente número de suscriptores y el considerable aumento de intercambio con otras Revistas nacionales y extranjeras, además de la información natural que este espacio lleva consigo, el cual está diseñado exclusivamente para recibir la mayor cantidad de libros y novedades editoriales posible a fin de establecer su correcta difusión.

[2] Las iniciales encerradas entre corchetes corresponden a cada uno de los autores de estas indicaciones: Pilar López Mora [PLM] y José Miguel Serrano de la Torre [JMS].

 

Juan Antonio Martínez Berbel y Roberto Castilla Pérez (eds.), Las mujeres en la sociedad española del Siglo de Oro: Ficción teatral y realidad histórica. Actas del II Coloquio del Aula-Biblioteca «Mira de Amescua» celebrado en Granada-Úbeda del 7 al 9 de marzo de 1997 y cuatro estudios clásicos sobre el tema, Universidad de Granada, 1998, 601 págs.

    Estas Actas abren la nueva etapa de la colección «Feminae», dedicada al estudio del papel de la mujer en su faceta eminentemente sociológica, sesgo que a partir de ahora experimenta una reorientación, pues en este libro se analiza también de forma detenida su contribución al mundo de las artes, en este caso al teatro de los siglos xvi y xvii. Se recogen seis ponencias, quince comunicaciones, y se corona la publicación con la reedición de cuatro estudios clásicos hasta este momento un tanto inaccesibles, un apéndice con tres reseñas y un amplio apartado bibliográfico.

    Centrándonos en el primer conjunto, el trabajo inicial, «Del Fénix y otros prodigios. Mito y desmitificación», de Concepción Argente del Castillo, se propone «clarificar la posición de Mira ante los personajes femeninos y por lo tanto ante uno de los ejes que funcionan en su teatro como elementos es-tructurales» (pág. 14), sin perder de vista el mito del Ave Fénix que modaliza la obra y tomando como objeto de tal dilucidación La Fénix de Salamanca, de Mira de Amescua.

    Desde una perspectiva moralista más que mitológica, el dramaturgo concluye, en palabras de C. Argente, que «hay que buscar uniones de acuerdo con la mujer, que no tuerzan sus gustos, pero esto, únicamente, en los casos extraordinarios: ni todas las mujeres, ni en todas las ocasiones» (pág. 35). Sigue un estudio marcadamente sociológico, «Mujeres y género en la España del Siglo de Oro», de Margarita Mª Birriel Salcedo, en el que se atienden cuatro aspectos fundamentales: depuración de las fuentes del tema, el trabajo de las mujeres, el matrimonio y el adulterio. En tercer lugar, Piedad Bolaños Donoso nos ofrece «Deconstrucción de arquetipos tradicionales: voz, traje y ademanes en El Rey naciendo mujer, de Luis Vélez de Guevara», donde demuestra que «ni la voz, ni el traje, ni los ademanes —más otras muchas características— condicionan a los personajes de la comedia en cuanto a su naturaleza (el nacer hombre o mujer), sino que será la función dramática que el autor haya asignado a ese personaje la que condicione sus actuaciones y nada más que eso» (págs. 57-58). El siguiente estudio, «En torno a la actriz Jusepa Vaca», de Mercedes de los Reyes Peña, pretende explicar «la función que ejercen las mujeres en las compañías de comedias. En ellas [...] no sólo desempeñan los papeles de actrices en la triple modalidad de recitado, canto y baile sino también de ‘actores’ [...], llegando incluso a ser directoras de compañías, es decir, ‘autoras de comedias’» (pág. 81). Este objetivo se cumple en el rescate del ejemplo proporcionado por la actriz Jusepa Vaca. Casi cerrando el grupo de las ponencias, C. Strosetzki trabaja la cuestión de «La mujer en Calderón y el principio barroco de engaño y desengaño». Tras un breve recorrido por las significaciones y las alteraciones de significado que sufren estos conceptos, los sitúa en el teatro de Calderón desde una polivalencia de la que destaca, en cuanto es ahora lo que interesa, a la mujer como «especialmente adecuada para personificar el principio del engaño» (pág. 116), según una amplia concepción que arranca de la tradición medieval. Finalmente, el texto de Rina Walthaus nos trae «Mujeres en el teatro de tema clásico de Francisco de Rojas Zorrilla: Entre tradicionalismo y subversión», donde «el estudio de las reinterpretaciones de la materia clásica resulta muy interesante porque nos enfrenta con personajes femeninos que en una larga tradición han sido mitificados y han llegado a ser símbolo de ciertos valores y comportamientos específicos que se suelen estimar o rechazar en la mujer» (págs. 140-141), concluyendo con el valor testimonial del teatro del Siglo de Oro en la representación de los conflictos entre hombres y mujeres.

    Por último, hay que subrayar la amplia variedad de visiones que vienen a sumar las comunicaciones, en las que se presta una atención especial al vestuario de la mujer y al rescate histórico de figuras femeninas que desempeñaron funciones importantes en las compañías de teatro [JMS].

ANÁLISIS DEL DISCURSO Y PRAGMÁTICA

Elisabeth Miche, Secuencias discursivas del desacuerdo. Aplicación del modelo ginebrino al análisis del debate parlamentario del artículo 2 de la Constitución Española de 1978, Anejo 43 de Verba, Universidad de Santiago de Compostela, 1998, 146 págs.

    En este trabajo, su autora se propone, de un lado, ahondar en la definición de los conceptos de diafonía y polifonía ya determinados por E. Roudet y, de otro, una vez puntualizados dichos conceptos, estudiar las estructuras diafónicas y polifónicas, concretamente, en «las intervenciones reactivas» del debate parlamentario que tuvo lugar con motivo de la redacción del artículo segundo de la Constitución española. El modelo de análisis del discurso utilizado —«modelo ginebrino»— se revela eficiente para lograr la descripción de las características formales y las de las funciones que las estructuras discursivas estudiadas desempeñan. Aunque, lógicamente, la especificidad del intercambio elegido ha sugerido «algunas modificaciones en la definición del concepto de diafonía propuesto» por Roudet [PLM].

 

Francisco Yus Ramos, Cooperación y relevancia. Dos aproximaciones pragmáticas a la interpretación, Universidad de Alicante, 1997, 162 págs.

    Los intentos de explicación de ciertos enunciados que presuponen un conocimiento de la situación extralingüísitica en que se hayan producido ha desembocado en un renovado interés por la praxis lingüística. La «perspectiva pragmática» del estudio del lenguaje se interesa por los aspectos de la comunicación y la interpretación teniendo en cuenta el contexto conversacional, «aspectos como la intencionalidad, la inferencia, el conocimiento mutuo, [...] la deducción», o «las relaciones de poder, solidaridad», etc. que existan entre los interlocutores. El análisis de la pragmática —como paradigma del mismo rango que el estructuralismo o el generativismo— que Francisco Yus emprende en esta monografía se realiza a través de los acercamientos a dos de las teorías pragmáticas más importantes, el Principio de Cooperación de Grice y la Teoría de la Relevancia de Sperber y Wilson [PLM].

ARTE

Francisco J. Falero, La teoría del arte del krausismo español, Universidad de Granada, 1998, 346 págs.

    Este estudio parte de una concepción amplia, aunque con centro en la teoría del arte implícita en el ejercicio exegético, «que no se limita al estudio de la crítica de arte en relación al pensamiento estético, sino que se extiende a otras formas del pensamiento que se presentan determinantes en la fomación del juicio crítico» (pág. 10), previniendo siempre de una interpretación «sobre el hecho intelectual, no sobre el hecho social» (pág. 10). Este principio permite rescatar aquí el momento más notable del pensamiento español que puede reconocerse en los siglos XVIII y XIX, fecundados, salvo muy raras excepciones, de la más absoluta esterilidad y endogamia intelectual. Precisamente en un momento en que el pensamiento germánico, protagonista hegemónico hasta ahora en el marco europeo, parece agotarse en sí mismo, produciendo esa actitud de vacío elucidada por Broch —perfectamente concienciado en Nietzsche y genialmente instrumentalizado por Wagner—, la filosofía, la estética y la crítica del arte, alcanzan en España un grado de reconocido interés, no sólo desde la perspectiva relativizante de la mera presencia de un valor que antes no existía, aunque en este acto de implantación ya hay bastante, sino en cuanto a la matización y aclimatación de las ideas de Krause, vía que conduce al intelecto español de la época a la puesta al día en los valores filosóficos occidentales acudiendo a la tradición alemana acabada de ocurrir y también a visiones nuevas fruto del manejo de aquellas ideas nunca suficientemente consideradas, en muchos casos ni siquiera conocidas, en suelo hispánico; la aportación más importante y realmente decisiva viene de que «el discurso krausista se transforme fundamentalmente en un discurso sublimador» (pág. 323), con consecuencia directa en la fundación de la Institución Libre de Enseñanza.

    Procedimentalmente, el autor actúa en estrecha relación con sus fuentes en la «descripción y análisis de las ideas generales o claves a través de diversos textos de un mismo autor o de diferentes autores» (págs. 10-11), a la vez que para el establecimiento de líneas de pensamiento recurre ineluctablemente al «estudio de la crítica efectuada por un determinado movimiento» (pág. 11), de modo que el método empleado se justifica en un análisis trifásico, «primero hay que establecer el grupo supuesto que limita el campo, posteriormente analizar la Crítica de Arte efectuada y definir sus categorías y, por último, someter esas categorías al contraste histórico» (pág. 11). Esta configuración eminentemente orgánica en su disposición se refleja en la estructura del libro en sus tres partes principales. En la primera de ellas, «Fundamentos estéticos de la crítica de arte», Falero establece el conjunto de ideas que sobre estética llegan a España, dispensando una atención especial a la concepción de las relaciones entre el buen gusto y la teoría del arte, para, en un paso posterior, destacar la hermenéutica de la intelectualidad española al incluir criterios relacionados con el catolicismo en reflexiones sobre la metafísica de lo bello, las cuales posibilitan la enunciación de un panorama teórico de la crítica de arte en España. En la segunda parte del libro, «Transformación económica y filosofía del arte», se analiza el contexto realista que proporciona una modelización científica del pensamiento, plasmado dialécticamente en la confrontación del realismo con el idealismo en la filosofía del arte, en la que se testimonia entre la ciencia y el arte mediante la cuestión religiosa, o la que protagonizan el arte y técnica en sus realizaciones arquitectónica, decorativa e industrial. Finalmente, el contrapunto histórico lo proporciona el capítulo «La teoría del arte en la ideología liberal», al plantear como modelo historiográfico al historicismo nacionalista [JMS].

 

Mª Isabel Cabrera García, Tradición y vanguardia en el pensamiento artístico español (1939-1959), Universidad de Granada, 1998, 355 págs.

    La colección «Arte y Arqueología» que patrocina la Universidad de Granada nos brinda con este libro la revisión, la sistematización y, en muchos casos, la presentación por primera vez, de perspectivas y contenidos que por su cercanía cronológica se escapaban de una forma más o menos descarada al examen riguroso e imparcial, extremos presentados aquí en la medida de altas posibilidades. Como se afirma en la Introducción, «el objeto de este trabajo es hacer emerger las coordenadas teóricas del arte de postguerra en España desde 1939 a 1959, a partir del estudio directamente ejercido sobre la literatura artística publicada en el período» (pág. 9). El estudio se organiza en una estructura cuatripartita, abordándose en su primera sección «la ‘continuidad’ con los desarrollos inmediatamente anteriores a la contienda civil» (pág. 9), por la razón de que «muchos de los planteamientos ideológicos que sustentan la nueva situación española de postguerra forman parte de una herencia que está presente en nuestra historia nacional desde bastante atrás» (pág. 9), lo que conduce a la autora a retrotraerse a la estética del XIX, aun presentando argumentos respecto a las posibilidades de remontarse al Siglo de Oro. Asimismo, esta consideración de los códigos e ideario artísticos anteriores se justifica también en el hecho de que «la ideología de los intelectuales falangistas se formaría en contacto directo con los sucesos que tienen lugar sobre todo en la inmediata preguerra» (pág. 9). Es importante la insistencia de Mª I. García en «la relación de continuidad, más que de estrangulamiento, que los años cuarenta y cincuenta presentan con los períodos que les anteceden y que les siguen en el tiempo» (pág. 14) y, en especial, en que «tampoco podemos concebir aislado lo que sucede en España, a partir de la conflagración bélica, del resto del acontecer europeo» (pág. 15), patente tanto en «los primeros años de postguerra cuando España se alinea con las potencias del Eje» (pág. 15), lo que posibilita enormemente influencias italianas y alemanas, como en la situación general tras la Segunda Guerra Mundial, muy semejante en el conjunto europeo.

    El capítulo segundo se centra en la estética totalitaria propiciada por el régimen acabado de nacer. Con el resto de la crítica, Mª I. Cabrera reconoce la «pluralidad que se deriva del variado número de grupos que componían el núcleo vencedor» (pág. 59), lo que condujo a un maremagnum de ideas caracterizadas «por su diversificada procedencia, por una peculiar ambigüedad, y la ausencia de claridad y precisión» (pág. 59), de forma que la única coherencia posible procedía de la «figura de Franco, y una serie de principios básicos sobre los que se sustentaba el nuevo poder» (pág. 59). Todo intento de lograr un estilo fracasa en cuanto que el apoyo italiano y alemán ya no existe, «arribando finalmente en el simple academicismo tradicional» (pág. 60), en un recurso continuado a «la recreación [...] de la estética medieval cristiana y contrarreformista» (pág. 9). Sin embargo, una de las pautas en la ejecución artística la constituía «el modelo en oposición al cual se iba a intentar definir el nuevo proyecto: el programa estético de la vanguardia» (pág. 60), jugando un papel decisivo «las revistas culturales, dependientes en los primeros años también de las instituciones rectoras del nuevo Estado» (pág. 61).

    La sección tercera de este libro analiza «frente a este modelo más o menos oficial [establecido en el capítulo anterior], cómo surge desde bien pronto una corriente crítica [...] que pretende romper con el academicismo existente» (pág. 10). De gran relevancia en los años cuarenta, «de lo que se trata fundamentalmente es de hacer entender a los artistas, a la sociedad o a los mismísimos responsables de gobierno, que si bien el recurso a la tradición es la única opción válida que debe contar para deducir los presupuestos teóricos que deben regir el arte del presente y del devenir, no es posible tolerar una utilización burda y sistemática de este pasado que consista en la mera transcripción y copia fiel de sus elementos y postulados, que a lo único que conduce es a un anacrónico formalismo académico» (pág. 131). Racionalización y actualidad son las reivindicaciones esenciales que la corriente crítica pretende imponer, como se puede comprobar en las publicaciones periódicas, en parte más críticas y permisivas al dar cabida en sus páginas, en lo que tiene de significativo, a «la publicación de los primeros estudios y ensayos dedicados a artistas de vanguardia, o bien a espacios temporales en un principio repudiados» (pág. 138).

    Finalmente, en el capítulo cuarto se da cuenta, como sumariza el mismo título, de la «Recuperación del discurso estético de la Modernidad», ubicada básicamente en la segunda mitad de los años cuarenta, cuando «se sientan las bases y se llevan a cabo los primeros intentos de la posterior y plena recuperación de lo nuevo acontecida durante los años cincuenta» (pág. 173). La «creciente efervescencia artística y teorética, pese a los condicionantes en contra que no son pocos todavía [...], son los signos evidentes del ‘crac’ que se estaba produciendo en los engranajes del aparato ideológico-cultural hegemónico» (pág. 177), que no controla ya un complejo artístico en su proyección internacional.

    En conclusión, puede darse por cumplido el objetivo declarado al comienzo de estas páginas en cuanto «contribución al mejor conocimiento de las bases teóricas del arte contemporáneo español» (pág. 10) [JMS].

ARTÍCULOS PERIODÍSTICOS

Joan Fuster, Contra Unamuno y los demás, Península, Barcelona, 1998, 191 págs.

    Ya editado por primera vez en 1975 en la colección «Ediciones de Bolsillo» de la misma editorial, este libro reproduce una serie de artículos de opinión a veces extensibles en profundidad y alcance a breves ensayos, y «todos ellos, excepto uno, se publicaron en la prensa diaria —La Vanguardia y Tele / exprés de Barcelona, e Informaciones de Madrid—» (pág. 9). Respecto a las alteraciones posibles en esta nueva impresión, «dejo los textos tal como fueron escritos» (pág. 9), allá entre 1970 y 1974. La única modificación responde a la reintegración de «algunas líneas que, por una razón u otra, no llegaron a las linotipias» (pág. 9). En armonía con la caracterización general de «un deliberado énfasis polémico» (pág. 9), Fuster declara la intención de «incidir al lector a reflexionar acerca de unos cuantos temas, vidriosos y estimulantes, que, por lo general, me parecían alevosamente silenciados o confundidos por unos y otros» (págs. 9-10). Los textos se encuentran agrupados en tres conjuntos: «El ruedo ibérico», «El escepticismo del verano» y «Vida, cultura y esperanza nuestra...».

    A través de un lenguaje muy vivo y con un desparpajo que en ocasiones revela felices irreverencias a lo largo de todos sus escritos, J. Fuster acomete su labor —ciñéndonos a algunos de los textos de la parte inicial— con «El caso de don Miguel», sobre el que expone objeciones «que le pondría cualquier vecino con cara y ojos» (pág. 13), haciendo hincapié en el «irracionalismo unamuniano» (pág. 13). En el texto «Con Balmes como excusa» «intenté remachar el clavo» (pág. 13) ya apuntado con Unamuno, incidiendo en la «patriotería catalanoide» (pág. 13), aunque lo que le interesa es la «contraposición Balmes-Unamuno» (pág. 14). En «El otro castrismo» la figura sometida a juicio es la de Américo Castro, de quien se «limitaba a destacar, con palabras literales suyas, la intencionalidad no-histórica —a-científica—, o sea, política, de sus libros, y a indicar cómo y hacia dónde disparaba sus argumentos» (pág. 14). Por otra parte, «La cacharrería de la historia» pretende demostrar que «entre don Américo Castro y su impenitente rival don Claudio Sánchez Albornoz hay más afinidades de las que ellos se obstinaron en ocultar» (pág. 15). En «Ahora no hay de ese percal», Fuster trata de entender «cómo Madariaga ha pasado por ‘liberal’» (pág. 15), cuando «Don Salvador nunca fue liberal, y no lo es, ni lo será por muchos años que viva» (pág. 16). Cierra esta primera sección «Cosas del siglo pasado», artículo que más que al Carlismo, se refiere a «algunas tentativas de interpretar el Carlismo en una supuesta perspectiva izquierdosa» (pág. 16). Los artículos de la segunda sección «fueron escritos en —y contra— el aburrimiento del estío» (pág. 83), cuando «uno se lanza a observar, con más o menos malicia, pero con plácida ironía, el espectáculo de su alrededor, incluyendo el de los libros que tiene a su alcance (pág. 83). De este modo, lo que aquí se cuenta se resuelve en notas «breves, quizá frívolas, o sólo aparentemente frívolas, y se dispersan sobre una temática a ratos inmediata, a ratos bizantina» (pág. 83). Finalmente, el último conjunto contempla una serie de temas y problemas de índole diversa, «proceden de las letras, de la política o de lo uno y de lo otro mezclados, y se dispersan en el sencillo desahogo personal» (pág. 131), de forma que el hilo conductor se centra en «la tentativa limpia de ir articulando mis juicios —mi juicio— en el esfuerzo de enjuiciar a los demás» (pág. 131) [JMS].

 

Javier Marías, Pasiones pasadas, Alfaguara, Madrid, 1999, 241 págs.

    Reedición de la primera recopilación de artículos de Javier Marías. El volumen recoge treinta y un artículos que el afamado escritor publicó entre 1982 y 1990 en diversas revistas y periódicos nacionales e internacionales. El título se justifica ya que «todos los momentos a los que cada artículo pertenece son, por lo demás, siempre pasados, y todos fueron escritos con un grado mayor o menor de pasión» (pág. 9). «En estas piezas, cuya composición el autor ve como ‘algo dependiente de la vehemencia o pasión de un instante’ encontramos vida y opiniones, narración y disgresiones, y siempre una mirada capaz de ver lo más difícil, ‘lo que no ocurre’». Temáticamente, los textos vienen agrupados en cinco bloques: «Tres ciudades, un barrio y una casa», «Cinco retratos», «Asuntos vitales y asuntos mortales», «Asuntos no muy literarios» y «Una despedida». En esta última parte encontramos únicamente la pieza «La dificultad de perder la juventud», que se trata del texto inédito de la conferencia que el novelista pronunció dentro del ciclo La juventud del arte: el arte de la juventud, llevado a cabo en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo en 1989.

    A lo largo de estas páginas, Javier Marías trata de sus ciudades preferidas (Madrid, Venecia, Oxford y Barcelona), de algunos personajes cercanos —como su amigo Aliocha Coll—, de la sociedad española actual, su imagen y evolución, de la dificultad de perder la juventud; reflexiones sobre temas cotidianos como la convivencia de los fumadores y los que no fuman junto a piezas que dieron pie a obras de ficción todas ellas escritas en una prosa que «nunca pierde brío ni flexibilidad» [PLM].

CRÍTICA LITERARIA

Ascensión Rivas Hernández, Pío Baroja: Aspectos de la técnica narrativa, Universidad de Extremadura, Cáceres, 1998, 300 págs.

