RECENSIONES 2000 (I)

Emilia Fernández de Mier y Félix Piñero (eds.), Amores míticos (J. M. Serrano de la Torre); Proclo, Lecturas del Crátilo de Platón, ed. de J. Mª Álvarez Hoz, Ángel Gabilondo Pujol y José M. García Ruiz (C. Macías Villalobos); Marino de Neápolis, Proclo o de la felicidad, trad., introd. y notas de J. Mª Álvarez Hoz y J. M. García Ruiz (C. Macías Villalobos); Federico Corriente, Diccionario de arabismos y voces afines en iberorromance (P. López Mora); Miguel Ángel Esparza Torres y Hans Josef Niederehe, Bibliografía nebrisense. Las obras completas del humanista Antonio de Nebrija desde 1481 hasta nuestros días (M. Galeote); Miguel Ángel Quesada Pacheco, El español de América (M: Galeote); María José Serrano, Cambio sintáctico y prestigio lingüístico (M. Pons Tovar); Francisco Moreno Fernández (ed.), Trabajos de sociolingüística hispánica (Mª  J. Blanco Rodríguez); José Manuel González Calvo, Variaciones sobre el uso literario de la lengua (S. Robles Ávila); James J. Murphy (ed.), La elocuencia en el Renacimiento. Estudios sobre la teoría y la práctica de la retórica renacentista, trad. de G. Garrote, L. F. Aguirre, P. Fanconi, I. Prieto y J. I. Díez, (T. Fanego Pérez);

Publicadas en Analecta Malacitana, XXIII, 1 , 2000, págs. 337-355.

Emilia Fernández de Mier y Félix Piñero (eds.), Amores míticos, Ediciones Clásicas, Madrid, 1999, 281 págs.

    En este volumen se contienen «las conferencias dedicadas a ‘Amores míticos’, organizadas por la Delegación en Madrid de la Sociedad Española de Estudios Clásicos, en el Centro Cultural de la Villa, entre octubre y noviembre de 1998». Se trata de diez ensayos reunidos bajo el expediente común de que «las enormes riquezas contenidas en el ancho cauce de la mitología alcanzan, en el caso de los amores que han llegado a convertirse en símbolos, en fuente de inspiración de la literatura y del arte occidentales, en paradigmas de pasión y ternura, todo su esplendor». La primera de estas parejas míticas es la configurada por Cupido y Psique, estudiada por A. Ruiz de Elvira Prieto a partir de su momento epifánico, en su proteica manifestación y representación iconográfica, desde Ovidio a Rubén Darío, pasando por la manipulación artística, obra de Apuleyo, Schiller o Calderón. La historia protagonizada por Polifemo y Galatea, con Acis al fondo, abordada por P. Flores Santamaría, conduce a una conclusión triple sobre la simbología y la significación del mito: primero, «la victoria del amor sobre la fuerza [...], o dicho de otra forma, sólo a través del amor puede alcanzarse la ‘civilización’ (págs. 78-79); segundo, «la doble polaridad existente entre la Belleza y la Fealdad, dos polos de signos opuestos, que al mismo tiempo, se atraen», y tercero, «la oposición de ‘eros’ y ‘thanatos’, del amor y la muerte, y, al mismo tiempo, la asociación de ambos». El tercer capítulo, de J. de la Villa Polo, está dedicado a Pasífae y el toro. La argumentación expuesta acaba revelando que «la mitología griega desarrolló, en conexión con la historia mítica de Minos y Minotauro, la historia de Pasífae, una mujer víctima de un castigo que no le correspondía en justicia, que se enamoró de un toro». La versión más difundida se debe a Eurípides, quien da preponderancia a «los aspectos trágicos del personaje frente a los lúbricos o cómicos», que acaban inmiscuyendo a otros personajes como Ariadna y Fedra, e incluso su argumento acaba sirviendo a causas políticas cuando se relaciona con Dédalo y Teseo. Tras la explicación del mito de Filemón y Baucis, Mª C. Álvarez Morán retoma el conjunto de fuentes clásicas que desde Ovidio han contribuido a matizarlo, en un desarrollo que proyecta a estos personajes a la literatura europea contemporánea, con la sorpresa de que «llama poderosamente nuestra atención encontrar tan poco eco de esta encantadora pareja en toda la literatura española». En quinto lugar, las figuras de Orfeo y Eurídice son objeto de estudio de M. Montero Montero, que llega a considerar el mito que protagonizan bajo las distintas formulaciones artísticas en que se ha manifestado: en la literatura, en la música, en las artes plásticas, e incluso en el cine, donde se referencia el mismo Orfeu do Carnaval, película «rodada este mismo año 1998 en Brasil, por el director brasileño Carlos Diegues». Las páginas siguientes albergan, de mano de Mª Ángeles Martín Sánchez, la exposición de la historia protagonizada por Venus y Marte, en un análisis que contempla un examen de los protagonistas y las fuentes que los caracterizan para elucidar su proyección en la literatura y el arte desde el siglo XV al XX, con especial atención al Siglo de Oro en las figuras de Garcilaso, Aldana, Enea Vico, Tintoretto, Veronés, Leonardo de Argensola, Tirso de Molina o Miguel de Barrios, entre otros. Por su parte, V. Cristóbal efectúa un detallado análisis del mito encarnado por Hero y Leandro, en una averiguación que comienza por el deslinde de su función en la literatura en relación con el tema del amor, y se continúa en la discriminación de sus fuentes y su pervivencia para pasar a aspectos concretos del mito como «El enamoramiento mutuo, las razones de su amor oculto, el porqué de la torre», los ecos que justifican «Los encuentros furtivos, la larga espera de Hero, el candil y la nodriza, la aurora enemiga» y, por último, «El último viaje, la tempestad, la petición de Leandro a las ondas, la muerte de ambos». La sección octava plantea el decurso narrativo actuado por Píramo y Tisbe, en explicación de A. Carreira que se centra en la dilucidación del diverso tratamiento poético dispensado por ciertos autores, ya que se trata de una leyenda de «amplia presencia» en el Siglo de Oro español; Castillejo, Silvestre, Villegas, Lope de Vega y, especialmente Góngora, acaparan una singular atención. Tetis y Peleo forman «un matrimonio tan espectacular como desequilibrado»; padres de Aquiles son objeto de estudio por C. García Gual, quien, tras una descripción detallada del mito, pone de manifiesto el complejo entramado de relaciones, unas consagradas por la tradición, otras que sin encontrar una difusión muy amplia, constituyen interpretaciones interesantes. Finalmente, L. Macía Aparicio, al estudiar los vínculos que generan los acontecimientos entre Fedra e Hipólito y su transmisión múltiple y varia, concluye en la variabilidad conformadora de la propia naturaleza del mito y en su valor ejemplar, en cuanto que, en este caso, «el mito de Fedra e Hipólito presenta un conflicto amoroso con la categoría de universal humano».

J. M. Serrano de la Torre

 

Proclo, Lecturas del Crátilo de Platón (ed. de J. Mª Álvarez Hoz, Ángel Gabilondo Pujol y José M. García Ruiz), Akal Clásica, Madrid, 1999, 195 págs.

    La fuente principal para conocer la vida de Proclo es un discurso encomiástico, PrÕkloj à per‹ eÜdaimonˆaj (Proclo o de la felicidad, traducido por Jesús Mª Álvarez Hoz y José M. García Ruiz, Iralka, Irún, 1999), pronunciado por su discípulo y sucesor Marino de Neápolis en el 486, con ocasión del primer aniversario de la muerte del maestro. Algunos datos biográficos de Proclo proceden también de la perdida Vita Isidori de Damascio, compuesta sobre el 495, y cuyo contenido en parte se conoce por la Bibliotheca de Focio (siglo IX) y por los fragmentos del léxico Suda (siglo X).

    Respecto a la biografía de Proclo (págs. 7-14 de la Introducción), su vida transcurre entre los años 412 y 485. Tras recibir la primera enseñanza en su ciudad natal, Bizancio, marcha a Alejandría, donde proseguirá su formación con el sofista Leonas, sobre todo en latín, derecho romano y retórica. Por una supuesta intervención de Atenea, se despierta su vocación filosófica. Todavía en Alejandría, se dedica al estudio de Aristóteles y al de las matemáticas.

    Para completar su formación marcha a Atenas, donde con apenas veinte años es admitido en la escuela neoplatónica de esta ciudad que entonces dirigía el anciano Plutarco. En el 432, tras la muerte de éste, Proclo estudiará con Siriano, el nuevo escolarca, las obras de lógica, ética, política, física y teología de Aristóteles, para continuar luego con las doctrinas de Platón. Por fin, en el año 439, tras la muerte de Siriano, es nombrado diádoco, habiendo compuesto ya por entonces numerosos comentarios.

    El discurso de Marino nos proporciona una visión idealizada de la vida y personalidad filosófica de Proclo, quien habría alcanzado una felicidad perfecta siguiendo las cuatro virtudes principales del neoplatonismo. En el terreno de las virtudes teoréticas, Proclo estudió y asimiló lo mejor de los autores antiguos, así como el conjunto de la teología helénica y extranjera, llevando al mismo tiempo un ritmo frenético de trabajo y siendo autor de doctrinas desconocidas hasta entonces, algunas de las cuales habría descubierto durante el sueño.

    En cuanto a las virtudes teúrgicas, cuando las dominó a nivel teórico, Proclo no sólo fue beneficiario, sino también agente de las mismas, destacando sobre todo la curación de Asclepigenia, a la que Marino dedica una especial atención.

    Deteniéndonos un momento en su filosofía (págs. 15-24), Proclo lleva a efecto la unión de la filosofía y la religión. Por ello se nos aparece como teólogo y como teúrgo, tratando en esta última faceta de influir en los dioses para provocar la acción benefactora de éstos hacia los hombres. Su principal mérito es haber hecho que la teúrgia entre a formar parte de la filosofía como un complemento de la dialéctica, al menos en el sistema de Proclo. Como con ella se permitía la unión con los dioses, era superior a cualquier ciencia humana. En suma, dentro de la tradición neoplatónica, Proclo se aleja de la línea fundamentalmente teorética de Plotino y continúa la de Jámblico, receptora ante todo de las tradiciones religiosas.

    De la obra de Proclo, el aspecto que ahora más nos interesa es el referido a sus comentarios (págs. 25-34), forma literaria que se hizo característica del neoplatonismo posterior a Plotino. Los cinco comentarios de los diálogos platónicos que conservamos, la mayoría transmitidos sólo parcialmente, se pueden clasificar en tres grupos. En el primero, formado por el Comentario al Primer Alcibíades, el Comentario al Timeo y el Comentario al Parménides, la exégesis sigue el tipo de comentario continuo del texto platónico. El segundo, formado por el Comentario a la República, no sigue de modo continuo el diálogo platónico, sino que se trata de 17 ensayos diferentes hechos en épocas distintas. Al tercer grupo pertenecen los scholia In Cratylum, la obra cuya traducción constituye el objeto fundamental del libro que ahora presentamos.

    Después de analizar los rasgos del comentario como género en Proclo —destacando ante todo que en ellos se hace una lectura crítica de los Diálogos y se resuelven los problemas de coherencia interna que el diádoco encontró en la obra platónica—, los autores pasan a estudiar la estructura y contenido del In Cratylum (págs. 35-52).

    En primer lugar, por scÕlion, en el discurso de Marino, se entienden las notas explicativas tomadas por un alumno a partir de las explicaciones del maestro. Una vez reelaboradas y redactadas en forma de comentario, aquellas anotaciones se convertían en un ÛpÕmnhma. El resto de comentarios de Proclo pertenece a esta última categoría.

    Pero el In Cratylum no son sólo unos apuntes de clase, sino que como nos dicen los mismos manuscritos, se trata de extractos útiles, resúmenes de estos mismos apuntes hechos por un excerptor, diferente a Proclo, que tenía delante la redacción escrita de las lecciones dictadas por el maestro.

    Aunque alguna vez se ha dudado de su coherencia interna, el In Cratylum sigue en lo fundamental el discurrir del diálogo platónico con ciertas amplificaciones en algunos pasajes concretos como Cra. 396 y las etimologías en su conjunto. Además, en cuanto a su estructura y contenido se corresponde bastante bien con el resto de los comentarios y con la generalidad de la filosofía de Proclo.

    En su forma actual el In Cratylum se compone de ciento ochenta y cinco escolios, cuya amplitud varía entre las dos líneas y las siete páginas Teubner. En cuanto a su estructura, el texto conservado se puede dividir en un proemio y en dos partes principales. El proemio en sí llega hasta el escolio XXI. Los elementos que lo componen: el objeto y la naturaleza del diálogo, la exposición del argumento, los personajes y la doxografía, están presentes en todos los proemios de Proclo.

    De las dos partes en que suele agruparse el resto de los escolios, la primera (XXII-LXIX) está dedicada al estudio de los nombres dependientes de la generación, y la segunda (LXX-CLXXXV) se consagra al análisis etimológico de los nombres de los dioses.

    El In Cratylum desarrolla esencialmente la filosofía del lenguaje de Proclo y la teúrgia con ella relacionada. Entre los escolios más relevantes para comprender el contenido de una obra de por sí difícil se encuentran: el I, donde se explica el objeto del Crátilo platónico: mostrar la actividad creativa y asimiladora del alma a través de la corrección de los nombres; el X, dedicado a explicar el desarrollo argumental del diálogo; el LI, con dos partes, una centrada en la doble corrección de los nombres, y la otra que expone el arte de producir nombres; el LXXI, que versa sobre los nombres divinos; y, por fin, el escolio CXXIII, donde se explica detalladamente en qué consiste la doble corrección de los nombres.

    La exégesis del Crátilo en la obra de Proclo no se reduce a los scholia, sino que se encuentra también en otros textos, en concreto, en el Comentario al Parménides, en el ensayo VI del Comentario a la República y en el Comentario al Timeo. Ello nos da una idea del lugar que la filosofía del lenguaje ocupaba en el pensamiento de éste.

    De otro lado, para la traducción en sí (págs. 65-189), se ha seguido la edición de G. Pasquali, Procli Diadochi in Platonis Cratylum commentaria, Teubner, Leipzig, 1908, que mejora notablemente la primera edición de los excerpta, la de J. F. Boissonade, de 1820.

    Como señalan los mismos autores, poca atención se le había prestado a esta obra hasta época reciente por parte de filólogos y filósofos. De hecho, entre las lenguas modernas hasta este momento sólo había una traducción de todo el texto completo, la italiana de F. Romano, Proclo. Lezioni sul «Cratilo» di Platone, Università di Catania, 1989. Y por supuesto, la que ahora reseñamos es la primera traducción del In Cratylum en castellano.

    Las dificultades que una obra como ésta plantean en el plano conceptual y la propia especificidad del In Cratylum —no lo olvidemos, colección resumida de anotaciones de clase de un discípulo y no la exposición completa del maestro— han aconsejado la traducción literal del texto griego en aras de la claridad de los contenidos desarrollados.

    Asimismo, por una finalidad meramente orientativa a la hora de seguir el texto, se han incluido unas barras dobles en posición oblicua (//) que pretenden reproducir la división realizada por G. Pasquali en su edición.

    También por razones de claridad, los autores dan una lista completa de los principales conceptos griegos utilizados en el texto con su correspondiente traducción (págs. 48-51). Desde este punto de vista, al comparar el léxico del diálogo con el de los excerpta se nota una serie de diferencias significativas. Ello es debido a que Proclo introdujo en su exégesis el léxico propio de los Oráculos caldeos y los nombres de las divinidades del orfismo, y porque hace una lectura neoplatónica del Crátilo.

    Otros aspectos a tener en cuenta en este libro son su importante bibliografía (págs. 55-64), compuesta sobre todo por obras relevantes para la teoría del lenguaje y la teúrgia relacionada con ella, y la gran cantidad de notas al pie que acompañan a la traducción, centradas, como es lógico, en los principales conceptos filosóficos que aparecen en el texto griego y su relación con la obra de Platón, con el neoplatonismo y con el propio pensamiento de Proclo.

    En suma, los profesores Álvarez Hoz, Gabilondo Pujol y García Ruiz con esta traducción ponen a nuestra disposición una obra fundamental para entender la filosofía del lenguaje dentro del neoplatonismo, que además ejerció una gran influencia en la Edad Media a través del Pseudo-Dionisio Areopagita, el principal representante del neoplatonismo cristiano, y luego en la posteridad.

C. Macías Villalobos

 

Marino de Neápolis, Proclo o de la felicidad (trad., introd. y notas de J. Mª Álvarez Hoz y J. M. García Ruiz), Iralka, Irún, 1999, 47 págs.

    A finales del siglo IV d. C., Plutarco fundó la escuela neoplatónica de Atenas, cuya orientación fue metafísica y teúrgica sobre todo. Ésta permaneció abierta hasta el año 529, cuando el edicto de Justiniano que prohibía la actividad de las escuelas de filosofía pagana obligó al último escolarca, Damascio, a emprender el camino del exilio.

    En el año 485, la muerte de Proclo, uno de los principales maestros de esta escuela, puso al frente de la misma a su discípulo Marino de Neápolis. Marino (440-495), samaritano, de la actual Nablús (Palestina), llegó a abandonar la religión de sus padres para abrazar el neoplatonismo, la manifestación más importante de la filosofía helénica en los siglos finales de la Antigüedad. Dentro de su labor docente enseñó la filosofía de Aristóteles y las ciencias matemáticas.

    En el año 486, cuando se cumplía el primer aniversario de la muerte de su maestro, Marino compuso para su lectura pública un discurso biográfico en honor de Proclo, este Proclo o de la felicidad, que ahora presentamos, y que es una de las pocas obras que la tradición manuscrita nos ha legado del filósofo y rétor de Neápolis.

    El discurso es un producto retórico, en el que se entrelazan la técnica biográfica con el esquema del encomio. Formalmente pertenece al género epidíctico. Se trata de un encomio en prosa, que sigue el esquema del lÕgoj basilikÕj (el discurso imperial). Asimismo, es un bˆoj, que nos permite reconstruir la vida del maestro desde su nacimiento hasta su muerte. El que un neoplatónico se dedicara a escribir biografías no es raro, pues lo mismo hicieron Porfirio y Jámblico, entre otros.

    El encomio, cuya inscriptio consta de un título y un subtítulo como algunos diálogos de Platón o algunos textos de retórica epidíctica, ensalza la figura de Proclo, su vida, obra y pensamiento, al que rodea de un aura casi divina y lo considera «el más feliz de los hombres celebrados en el largo tiempo pasado» (Procl. II, 36-37). Proclo es, en suma, el mejor ejemplo del hombre entregado por entero a la filosofía, que encarnó en sí mismo el ideal platónico de la vida como huida de este mundo y como asimilación de la divinidad, el fin supremo del alma.

    Marino, en su discurso, pone de relieve sobre todo las virtudes del maestro. Éstas se engloban en seis tipos: virtudes físicas (III-V), virtudes éticas (VI-XIII), virtudes políticas (XIV-XVII), virtudes catárticas (XVIII-XXI), virtudes teoréticas (XXII-XXV) y virtudes teúrgicas (XXVI-XXXIII). Todas ellas son los géneros de virtud propios de la escuela de Atenas en el siglo V d. C. Sin embargo, el autor ha introducido algunos elementos originales, sobre todo respecto al esquema plotiniano de la virtud. En primer lugar, la importancia estructural concedida a las virtudes teúrgicas, que además se detallan con amplitud en su grado inferior. Luego, el lugar que ocupan las virtudes físicas, lo que supone una cierta recuperación del elemento corpóreo. Es de destacar también la posición que ocupa Proclo como taumaturgo, con sus numerosos prodigios y milagros. Esta actividad se complementa con numerosos ritos purificatorios, y en todo ello se fundamenta una parte de su superioridad respecto a los filósofos anteriores.