    Frente a la crítica general dispensada a la obra barojiana, de carácter biográfico o ideológico, este libro se presenta desde los «presupuestos que hunden sus raíces en la Crítica Literaria y se centra en el análisis de valores formales y significativos» (pág. 13), tal y como se afirma en el Prólogo. Para ello, parte de la noción de constante y variabilidad que caracteriza el opus de un autor, de modo que A. Rivas focaliza su interés especialmente en el complejo técnico narrativo del «recurso del manuscrito encontrado» (pág. 13), superponiendo la motivación reivindicativa de los «múltiples aspectos de la técnica narrativa, tan injustamente infravalorada en los estudios dedicados al autor» (pág. 13).

    Por tanto, el libro se abre con la explicación de las instancias narratológicas traídas de la teoría de la literatura, sobre todo en lo que tienen de descriptivo del pacto entre los aspectos fictivos y reales de tales conceptos. Dentro de estas convenciones, la más general que implica la credibilidad por parte del receptor de lo que el autor le ofrece, es la que da pie, para esta autora, a ese tópico técnico y temático del manuscrito encontrado. Precisamente, cuando «el autor, o alguien muy parecido a él, se cuestiona explícitamente el problema de la realidad y la ficción, pretendiendo, de forma expresa, que el lector crea en el carácter real de la obra» (pág. 18), se produce aquella manipulación narrativa cuyo fin principal se cifra en el «logro de la versimilitud» (pág. 74). A su servicio se hallan ciertos elementos, ampliamente descritos, de los que cabe destacar la objetividad y la ironía, sin perder de vista las posibilidades de la Historia y su modalidad diegética.

    Este recurso se destaca convenientemente en la obra barojiana, en la que desde un simple recuento, es posible advertir que «Baroja actualiza el recurso en dieciocho novelas de las sesenta que aproximadamente compuso» (pág. 27). De esta forma, se pretende romper con «la idea de un Baroja despreocupado ante el acto narrativo, idea bastante generalizada en los estudios dedicados a su obra novelesca» (págs. 28-29). Para ello, se constata la identificación del empleo de este recurso a lo largo de toda la obra de Baroja, revelando que «lejos de tratarse de una moda pasajera, el novelista lo asume de un modo pleno y lo considera elemento importante de su trabajo; de hecho, la actualización constante de la técnica le hace conocedor de sus resortes y funcionamiento» (pág. 29).

    La realización práctica de estos presupuestos ocupa casi todo el libro, iniciándose con el análisis de las Aventuras, inventos y mixtificaciones de Silvestre Paradox, donde se presta una atención muy estrecha a las influencias devenidas de Cervantes y Valera, a la vez que se hacen patentes las aportaciones particulares del novelista vasco. Camino de perfección se aborda desde la complejidad que ofrece respecto a las cuatro modalidades descritas en que se realiza la voz del narrador, contando además con variantes textuales en que aquella instancia sufre alteraciones diversas. Contrariamente a lo que sucede en El mayorazgo de Labraz, donde la «técnica de la transcripción se presenta [...] con una pureza extraordinaria» (pág. 67), dada la sencillez con que se conjugan las voces: «En el prólogo [...] encontramos un primer nivel de realidad presentado de forma objetiva. Frente a ello, el resto aparece como obra ficticia» (pág. 68); con todo, también son objeto de análisis en la medida en que inciden en la técnica tratada «elementos románticos, folletinescos y de literatura decadentista finisecular» (pág. 74).

    Con base en estos criterios, son consideradas las siguientes novelas: La sensualidad pervertida, Los pilotos de altura, La estrella del capitán chimista, El gran torbellino del mundo, Las noches del Buen Retiro, El puente de las ánimas y El hotel del cisne, hasta llegar a las Memorias de un hombre de acción, serie de la que se analizan tres novelas donde el recurso de la transcripción sigue desempeñando una función elemental [JMS].

 

Marta Rodríguez, El intimismo en Antonio Machado, Visor Libros, Madrid, 1998, 121 págs.

    Se pone de manifiesto en este estudio «una serie de temas existenciales» (pág. 11) que sirven de lazo de unión entre los versos de Soledades, galerías y otros poemas y los de Campos de Castilla, Nuevas Canciones y «Cancionero Apócrifo», circunstancia que unida a «la observación del esfuerzo por adecuar la forma poética a su visión y análisis de la realidad es lo que ha motivado el título de este trabajo» (pág. 11). Por tanto, este intimismo poético proviene de la conjunción «entre la sencillez de la palabra y la profundidad de la vivencia poética a través de las distintas épocas de su creación» (pág. 11). Por tanto, y probablemente sea esta una de las cuestiones fundamentales por las que se define este libro, no sólo se corresponde el intimismo con la actitud subjetiva que el poeta adopta ante la realidad, sino que «implica también una técnica poética que le es consustancial» (pág. 11). Es decir, interviene una serie de criterios de orden retórico y estilístico que delatan ese intimismo, a la vez que lo definen escrituralmente de una forma muy concreta, «se puede afirmar que cada recurso poético, diálogo con el tiempo a través de las cosas, vocabulario cronológico, símbolos temporales, etc., tienden a la consecución de dicho propósito» (pág. 11). Finalmente, el punto de vista desde el que se aborda este trabajo entiende que el «intimismo es, pues, un proceso y, por lo tanto, la expresión de la intimidad o interioridad del poeta deviene en intimismo cuando el propio poeta se posesiona de los recursos de estilo necesarios para tal expresión» (pág. 11). Metodológicamente, la actuación crítica desarrollada comienza por identificar las distintas fases de la trayectoria poemática, que limita a cuatro. En la primera de ellas reconoce el predominio de «caracteres modernistas (temas, lenguaje, recursos de estilo)» (pág. 12) y se refiere «obras publicadas antes de 1907, en especial entre 1901 y 1903» (pág. 12), delatándose como un «período de ensayos y vacilaciones en su afán de encontrar una forma expresiva apropiada a su interioridad [de A. Machado]» (pág. 12). La segunda fase es denominada «Período Romántico» (pág. 12) para subrayar «el énfasis subjetivista en temas y recursos de estilo de Soledades, galerías y otros poemas» (pág. 12), en lo que M. Rodríguez también destaca para A. Machado «ante todo su calidad de poeta contemporáneo» (pág. 12). El grupo siguiente de poemas está representado en Campos de Castilla, donde el grado conseguido demuestra un «objetvismo lírico mayor» (pág. 12). La proyección de la subjetividad del poeta en las cosas acaba haciendo causa común en un «remoto símil de destino. Común con el ser humano, con él mismo, con otros» (pág. 12). Cabe señalar un cuarto y último período basado en «el análisis del poema extenso ‘Recuerdos de sueño, fiebre y duermevela’» (pág. 12), caracterizado por su vena existencialista, motivada más que por la asimilación de tendencias filosóficas, por la capacidad del poeta de «dar una visión integral de la existencia y de toda su problemática: angustia, soledad, recuerdo, amor, sentido de la vida, significación de la muerte, Dios, la Nada» (págs. 12-13). Finalmente, la autora, M. Rodríguez, confiesa la instrumentalización crítica de uno de los elementos básicos en la obra machadiana, esto es, «muchos de estos problemas se resuelven anticipadamente en su obra [de A. Machado] en un mundo cristalizado en símbolos» (pág. 13), y a ellos acude pertinentemente en cuanto que «nos pueden revelar la visión de la realidad y de la existencia, la contemplación de sí mismo y de su complejo mundo interior, su concepto e intuición de la muerte» (pág. 13), constatando así «esa intimidad que curiosamente no encuentra eco en sus sinópticas biografías» (pág. 13) [JMS].

 

Cristina Blanco Outón, Introducción a la narrativa breve de William Faulkner, Universidad de Santiago de Compostela, 1999, 254 págs.

    Este ensayo sobre el Nobel norteamericano propone una perspectiva distinta desde la que abordar el conjunto narrativo del mismo. Postura que primero tiene que ser legitimada por lo inusual y hasta lo inusitado de su ocurrencia. De ahí que se nos advierta ya al comienzo, en una declaración de intenciones, que «como veremos a continuación, para el lector sin prejuicios de esta clase, lo mismo que para el propio creador, estos relatos encarnarán lo más escogido, lo más esencial de tan extensa obra narrativa» (pág. 7). Es más, en el conjunto de relatos sometidos a examen, Collected Stories, «se halla ‘todo Faulkner’, todos los temas, todas las imágenes» (pág. 11). Este conjunto, compilado en 1948, retoma «aquellos relatos que él [el autor] considera los mejores de su producción» (pág. 10). El favor dispensado al relato breve se debe a su propia naturaleza genérica, «lo mismo que la composición lírica, el relato persigue concentrar en un fugaz instante revelador toda la trascendencia de una experiencia excepcional y convertirse en un símbolo complejo de mundos mayores» (pág. 7). Sin embargo, C. Blanco tiene que desautorizar en cierto modo la crítica dominante sobre esta narrativa, de carácter eminentemente negativo. Así rebate el que el propio Faulkner desestimara sus propios relatos, ya que se debe a celo perfeccionista; el propósito únicamente económico al que se somete esta parte de su producción, si bien para esta autora se trata de «exabruptos de un ser cansado de trabajar bajo la presión que suponía mantener a una familia que incluía a su madre y a la viuda y al hijo de su hermano Dean [...], acuciado por las deudas y por un estilo de vida difícilmente sostenible» (pág. 8); y, por último, la consideración de los cuentos dentro de un género menor, «indigno de la atención de los críticos» (pág. 9). Señaladas también las excepciones que valoraban positivamente el relato faulkneriano se establece un nuevo objetivo, «probar que un eje temático en torno al cual se agrupan los cuentos de esta colección es la soledad» (pág. 11), así como «procurar describir cómo se articula la compilación, cuáles son las consecuencias de que el autor decidiera utilizar una concatenación de seis secciones cuya disposición, aun respondiendo al principio de contraste mencionado por Faulkner, obedece también a otros motivos» (pág. 11). El marco teórico explicativo desde el que se acomete esta tarea, «dentro de las corrientes críticas actuales, la que mejor se adaptaría a nuestro propósito sería la denominada ‘polysystem theory’, esbozada por Itamar Even-Zohar» (pág. 12), con una finalidad que «no es fijar el texto a una interpretación excluyente sino ofrecer un acercamiento lo más ecléctico posible a un objeto, el hecho literario, que ofrece posibilidades infinitas» (pág. 12). En este sentido, y ya a la vista el problema vertebrador de la colectánea, se establece un propósito más, «lo que trataremos de probar es que el aislamiento y la incomunicación, con todas sus causas y consecuencias, es una característica común a los héroes y las heroínas de estos relatos» (pág. 13); para la interpretación de soledad o aislamiento, C. Blanco se basa «fundamentalmente en la filosofía existencialista, según la cual el ser humano ha de enfrentearse, en soledad y con responsabilidad plena, a un entorno absurdo y hostil» (pág. 13). Esta cuestión es la que permite un reconocimiento que podría llamarse generacional, una incardinación de la obra de Faulkner en su contexto literario, en el que «comparte con autores como James Joyce, T. S. Eliot, F. Scott Fitzgerald o Ernest Hemingway una concepción pesimista y alienante del mundo» (pág. 15).

    La planificación discursiva adoptada dispone «un capítulo a cada uno de los bloques que componen la colección» (pág. 18), que son seis. «Dentro de cada uno de éstos, seleccionaremos aquellas narraciones que ocupen una posición estratégica (vg. comienzo o final)» (pág. 18), siempre bajo los parámetros que fundamentan este estudio respecto a los dos niveles en que se manifiesta el tema de la soledad: «los distintos cuentos que integran cada sección y los distintos elementos que conforman cada cuento» (pág. 18) [JMS].

 

Luis García Jambrina, La vuelta al logos. Introducción a la narrativa de Miguel Espinosa (pról. de J. M. de Prada), Ediciones de la Torre, Madrid, 1998, 186 págs.

    Este ensayo crítico aborda la obra no muy bien conocida del novelista murciano Miguel Espinosa (1926-1982), y esto por las razones aludidas en el Prólogo y traídas de Ignacio Ferreras: «La primera consiste en la temprana desaparición del autor; la segunda, en que aún queda sin publicar parte de su obra, y la tercera, porque, aunque existe alguna crítica, siempre admirativa, de las novelas aparecidas, siguen faltando estudios y análisis» (pág. 30). Bajo estas circunstancias, «este estudio se centra en los tres libros narrativos fundamentales de Miguel Espinosa» (pág. 31): Escuela de Mandarines (1974), La fea burguesía (1990), escrito entre 1971 y 1976, y Tríbada. Theologiae Tractatus (1980), vertebrando la materia de cada uno de sus tres capítulos, a los que se añade un importante aparato bibliográfico así como ciertos documentos inéditos. La postura de Miguel Espinosa revela, para L. García, la consciencia de «una era caracterizada, frente a la del Logos, ‘la del decir del ser’, por la ‘ruptura de la alianza entre la palabra y el mundo’, la ‘descomposición del yo’ y la llamada ‘muerte del ser metafísico’» (pág. 25) lo que sirve de reactivo en la ejecución de su novela al tratar de «restaurar la alianza entre palabra y mundo, esto es, la vuelta al Logos, a la palabra como significación pura, al lenguaje originario» (pág. 26). Esto es consecuencia de la asunción de un fundamento prioritario y generador de toda una concepción narrativa, o sea, «la fundamentación teológico-metafísica como única garantía del significado» (pág. 26). La forma de actualizar tal desencadenante implica la distinción de «no sólo un logos político, o acerca del Poder y los gobiernos, un logos ético, o acerca de las almas o conciencias, y un logos teológico, o acerca de las ultimidades, sino también un metalogos, o acerca del propio lenguaje, el pensamiento y la lógica, y un logos estético, o acerca de las formas y del Arte» (págs. 26-27), que se encarga de cohesionar «un logos totalizador o razón integradora», caracterizado, en palabras de Sánchez Ferlosio, «por ‘un sentido profundo de lo narrativo que va mucho más allá de la escueta y tradicional referencia de hechos’» (pág. 27). Esta perspectiva conduce asimismo al reconocimiento del «inmenso valor concedido a la palabra, al poder de la palabra» (pág. 28), concluyendo L. García que «es el verdadero centro de su razón narrativa» (pág. 29), en oposición a la actitud hodierna por la que «la actualidad o mundo se burla del Logos, somentiéndolo a lenguaje facultado y anotándolo» (pág. 29). En fin, como escribe J. M. de Prada, «en La vuelta al Logos encontramos las claves que nos explican la razón narrativa que guía a Miguel Espinosa, desde su búsqueda del libro total al análisis ontológico de lo cotidiano» (pág. 19) [JMS].

 

José María Balcells, De Jorge Guillén a Antonio Gamoneda, Universidad de León, 1998, 242 págs.

    De Jorge Guillén a Antonio Gamoneda es una recopilación de veinte estudios ya publicados entre 1991 y 1998 en lugares diversos. Como afirma el mismo autor, «proceden de investigaciones que aparecieron en libros de autoría colectiva, o provienen de artículos insertos en publicaciones periódicas, así como de prólogos, conferencias, ponencias y otras actividades semejantes» (pág. 241). Sin embargo, algunos no presentan idéntica formulación, lo que desde luego redunda en la revalorización de tales ensayos: «Varios han sido aumentados, incluso muy considerablemente aumentados, con relación al texto primero, pero otros se editan de nuevo de conformidad con el mismo, salvo alguna ligera modificación, a veces de índole bibliográfica» (pág. 241). Como se desprende del mismo título del libro, el objeto lo constituye la poesía del siglo XX casi en la totalidad de su arco cronológico, si consideramos las figuras que delimitan el despliegue crítico efectuado, Guillén y Gamoneda. Entre éstos, se habla de Alberti, Gerardo Diego, Luis Rosales, Ángel Crespo, Antonio Pereira, José Corredor-Matheos y Joaquín Buxó Montesinos. El poeta más ampliamente tratado es Ángel Crespo, cuya obra es sometida a un análisis vario, esto es, desde el examen de su producción primera donde desempeñan un papel importante las expectativas poemáticas, hasta su proyección, confirmándolas o denegándolas, en la influencia que ejerce en otras obras, pasando por cuestiones generales referentes al carácter intelectual de la poesía de Ángel Crespo o sus repercusiones trascendentales. Hay que destacar las indagaciones sobre Homenaje, de Guillén, por dos razones principales: primero, por la propia naturaleza de la investigación vinculada al mito de Anaxárete y, segundo, porque la atención crítica apenas ha tenido en cuenta este conjunto guilleniano si consideramos el amplio bagaje poemático que encierra, el extenso aporte culturalista perfectamente imbricado en una poética que la dota de un nuevo grado de perfeccionamiento. Asimismo, los estudios sobre poetas más recientes revisten un interés añadido en cuanto que, como toda incursión pionera, representan una utilidad crítica primaria, base de interpretaciones futuras, en la clarificación del panorama poético actual. En esta labor hay que reconocer siempre la exigencia de superar importantes escollos críticos para poder adoptar una perspectiva lo más objetiva posible respecto a esos fenómenos poéticos hodiernos. Muy ilustrativo en este sentido resulta el estudio último, sobre Gamoneda, quien «ha conseguido, con su Libro de los venenos (1995), una de las obras poéticas más sorprendentes de la literatura española contemporánea» (pág. 231). Pero tampoco se pueden olvidar las reivindicaciones acerca de la necesidad de una mayor atención hacia parcelas poéticas en apariencia agotadas desde el punto de vista crítico, como Balcells pone de manifiesto en su exposición sobre Joaquín Buxó al hacer patente «el hecho de que la poesía del medio siglo aún reclama mucha dedicación, de parte de la crítica y de los investigadores, si se pretende conocer bien las reales dimensiones del 50 poético» (pág. 223) [JMS].

 

David Lodge, El arte de la ficción. Con ejemplos de textos clásicos y modernos (trad. de Laura Freixas), Península, Barcelona, 1998, 340 págs.

    El profesor de la Universidad de Birmingham, ya jubilado, y novelista David Lodge, nos ofrece un conjunto de cincuenta ensayos sobre el arte de la novela de carácter más bien divulgativo mas con el propósito de conducir al lector a nuevas posibilidades, antes que rebajar a éstas al grado de lo vulgar. En la génesis de este libro puede hallarse su misma peculiaridad. Como él mismo relata: «Durante doce meses entre 1990 y 1991, el poeta James Fenton publicó una columna semanal en el suplemento de libros de The Independent on Sunday titulada ‘Ars Poetica’, título de un famoso tratado sobre poesía del poeta romano Horacio. Cada semana Fenton reproducía un breve poema o el extracto de un poema y escribía un comentario destinado a arrojar luz tanto sobre el texto como sobre algún aspecto del arte de la poesía en general. A comienzos de 1991 el director literario del suplemento, Blake Morrison, me llamó y me preguntó si me interesaría escribir algo similar sobre la narrativa cuando James Fenton terminase su serie» (pág. 11). El resultado de la respuesta positiva fueron casi treinta años, de 1960 a 1987, en los que escribió en «una columna semanal de un periódico» (pág. 12) la serie de ensayos ahora reproducidos en volumen. Así que sobre el método de elegir «uno o dos extractos breves de novelas o cuentos, clásicos y modernos, para ilustrar algún aspecto del ‘Arte de la ficción’» [...]. Me limité casi exclusivamente a los escritores ingleses y norteamericanos» (pág. 12). Las variaciones introducidas se reducen a «cierto número de referencias cruzadas y he añadido un índice de nombres que debería compensar hasta cierto punto lo arbitrario de la secuencia de temas» (pág. 13), y, en el sentido con que abríamos esta líneas, «he usado deliberadamente, con las explicaciones del caso, cierto número de términos técnicos con los que puede ser que ese lector esté poco familiarizado, pero es que no se puede analizar un texto literario sin un vocabulario descriptivo apropiado» (pág. 13), sin que en ningún caso se caiga en el exceso tecnicista ni en lo críptico. En definitiva se trata de «un libro para gente que prefiere tomar la crítica literaria en pequeñas dosis, un libro para ojear y hojear, un libro que no intenta decir la última palabra en ninguno de los temas que aborda, pero que mejorará, espero, la comprensión y el disfrute de la ficción en prosa de los lectores, y les sugerirá nuevas posibilidades de lectura» (pág. 14) [JMS].

 

Mª Dolores López Enamorado, Análisis de la temporalidad en la Trilogía de Nayib Mahfuz (pról. de E. Gálvez), Alfar, Sevilla, 1998, 156 págs.

    En una trayectoria novelística amplia y diversa, con comienzos en una narrativa de carácter eminentemente histórico y nacionalista que vira hacia lo social, objeto de una consideración continuada por la crítica, Mª D. López ha centrado sus esfuerzos analíticos e investigadores en la Trilogía del novelista egipcio Nayib Mahfuz, compuesta entre octubre de 1946 y 1952. Traducido por ella misma, este grupo de novelas está constituido por los textos de Entre dos Palacios (1956), Palacio del Deseo (1957) y La Azucarera (1957), coronando «la etapa que podemos denominar de consolidación de la ideología egipcia como pueblo libre, dueño de sí mismo y de su historia» (pág. 11) como se afirma en el Prólogo.