    En cuanto a la traducción (págs. 19-44), el texto base que se ha seguido es el de R. Masullo (Nápoles, 1985), que ha sustituido a la antigua edición de J. F. Boissonade (Leipzig, 1814). La versión de Álvarez Hoz y García Ruiz tiene en sí misma el mérito de ser la primera traducción al castellano de este discurso. Objetivo fundamental de los autores ha sido respetar al máximo el texto griego original, salvando para ello la dificultad que supone el que la lengua de Marino, aticista, muestre predilección por los períodos amplios, ricos en subordinación y construcciones de participio. A ello hay que añadir el propio carácter retórico de este género. El resultado ha sido un texto claro, fluido, que mantiene las estructuras del griego, y que permite al lector no sólo seguir las ideas del autor, sino comprender de qué recursos se servían los rétores para construir este tipo de obras, de circunstancias, pero de compleja y rica trama formal.

    A la traducción acompaña en nota al pie la referencia completa de las numerosas citas literales que Marino hace de Platón y Plotino. Asimismo, entre corchetes, se han incorporado al texto los números de las líneas de la edición de Masullo.

    Un aspecto que, finalmente, queremos destacar de este trabajo es su breve, pero completa Introducción (págs. 7-16), imprescindible para situar al autor y su obra.

C. Macías Villalobos

 

Federico Corriente, Diccionario de arabismos y voces afines en iberorromance, Gredos, Madrid, 1999, 589 págs.

    El profesor Federico Corriente lleva casi cincuenta años dedicado al estudio de la lengua árabe y de la lingüística semítica, y desde los años 70, concretamente al «árabe andalusí y su interferencia con el iberorromance» (pág. 12), de ahí que su autoridad en el estudio de los arabismos del español sea indiscutible. Son más que conocidas su labor lexicográfica y sus publicaciones sobre la gramática y textos árabes y recientemente, la revisión de las etimologías de los préstamos del árabe realizada para la última edición del Diccionario de uso del español de María Moliner. Este Diccionario de arabismos y voces afines en iberorromance se puede considerar la culminación de medio siglo de investigación.

    El objetivo de esta obra es, según su autor, ofrecer «una relación exhaustiva de todos los arabismos, vigentes o no, del iberorromance», utilizando «los más recientes enfoques de la materia», y «proponiendo y justificando frecuentes correcciones a opiniones prestigiosas, o a las propias en bastantes casos» (pág. 22).

    En esta ocasión, el diccionario viene acompañado de una «Gramática de los arabismos del iberorromance» donde principalmente se pretende dejar sentadas las bases para la descripción del arabismo en tres sentidos:

    1. Se considera que el préstamo deriva —«salvo parcialmente en el caso de los préstamos librescos» (pág. 19)— del árabe andalusí y no del árabe clásico, como se sigue citando en el DRAE. Lo que constituiría la base metodológica fundamental de este trabajo.

    2. En el arabismo, se detectan los restos de una transformación coherente con los cambios que regularmente sufren los fonemas de una lengua en su adaptación fonética a la otra, por lo que es necesario aclarar cuáles son estos cambios y establecer las reglas de la evolución fonética que sufren los arabismos en su paso a las lenguas romances.

    3. Para poder hablar de un cambio semántico es necesaria una documentación en la que se refleje el desplazamiento del significado o, al menos, la explicación de una metonimia repentina debe estar motivada por «un cierto contexto histórico-cultural» (pág. 19).

    Tras un recorrido por las adaptaciones fonéticas del árabe andalusí a las lenguas iberorromances, en el estudio gramatical se sistematiza algunos de los cambios morfológicos y sintácticos sufridos por los arabismos, prestando especial atención al fenómeno de la aglutinación del artículo en los arabismos del español, en el que habría que considerar la posible influencia de la interferencia bereber.

    F. Corriente recurre a «referencias de orden sociolingüístico» (pág. 64) para explicar la progresiva absorción de los arabismos a través de tres fenómenos: a) metanálisis, el préstamo se somete a las normas gramaticales de la propia lengua, por ejemplo, la sustitución de los sufijos árabes por otros romances; b) semitraducción, «por el cual la expresión alógena es analizada en segmentos, alguno de los cuales es traducido al romance»; y c) calco semántico, que sería «la fase final de la ‘digestión’ del arabismo, cuando el significado de éste es totalmente revestido por un significante romance» (pág. 65).

    En el diccionario, cada artículo aporta una definición básica, prescindiéndose de acepciones secundarias, mientras que el étimo andalusí del que procede el préstamo va acompañado de su significado para facilitar la comparación y percepción del cambio semántico, lo que pone de manifiesto el carácter histórico de este trabajo cuya base son estudios etimológicos que Corriente ha ido desarrollando y, en algunos casos, publicando en diversos artículos que son «el necesario ensayo de la presente obra de conjunto» (pág. 13). Además, apunta las distintas variaciones diatópicas de cada vocablo y una enumeración de los derivados de una misma familia de palabras. La extensión de los artículos depende de que la historia del vocablo en cuestión sea más o menos complicada.

    Excelentes ejemplos que pueden ilustrar el trabajo realizado en este Diccionario de arabismos son los casos de acebuche y mazapán. Para el primero, se propone una procedencia andalusí zabbúj o zanbúja, frente a la hipótesis más aceptada hasta el momento, la sugerida por Dozy y Engelmann que la derivaban del bereber zebbuz (t), o la propuesta por Eguílaz, quien pensaba que acebuche descendía del latín ACERBUS, calificada por Corriente de disparatada (pág. 82).

    La etimología de mazapán presenta muchos problemas. En primer lugar, se supuso que podría tratarse de «*halawah marzabaniyyah o ‘dulce del marqués’», pero la falta de documentación que respalde esta conjetura la hace inviable, por lo que se ofrece como más posible que sea una «especialización semántica y ligera evolución fonética en suelo ibérico del andalusí pa/icmá (y var.), [...] habiéndose luego producido, ya dentro del romance la metátesis de labiales (*MACPÁT) y etimología popular a partir de masa y pan» (pág. 368). En cuanto al significado, se documenta en el Vocabulista in arabico con la acepción ‘bizcocho o galleta seca’ y en Ibn Quzman, como «algo elaborado por un pastelero [...] una sustancia proverbialmente tierna, como lo es el mazapán» (pág. 368).

    Completan la obra un «índice de voces no iberorromances» mencionadas en este trabajo, y una lista de los «falsos arabismos» que están recogidos en algunos de los diccionarios más importantes, como amalgama, que Corominas «deriva artificiosamente de la raíz ár. {jmU}» (pág. 486), o garduña, que Eguílaz daba como arabismo y, hasta hace poco, también el Diccionario de la Academia, los cuales son rechazados por Corriente.

    El estudio de los préstamos árabes que tradicionalmente se había desarrollado en torno a la acción de superestrato, se enfoca de un modo más crítico, teniendo en cuenta factores imprescindibles para comprender los problemas de contactos interlingüísticos como es el bilingüismo y utilizando los nuevos métodos que nos proporcionan disciplinas como la sociolingüística. En palabras de su autor, en esta obra «se amplía y critica el contenido de estudios anteriores sobre las lenguas iberorromances, se integran materiales de las menos estudiadas y sus dialectos, se da el necesario protagonismo al andalusí y romandalusí [1] como fases omnipresentes de la penetración de los arabismos, se reconoce por primera vez el papel relativamente importante del bereber y se frenan científicamente ciertos intentos [...] de establecer en el Norte de la Península Ibérica ciertas zonas lingüística y étnicamente ‘limpias’ de influencia arábigo-islámica» (pág. 13). La aportación más importante que se hace en este trabajo —además de la inclusión de la gramática histórica de los préstamos del árabe que precede al trabajo lexicográfico en sí— es la de no limitarse a incluir los arabismos seguros sino que en muchas ocasiones ofrece, con el riesgo que ello conlleva, nuevas hipótesis que intentan ser más coherentes con la metodología establecida por el mismo autor al inicio de este libro.

P. López Mora

NOTAS

[1] Término que el profesor Corriente considera más apropiado que mozárabe.

 

Miguel Ángel Esparza Torres y Hans Josef Niederehe, Bibliografía nebrisense. Las obras completas del humanista Antonio de Nebrija desde 1481 hasta nuestros días, John Benjamins, Amsterdam / Philadelphia, 1999, 374 págs.

    Esta bibliografía elaborada conjuntamente por Esparza y Niederehe está predestinada a ser, por sus propias características, una herramienta imprescindible para los investigadores, pues «ordena todos los datos» que ha sido posible reunir «acerca de la historia editorial de las obras nebrisenses, con el propósito de facilitar la tarea a quienes deseen hacer el necesario estudio pormenorizado, en relación con alguna edición, algún título, impresores o editores, variantes textuales, etc.». El esfuerzo desarrollado por estos infatigables autores, cuya larga trayectoria científica está jalonada por interesantes publicaciones1, supera el de Antonio Odriozola, al tiempo que aspira a emular el modelo que representa la Caracola del Bibliófilo Nebrisense (1946), tanto en su extensión como en el detalle de las indicaciones bibliográficas. Pero, a diferencia de aquel bibliófilo, Esparza y Niederehe no han despreciado las adaptaciones posteriores de las obras del andaluz, sino que, al contrario, demostrando una moderna sensibilidad, han valorado el trabajo de editores y correctores de Nebrija con objeto de que los investigadores puedan reconstruir históricamente la influencia del humanista andaluz y distinguir etapas en la posteridad de su obra, esto es, en la historia de la lingüística.