    Comoquiera que sea, la Trilogía «no es en ningún caso una obra aislada en el seno de la producción de Nayib Mazfuú, sino que es el resultado y la culminación de una vasta experiencia anterior» (pág. 17). La enorme cantidad de cuestiones y matices suscitados en estas novelas hace obvio el hecho de «que su gestación fue larga, y en ningún caso fruto de la improvisación» (pág. 17). Como la misma autora reconoce, «Nayib Mahfuz llega a la redacción de la Trilogía con un importante bagaje literario, unido a su propia experiencia anterior como articulista y novelista» (pág. 19), destacando en el primero su formación a partir de la novelística europea moderna. Dentro de esta extensa gama de posibilidades, el ensayo que nos ocupa se dedica al examen del tiempo, con la intención dirigida a «analizar los elementos temporales en la Trilogía, a pesar de ser consciente del importante papel que en esta obra juega el espacio, el lugar» (pág. 27). Esto se convierte en elemento de primer orden desde el punto de vista que delata a la Trilogía como «novela-río, escrita al estilo de las grandes sagas» (pág. 31). Y desde esta posición, el factor tiempo en el conjunto narrativo adquiere toda su relevancia en cuanto que el autor «va reconstruyendo de forma paralela los dos planos mencionados: el trasfondo histórico y el nivel de la ficción» (pág. 33), configurando «un complicado pero completísimo mosaico de referencias cronológicas que se van ensamblando pieza a pieza, y donde los errores son prácticamente inexistentes» (pág. 33). Desde un análisis del tiempo en la Trilogía, Mª D. López acaba estableciendo los aspectos mas importantes que modelan tal conjunto, de los que seleccionamos los siguientes: primero, «el interés del autor por aportar de manera precisa la fecha en la que se desarrollan los acontecimientos» (pág. 35); segundo, para precisar lo anterior, «se vale de una serie de datos referidos bien a la realidad histórica, bien a la ficción novelesca, que se van entretejiendo a lo largo de la obra» (pág. 35); tercero, se dan dos tipos de referencias: «puntuales, en las que se cita una fecha concreta —día, mes, estación o año—, o internas, es decir, aquéllas que hacen mención al tiempo transcurrido desde algún acontecimiento cuya fecha exacta se ha dado anteriormente» (pág 36); cuarto, respecto a la fechación de un momento del que se carece de referencias temporales precisas se deduce de «la concatenación de hechos, es decir, hechos que se inician en el capítulo anterior y que tienen su conclusión el mismo día, pero en el capítulo siguiente» (pág. 36); quinto, también se da el caso de referencias cronológicas nulas; sexto, hacer explícito que «la línea general que sigue el relato es la de la sucesión lógica de los acontecimientos, lo cual transmite al lector esa sensación de continuidad y duración que caracteriza la obra» (pág. 36) [JMS].

DIALECTOLOGÍA

Rafael Lapesa Melgar, El Dialecto Asturiano Occidental en la Edad Media, Universidad de Sevilla, 1998, 163 págs.

    El Dialecto Asturiano Occidental en la Edad Media es la tesis doctoral de Rafael Lapesa Melgar, dirigida por Menéndez Pidal y leída en la Universidad Complutense de Madrid en 1931. Después de su defensa, este trabajo quedó inédito en espera de «ampliar las conclusiones»; así, se fue posponiendo su publicación en parte por el afán perfeccionista de su autor, al que no quedaba tiempo de retocarla, envuelto ya en múltiples proyectos. Ahora, la insistencia e interés de algunos de sus discípulos encabezados por Manuel Ariza ha hecho posible que este estudio de 1931 sea publicado por la Universidad de Sevilla.

    Estamos ante una descripción de las características dialectales del asturiano occidental —distinto tanto del gallego como del castellan— que, a pesar de los años transcurridos, tiene, en palabras de Manuel Ariza, «plena vigencia hoy».

    El análisis lingüístico inicial, que abarcaba el estudio de la Fonética, Morfología y Sintaxis, destacaba las características diferenciales del asturiano occidental: la conservación de los diptongos descendientes de [ei] y [ou], los diptongos [uó] < o , [ié], [iá] < e , el posesivo masculino mieu frente al femenino mía, los perfecto en -éu, -íu, el ensordecimiento en /c/ de la /y/ procedente de la consonante lateral palatal, y los resultados -uit, -it procedentes de ult y kt, entre otros rasgos.

    La tesis original ha sido completada con unas conclusiones elaboradas posteriormente y publicadas en el artículo titulado «El dialecto asturiano occidental en los documentos notariales de la baja Edad Media», que apareció en el año 1976 en el Homenaje a Don Vicente García de Diego, anejo 32 de la Revista de Dialectología y Tradiciones Populares (RDTP). Este artículo ha sido el único trabajo que con los materiales de su tesis publicó Lapesa. Se trata de una revisión del análisis originario donde se han tenido en cuenta los estudios que sobre el asturiano occidental y las hablas leonesas se han realizado desde el muy lejano 1931.

    En la parte correspondiente al estudio lingüístico primitivo echamos de menos un índice bibliográfico, que posiblemente estuviera en la tesis inédita, ya que las referencias que hallamos a pie de página vienen abreviadas.

    El análisis, en el que pone de manifiesto el distanciamiento progresivo del lenguaje notarial respecto de las hablas locales de la zona, toma como base una serie de documentos notariales de los siglos xii al xv cuya edición acompaña al análisis lingüístico. Estos manuscritos proporcionan un ejemplo bastante representativo del dialecto asturiano occidental en la Edad Media, aunque Lapesa no encontró documentación de la época para la zona costera ni la franja más occidental del Suroeste. Son cincuenta y cuatro documentos que fueron seleccionados por Rafael Lapesa por ser «los más característicos e interesantes» de tres colecciones: la del monasterio cisterciense de Belmonte y las de los monasterios benedictinos de Corias y Cornellana, además de cuatro documentos del monasterio de Santa María de Obona [PLM].

DIDÁCTICA

Estrella Montolío (coor.), Mar Garachana y Marisa Santiago, Manual de escritura académica, I, Ariel, Barcelona, 1999, 193 págs.

    Este libro «pretende ser un manual para ejercitar la escritura planificada, es decir, la elaboración reflexiva de textos». Está recomendado para todo tipo de estudiantes, desde los de bachillerato hasta los alumnos del primer ciclo universitario e, incluso, estudiantes extranjeros que deseen mejorar su español. El Manual consta de dos volúmenes; éste, que es el primero, trata de las reglas de acentuación, algunos aspectos morfosintácticos y cuestiones de léxico. Incluye unos ejercicios prácticos con las soluciones y algunas explicaciones a las que acompaña un razonamiento del porqué de un uso en vez de otros. La exposición teórica tanto como las actividades están planteadas de manera divulgativa y asequible con el objetivo de acercar a los lectores menos especializados a las corrientes más novedosas y prácticas; así no se detiene en las nociones de gramática normativa y descriptiva, sino que aporta reflexiones de disciplinas como la lingüística del texto, la pragmática o el análisis del discurso [PLM].

FILOLOGÍA CLÁSICA

Ausonio, Mosella (introd., testo, trad. e commento Maria Elvira Consoli), Mario Congedo Editore, Galatina (Lecce), 1998, 123 págs.

    Edición bilingüe —latín e italiano— del Mosela de Ausonio llevada a cabo por Maria Elvira Consoli. Este extenso poema, considerado la obra maestra de Décimo Magno Ausonio (s. IV), describe el viaje que realizó el autor acompañando a Valentiniano I desde la corte imperial de Tréveris hasta la desembocadura del Mosela en el Rin. La primera mención del Mosela la hizo Tácito, pero hasta Ausonio este río no había interesado a los poetas. El canto a un río con ocasión de una navegación fluvial entra sin duda, según Consoli, en el ámbito de la tradición alejandrina. Se señala en la Introducción la originalidad en la elección del tema, ausente como motivo central excepto en Catulo y en algunos versos horacianos sobre el río de su región natal [JMS].

GEOGRAFÍA LINGÜÍSTICA

Ana Isabel Navarro Carrasco, Comentario de mapas lingüísticos españoles, Universidad de Alicante, 1998, 214 págs.

    Con la intención de ilustrar el modo de analizar el contenido de un atlas lingüístico, Ana Isabel Navarro realiza esta serie de comentarios léxicos de varios mapas lingüísticos españoles escogidos de entre algunos de los principales atlas lingüísticos españoles: Atlas lingüístico de la Península Ibérica (ALPI), Atlas lingüístico y etnográfico de Andalucía (ALEA), Atlas lingüístico y etnográfico de las Islas Canarias (ALEICAN), Atlas lingüístico y etnográfico de Aragón, Navarra y Rioja (ALEANR), Atlas lingüístico y etnográfico de Cantabria (ALECANT), y el Léxico de los marineros peninsulares (LMP). En primer lugar, se han unificado en una variante léxica las distintas variantes fonéticas no relevantes para el análisis léxico y se ha codificado el mapa con signos en lugar de las transcripciones fonéticas. A partir de este punto comienza el comentario de cada una de las voces, indicando el área de extensión que tiene y las localidades en las que aparece. Se completa la información léxica con documentación lexicográfica obtenida en diccionarios, vocabularios regionales u otros glosarios, señalando los casos que no se registran en el diccionario de la Academia, así como en los diccionarios etimológicos. A continuación, Ana Isabel Navarro compara diversas áreas léxicas para ver sus coincidencias, destaca los cambios de significado o algún otro fenómeno semántico o léxico, como dialectalismos o arcaísmos. En las conclusiones se ponen de relieve los cambios formales o semánticos, las interacciones de las distintas lenguas y dialectos, la evolución desde la forma etimológica e, incluso, en algunos casos, se llega a indicar cuándo el mapa comentado contiene alguna deficiencia formal [PLM].

GRAMÁTICA

Helena López Palma, La interpretación de los cuantificadores. Aspectos semánticos y sintácticos, Visor Libros (Col. Gramática del Español, 4), Madrid, 1999, 297 págs.

    H. López Palma analiza la operación semántica de la cuantificación, atendiendo a la complejidad que entraña la pluralidad de factores que intervienen en ella. Este libro plantea una cuestión de gramática española cuyo análisis —excepto por los estudios de Salvador Fernández Ramírez— «no ha sido abordado de modo unitario», debido a que, entre muchas otras causas, el paradigma de las unidades que expresan cantidad se halla repartido en muchas categorías —pronombres, adjetivos, adverbios— y contienen diversos matices semánticos como son la clasificación, la generalización, la distribución, la restricción, la individualización, o la identificación de lo enumerado o medido.

    Este trabajo está estructurado en cinco amplios capítulos. El primero de ellos aporta una imprescindible definición de la terminología utilizada, ya que, entre otros, se aplican los instrumentos de la lógica formal a los estudios gramaticales de la cuantificación. La segunda parte recoge el análisis de algunas teorías que se han acercado al tema, teniendo en cuenta la pluralidad de enfoques y diversas disciplinas, tales como la gramática, la lógica, la matemática, que estudian lo que es cuantificar. El tercer capítulo trata los «factores que influyen en el ámbito de los cuantificadores» atendiendo a las propiedades léxicas de los predicados, entre otros aspectos sintácticos y semánticos. En los apartados cuarto y quinto se considera el dominio sintáctico de los sintagmas interrogativos interpretados como estructuras cuantificadas y las construcciones en las que se incluye más de un sintagma interrogativo [PLM].

 

José Polo, En torno a la obra científica de Salvador Fernández Ramírez (1896-1983). Metodología y gramática, Universidad de Extremadura, Cáceres, 1998, 186 págs.

    José Polo reúne en este libro los materiales que utilizó en dos trabajos científicos leídos en 1996 en distintos actos académicos de celebración del i centenario del nacimiento de Salvador Fernández Ramírez en las Universidades de Almería y Granada: «La obra científica de Salvador Fernández Ramírez» y «Significación de Salvador Fernández Ramírez para la gramática española». Nos acerca José Polo a la figura de este estudioso, proporcionando una «visión panorámica» de su obra gramatical en la que se pone de relieve el carácter integrador de su trabajo, sin dejar de ofrecer referencias biográficas. Se tratan los «problemas, métodos y autores admirados» por Salvador Fernández y se incluyen los detalles de la realización de la segunda edición de su Gramática llevada a cabo por José Polo, el cual coordinó la publicación de los seis volúmenes que resultaron al finalizar la recopilación de materiales producto de la ingente labor investigadora de S. Fernández. J. Polo realiza un recorrido descriptivo por esos seis volúmenes en el que llega a replantearse algunos de los aspectos de la edición. También dedica una amplia sección a comentar algunos momentos interesantes del discurso académico de Ignacio Bosque que versaba sobre nuestro autor. El entusiasmo que despierta este gramático es tal que Polo llega a afirmar que la de Salvador Fernández será «la gramática más completa no ya del s. XX sino de toda nuestra historia cultural» cuando se halle acabada (pág. 118) [[PLM]].

GRAMÁTICA HISTÓRICA

María Rosa Pérez, El sistema verbal en Gonzalo de Berceo. Las formas de irrealidad, Universidad de Santiago de Compostela, 1997, 195 págs.

    Con la finalidad de «realizar una aportación al estudio del sistema verbal del castellano medieval», se elabora este trabajo en el que se ofrece una descripción sincrónica de un estadio del español prealfonsí, ya que establecer cómo ha ido siendo una lengua en periodos concretos de su pasado es imprescindible para profundizar en el estudio de los cambios lingüísticos y la evolución de esa lengua.

    Utilizando un corpus textual muy concreto, la producción literaria de Gonzalo de Berceo, se ha llevado a cabo el análisis modal-temporal de las formas verbales que pueden expresar irrealidad, habiendo previamente establecido la consideración «modal funcional» con la que se va a tratar la oposición real-irreal. Tras la observación del comportamiento de las formas verbales en -se, -ría, -ra y -aba / -ía, simples o compuestas en las perífrasis haber + participio o ser + participio, se concluye con la idea de que la lengua de ese periodo se encuentra en una fase de transición, en la que las formas utilizadas para expresar la irrealidad son las mismas que en español moderno, pero en la que todavía se observan «primitivos valores temporales» [PLM].

GRAMÁTICA LATINA

Juan Francisco Mesa Sanz, El deseo y el subjuntivo. Análisis de los actos de habla y el valor «optativo» en lengua latina, Universidad de Alicante, 1997, 195 págs.

    Desde una óptica pragmática, en el marco teórico de R. Risselada, se realiza esta tesis acerca de la relación del modo subjuntivo latino con la expresión del «deseo». Una vez superado el estructuralismo, principalmente representado por los estudios de Mariner, se reconsidera el hecho de que el valor optativo fuera ajeno al subjuntivo latino. En este trabajo, Juan Francisco Mesa defiende que el subjuntivo, «morfema del antiguo optativo», junto a otros elementos de la oración como el verbo introductor o el nexo que lo acompaña, expresa «deseo» en la medida en que se puede identificar «con los rasgos que manifiestan una emoción del hablante», y entre estas «emociones» estaría el «deseo» [PLM].

HISTORIA

Juan Pedro Quiñonero, De la inexistencia de España, Tecnos, Madrid, 1998, 451 págs.

    El escritor y periodista Juan Pedro Quiñonero nos ofrece en este libro, a lo largo de sus doce capítulos, su peculiar visión de los problemas que podrían llamarse hispánicos en el ámbito político e histórico, arguyendo con solventes argumentos de carácter documental entre los que no se soslaya un amplio bagaje artístico. Para este autor, «el estado que usurpó durante siglos el nombre de España —según rezan palabras de la contraportada— sembró sus tierras de numerosas razones políticas, militares y económicas, pero nunca ofreció una casa común donde se reconocieran libremente todas las lenguas, culturas y religiones españolas. La Picaresca, con la que culminó la irrupción endemoniada de la lengua, la ética y la estética del Hampa y la Germanía, inició un proceso de desertificación moral y espiritual quizá más devastador que la desertificación geográfica que comenzó por las mismas fechas. La mundialización de la técnica y el comercio destruyen bastantes raíces donde nacieron muchos de nuestros pueblos y culturas, cuando España consuma su reencuentro con Europa en una histórica encrucijada. En ese marco, la presente obra nos propone algo que nadie había intentado antes: pensar España a través de toda la historia de sus literaturas y nociones del amor, desde las jarchas hasta el siglo XX. Américo Castro fue el indiscutido pionero en ese terreno. Y su aportación continúa siendo decisiva. De la inexistencia de España comienza su reflexión varios siglos antes y a éste incorpora el problema capital del mestizaje de nuestras distintas lenguas, culturas y religiones, iluminando la realidad de España, hoy, a la luz de una herencia única en la historia de la civilización europea» [JMS].

HISTORIA DE LA LITERATURA

Jesús-Graciliano González Miguel, Historia de la literatura italiana I. Desde los orígenes hasta la unidad nacional italiana, Universidad de Extremadura, Cáceres, 1998, 430 págs.

    Se corresponde este volumen con la segunda edición del ya agotado Resumen de Historia de la Literatura Italiana, que la Universidad de Salamanca editó en 1991. Este texto se complementaba con la «Historia de la Literatura Italiana ii, que abarca la historia literaria italiana desde la Unidad nacional hasta nuestros días, e Historia de la Literatura Italiana iii, que contiene una selección de los principales textos literarios italianos en lengua original» (pág. 9), volumen también fuera de catálogo, según queda descrito en el Prólogo. Por otra parte, el criterio que determina de forma tajante la confección de esta obra deviene de «la situación concreta de los destinatarios a los que va dirigida, que numerosas encuestas realizadas con mis alumnos y la experiencia de muchos años de enseñanza me la han hecho conocer» (pág. 10), aunque el público abarca a «personas que por simple gusto personal están interesadas en las cosas de Italia; profesores o estudiosos de Literatura española» (pág. 9), sobre la empresa de indagación que prevé la llamada literatura comparada. Las necesidades de este conjunto a las que pretende este manual dar satisfacción se cifran en «el desconocimiento, en muchos casos absoluto, que los posibles destinatarios de la obra tienen acerca de la Literatura italiana» y la distancia física y lingüística, causa de que «los numerosos y buenos manuales de literatura italiana existentes en este momento no están a su alcance» (pág. 10), que no dejan de ser «excelentes, pero que están concebidos para otros niveles y para otros destinatarios» (pág. 10). Para alcanzar los objetivos propuestos, el autor ha procurado «seleccionar bien los autores, movimientos o tendencias que tienen mayor transcendencia cultural y literaria» (pág. 10), así como la elección de «una periodización mixta de siglos y otras series literarias, con el fin de que les sea fácil a los lectores situarse en cada momento histórico y de que puedan apreciar sin ninguna dificultad la relación [...] que ciertos movimientos o tendencias de la literatura italiana tienen con respecto a otras historias literarias que ellos hayan estudiado, especialmente con respecto a la española» (pág. 10), llegando incluso a «traducir los títulos de las obras cuyo título italiano entrañara una especial dificultad de comprensión para ellos [los destinatarios]» (pág. 10).

    Sin embargo, este celo, loable por otra parte, depositado en el destinatario de la obra, afecta a la exposición de manera desfavorable en la medida en que la materia se ofrece demasiado adaptada al lector, lo que conduce a un amoldamiento tal a sus concepciones que el aporte se agota en sí mismo. Probablemente ésta haya sido la razón por la que no hay ni siquiera, no un aparato crítico, sino un apartado bibliográfico, lo que traiciona el énfasis puesto en «la abundante bibliografía que [...] existe en italiano» (pág. 9), «manuales excelentes» (pág. 10), de los que ni siquiera se da noticia, traicionando a su vez, y en contradicción con el propósito fundamental que alienta este libro, al lector interesado en profundizar sobre lo expuesto de forma llana y rigurosa. En este sentido, esta historia de la literatura italiana se puede llegar a convertir precisamente en lo que no se quiere, en el mayor obstáculo que dificulte el acceso a los textos literarios italianos y su concepción historiográfica. Pero quizás lo que más se echa de menos en la exposición de J. G. González es el enfoque desde el que escribe su obra, esto es, presenta esta historia literaria como la sucesión de una amplia gama de autores en su doble faceta de vida y obra, lo que desde luego implica el recurso a esquemas metodológicos ya obsoletos y ampliamente superados, y precisamente y de manera especial por la crítica italiana, pionera y constantemente diversificadora en las formas y práctica de la historia literaria. Una consideración más estrecha de estos estudios, habría proporcionado una exposición más ajustada y fehaciente del complejo panorama literario italiano [JMS].

HISTORIA

Antonio Gómez Alfaro, La Gran redada de Gitanos. España: la prisión general de Gitanos en 1749, Presencia Gitana, Madrid, 1993, 123 págs.

    Antonio Gómez Alfaro presenta en este libro la proyección de ciertos aspectos centrales emprendidos en su propia investigación doctoral, El expediente general de Gitanos, publicada en 1992 por la Universidad Complutense de Madrid, donde «reconstruyó las conflictivas relaciones que con ellos [los Gitanos] mantuvieron la sociedad y los poderes públicos» (pág. 2). Así, dentro de un interés especial presidido «por el dramático episodio de la prisión general de 1749, su desarrollo, circunstancias que la rodearon y consecuencias posteriores» (pág. 2), hay que inscribir este otro de La Gran redada de Gitanos.

    El libro se estructura en cuatro capítulos vertebrados por un aparato documental de doce testimonios que en un ejemplo de rigor científico a la vez que divulgativo, han sido reproducidos en versión facsimilar con su transcripción correspondiente. Como queda advertido, se trata de «diversos documentos relativos a la gran redada de 1749, cuya selección se ha realizado dando preferencia a aquéllos que no han sido reproducidos nunca, o lo han sido en obras de difícil acceso» (pág. 7). Asimismo, jalonan el texto cinco representaciones iconográficas que no sólo vienen a añadir un valor ilustrativo al texto, sino que poseen un valor intrínseco por la rareza de su hallazgo, ya que, como se denuncia en cierto momento, «no parece que los Gitanos merecieran históricamente la atención de los grandes artistas plásticos españoles» (pág. 7). Las láminas expuestas traen representaciones de Arturo Arnau, Juan de la Cruz, A. Rodríguez, Francisco de Goya, aparte las anónimas.