    El volumen que reseñamos, denso por la abultada información que contiene, se caracteriza principalmente por su factura impecable, fundamentada tanto en la estructuración sistemática de las indicaciones, como en los numerosos y útiles índices (de títulos abreviados, de lugares de publicación, de impresores y editoriales, de paraderos, de autores y editores); en el sistema de referencias y abreviaturas internas; y, por supuesto, en el esfuerzo editorial (la presentación ortotipográfica) que ha sido necesario para que el trabajo de documentación y redacción se vea recompensado con la facilidad en el manejo y la rapidez en el acceso a la información consultada. A la Introducción general sobre los objetivos, contenidos, estructura de la obra y del artículo bibliográfico, le siguen los tres capítulos fundamentales: «Antonio de Nebrija: estudio bio-bibliográfico» (págs. 11-41); «Bibliografía cronológica de las obras de Antonio de Nebrija» —lógicamente el más extenso por ser el capítulo central— (págs. 43-264) y «Fuentes bibliográficas y estudios» —por orden alfabético— (págs. 265-295). Por último, los índices ya citados complementan la Bibliografía nebrisense (págs. 297-374).

    La finalidad del capítulo introductorio sobre la bio-bibliografía de Elio Antonio de Nebrija (1444?-1522) radica tanto en la exposición de las circunstancias editoriales de sus obras, como en su interrelación con otras obras y con las etapas que pueden establecerse en la vida de Nebrija (Infancia y juventud. Estancia en Italia y primera etapa salmantina: 1444-1475; Nebrija en Salamanca: 1475-1486; El mecenazgo de Zúñiga: 1487-1504; Retorno a Salamanca: 1505-1513; Estancia en la Universidad de Alcalá: 1514-1522); en definitiva, nos embarca en el análisis de la historia editorial y de la erudición que puede resultar útil al consultar la bibliografía cronológica. Cierra esta primera parte «un breve comentario sobre las obras de Nebrija publicadas después de su muerte e informaciones sobre las obras de dudosa atribución o falsamente atribuidas», junto con algunas notas sobre obras atribuibles, obras perdidas y ediciones fantasmas.

    La «Bibliografía cronológica de las obras de Antonio de Nebrija», con un total de 761 registros, constituye realmente un valioso aporte en la investigación sobre la recepción y la posteridad de la obra nebrisense. Allí Esparza y Niederehe, con unos criterios bibliográficos que se respetan escrupulosamente —siguiendo con ligeras modificaciones el criterio organizador de la bicres de Niederehe—, reúnen las entradas correspondientes a las obras de Nebrija, a las obras editadas por quienes conceden la autoría al nebrijano («es el caso de todas las gramáticas y diccionarios desde finales del siglo XVI»), aunque se conviertan ellos mismos en compiladores, correctores o restauradores; así como los comentarios o interpretaciones de la obra del humanista y algunos textos «sobre pleitos o problemas relativos a la autenticidad o a los derechos económicos de obras de Nebrija».

    Para los investigadores conspicuos será fácil imaginar las peripecias que subyacen en la odiseica empresa acometida por Esparza y Niederehe, cuyos frutos ven ahora la luz. Para los investigadores neófitos, sin duda, esta Bibliografía nebrisense constituirá un trabajo modélico, ya clásico, y un estímulo alentador para no desfallecer ante los obstáculos de todo tipo que la investigación filológica nos propone a cada paso. El espléndido resultado final es digno de encomio, además, dadas las características de la información bibliográfica que proporciona. Así, a las dificultades para reproducir los caracteres del título de cada edición antigua se añaden las abreviaturas bibliográficas de los incunables, los problemas de autoría y edición, la frecuente ausencia de lugar de impresión y de nombre del impresor, la foliación y paginación, la difícil localización e inspección personal de ejemplares, junto con otros múltiples detalles formales y técnicos. Ha sido necesario separar las «citas» (texto de la portada o colofón) de los «comentarios» (la restante información que se suministra), simplificar los caracteres empleados por el impresor, añadir un título abreviado, sistematizar de forma estándar las indicaciones de lugar de impresión, impresor o editorial, descripción externa de los ejemplares, paradero y fuentes bibliográficas.

    Por tanto, a pesar de las grandes dificultades que se les han debido de presentar a estos investigadores, hay que felicitarlos por el tesón mostrado y por el esfuerzo para culminar brillantemente la empresa de la Bibliografía nebrisense, tanto tiempo esperada por la comunidad científica. En conclusión, esta obra que reseñamos está llamada a convertirse, a nuestro juicio, en un volumen señero sobre la vasta producción del egregio humanista español y andaluz, Elio Antonio de Nebrija, convertida en un legado de trascendencia permanente después de cinco siglos.

M. Galeote

 

Miguel Ángel Quesada Pacheco, El español de América, Universidad de Bergen, 1998, 157 págs.

    Con este nuevo manual sobre el español de América se incrementan las publicaciones de un autor en cuya trayectoria científica hallamos pruebas notables de su capacidad investigadora y de su conocimiento del español de Costa Rica y de América, en general [1]. Quesada Pacheco, impulsor del ambicioso proyecto geolingüístico denominado Atlas lingüístico-etnográfico de Costa Rica, nos ofrece en el volumen una visión de los hechos lingüísticos que caracterizan la modalidad americana del español, desde el punto de vista fonético, morfosintáctico y léxico. En la Introducción expresa su deseo de que el manual tenga carácter descriptivo, general y contrastivo del español americano, con especial atención a las variaciones diatópicas y sociolingüísticas, para enriquecer la perspectiva dialectal. Quesada Pacheco se ocupa de la periodización del español de América en tres etapas (págs. 13-24), siguiendo la división hecha por Guitarte, y de las teorías que aspiran a esclarecer los orígenes, la base y los elementos que han contribuido a conformar la lengua española hablada en el Nuevo Mundo: la teoría del sustrato, la teoría poligenética, la teoría de la hidalguización, la teoría andalucista y la teoría de la koineización y la estandarización (págs. 25-33).

    La parte central de la obra la componen los tres apartados en que se analizan los aspectos fonético-fonológicos (págs. 35-60), morfosintácticos (págs. 61-89) y léxicos (págs. 91-138). A pesar de las lagunas que todavía existen en el conocimiento del español de América, por ejemplo en la entonación dialectal hispanoamericana, el autor confía en que los nuevos enfoques teóricos, las investigaciones más recientes y los nuevos datos geolingüísticos permitan enriquecer la perspectiva actual, complementándola, y concebir trabajos de conjunto renovadores. Entre tanto, recomienda mucha cautela a los investigadores a la hora de establecer conclusiones definitivas en cualquiera de los niveles lingüísticos.

    En el vocalismo se describen y ejemplifican abundantemente los aspectos más destacados: alternancia vocálica, cambio del timbre de las vocales tónicas y átonas, debilitamiento vocálico, nasalización y alargamiento. Quesada Pacheco destaca la fuerte tendencia del español de América a la conversión de los hiatos en diptongos, si bien se encuentran ejemplos de la tendencia contraria, claramente condicionada por la estratificación sociolingüística.

    Por su parte, el consonantismo es objeto de un minucioso análisis dialectal, en el que destaca metodológicamente la consideración de la variación sociolingüística, que se suma a la variación estructural y estilística (por ejemplo, en el caso de la serie de las oclusivas sordas y de las sonoras). Al estudio de las realizaciones alofónicas labiodental, bilabial y aspirada del fonema fricativo /f/ en diferentes zonas hispanoamericanas, le siguen las observaciones sobre el seseo y la «complejidad de comportamientos» del fonema fricativo sordo /s/ que lo originó: en posición prenuclear e implosiva se registra, además de la articulación apicoalveolar, un alófono alveolar predorsal, una realización postdental, otra alveolar sonora y una oclusiva glotal sorda; mientras que en posición implosiva se documentan la aspirada sorda [h], su pérdida y la coexistencia de ambas soluciones, como resultado de un proceso diacrónico que ha conducido a la pérdida del fonema según la consabida fórmula /-s/ > /-h/ > /Ø/. Indudablemente, la descripción de las áreas geograficas actuales y la estratificación sociolingüística del proceso es una de las tareas pendientes, dificultada porque no se ha concluido el Atlas lingüístico de Hispanoamérica. En fin, en un trabajo introductorio como el que reseñamos sólo podía exponerse sucintamente la vinculación del seseo y de la aspiración de /-s/ en América y Andalucía, aunque estos rasgos hayan servido para apoyar el andalucismo del español americano.

    Quesada Pacheco también dedica una especial atención al yeísmo, difundido en toda América salvo el Paraguay; a las realizaciones fricativas, africadas, rehiladas, ensordecidas y semivocálicas del fonema /y/ (págs. 48-50), así como a las variantes alofónicas de la lateral palatal sonora /K/. Se estudian las realizaciones fonéticas de la prepalatal africada sorda /c/, de la serie de las nasales, de las vibrantes y de la neutralización de las líquidas /-l/ y /-r/. Desde el punto de vista fonético, por último, nos parece una decisión acertada, que no precisa justificación, haber elegido el Alfabeto Fonético Internacional para las transcripciones.

    Respecto de la morfosintaxis, el autor destaca que nos hallamos ante el campo más descuidado en la dialectología hispanoamericana, aunque el panorama haya cambiado en las dos últimas décadas. Dentro de la morfología nominal, se aprecia una tendencia estructural del español hacia las formas analíticas, que sustituyen a las formas sintéticas, aunque dicha variación tiene carácter sociolingüístico. Las formas de tratamiento, por su parte, conforman en América un paradigma con una especial configuración estructural y dialectal: se da la sustitución de vosotros por ustedes (como en Andalucía occidental y Canarias) y el voseo, para expresar tanto la solidaridad como el distanciamiento afectivo. Se añade el tuteo, que amenaza con invadir el campo de la solidaridad. La complejidad del uso de vos en el continente americano, así como las posibilidades de realización de las formas verbales que acompañan al pronombre, se esbozan brevemente junto con las indicaciones historicolingüísticas del fenómeno. En la morfología verbal se notan diferentes tendencias, pues se conservan formas arcaicas al lado de innovaciones estructurales, que varían con las regiones y los estratos socioculturales; y, a veces, se prefieren formas perifrásticas —no estigmatizadas— en los tiempos verbales, mientras que otras veces los hablantes eligen la forma analítica (perfecto simple en lugar del perfecto compuesto y del pluscuamperfecto).

    Llegamos ahora a la parte más extensa de esta obra, la dedicada al léxico del español de América, campo en el que se refleja bien la adaptación de los españoles al nuevo asentamiento. Los hablantes se sirvieron del fondo léxico patrimonial, pero adoptaron también cuando lo creyeron necesario los términos indígenas americanos o los préstamos de otras lenguas en contacto con el español de América.

    El vocabulario peninsular en el nuevo ámbito geográfico adquirió nuevos contenidos significativos, mediante procesos de orden morfosintáctico y semántico (págs. 92-109). Destacan, en este sentido, los cambios por prefijación, sufijación y composición, los marinerismos, las denominaciones de flora y fauna o los americanismos de mayor frecuencia en el uso hispanoamericano.

    Los indigenismos, por su parte, representan para Quesada Pacheco una enorme e innegable contribución americana al español y a otras lenguas. Aunque se destaca que el mayor aporte al español de préstamos indoamericanos tuvo lugar en las Antillas, durante los primeros momentos, sin embargo no hallamos ni unas breves consideraciones sobre los textos cronísticos de las Indias, empezando por el Diario de Colón, en los que se documenta la entrada progresiva e incesante de préstamos indoamericanos. Al primer conjunto de vocablos, procedentes de las lenguas antillanas, siguieron otros términos tomados del náhuatl, quechua, aimara, guaraní, araucano, chibcha o de las lenguas caribes. Los más antiguos préstamos conocieron una difusión extraordinaria fuera de su área originaria, inconcebible sin los movimientos demográficos que desencadenó el Descubrimiento. Además, en el proceso de acomodación de los indigenismos al español, los textos coloniales (crónicas, relaciones, cartas, tratados geográficos, medicinales o de otro tipo) muestran las diversas variantes fonéticas o morfológicas convergentes en la época para un mismo término; e, incluso, ejemplifican la contienda sociolingüística entre dos indigenismos de lenguas distintas para una única denominación. Por eso, conviene en estos casos que la escueta relación de voces citadas se complemente con datos historicolingüísticos (documentación antigua, literaria y no literaria), dialectales (difusión geográfica regional, nacional, panamericana o panhispánica) y con datos relativos tanto a la vitalidad sociolingüística de los términos en cuestión, como a la capacidad de formar derivados.

    Algunas indicaciones sobre los préstamos de otras lenguas modernas, vocabulario técnico, fraseología americana y eufemismos, dan paso a un capítulo breve sobre las zonas dialectales (págs. 125-138), atendiendo a los investigadores que han intentado su delimitación y a los estudios realizados por países.

    En fin, cierran el volumen unas interesantes conclusiones generales (págs. 139-143), que preceden a la bibliografía manejada, donde Quesada Pacheco revisa los datos expuestos en cada apartado temático y enumera las principales carencias de la dialectología hispanoamericana, aunque confía en que nuevos esfuerzos investigadores contribuyan a esclarecer la «configuración macrodialectal» americana y la descripción social e historicolingüística del español ultramarino.

M. Galeote

NOTAS

[1] Véase M. Á. Quesada Pacheco, Atlas lingüístico-etnográfico de Costa Rica. Cuestionario, Nueva Década, San José de Costa Rica, 1992; Nuevo diccionario de costarriqueñismos, Editorial Tecnológica de Costa Rica, 1994; o su edición de M. J. de Ayala, Diccionario de voces americanas, Arco Libros, Madrid, 1995.

 

María José Serrano, Cambio sintáctico y prestigio lingüístico, Vervuert / Iberoamericana, Madrid, 1996, 94 págs.

    Siguiendo una línea de investigación centrada en la variación sintáctica y en la Sociolingüística Hispánica, la doctora María José Serrano, profesora de la Universidad de la Laguna, presenta este interesante estudio renovador sobre los diversos factores sociales que condicionan el retroceso o la aceptación de las variantes sintácticas innovadoras por parte de los hablantes y la valoración que éstos últimos tienen respecto de sus propios usos. Variación sintáctica y prestigio lingüístico son aspectos que no han recibido el necesario y correcto análisis por parte de la Sociolingüística hispánica, centrada más bien en el terreno fonológico y léxico, por lo cual la presente obra constituye una importante contribución a este campo de la Lingüística.

    El objetivo del presente trabajo lo expone la propia autora en la introducción: «Intentaremos dar explicación a algunos mecanismos de variación y cambio en estructuras condicionales en una comunidad de habla urbana (La Laguna, Tenerife), basándonos principalmente en las actitudes subjetivas que los hablantes poseen hacia las formas verbales de la prótasis y de la apódosis de cada tipo de hipótesis (real, potencial, irreal sin referencia al pasado e irreal referida al pasado» (pág. 9). El prestigio dado a cada variante y el grado de innovación o retroceso que cada una puede tener como consecuencia de su prestigio, se podrán conocer a través de las reacciones de los miembros de la comunidad hacia el uso. El análisis del prestigio lingüístico parte de la teoría que la Psicolingüística denomina de la autocategorización, teoría que se define por el modo de autopercepción individual en función de su posición en la sociedad y del resto de sus componentes, ya que la autora considera de importancia capital la interacción producida entre las distintas reacciones valorativas que se producen como consecuencia de la pertenencia a un grupo. Mediante el uso de esta teoría la doctora Serrano propone alternativas al análisis de los factores sociales y a las constantes que en torno a ellos se han generado en el método tradicional del variacionismo. El estudio consta de seis apartados, el primero de ellos se denomina «Características generales del cambio sintáctico» y parte de los conceptos de agramaticalidad, aceptabilidad e incorrección como argumento metodológico para explicar algunas cuestiones de la naturaleza del cambio sintáctico. El segundo apartado («Los factores sociales en los procesos de cambio») comienza con una introducción al tema que parte de la obra Empirical foundations for a theory of language change, publicada por James y Lesley Milroy, Silva-Corvalán, y otros, para plantear el estado actual de la cuestión y de aspectos como el cambio consciente o inconsciente, el modelo de prestigio y el prestigio sociolingüístico. El estudio del cambio sintáctico en las estructuras condicionales es el abordado en el tercer apartado. Las estructuras condicionales estudiadas son las siguientes: indicativo-condicional, subjuntivo-condicional e indicativo-indicativo en contextos irreales no referidos al pasado, subjuntivo-condicional e indicativo-indicativo en contextos irreales de pasado. Finaliza este apartado con las conclusiones obtenidas en correlación con el uso a través de lo que Labov denominó seguridad / inseguridad lingüística.

    A partir de los resultados obtenidos, la autora emprende la labor de relacionar entre sí las variables sociales para explicar los mecanismos de variación y de posibles cambios en marcha en relación con el sexo y el nivel sociocultural o la clase social. Esta explicación de los procesos de cambio y la interacción entre variables sociales conformarán la materia del cuarto apartado.

    En el quinto apartado, centrado en el concepto de prestigio lingüístico y el mecanismo intergrupal se trata el aspecto psicosocial como elemento fundamental y que se debe añadir al sociolingüístico, ya que ambos son el reflejo de las relaciones de la comunidad lingüística y sirven para comprender el funcionamiento de las actitudes de los hablantes.

M. Pons Tovar

 

Francisco Moreno Fernández (ed.), Trabajos de sociolingüística hispánica, Universidad de Alcalá, 1997.

    El presente volumen es resultado de la reunión científica que llevó como título «Sociolingüística hispánica», celebrada en la Universidad de Alcalá en julio de 1996. Su editor pretende ofrecer una muestra representativa de los estudios sociales y cuantitativos realizados en el ámbito de la lengua española; por ello los asuntos aquí tratados son tan variados como útiles para proporcionar una visión de conjunto de las líneas de investigación que en el campo de la sociolíngüística se hallan actualmente en curso.

    Yolanda Lastra («El contacto entre el español y las lenguas indígenas en México») comienza por hacer un inventario de las lenguas indígenas que perviven en el país y el número de hablantes, con el objeto de proporcionar al lector una idea de la complejidad lingüística que caracteriza al país. Sin embargo, a pesar de esa gran variedad lingüística, la tendencia desde la colonización es a la disminución en el número de hablantes de lenguas indígenas en favor de la lengua dominante. Son, en su gran mayoría, bilingües; así pues, los fenómenos de contacto lingüístico serán más interesantes. En una visión rápida del pasado, que va desde la primera colonización hasta nuestros días, la autora pasa revista a la planificación lingüística llevada a cabo por España primero y, después, por el gobierno independiente de México. Se obtiene una explicación clara de la causas que en un momento determinado han llevado a la primacía de la enseñanza del español sobre las lenguas indígenas, y en otra época ha sucedido lo opuesto. El proceso de la planificación lingüística está directamente vinculado a la situación política, económica, social y religiosa de la zona. Esas consideraciones constituyen la motivación primordial de la planificación lingüística: la evangelización, el control político de una élite, la asimilación de grupos minoritarios, la lucha de una nueva élite por el poder. Una alternativa al empleo de la lengua del misionero o de la lengua indígena de la población local consiste en emplear una lengua franca, esto explica por qué los sacerdotes españoles de los siglos XV-XVII emplearon el náhuatl como medio de instrucción, contribuyendo así a su extensión. La segunda parte del artículo revisa los trabajos que se han hecho no sólo sobre las interferencias entre las lenguas indígenas y el español, sino también entre ellas mismas. Se presta especial atención al estudio de los préstamos, y se analiza lo que queda por hacer en este aspecto del contacto de lenguas, como por ejemplo un estudio de los usos de los préstamos en relación con las variedades diatópicas, sociales o con el registro, que corroboren la hipótesis de la autora de que los préstamos del náhuatl, en una época, lengua oficial y dominante, están integrados al español de México, mientras que los préstamos de otras lenguas indígenas parecen usarse sólo en el español local.