    En conjunto, La Gran redada de Gitanos, «trata de reconstruir el más duro de los avatares vividos por los Gitanos en España: la redada general realizada el 30 de julio de 1749, verdadero miércoles negro en una historia abundante de páginas negras» (pág. 9). El capítulo que abre el libro, «La propuesta del gobernador del Consejo», comienza por destacar el celo de Gaspar Vázquez de Toledo, Obispo de Oviedo y miembro del Consejo de Castilla desde 1746, en su llamada al «más vivo cuidado a la puntual observancia de las reales pragmáticas contra Gitanos y órdenes en su asunto expedidas» (pág. 11). Desde aquí, una larga andadura, exponente en muchas ocasiones de auténticas persecuciones, conduce a las consideraciones de tipo legal y de otras clases que eran argüidas como justificaciones para la redada, todo mantenido en el más críptico secreto institucional. El segundo capítulo, «La ejecución de la redada», entra de lleno en el tema abordado, con descripción de las estrategias seguidas, a las que coadyuvaban las denuncias y colaboraciones, en un análisis que alcanza incluso los modos de financiación que posibilitaron la intervención. El apartado siguiente, «La reconducción de la redada», se centra en las consecuencias de su realización, esto es, en la búsqueda de destinos para los Gitanos a la vez que en «la pronta restitución de los bienes embargados a los Gitanos que, declarados inocentes, se reintegraban a sus vecindarios» (pág. 91). Así, el capítulo final, «Así que pasen dieciséis años», trata la situación de los Gitanos libertados, es decir, aquellos que no fueron considerados inocentes en su momento y habían sido mantenidos en reclusión, y de los Gitanos conducidos a otras tierras. Finalmente, «ambas circunstancias, escaso número y falta de rentabilidad, van a ser definitivas para que se apruebe la medida de gracia tan reiteradamente solicitada» (pág. 113), de forma que el 16 de junio de 1763, se produce el indulto general para todos aquellos gitanos apresados en la redada de 1749.

    Cierran el libro dos apartados de gran interés que allanan, uno, la propia lectura de esta obra, el «Glosario», otro, los fundamentos críticos y las posibilidades de estudio de esta problemática, las «Fuentes» [JMS].

 

 Donald Kenrick y Grattan Puxon, Gitanos bajo la Cruz Gamada (trad. de Carlos Martín; pról. de Félix Grande Lara; epíl. de Rajko Dkuric), Presencia Gitana, Madrid, 1997, 184 págs.

    Asistimos con este volumen a la edición corregida y ampliada del libro que bajo el título The Destiny of Europe’s Gypsies, vio la luz en 1972 por los mismos autores, estrechos conocedores de la problemática en que se ha desenvuelto y aún se desenvuelve la vida de los Gitanos, historiador uno, periodista el otro. Vienen a enriquecer su análisis una exposición resumida de las persecuciones sufridas por los Gitanos de manos de la Alemania nazi, iniciando el conjunto, y toda una serie de materiales inéditos aparecidos desde aquella edición. Otras innovaciones se refieren a una delineación más clarificadora de la situación de los países ocupados por Alemania y sus aliados, destacando el amplio número de Gitanos que engrosó las líneas de los partisanos, aparte de añadir algunos nombres a la lista de los que se arriesgaron a protegerlos. Asimismo, dos momentos importantes, «la liberación de los campos de concentración y el final de la ii Guerra Mundial» (pág. 11).

    Si bien «la intención original de este libro era únicamente relatar la historia de la persecución a la que los nazis sometieron a los Romá (Gitanos), historia que todavía no se ha contado» (pág. 11), el marco en el que se desarrolla esta investigación, lejos de un particularismo obstuso, lo ha constituido el conjunto situacional de las minorías étnicas del ámbito europeo. Este hecho vendría a contextualizar una perspectiva sincrónica de forma suficiente, mas el recurso a la historia del mismo pueblo Romá proporciona la dimensión cronológica apropiada para la ubicación del problema en sus justas coordenadas. Éste es desarrollado durante siete capítulos y una introducción sobre «La llegada de los Romá a Europa». En aquéllos se trata desde «Las raíces de los prejuicios», en lo que hay de fundamento psico-sociológico respecto a su marginación histórica, hasta la atrocidad documentada de «Campos de concentración y experimentos médicos», pasando, sin perder la referencia global en que se inserta la problemática de los Gitanos, por la distinción «Los arios-no arios», el «Camino de Auschwitz», por la «Europa bajo los nazis», cuestión a la que se dedican dos capítulos, y, para completar un amplio y ambicioso panorama, «A la sombra de la esvástica», donde se considera la situación de los Gitanos en el grupo de países aliados de Alemania o asimilados suyos: Bulgaria, Hungría, Italia, Rumania, Croacia y Eslovaquia.

    La documentación más rigurosa, el acercamiento más imparcial pese a la crudeza de la materia, vienen a resaltar el valor merecido de un libro seriamente concebido y en el que, como argumenta la Presentación, «La sobriedad del estilo [...], el laconismo de este monólogo que conversa con el lector, todo esto tiene una capacidad de agitación moral tan sigilosa y a la vez tan inexorable que el lector, como sin darse cuenta, recibe una cifra y lee un escándalo» (pág. 7) [JMS].

 LEXICOGRAFÍA

Guillermo Fatás y Gonzalo M. Borrás, Diccionario de términos de arte y elementos de Arqueología, Heráldica y Numismática, Alianza Editorial, Madrid, 61999, 400 págs.

    Nueva edición ampliada y revisada del Diccionario de términos de arte y elementos de Arqueología, Heráldica y Numismática que viene publicando Alianza Editorial desde 1987. Sus autores Guillermo Fatás y Gonzalo M. Borrás elaboraron este diccionario hace treinta años en la Universidad de Zaragoza y desde entonces no han dejado de revisar y aumentar su contenido, que incluye el vocabulario específico de escultura, pintura, arquitectura, arqueología, numismática y heráldica, entre otras muchas «ciencias auxiliares». Esta última edición se ha visto ampliada con setenta nuevas entradas sobre arte japonés y adiciones de arte precolombino. El libro cuenta, además, con un apéndice de cincuenta y una láminas con las que se ilustran algunos términos [PLM].

LEXICOLOGÍA

Francisco Abad Nebot, Cuestiones de Lexicología y Lexicografía, UNED, Madrid, 1997, 190 págs.

    Estas Cuestiones de Lexicología y Lexicografía reúnen una serie de artículos de Francisco Abad. En ellos se ha abordado el estudio de la evolución de vocablos como lexicografía, lexicología, semántica, diccionario y dialecto. Trata, asimismo, Abad ciertos aspectos fundamentales de la historia de los diccionarios académicos y no académicos y revisa las teorías sobre el léxico y la semántica de autores como Ferdinand de Saussure, Gerhard Rohlfs, Louis Hjemlslev, Rafael Lapesa, Ramón Menéndez Pidal o Dámaso Alonso.

    El libro, dividido en dos partes: «Reseña histórico-conceptual» y «Diccionarios, palabras e ideas», presenta al final un apéndice constituido por un par de artículos que no coinciden con la unidad temática del resto de la obra: «Ideas de Luis Vives acerca de la lengua y el estilo» y «Menéndez Pidal ante la lengua literaria española» [PLM].

LINGÜÍSTICA CONTRASTIVA

Carmen Muñiz Cachón, Impersonalidad y despersonalización. Estudio contrastivo, Universidad de Oviedo, 1998, 200 págs.

    Carmen Muñiz emprende el estudio de las correspondencias interlingüísticas en la expresión de la impersonalidad desde una perspectiva funcional. Para ello ha utilizado ejemplos procedentes de textos del inglés, español, francés e italiano con sus traducciones a las respectivas lenguas. Comienza con una descripción de la deixis de persona en esas lenguas y, a continuación, realiza un análisis contrastivo de las estructuras impersonales, agrupadas tipológicamente en contextuales, léxicas y gramaticales. Este libro termina con una orientación hacia la aplicación de los resultados de esta investigación a la práctica de la traducción [PLM].

LINGÜÍSTICA GENERAL

Christopher Butler, Ricardo Mairal, Javier Martín Arista y Francisco J. Ruiz de Mendoza, Nuevas perspectivas en Gramática Funcional, Ariel, Barcelona, 1999, 283 págs.

    En el marco del «estructuralismo funcional, la corriente funcional del lenguaje y la lingüística cognitiva», se presenta este libro como una contribución al desarrollo de la teoría de la Gramática Funcional de Simon C. Dik, una de las personalidades clave de la tradición lingüística funcional europea, que «insistió en la necesidad de atender a consideraciones comunicativas y sociales en el estudio del lenguaje». Se ofrece la revisión de algunos aspectos fundamentales de la obra de S. Dik, con una valoración general de los logros y de las cuestiones todavía por mejorar en su teoría gramatical. En este contexto, la mayor aportación de sus autores consiste en aportar algunas sugerencias y directrices para lograr satisfacer los criterios de adecuación pragmática, psicológica y tipológica del modelo propuesto por el lingüista holandés [PLM].

 

Víctor M. Longa, La restricción de las gramáticas accesibles. La resolución del problema de la proyección en el dominio transformacional, Universidad de Santiago de Compostela, 1999, 269 págs.

    A pesar de la diferencia existente entre las lenguas, en un cierto nivel de abstracción, se presupone una unidad: la facultad del lenguaje en la especie humana, lo que nos capacita para la adquisición lingüística. Víctor M. Longa, basando su exposición en los tres conceptos centrales de la Gramática Generativa Transformacional: aparato expresivo, poder descriptivo y capacidad explicativa, expone el problema que se deriva del intento de aunar en una sola teoría la unidad y diversidad lingüísticas, esto es, el Problema de la Proyección. La solución requeriría la reducción de las «gramáticas accesibles» de las lenguas particulares —«las reglas en general y las transformaciones en particular»— para posibilitar la formulación de una explicación global sobre la gramática universal [PLM].

LITERATURA COMPARADA

 

Rafael Herrera Montero, La lírica de Horacio en Fernando de Herrera (pról. de Vicente Cristóbal), Universidad de Sevilla, 1998, 138 págs.

    Este estudio, convenientemente traído de un trabajo eminentemente académico, demuestra, en palabras del prologuista V. Cristóbal, «que Herrera es un poeta ampliamente deudor de Horacio en temas y formas, a pesar de la opinión, restrictiva en este sentido, de Menéndez Pelayo, y de la corriente crítica que tiende a definirlo exclusivamente como petrarquista» (pág. 9). Por tanto, no sólo se prueba, texto a texto, una dependencia literaria y cultural en último término, sino que se detalla una perspectiva nueva y firmemente asentada sobre el poeta sevillano, desembarazándose razonablemente de opiniones heredadas y en caso obediente del mismo aere perennius horaciano. Para este fin, la trayectoria procedimental empleada se desarrolla en una coherente línea discursiva que analiza desde aspectos paraliterarios a los propiamente temáticos, en una clara inmersión en la poesía tratada, a lo largo de cinco capítulos. En este sentido se analizan las concomitancias biográficas, entre las que cabe destacar su bagaje formativo y sobre todo «la voluntad de ambos poetas por poderse dedicar lo más concienzudamente posible al cultivo de su arte» (pág. 15). Pero a esta coincidencia vital, que sin duda es determinante, se superpone la inclinación de carácter, ahora sí, eminentemente voluntario, que muestra Herrera en la lectura de los clásicos y en especial de Horacio, constatada en la opinión de sus críticos contemporáneos y en su propia poesía, en la que se encuentran rigurosamente localizados sus débitos, y de la que se destaca marcadamente el abultado número de traducciones de los textos horacianos. En todo este proceso, la técnica imitativa cobra un alto protagonismo en toda su complejidad, lo que sin duda viene a multiplicar la serie de problemas que inciden en una poética tan elaborada como es la herreriana. Sin embargo, el autor se desenvuelve airosamente en la elucidación de la imitación que posee el sevillano a partir de sus Anotaciones, averiguación que sienta las bases para abordar de forma más estrecha la comunidad de temas y de formas en ambos corpora poemáticos, que desde los motivos horacianos generales, se extiende a los límites intrapoéticos que las Musas imponen a la misma recursividad lírica, pasando por cuestiones de carácter filosófico-moral, la mitología y el tema heroico. Finalmente, el libro se cierra con la exposición de la problemática referida a «La cuestión pindárica y el poder inmortalizador de la poesía», que R. Herrera resuelve apropiadamente al argumentar que «el ‘pindarismo’ de Herrera no es sino otra imitación más de Horacio» (pág. 116). El conjunto de esta investigación participa de una perspectiva crítica totalizadora, al contar con elementos de diversa índole para el propósito explanativo, organizados y distribuidos sistemáticamente [JMS].

LITERATURA Y FOLKLORE

 

Joaquín Álvarez Barrientos y Alberto Romero Ferrer (eds.), Costumbrismo andaluz, Universidad de Sevilla, 1998, 222 págs.

    Se recogen en este volumen los trabajos realizados para el Seminario sobre Costumbrismo en Andalucía que tuvo lugar en Sevilla durante los días 16 a 20 de octubre de 1995, organizado por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. La intención que promueve este conjunto de doce estudios se cifra en «contribuir a revisar este fenómeno de extraordinaria importancia en la España de la Edad Moderna» (pág. 11), no sólo desde las manifestaciones que delimitan su ocurrencia histórica, sino también desde aquellas que le sirven de extensión hasta la mitad del siglo XIX y su repercusión tanto en la literatura como en otras modalidades artísticas, incluido el cine y la canción. Uno de los rasgos más interesantes de la perspectiva que determina estas investigaciones reside en el énfasis depositado en el carácter internacional del costumbrismo, afirmándose que este fenómeno, consistente «en hacer de la costumbre objeto de imitación artística no es algo exclusiva ni típicamente español» (pág. 11), desde su propia modelización, a la que sirven los periódicos y grabados europeos del xviii más que los autores españoles del Siglo de Oro. Otro factor muy considerado se deriva de la «nueva forma de asumir el tradicional concepto de imitación. Esta nueva forma consistiría en entender la actividad literaria matizada por el aquí y ahora del escritor, por las coordenadas espacio-temporales que determinan al individuo» (pág. 12). Sin embargo, parece contradictorio que «la costumbrista es una literatura renovadora [...] pero de ideología nacionalista frente al liberalismo» (pág. 12). Aunque lo de «renovadora» pueda sorprender en cierto modo, por reacción supone unas «formas contrarias a las maneras clásicas o neoclasicistas, que, tanto en arte como en literatura, tenían unos patrones más o menos rígidos que se entendían como muestras de influencia extranjera, principalmente francesa» (pág. 12), y en este sentido «el costumbrismo aparece con el objetivo de centrar las imágenes falsas que los extranjeros tienen de España» (pág. 12) y el de afirmación de la idiosincrasia popular, cosa que se hace a través de su diversidad de tipos: «Esta revalorización del pueblo, de las obras del pueblo, se pone de manifiesto en el interés por las formas de arte popular: romances, canciones, bailes, cuentos, etc. [...]. Y en esas recopilaciones ocupan lugar destacado temas y figuras costumbristas de condición andaluza: el bandolero, el majo, la gitana, el torero» (pág. 13). La importancia de lo andaluz en el costumbrismo ya se trae de su consideración por Julio Caro Baroja al destacar «la fuerza del estereotipo andaluz decimonónico» (pág. 13) en el concepto por el «que al menos desde el siglo xvii se tiene la idea de que Andalucía es la tierra más hermosa del mundo» (pág. 14), aunque con la precisión de que el andalucismo se interpreta «como una forma de la estética de la pobreza» (pág. 14), lo que contrasta en gran medida con el hecho de que «la imagen de lo andaluz y del fenómeno andalucista se debe principalmente a gentes de cultura» (pág. 15). En esta función de afirmación de la propia personalidad que se hacía especialmente a través de lo andaluz, este rasgo «se extendió por la nación y la impregnó, llevándose a cabo ese proceso mediante el cual se identificó Andalucía con España y viceversa» (pág. 17).

    Los distintos trabajos suelen ocuparse de la identificación del costumbrismo o lo andaluz como manifestación de aquél en ciertas obras y autores («Lo andaluz en Los españoles pintados por sí mismos», de J. Álvarez Barrientos; «El costumbrismo ideológico y literario de La gaviota», de E. Caldera; «Un costumbrista gaditano: Ángel Iznardi (El mirón), autor de Una tienda de montañés de Cádiz (1833)», de J. Escobar; «Lo andaluz en las colecciones costumbristas de la segunda mitad del siglo XIX», de E. Rubio Cremades; «Tipología costumbrista andaluza en Rodríguez Rubí», de G. Torres Nebrera), otros se encargan del estudio de tipos costumbristas («Tipos de alcalde en la literatura administrativa y costumbrista (1812-1850)», de E. Huertas Vázquez), o de su manifestación en otros géneros («El teatro del siglo XIX, modelo para la pintura costumbrista», de A. Peláez Martín; «Teatralidad y andalucismo en el Madrid de mediados del siglo XIX: el ‘género andaluz’», de L. Romero Tobar), de problemas de género («Fernán Caballero: entre cuento y cuadro de costumbres», de R. P. Sebold) o de su ocurrencia en publicaciones periódicas («El Semanario Pintoresco Español y la imagen de Andalucía en la literatura costumbrista», de A. González Troyano) [JMS].

 

Pedro M. Piñero Ramírez (ed.), Lírica popular / Lírica tradicional. Lecciones en homenaje a Don Emilio García Gómez, Universidad de Sevilla, 1998, 298 págs.

    En esta publicación de carácter colectivo, se presenta una serie de estudios cohesionados por una intencionalidad propedéutica alentadora de «un recorrido que, sin dejar de ser riguroso, y en muchos casos con aportaciones nuevas, resultara altamente ilustrativo y orientador» (pág. 10), extendiéndose en la descripción de la trayectoria «que ha seguido la canción lírica desde las jarchas a los cantarcillos populares de nuestros días» (pág. 10). Pero si éstas son la distancia temporal y la hondura científica, como punto inherente se desprende una localización espacial que abarca el conjunto del ámbito cultural de Occidente. Desde estos presupuestos se suscita el tratamiento de una amplia diversidad de cuestiones, doce en total, precedidas por la evocación que F. López Estrada dispensa a la figura y la obra de Emilio García Gómez, en cuya memoria se enmarcan también estos estudios, destacando desde un perfil biográfico e intelectual, su dedicación al comparatismo, su empeño promotor de la lírica medieval hispánica, su ocupación de la métrica, e incluso lo referente a su obra creativa.

    Sobre el origen mismo de la jarcha y de sus posibles conexiones con la tradición románica se desarrolla el trabajo de Á. Galmés de Fuentes, «Las jarchas mozárabes y la tradición lírica románica», donde pretende dar respuesta a varios interrogantes, «¿las jarchas romances representan en realidad un código poético independiente o fueron inventadas por los autores de las muasajas? En segundo lugar, si son las jarchas canciones independientes, ¿son muestras de una lírica románica preexistente? Pero, en tercer lugar, ¿existe realmente esa lírica preexistente o pretrovadoresca?» (pág. 32). A partir del planteamiento básico de que «los límites conceptuales entre poesía y música no son tan claros ni tajantes como para separarlas y oponerlas en su totalidad» (pág. 56), R. de Zayas emprende y desarrolla su estudio sobre «La jarcha y su melodía»; faceta ésta muy relacionada con la tratada por J. Mª Alín en «Francisco Salinas y la canción popular del siglo XVI», donde confirma «que los textos recogidos por Salinas eran, sin duda, populares, tal y como él mismo afirmaba» (pág. 154). Por su parte, P. Lorenzo Gradín demuestra que «la poética de la cantiga gallego-portuguesa es fruto de una experiencia variada, en la que se incorporaron estructuras y temas de formación y proveniencia diversos» (pág. 98) en su contribución «El crisol poético de la tradición: la cantiga de amigo». «Poesía culta y lírica tradicional» es la cuestión que trae C. Alvar, tendencias que analiza desde un punto de vista conciliador, demostrando el complemento compositivo que han supuesto en las jarchas, en las cantigas y en los villancicos castellanos, especialmente. La problemática textual, como una de las cuestiones que gozan de una mayor complejidad en estos tipos líricos, es tratada por V. Beltrán en «Poesía tradicional, ecdótica e historia literaria», en una clara reivindicación de objetividad frente a las «interferencias históricas en la edición de textos» (pág. 135). La luna, el viento, el junco, las cañas y el mimbre, el río, la cumbre de la montaña, el olivo, entre otros, constituyen el objeto de análisis de «Símbolos naturales en las viejas canciones populares hispánicas», de M. Frenk. En su intento de paliar el hecho de que «la ‘tradición moderna’ sigue siendo [...] la asignatura pendiente que nos impide alcanzar una visión global, cabal y esencial de un género cuyo atractivo, interés e importancia aumentan según se prolonga su exploración hacia épocas, lugares y manifestaciones habitualmente desatendidos» (pág. 183), J. M. Pedrosa expone su ensayo «Reliquias de cantigas paralelísticas de amigo y de villancicos glosados en la tradición moderna», demostrando la vigencia del género. En una línea similar se desenvuelve el estudio sobre un texto concreto desarrollado por P. M. Piñero Ramírez en «El carbonero. Ejemplo de canción en serie abierta de la lírica popular moderna». Por último, el libro se cierra con el trabajo, a modo de Apéndice, de L. Pastor Pérez, «La seguidilla. Trayectoria histórica de una forma poética popular», y de una «Bibliografía fundamental» elaborada por A. J. Pérez Castellano [JMS].