    El trabajo de Humberto López Morales («Papel del nivel sociocultural y del estilo lingüístico en el uso del eufemismo») aplica las técnicas del análisis cuantitativo al estudio de la variación léxica a partir de un estudio realizado en San Juan de Puerto Rico sobre seis palabras tabuizadas. Varias eran las dificultades a las que se enfrentaba el autor. El estudio del tabú lingüístico era algo nuevo en sociolingüística; en parte porque sociolingüistas como J. P. Rona habían negado que el uso del tabú y su contrapartida, el eufemismo, covariasen con factores sociales y estilísticos. Por otro lado, era necesario demostrar que un término tabuizado y sus eufemismos eran realmente variantes de una misma variable. Se trataba, pues, de analizar cómo estas variantes covariaban con el nivel sociocultural de los hablantes y con factores situacionales como el tema, el tipo de receptor y el contexto comunicativo. Los resultados obtenidos mediante técnicas de análisis cuantitativo demuestran que la hipótesis de la que se partía era correcta: el comportamiento del eufemismo y, por tanto, del tabú está condicionado por el nivel sociocultural de los individuos, de tal manera que los eufemismos disminuyen su frecuencia a medida que se desciende en el espectro social; por el contrario, el uso del tabú aumenta en la misma dirección. Por lo que se refiere al estilo, los datos indican que se produce un aumento paulatino de eufemismos a medida que los hablantes pasan de estilos más espontáneos a otros más cuidados. Estamos, pues, ante un caso de variación léxica, en el que cada una de esas seis palabras tabuizadas en las que se basaron las encuestas y sus correspondientes eufemismos constituyen un conjunto de equivalencia de una misma variable.

    Pedro Martín Butragueño («Aproximación sociolingüística al estudio de la variación y el cambio sintáctico. Esbozo de algunos problemas generales») revisa los principales problemas que se derivan de las explicaciones que desde la teoría gramatical se han dado del cambio lingüístico. La teoría gramatical analiza los cambios como reanálisis en gramáticas individuales: es en el período de adquisición del lenguaje cuando se producen los grandes cambios; después de este período, la lengua permanece fija e inmutable. Bajo este prisma, el cambio no se entiende como un fenómeno social, sino individual, y no es un proceso, sino un cambio abrupto. Dos son las críticas que hace Martín Butragueño a la teoría lingüística: en primer lugar, la falta de verificación empírica de los principios fundamentales sobre los que se asienta; y en segundo lugar, el proponer una teoría del cambio lingüístico que excluye el mecanismo mismo del cambio. La investigación empírica demuestra que, si bien en general las estructuras sintácticas quedan fijadas en la edad adulta, también se encuentran ejemplos de lo contrario. Por ello es necesario considerar el uso del lenguaje, o más bien los usos, porque la base del estudio es la comunidad, y los diversos factores sociales que condicionan tal uso. Para ello propone el autor una aproximación dinámica al problema en la que se intenta describir y explicar el mecanismo del cambio lingüístico. Una explicación del cambio pasa por formular una teoría de la variación que pueda dar cuenta de todos los tipos de variación, porque variación y cambio están estrechamente unidos: todo cambio comporta una variación; ciertas estructuras son sustituidas por otras, por lo que lo razonable es pensar que en algún momento coexistieron las formas antiguas y las nuevas como variantes de una misma variable; de ahí la importancia de los estudios cuantitativos en el estudio de los cambios en marcha. Sin embargo, la aplicación del modelo variacionista al estudio del cambio sintáctico presenta otros problemas. En primer lugar, es difícil mantener la existencia de las variantes sintácticas como formas diferentes de decir lo mismo. En segundo lugar, y en estrecha relación con lo anterior, las variantes sintácticas no parecen estar determinadas por factores sociales, sino que existen principios comunicativos generales que inciden en la distribución de dichas variantes. El análisis empírico demuestra que no es posible atender a un único tipo de factores, por lo que es necesario crear un modelo que se acerque al objeto de la manera más realista posible, dando cuenta de todos los fenómenos de variación sintáctica; y ya que esto no parece viable, la única posibilidad, pues, es establecer una tipología de los fenómenos variables.

    El trabajo de Isabel Molina Martos («Dos cambios fonético-fonológicos en el español peninsular: aspectos geográficos y sociales») es un análisis exhaustivo de dos cambios lingüísticos que actualmente se están produciendo en español: el debilitamiento de la -s implosiva y el yeísmo. Se trata de procesos de cambio de distinto tipo: el avance del yeísmo en las últimas décadas ha sido mayor y la tendencia es hacia la desaparición del fonema palatal lateral; el debilitamiento de la -s, en cambio, es un fenómeno que se encuentra estabilizado debido a las presiones de la norma castellana que impone la conservación de la -s como rasgo de prestigio. La metodología utilizada es la más adecuada a la descripción de un cambio lingüístico en marcha, pues acude tanto a datos proporcionados por la geografía lingüística como a estudios sociolingüísticos de ciudades enclavadas en zonas distinguidoras o de transición. La comparación de mapas lingüísticos de distintas épocas es una herramienta fundamental para la investigación del cambio en tiempo real, pues permite ver si dichos fenómenos han avanzado o retrocedido en la geografía española. Por otro lado, los patrones de estratificación sociolingüística urbana, donde se consideran factores como la edad, el sexo y el estilo, ofrecen una excelente descripción del cambio en tiempo aparente, así como de las diferentes actitudes de los hablantes hacia los fenómenos objeto de estudio. Por último, la descripción espacial que ofrecen los mapas, junto con el estudio sociolingüístico de los centros urbanos permiten apreciar cómo se difunden o frenan los cambios desde las ciudades, que actúan como centros de innovación e irradiación de las formas prestigiosas hacia otros núcleos urbanos menores y hacia el ámbito rural.

    Los problemas que estudia en este artículo Carmen Silva-Corvalán («Variación sintáctica en el discurso oral: problemas metodológicos») no son, en puridad, metodológicos; son realmente problemas relacionados con la noción misma de la variación y el significado, esto es, con la definición del propio concepto de «equivalencia semántica». La dificultad de demostrar la equivalencia semántica de ciertas variantes sintácticas a partir del principio de identidad referencial abrió una polémica que ha estado a punto de paralizar la extensión de los estudios variacionistas al nivel sintáctico. En efecto, el principio de la equivalencia lógica, esto es, que un conjunto de variantes son realmente formas diferentes de decir lo mismo, es bastante claro en el nivel fonólogico, pero no lo es a la hora de aplicarlo a las relaciones sintácticas. A ello hay que añadir que no son infrecuentes los casos en los que las variantes sintácticas, a diferencia de lo que ocurre en la variación fonológica, no parecen estar condicionadas por factores externos de tipo social o estilístico, sino que son exclusivamente factores lingüísticos, ya sean sintácticos, semánticos o pragmáticos los que inciden en la frecuencia de ocurrencia de una u otra forma.

    Tales escollos han llevado a Beatriz Lavandera a afirmar la imposibilidad de extender los métodos variacionistas al terreno sintáctico si se seguía manteniendo esta definición de variable, pues las investigaciones habían mostrado que en la frecuencia de ocurrencia de las variantes no incidían factores sociales, sino que la mayor o menor frecuencia de unas u otras se debía precisamente a las diferencias de significado que las hacía más adecuadas a unos contextos que a otros. Para Lavandera, la solución estriba en estudiar variables sintácticas que cumplan el requisito de identidad funcional, esto es, como formas que tienen un significado diferente y por lo mismo son utilizadas para contextos diferentes. La variación sociosintáctica debería ser interpretada entonces en términos de estilos comunicativos diferentes.

    Tras argumentar en contra de esta definición funcional de la variable sintáctica, que convierte el objeto de estudio en ilimitado, la postura que defiende Silva-Corvalán es conciliadora. En realidad, es la misma que expone, de principio a fin, en su libro Sociolingüística. Teoría y Análisis. Parte la autora del presupuesto de que el objetivo de la Sociolingüística es explicar la variación lingüística, ya venga determinada por la combinación de factores internos y externos, ya sea causada exclusivamente por factores semánticos o pragmáticos. Para Silva-Corvalán se trata de distinguir dos tipos diferentes de significado: el referencial, independiente del contexto; y el contextual, de semántica-discursiva o pragmática, que se deriva del uso de formas lingüísticas en el discurso. Se trata de distinguir entre significado e información. Y así, habrá formas alternativas de decir lo mismo y que, además, comunican lo mismo (la variación clásica), y entonces estableceremos correlaciones directas con factores sociales. Pero también habrá formas alternativas, con el mismo valor de verdad, pero que no informan de lo mismo. En estos casos, establecer correlaciones con factores socioestílisticos es menos directo y menos fiable. Tales formas deberían ser interpretadas como indicadores de diferentes estilos comunicativos, y sólo un estudio cuidadoso nos podría llevar a una interpretación de una posible covariación con factores socioestilísticos. En la última parte de su artículo, la autora examina dos variables sintácticas: «expresión versus no expresión del sujeto» y el «sujeto preverbal versus posverbal», que ejemplifican la hipótesis de partida: una variable cuyas variantes conllevan diferencias de significado semántico-pragmático sí puede estudiarse dentro del marco variacionista. El análisis cuantitativo que hace Silva-Corvalán sólo incluye variables lingüísticas independientes, ya que los factores sociales no inciden en la frecuencia de ocurrencia de las variantes. Los análisis demuestran que la posición y expresión del sujeto son variables cuyas variantes presentan significados diferentes en el nivel del discurso.