 LITERATURAS MARGINALES

Carmen de Urioste Azcorra, Narrativa andaluza (1900-1936). Erotismo, feminismo y regionalismo, Universidad de Sevilla, 1997, 152 págs.

    Este libro se inaugura con el objetivo de revisar «un concepto ideológico y, por lo tanto, valorativo que [...] niega la representación a textos, tendencias, géneros, autores, épocas, temas y puntos de vista, relegándolos a la marginalidad» (pág. 13), esto es, el concepto de canon literario. Para esta autora, tal noción se encuentra en un estado de crisis desde los estudios postestructuralistas, especialmente los de J. Derrida, al producirse la reubicación de la «oposición binaria de centro frente a periferia» (pág. 14), definitoria de la estructura del canon. Asimismo, la constitución de éste se halla determinada por condicionantes sociales, es decir, «el canon literario actúa como una imagen del poder cultural de la sociedad o grupo social que lo posibilita» (pág. 18), perspectiva que para de Urioste se hace casi absoluta. Esto conduce a una marginación de la pluralidad valorativa del concepto, aparte un retrotraimiento a rasgos de una crítica de corte marxista ya superada en su hegemonía determinativa de la obra literaria.

    Desde esta perspectiva, este ensayo aborda la obra de tres escritores andaluces de principios de siglo: Rafael Cansinos-Asséns, Carmen de Burgos y José Más y Laglera, en un intento de revalorizar su obra, «condicionada por su carácter marginal con respecto al canon literario oficial de este período, canon organizado por la cultura hegemónica durante el gobierno del general Francisco Franco una vez finalizada la contienda civil» (pág. 19). El fundamento institucional de basa en el bagaje ideológico que le proporciona la Falange y la Iglesia, que procuraban «un recorte cultural que excluyera la ‘literatura disolvente’, para lo cual se realizó una depuración de las bibliotecas y se implantó la lectura dirigida» (pág. 22). En este sentido, este libro tiende a «denunciar la existencia de una pluralidad novelística en España a principios del siglo XX» (pág. 29). De esta forma, a Cansinos-Asséns se le excluyó del canon en razón de la modernidad de sus textos, la cual se cifra para esta autora en el carácter popular de sus novelas que propiciaba el mismo formato editorial, en el cultivo de una temática pseudoerótica que contempla el tratamiento de la prostitución y el lesbianismo, en «la subversión del discurso decimonónico» (pág. 19) mediante la inserción de «relatos interiores dependientes del relato principal (pág. 58), y en «la incierta ascendencia judía del mismo [de Cansinos-Asséns]» (pág. 19). La discriminación de Carmen de Burgos se debe a su apoyo «en favor de un feminismo socialista avanzado que luchaba por los derechos sociales, laborales, civiles, es decir, humanos de la mujer de principios de siglo» (págs. 19-20); aquí no sólo se trata de recuperar una obra, sino de rehabilitar la «práctica cultural de las mujeres» (pág. 94), en cuanto que «se ha revelado como ejemplar para señalar la existencia a principios del presente siglo de una literatura escrita por mujeres y, casi sin excepción, comprometida con la causa de la cuestión femenina» (pág. 95). Finalmente, José Más acaba siendo ignorado por el canon debido a «su regionalismo social centrado en la lucha de clases entre el jornalero y el señorito andaluz» (pág. 20). Con base en cierto «regeneracionismo pequeño-burgués proveniente del krausismo» (pág. 134) que postulaba la descentralización política y cultural, Más participa de la concepción esencialista y política de la ideología de Blas Infante. De ahí, por una parte, la escritura de sus seis novelas ubicadas en Sevilla, «novelas urbanas que ocultan los graves problemas de la ciudad durante los primeros años del siglo XX» (pág. 134) en favor de un esencialismo propagandista andaluz con la Exposición Iberoamericana de fondo, que acaba agotándose en sí misma; esto conduce, por otra parte, a una tipología novelística con escenario en el campo andaluz, mostrando «la verdad desnuda de la realidad caciquil andaluza» (pág. 134), a la vez que «ejemplifica la fuerza del pueblo en el intento de cambiar la injusticia social con la muerte de la familia del cacique» (pág. 135).

    En conclusión, Carmen de Urioste acaba poniendo de manifiesto la producción artística de las áreas culturales periféricas, ausentes de los cánones al uso por motivos que en muchas ocasiones son ajenos a la misma literatura [JMS].

MEMORIAS

Miguel García-Posada, La quencia. Memorias I, Península, Barcelona, 1998, 311 págs.

    Constituye este volumen la primera entrega de un proyecto autobiográfico que culminará, según previsión del mismo autor, en la edición de dos volúmenes más. Dividido en cinco capítulos («Una casa», «El paraíso ofendido», «Oscuro agosto», «Iniciaciones» y «Mil novecientos sesenta y ocho»), comprende un período de veinticuatro años, hasta la finalización de los estudios universitarios. La motivación que mueve al editor de Lorca queda explicitada en el curioso y breve apartado que da inicio al libro: «Propósitos». En cierto modo, simulando la justificación del empleo de un género usualmente habilitado en los postreros días de la existencia, viene a confirmar gratamente una necesidad expresiva abonada por una experiencia rica y varia. La razón que motiva estas páginas es situada en cierto aspecto particular y característico de la literatura: «La literatura tiene algo de conjuro. Conjuro de fantasmas, de reminiscencias, de aclaraciones, de oscuridades, de turbiedades también» (pág. 15) desde la convicción de que «somos pasado y solo un poco de presente, pues el presente casi no existe» (pág. 15). En definitiva, «estas páginas intentan ser un conjuro. Un conjuro basado en la verdad, en la verdad del memorialista, que no pretende ser absoluta pero que en cualquier caso quiere evitar la mentira» (pág. 15), naturaleza que ya se anuncia en la cita de los versos cernudianos del poema «La familia» que dan pórtico a la obra y por tanto esenciales en cuanto a su capacidad sumarizadora. Junto a este carácter casi mágico del memorial en su facultad invocadora de personajes y paisajes ya idos, o formando parte de él, García-Posada destaca el aspecto y la imbricación novelística del mismo, «el género memorial tiene algo de novelesco. El memorialista que quiere decir la verdad no puede impedir que se trate, como he dicho, de su verdad, y esa subjetividad forma parte ya de su imaginación [...]. La narración impone sus leyes, sus vericuetos, sus meandros, y el memorialista ha de someterse a todos ellos» (pág. 15).

    Pero la estigmatización del conjunto textual lo proporciona el mismo título aplicado. En coincidencia con la asociación herbórea que fundamenta el rótulo de las memorias albertianas, La arboleda perdida, García-Posada denomina sus escritos autobiográficos La quencia, árbol de interior que ostentaba el centro del patio de su casa natal y que «llevaba en casa no sé desde cuándo: yo nací con ella» (pág. 19). Aparte esta identificación, en cuanto que decir «quencia» equivale a decir «yo mismo», poseía un valor especial desde que sintetizaba la condición y el carácter, la esencia del grupo familiar, «Siendo una planta relativamene inexpresiva, todos le teníamos mucho cariño, como si fuera una especie de árbol totémico, protector, que nos acompañó invariable y discretamente hermosa durante muchos años» (pág. 19). Y es que el desarrollo orgánico que tan justamente representa la metáfora vegetal ha servido a este propósito desde tiempo inmemorial.

    Como se revela en la contraportada, es «La quencia una crónica individual y familiar, personal y colectiva —de un país pero también de una ciudad, Sevilla—, que aborda y cuenta los fantasmas existenciales y sociales, sin orillar ningún tabú ni esquivar ninguna situación, por dolorosa o punzante que esta pueda ser. La infancia luminosa y, a la par, sombría, el sórdido colegio jesuítico, la difícil y avulgarada universidad de los años sesenta, la lucha política antifranquista y el conocimiento de la literatura jalonan el aprendizaje vital del memorialista, que en un estilo especialmente depurado encara con valentía y rigor estas etapas fundamentales» [JMS].

NARRATIVA

Francisco Navarro Villoslada, Doña Toda de Larrea o La madre de la Excelenta (ed. de C. Mata Induráin), Castalia, Madrid, 1998, 244 págs.

    Con esta edición asistimos a la publicación por vez primera de un texto que ha permanecido inédito desde que empezó a ser concebido hacia mediados del siglo pasado. Para el editor, Navarro Villoslada ha sido objeto de un olvido inmerecido pero justificado desde razones externas: «la tardía aparición, en 1877, de la que fue su novela más importante, Amaya o los vascos en el siglo VIII» (pág. 7) y «la marcada adscripción política del autor (un activo publicista del carlismo)» (pág. 7). Lo inmerecido deviene, en lo que concierne a lo literario, «de ser un escritor notable en el contexto de la novela histórica romántica española» (pág. 8) y de su práctica de «todos los géneros del momento: la comedia, el drama histórico, la zarzuela, la poesía épica y lírica, el costumbrismo, el cuento, la leyenda o la biografía» (pág. 8). En este sentido, se reitera que «Navarro Villoslada puede ser estudiado en el marco de la novela histórica romántica española, aunque deben hacerse algunas matizaciones» (pág. 18), sobre todo la anacronía en la publicación de sus dos novelas primeras. Con todo, la conclusión a esta cuestión afirma que «Navarro Villoslada es un romántico rezagado perteneciente a una ‘segunda generación’ de novelistas históricos (en la que se siturarían también Amós de Escalante, Emilio Castelar y Antonio Cánovas del Castillo, entre otros) que cultivan una novela histórica muy bien documentada, casi erudita» (pág. 19); en definitiva, el editor ve en el novelista navarro la fórmula oximórica de «un romántico conservador» (pág. 19), contradicción de la que es correlato hasta cierta perplejidad que un individuo del rango intelectual descrito atacara «la difusión en la Universidad española de las ideas filosóficas krausistas» (pág. 26). C. Mata, en un intento individuativo de la novela histórica de Navarro Villoslada, destaca como rasgos peculiares el uso de arcaísmos lingüísticos, referencias bíblicas, gusto por lo refranes y frases hechas, cierta influencia cervantina, notas de humor o de ironía burlona, tono moralizante y una visión providencialista de la historia (pág. 23), características que volverán a nuestra presencia al destacar de nuevo el editor aquellos estigmas distintivos y diferenciadores del estilo del autor vianés (pág. 57). Sin embargo, un vistazo por la narrativa de la época nos trae repetidamente estos rasgos, por lo que aquel carácter diferencial queda en entredicho. Cuando el editor trata de explicar en la Introducción la técnicas narrativas, nada hay que destacar en esta obra de Navarro Villoslada de propio, sino que se constata su adscripción a un estilo muy definido y constante en sus elementos constitutivos, lo que ya nos advierte de su cualidad; se nos dice que «en Doña Toda de Larrea encontramos el típico narrador omnisciente [...]» (pág. 52) en su función organizadora, que «en la novela histórica romántica española suele ser habitual la mención de crónicas que el autor finge seguir [...]» (pág. 53) para referirse al empleo del artificio del manuscrito encontrado, que «otra de las estructuras narrativas más repetidas en la novela histórica romántica española es [...]» (pág. 54), rescatando como una articulación significativa el hecho de que el narrador «extrae afirmaciones de tono moral y validez universal a partir de sucesos particulares» (pág. 53), o que se producen, por parte del narrador, «alusiones anacrónicas al hoy contemporáneo del autor» (pág. 53). Todo en una novela que reproduce desde la más escrupulosa documentación ciertas tensiones amorosas en la Corte de los Reyes Católicos. El análisis es correcto a nuestro juicio, es el material novelístico el que no parece dar más de sí.

    Por ser edición príncipe, conviene saber que el texto que aquí se ofrece está contenido en cuatro originales, A, B, C y D, de los que B y C constituyen «el texto fundamental de la novela»; aprovecho los doce primeros capítulos y doy el decimotercero como Apéndice. El que denomino texto c es mucho más breve (los capítulos XIII y XIV de esta edición); su comienzo enlaza con el final del capítulo XII de B e incluye el desenlace de la novela. [...] Las otras versiones (los textos que llamo A y D [...]) corresponden a la novela que he denominado El hijo del Fuerte o Los bandos de Navarra» (págs. 36-37). Así, se trata de originales que se corresponden con dos novelas, aunque se encontraban rotulados bajo el mismo título de Pedro Ramírez. Las novelas se encuentran de hecho incompletas, sobre todo la segunda, y su denominación se debe al editor, quien, como explica en nota, «todos estos títulos (Doña Toda de Larrea, La madre de la Excelenta, El hijo del Fuerte, Los bandos de Navarra) aparecen en distintos borradores. Los he combinado en dos títulos dobles, formando cada uno por un título principal y un subtítulo unidos por una conjunción, según era práctica habitual en la novela histórica romántica española [...] y en las otras tres novelas históricas del propio Navarro Villoslada» (pág. 28); pero este tipo de intervenciones cubren otros aspectos, como el de hacer extensivo un rasgo estilístico del propio escritor navarro: «Otra imitación muy clara del estilo de Cervantes se producía en la forma de titular los capítulos, imitando la formulación festiva de los del Quijote; en este caso, los epígrafes que figuran al frente de cada capítulo son míos: es característica distintiva de Navarro Villoslada y no he querido que faltase, aun a riesgo de no acertar» (pág. 57).

    En fin, siempre es positiva y digna de reconocimiento la edición de un texto en lo que con toda seguridad puede aportar como hecho de cultura, sin embargo no es posible olvidar aquella reflexión del profesor C. P. Otero, que reconocía en los artistas de la literatura a criaturas maravillosas, pero distribuidas en coros que era preciso no confundir [JMS].

 

Alonso Zamora Vicente, Narraciones (ed. de Jesús Sánchez Lobato), Castalia, Madrid, 1998, 272 págs.

    En atención a la faceta creativa, probablemente menos conocida del eminente dialectólogo, esta antología de sus relatos «comprende textos de todos sus libros publicados (excepto de las novelas Un balcón a la plaza, Mesa, sobremesa y Vegas bajas), desde Primeras hojas a Historias de viva voz» (pág. 97). El objetivo se justifica en «ser representativa de su dilatado oficio de escritor y de sus diferentes opciones estilísticas» (pág. 97). Desde la base de que su obra creativa «le sitúa en la narrativa de posguerra, al margen de generaciones, de modas y de estilos al uso» (pág. 23), J. Sánchez destaca a Alonso Zamora «como uno de los grandes artífices en la configuración de un nuevo concepto del cuento al bucear en la tradición cultural, libre de toda hojarasca y expresarla estilísticamente mediante su gran aportación personal: el lenguaje» (pág. 23). Y es que en sus relatos «la materia lingüística —el habla de los personajes— adquiere en su escritura una nueva dimensión» (pág. 23). En toda su narrativa, Alonso Zamora predica una especie de vita minima encarnándola en sus personajes, y subraya «la importancia que los elementos cotidianos [...] adquieren en la vida de sus personajes» (pág. 24). Ello se debe a «la extraordinaria sensibilidad con que el narrador va moldeando, a base de pequeños fragmentos o de tenues anécdotas, la vida de sus múltiples personajes» (pág. 24). Componente fundamental en sus narraciones deviene del «uso que los personajes confieren a los elementos musicales» (págs. 24-25), así como «no es menor la importancia que la presencia del cine adquiere en el conjunto de su obra narrativa» (pág. 25), siempre con la intención de «incitar al lector no sólo a pensar en el pasado desde el presente, sino para obligarle al uso de su inteligencia con el fin de proyectar en el futuro las nuevas formas de vida» (pág. 26) sugeridas por las distintas vías culturales. En cuanto a los influjos estéticos, «Cervantes está al fondo porque es el escritor con mayúscula, el que llega a la vida misma, a lo más profundo de ella» (pág. 26) y César Vallejo en cuanto «pone de manifiesto el horror de la época, la pena de los desvalidos, el terror de los acosados» (pág. 27), lo que no es óbice para el despliegue de una amplia carga humorística finiquitada en muchas ocasiones desde la atalaya de la ironía. Es característico de la escritura de Alonso Zamora un mayor acercamiento «a la estructura dramática que a la puramente descriptiva» (pág. 30), dentro de lo que cabe consignar el «proceso unamuniano de aparecer el autor dialogando con sus personajes o siendo el receptor de su mensaje» (pág. 34), sumido todo en una trayectoria que «cada vez más acentuadamente, va eliminando el asunto, tema, etcétera, para centrarse en la anécdota (entiéndase siempre desde dentro de la estructura). No le interesa en demasía. Y así [...], surge, una nueva y maravillosa expresividad por medio del lenguaje» (pág. 32) de modo que es éste «su punto de partida: el lenguaje del pueblo» (pág. 32) [JMS].

PENSAMIENTO

Jürgen Habermas, Teoría de la acción comunicativa, Taurus, Madrid, 1999, 517 + 618 págs.

Desde que en 1981, en Frankfurt am Main, saliera a la luz por primera vez esta obra de Habermas, miembro del Instituto Max Planck de Ciencias Sociales, han sido varias las ediciones que ha experimentado, algunas de ellas ya en su traducción española, datada la primera en 1987. Esta densa y extensa explicación, ya casi un clásico de la filosofía contemporánea, se ofrece de nuevo como resultado de una reformulación continua no ya del mundo, ni siquiera de la misma filosofía, sino de «las condiciones formales de la racionalidad del conocimiento, del entendimiento lingüístico y de la acción, ya sea en la vida cotidiana o en el plano de las experiencias organizadas metódicamente o de los discursos organizados sistemáticamente» (pág. 16). Por tanto, el pensador se sitúa detrás de la conceptualización que posibilitaba las explanaciones tradicionales, «el pensamiento filosófico retrocede autocríticamente por detrás de sí mismo; con la cuestión de qué es lo que puede proporcionar con sus competencias reflexivas en el marco de las convenciones científicas, se transforma en metafilosofía» (pág. 16). En este sentido, «la teoría de la argumentación cobra aquí una significación especial, puesto que es a ella a quien compete la tarea de reconstruir las presuposiciones y condiciones pragmático-formales del comportamiento explícitamente racional» (pág. 16). Junto a la filosofía y en ocasiones por encima de ella, la sociología se convierte en protagonista de estas nuevas interpretaciones. El mismo Habermas confiesa que «la apropiación sistemática de la historia de la teoría sociológica me ha ayudado a encontrar el nivel de integración en que hoy puede hacerse un fecundo uso científico de las intenciones filosóficas desarrolladas de Kant a Marx» (pág. 11). Mas la sociología entendida en su significación más estricta y actual: «Su tema son las transformaciones de la integración social provocadas en el armazón de las sociedades viejo-europeas por el nacimiento del sistema de los Estados modernos y por la diferenciación de un sistema económico que se autorregula por medio del mercado» (pág. 19).

    De este modo, cabe afirmar ya que la «teoría de la acción comunicativa no es una metateoría, sino el principio de una teoría de la sociedad que se esfuerza por dar razón de los cánones críticos de que hace uso» (pág. 9). Este punto de vista prevé una triple diversificación de la problemática: «Se trata en primer lugar de un concepto de racionalidad comunicativa, que he desarrollado con el suficiente escepticismo, pero que es capaz de hacer frente a las reducciones cognitivo-instrumentales que se hacen de la razón; en segundo lugar, de un concepto de sociedad articulado en dos niveles, que asocia los paradigmas de mundo de la vida y sistema, y no sólo de forma retórica. Y finalmente, de una teoría de la modernidad que explica el tipo de patologías sociales que hoy se tornan cada vez más visibles, mediante la hipótesis de que los ámbitos de acción comunicativamente estructurados quedan sometidos a los imperativos de sistemas de acción organizados formalmente que se han vuelto autónomos» (pág. 10).

    En definitiva, las repercusiones de los conflictos manejados poseen su resolución en el ámbito asertivo de que «lo que está aquí en juego, y de ahí la importancia del análisis teórico de estos fenómenos, es la sustancia de las tradiciones e ideas occidentales» (pág. 12) [JMS].

 

Philibert Secretan, Analogía y trascendencia. Pascal-Edith Stein-Blondel (pról. de Mauricio Beuchot), Analogía Filosófica, México, 1998, 162 págs.

    Ph. Secretan, profesor de filosofía en la Facultad de Teología de la Universidad de Friburgo, presenta en este libro una serie de reflexiones relacionadas con su preocupación «desde hace varios años por la analogía» (pág. 11) que tienen su origen en «unas lecciones que dio en nuestro centro de estudios en México D.F., en las que abordó la idea de la analogía en la modernidad» (pág. 7), según confiesa el prologuista. Como este mismo afirma, «más allá de la analogia entis, propia del tomismo (medieval y post-medieval), el Prof. Secretan encuentra la presencia de la analogía en la modernidad, donde parecía haberse perdido» (pág. 8). Lo que ocurre es que se muestra en otro modo, lo que era antes la analogia proportionalitatis hay que entenderlo ahora como analogia transcendentalitatis. Trascendencia que se extiende tanto a la teológica como a la ontológica, pues tiene que suplir los trascendentales medievales, si bien ahora se ubican no tanto en el objeto cuanto en el sujeto (pág. 9). A la explicación de esta cuestión se dedica el capítulo primero del libro. Desde la base de que «el fundamento de la analogía es cosmológico» (pág. 11), esta noción puede prever un gran rendimiento para la teoría de las artes, al proporcionar un sólido fundamento filosófico además de una serie de perspectivas diferentes a lo que tradicionalmente se ha conocido como las correspondencias entre micro y macrocosmos. Los vínculos establecidos en este sentido rara vez van más allá del nivel que afecta directamente a las formas de representación. La aplicación de las indagaciones metafísicas respecto a la analogía podría ayudar considerablemente a la explicación de la manifestación artística una vez que se definieran sus repercusiones en la mentalidad que modaliza su expresión.

    Los conceptos de analogía y de trascendencia, en su unión, han originado, según Secretan, «tres hijos: Pascal, Edith Stein, Blondel» (pág. 14). Del primero se ocupa el capítulo segundo, y retoma «la analogía entre dos trascendencias, una trascendencia hacia lo Santo y una trascendencia interna al hombre, del cuerpo al alma» (pág. 14). En la siguiente sección, sobre Stein, se expone «una interpretación de los trascendentales, que conduce a pasar de una analogía del ser a una analogía del Yo, que privilegia [...] y asume de nuevo la concepción agustiniana de las huellas del Creador en el espíritu humano y en toda la creatura» (pág. 14). En el capítulo siguiente se ofrece «diversos aspectos de la filosofía del ego en Descartes y Husserl» (pág. 14), atendiendo especialmente «la problemática del alter ego como ‘análogo’, que Husserl desarrolló en la quinta ‘Meditación cartesiana’» (pág. 14) y que sirve de fundamento a la explicación de esa «analogía del Yo» que comprende el capítulo quinto. La sexta y última sección del libro revela ciertos aspectos nuevos sobre la analogía de manos de Blondel y se confirma «la idea, ya presente en Edith Stein, de que la analogía intersubjetiva (del alter ego) tiene su modelo en la imagen de Dios-Persona que es la persona humana» (pág. 14). Se alcanza así la conclusión de Blondel sobre la dependencia del hombre del «enigma del mundo como misterio de Dios, pero siempre [...] en el contexto de la más pura trascendencia» (pág. 14).

    Las consecuencias emanadas del análisis de este entramado conceptual referido a la analogía se materializan en el apartado de Conclusiones finales, codificado de forma clara y concisa en tres epígrafes que afectan a las definiciones de la analogía —una definición general más «seis tipos de analogías, que funcionan todas entre dos trascendencias» (pág. 155)—, a las dos concepciones de su origen (una basada en el «in quantum» (pág. 156) de Fichte y otra en función de la interpretación objetiva o subjetiva de la realidad), y a la perspectiva dual de una analogia transcendentalitatis —más allá de la analogia proportionalitatis, entiende al ser humano como «mediador entre lo finito real que es, y lo infinito ideal que piensa, y que, por tener un rostro y una realidad viviente, necesita la mediación ‘análoga’ del Mediador absoluto» (pág. 158)— que se superpone a una analogia propotionalitatis, esto es, «una lógica de relaciones calificadas por semejanzas directas o indirectas» (pág. 157) [JMS].

POESÍA

Alfonso Álvarez de Villasandino, La poesía de Alfonso Álvarez de Villasandino (ed. de Juan José Calvo Pérez), Institución «Fernán González», Burgos, 1998, 438 págs.

    En esta edición emerge de forma totalizadora el conjunto de la poesía de este autor burgalés, autor menor, lo que no quiere decir prescindible. En palabras del mismo editor, se recoge «por primera vez, de forma individual, la obra poética completa de Alfonso Álvarez de Villasandino, pues aunque anteriormente ya se habían publicado ediciones de algunos de sus poemas, éstas eran parciales e incompletas para el estudio de la tradición manuscrita de su poesía» (pág. 9). Además, esta versión se modela bajo una condición fundamental, en tanto que se trata de «una edición crítica» (pág. 9) fundada en el cotejo y contraste de «los más de veinte cancioneros manuscritos en que se nos ha transmitido su obra» (pág. 9). Desde los juicios del mismo editor parece desprenderse el hecho de que su preocupación y dedicación a Villasandino, de lo que es muestra este libro, ha resultado en un exceso inmerecido en cuanto que se trata de un «poeta menor del siglo XV» (pág. 9). Sin embargo, habría que hacer hincapié en la relevancia de la función desempeñada por los autores llamados menores en la configuración, constitución, desarrollo o declive —como podría ser el caso de este poeta—, de los géneros, según demuestra convenientemente el profesor J. Lara Garrido. Esta atención prestada es aún más merecida cuando se reconoce que «Villasandino y su obra están aquí, no se trata de un poeta que se quiera dar a conocer en su tierra y a sus paisanos, sino que toda su poesía es el reflejo de la mentalidad y sensibilidad de una época que se extiende desde el último tercio del siglo XIV a la primera mitad del XV» (pág. 9). Resumidamente, se cifra aquí el propósito de «llevar a cabo una edición de su obra completa [de Alfonso Álvarez de Villasandino] a partir de los cancioneros colectivos más antiguos que de forma incompleta y dispersa nos han transmitido sus textos, a la vez que fijamos el texto de cada uno de sus poemas según las variantes más autorizadas de estos manuscritos» (pág. 13). El corpus poemático, «doscientas veinte poesías, recoge las manifestaciones temáticas y las direcciones líricas del momento. El amor y el culto a la dama son, entre todos los motivos de la corriente lírica de finales de la Edad Media, los más cultivados por Villasandino» (pág. 17). Y precisando aún más, lo que ofrece una perspectiva muy ceñida de este poeta de cancionero, sus intereses literarios se amplían «a otros motivos comunes a la literatura del cuatrocientos: la poesía moral y religiosa, la poesía satírica y política, los poemas de circunstancias y los debates poéticos basados en los juegos de preguntas y respuestas» (pág. 17). Sobre toda esta trayectoria se vierte una crítica valorativa que el editor desbroza y cualifica pertinentemente, desautorizando las opiniones tradicionales en conjunto desfavorables, por las coetáneas al autor de Juan Alfonso de Baena y del Marqués de Santillana y otras mucho más recientes, en las que se aprecia a Villasandino «como un poeta que no llega a la altura del Marqués de Santillana, pero por encima de todo se le reconoce como poeta y no como simple ‘vagabundo’ o ‘pedigüeño’» (pág. 19). Respecto al carácter crítico de la edición habría que señalar el fundamento de la misma «en el manuscrito del Cancionero de Baena (Esp. 37) de la Biblioteca Nacional de París (PN6), por ser este códice la obra fundamental en la que se nos ha transmitido la poesía de Villasandino» (pág. 14). Para la denominación de los manuscritos, «aunque han sido varios los sistemas de siglas propuestos para la clasificación de los cancioneros me he inclinado por el de B. Dutton al considerarlo el más completo y útil» (pág. 20), y para su citación en el aparato crítico de cada poema, el editor efectúa una referencia clara y precisa, ofreciendo los datos que exige una localización correcta sin proliferación desmedida ni por defecto de los mismos, con lo que se evitan, en ambos sentidos, confusiones siempre innecesarias. Además, consciente del grado de trascendencia del acto de la transcripción del manuscrito, se aducen criterios ponderados (págs. 23-24) en consonancia con una consideración crítico-textual suficiente y en cualquier caso correcta [JMS].

 

José. J. Labrador Herraiz, Ralph A. DiFranco y Lori A. Bernard (eds.), Romancero de Palacio (siglo XVI), (pról. de Juan Fernández Jiménez), Universidad de Cleveland, 1999, XXX + 432 págs.

    Se corresponde este volumen con el número seis de los publicados en la Colección de Cancioneros Castellanos, proyecto que realizan J. J. Labrador, R. A. DiFranco y Lori A. Bernard desde hace más de quince años y cuyo objeto se centra en la edición, en este caso, de cancioneros manuscritos inéditos, en estrecha atención a las numerosas llamadas que a este respecto emitió Rodríguez Moñino. El Romancero de Palacio es el manuscrito II-996 de la Biblioteca de Palacio, según signatura moderna, y es posible fecharlo a finales del siglo XVI. En un recorrido somero pero completo, el prologuista distingue una serie de temas que lo caracterizan, así como da cuenta de la ausencia de otros, en una modelización que desde tal punto de vista describe bien el colectivo. Así, «no deja de llamar la atención, además de la ausencia de poemas religiosos como apuntan los editores, el tono fatigado y tristón de esta miscelánea» (pág. VIII). Destaca como notas importantes las continuadas «quejas contra el Tiempo, contra la Fortuna, contra la Muerte» (pág. VIII), lo que se explica desde un punto de vista histórico, sociológico, en lo que cada obra tiene de herencia del momento que la ve nacer. Pese a los ejemplos de poesía erótica, «omnipresente en todo el Romancero de Palacio está la muerte» (pág. X), tanto en su reflejo histórico como en la literatura. Tal denominación del manuscrito, por otra parte, se debe a los mismos editores en aras de «distinguir mejor esta miscelánea de tantas otras colecciones de romances manuscritos» (pág. XV), editores a los que sirve de acicate en su tarea la advocación de J. F. Montesinos según la cual «no será posible nunca hacerse cargo de lo que fue la vida literaria del siglo XVII [...] sin un conocimiento cabal del Romancero nuevo» (pág. XV).

    Aunque no es éste el lugar para una descripción exhaustiva del manuscrito que se reproduce en esta obra, sí es conveniente, para el conocimiento del objeto que tenemos entre las manos unas indicaciones sobre aquél, en la medida en que el fin fundamental perseguido en esta publicación es precisa y meramente reproducir el texto, conveniencia que recae asimismo en la exposición de ciertos rasgos sobre el modo en que se ha dado traslado a aquellos materiales.

    Como se explica en la Introducción, «el cancionero de Poesias barias y recreacion de buenos ingenios había tenido un vástago, el manuscrito II-996 de Palacio» (pág. XV), según señaló oportunamente la editora de aquél, R. Goldberg. Los investigadores no han dejado de recurrir a tal «vástago», que en términos generales se «conserva muy bien» (pág. XVI), pese a algunos defectos menores. La procedencia del códice no está determinada y la foliación presenta un estado casi caótico. La elaboración del cartapacio «creemos que se fue haciendo entre 1595 y 1598» (pág. XVII), basándose en R. Goldberg, aunque no ofrece fecha alguna, ni siquiera «podemos señalar su lugar de nacimiento» (pág. XVII). Es importante, en cuanto que condiciona la peculiaridad del romancero, que «se trataba, en efecto, de copiar romances de mucha actualidad, tanta que algunos no tuvieron tiempo de crecer y se quedaron enterrados en los folios de los códices» (pág. XVIII). El manuscrito II-996 se relaciona textualmente con «72 fuentes manuscritas y 56 impresas» (pág. XIX) en lo que se ha podido comprobar, destacando el MN 17556, «manuscritos datados entre 1586-1595 e impresos cuyas fechas abarcan desde 1589, con la Flor de romances, hasta el Romancero General de 1600» (pág. XIX), sin olvidar las traducciones de fray Luis de León incluidas al final. La copia se debe a «varios compiladores, a juzgar por las caligrafías, los colores de la tinta y los diferentes caprichos, que se reunieron con el interés común y preferente de trasladar romances de moda a sus folios» (pág. XIX), aunque se desliza algún que otro soneto, canción, algún romance posiblemente propio, ensaladas, coplas y octavas. «La gran mayoría de los romances son anónimos» (pág. XXVII), y entre los reconocidos dominan los de Lope de Vega, Góngora, Liñán de Riaza y Juan de Salinas, aunque también hay representación de Lupercio Leonardo de Argensola, Carranza, Espinel, Lasso de la Vega y Miguel Sánchez [JMS].

 

Mercedes Cobos, Las Indias Occidentales en la poesía sevillana del Siglo de Oro (pról. de P. M. Piñero Ramírez), Universidad de Sevilla, 1997, 270 págs.

    De la mano del Servicio de Publicaciones de la Universidad de Sevilla, aparece este volumen dedicado a la presencia americana en la poesía sevillana del Siglo de Oro. Por medio de una investigación rigurosa y altamente clarificadora, se viene a sentar una perspectiva desde unos fundamentos firmes, así como a corregir o incluso desechar opiniones y puntos de vista que, sin la necesaria base documental y metodológica, se habían convertido en juicios casi definitivos que una valoración hereditaria venía confirmando en sus puntales constitutivos. Por eso, aunque en ciertas ocasiones se sostengan juicios anteriores, ahora éstos han sido autorizados desde la prueba documental. Como confiesa la autora en la Introducción al trabajo, «las páginas que siguen pretenden contribuir al estudio del papel que jugaron las Indias en la poesía española del Siglo de Oro» (pág. 15), en una trayectoria en la que «algo, aunque poco y nada sistemático, se había hecho por algunos estudiosos anteriores, pero era muy insuficiente y nos resultaba altamente insatisfactorio» (pág. 14), según palabras del prologuista. La opinión general de que «la lírica era un terreno muy poco propicio para rastrear las huellas que el Nuevo Mundo pudiera haber dejado en nuestras letras» (pág. 15), forjó una actitud determinada ante la cuestión, la de «repetir que en este género las referencias a América debían de ser aún más insignificantes que en el resto» (pág. 15).

    La circunscripción del estudio a la poesía sevillana se debe al «deseo de verificar otra idea muy común: la creencia de que los autores sevillanos, por el hecho de vivir en la ciudad que, como dijera Lope de Vega, era ‘puerto y puerta’ del nuevo continente, necesariamente habían de referirse a él de manera especial» (pág. 16), de ahí que «hemos creído conveniente hacer constantes comparaciones entre la presencia de las Indias en la poesía sevillana y en el resto de la poesía nacional» (pág. 16). Además, dentro de la poesía sevillana se atiende preferentemente «la lírica, la epistolar y la satírico-burlesca» (pág. 16), por la razón aludida de «evitar en lo posible la lógica falta de exhaustividad en la que generalmente suelen incurrir los proyectos muy ambiciosos» (pág. 16). En un grado más avanzado del análisis se llega a considerar incluso «la cuestión de las variantes que muestran ciertos pasajes de la obra de Fernando de Herrera relativos a Indias en los principales textos conservados» (pág. 16).

    Las conclusiones afectan en distinta proporción a las cuestiones planteadas. Así, «si bien los asuntos relacionados con el nuevo continente raramente llegan a constituir el tema central de una composición lírica, epistolar o satírico-burlesca, las referencias y el uso retórico de Indias son más tempranos de lo que creían algunos investigadores» (pág. 17) y por poetas sevillanos, mas «en cuanto a la supuesta superioridad cuantitativa y cualitativa de la presencia de América y su tratamiento en la poesía sevillana frente al resto de la poesía nacional, parece que [...], en términos generales aquélla no ofrece grandes diferencias con respecto a ésta» (pág. 17). Las observaciones acerca de la influencia de las Indias en la retórica establecida no dejan de ofrecer interés, primero en la demostración de que las nuevas incorporaciones «no tienen su origen en el Barroco, sino en la poesía culta de finales del Quinientos» (pág. 17), después en la constatación de que «el uso retórico de Indias forma parte importante de la retórica del conceptismo, tan en boga en el XVII» (págs. 17-18).

En fin, M. Cobos resuelve que las referencias a América en la poesía sevillana del Siglo de Oro «no son tan sumamente escasas ni mucho menos inexistentes» (pág. 18), al comprobar que «la mayoría de ellas no se recoge en composiciones de tema heroico, sino ético y religioso» (pág. 18), probablemente por «una tradición de admiración por los descubridores más que por los conquistadores» (págs. 18-19) [JMS].

 

Sir Richard Burton, Casida, Sufi, Madrid, 1999, 119 págs.

    El capitán Richard Francis Burton, modelo de «aventurero romántico ilustrado», creció y se educó entre Italia, Francia e Inglaterra. Durante su vida fue militar, antropólogo, científico, entre otras muchas dedicaciones; en su faceta como explorador descubrió, junto con John H. Speeke, el lago Tanganica, y se sabe que fue «durante buena parte de su vida [...] agente secreto del Imperio británico» (pág. 9). Hablaba veinticinco idiomas y fue un fecundo autor y traductor, interesado por la filosofía, la etnología, la antropología, y el estudio de las religiones. Practicó distintos credos y, después de haberse convertido al islamismo, finalmente se comprometió con el sufismo cuyas doctrinas impregnan la Casida.

    El espíritu de Sir Richard no fue comprendido por la sociedad victoriana por lo que, a su muerte, su esposa destruyó sus diarios y escribió una biografía de su marido donde incluyó la Casida o El tintineo de la campana del camello que adquirió gran difusión. El extenso poema —también titulado «Canción de una Ley superior»— habla «’sobre la naturaleza y el destino del hombre’» y es —en palabras de Lady Burton— «’anticristiano y panteísta’» (pág. 14). En él, Burton comenta algunas teorías científicas, calibra la moralidad moderna buscando su origen y critica las diversas religiones y «planteamientos sobre el bien y el mal y la vida tras la muerte» (pág. 15).

    Burton atribuye la autoría de la Casida a Haji Abdu El-Yezdi personaje del que da noticia en «Nota 1: Haji Abdu, el hombre», primero de los dos epígrafes que acompañan al poema. En la descripción que el mismo Sir Richard nos brinda de la obra de Haji Abdu se reconoce una filosofía que sería una «versión oriental del humanitarismo mezclado con un hábito mental escéptico o [...] científico» (pág. 76). El poema y los dos apéndices son ante todo un «esfuerzo del autor por dar a conocer el sufismo y tender un puente entre Oriente y Occidente» (pág. 15) [PLM].

 

Stéphane Mallarmé, Poesía completa (ed. bilingüe de Pablo Mañé Garzón), Ediciones 29, Barcelona, 1995, 457 págs.

    Esta nueva edición de la poesía mallarmeana ofrece, como viene siendo norma en esta colección, el texto en francés y su traducción correspondiente al español, en un esfuerzo laudable por cuanto reúne en sí la labor divulgativa y la fidelidad a una de las poéticas más importantes de nuestro siglo. El trabajo de traducción, pese al reclamo de benevolencia del traductor por «llenar un vacío con cierto decoro, ya que no con brillo» (pág. 21), exige un esfuerzo continuado en cuanto que, en palabras de un gran admirador del poeta francés como fue Luis Cernuda, las «traducciones deben repetirse de cuando en cuando, ya que cada época requiere nuevas traducciones de las obras clásicas, y por excelentes que sean, su lenguaje las hace anticuadas, cosa que no ocurre con el de los textos originales». Dentro de esta órbita hay que circunscribir la traslación que ahora nos ocupa, presidida por «una buena dosis de afecto por su obra [de Mallarmé] y el propósito de no apartarse de la letra en nombre de una presunta ‘aclaración’ del texto» (pág. 19). Se trata de evitar una versión literaria, «irrealizable sin acudir a muy discutibles abusos de sentido, no exentos del peligro de falsear del todo el poema y traicionar más de una vez la propia ambigüedad que Mallarmé quiso expresamente preservar» (pág. 20). Y es que constituiría prácticamente un imposible aún más en este tipo de verso, ya que «a menudo la forma está determinando el íntimo sentido del poema» (pág. 21). De ahí que, aparte «de la densidad significativa, de la perfección cincelada de las frases, de la evocación mágica» (pág. 20), se presente como uno de los mayores escollos «la estructura prosódica del poema» (pág. 20) en la medida que establece un equilibrado y sutil complejo fónico y rítmico en particular.

    Ésta es una de las diferencias básicas que identifican la obra poética mallarmeana: «Al apartar al simbolismo de lo que es experiencia sensorial para aplicarlo a un platónico sistema de esencias no objetivas, borró en buena medida, y para siempre, las huellas que llevan a él» (pág. 17). A pesar de desarrollar sus pasos a partir de Baudelaire y precipitar los modos poéticos a la más genuina poesía moderna, debe afirmarse que «el verdadero innovador casi nunca es revolucionario» (pág. 16), por lo que Mallarmé debe ser comprendido en el conjunto de los pocos artistas cuyo aporte ha significado una innovación al amplio cúmulo cultural al que irremediablemente pertenece. Como afirma P. Mañé: «En Mallarmé no hay ruptura. Sus correspondencias son simplemente más personales y el cuidado formal adquiere una exigencia desconocida hasta entonces» (pág. 19). Y en esto hay que ver también al admirador de Góngora que existe en el fondo del esteta galo, «hasta los poemas más herméticos de Mallarmé han de ser gustados con la sensibilidad, de modo que las explicaciones no resulten de vital importancia» (pág. 19), mas, por otro lado, y en este mismo sentido, «su simbolismo fue dejando el campo de las sensaciones, que siempre fue el de su mentor, para preferir el del intelecto» (pág. 16).

    A lo largo de esta Poesía completa se verifica la asistencia a la supresión de la realidad por un mundo ideal, de naturaleza primordialmente lingüística, presidido por la belleza, consecuencia inevitable de una ingente avidez evasiva proyectada en la imaginación. La expresión de este nuevo orden requiere para su realización ámbitos más extensos que los usuales hasta ahora, circunscritos básicamente al poema corto, de ahí las modulaciones más amplias de Hérodiade y L’après midi d’un faune, que en un principio habían sido concebidas como obras de carácter dramático. Dentro de estos parámetros es obligada la referencia a Un coup de dés, ejemplo de oscuridad en la poesía moderna a pesar de las notas aclaratorias que Mallarmé le antepone y que en esta edición, el traductor ha preferido obviar en obediencia a la voluntad final del francés por la que el lector debe pasar directamente a la lectura del poema. Finalmente, cabe afirmar que la obra poética mallarmeana abre, a la vez que es uno de los mayores exponentes de un arte moderno «problemático en su propia esencia porque no busca simplemente anular las convenciones gastadas sino que cuestiona los propios conceptos nuevos con que pretende reemplazarlas» (pág. 13) [JMS].