    Para Silva-Corvalán, el estudio de la variación sintáctica y del efecto de los factores semánticos y pragmáticos que intervienen en la elección de una u otra variable ha resultado de gran interés. Pero cabría preguntarse: de interés, ¿para quién? ¿Para los estudios pragmáticos basados en el análisis del discurso? ¿No se convierte entonces la sociolingüística en una mera herramienta, y los análisis cuantitativos en un método de la Pragmática?

    Francisco Moreno incluye en el presente volumen dos artículos. En el primero de ellos («La formación de corpus de lengua hablada») propone un modelo de corpus de referencia de la lengua española hablada. Las aplicaciones a las que se dirigen los corpora de lengua hablada son muy variadas. Tienen utilidad en el ámbito de la fonética, de la sociolingüística, de la psicolingüística o para aplicaciones tecnológicas como las síntesis y el reconocimiento del habla, ámbitos en los que es necesario llegar a un conocimiento real de la lengua hablada. Así pues, un corpus de este tipo tiene que ser representativo del habla real. Las muestras que formen parte de estas colecciones deberán reflejar la variedad lingüística, en todos sus niveles: diatópico, diastrático y diafásico. Dicha variedad deberá tenerse en cuenta a la hora de decidir cómo se van a recoger los materiales y cuántos materiales se necesitan para obtener un corpus representativo y equilibrado desde el punto de vista lingüístico, estilístico y sociológico. La etnografía de la comunicación, el variacionismo y la estilística de la lengua hablada nos proporcionarán los principios teóricos, de manera que un corpus así diseñado deberá recoger el habla de las principales regiones del mundo hispánico, de los principales tipos sociológicos de hablantes, según las diferencias de sexo, edad y nivel de instrucción. Desde la perspectiva de la etnografía de la comunicación y la estilística de la lengua hablada, dicho corpus deberá incluir textos procedentes de situaciones comunicativas diferentes, en las que intervienen factores como el tema, el grado de formalidad, la audiencia, el canal comunicativo y las relaciones de poder y solidaridad entre los interlocutores.

    En F. Moreno, «Metodología del Proyecto para el Estudio Sociolingüístico del Español de España y de América (PRESEEA)», se recogen los resultados de las discusiones que tuvieron lugar en el año 1993 durante la reunión de la Comisión de Sociolingüística de la Asociación de Lingüística y Filología de América Latina (ALFAL), en la que se decidió iniciar un proyecto para el estudio sociolingüístico de los núcleos urbanos de Iberoamérica y la Península Ibérica. El denominado Proyecto para el Estudio Sociolingüístico del Español de España y América (PRESEEA) incluía como objetivo principal la creación de un Corpus Sociolingüístico del Español de España y América. Se trataría de formar un corpus de lengua hablada, a partir de los materiales enviados por los diferentes centros asociados a PRESEEA. El objetivo que se perseguía con este proyecto era facilitar el intercambio de información y la comparabilidad entre las investigaciones sociolingüísticas que se desarrollaban en Iberoamérica y en la Península Ibérica. Con el fin, pues, de garantizar la reunión de materiales homogéneos y, por tanto, comparables, todos los centros que aportaran información deberían ajustarse a unas directrices metodológicas comunes. Este estudio es, pues, una propuesta metodológica para la formación, la distribución y el análisis del corpus de PRESEEA. El método seguirá los principios teóricos del variacionismo. Dichos principios podríamos resumirlos de la siguiente manera: si el uso de la lengua es siempre social y está sometido a un contexto, y si es variable en correlación con factores lingüísticos y extralingüísticos, es evidente que todo ello debe tenerse en cuenta a la hora de la investigación. Esa correlación ha de hacerse utilizando métodos cuantitativos; la muestra ha de ser representativa y los análisis deben centrarse en el individuo o en grupos pequeños. Dada la perspectiva sociolingüística a la que se adhiere el proyecto, preseea no se va a limitar al estudio de la norma culta, sino que pretende alcanzar un conocimiento completo del español tal y como se habla en su contexto social real, esto es, en los grandes núcleos urbanos de España y América.

Mª J. Blanco Rodríguez

 

José Manuel González Calvo, Variaciones sobre el uso literario de la lengua, Universidad de Extremadura, Cáceres, 1999, 204 págs.

    Tomando como punto de partida la premisa de que «toda lengua, como sistema de signos, acoge pluralidad de usos», en el presente trabajo González Calvo va a centrarse en el uso literario de la lengua. Como el propio autor señala en la introducción, «el primer trabajo del volumen tiene forma de conferencia. Así se proyectó y así fue su origen, que he respetado […]. El segundo trabajo es el extracto de la tesis doctoral, publicado por la Universidad de Salamanca en 1974». Además, en este volumen se recogen una serie de textos que ya habían sido publicados de manera particular en determinadas revistas, homenajes o anales. El libro presenta, pues, una estructura singular ya que cada uno de los capítulos recoge estudios particulares sobre determinados aspectos lingüísticos en la obra artística de ciertos autores. La primera sección es de carácter teórico y, en ella, el investigador procede en el análisis de lo que se entiende por «uso literario de la lengua», es decir, el empleo de los recursos que una lengua ofrece para la transmisión de un mensaje que, en este caso, es literario. Insiste en la importancia de atender a la pragmática lingüística y a la textual. Además, la coherencia y la cohesión textual deben ser igualmente abordadas dentro de este tipo de análisis.

    En el primero de los estudios particulares, González Calvo, partiendo de la imposibilidad que supone separar el léxico del estilo, realiza, no obstante, un esfuerzo por lograr un método de análisis en la prosa de R. Pérez de Ayala. El trabajo está formado por dos partes: la primera, referente a la estructura léxica y la segunda, a la estructura sintáctica y melódica. En la parte léxica, se analizan en detalle un gran número de recursos léxicos empleados por Ayala (formación de palabra, derivaciones, parasíntesis, etc.), que dan prueba de su peculiar modo de escritura. González Calvo llega a definir esta prosa como arcaizante, culta y expresiva. Por otra parte, la tendencia más generalizada en cuanto al período sintáctico es la ordenación mediante la técnica paralelística y la correlación. El empleo de la copulativa «y» para unir dos párrafos enunciativos, así como la agrupación directa de dos o más elementos son características del uso literario de la lengua por parte de este autor.

    El siguiente capítulo está dedicado a «analizar someramente las imágenes y conceptos claves que operan en la obra del escritor asturiano, esa figuración abstracta que en buena parte proyecta y estructura formal y conceptualmente su quehacer literario». González Calvo analiza los elementos creadores más característicos del estilo de Ayala. De modo descriptivo va dedicando diferentes apartados a tratar de cada uno de los rasgos de estilo: la sonoridad, el color, las imágenes de lo grotesco y del contraste, lo pictórico, escultórico y arquitectónico, lo religioso y lo profano. El estudio acaba con unas conclusiones sobre la concomitancia existentes entre la producción literaria de Valle Inclán y la de Pérez de Ayala; una herencia que, según González Calvo considera, procede de las escuelas poéticas francesas postrománticas que en España se recogen a través de Rubén Darío.

    Concluidos los dos estudios sobre la prosa de Ayala, el libro recoge otra serie de ensayos sobre diversos usos literarios de la lengua por parte de otros autores. En «Acercamiento al lenguaje de López Silva», González Calvo incide en el análisis de recursos idiomáticos que «no ya por conocidos menos interesantes». Las secciones en que se divide este estudio van desde las relativas a aspectos morfológicos (el género, el número, los afijos...), lexemáticos (el léxico, los eufemismos, los cultismos…) y prosódicos (el acento).

    El siguiente capítulo, que lleva por título «El hurto en la obra satírica de Quevedo», recoge «unas notas sobre los procedimientos que conforman la noción de ‘hurto’ en la obra satírica de Quevedo, teniendo en cuenta algunos oficios». Las reiteradas alusiones a la codicia, al poder del dinero en la obra del célebre escritor, se concretan en siete profesiones que comparten el rasgo sémico común ‘oficio de ladrón’. Sobre este rasgo genérico común, determinadas profesiones irán especificando y matizando la noción de hurto. El investigador realiza un recorrido por las profesiones de alguacil, juez, escribano, sastre y mercader. El último apartado engloba con el título de «Otros oficios» a barberos, despenseros, venteros, etc. A lo largo del capítulo, González Calvo demuestra que Quevedo utiliza procedimientos léxicos y semánticos diversos para aludir implícitamente a la noción de hurto.

    En «Notas sobre el léxico cervantino» González Calvo intenta contribuir a la explicación de once elementos lingüísticos que aparecen insuficientemente analizados en las ediciones críticas de algunas de sus obras. El investigador arranca de la localización de dichos signos en la edición crítica de las obras completas cervantinas de Rodolfo Schevill y Adolfo Bonilla. Posteriormente, procede a la documentación de dichos vocablos, bien en Vocabularios y Glosarios de los Siglos de Oro, bien en diferentes ediciones de la obra de Cervantes. Finalmente, las opiniones vertidas por estudiosos del léxico cervantino son recogidas de forma exhaustiva para completar las explicaciones.

    El capítulo dedicado a Juan Ramón Jiménez se centra, al igual que el anterior, en aspectos léxicos, concretamente, en el análisis de los neologismos introducidos en la producción poética. En Juan Ramón predomina la combinación de elementos léxicos ya existentes en el sistema de la lengua que pasan a adquirir un nuevo significado; no es tanto inventar como combinar. Hay una tendencia mayor a la creación de palabras compuestas que al empleo de técnicas de derivación. Como señala González Calvo, «la fuente del neologismo en Juan Ramón es lo vago y difuso (más ‘modernista’ e impresionista en la primera época, y más conceptual en la segunda), en profunda conexión con la naturaleza y el yo. La belleza natural es captada por los sentidos (colores, perfumes y fragancias...). Sobre todo ello se proyecta la analogía como recurso técnico para lograr el neologismo: la lengua proporciona esquemas o modelos para encauzar la creación neológica y superar, por una parte, las insuficiencias del lenguaje común y, por otra, las voces manidas, de significación desgastada por el uso. Así pues, el ambiente o época, lo intemporal, vago, inefable y abstracto, el juego analógico a partir de modelos que la lengua ofrece, constituyen simultáneamente las fuentes, fuerzas, motivos o razones del neologismo de la poesía juanramoniana». González Calvo se detiene en determinados aspectos morfológicos y semánticos implícitos en el proceso de composición y derivación, destacando de manera especial aquellos referidos a la sufijación y prefijación.

    El penúltimo capítulo del libro, titulado «Ortega, orador», bien podría definirse como la exaltación de la capacidad oratoria de Ortega. El autor realiza un análisis preciso de los mecanismos empleados por este genial orador en la transmisión del mensaje. Conocedor de la importancia de las condiciones en las que se producía el acto de habla, Ortega cuidaba la pragmática a la hora de elaborar y emitir sus discursos, conferencias o lecciones. El poder del gesto y del movimiento, de la entonación, es tenido en cuenta. En cuanto al mensaje propiamente, destaca González Calvo el empleo de metáforas y comparaciones que imprimen una gran plasticidad a la exposición. El público también adquiere un valor esencial en la oratoria de Ortega, de ahí el uso frecuente de las apelaciones que, en muchos casos, intentan incitar a la participación. Los rasgos humorísticos también forman parte del discurso; incorporados en forma de anécdota o bromas, permiten la relajación de la tensión o de la aridez del contenido que se transmite. En resumidas cuentas, González Calvo ve en la dramatización la clave de la eficacia en la oratoria de Ortega.

    El último capítulo del libro se inserta dentro de los estudios sobre el léxico. En este caso se trata del análisis de la creatividad léxica en Juan Pablo Forner. Apreciamos una reivindicación del arte de este escritor en el empleo de los recursos expresivos, entre los que destacan los cultismos, los juegos con las palabras, y los mecanismos de composición y derivación.

    Para terminar, podemos decir que el libro de González Calvo, partiendo de la justificación teórica sobre el uso literario de la lengua, presenta una serie de ensayos donde analiza el empleo que determinados literatos hacen de la misma. Destacamos el carácter descriptivo en el análisis, la claridad y la sistematización en la exposición, así como la manera metódica con la que aborda especialmente las cuestiones de tipo léxico y morfológico. En definitiva, se trata de mostrar la necesidad de un acercamiento a la obra literaria desde la disciplina lingüística; algo que, sin duda, a veces se olvida.

S. Robles Ávila

 

James J. Murphy (ed.), La elocuencia en el Renacimiento. Estudios sobre la teoría y la práctica de la retórica renacentista [1] (trad. de G. Garrote, L. F. Aguirre, P. Fanconi, I. Prieto y J. I. Díez), Visor Libros, Madrid, 1999, 536 págs.

    Entre las más de quinientas extensas y densas páginas de este libro, cuya traducción española sale ahora al mercado editorial (por cierto, el libro en el inglés original no aparece recogido en L’Année Philologique), encontramos veintitrés artículos, obra de estudiosos procedentes de centros universitarios y de investigación situados en lugares tan variados y distantes entre sí como son Alemania, Australia, Canadá, Estados Unidos (en su mayoría), Francia, Holanda, Reino Unido y Suiza. Constituyen la flor y nata de los más de doscientos artículos presentados por otros tantos asistentes a la XXVI Conferencia Anual sobre el Renacimiento celebrada en la Newberry Library, Chicago, en abril de 1979. En aquella ocasión el tema central elegido fue «La retórica en el Renacimiento».

    No sería justo, sin embargo, considerar este grueso volumen con apariencia de libro de bolsillo como simple publicación de las actas de un congreso. En primer lugar, las colaboraciones que lo componen no son meras comunicaciones o ponencias —en el sentido que se les da usualmente a estos términos— ni por la extensión de alguna de ellas (cincuenta y cuatro páginas la más extensa) ni por el propio carácter de su exhaustividad circunscrita a la cuestión que cada una desarrolla; una mayor propiedad exigiría hablar de artículos o ensayos. En segundo lugar, como ya se ha dicho, lo aquí recogido es una selección de los mejores trabajos presentados en el congreso. A la selección realizada hay que añadir, además, el hecho de que cada artículo fue reelaborado y ampliado a lo largo de los cuatro años que mediaron entre la conferencia y la publicación del libro, tiempo más que suficiente no ya para matizar alguna idea, sino incluso para revisar los propios planteamientos de partida.

    La obra se halla dividida temáticamente en cuatro partes, casi simétricas por su extensión y el número de estudios que las componen. Veamos la nómina de sus autores y títulos. La primera sección, bajo el epígrafe de «Panorama de la retórica renacentista», y con una perspectiva global, incluye los trabajos de P. O. Kristeller («La retórica en la cultura medieval y renacentista»), J. J. Murphy («Mil autores olvidados: panorama e importancia de la retórica en el Renacimiento»), D. A. LaRusso («La retórica en el Renacimiento italiano»), G. P. Mohrmann («La elocutio y otros problemas de la crítica actual sobre la retórica del Renacimiento inglés»), y A. Kibédi Varga («Retórica: ¿Historia o sistema? Un reto para los historiadores de la retórica renacentista»).

    Una segunda parte titulada «Tendencias de la retórica en la Europa del Renacimiento» recoge los trabajos que tratan con detalle las diversas corrientes nacionales en la Europa del momento, a saber, D. Abbott («La retórica y el Renacimiento: una perspectiva de la teoría española»), H. Schanze («Problemas y tendencias en la historia de la retórica alemana hasta 1500»), J. O. Ward («Los comentaristas de la retórica ciceroniana en el Renacimiento»), y J. Monfasani («La tradición retórica bizantina y el Renacimiento»).

    La tercera parte se ocupa de la «Ética, política y teología» en relación con la retórica desde un punto de vista funcional. Comprende los estudios de N. Struever («Lorenzo Valla: Retórica humanista y crítica de las lenguas clásicas de la moralidad»), Ch. Trinkhaus («La cuestión de la verdad en la retórica y antropología renacentistas»), J. Dyck («El primer tratado alemán sobre el arte de la oratoria sagrada. El Pastorale de Erasmus Sarcer y la retórica clásica»), J. W. O’Malley («Contenido y formas retóricas en tratados del siglo XVI sobre predicación»), M. Fumaroli («Retórica, política y sociedad: del ciceronianismo al clasicismo francés»), R. J. Schoeck («Los abogados y la retórica en la Inglaterra del siglo XVI»), y H. M. Davidson («Las artes de la persuasión en Pascal»).

    El último apartado lo forman, reunidos en torno al tema «La retórica y las otras artes literarias», los artículos de W. K. Percival («La gramática y la retórica en el Renacimiento»), J. R. Henderson («Erasmo y el arte epistolar»), H. F. Plett («Lugar y función del estilo en la poética renacentista»), A. L. Gordon («El dominio de la retórica y la contienda por la poética en la Francia del siglo XVI»), A. F. Kinney («Retórica y ficción en la Inglaterra isabelina»), Th. O. Sloane («Una lectura retórica de Milton»), y B. Vickers («‘El poder de la persuasión’: imágenes del orador, de Elyot a Shakespeare»). Ante el vahído que pudiera producir tan extenso listado, tómese como remedio la idea que preside la obra en su conjunto: la retórica como arte de la persuasión es, en el Renacimiento y sin el prejuicio que la supone equivalente a ornato vano y autocomplaciente, la llave que abre toda la producción literaria, sea literatura técnica (filosófica, teológica-parenética, didáctica-científica) o ‘bella literatura’ (poesía, novela, drama, género epistolar).

    Aunque, por supuesto, no es posible dar cuenta aquí del contenido pormenorizado de cada artículo, sí cabe resaltar la excelencia de, al menos, los dos siguientes y por las razones que se ofrecen. El de J. J. Murphy, por su intento de recuperar nombres de humanistas teóricos de la retórica que han sido nublados por el canon comúnmente aceptado de los más ilustres, y por el aviso de que, aunque los progresos en el conocimiento de esta materia puedan parecer enormes, lo cierto es que resta mucho por leer y estudiar; y el de D. Abbott, como es de esperar, por tratar el problema en el ámbito español fuera, incluso, de los límites del Renacimiento sensu stricto, al estudiar las ideas sobre retórica no sólo de Vives o de Huarte de San Juan, sino también las del propio Gracián.

    Cierra el volumen un elenco bibliográfico que, como se nos dice de antemano, no pretende ser exhaustivo y que sólo recoge referencias hasta el año 1979, en que tuvo lugar el congreso. Sin duda, se echará en falta un aggiornamento de la bibliografía pertinente y más aún de las obras españolas que han venido apareciendo desde entonces. Era ésa la tarea del inexistente editor de la versión española, al que, de paso, correspondería haber solventado algunas discrepancias con respecto al original (por ejemplo, la transliteración como enérgeia [pág. 429, n. 17] —con fiel reproducción del error en el espíritu— del žnžrgeia originario y la resolución gráfica como m o n de la tilde abreviatura de la nasal en los textos humanísticos citados [página 430, n. 19]), amén de unas pocas erratas de mínima importancia que el que esté sumido en la lectura pasará por alto. En fin, la labor propia de los traductores, con el texto inglés a la vista, está cumplidamente realizada y no se detecta ningún pasaje oscuro —cosa frecuente en algunas traducciones— o desconectado del contexto.

T. Fanego Pérez

NOTAS

[1] Renaissance Eloquence. Studies in the Theory and Practice of Renaissance Rhetoric, Berkeley / Los Ángeles, 1983.