 

Jaime Gil de Biedma, Antología personal, Visor Libros, Madrid, 1998, 70 págs.

    Dentro de la colección «Visor Poesía», aparece este volumen acompañado de un disco compacto en el que se ofrece la lectura de los poemas contenidos en la publicación, conforme a la intención que la preside. Una característica esencial en la edición de estos textos se refiere al criterio seleccionador, en cuanto que ha sido elección directa del mismo poeta o bien éste ha manifestado una inclinación especial hacia ellos. Eludiendo clasificaciones que vendrían de cualquier forma a reducir el ámbito expositivo y experiencial de esta poesía al adjudicarla a un período artístico concreto, esta antología recoge cuarenta y dos poemas pertenecientes a los tres libros en que se agrupa la obra del poeta catalán y que denominó en conjunto Las personas del verbo. Aunque la diferencia numérica no es mucha, el poemario más representado es el segundo, Moralidades, con diecisiete composiciones, frente a Compañeros de viaje, con doce, y Poemas póstumos, con trece. Por tanto, y teniendo en cuenta la brevedad del opus, puede decirse que éste se encuentra suficientemente representado. Sin embargo, la poesía de esta antología no se halla ordenada conforme a su disposición en los poemarios, según su edición impresa, sino que los textos escogidos de cada uno de ellos se mezclan bajo una trayectoria distinta que es la que dota de una personalidad propia al conjunto aquí presentado. Esto no quiere decir que no se den ciertas convergencias, como el hecho de que los primeros poemas de la antología pertenezcan en su mayoría a Compañeros de viaje, si bien el que la abre, «El castillo de Luna», se sitúe hacia la mitad de Moralidades, que proporciona la mayoría de los textos del tramo medio, con interpolaciones importantes de los otros libros. Bajo este mismo sistema de preponderancia, una gran cantidad de textos de Poemas póstumos viene a constituir la parte final de esta Antología personal, destacando el que el último poema de la obra de Gil de Biedma, «Canción final», es el encargado también de cerrar la colección.

    Alguna referencia a la poesía contenida en este representativo opúsculo viene a hacer hincapié en su sentido experiencial, puesto más de una vez de manifiesto por el mismo autor, y de lo que es significativa, aunque no determinante, su predilección por la argumentación de Langbaum en torno a una poesía de la experiencia. Pero ésta, entendida en su concepción más alta y a la vez más amplia, no se limita al aspecto biográfico en cuanto ocurrencia de hechos acaecidos, sino que se extiende a la misma experiencia poética («Arte poética», «El juego de hacer versos»), a la política («En el castillo de Luna», «Años triunfales»), a la amorosa («Idilio en el café», «Vals del aniversario», «Himno a la juventud»), a la experiencia mental reflexiva («El arquitrabe», «Recuerda», «De senectute»), en su modulación más diversa, empleando a la vez, cuando adopta posturas críticas, la ironía, con la que desenmascara un mundo trivializado e indigno frente a la verdad única del amor, o acudiendo al viejo hastío baudelairiano, que subsume al poeta en una profunda actitud de desasosiego [JMS].

 

Juan Benítez Sánchez (ed.), Cancionero y Romancero de Belda (Cuevas de San Marcos), Diputación de Málaga, 1999, 322 págs.

    Desde la época romántica, en que los Schlegel o los Grimm, entre tantos otros, se interesaron por recopilar el bagaje lírico depositado en la comunidad, no ha cesado el rescate de una tradición dotada del dinamismo de la oralidad, si bien con fortuna varia. Se pretende con ello que la volubilidad de este medio y su desaparición progresiva por la implantación inexorable de otros, no desemboque en una pérdida irrecuperable, razón que, pese a contradecir la viveza de la tradición folclórica, ha conducido a su recopilación y fijación impresa como única forma de salvaguarda en el tiempo. Cuando aquellas figuras del Romanticismo acudieron a estas manifestaciones eminentemente populares, no lo hacían desde esta intención, sino a partir del pensamiento idealista del momento, que veía en ellas la expresión espontánea, libre y pura de un pueblo, en otras palabras, su esencia. Se trataba a la vez de grandes filólogos que desarrollaron a través de sus teorías sobre la historia de las lenguas y la gramática histórica potentes instrumentos de análisis del lenguaje que en muy poco influenciaron aquella otra faceta. En la actualidad, los propósitos son distintos, y la filología tiene un trabajo que cumplir en este sentido en la medida en que proporciona la interpretación de los textos producidos por una comunidad y, en fin, contribuye a la mejor identificación de sus peculiaridades culturales. Para esto es fundamental que los testimonios estén presentes y no es otro el propósito de J. Benítez en su libro: «Preservar y conservar para la posteridad un rico y variado material» (pág. 9), aduciendo el motivo ya aludido de que «cada día desaparecen las personas que se divirtieron y disfrutaron con estos menesteres» (pág. 9). Esta pretensión tampoco reviste complejidad mayor, «posteriormente habrá tiempo de realizar estudios comparativos, lingüísticos y literarios que completen esta publicación; por ahora sólo nos interesa elaborar una antología» (pág. 9). Este libro, nacido desde el propósito también de «rendir un merecido homenaje a Belda como antecedente de nuestra actual población» (pág. 11), expone como un condicionamiento primordial al carácter y cultura de la comunidad «el aislamiento tradicional de esta población» (pág. 11), del que se desprende la respuesta, según J. Benítez, a la pregunta: «¿Por qué tanto material de literatura oral en un pueblo tan pequeño?» (pág. 11).

    A partir de la premisa que afirma que «las numerosas muestras de literatura de tradición oral se divulgaban en muchas ocasiones, principalmente en las fiestas y festividades profanas y religiosas y en las labores del campo o domésticas» (pág. 12), el autor aglutina una serie de canciones para cada una de aquellas efemérides. Así, «el año festivo comenzaba en la víspera del día de la Inmaculada» (pág. 12), celebrándose la Fiesta de las Candelas: «se canta [...], se baila al corro y, antes, se bebía aguardiente o Rosolí [...] acompañado de unos mantecados caseros» (pág. 12). La celebración siguiente, por la que se determina el tipo de canción se localiza en la Navidad, «la cantidad de villancicos que he recopilado en la población, demuestra el grado alto de celebración de esta fiesta religiosa» (pág. 13). Poco después, sirve como aglutinador folclórico el Carnaval, con la peculiaridad local del Día de Compadres y ciertas huellas en las manifestaciones celebrativas que apuntan a «un posible asentamiento gallego en estas tierras» (pág. 14). Es interesante reseñar, como hace J. Benítez, que las canciones de estas festividades, salen de esa correspondencia celebrativa, de forma que «serían repetidas, una y otra vez por las mujeres, durante la recolección de la aceituna, mientras trabajaban y, sobre todo, el día final de la recolección» (pág. 15). Respecto a la Cuaresma y la Semana Santa «darán paso a un extenso cancionero religioso» (pág. 15). Por su parte, no deja de ser importante «la celebración del mes de mayo o ‘mes de las flores’» patente en los cantos marianos. Finalmente, J. Benítez destaca dos composiciones profundamente arraigadas en el acervo local: las Coplas de la Aurora y el romance «Contienda entre el trigo y la moneda» [JMS].

 

José Luis Hidalgo, Los muertos (ed. y estudio de Julia Uceda), Sociedad de Cultura Valle-Inclán, El Ferrol, 1999, 185 págs.

    La editora se propone en este volumen la publicación «de todos los poemas que él [José Luis Hidalgo] escribió para o en relación con el tema» (pág. 7) de los muertos, textos entresacados de la Obra Poética Completa, edición crítica preparada por ella misma en 1991 y aún no impresa. De hecho, la intención queda esencializada en un proyecto sumarizador consistente en «editar [...] la parte que considero esencial en la poesía de Hidalgo» (pág. 7), motivada especialmente por la razón de que «sus libros han dejado de circular y su nombre rara vez aparece en antologías generales o generacionales» (pág. 7). Desde la consideración de estas circunstancias, esta edición de Los muertos contiene el poemario homónimo, de 1947, por tanto perteneciente al primer grupo de escritos publicados en vida de su autor —criterio por el que J. Uceda divide la obra de este poeta en dos fases—, y los poemas «que, en un sentido o en otro, rozan el tema o estaban destinados a formar parte del libro por alguna razón no se incluyeron en él. En el apartado dedicado a estos últimos, se han situado [...] en primer lugar los fechados y en último los que no presentaban ningún dato» (págs. 12-13).

    En cuanto a la lectura de este poemario, para evitar en lo posible interpretaciones sesgadas, se interpone la prevención de que sus textos «no los escribió ni en poco tiempo ni deprimido por su enfermedad» (pág. 12), punto de partida que define a Los muertos como «la formulación de un fluir de conciencia del que surgen imágenes primordiales depositadas en una reserva común a otras culturas y, por tanto, a la humanidad» (pág. 17), obedeciendo, por otro lado, a la confesión del autor de que escribía en «un estado sonambúlico» (pág. 17). Son tres los temas que desde el estudio de González Herrán aquí traído, sostienen el conjunto poemático: «El de la muerte, ‘que no es para Hidalgo una idea abstracta’, el de Dios como subordinado al primero, y el del hombre» (págs. 16-17), destacando en el segundo la «revelación en medio de la noche, la del fulgor de la mano ardiente, la duda perenne, la sinonimia establecida entre conocer y tocar y, finalmente, del deseo del poeta de permanecer insensible como la piedra» (pág. 17). Reconocido cierto ascendente unamuniano en la concepción que expresa de la vida, en Los muertos, José Luis Hidalgo adopta la actitud «de una psique dividida entre opuestos que se inclina, de forma instintiva, hacia el lado de la vida [...] a pesar de que, una vez conocida la muerte, no goce ya de un vivir pleno como los seres naturales» (pág. 19). En todo este complejo significacional, desempeña un papel de primer orden el concepto de Dios que la crítica ha puesto de manifiesto de forma constante en este poemario, en cuanto que lo que aquí se realiza es una búsqueda del mismo. Sin embargo, «sería más exacto decir que jlh tenía ya una imagen inconsciente de él y lo que trata en sus poemas, superada la fase embrionaria de la ‘llanura de los muertos’, es de desenmascararlo» (pág. 23). En este sentido afirma rotundamente J. Uceda que «no he hallado en sus poemas rastros de amor a Dios, cuya imagen tradicionalmente se nos propone como digna de él sino una actitud ambivalente de sometimiento y rebeldía, expresada esta última con dureza, y sin ambages en la segunda parte del libro» (pág. 23). Con todo, Dios se resuelve en una cuestión fundamental transustanciado en cuatro símbolos: «El de las manos, el del Dios-rayo de fuego o de luz, el del Dios padre-madre y el del Dios-pájaro» (pág. 27) [JMS].

RETÓRICA Y POÉTICA

Carolina Corbacho Cortés, Literatura y arte: el tópico «ut pictura poesis», Universidad de Extremadura, Cáceres, 1998, 234 págs.

    Bajo la perspectiva en un primer grado crítico del conocido tópico horaciano, la autora de este libro aborda desde un punto de vista diacrónico su realización en las distintas etapas que constituyen la historia de los estilos artísticos. La relación tensional entre la pintura y la poesía se expone en un sentido vario, desde las repercusiones más elementales al considerar la letra como realización iconográfica, a la categorización crítica poética, pasando por la representación lírica de la plasticidad visual. Evidentemente, esta concepción trasciende la naturaleza crítica inherente al tópico en su gestación horaciana al extenderse a vínculos de carácter material e iconográfico o a la designación lingüística de constitutivos de un arte visual. Esta amplificación es loable para el lector interesado en la cuestión, pero no lo es tanto el hecho de que no sólo no se advierta este extremo, sino que en cada uno de los apartados no se aluda al mismo a través de los avatares históricos por los que la autora conduce su libro. Sobre estas pautas, el capítulo primero recuerda la invención de la escritura y la consideración de las artes desde el concepto de imitatio basado fundamentalmente en Aristóteles y su asimilación en la etapa medieval, todo en una síntesis bastante constreñida, donde se echa de menos, por ejemplo, una consideración más estrecha de estudios ya clásicos que podrían alumbrar lo tratado, como las dispensadas por Körte, Long, García Gual, Dronke, entre otros. El capítulo segundo, dedicado al arte de los siglos XVI y XVII, presenta de forma igualmente reductiva la relación entre las artes poética y pictórica, aunque con un discurso mucho más conseguido en torno a la recuperación del concepto clásico de mímesis y su plasmación en las distintas formas de representación, así como las vinculaciones mutuas a partir de los tratados más importantes de la época, sin olvidar el amplio y complejo espectro de realizaciones artísticas en las que la alianza entre poesía y pintura configura un conjunto constelativo ejemplar a través de la emblemática, el teatro y los festejos conmemorativos. En cuanto a la explanación acerca del arte moderno del capítulo tercero, Corbacho se centra en las manifestaciones del siglo XVIII y buena parte del XIX. Respecto a aquél, el tratamiento dispensado a la incipiente y a la vez potente crítica de arte alemana apenas alcanza un reflejo adecuado a la relevancia de los trabajos, apareciendo casi a modo testimonial ideas de Wincklemann y Lessing, en favor de un despliegue del pensamiento español, bastante pobre de por sí, y —anunciando el sesgo del resto del capítulo y de los siguientes— del francés, en las figuras de Boileau y sobre todo de Diderot. De esta forma, protagoniza las páginas restantes de una forma casi exclusiva la poesía bajo el cultivo dispensado por los simbolistas, los parnasianos y los impresionistas, sin olvidar las manifestaciones que rescatan un cierto pintoresquismo oriental y el Art Nouveau. Desde este momento, por tanto, el ámbito no deja de ser el poético, y en vez de contrastar, como se viene haciendo, las manifestaciones poética y pictórica en lo que tienen de común a partir de sus presupuestos estéticos, la autora se dedica a identificar y clasificar las imágenes, especialmente visuales, que aparecen en los poemas modernistas, a los que dedica el capítulo cuarto y el quinto, sobre la poesía de vanguardia, produciéndose una brusca alteración de la óptica crítica, a veces apoyada en crasos errores como los que se desprenden de afirmar que «la creación del verso libre en la segunda mitad del XIX y su auge durante las primeras décadas del XX ha significado un eslabón decisivo en el progresivo aplauso de las licencias métricas» (págs. 199-200). Esto no quita la lograda síntesis que sobre poesía visual, en general, dedica en las últimas páginas del libro.

    En conclusión, Literatura y arte: el tópico «Ut pictura poesis» se constituye en un proyecto ambicioso, quizás demasiado abarcador para los límites en que ha tenido que desenvolverse. De ahí su carácter desigual en el tratamiento de los distintos períodos estéticos o la marginación de ciertos contenidos. Con todo, es innegable el valor que este libro posee en cuanto guía general de algunas de las sendas por las que transcurre el mundo inextricable y maravilloso del arte [JMS].

 

Santiago Fernández Mosquera, La poesía amorosa de Quevedo. Disposición y estilo desde Canta sola a Lisi, Gredos, Madrid, 1999, 415 págs.

    Una vez determinadas las vías de investigación y estudio más solventes, S. Fernández presenta este trabajo que «recoge un aspecto que, o había sido tratado tangencialmente, o desde perspectivas diferentes. Esta monografía analiza el estilo —desde la retórica tradicional— del corpus de poemas amorosos a partir del núcleo de textos del Parnaso Español (1648) que es Canta sola a Lisi» (pág. 10). Por tanto, no se busca una superación de lo dicho hasta ahora, sino «completar un trabajo emprendido hace años por los quevedistas que me precedieron. Y con esa intención he escogido aquellos métodos analíticos que completaban vacíos anteriores» (pág. 10). En este sentido, el procedimental, se adopta una perspectiva doble: «la consideración de un corpus concreto de textos que parte de Canta sola a Lisi entendido como un cancionero petrarquista y el análisis estilístico de tales poemas, es decir, disposición genérica y estilo, como ilustra el subtítulo de la obra» (págs. 10-11).

    La primera de estas posiciones interpreta Canta sola a Lisi como «integrante del género cancionero petrarquista» (pág. 11) y delata aquellas condiciones que lo definen, estableciendo a la vez sus relaciones. Asimismo, se hace fundamental «la enunciación lírica como factor aglutinador y formante genérico» (pág. 11), lo que conduce a la conclusión de que «el análisis del yo poético y del correspondiente no hace más que recordarnos la actitud petrarquista que tiene su expresión en el marco del cancionero» (pág. 11). La segunda perspectiva «trata, en gran medida, de un análisis estilístico con base retórica» (pág. 11), cuya dilucidación no sólo se asienta en la poesía amorosa de Canta sola a Lisi, «también se ha querido situar en el dominio de la poesía amorosa áurea» (pág. 11), acudiendo a poemas de Francisco de la Torre, Fernando de Herrera y Lope de Vega, «tres estadios, tres momentos y tres ambientes distintos con los que confrontar la poesía de nuestro autor» (pág. 12).

    Como el mismo crítico señala, en determinada cuestión «nos hemos desviado del análisis estrictamente estilístico» (pág. 12). En cuanto a las metáforas, referenciadas en su realización petrarquesca, «las diferencias con los poetas comparados no es grande (aunque sí lo será en su frecuencia y acumulación). Por el contrario, se nota un claro distanciamiento entre la presencia constante de figuras por adición y orden en Quevedo frente a las acumulativas de De la Torre y Herrera» (pág. 12), pues el estilo del madrileño se basa en la annominatio, el isocolon y todas las figuras dependientes del anthiteton. Rasgos todos ellos que si bien lo aproximan a la tradición petrarquista, confirman también el débito respecto a la poesía cancioneril.

    De hecho una de las conclusiones más relevantes a que conduce este análisis estriba en que «consideramos un error comparar el Canzoniere con el texto de Quevedo porque cuando nuestro poeta imita o quiere imitar conscientemente la forma cancionero no lo hará siguiendo los pasos de Petrarca sino lo que en el siglo XVII se consideraba cancionero petrarquista» (pág. 368). Respecto a los tropos, «comprobamos esta escasa originalidad quevedesca» (pág. 369), y resulta «mayor diferencia con respecto a poetas anteriores y coetáneos [...] en las figuras de dicción y pensamiento» (pág. 369), empleadas en poner de relieve que «el protagonista único de Canta sola a Lisi es el yo poético» (pág. 370). Y no se puede olvidar que «no hemos de ver una gran distancia entre Canta sola a Lisi y el resto de la poesía amorosa de Quevedo» (pág. 370), lo que viene a confirmar que «el estilo de la poesía amorosa de Quevedo se presenta unitario» (pág. 370). Finalmente, puede considerarse cumplida la tesis que S. Fernández se trazaba con este trabajo: demostrar que «Quevedo integra todas las tradiciones anteriores en todos los ámbitos que van desde el editorial dispositivo al estrictamente estilístico o temático, ofreciendo una poesía amorosa diferente a la de sus coetáneos y a toda la poesía anterior» (pág. 370) [JMS].

 

Domingo Ródenas de Moya, Los espejos del novelista. Modernismo y autorreferencia en la novela vanguardista española, Península, Barcelona, 1998, 287 págs.

    Desde una postura más convincente en el empleo de los métodos de análisis de la teoría literaria, justificados en la medida que sirven al esclarecimiento crítico y sin olvidar el sentido histórico del motivo y la técnica literaria, D. Ródenas nos ofrece en este ensayo la explicación de la novela vanguardista basándose en la concienciación de que «la autorreferencialidad literaria no es un avatar insólito y aislado en la literatura del siglo XX [...], sino la expresión de una de las señas de identidad de toda la cultura novecentista: la autoconsciencia autocrítica» (pág. 16). Y yendo mucho más allá, se hace eco de que «el principio autorreferencial opera en el seno mismo de la máquina biológica humana, así como en la conformación del organismo social de las sociedades modernas» (pág. 16), con las consecuentes repercusiones en el mundo del arte. De ahí que se afirme categóricamente en el intento de ubicación lo más adecuada posible, que esta autorreferencialidad «deviene no un rasgo distintivo respecto a otras provincias de la actividad intelectual, sino un rasgo concorde por entero con ésta, definidor de la traza epistemológica más sobresaliente del pensar del siglo XX: el extraño bucle de la autorreflexión, el pensar sobre el pensamiento o el escribir sobre la escritura» (págs. 16-17). A quienes han querido ver en estos fenómenos la entrada en crisis de la novela, responde el autor con la constructiva conclusión de que aquélla «no ha sido otra cosa sino la crisis de la novela realista según el modelo decimonónico» (pág. 17). Esta alteración se localiza cuando ya «la narrativa modernista se piensa a sí misma [...] problematizando las relaciones entre la ficción y la realidad a través del sujeto cognoscente, auténtico protagonista de la novela europea del primer tercio de siglo» (pág. 17), resumiendo en que «la autorreferencia de la novela modernista se centra [...] en la indeterminación epistemológica que la Modernidad ha ocasionado en el sujeto con el ensanchamiento del entorno perceptible» (pág. 17). Así lo ve D. Ródenas en la novela española de los años veinte, reconociendo que «gran parte de las novelas llamadas rutinariamente ‘de vanguardia», escritas entre 1923 y 1936, tienen carácter metaficcional» (pág. 18), si bien, y esto es un dato ubicador más, es la tradición literaria española una «en la que por modos diversos ha estado viva siempre la inquietud por los límites entre lo existente y lo inexistente, entre la vida y el sueño» (pág. 18). Desde esta perspectiva, el método exige «seguir el proceso de cristalización del canon en el que esta novela figura sólo en hueco» (pág. 18), del que «su más irreductible principio lo constituyó la impugnación del mimetismo realista como método de acceso artístico a la realidad» (pág. 19), por mucho que a las autoridades políticas del momento les pareciera estos novelistas «una facción artística casquivana, pueril, eutrapélica y minoritaria frente a la facción lúcida, madura y proletaria de los narradores sociales» (pág. 19). En este sentido, «el análisis de Paula y Paulita y Teoría del zumbel, de Jarnés y Luna de copas, de Antonio Espina, con todo y ser muy magra muestra, prueba la originalidad, la inventiva y la penetración en las paradojas del artista contemporáneo que agraciaron a los mejores de los narradores del 27» (pág. 19).

    Por último, la referencia que el autor de este libro hace al espejo, hay que entenderla casi de una forma schopenhaueriana de representación, en la medida en que «en cada uno se refractaba un universo distinto e inexorable y la exploración de sus recovecos y sótanos, de la subjetividad inmanente y su fragua de verdades, constituyó un aliciente y un horizonte para varias generaciones de creadores, a las cuales hay consenso en agrupar bajo el concepto crono-estético de Modernismo» (pág. 11); cuando «el espejo que es la propia novela acaba reflejándose, abismáticamente, a sí mismo» (págs. 11-12) surge «la más ostensible retórica del Posmodernismo literario» (pág. 12), sustento «de la autorreferencia, que en la ficción recibe el nombre, ya aceptado, de metaficción» (pág. 12) [JMS].

SEMÁNTICA

Mª Azucena Penas Ibáñez, Análisis lingüístico-semántico del lenguaje del «Gracioso» en algunas comedias de Lope de Vega, Universidad Autónoma de Madrid, 1992, 136 págs.

    A partir del análisis de tres comedias de Lope de Vega, El Amor enamorado, El caballero de Olmedo y El castigo sin venganza, Mª Azucena Penas Ibáñez nos proporciona la síntesis de los fenómenos semánticos que observa en ellas, utilizando algunos temas y personajes comunes, principalmente la figura del «Gracioso». Este personaje en la comedia lopesca cumple la función de proporcionar un «punto de vista» que amplía la percepción que de la realidad pueda tener el caballero, dándose así la imagen completa de la vida humana tal como funcionaba en la sociedad española de aquella época. De ahí el interés por los rasgos lingüístico-semánticos en su discurso en el que abundan la polisemia, las oposiciones y contrastes, la hipérbole, el perspectivismo y las técnicas de persuasión o la tergiversación de la realidad [PLM].

SEMIOLOGÍA

Raúl Rodríguez Ferrándiz, Semiótica del anagrama. La hipótesis anagramática de Ferdinand de Saussure, Universidad de Alicante, 1998, 292 págs.

    Durante los años en los que impartió los dos primeros cursos de lingüística general en la Universidad de Ginebra, Saussure realizó una investigación en torno a ciertos fenómenos fónicos que observó en una serie de textos poéticos del mundo antiguo desde los Vedas y Homero, Safo, Plauto, Virgilio, Ovidio y Horacio hasta Rosati y Pascoli, contemporáneos de Saussure. Como fruto de esa dedicación escribió más de cien cuadernos en los que expuso la hipótesis de que la poesía antigua de tradición indoeuropea, sobre todo la latina, partía de la imitación discontinua de sonidos que aludirían a un nombre propio —el de un héroe o un dios—, de modo que ese nombre resonaría «diseminado en los versos del poema, determinando tanto la elección de palabras como su disposición sintáctica».

    En Semiótica del anagrama, Raúl Rodríguez recupera la vieja hipótesis saussuriana e ilustra el anagrama en algunas poéticas contemporáneas. El contenido de este libro se estructura en dos extensos capítulos «El Corpus Anagrammaticum saussuriano» y «El anagrama saussuriano en ejemplos», y se completa con un «Glosario» que aclara parte de la terminología del «Saussure anagramatista».

    La primera mitad de este trabajo es un repaso de los Cuadernos de Anagramas de Saussure a través de las principales fuentes de información que nos han llegado: básicamente, la selección realizada por Starobinski en su Le mots sous le mots, edición crítica de los más importantes y elaborados análisis saussurianos, y la correspondencia que mantuvo Saussure durante los años 1906 y 1909 con Meillet y Bally, en la que iba comentando sus hallazgos. En esta primera parte, Raúl Rodríguez relata la historia de los manuscritos y las distintas ediciones realizadas, nos acerca a la terminología saussuriana y expone la evolución que sufre esta teoría hasta que el maestro ginebrino pone fin a la investigación.

    En la segunda mitad, se muestra el anagrama saussuriano en textos de autores contemporáneos como Poe, Mallarmé, Proust, Queneau, Perec o Ponge, que tienen en común el hecho de que todos ellos reflexionan sobre sus propias obras y de este autoanálisis se puede deducir el reconocimiento de un «método de composición casi literalmente anagramático». Continúa con una descripción de las figuras de dicción por repetición con la finalidad de demostrar la conexión del anagrama con el repertorio de figuras retóricas tradicionales, y su pertenencia a este grupo. Se cierra el ensayo con la muestra de unos «Ejemplos anagramáticos en la obra poética de Blas de Otero» [PLM].

SOCIOLINGÜÍSTICA

Pilar Díez de Revenga y José María Jiménez Cano (eds.), Estudios de Sociolingüística II. Sincronía y diacronía, dm Librero-Editor, Murcia, 1999, 338 págs.

    Obra miscelánea que bajo el título de Estudios de Sociolingüística reúne quince artículos inéditos en los que a veces se exceden temáticamente los límites anunciados por el título. Los editores Pilar Díez de Revenga y José María Jiménez Cano de la Universidad de Murcia realizaron una recopilación similar en 1996 con los primeros Estudios de Sociolingüística. Sincronía y diacronía. En este segundo volumen colaboran principalmente doctores de las Universidades de Almería y Murcia y de la Universidad Complutense de Madrid. El libro incluye el estudio de «la política lingüística» durante el siglo XVI que realiza Mercedes Abar Merino, junto al artículo de Tomás Albadalejo que presenta los aspectos sociolingüísticos del sistema retórico y una reinterpretación del «valor de uso» de las metáforas de S. Arduini de la Universidad de Urbino. A continuación, Antonio M. Bañón reflexiona sobre el aprovechamiento de las nuevas tecnologías en estas disciplinas y nos acerca al concepto del hipertexto y al uso de Internet; Luis Cortés atiende a los marcadores conectivos en la lengua oral; y Díez de Revenga trata «la percepción del dialecto» en El amante bilingüe. Siguiendo el orden establecido en esta recopilación, encontramos el intento de dar «un nuevo enfoque» al «problema entre adversativas y concesivas» en el marco de la defensa de una simplificación de los conceptos gramaticales llevado a cabo por Rosa Mª Espinosa de la Universidad de Valladolid. Inmediatamente después, Cecilio Garriga de la Universidad Rovira i Virgili expone una muestra de la aplicación de los logros de la investigación sociolingüística a la lexicografía; D. Igualada examina la situación comunicativa que se establece en programas televisivos como los boletines informativos; Jiménez Cano da las «claves sociosemióticas para el análisis de textos de ecologistas»; y J. L. Muñío realiza un análisis de la variación lingüística como marca de diferencias sociales en las obras de Ciro Alegría. La compilación va concluyendo con la reflexión sobre «Lengua, realidad social y política lingüística» de E. Ramón Trives, una aportación al acercamiento y la colaboración interdisciplinar de la filología y la sociolingüística de J. Terrado de la Universidad de Lérida y una panorámica de la sociología de la literatura de F. Vicente Gómez. Finalmente, el artículo de A. Mª Vigara Tauste expone los resultados de un trabajo de campo sobre «el habla y vida soldadescas» [PLM].

 

Miguel Ropero Núñez y Francisco Javier Pérez Santamaría, Análisis estadístico-sociológico de los comportamientos lingüísticos en la ciudad de Sevilla (Col. Sociolingüística Andaluza, 11), Universidad de Sevilla, 1998, 287 págs.

    Estudio sociolingüístico que se centra en el análisis de los comportamientos lingüísticos en la ciudad de Sevilla. Se trata del volumen undécimo de la serie Sociolingüística Andaluza que publica la Universidad de Sevilla. En esta ocasión, los profesores Miguel Ropero Núñez y Francisco Javier Pérez Santamaría, exponen los resultados del trabajo de investigación sociolingüística que llevaron a cabo durante los años 1986 y 1987 y que recibió el Premio de Investigación «Ciudad de Sevilla» 1988-1989 que concede el Ayuntamiento de la urbe. Su objetivo es, mediante el análisis de la valoración que los sevillanos hacen de su propia modalidad de habla, establecer la conciencia y actitudes lingüísticas que manifiestan estos hablantes con respecto a su propio instrumento lingüístico de comunicación. Las conclusiones parecen mostrar que los sevillanos «se sienten muy identificados con su norma lingüística y manifiestan una gran lealtad a sus usos lingüísticos» [PLM].

SOCIOLOGÍA

Pierre Bourdieu, La distinción. Criterio y bases sociales del gusto (trad. de Mª del Carmen Ruiz de Elvira), Taurus, Madrid, 1998, 597 págs.

    El importante sociólogo Pierre Boudieu aborda en este libro desde el ámbito de la sociología una especie de «psicoanálisis social» (pág. 9) al enfrentarse a «un objeto como el gusto, una de las apuestas más vitales de las luchas que tienen lugar en el campo de la clase dominante y en el campo de la producción cultural» (pág. 9). Como se expone en la contraportada, cuya explicación sucinta seguimos en adelante, «lo esencial se encuentra en la investigación que, al precio de un enorme trabajo de encuesta empírica y de crítica teórica, conduce a una reformulación de todas las tradicionales interrogaciones sobre lo bello, el arte, el gusto, la cultura». Los criterios con que se juzgan estos datos los «pone de manifiesto las categorías sociales de percepción y apreciación que utiliza Kant en sus análisis del juicio del gusto», de ahí la recomendación de que «a título de higiene crítica, podría comenzarse la lectura de este libro por el capítulo final, titulado ‘Elementos para una crítica vulgar de las críticas puras’». El hecho dado de que «los sujetos sociales se diferencian por las distinciones que realizan —entre lo sabroso y lo insípido, lo bello y lo feo, lo distinguido y lo vulgar— en las que se expresa o se revela su posición» implica un proceso de encasillamiento que «conduce a un análisis social del criterio selectivo que es, inseparablemente, una descripción de las clases sociales y de los estilos de vida» [JMS].

TEATRO

Miguel de Cervantes, Obra completa 17. Entremeses (ed. de F. Sevilla Arroyo y A. Rey Hazas), Alianza Editorial-Centro de Estudios Cervantinos, Madrid, 1998, LXII + 189 págs.

    Esta nueva entrega de los Entremeses cervantinos viene a constatar el interés crítico y la fortuna de unos textos que aunque no llegaron a cumplirse en la representación teatral, han alcanzado un éxito editorial innegable. En los últimos tiempos han sido publicados al cuidado de Canavaggio en 1981, en 1984 por Spadaccini, en la decimoctava salida de manos de Valbuena en 1986, un año después por los mismos Sevilla y Rey, quienes en una segunda ocasión los dan a la luz en 1995, para acabar con la versión de Castilla en 1997, sin contar con las ediciones de los años sesenta y setenta. Precisamente el modo en que estos entremeses se difundieron, a través de la imprenta y no de su representación, los sitúa en una de las dos fases en que se ha clasificado la producción dramática cervantina divididas por aquel criterio de la puesta en escena, y en el que también incurre la inversión de la costumbre editorial del teatro, esto es, frente a la publicación de los textos representados, transcurrido el tiempo, unos veinte años, Cervantes da a la estampa no las comedias que respondían a aquel patrón, sino su obra dramática más reciente aún sin escenificar: Ocho comedias y ocho entremeses nuevos, nunca representados, circunstancia que subraya tendenciosamente el mismo título. Como declara la Introducción de la edición que nos ocupa, «no cabe duda, en consecuencia, de que lo hizo así con plena intencionalidad crítica, consciente y voluntariamente, porque pretendía denunciar de manera explícita y clara el cerrado engranaje comercial de los ya consolidados teatros españoles, impermeable a cualquier novedad experimental que pudiera hacer peligrar sus cuantiosos beneficios» (págs. II-III), liderado y modalizado por Lope.

    Entrando en los mismos entremeses, los editores proponen, en detrimento de una clasificación temática, otra de carácter estético, «dado que un análisis de esta índole puede llevarnos a trazar una cierta trayectoria poética que, al margen de su siempre insegura cronología, permita vislumbrar la evolución artística que va desde los entremeses más primitivos hasta los más complejos» (pág. VII), haciéndose eco de ciertas aproximaciones como la de R. Osuna, la de J. Casalduero, la de E. Asensio o la de S. Zimic.

    Una perspectiva historiográfica devela la reducción de la presencia del entremés en la representación de la comedia «por las fechas en que Cervantes escribe sus piececillas» (pág. IX), pasando de tres a uno más un baile. Sin embargo, «el hecho de que haya ocho comedias y ocho entremeses indica el aprecio que tenía Cervantes por este género menor, ya que lo puso a la par con el otro, en equilibrio numérico con el de más prestigio» (pág. IX). Y frente a la atmósfera de intrascendencia en que se movía este género menor, «Cervantes no sólo ‘eleva su tono, enriquece sus temas y dignifica su lenguaje’, sino que también hace al entremés portador de una hondura temática y estética inusitadas en la tradición anterior» (pág. X). Con todo, como los editores quieren dejar bien claro, «una actitud de censura moral, de burla satírica y de parodia existe, desde luego, y en algún caso incluso de crítica social en su más pleno y amplio sentido, pero no creemos que ésta última pueda generalizarse a los ocho entremeses, y aun si lo hiciéramos, su hipotética efectividad sería más que dudosa» (pág. XIII) en cuanto que significaban en su contexto natural de realización como es el de la comedia, el contrapunto carnavalesco de los valores ahí esgrimidos.

    Finalmente, esta nueva edición de los Entremeses cervantinos, basada fundamentalmente en la editio princeps de 1615, con las modificaciones y mantenimientos pertinentes que afectan a «lo puramente gráfico u ortográfico [...], arcaísmos gráficos latinizantes, separación de palabras, signos suprasegmentales, resolución de abreviaturas, acentuación, puntuación, etc.» (pág. LIV), se ofrece, en su rigor filológico, como un texto divulgativo y orientador en cuanto a su capacidad de ahondar en todas sus extensiones posibles, como revela un aparato notacional que comprende «las cuestiones más diversas (textuales, léxicas, gramaticales, métricas, costumbristas, históricas, bibliográficas, etc.) y se limitan a la simple explicación y contextualización de cada pasaje, más allá de la erudición y del acopio bibliográfico abultados inútilmente, sin que ello sirva de excusa para eludir los problemas críticos de las piezas anotadas» (pág. LV), divulgación a la que contribuye plausiblemente la reproducción del texto cervantino en formato informático en el disquete que acompaña al libro [JMS].

 

Montserrat Iglesias Santos, Canonización y público. El teatro de Valle-Inclán, Universidad de Santiago de Compostela, 1998, 240 págs.

    Con este volumen, perteneciente a la colección de «Monografías da Universidad de Santiago de Compostela», se presenta una visión muy ponderada a la vez que global del contexto y la obra valleinclanesca, consecuencia metodológica y práctica de «enfrentarse a un caso de estudio desde los presupuestos de la Teoría de los Polisistemas, iniciada por Itamar Even-Zohar» (pág. 11). Aquí el concepto de polisistema es «equivalente al de sistema, pero el neologísmo se utiliza para subrayar el carácter heterogéneo y dinámico de éste, frente a las consideraciones estáticas que prevalecieron tras el estructuralismo francés» (pág. 12); este dinamismo emana de la tensión entre un estrato central y otro periférico, lo que trae consigo la cuestión de la «canonización en lugar del canon» (pág. 12), como prefiere la autora. Junto a este presupuesto, en la medida que «proporciona un valioso fundamento sociológico al modelo polisistémico» (pág. 12), M. Iglesias instrumentaliza también el potencial teórico encontrado «a la teoría de la producción cultural desarrollada por Pierre Bourdieu y especialmente a la noción de campo literario; noción revisada y establecida por Bourdieu principalmente en sus trabajos de 1991 y 1992» (pág. 12), y que define como «el espacio social en el que se sitúan los productores literarios y en el que se organiza el capital cultural» (pág. 13), espacio que se reorganiza en torno a dos subcampos en relación con «el grado de autonomía con respecto al campo de poder: el subcampo de la gran producción [...] y el subcampo de la producción restringida» (pág. 13). Desde estos principios, «Superando el llamado ‘textocentrismo’ de los estudios literarios tradicionales, las orientaciones sistémicas intentan dar cuenta de todos los elementos interdependientes que configuran la literatura, así como de las distintas actividades y procesos sociales que tienen lugar en su ámbito» (págs. 14-15), aplicadas en este caso al examen del teatro español de mano de Valle-Inclán y dentro de éste a «los procesos de canonización de autores, obras y modelos» (pág. 15), en cuanto que las teorías sistémicas «entienden la canonicidad como resultado de un proceso social, colectivo, y no como un rasgo inherente a las obras literarias en ningún nivel» (pág. 15). En este punto, M. Iglesias subraya que esta perspectiva «no implica que los objetivos y resultados de esta investigación caigan en el terreno de la sociología. Las teorías sistémicas no son aproximaciones sociológicas a la literatura» (pág. 16), sino que el objetivo consiste en «intentar establecer las normas y convenciones que gobiernan la producción y la interpretación de los textos, canonizados o no por cada sistema según el estado de fuerzas del campo» (pág. 16). Y esto es lo que hace con «el polisistema que constituye el teatro español entre 1920 y 1936, en el que Valle-Inclán nos servirá de síntoma y referencia para explicar su funcionamiento» (pág. 16). La elección de este dramaturgo parte de la consideración de las conclusiones detalladas por M. Aznar, por las que «el escritor despierta hoy en día más interés que cualquier otro autor de su época, convirtiéndose en verdadera encarnación del artista genial cuya permanente voluntad de innovación y originalidad hacen de su obra una de las más complejas y apasionantes producciones del siglo XX» (pág. 17), pero además, la idoneidad del teatro de Valle viene refrendada porque «los hispanistas y valleinclanistas más rigurosos de la actualidad coinciden en subrayar la imposibilidad de acercarse al teatro de Valle-Inclán sin atender al teatro leído y representado en su tiempo» (pág. 17). Los principios procedimentales adoptados permiten responder en grado suficiente de satisfacción las preguntas tradicionalmente efectuadas sobre el teatro valleinclanesco en lo que se refiere a su éxito y la clase de éste, a la distancia con la vida teatral de su época, a su representabilidad, interrogantes «propiciadas por las confusiones que conllevan las aproximaciones atomistas y esencialistas predominantes en la crítica y la historia literarias» (pág. 19) [JMS].

TEORÍA LITERARIA

Tomás Albaladejo Mayordomo, Teoría de los mundos posibles y macroestructura narrativa. Análisis de las novelas cortas de Clarín, Universidad de Alicante, 1998, 309 págs.

    Como reimpresión del texto publicado en 1986, se nos ofrece este libro en su impe-cable relación con la teoría literaria, basado en «la concepción del texto narrativo como estructura lingüística dinámica» (pág. 11) y en la relación de dependencia de la intensión textual respecto de la «configuración lingüística de la extensión textual» (pág. 45), constituyendo «una explicación de la organización de mundos del texto» (pág. 11), de donde resulta en «un estudio del referente narrativo y del texto que lo representa» (pág. 11). Por tanto, la coherencia explanativa revierte en la consideración necesaria de la teoría de los mundos posibles en cuanto «forma de explicación de la realidad, ampliamente entendida ésta, pues de ella forman parte tanto el mundo real efectivo, objetivo, como los mundos alternativos de éste, estando configurada esta explicación sobre los sujetos que experimentan esa realización en sus diferentes secciones y posibilidades» (pág. 76). Por tanto, según este autor, la naturaleza lingüística de los mundos en su realización textual no abandona tal carácter desde su propia intencionalidad significacional. Desde el punto de vista del texto literario, «la organización de mundos se presenta para la teoría y para la crítica literaria como indudable objeto de estudio» (pág. 91), especialmente en cuanto que apoya el concepto de literaridad y «permite un tratamiento más completo de los problemas de ésta» (pág. 91). En un grado posterior, T. Albaladejo aplica la teoría de los mundos «al estudio del plano del sujeto del texto narrativo» (pág. 150), con la intención de advertir del «funcionamiento semántico-tensional y, por supuesto, semántico-extensional del texto narrativo» (pág. 151). La tercera y última parte del libro se ocupa del análisis de las consideradas novelas cortas de Clarín a partir de los presupuestos teóricos planteados, llevando a la dilucidación de «un subgénero narrativo que presenta una compleja situación de límites en relación con el cuento» y la dilucidación de «las relaciones entre el plano de la fábula y el del sujeto de las obras narrativas» (pág. 4) [JMS].